El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

martes, 2 de mayo de 2017

CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS. COMBATES. Y DESIERTO

CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS. COMBATES. Y DESIERTO (I)


Concluida la campaña de Tarapacá, el siguiente paso será asaltar la costa peruana situada entre Ilo y Arica y derrotar los ejércitos aliados (peruanos y bolivianos) situados en la zona. Para tal propósito se empiezan a concentrar las tropas chilenas en los puertos de la costa tarapaqueña, a partir del 22 de febrero de 1880, dejando guarnecida en todo caso la región conquistada. Partirán hacia el norte cuatro divisiones
Desde Pisagua empezará el embarque de las tropas, a cargo de Erasmo Escala, mientras Rafael Sotomayor, quien estaba a bordo del Abtao, desembarca para revistar las guarniciones. “El embarque de las impedimentas empieza el 18, y dura tres días; el 21 siguen a bordo el ganado, la artillería y demás material del arma, con el parque general. Las piezas y material pesado, fueron remitidas en la balsa fabricada por Stuven, aprovechando la bonanza del tiempo.[1]

Mapa de la Campaña. En azul los movimientos chilenos y la línea blanco-negro, la aliada


La estructura principal del Ejército chileno se integrará por
La 1ª División o División Amengual. A cargo de Santiago Amengual, e integrada por los regimientos Tercero de Línea y Esmeralda, el batallón Navales, una batería del Regimiento de Artillería N° 2 y un escuadrón del Cazadores
La 2° División o División Muñoz, a cargo del coronel Mauricio Muñoz, e integrada por los regimientos Segundo de Línea, Santiago, batallones Atacama y Bulnes, una batería del regimiento de Artillería N° 2 y un escuadrón del Cazadores.
La 3° División o División Amunátegui a cargo del coronel José Domingo Amunátegui e integrada por los regimientos Cuarto de Línea y Artillería de Marina, los batallones Chacabuco y Coquimbo, una batería del Regimiento de Artillería N° 2 y un escuadrón del Granaderos.
La 4° División o División Barboza, a cargo de Orozimbo Barboza, e integrado por los regimientos Buin y Lautaro, el batallón Zapadores, una batería del regimiento de Artillería N° 2  y un escuadrón de Granaderos.  “Esta tropa, menos los Granaderos y las mulas de la II División, que quedaron en Pisagua, por falta de espacio, desembarcó, en Pacocha el 1º de Marzo….El “Itata” y el “Matías” volvieron a Pisagua, por estos últimos restos que tomaron tierra en Pacocha el 8, de Marzo.[2]
Con la expedición lista, el 24 de febrero de 1880 llega el Huáscar a las 11:45 flamenado con el pabellón chileno, lo que incrementa la moral de los chilenos. El monitor, reformado en el dique de Valparaíso, con la bandera chilena al tope, viene a resguardar el puerto, en tanto la escuadra navega hacia Pacocha.



