BATALLA DE TACNA: DE LA CRISIS A LA CONTRAOFENSIVA CHILENA
REACCIÓN CHILENA. EL COMBATE SE ESTANCA….Baquedano ordena al parque el envío de
municiones a la línea de fuego y contesta tranquilamente a los ayudantes que
soliciten refuerzos: A su tiempo, a su tiempo, y manda a Lagos al fuego para
ver lo que ocurre. Como las mulas se resisten para acercarse al fuego, los
ayudantes y los Carabineros del general, conducen por delante cajones de
municiones a la línea de combate.
La II División actúa como en un ejercicio: el 2º
y el Santiago marchan a retaguardia
los veinte pasos reglamentarios, luego, frente a vanguardia, rodilla en tierra
y fuego. El Atacama muy
presionado se fracciona en pelotones. Mientras la 1° División soporta todo el peso de las numerosas
fuerzas de Camacho, que avanzan…Varios
grupos quedan dentro de las fuerzas contrarias; rodeados, defienden caras sus
vidas. Los heridos que caen y no pueden moverse son rematados por los
aliados que avanzan.
Víctor Körner Andwandter contará
en sus recuerdos que “Al poco rato vimos
pasar a corta distancia al Coronel Holley a caballo, acompañado de algunos oficiales.
Me acerqué a este grupo para obtener noticias sobre el curso que iba tomando la
batalla, y se me dijo que el peligro del avance boliviano había pasado, pues
fue rechazado por una carga del escuadrón de Granaderos de reserva a nuestra derecha, y que además ya habían
entrado en acción el centro y el ala izquierda de nuestra línea de batalla, y
que todo iba bien.”
El tercer jefe del batallón Huascar Ramón Herrera (los dos primeros murieron en la batalla)[1]
en su parte cuenta que “Estando
la división formada en batalla como reserva de la segunda división peruana que
componía el ala izquierda de nuestra línea, ordenó el general de división Jacinto Mendoza, que marchásemos a la izquierda a formar la reserva
de dos batallones bolivianos, Viedma
y otro, orden que fue poco después rectificada….haciendo que marchásemos a
ocupar la retaguardia de los batallones bolivianos que cercaban la izquierda a
distancia de 50 metros, permaneciendo allí hasta las 11 AM.
Se le dice al coronel Belisario Barriga (jefe del batallón), que estuviese listo porque las guerrillas
de la izquierda iban a romper los fuegos;…y en el acto se hizo el fuego general
en toda la línea. Como la derecha enemiga en gran numero atacase a los cuerpos
bolivianos que cerraban la izquierda, y después de haber combatido con denuedo
fueron arrollados, dicha posición fue ocupada inmediatamente por el batallón de
mi mando. En ese puesto morirían tanto el primer jefe Belisario Barriga como el segundo sargento mayor Antonio Rueda y
numerosos oficiales. De la tropa “dos
terceras partes han quedado en el campo”. En lo que va el combate por el lado de
los aliados cae el coronel Mendoza,
del cuerpo peruano "Huáscar". El Coronel peruano Barriga murió á su lado, junto con
varios capitanes y oficiales. La violencia del combate sólo crece.
