BATALLA DE TACNA: UN ASALTO FRONTAL
A las 7 ½ los clarines del Estado Mayor General chileno tocan llamada y marcha. Hasta que todas las unidades están listas dan las 8 AM
cuando se mueven los cuerpos a tomar formación de combate en la pampa sur de Quebrada
Honda.
Como todo es camino en la dilatada llanura, el ejército sigue a campo
traviesa con dirección suroeste, recto al Campo
de La Alianza, dejando a la izquierda la huella trillada del camino real
entre las Yaras y Tacna, por el
que marcharon los carros del parque y bagaje, las recuas de mulas y las
ambulancias. La artillería y caballería avanza por en las alas y a retaguardia
del centro.
Las tropas chilena empiezan a avanzar en orden de batalla:
1. En la primera línea van
a.
1° División o División Amengual, que marcha por la derecha y en columna por
compañías, integrada por los batallones Valparaíso, Navales, Chillán
y el regimiento Esmeralda y la Compañía de Pontoneros.
b.
Por el flanco derecho de la I División avanza la Brigada Salvo en columnas por batería estando en 1ª línea, la batería Flores, 4 Krupp de campaña y 2
ametralladoras y en 2ª línea, batería de 6 Krupp de campaña. A retaguardia de
la Artillería, los Granaderos a caballo
del comandante Yavar y el comandante General de Caballería, coronel don José
Francisco Vergara.
c.
La 2° División o División Barceló, por la izquierda y
también en columnas por compañías, con los regimientos Segundo de Línea, Santiago
y el batallón Atacama.
2. En la segunda línea,
a. A la derecha la 3° División, con el regimiento Artillería de Marina y los
batallones Chacabuco y Coquimbo.
b. La 4° División por la izquierda con el
regimiento Zapadores y Lautaro y el Cazadores del Desierto y
c. más atrás la batería de montaña Fontecilla, con 6 piezas Krupp. Y tras ella el 2º Escuadrón de Carabineros de Yungay, en columnas por escuadrón. Cerraba la
columna, la Brigada Frías, en
columnas por batería. Primera fila, batería
Jarpa 6 cañones. Segunda fila, batería
Gómez 4 cañones y dos ametralladoras.
A retaguardia del centro del atacante, marchaba la brigada Fuentes, en columnas por
baterías: Primera fila, batería
Errázuriz, 5 Krupp de montaña. Segunda fila, batería Sanfuentes, 6 cañones rayados franceses de bronce.
Tercera línea o Reserva formados en columna por batallón se
despliegan los regimientos Buin, Tercero de Línea; Cuarto de Línea y el batallón Bulnes
El Cuartel General y Estado Mayor no tuvieron puesto fijo durante la
marcha; recorrían todo el campo para subsanar las dificultades. Por el camino
real marchaban el Bagaje, el Parque y las Ambulancias.
El fracasado asalto nocturno[1]
provoca que las tropas aliadas llegan cansadas a sus posiciones originales, sin
haber prácticamente dormido. En el campamento chileno en cambio “las bandas del ejército rompen con alegres
dianas al amanecer. Los campamentos de Quebrada Honda se animan con el ir y
venir de la tropa, que se alista para la jornada.” Se pasa revista y cada
soldado lleva 130 balas (salvo el Esmeralda que lleva 100). A las 6 A. M. se
toca lista y parte. Después, las compañías forman en círculo para la lectura de
la Orden del Cuerpo.
Los comandantes de cuerpo que usaban rifle Gras recalcaron por
centésima vez a los soldados, que tan pronto como se atascara el mecanismo del
rifle con el finísimo polvo del desierto, orinaran sobre él e hicieran girar el
obturador[2].
Pasada la lista, los batallones se sirvieron almuerzo caliente y café,
y surtieron el morral con la ración de fierro de la primera etapa, charqui y
galleta pero los soldados, que ya conocían el desierto, añadieron al morral,
carne, papas y tortillas de rescoldo. Mezclaron también el agua de la
caramayola con dos cucharadas de infusión de té, bebida eficaz para apagar la
sed.