Al llegar a la zona de desembarco, frente a Punta Coles, que cierra por el sur la bahía de Pacocha, el “Blanco” pone señales de alistarse para fondear. A las 11:15 A. M. se largan las anclas; los buques forman en línea. La lancha “Guacolda” reconoce la costa y como nada de anormal se nota, el “Blanco” y el “Amazonas” envían a tierra dos lanchas con gente, la primera remolcada por una lancha a vapor con un pelotón de Artillería de Marina rumbo a la Caleta del Inglés; la segunda a remo, con diez hombres del “Esmeralda” por la Caleta Dos Hermanos.  Para el esmeraldino Alberto del Solar, en su diario de campaña relata: “Son las tres de la tarde…. Un cuarto de hora después llega al Loa la orden de enviar a tierra un piquete del Esmeralda, que llevará la misión de explorar la costa, escalar los cerros y plantar allí nuestro pabellón. Todos (los oficiales) nos precipitamos al frente, solicitando de nuestro querido comandante Holley el privilegio de llevar a cabo tan tentadora comisión….(Al elegido se le ve) radioso saltar al bote y tomar su puesto allí con diez soldados que le acompañan. A poca distancia se le reúne otro bote tripulado por gente del Blanco Encalada, desprendida casi al mismo tiempo del costado de la nave capitana. Ambos bogan aceleradamente hacia la costa… Una hora más tarde. ¡Abandonada! ¡La plaza se halla abandonada! Martiniano Santa María (el oficial del Esmeralda) ha plantado el pabellón nacional sobre el más alto de los morros y se procede al desembarco que se lleva ordenadamente a término.[3]
Pero no fue el único que se dirigió primero a la playa, pues siguen dos lanchas con artilleros de marina y cuatro con esmeraldinos; desembarcan sin dificultad, corren a reforzar la descubierta. El Regimiento de Artillería de Marina, avanza a media falda por Punta Coles. Su comandante destaca varias avanzadas: una por la cumbre; otra por la rivera del mar; otra a vanguardia. Tras esta última sigue una compañía en dispersión; después el Regimiento en columnas por compañías.
El “Blanco” pone señales de desembarco general; las lanchas se llenan de tropas, que abordan el muelle remolcadas por el “Toro”, la lancha a vapor, y los botes a remo de la armada. A la 1:15 los buques se acercan a la playa, a la 1:30 se iza la bandera en tierra por los ayudantes de Estado Mayor, saludada por todas las bandas de a bordo.
La escala está fuertemente atrincada a los pilotes superiores; no hay quien la arríe; los marineros suben como gatos, largan las cadenas, y se activa el desembarco, por la balsa muelle construida en Pisagua que se acopla al muelle fijo.
En la tarde, acampan en tierra el Buin, los Navales, Artillería de Marina, Coquimbo, los Pontoneros y parte de caballería y Artillería. La “Magallanes” abandona el fondeadero a las 5 P. M. rumbo a Arica; a las 6, llegan el “Toltén” y el “Abtao”, a tomar su colocación. Poco después la “Chasseur” solicita lugar para fondeo, en el cual no interrumpa las operaciones del desembarco, Larga anclas a estribor del “Blanco”.
En tierra, a las 6 PM, se establece el servicio 50 cazadores a caballo salen hacia el interior, a la descubierta; tres compañías del Navales cierran la izquierda, entre el valle y la ciudad; un batallón del Buin marcha a las alturas de la derecha; y todo el Regimiento Esmeralda cubre el campamento, como gran guardia.
Pacocha significó “extensas bodegas para la Intendencia, Parque y Bagaje; casas cómodas y espaciosas, para los diversos servicios y personal del ejército; iglesia, estación de ferrocarril, y demás comodidades de una población nueva, en pleno desarrollo comercial,… el muelle cuya posición hizo fácil la translación a tierra de las enormes impedimentas del ejército, situado en el centro, del puerto….sobre pilotes de fierro, con cubierta de madera, que arrancan de un macizo de cal y piedra. Al extremo existe un donkey a vapor con una luz para facilitar el trabajo nocturno…obras de agua potable…Una poderosa bomba, en esos momentos a cargo, de un mecánico por­tugués que siguió en funciones, levanta el agua, y mantiene el nivel necesario para el consumo. El agua va del estanque a las fuentes de la ciudad por una cañería de fierro, de 1,50 m. de diámetro, que la distribuye en los pilones de cada esquina; un ramal se desprende a la estación del ferrocarril, que abastece la maestranza, locomotoras, y, los estanques suplementarios de las próximas estaciones de Salinas y Hospicio; otro ramal, conduce agua al muelle, para los donkeys y buques surtos, en la rada….El valle que se abre más arriba de Pacocha es un verdadero paraíso con sus bosques seculares, de árboles de los trópicos, y sus plantaciones de olivos, higueras, guayabos, algodoneros, paltos, limoneros, naranjos, chirimoyos, pero muy insalubre…con las tercianas y las fiebres palúdicas…..la adquisición del ferrocarril con la maestranza, locomotoras, coches de pasajeros, carros de carga y la máquina telegráfica intacta….El jefe de telégrafos, Figueroa, se establece en la oficina principal, cuya máquina se halla intacta, e intercepta los despachos que pasan por Hospicio, centro telegráfico en donde convergen los hilos de Tacna, Moquegua, Arequipa y Pacocha[4]