En el batallón N° 11,
Lima, peruano, relata en su parte: “Notando
que las columnas de la división podían ser ofendidas por las bombas enemigas, (se
ordena) desplegar en batalla, flanqueando
más a la derecha. Ejecutado el movimiento y siendo ya las 11 A.M. principió por
la izquierda de nuestra línea el fuego de fusilería, y habiéndose empeñado el
combate por el centro, se vuelve a ordenar a la división que subiera a la
cima de la planicie. Allí “desprendí la
1ª compañía al mando del capitán Domingo
La Fuente, que desplegó en guerrilla, cubriendo el frente del batallón. En
estas cirucunstancias, y cuando numerosas fuerzas enemigas hacían nutrido fuego
sobre la guerrilla, recibí la orden de desplegarla y que el batallón avanzara,
lo que se ejecutó marchando en batalla con armas a discreción, y avanzando más
de 400 metros, hizo alto y sostuvo un fuego vivísimo hasta que, destrozada la
izquierda y centro de nuestra línea y sin contar con refuerzo alguno, se me
ordenó hacer fuego en retirada, cuando ya tenía…fuera de combate 12 oficiales y
la mayor parte de la tropa.”[2]
AMBULANCIA VALPARAISO |
Del mismo modo, cuenta Valentin Quintanilla en su parte[3] sobre
la batalla, a cargo del Batallón Granaderos del Cuzco N° 19. “A las 11 A. M. dirijieron los enemigos sus
proyectiles a donde estuvimos a pié firme, i como las descargas eran nutridas i
tenian buena dirección, pronto llegaron órdenes que mandaban “que desfiláramos sobre la derecha i
desplegásemos en batalla para ponernos a cubierto de los fuegos enemigos, lo
que se realizó inmediatamente.” En esa posición están cuando llega el
general Pérez, jefe del Estado Mayor
General “ordenó que la división avanzara
sobre el enemigo,…i habiendo llegado a la línea demarcada de batalla se
manda la salida de una compañía en guerrilla, para cubrir el frente del
batallón, la que rompe fuegos con los chilenos” Luego se ordena marchar al
trote contra los atacantes, los que dirige el mismo Pérez “con la arma a
discreción hasta ponernos casi cara a cara con el enemigo i rompimos los fuegos
en el mayor orden posible, las pérdidas en la defensa se exceden “de la mitad entre muertos i heridos tendidos
en el campo”[4], las que destruyeron la mayor parte de la
fuerza.”
A las 11.3 a.m. los tres batallones bolivianos Tarija, Viedma y 2. de Línea recibieron orden de romper
los fuegos, y como ocupasen las posiciones que yo había dejado, avanzando al
mismo tiempo sobre el enemigo, que venía haciendo fuego y ocultándose por
momentos en los repliegues delanteros y perfectamente pronunciados del terreno. Para los cañones era
absolutamente imposible,…hacer fuego en la posición que había dejado, so pena
de herir a nuestros propios soldados…. Ante tal situación, y cuando los
batallones Victoria y Huáscar, que se hallaban a retaguardia,
a pocos metros de distancia, avanzaban también hacia la línea, ordené que la 1.
y 2. baterías cargaran su material y desfilando por la izquierda al trote
pasaran a ocupar una lomada que se hallaba a retaguardia y a la izquierda del
puesto que ocupaba el batallón Victoria;
en cuyo punto un tanto elevado sobre el terreno de vanguardia, podíamos dominar
al enemigo que avanzaba, sin ofender a nuestras tropas.
El batallón peruano "Victoria", se desbandó en ese momento. Campero dice á este respecto: ….mandé á los dos batallones que acababa
de traer, que hicieran fuego sobre los que huían, á fin de hacerles dar media
vuelta y que recobrasen sus posiciones. Pero fué inútil."
LA
CRISIS DE LA UNA DE LA TARDE. LA IZQUIERDA CHILENA CEDE: A la una de la tarde, el Coronel Eliodoro Camacho, que comandaba el costado
izquierdo, hizo pedir al General Campero que le mandase a los batallones "Colorados" y "Aroma", que constituían la única
reserva, en vista de que los chilenos se habían aproximado a la meseta y
trataban de rebasarla poniendo en peligro todo el dispositivo aliado. Los dos
batallones de la chaqueta roja, que estaban detrás del reducto de la artillería
en el ala derecha y que durante tres horas habían esperado ansiosamente que se
les diera la orden de participar en la batalla, cruzaron al trote el campamento
del "Alto de la Alianza" e ingresaron a la planicie por el extremo
izquierdo con ímpetu incontenible.