En el campamento aliado “Una hora antes del combate comenzamos a escribir a nuestras
familias, los correos nos presionaban para terminarlas, mientras la banda
tocaba algo del Nabucco y los ciudadanos de Tacna nos daban comida y bebidas.”[3]
En el centro de la línea aliada Uno de los batallones que enfrentaba
a los chilenos en la derecha aliada, el N° 11 Lima, a cargo del coronel
Remigio Bermudez, que tras la
intentona de ataque nocturno relató que aunque “la tropa no había entrado en el reposo que necesitaba, el General Pérez, Jefe de Estado Mayor General, mandó prevenir que la división se
alistara porque el enemigo avanzaba sobre nuestra línea (se) ordenó que formara el batallón…inmediatamente,
formando en columna para esperar nuevas órdenes. Eran las 7 A.M. próximamente,
cuando ya se divisaban las columnas enemigas que avanzaban haciendo fuego de
artillería sobre las divisiones de nuestro ejército, que habían quedado
perdidas en el camino. Una vez que ellas llegaron al campamento y que el
enemigo se ocupaba de tender su línea de batalla, recibí orden de seguir el
movimiento del batallón Granaderos,…que desfilaba por el flanco izquierdo.
Seguido el movimiento, por mi batallón, hizo alto la división, conservando la
formación de columna poco más a la derecha del centro de la línea, en una
ondulación en cuyo puesto permanecimos hasta que principió el fuego de
artillería (a las 9 AM).
Florencio Marmol, un argentino residente en Tacna, relatará
lo sucedido en la ciudad previo a la batalla: “ Las calles estaban llenas de ciudadanos que
armados se dirigían al alto, de mujeres, entusiastas unas, llorando otras, y de
niños que ofrecían el mismo contraste….. Cuando ascendía la cuesta, era verdaderamente
conmovedor el espectáculo que ofrecían unas 300 a 500 rabonas[4],
descendiendo hacia Tacna con sus hijos a la espalda, sus ollas de comida en la
mano, las lágrimas en los ojos y una queja dolorida en los labios. Media hora
después llegaba al campo de batalla.”[5]
EL CAMPO DE BATALLA: “El
campamento atrincherado (de los aliados), ocupaba la ancha cumbre de uno de los
cerrillos paralelos a la quebrada de Tacna. Hacia su izquierda o sea el lado
del mar, termina en una bajada de extensa falda desde cuya meseta se domina hasta perderse de vista,
toda la extensión de la pampa”
Y dice Dublé Almeyda “Todo el terreno al frente de la línea enemiga es arenoso,
pesado, con pequeñas y suaves ondulaciones que se hacen más profundas y
escarpadas a medida que se acercan a la alta ceja que ocupan las fuerzas
Perú-bolivianas. A los flancos, tanto a la derecha como a la izquierda, hay
hondonadas más profundas, que van a concluir en el valle de Tacna, y que
protegen las alas del ejército enemigo. El terreno tiene un declive suave, pero
fatigoso para el infante que concluye en su mayor altura en la posición que
ocupa el enemigo. La extensión de la línea enemiga es como de dos kilómetros…domina
todo el terreno a su frente hasta una inmensa distancia. Tiene a su retaguardia
el valle y ciudad de Tacna, que proporciona al ejército todo lo necesario para
su existencia y defensa.”[6]
Alberto del Solar rememora: “Recuerdo que hacía un frío que
penetraba hasta los huesos. Habíamos hecho alto al caer de la noche anterior en
una eminencia desde la cual se dominaba todo el llano. Adelante, extendiéndose
hacia el Sur, es decir, hacia (las posiciones aliadas), el mismo desierto monótono y amarillento iba a morir a los pies de
los cerros y colinas que daban sustento a sus trincheras….. por los distintos
pendones enarbolados de trecho en trecho al frente y sobre una línea que se
extendía en un espacio apreciable en más de dos leguas, las fuerzas enemigas
debían de aguardarnos parapetadas tras de sus trincheras, en las alturas, sobre
el cordón formado por los cerros. Tacna quedaba, por consiguiente, a la espalda
de sus defensores, que así protegían el centro de sus recursos y todos los
accesos practicables hacia la ciudad, desde los pueblos del Este hasta la mitad
del trayecto que los separaba de Arica, su puerto principal.
