CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS.
COMBATES. Y DESIERTO (II)
EL
FERROCARRIL EN FUNCIONAMIENTO….PARA CHILE…“El comandante Pretot Freire toma posesión de la estación del ferrocarril y
organiza en breve los servicios con soldados carrilanos enrolados en los
cuerpos. El comandante Stuven recibe
la orden de armar y recorrer la máquina a vapor de la cabecera del muelle, que
se encuentra inutilizada”[1],
siendo indispensable para la carga pesada que queda a bordo aún en los buques
de la armada chilena.
Cuatro locomotoras contiene la casa de máquinas,
pero les faltan piezas esenciales[2].
La vía del ferrocarril hasta 5 km al interior no tiene desperfectos. En el
galpón de movilización hay 30 carros: de carga, estanques y pasajeros.
Empleando a los soldados que habían trabajado en ferrocarriles[3]
“empiezan los trabajos de la usina con la respectiva dotación de maquinistas,
fogoneros, caldereros, herreros, fundidores, torneros y carpinteros.” Tras
duros trabajos, el 29 de marzo a las
4 PM sale la primera locomotora, con “un
carro estanque, tres de carga y uno de pasajeros. El comandante Stuven gobierna la locomotora, y el
capitán Latham hace de fogonero. A
retaguardia siguen 150 pontoneros con un carro volante, cargado de herramientas
para subsanar los destrozos de la línea, quedando desde ese momento establecido
el servicio de camineros, por cuadrillas. El convoy recorre hasta la Pampa, diez kilómetros adentro y
regresa a la estación central para enmandar las fallas encontradas en el
material.”[4]
El Ministro de la Guerra (Sotomayor) dispuso que los coroneles Velásquez y Vergara realizaran el día 4 de marzo, un reconocimiento
estratégico, con el objeto de estudiar la posibilidad de acampar al ejército
sobre algún punto de la línea férrea, como era el plan del gobierno: “transladar el ejército a la estación de Hospicio
o Conde, puntos que cortan el camino de Arequipa a Tacna; enviar a vanguardia
toda la caballería y pequeños destacamentos de infantería, para arrasar los
valles de Locumba y Sama, y a caballo sobre la línea férrea esperar el ataque
de Montero que no tardaría en moverse en demanda del invasor.”[5]
Luego de enviar un grupo nutrido en una máquina,
ésta vuelve por desperfectos, por lo que mandan otras pero sin tropas, dirigido
por Stuven, el que llega a Estanques o Salinas. Esta estación se forma por “un pequeño edificio para el jefe y la
oficina del telégrafo, dos casuchas para camineros, y un estanque para
almacenar el agua de las locomotoras, que se trae de Pacocha. Ahí se encuentra
el capitán don Marcos Latham que exploraba el camino con un ordenanza. Al día
siguiente, muy de alba, la caravana se pone en movimiento. A las 10 A. M. llega
a Hospicio, estación situada a 53 K. M. del puerto, un poco más del medio
camino al Alto de la Villa, término del ferrocarril, edificada en el K. M. 100.
Solo hay una pieza de tablas, una oficina telegráfica y un estanque, en medio
de la meseta árida y desierta, quemada por un sol de fuego, azotada por los
vientos calientes del sur que arrastran nubes del polvo de la pampa. Velásquez
y Vergara recorren este campo de desolación, rodeado de cerros…; el agua se
encuentra a gran distancia, y los víveres deben traerse por ferrocarril.”[6]
A las 11 A. M. continúa el avance. La vía está
cortada en las curvas y hay grandes obstáculos de durmientes, peñascos y
desmontes. Stuven queda arreglando desperfectos y los exploradores siguen en
demanda de El Conde. A las 3 P. M.
alcanzan al Pacay.
Carro del Ferrocarril Ilo-Moquegua
Aparecen algunos soldados peruanos por
el camino de Moquegua. Los Cazadores avanzan al encuentro y desaparecen. El
reconocimiento, continúa por los alrededores de El Conde, estación solitaria, sin recursos, con bomba y estanque a
ocho cuadras de distancia. A las 5 P. M. la comitiva regresa por la trocha del
ferrocarril, y llega a Hospicio, a
las 8 en punto. Stuven, compuesta la línea acarrea a la estación agua, carne
fresca, víveres y forraje para la caballada. Finalmente la caravana regresa a
Pacocha, en la mañana, por ferrocarril.