Alberto
del Solar, testigo presencial contará
años después: “Ya algunas piezas de la
artillería enemiga habían caído en nuestro poder. La primera línea de
trincheras capitulaba, al mismo tiempo, bajo el impetuoso asalto de los tres
batallones chilenos. En cuanto a las guerrillas del Valparaíso, destrozadas y reducidas a unos cuantos hombres, se
batían aún con valor espartano.
En aquellos momentos, y cuando nos preparábamos
a caer sobre la segunda línea de trincheras, la vimos coronarse, tupiéndose,
por decirlo así, de casacas rojas. Eran los famosos Colorados de Daza, enviados, según se supo más tarde, en reemplazo
de los fugitivos del batallón peruano Victoria,
que acababa de ceder dispersándose.
Los bravos bolivianos se apoderaron en un
segundo de los parapetos y desde allí empezaron a hacernos, con el ímpetu
natural de una tropa que entraba de refresco al combate, un fuego vivísimo que
durante largo tiempo contuvo nuestro ataque, pero sin hacernos ceder hasta
entonces el terreno ganado. La situación se hizo terrible.
Quemamos los últimos cartuchos, diezmadas
nuestras filas, cayéndonos de fatiga, no era posible sostenernos más. En vano
mirábamos hacia atrás para ver si las divisiones que debían apoyarnos entraban
ya en la línea de combate: muy lejanas aún, comprendimos que no les sería
posible reunírsenos antes de muchos minutos….¿Qué hacer?Ésta fue la pregunta
que todos nos dirigimos. No había más remedio que sacrificarnos.
…los jefes enemigos…, dieron la orden de
atacar. Hasta entonces se habían mantenido a la defensiva, cediendo terreno; de
modo que al salir de sus trincheras en formación perfectamente regular,
comprendimos, solamente, cuán formidable debería ser ese ataque. Aparte de la
ventaja real que les daba su número y condiciones, tenían la de combatir
avanzando cuesta abajo, al revés de nosotros que debíamos sostener y rechazar
su empuje sobre un plano inclinado, subiendo o manteniéndonos firmes. Esto fue
lo que hicimos. Resueltos a vender caras nuestras vidas, nos cerramos,
estrechándonos firmemente y, siempre haciendo disparos, tratamos de resistir el
choque...
…Envuelto en un círculo de fuego, en medio de
nubes de humo, sólo sé que oí gritos y gemidos, choques y silbidos de balas. En
cuanto a lo que sucedió no lo sé: una confusión horrible de hombres que
saltaban o se agazapaban, unos corriendo hacia adelante, otros retrocediendo
medio despavoridos. No había duda: el enemigo recuperaba su terreno perdido, y
el irresistible ímpetu y empuje de sus filas compactas arrastraba masas de
soldados, entre los cuales me encontré mezclado y confundido como los demás,
sin saber ya qué dirección tomar y sin darme cuenta de si estábamos aún entre
filas amigas o contrarias.
Desalentado cogí un fusil que encontré a mis
pies al pasar tropezando por sobre el cadáver de un soldado horriblemente
destrozado y quise hacer fuego; pero a la verdad que no supe a dónde dirigirlo:
por todos lados había una confusión tal y eran tales también el humo y el polvo
de la refriega que no supe orientarme. Sólo recuerdo que sin cesar me sentía
más y más arrastrado hacia el fondo de un valle formado por dos montículos de
terreno arenoso...
Si esta situación hubiera durado diez minutos
más, es seguro que no habría quedado uno solo de nosotros con vida después de
la jornada. Una circunstancia que nos pareció providencial en aquellos momentos
salvó el resto de la división y devolvió el orden a las filas.
La brutalidad del combate a
corta distancia, los bolivianos frescos y amunicionados que cargan en bajada y
empiezan a empujar a los chilenos fuera de la línea de trincheras, quienes
retroceden cuesta abajo. El contrataque encabezado por los bolivianos lleva
también a las tropas peruanas que quedan en la misma línea hacia el plano y la
victoria.