Las lomas accidentadas que rodeaban el punto en que se
alzaba el fuerte central del enemigo se destacaban coronadas de tropas cuyas
columnas retrocedían, al parecer apresuradamente y como si tratasen de llegar a
la cumbre para tomar posesión de ella (los que habían intentado el asalto nocturno y se habían
perdido en la noche)… Por corta
providencia, y como para ensayar los cañones, dos baterías, colocadas sobre una
altura conveniente, les enviaron una serie de andanadas que introdujeron la
mayor desorganización entre sus columnas. A la simple vista nos era fácil ver
cómo caían las granadas levantando un remolino de arena al estallar entre las
filas compactas, desordenándolas al principio y dispersándolas completamente algunos
minutos después.
Ya a las 8 ½ A. M. el
ejército chileno está a la vista del cerro de Intiorco, punto en que se hallaban situadas las posiciones del
Ejército Aliado Perú-boliviano. A esta altura el Ejército chileno pasan los
batallones del Orden de combate al Orden de ataque, tomando la línea en
columnas por compañía, menos la reserva que conserva su formación en columnas
por batallón.
La caminata se hace con lentitud a través de la pampa de arena
movediza y de las ondulaciones del terreno, pues había que esperar a la
artillería de campaña, cuyos caballos se enterraban hasta las cañas en la
tierra suelta. Por fin a las 9 A. M.
tomó posiciones a 3.500 metros de las del enemigo, desde donde rompe los
fuegos, porque el ganado no podía más para el arrastre de la pieza, no obstante
sus doce parejas.
Se inicia un duelo de artillería entre ambas líneas; con buena
puntería de nuestro lado y de los artilleros bolivianos, pero deficiente de
parte de los sirvientes de las piezas peruanas[7].
Así lo cuenta, desde el lado boliviano, el jefe del batallón Padilla[8]
“El
tiempo que medió hasta horas 9 A M.
(desde las 7 AM cuando volvieron finalmente de la inútil marcha nocturna), lo pudo emplear la tropa en desayunarse
ligeramente con lo que podían encontrar en aquel estado de ansiedad
general. Entretanto, se aproximó el ejército enemigo a tiro de cañón:
tocóse generala y al punto se formaron todos los cuerpos, sin haber muchos de
ellos alcanzado al desayuno. Situáronse primero en columna cerrada, después en
batalla y en lugares inmediatos a sus campamentos y no divisados por el
ejército contrario. Rompióse el fuego de artillería sobre el costado
izquierdo de nuestra línea y el derecho de la adversa contestó la pequeña
batería del centro que estaba a nuestro frente a órdenes del denodado
comandante Adolfo Palacio y a su vez
reforzada por dos piezas Krupp traídas de la derecha por el mayor Octavio Paz, y de este modo se arreció
el fuego de artillería por más de dos horas.”
El coronel chileno, Amengual,
en su parte de la batalla, contará que “A las 6 A.M. del día 26 se me
comunicó por el Jefe de Estado Mayor de mi división, que el enemigo estaba a la
vista; efectivamente se divisaban como a 3 o 4.000 metros de nuestro frente dos
columnas, una en dirección hacia nuestra derecha, y la otra hacia la izquierda,
encontrándose nuestra línea de batalla formada de oriente a poniente.” Le pasa la información a Baquedano y luego ordena formar la
división: el Valparaíso en guerrilla al frente y avanzara, mientras las
avanzadas de la división chilena se iban retirando lentamente. “En esta situación se mandó avanzar de
frente, marcha que continuamos hasta las 10 A.M…”.