Alberto del Solar

El 26 en la tarde, zarpan para Pisagua, los transportes “Angamos”, “Loa” e “Itata”, en busca de la IV División. La vida de guarnición en ese lugar no fue para nada placentera, tal como relata Alberto del Solar: “Nos hallábamos en un puerto miserable y privado de los recursos más indispensables. En efecto, el pueblecillo de Pacocha no merece ni el nombre de tal: le sobra el de villorrio o caserío. A nuestra llegada entrábamos como en una ciudad de muertos: ni una sola de las casas estaba habitada, de modo que los regimientos se hospedaron en ellas de rondón. El sólo edificio medianamente importante era el ocupado por el general en jefe y su séquito…. Entre las circunstancias que hacían más insoportable aún nuestro campamento de Pacocha, se destacaba como muy principal la de una horrible plaga de moscas y mosquitos que poblaban el aire en tan enorme cantidad, que durante las horas más ardientes del día penetraban por millares en nuestras tiendas y nos mortificaban de mil maneras, especialmente en la comida, en el sueño de la tarde y en la lectura. Al caer de la noche, afortunadamente, se recogían, pero sin abandonar el interior de las tiendas. En el estrecho espacio superior de la tela que, como se sabe, tiene generalmente la forma de un cono, se reunían agrupados en masa compacta, haciendo el efecto de tapizar de negro toda esa región.
Sometidos a la abundante, pero poco variada ración de campaña, carecíamos en absoluto de los placeres de la mesa, que por primera vez echábamos de menos. ¡Ni restaurantes, ni fondas, ni siquiera la más ordinaria de las cocinerías en qué regalar el paladar con algún plato nuevo! Nuestra cocina era servida por los asistentes, convertidos a la vez en panaderos y lavanderos, pues en muchas ocasiones no nos era posible obtener en tiempo oportuno el «amasado» del ejército…. El tiempo iba a deslizarse otra vez entre ejercicios militares y monótonas guardias de cuartel, que harían más pesados aún los insoportables calores de la estación en aquella atmósfera siempre ardiente e impura…. Acampados al pie de montes de arena, que daban principio a un desierto de desesperante aridez, nuestra vista carecía por completo de la delicia, no comprendida hasta entonces, de poder posarse sobre las verdes alfombras de la campiña y las hojas de los árboles.
Nuestros temas de conversación, agotados casi, por la falta de variedad en los acontecimientos, no nos distraían ya. Sabíamos de memoria, a fuerza de leerlos, los pocos libros, propios y ajenos, que lográbamos tener en las manos; de suerte que la llegada de los periódicos de la patria, con la correspondencia de la familia, era un acontecimiento colosal que nos volvía locos de placer a la vez que nos prestaba materia para unos cuantos días de charla.
En los días más insoportables de calor y de fiebre, recuerdo que solíamos reunirnos en grupo de amigos bajo las tiendas de campaña y allí tratábamos de inventar algo que pudiera distraernos. Las ideas más locas y más peregrinas se nos ocurrían entonces, y era de verse cómo celebrábamos hasta lo más trivial y ridículo.
Convertidos en verdaderos colegiales, nuestros gustos se hacían pueriles, de suerte que nos acontecía lo que al prisionero que tras largos años de calabozo encuentra placer en la observación del objeto más insignificante: una piedra de la muralla que se va desgastando, un insecto que trabaja su agujero o, como Picciola en el delicioso romance de Saintine, una flor que crece entre las rendijas del pavimento.
Por eso no es de extrañarse que al fin jugáramos, como los muchachos, a las sesiones de congreso o al carga burro, faltándonos poco para entretenernos con soldaditos de plomo….”