El plan original del gobierno es rechazado por las
imposibilidades que presenta para trasladar al Ejército por zona tan inhóspita.
En esos días llega a Valparaíso el buque inglés “Turquoise”, directamente de Arica; sus oficiales aseguran que
Montero permanecerá en sus atrincheramientos, resuelto a definir ahí los
destinos del ejército a sus órdenes. El problema es mayúsculo pues obliga al
Ejército chileno a avanzar por “tres
zonas desiertas interpuestas entre ambos ejércitos; del valle de Ilo al de
Locumba; de ésta al de Sama; y de ésta al de Caplina o más bien al Alto de la
Alianza, campamento de los aliados.”[7]
Faltaban todos los elementos para semejante cruce “especialmente mulas de
carga, carretones, estanques, barriles y odres para agua, acémilas para el
parque y bagaje, caballos y mulas para las ambulancias, sin contar con las
necesarias para los fondos del rancho de los cuerpos….”
Ferrocarril Arequipa-Moquegua. Nótese la dificultad del terreno
LA
EXPEDICIÓN A MOLLENDO: Como mecanismo de
presión al Perú para que firme la Paz, se opta por una táctica más radical: “hostilizar los pueblos de la costa,
destruyendo muelles y aduanas, hundiendo los elementos de embarque, arrasando
las propiedades fiscales, y agobiando a los ciudadanos con fuertes cupos de
guerra.” Una verdadera guerra moderna (al estilo de Sherman en su campaña
en Georgia, en 1864-65). Tanto el general Arteaga
como Escala la habían rechazado por
inhumana e inútil. Pero se insiste y el ministro Sotomayor organiza la
expedición a Mollendo. Se alista al Blanco, y a los transportes “Amazonas”
y “Lamar”.
La infantería se integra por el Tercero
de Línea y el Navales. Sotomayor
le informa a Escala que el desembarco se hará el 7 de marzo (comunicándoselo el
sábado), pero en la imposibilidad de armar ese ataque en tan poco tiempo debe
posponerse al 8.
Mollendo es descrita por Francisco Machuca “ubicada sobre una pampa estéril, vive a
expensa de los valles vecinos. Más, aún, carece de agua, que le llega por una
cañería de veinte centímetros, desde las vertientes del Uchumayo, a 145
kilómetros de distancia. Pero su importancia extratégica estriba en que por la
línea férrea a Arequipa y Puno, con ramal a Santa Rosa, camino del Cuzco, se hace
el intercambio de productos ultramarinos con los nacionales de los
departamentos del sur del Perú y aún del norte de su aliada Bolivia….Mollendo resulta ser un fondeadero bueno,
aunque desabrigado, pues se halla en la costa corrida…. El muelle está embutido
en el barranco y los almacenes fiscales de depósito, en el plano del muelle,
escarbados cerca de su base….El tráfico se hace en botes y aún en chalupas… El
ferrocarril a Arequipa, que se prolonga a Puno, le ponen en rápida comunicación
con La Paz, por los vapores del Titicaca, y la carretera de Chililaya (Puerto
Pérez) a la capital de Bolivia. De la Estación de Juliaca arranca un ramal al
Cuzco, que entonces solo alcanzaba hasta Santa Rosa;…(en) la vecindad desemboca
el río Tambo, que da nombre al riquísimo valle que riega….Al norte de Mollendo
se encuentra el abrigado puerto de Islay….la línea férrea sale de Mollendo por
la costa hasta Mejía, estación distante 14 kilómetros; sigue a la Ensenada,
siempre por la costa, siete kilómetros más; de Ensenada pasa a Tambo, hacia el
interior, que se halla en el kilómetro 30, a 300 metros sobre el nivel del mar.