José Miguel Varela, del
Granaderos a caballo, lo rememorará
años después: “Serían como las diez de la
mañana cuando los infantes agrupados
junto a nosotros, iniciaron su avance. Pese a lo curtido de la piel
–casi negra con el sol- al iniciar el paso rápido hacia la batalla, se podría
notar que la mayoría iba con la tez muy pálida, casi amarillenta, lo que creo
se debía al temor y los nervios…. El primero que partió fue el “Batallón
Valparaíso”, desplegado en formación de guerrillas, es decir en línea de un
solo hombre en fondo, agazapados y con sus fusiles enristrados. Los siguieron a
la carrera, los del primer Batallón del Esmeralda
y luego los navales”
En el caso de los peruanos, el coronel Arnaldo Panizo jefe de la artillería aliada lo relata: “A las 8.45 a.m. recibí
orden verbal de Camancho, para avanzar y romper los fuegos sobre el
enemigo, tan pronto que estuviera al alcance de nuestros cañones; en efecto, a
las 9 a.m. ordené al comandante de la Brigada Tnte. Cnel. Domingo Barboza, hiciera avanzar la 2° batería (capitán Eduardo
Águila), con el 3° (Jefe de la Brigada, Sargento Mayor José Manuel Ordóñez), sobre la ceja delantera del campamento que
ocupábamos, y que a su derecha, se colocara la sección de a 12 (Capitán Ricardo
Ugarte con el 2° Jefe de la Brigada Sargento Mayor don Pedro Ugarteche),
quedando de reserva, a retaguardia, la 1° batería (Sargento Mayor Graduado Manuel
Carrera), lo que fue ejecutado
inmediatamente, hice romper los fuegos con magníficos resultados sobre la línea
enemiga, cuyos fuegos fueron contestados por su artillería, hasta las 10 a.m.
en que haciéndonos esta, por demás más (sic) descargas por baterías, ordené al
Comandante de Brigada, aumentara las distancias entre las piezas e hiciera
venir a la línea, la 1° batería que se hallaba de reserva”
Por el lado chileno la división Barboza, “compuesta
de los regimientos Zapadores y Lautaro y el batallón Cazadores del Desierto, marchaba hacia
el enemigo colocada a la izquierda de la tercera división, formando línea con
ésta en columnas paralelas y a 3.000 metros a retaguardia de la línea que
formaba la primera y segunda división”. A
esta fuerza se agregan “una batería de
montaña Krupp, un escuadrón de Cazadores a caballo y el de Carabineros de
Yungay núm. 2[9]”. A tales fuerzas se les ordena dirigirse a la izquierda
(derecha aliada) y atacar. La marcha
completa les tomará largas horas, con terribles consecuencias para las
divisiones que les precedían
El cañoneo se
intensifica crudamente desde las 9 a las
10 A. M. Dirá de él, el jefe de Estado Mayor aliado, General Juan José Pérez: "¡Qué lástima! ¡Tanto oro
gastado en plomo mal dirigido!"
EL AVANCE DE LA DIVISIÓN AMENGUAL Y LA DE
BARCELÓ. SE INICIA EL ATAQUE: A las 10 AM concluye el cañoneo que no trae
consecuencias a ninguno de los dos bandos. Lo que resulta en clara desventaja
para el atacante que contaba con esa arma para “ablandar” las posiciones
defensivas aliadas.
En ese mismo instante se ordena a las divisiones Amengual y Barceló
iniciar el ataque, pero previniendo que ambas deben actuar de consuno (una
espera a la otra) ya que la División Amengual “debía recorrer más campo”. El enfrentamiento será desproporcionado:
mientras La 1° División entra al combate con 3.383 plazas, la sección atacada
por ella, en el campo Aliado, y dirigida por el coronel Camacho, comandante de
la izquierda aliada, y que cuenta con 4.250 plazas, diez cañones y dos
ametralladoras para su defensa.
El coronel Amengual dispone
su orden de ataque, en tres líneas, columnas por compañía, en este orden:
a. en la vanguardia el batallón Valparaíso,
b. el cuerpo principal primer batallón del regimiento Esmeralda y el batallón Navales,
c. en reserva 2º Batallón del Esmeralda
Batallón Chillán y Compañía
de Pontoneros
Los peruano-bolivianos tienen órdenes de mantener silencio a sus
fuegos hasta que los chilenos se acerquen. Sus atrincheramientos impiden verles
desde la posición chilena. Lo que iba a enfrentar en principio la División Amengual
eran las tropas de Eliodoro Camacho
con su Jefe de Estado Mayor, coronel don Agustín López. Organizado en dos
líneas, la primera se apoyaba 9 cañones y dos ametralladoras, a cargo del
coronel don Arnaldo Panizo y se integraba así, vista de derecha a izquierda.
a. III División Peruana coronel Belisario Suárez, Batallones Pisagua
y Guardias
de Arequipa.
b. II División Peruana, coronel Andrés Avelino Cáceres, Batallones Zepita
y Cazadores del Misti.
c. División Boliviana del general Claudio Acerta, Batallones Viedma
Nº 5, Tarija Nº 7 y Sucre Nº 2[10].