Los chilenos tuvieron que ceder el campo que habían
ganado en las dos horas precedentes. "Colorados"
y "Aromas" llegaron hasta
varias piezas de artillería aproximadas por el enemigo en ese costado y tomaron
posesión de 6 cañones Krupp. El Coronel Ildefonso
Murguía, que comandaba a las dos unidades, ordenó que se dejasen de lado
los trofeos y se prosiguiese la maniobra,
aprovechando el ímpetu.
LA CABALLERÍA CHILENA GANA TIEMPO A COSTA DE SU SANGRE: Ante la falta de munición, cuenta Holley, la tropa “comenzó entonces a batirse en retirada y
retrogradó unos 100 metros, en cuyo punto había una ondulación de terreno en la
que principió a rehacerse. En ella se encontraba el regimiento Granaderos a
caballo; me dirigí a su jefe diciéndole: nuestra tropa no tiene munciones,
carga tú y todo está concluido[5]”.
Yávar no tiene órdenes de cargar. José
Francisco Vergara corre donde el General en jefe a solicitar su venia; obtenida, vuela a ponerse a
la cabeza del Regimiento, junto con Yavar.
Así, llegado el coronel
Vergara junto al comandante Yávar,
le ordena atacar para ganar tiempo, indispensable para el rearme.
Suena la trompeta tocando “Apresto”. “Todos callaron, se tomaron posiciones de escuadrones en línea…. Se pasó
a una formación de cincuenta jinetes de frente, por compañía y estas separadas
dos metros de la otra y los escuadrones separados diez metros unos de otros. Y
vino el grito de los capitanes, que tenientes y alféreces fuimos repitiendo
cada uno a su unidad: “capotes a la cintura, ponchos en bandolera, carabinas al
gancho, sables desenvainar”….los….brillantes
y filosos sables Chatelllerault
salieron de sus vainas metálicas…., quedaron tomados con la mano derecha con la
cazoleta hacia delante apoyándose en el hombro del mismo…. El comandante Yavar levantó su mano derecha con el
sable y apuntó la brillante hoja hacia las posiciones enemigas y en seguida
gritó:¡Por Dios y Santa María, cargue la caballería, galope carrera mar!”[6] El regimiento desfilaba por el flanco derecho, paralelo al
frente enemigo, en filas de a cuatro, cubierto por una depresión del terreno.
Cuando el coronel Vergara trajo la
orden de carga, el comandante Yavar
mandó por cuatro a la izquierda; el cuerpo quedó en batalla, maniobra
preliminar para intervenir, escuadrón por escuadrón, escalonados. Hallándose en
batalla, se siente la voz de mando a la carga, y el cuerpo sale disparado [7]
En medio de un chivateo enorme, al
galope las tropas de caballería fueron
acortando distancia hacia el enemigo. Mientras mas se acercaban empezaron a
aparecer en el suelo los cadáveres y los heridos, algunos intentando hacer el
quite a la carga. Los bolivianos empezaron a disparar y caían los caballos a
veces con su jinete y en otras ocasiones este último se parapetaba tras el
animal y disparaba su carabina.
Los animales que avanzaban lanzaban
espuma del esfuerzo[8]. De pronto desapareció el Primer escuadrón,
que se abrió más hacia la izquierda, empeñado en combate. La línea de jinetes
en la que yo galopaba al extremo derecho se encontró frente a frente con
cientos de bolivianos (los del Colorado y del Zepita). En segundos…estábamos embistiendo esas
masas enemigas y sentía zumbar las balas por todos lados… Dábamos pechazos con
los caballos a las compañías enemigas y movíamos nuestros sables como
remolinos, con toda la fuerza de nuestro brazo y torso…. El daño y que
estábamos provocando se percibía claramante, porque cuando el sable caía iba
rápido, luego se sentía chocar con una masa aminorando su velocidad continuando
con su deslizamiento y después se notaba un fuerte tirón. En ese preciso
instante era cuando había que levantarlo
con toda la fuerza que uno tuviera para no perderlo
SOLDADOS ALIADOS |
Las dos unidades bolivianas
enfrentaron con entereza el ataque. El comandante del Colorados Ildefonso Murguía
dirá mas tarde: Presentóse la
caballería enemiga en veloz carrera y por escuadrones, pretendiendo flanquear
nuestro costado izquierdo y envolvernos. Vi entonces ocasión de cumplir mis
previsiones de los días de instrucción: los brillantes cuadros de infantería,
que para algunos estaban proscritos de la táctica moderna… Ante la carga de la
caballería chilena, ordené formar cuadrilongos. Se formaron en número de seis.