En este punto se establecen los piquetes que resguardan la costa, a cubierto de
los fuegos de los buques chilenos”
Estando a 8 de marzo y a las 10 30 parte la
flotilla. La fuerza invasora va a cargo de Orozimbo
Barbosa. “El “Lamar” lleva la Brigada Zapadores,
comandante Ricardo Santa Cruz; y el “Amazonas”, al Regimiento 3º de línea, comandante Ricardo Castro, 30 Cazadores a
caballo, con el teniente don Belisario Amor, 10 Pontoneros con el capitán de
Ingenieros don Enrique Munizaga y 16 mulas…Cada soldado lleva 150 tiros y
raciones para dos días. A bordo hay reserva de víveres para tres días. La
noticia de la expedición a Mollendo fué recibida en el 3º de línea, compuesto
en su mayoría de repatriados de este puerto, con gritos de alegría[8].
Mientras para Riveros
las instrucciones era : “expedicionar
sobre Mollendo, con el fin primordial de destruir el ferrocarril, muelle,
telégrafos, fortificaciones y edificios fiscales de dicho puerto.” Para Barboza eran eliminar las fuerzas en Islay y Mollendo y las instalaciones
militantes, destruir los telégrafos, línea férrea y puentes cercanos a
Mollendo, los muelles de Islay y Mollendo y todos los útiles de embarque y desembarque,
la Aduana y sus dependencias, las cañerías y depósitos de agua, todas las
máquinas, carros, edificios, maquinaria, útiles, etc., del ferrocarril,
trayendo todo lo que se pueda y sea útil. Si es posible desarmar una locomotora
y embarcarla en piezas. Traer armamento, municiones, animales, útiles de
guerra, víveres, etc. Si es posible, imponer una Contribución al pueblo. Volver
inmediatamente a Ilo, concluida la correría, que demorará tres o cuatro
días.
Cerca de Mollendo, el Almirante ordena al “Amazonas”
y “Lamar” que sigan a Islay; el “Blanco”, se reune en la boca del puerto con
los bloqueadores, corbeta “O'Higgins” y cañonera “Covadonga”. Riveros y Barboza
acuerdan desembarcar a los Navales
en alguna caleta entre Islay y Mollendo, para cortar las comunicaciones entre
ambas poblaciones, antes de efectuar el desembarco general en aquel puerto. En
una caleta semi oculta, bajan unos 140 hombres de los Navales. La mar se descompone; la braveza impide bajar más gente.
El guía, Arturo Villarroel (más tarde conocido como General Dinamita) busca el
telégrafo en la oscuridad y lo corta. Orientado el mayor Baquedano, avanza
sobre el camino real, topa con una avanzada enemiga de cincuenta hombres y la
dispersa, haciéndole dos muertos y un prisionero.
Los peruanos estaban sobre aviso. Las autoridades
peruanas se trasladaron con tiempo a Mejía, llevando 150 Nacionales y 50
artilleros, que formaban la guarnición de Mollendo. El prefecto del
Departamento de Arequipa, coronel Alfonso
González Orbegoso, había dictado un bando, por el cual ordenaba a los
agentes despachadores sacar todas sus mercaderías de la Aduana de Mollendo, y
embarcarlas sin tardanza para el interior. Las oficinas fiscales estaban
desnudas; se remitió a bordo la máquina del telégrafo, con las huinchas de las
comunicaciones traídas por los espías de Pacocha, para el prefecto González
Orbegoso.
Al amanecer rodea Baquedano a Islay, por
retaguardia, aislándolo de Mollendo. Luego, desembarcan el 3º de línea, Zapadores y
el resto de Navales; por una caleta
más al norte, las caballadas de Cazadores,
y el ganado de Ingenieros y Pontoneros.
A las 8:30 A. M. del día 9, la división marcha hacia
Mollendo; a vanguardia, los Navales; al centro, el 3º; a retaguardia Zapadores,
y después los piquetes de los demás servicios.
Avanza Dublé, jefe del Estado Mayor, con algunos
jinetes; encuentra el pueblo embanderado con pabellones extranjeros y al cuerpo
consular que le espera, sabedor de la expedición, por noticias transmitidas de
Arequipa. La bandera chilena se iza a las 12 M., ante la tropa, con armas
presentadas; después, los Navales toman alojamiento, en los edificios fiscales
de la plaza, y los demás cuerpos en la estación del ferrocarril.