A su vez, en la Segunda Línea o
Reserva, apoyada por 2 cañones a las órdenes del comandante Juan Manuel
Pando, se encontraba la caballería boliviana: Escuadrones Vanguardia de Cochabamba,
Coraceros,
Libres
del Sur y Escolta.
Amengual en su relato cuenta que a las 10 AM, llegan
“como
a 3.000 metros del alto, en donde tenía sus posiciones el enemigo….se ordenó
descansar y tomar algún desayuno a la tropa. Encontrándonos en esta
circunstancia, dos baterías de artillería, una de campaña y otra de montaña, se
establecieron al frente de los cuerpos de mi división que estaba formada en
columna por batallones a distancia de despliegue; aquella hizo algunos disparos
hacia el enemigo,…los que fueron contestados, alcanzando algunas granadas como
a 10 metros de nuestra línea, por cuyo motivo hice despejar el fondo de la
artillería corriendo los batallones a derecha e izquierda para de este modo
evitar pérdidas inútiles en mi tropa.
Para Alberto del
Solar, oficial del Esmeralda, esos momentos previos a
entrar al combate, estaban “ya casi
listos para avanzar, cuando recibimos el primer disparo de cañón enviado con
dirección perfecta por los artilleros de la alianza. Era éste nuestro
bautismo….al ver desprenderse del borde de la fortaleza el penacho de humo que
acompaña al disparo, apenas tuvimos tiempo de inclinar bruscamente la cabeza,
alzando los hombros…. Antes de que se oyese el estampido, ya el proyectil
pasaba silbando con ruido infernal por encima de nuestras filas y, describiendo
una curva acentuada en el espacio, iba a estallar en mil pedazos a cincuenta
metros de distancia, haciendo un torbellino de cascos, fuego y humo, mezclados
con el polvo de la arena. A pesar de la impresión nerviosa que en aquel instante
conmovió hasta al más sólido de nuestros hombres, un «¡hurra!» formidable,
seguido de vivas a Chile y quepis que volaban por el aire, saludó este primer
cañonazo, señal del combate terrible que tres horas después debía hacerse
general….en tales circunstancias me encontré agitado por una especie de
convulsioncilla y sensación especial que tenía mucho de parecido con el miedo.
Igual o muy semejante cosa debía de sucederles a todos…., porque, a pesar de
que, como yo, animaban a los soldados y lanzaban vivas hasta aturdirse, estaban
pálidos y se sacudían,….”
Sigue Amengual: “Después de algunos disparos, se notó que el
enemigo suspendía sus fuegos sobre la derecha y sólo se veía disparar las
piezas que atacaban nuestra izquierda (derecha aliada), ocultando las piezas y tropa a nuestra vista…. Durante este tiempo el
batallón Valparaíso se mantenía como a 2.000 metros del fuego de sus cañones,
cuyas granadas caían en sus mismas filas, pero sin causarles daño. La
artillería nuestra enganchó sus piezas y la vimos marchar a retaguardia de
nuestra línea, retirándose como a 3.000 metros. En este momento recibo orden de
marchar adelante protegido por la artillería que seguía a retaguardia y que no
estaba bajo mis órdenes,….”
Agrega del Solar:
“Afianzadas las armas (pues teníamos orden de no hacer
fuego hasta no encontrarnos a distancia en que hubiera seguridad de no perder
los tiros de que nos hallábamos escasos)[11],
habíamos adelantado sólo unos cuantos metros por el llano, cuando vimos
aparecer por nuestra derecha, al galope tendido de un brioso alazán, al
capellán general del ejército Florencio
Fontecilla, quien dirigiéndose a los jefes les pidió hicieran alto algunos
segundos para decir dos palabras a los soldados de los regimientos.
Accesible a tan justo deseo, y dando el primero el
ejemplo de descubrirse, el comandante Holley
ordenó rendir armas. ¡Nada más imponente que aquella ceremonia! ¡Novecientos
soldados, resueltos a morir antes que inclinar su cabeza en presencia de todo
un ejército enemigo, a un redoble de tambor, caían respetuosos de rodillas a
los pies de un solo hombre, sin otras insignias que la roja cruz sobre el
hábito, y se descubrían con reverencia para recibir la absolución de sus manos!