En el lado Aliado: El Gobierno del Perú, por su parte, al crear los ejércitos del Norte, del Centro, y dos del Sur tenía que defender zonas muy extensas. Y al perder el dominio del mar quedaba sujeto a una estrategia completamente defensiva, esperando a los chilenos dónde ellos decidieran atacar.

Sargento Peruano


Entre los Ejércitos del Sur, el Segundo, cuya sede se encuentra en Arequipa, empieza a reforzar al Primer Ejército (situado al norte del primero) con tres batallones, los que quedan al mando del Coronel Agustín Gamarra, quien llega con el nombramiento de Comandante de la 1ª División del II Ejército del Sur, dependiente directo del Ministerio de Guerra, como unidad independiente. A Principios de Febrero entra a Arequipa después de revistar al batallón Canchis (coronel Manuel A. Velasco) y al Canas, (coronel  Martín Álvarez). La tercera unidad era el Granaderos del Cuzco (coronel Manuel A. Gamarra) el que se encontraba en Moquegua. Cada uno de estos batallones incompletos debía elevar sus efectivos a 600 plazas, según disposiciones terminantes emanadas de la capital.
El Ministro de Guerra del Perú, entregó  plena libertad de acción (dependería única y directamente del Ministerio) y dió al coronel Gamarra órdenes precisas:
a.    conservar la línea de comunicaciones, a toda costa, entre Montero (ubicado en Tacna)-Arequipa-departamentos del sur, para lo cual se establecería en Moquegua, enlazando Arequipa con el Almirante Montero.
b.    vigilar el puerto de Pacocha, para dificultar en lo posible el acceso de fuerzas enemigas; y en caso de retirada, inutilizar todos los elementos de movilidad que pudieran aprovechar los invasores.
Gamarra se traslada a Moquegua, en donde acampan los Granaderos del Cuzco y el Batallón Vengadores de Grau, ex‑columna “Huáscar”, del comandante julio Cesar Chocano. Ordena al Canchis que se traslade de Tambo a Moquegua, y al Canas a Torata, ya que el prefecto de Arequipa tenía un buen núcleo de tropas a cargo del coronel Juan Francisco Goizueta, comandante de la 2ª División del II Ejército del Sur, para resguardar el camino de Mollendo.

Oficial Chileno

Gamarra llega a Moquegua el 12 de Febrero, y se encuentra con la novedad de que los dos cuerpos que debían ingresar a su 1ª División, los Granaderos del Cuzco y el Vengadores del Grau, forman una 10ª División del I Ejército, a cargo del coronel Manuel Velarde, dependiente del Cuartel General de Arica y por disposición de éste, Velarde recibe orden de hacerse de disponer de dichas unidades. Chocano, comandante del Vengadores de Grau, exhibe las comunicaciones del Gobierno de ponerse a las órdenes de Gamarra. El coronel Velarde, ante las órdenes del Ministerio, cede y remite a Montero copia de las instrucciones de la Secretaría de Guerra.
Gamarra recibe los dos cuerpos disputados el 25, y el 27 se presentan los chilenos en Pacocha, por lo que las instrucciones se interferir el desembarco del enemigo  o destruir el material de movilización, se hacen impracticables ante la falta de concentración de las tropas disponibles. Abandona Pachoca y se concentran en el Alto de la Villa, para conservar intacta la línea de comunicaciones de Montero. Hace ingresar a sus fuerzas a la Gendarmería de Moquegua (Manuel A. Gómez) y la Guardia Civil de Infantería, con lo que alcanza a un efectivo de 2.000 combatientes. Establecido el Cuartel General en el Alto de la Villa, envía a los Gendarmes montados, a vigilar el valle, hasta las cercanías de Hospicio, a medio camino entre los campamentos chilenos y peruanos y queda en espera de los acontecimientos.


[1] Machuca, Francisco, Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico
[2] Ibidem
[3] Diario de Campaña. Avisemos de inmediato que todas las citas de Alberto del Solar provienen del mismo texto.
[4] Machuca, Francisco, Las cuatro campañas de la Guerra del Pacífico

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