Los jefes visitan los fuertes a barbeta, con
espaldones de sacos de arena, y los encuentran vacíos; el prefecto había
llevado a Arequipa, hacía dos meses, dos piezas lisas de los fuertes Norte y
Sur, y un Parrot rayado de a 150, del fuerte de la Isla, vecino al muelle.
En la tarde, el coronel Barboza, de acuerdo con el
almirante, baja a tierra y dispone que un batallón del 3º se embarque al día
siguiente, para ir a destruir los edificios públicos de Islay, mientras el
ingeniero 1º de la “Covadonga”, don Cipriano Encina, con la gente de la
máquina, vuela el muelle y la aduana.
Para las destrucciones de Mollendo, el coronel
designa al señor Villarroel, al ingeniero Mac‑Donald, al carrilano Ossa y al
Alférez Walton, con los cinco artificieros del Nº 2 de artillería, que
empezaron su tarea por la estación del ferrocarril. Hacen estallar las
maquinarias de los talleres de carpintería, herrería y fundiciones; algunas
locomotoras en compostura, y todo el equipamiento que hallaron. En un desvío
situado a dos kilómetros de Mollendo, se destrozaron 45 carro de carga, 9
grandes de pasajeros, 5 bajos de fierro, la cañería matriz del agua potable, y
gran extensión de la línea férrea.
El general Barboza partió a las 3 ½ A. M. del día 10
con Zapadores, Cazadores a caballo y los Pontoneros
del Capitán Munizaga, que llevaba una provisión de 35 kilógramos de dinamita.
La expedición tenía por el objeto tomar contacto con el enemigo, observar sus
efectivos y posiciones, batirlo si era posible, inutilizar la línea férrea
entre Mollendo y Mejía, y destruir el telégrafo, estaciones, material, y
cañería matriz del agua potable.
Mollendo 1886
Barboza llega a Mejía a las 10 A.
M. y como el enemigo se retira a Ensenada,
le sigue y le tirotea con los jinetes del teniente Amor. Ocupa a Ensenada a las 10:30 A. M.; pero, los
enemigos se repliegan sobre Tambo.
Para cerciorarse del número de los contrarios, hace avanzar la caballería, en
tanto él, el capitán Orrego y su ordenanza, acumulan fajinas y ramas secas, las
atan al pehual y se lanzan a toda brida por la pampa, levantando espantosa
polvareda. El enemigo, ignorante de este ardid de la frontera araucana, cree
tener mucha gente encima, evacua la Estación de Tambo, en dirección al
interior, dejando 17 prisioneros en nuestro poder.
El capitán Munizaga,
con diez pontoneros y doce oficiales y clases del Lautaro, antiguos vecinos expulsados
a esas localidades, proceden a llenar su cometido. Ponen fuego a la estación y
construcciones anexas, descolleran los rieles curvos y destruyen los corazones
de acero destinados a recibir las junturas de los rieles, muy difíciles de
reponer, a causa de la variedad del ángulo de las ranuras; se incendian 26
carros de carga, uno de pasajeros, varios estanques, se quiebran los postes de
fierro del telégrafo, se inutilizan los aisladores y se extraen las máquinas.
La expedición regresa a Mollendo a las 4:40 A. M. del día 11, con 22 prisioneros, y algunas
decenas de vacunos y mulares. El coronel fué entonces informado de los
desórdenes ocurridos en Mollendo en su ausencia.
….La
reacción peruana a la incursión…: El prefecto, coronel Alfonso González Orbegoso, tiene conocimiento, por telégrafo, del
desembarco del ejército chileno, y de la ocupación de Mollendo. Por su orden, se retiran a Mejía los 150 guardias nacionales de guarnición, y 50 artilleros
sin cañones. Luego retroceden hacia Tambo, bajo nuevas órdenes. En este último
lugar se unen a la columna existente en el pueblo.
El prefecto González deja en Arequipa la columna Comercio,
en resguardo de la plaza, y moviliza los batallones Legión Peruana (teniente coronel Marcelino Gutiérrez); Apurimac (teniente coronel Cipriano
Soto); Piérola (teniente coronel
Francisco Llosa); Columna A de la
Guardia Civil (teniente coronel José Manuel Solar); Columna B de la Guardia Civil (sargento mayor Manuel
Altamirano); Columna de honor (teniente coronel Mariano Canales); Columna de Artesanos (teniente coronel
Manuel Madueño); Escuadrón de Caballería
Gendarmes (teniente coronel Manuel Román Rivera).