Se volvió a afianzar, resonaron de nuevo los parches en
medio de «¡Vivas!» atronadores, la banda preludió los primeros compases del
himno nacional y la línea se puso otra vez en marcha...”
ENFERMERA BOLIVIANA
Ahora hablar Amengual:
se cumple la orden y avanzan las unidades en el orden antes visto.
Desconociendo “el objeto de la marcha,
(sin instrucciones) sobre el plan de
ataque, el lugar donde estaba el enemigo, etc., hacía que la marcha fuera
lenta, a fin de esperar las órdenes del caso; más como volví a recibir orden de
avanzar con rapidez, lo ejecuté en el acto. En ese momento llegó el capitán
Flores, de artillería, diciéndome que había reconocido la cúspide de la altura,
que no había enemigo y que éste se había retirado a su campamento situado a
4.000 metros de ese lugar, agregándome que iba en busca de la artillería para
coronar la altura.”
Pero Flores
estaba equivocado. A las 11.14 A.M., llegábamos
a la colina arenosa que ocupaba el enemigo y que en aquel momento parecía
enteramente abandonada, así lo juzgamos por la noticia que nos transmitió el
capitán Flores de artillería, quien nos dijo que el enemigo se había corrido
sobre su derecha y que no teníamos con quien combatir en aquel punto. Un
momento después sufríamos una lluvia de plomo que nos dirigía el enemigo
parapetado en tres líneas de fosos sucesivas. El Valparaíso y 1er. batallón del regimiento Esmeralda fueron los primeros que sufrieron el fuego, causándonos
de 80 a 100 bajas la primera descarga. Nuestros soldados se abalanzaron sin
titubear, y antes de cinco minutos la primera trinchera era tomada dejando sus
fosos cubiertos de cadáveres.[12]
Sigue avanzando en dos líneas de combate pero ordenando que
“el batallón Valparaíso marchara listo para hacer fuego en caso de sorpresa,
pues el enemigo no se veía.” En cuanto los porteños subieron a la altura
fueron recibidos “por un nutrido fuego de
fusilería que contestó en el acto nuestra guerrilla manteniéndose firme en su
puesto, a pesar de las muchas bajas que sufrió cuando encimó la altura.” El terreno tenia
pliegues que impedían ver muy lejos. Uno de ellos fue transmontado por los
chilenos, esta una sinuosidad á 200 metros, y fue recibido por un diluvio de
plomo que se arrojó á la voz de mando del Coronel Camacho. Dice en su parte de batalla Amengual que “(a) poco andar, el enemigo
rompe en descargas cerradas, desde la coja arenosa que oculta el frente de
batalla de los aliados”[13]. Los soldados del Valparaíso se echan al suelo, mientras su jefe, el coronel Jacinto Niño va a caballo, animando a
sus hombres[14].
Así lo verá Alberto del Solar, del Esmeralda:
“una granizada de balas dirigida sobre nuestras
filas cruzó por entre los soldados, en quienes la impresión del silbido del
plomo que pasaba rozando los cañones de los fusiles se tradujo por una brusca
conmoción y ruido general de bayonetas y caramayolas sacudidas. Las guerrillas
alistaron la recámara de sus Gras, apuntaron e hicieron fuego. La contestación
fue una nueva lluvia de proyectiles, esta vez mejor dirigida, que hizo gran
número de claros en nuestra línea. Los primeros heridos comenzaron a caer revolcándose
por el suelo y dejando escapar lastimeros gemidos o juramentos y rabiosas
imprecaciones. A nuestra vez, tomamos parte en el tiroteo y nos ocupamos al
frente de nuestras mitades en dirigir el fuego, que se hizo pronto general. Los
aliados nos fusilaban a mansalva y de mampuesto, sin que nos fuera posible
devolverles con igual frutos sus tiros, pues, colocados tras sus trincheras de
sacos de arena amontonados los unos sobre los otros, sólo podíamos divisar las
bocas de sus fusiles, que a lo largo de todo el parapeto trazaban una inmensa
línea semicircular de lenguas de fuego convergentes al espacio ocupado por la
nuestra.