Al centro tres dirigidos por los intrépidos mayor José María Yáñez, capitán
Gumercindo Bustillo y capitán Juan S. González. A mi izquierda otro, por el
jefe del tercer batallón, teniente coronel Zenón Ramírez, que a mil metros a
retaguardia había perdido su caballo. Por último, otros dos cuadrilongos a mi
derecha bajo el mando del teniente coronel Felipe Ravelo. La rapidez de su
formación correspondió a la rapidez del avance del enemigo. Una inmensa nube de
polvo y el estruendo de sus armas acompañaban a los corceles. Llegó el enemigo
hasta 15 metros de nosotros. Una descarga que parecía hecha por un solo hombre
lo recibió, y después otra y otra. La caballada dio vuelta en menos tiempo del
que basta para decirlo. Ordené dispersión en guerrilla para seguir con el
avance. Se me obedeció con pasmosa serenidad. Los bravos del batallón se
lanzaron en persecución del agresor.
Severino
Zapata, jefe de la 2° División Boliviana, ubicada en el centro de
la línea “El crecido número de enemigos,
cuyas líneas de combate eran distintas, fácilmente pudieron diezmar y destruir
la nuestra, que en su apoyo no tenía fuerza alguna de reserva, la que, si bien
existía antes del combate, ella debió haber sido conducida a otros puntos más
necesarios… Sin esperanza de poder resistir por más tiempo al enemigo, que
arreciaba aún más su ataque momento a momento por la superioridad numérica y
calidad de sus armas, la poca fuerza restante de los expresados cuerpos
emprendió la retirada, haciendo siempre fuego hasta llegar a su posesión
anterior, de donde se notó que la derrota había sido ya declarada; pues que, a
poca distancia el señor Director de la guerra, en compañía (de Lizardo
Montero), se esforzaba con una bandera en
la mano, en detener a los dispersos, con objeto sin duda de reunirlos y hacer
una retirada más ordenada.”
El ataque fue un éxito en su objetivo estratégico: ganar
tiempo. Dirá el coronel Holley: Desgraciadamente
su tropa tomó a algunos de los nuestros por enemigos; pero la carga fue tan
oportuna, que tras de ella nos rehicimos, y vueltos nuevamente al fuego,…”.
En ello está de acuerdo José Miguel
Varela “Creo que las bajas que les
causamos fueron muchas y dejamos a nuestras espaldas el terreno sembrado de
enemigos y –lo más triste- también de muchos soldados –especialmente del Navales- que permanecían anidados combatiendo
entre los enemigos, pero, la nube de polvo, la lluvia de balas, la embriaguez
del combate, la falta de visibilidad y la sangre caliente, nos impidió
distinguirlos”. Eso sin contar el uniforme blanco que usaban, muy similar
al de sus rivales.
….EL CENTRO CHILENO SE PARALIZA….Castro
Pinto detiene también el avance del centro, en
espera de la definición del choque de la caballería chilena, dando así respiro
a Barceló.
Vuelve Lagos
al lado del General en jefe y le expone llanamente la situación[9]. Baquedano
envía orden a Barboza para que
ataque y da orden a Lagos que comunique a Amunátegui la salida de la III División en refuerzo de Amengual y Barceló. El Ejército avanza: el Estado Mayor, el “1º Escuadrón de Carabineros y la Reserva
siempre en columnas por batallón, avanza a la altura de la III División. La
artillería de campaña adelanta mil metros; la de montaña entra a las filas de
los infantes.