Estos cuerpos salieron de Arequipa el 10, en trenes especiales; arribaron algunos a Tambo, a
las 5, P. M. del mismo día, y ahí acamparon; otros quedaron en Cachendo, por falta de cuarteles. El
prefecto delega el mando en el coronel Juan
Francisco Goyzueta. Este último, previendo
“que los chilenos avancen sobre Tambo,
destaca al batallón Apurimac, a
cubrir el camino de Islay; y al Legión
Peruana, a observar al enemigo desde las alturas de Pasco. El resto de la guarnición permanece en Tambo, a las órdenes directas de Goyzueta, cubierto por una
avanzada de caballería mandada por el coronel Rivera.
…Mientras
en Mollendo… Según lo dispuesto por los dos
jefes de la expedición, tropa del 3º debía embarcarse por Mollendo para Islay y
terminar las destrucciones de muelles, aduana y edificios fiscales que hacía el
ingeniero 1º de la “Covadonga” don Cipriano Encina, con marinería del buque. El
batallón designado llegó al muelle, ahí permaneció en espera de lanchas,
actualmente ocupadas en trasportar a bordo, máquinas, herramientas, víveres.
Entre medio aparecen “cajones de vinos, licores finos, galletas, dulces y
conservas en abundancia. Las botellas circulan de mano en mano, y mucha gente
se embriaga. Los oficiales se dán cuenta de lo que ocurre; ponen guardias en
todas las puertas; echan fuera de la Aduana a marineros y soldados. Más, había
troneras a espaldas del edificio; por ahí entran y salen partidas en busca de
cajones de licor.
Como a las diez de la noche estalla un incendio, en
los suburbios de la población. Según unos, repatriados que llegaron a sus
casas, arrojaron a puntapiés a los moradores intrusos, y en la imposibilidad de
llevarse lo suyo, lo liquidan por el fuego. Según el sumario la culpa es la
“población flotante”. Otras versiones afirman que los comerciantes arruinados
incendiaron sus propios negocios. El Jefe de Estado Mayor dicta un bando
fijando guardias en la estación del ferrocarril y dependencias; depósito de
mercaderías que está al frente de la estación; el muelle y depósito de
mercaderías que hay al extremo.
El almirante, ordena que el 3º se dirija por tierra a Islay,
en la tarde de ese mismo día 10. A las 5 P. M. el 3º desfila por la plaza de Mollendo, dejando en la estación una
guardia para cuidar los pocos enfermos y como cincuenta soldados ebrios que no
pudieron seguir al regimiento.
El embarque de máquinas, fierros, maderas, etc.,
continúa en la tarde y parte de la noche; entre los artículos útiles para el
fisco, van también, muchos de uso particular. Forma elegante de saqueo[9].
Se anuncia el incendio de la Aduana; marineros y soldados creen lícito
aprovechar los artículos del gobierno peruano, que van a tragarse las llamas;
la gente de mar puede llevarse algo a su coy, y como los de tierra tienen
demasiado peso con el equipo, prefieren las conservas y el vino. Los tercerinos
que habían dormido bastante, determinan ir a la Aduana; el oficial se impone
con la guardia; en un descuido, un cabo le dá una cuchillada en la boca (quien
será fusilado posteriormente); el mayor Dublé trae dos compañías de Navales,
y termina el desorden.
Mollendo
El 3º
sigue por tierra a Islay, pero al
cerrar la noche vuelven como ochenta soldados, y lo que es más grave, tres
oficiales, a beber en el arrabal norte. Como a las dos horas, se nota un
incendio por ese lado; se envían tropas que lo extingue rápidamente. El 11 de
marzo el Tercero de Línea se embarca en Islay en el “Amazonas”; y en
Mollendo, en el “Lamar”, el resto de oficiales y tropa que habían quedado en
este puerto. Durante la mañana continúa el embarque de materiales sacados de
los depósitos de la estación, llevados al muelle por Navales, mientras Zapadores
hace el servicio de patrullas en la ciudad, recogiendo soldados faltos a
listas, y apagando escombros que aún ardían del incendio de la noche anterior.