Amengual ordena que el 2° batallón del Esmeralda se mueva por la izquierda y
el Navales por la derecha, “se dispersen, compañía por compañía y
avancen a la línea de fuego que arrecia con singular intensidad.” Se le
avisa a Amengual que “el enemigo
desguarnece la izquierda para reforzar el centro… Para enfrentar la amenaza hace formar en guerrilla a los batallones Chillán, 2º batallón del Esmeralda y Compañía
de Pontoneros (es decir su
reserva) y los envía a la línea.” Ya
ha comprometido todas sus fuerzas en sostener la línea[15]. La táctica chilena no resulta más que
un ataque de frente, para atraer a las tropas aliadas hacia la izquierda.
Debilitando la derecha que pretendía atacar
En el lado de los aliados, el coronel Arnaldo Panizo, el artillero aliado, relata:
ordené nuevamente, romper los fuegos hasta las 11 a.m., que recibí orden del
Cnel. Eleodoro Camacho para cesar
los fuegos, y ocultar las baterías de la vista del enemigo, colocándolas a la
izquierda, de la línea de infantería, en un bajo pliegue del terreno; mientras
tanto, el enemigo avanzaba sobre nuestras posiciones, y los tres batallones
bolivianos Tarija, Viedma y 2. de Línea se hallaban a la vanguardia de muestras baterías,
desplegados en guerrillas y esperando al momento del ataque.
Sigue el relato, ahora desde la perspectiva chilena: “Inmediatamente
entró en combate la primera línea en protección del Valparaíso, que siguió avanzando con ella. Más como se notara, por
el fuego del enemigo oculto, que teníamos a nuestro frente fuerzas muy
considerables y que se prolongaba su línea, siempre oculta, hacia nuestra
derecha y podía flanquearnos, hubo que atender a esto haciendo que los
batallones de segunda línea entraran en la de combate, corriendo así el riesgo
de quedar sin ningún apoyo nuestra división, pues la reserva estaba muy
distante y no podía protegernos antes de dos horas.
Comprometida así
toda nuestra fuerza a la vez y teniendo a nuestro frente en magníficas
posiciones a una gran parte del ejército boliviano, la lucha se hizo
desesperada, nuestros soldados no se detenían a observar las posiciones del
enemigo sino que avanzaban a la voz de sus jefes y oficiales. Se había trabado
un duelo a muerte, se combatía a 40 metros de distancia. En estos momentos y en
tan difícil situación faltan las municiones.
Desde el lado peruano, Florencio Marmol relata: “Me dirigí al costado
izquierdo y me coloqué en la fila exterior del batallón Sucre, 2° de línea, sin otra intención que la de exponerme como
todos, pero no para desempeñar un papel activo, absolutamente imposible en el
estado de mi salud y la extenuación de mis fuerzas. En aquel hervidero de
balas, peor que tostadera, como decían los bolivianos, parecía imposible que un
solo hombre pudiera salvarse ileso. Las balas cruzaban sin cesar, silbando al
oído, o picaban al frente, a los costados, a retaguardia, levantando cada una
su grano de arena para formar esa espesa nube que por todas partes nos rodeaba
confundida con el humo.”
Mientras la división Barceló…..Cerca de un cuarto para las 11 de la mañana,
con un total de 2.181 plazas la Segunda División Chilena, “tan pronto divisa al Valparaíso
empeñado en acción, ordena que los cuerpos dispersen sus compañías hasta cubrir
todo el frente de los aliados (las tropas bajo el mando de Castro Pinto) y avanza desplegado, en guerrilla. Hace
avanzar su línea “a saltos cortos, sin
precipitación, para no cansar a la tropa, con fuego lento y apuntando bien,
economizando cartuchos para la embestida final.”
Como a la media hora de empeño, más o menos,
Barceló hace tocar alto la
marcha, quiere dar un respiro a la gente agobiada por el avance en el médano y
un sol abrasador. Sin embargo, aunque el Atacama y Santiago hacen alto y se
ocultan, el Segundo de Línea
sigue en su avance.