Se dispersan igualmente el Chacabuco y el Coquimbo y marchan en una extensa línea hacía el Santiago y el 2º de línea. La III División sufre bastantes bajas antes de
disparar un tiro, pues no hace fuego pues frente a ella aún se encuentran tropas
chilenas retirándose…..las hileras que avanzan se cruzan con las
hileras que se retiran; el campo está despejado, el enemigo al frente a menos
de cuatrocientos metros; los cuerpos hacen alto y fuego.
Respecto del centro del campo de batalla, “el batallón Chacabuco avanzó a marcha forzada en refuerzo de las divisiones de
vanguardia con sus compañias desplegadas en guerrilla, atacando impetuosamente
el centro de la línea enemiga, que cedió después de un sostenido combate.
Rechazado el enemigo en esta parte, obligado a abandonar sus ventajosas
posiciones, el Chacabuco, juntamente con los otros cuerpos, que constituían
nuestro centro, le persiguió descendiendo por la pendiente que hay hacia el
valle.
A la vez el
batallón Coquimbo marchó al frente
desplegado en guerrilla a reforzar los regimientos 2° de línea y Santiago,
rompiendo sus fuegos contra el enemigo cuando se halló a 250 metros de éste;
estrechándose con él hasta la distancia de 80 metros. En el centro de la línea
de batalla donde el batallón Coquimbo
le correspondió batirse, el combate fue muy sostenido por ambas partes[10].
Aquí cayó herido el comandante del batallón, Alejandro Gorostiaga, como asimismo gran número de oficiales e
individuos de tropa[11].
Después de hora y
media de vivísimo fuego, la línea enemiga en aquel punto principió a ceder, y
momentos después se ponía en fuga, siendo perseguido el ejército perú-boliviano
hasta las últimas faldas de los cerros, que cierran el valle de Tacna por el
lado norte.
OFICIAL DEL CAZADORES DEL DESIERTO |
Para el Batallón Padilla,
“…la línea enemiga, dando fuego en
retirada hasta la ceja donde apareció, y allí, se reforzó con otra línea más
compacta y más extensa que las otras, la cual nos obligó a detenernos y a dar
otra vez fuego a pié firme. Mientras tanto pasaron mucho más de tres horas que
la misma línea por nuestra parte sostenía el combate; la distancia que habíamos
avanzado del campamento era aproximativamente de una legua, varios soldados
habían agotado sus municiones, que en el Padilla no pasaban de 120 proyectiles
por plaza, y todos generalmente estaban rendidos por la fatiga de movimientos
tan constantes y acosados por la sed, habiendo desaparecido más de sus dos
terceras partes. La reserva que debía darnos respiro no (a)parecía; fue preciso
retroceder con fuego en retirada hasta la hondonada, donde habíamos destruido
la primera línea enemiga. Allí se renovaron los fuegos con vigor y entereza.
Se notó en toda
la línea cierta laxitud por la fatiga y deseo de tomar ligero descanso y
municionarse, con cuyo motivo comenzó a desgranarse sin que fuera posible
contenerla. A ese tiempo, el ala izquierda de nuestro ejército que ya había
sido arrollada, dio lugar a que los enemigos nos presentaran un cambio de
circunvalación tomándonos a dos fuegos. Sus baterías arreciaron sus fuegos para
desalojarnos y en esto la batería boliviana del fuerte de la derecha menudeó
sus descargas con tanta celeridad y maestría que contuvo y deshizo a los
enemigos dejándonos así hasta la dirección del campamento aliado, en que
divisamos varias compañías del Canevaro
que hacían fuego de sus posiciones situadas en la altura de nuestro campamento
En seguida se declaró la dispersión de nuestro ejército, las caballerías
enemigas por escalones atacaban nuestra retaguardia…”
…LOS CHILENOS
RECUPERAN LA INICIATIVA….Sigue en su relato el oficial boliviano del Colorados,
que luego de rechazar la carga ordené dispersión en guerilla: la orden fué obedecida con pasmosa
celeridad; los bravos del 1°. se lanzaron en persecución del agresor, que huía
y huía acosado por un fuego tenaz en aquellas sinuosidades arenosas y sembrada
de restos humanos y cabalgaduras. Estruendosos vivas á la Alianza, al Perú y Bolivia
acompañaban á ese glorioso incidente del combate…. (pero)….apercibido el grueso de
las reservas enemigas del destrozo de los suyos, envió un refuerzo considerable
á cuyo amparo se rehacían los antes dispersos….