El 12, embarco de Zapadores y Navales;
quedan en tierra solo 100 hombres de este cuerpo, para el incendio y
destrucción de los edificios de los ferrocarriles que se extienden quebrada
adentro. Las chispas y el fuerte viento provocan el incendio de dos casas
lejanas, que se corta con el esfuerzo de los Navales. Ese mismo día se enviaron a bordo las mulas de pontoneros y
el ganado de la caballería, y se embarcaron los Navales que quedaban en
tierra después de ver consumirse por el fuego toda la estación del ferrocarril,
el cuartel y fuerte de la Isla y los edificios y bodegas cercanas al muelle. A
las 5:30 toda la gente que quedaba en tierra sube a los botes. Queda ardiendo
la cubierta de madera del muelle, que no se hizo volar por agotamiento de los
explosivos. Los vecinos apagan el fuego y salvan el muelle. A las 5:45 todo el
mundo está a bordo. La escuadrilla pone proa al sur a las 6 P. M., rumbo a
Pacocha, donde fondea sin novedad, al amanecer del 14.
Vista general de Mollendo
....
y Mollendo termina reconquistado: En
su primer Consejo de Guerra se determina concentrar todas las fuerzas y marchar
en seguida sobre la costa, una vez que la caballería reconozca el número y
posiciones del enemigo. Se ordena la bajada de los batallones de Cachendo. El 12 en la mañana, el
coronel Rivera anuncia que la caballería enemiga huye a la vista de sus
jinetes. Con esta noticia y en un segundo Consejo ordena el avance y recuperación
de Mollendo a viva fuerza. Para la
tarde mientras Riveros vuelve al sur, la división Goyzueta se pone en marcha y
llega a Ensenada al amanecer del 13,
de donde continúa a Mejía, por la
línea férrea. Ya los chilenos estaban cerca del puerto de Pacocha.
Para encerrar a Barboza
en esta población, Goyzueta, divide
sus tropas en cuatro secciones: la 1ª atacará por el norte; la segunda por el
noreste; la 3º caballería, por el sur; quedando la 4ª del reserva. Una
descubierta enviada primero anuncia que el enemigo se ha marchado.
Inmediatamente las cuatro columnas penetran a la plaza, tambor batiente, con
las primeras luces del alba. En la versión peruana: “todo revela la precipitada fuga de los invasores, dice el parte
oficial: velas encendidas, cajones de municiones, rifles, prendas de vestuario,
cápsulas exparcidas, un barril de vino y otro de aguadiente, principiados: todo
revela la prisa con que huyeron”. La Covadonga
aun está en la rada, sosteniendo el bloqueo, por lo que en un tercer Consejo se
decide volver a Tambo ya que no
saben a donde irán los chilenos, encontrarse el puerto protegido por los
cañones navales del enemigo y que hace imposible establecerse por el temor a
esa artillería, el cansancio de las tropas que no habían comido en 30 horas, y
si son derrotados se pierden los puertos y con ello el ferrocarril, dejando
abierto el camino a Arequipa. Se retiran en la noche, se envía a Goyzueta a reponer a las autoridades de
las plazas de la costa, y regresa con las tropas a Arequipa, cuyos habitantes reciben
a los liberadores del territorio con arcos de triunfo.
[2] Sus autores,
ingenierons peruanos enviados desde Arequipa, aseguraban que solo tras dos
meses de duros trabajos se podría echar a andar las locomotoras
[3] El general Escala, había tenido la precaución, tanto al salir de
Antofagasta, como al partir de Pisagua, de ordenar que cada jefe de cuerpo
llevara un rol minucioso de los oficios o aptitudes de cada individuo, para
utilizar su especialidad, con la anotación de si había residido, en el Perú. En
Machuca, Cuatro Campañas de la…
[8] Esta unidad
estaba integrada en buena parte por expatriados chilenos del Perú. Dirá Machuca
Los jefes, sin excepción, consideraban una imprudencia del señor
Ministro, el envío del 3º, pues ponía a dura prueba a hombres rudos, heridos en
sus más caros intereses.
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