La desobediencia la cuenta Estanislao del Canto, quien estaba a
cargo de esa unidad: nuestro General
ordenó desplegar al frente a las compañías guerrilleras, que siguieron
avanzando y trabaron combate con las guerrillas del enemigo….el Jefe de la II
División ordenó por medio de la corneta hacer alto y romper fuego, cuando
nuestra línea estaba a trescientos metros de la línea de guerrilla. Allí del Canto, quien comandaba el 2° de
línea, desobedece la orden para no disparar sobre sus propios soldados.
La unidad sigue avanzando hasta alcanzar las posiciones de la guerrilla y a ahí
rompe fuego, y sigue avanzando hasta chocar con las tropas peruanas, junto con
la compañía en guerrilla. Las tropas no obedecían a las sucesivas órdenes a
través de los sonidos de las cornetas, por lo que decide ordenar al ataque.
Rememora el veterano del Canto: “Era de ver esa tropa que, enloquecida,
lanzaba el mas estruendoso chivateo, tiraba sus quepis al aire y emprendía la
carga al trote hasta llegar al atrincheramiento, que consistía en grandes hoyos
de tres o cuatro metros de diámetro y de más de un metro de profundidad,
colocados en forma de pozos de lobo. Allí se dejó caer la tropa y rompió
rápidamente el fuego. Los enemigos nos rodearon por todas partes, pero no se
acercaban a menor distancia de 50 a 60 metros. Manda luego a dos ayudantes
para informar de su situación y el mismo encargo a los oficiales que heridos
son enviados a retaguardia.
Esto obliga a seguir tal avance, ante la posibilidad del “aniquilamiento del 2º y del claro que se formaría en la línea de combate”. La ceja del cerro estaba cerca y Canto quería conquistarla.
Cuenta en su parte de guerra Lisandro Orrego, quien durante la
batalla quedó a cargo del Santiago,
que a un kilómetro de distancia, los aliados empezaron “a cañonearnos…,
sin hacernos ninguna baja; y continuamos avanzando bajo sus fuegos hasta la
distancia de 800 metros en que rompieron sobre nosotros sus fuegos de
fusilería; y no contestamos hasta que llegamos a 400 metros de los contrarios.
En ese momento,
nuestras guerrillas se replegaron al resto del regimiento, y éste siguió
avanzando constantemente a paso de ataque a paso de ataque sobre el enemigo que
se reforzaba cada vez más, y que no tardó en hacer grandes claros en nuestras
filas. El teniente coronel León cayó de los primeros herido en ambos brazos, y
le sucedió en el mando el mayor Silva
Arriagada, que con gran denuedo recorría la línea, y que recibió cuatro
balazos, quedando fuera de combate y muriendo pocas horas después. Y asume Orrego, siendo que en “esos mismos instantes nuestras municiones se agotaban, y algunos de los
míos agotaban sus fuegos por esta causa.”
La segunda División o División Barceló converge hacia el centro de la
línea aliada, comandado por el coronel boliviano Castro Pinto. La derecha aliada en principio no sufre ataque
alguno, lo que permite vaciarla en favor de la izquierda
[1] El ataque
nocturno es una operación sumamente complicada, precisamente por la oscuridad,
lo que se verá también cuando terminada la batalla de Chorrillos, los peruanos
pretendan hacer lo mismo.
[2] Este fenómeno
se presentó en la Batalla de Dolores, en el Coquimbo,
que tenía dotación de Gras. Se repitió después en Los Ángeles, en el Atacama, que había cambiado Comblain por
Gras en Pisagua, con favorable resultado.
[7] Estando dentro de los alcances de todas las piezas,
los chilenos llevan ventaja en su número: 6 Fontecilla, 10 Frías, 11 Fuentes y
10 Salvo, en total 37 piezas. Los aliados con 19 a lo que suman cuatro
ametralladoras: 5 piezas en la derecha del coronel Flores; tres en el centro,
de los comandantes Palacios y Camacho; y once en la izquierda, del comandante
Pando y coronel Panizo.
[11] El Esmeralda, a diferencia de los otros
cuerpos sólo llevaba 100 tiros por hombre. Los demás 130.
[14] Los oficiales, en esa época, iban al frente de sus
tropas o al menos las acompañaban en la primera línea, con su sangre fría y
exposición al fuego del enemigo, cada oficial se ganaba su autoridad con cada
gota de sangre que perdía.
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