Fuera del refugio de sus trincheras, los
peruanos y bolivianos enfrentaban ahora la llegada de nuevas unidades chilenas,
amunicionadas y frescas. A las que después se agregarán los batallones y
regimientos reorganizados a los que reemplazaron los recién llegados,
inclinando la balanza del lado chileno. El golpe decisivo que debió aplastar la
izquierda y el centro chilenos se estanca y se debilita. La caballería vuelve a
cargar. Varela dirá, “infantes y jinetes
bolivianos, ante nuetra suicida carga, comenzaron a retroceder y entonces
escuchamos en el fragor de la lucha, a los trompetas tocar nuevamente “A la
carga”…iniciamos la persecución a sablazos del enemigo, empujándolos hacia la
derecha (izquierda aliada)… Unos
quinientos metros habrá durado nuestra persecución, hasta que los cornetas tocaron
alto y reagrupe”
…. Y LLEGA LA TERCERA DIVISIÓN: A partir de las 11 de la mañana se reciben
órdenes para la Tercera División de “marchar…a reforzar el ala derecha y centro de nuestra línea,
lo que inmediatamente se ejecutó en el orden de batalla, con las guerrillas al
frente y a paso de carga.”[12]
En el bando de los aliados, cuando la línea ha sido
reforzada, la marea de la batalla empieza a cambiar, “Nuestra línea comenzaba á romperse por efecto de su
tenuidad. Muchos batallones estaban reducidos á la mitad, otros dejaron de
existir. El Coronel Camacho dá la voz de "alto"
destacándose con arrogancia al frente de la linea…., espada en mano, el traje
desarreglado….cubierto de tierra, polvo, sangre,….grita á sus soldados: ¡fuego!¡ni
un paso atrásl" Unos pocos soldados retroceden sobre atolladeros de
sangre.
Camacho se precipita sobre ellos, los
arenga, y dispara sobre algunos todos los tiros de su revólver, dejando tres
cadáveres á sus pies. Un momento después perdió su caballo de batalla. Murguia da orden de “fuego
en retirada” a lo que queda de la ola atacante de los aliados….En tanto, el espectro de la muerte
guadañaba…..Néstor Ballivian 2° jefe
del "Sucre" cae herido, y
no lejos, Vicente Crespo corre la
misma suerte. Escolástico Viscarra,
3° jefe del "Viedma",
muere; Carlos Llosa, jefe del peruano Zepita hasta que cae
muerto, igual cosas el jefe del Batallón Arica, quien participa del combate “vestido
de gran parada, se presenta á Camacho y le dice: "Mi Comandante, vea usted
como se bate un peruano de honor", avanza intrépido y muere. Cáceres ha perdido tres veces su
caballo de batalla, y salva con propia mano dos estandartes peruanos. Adolfo Vargas muerto. Suárez herido en el muslo, Fajardo, jefe del Coraceros del Cuzco, muere con un balazo en el corazón y el
Coronel Luna, jefe del Cazadores
del Misti
Un testigo argentino, Florencio Marmol, tirado a cucalón en
la batalla, recuerda: “Entre los batallones que pasaron del costado derecho, en protección de
la izquierda, estaba el Victoria del ejército peruano.
Al entrar en línea lo hizo en desorden. Rompió una descarga sobre el enemigo y
no se sabe cómo se infundió tanto pavor en sus filas que acto continuo se le
vio dar media vuelta y declararse en dispersión. No recuerdo qué cuerpo siguió
el ejemplo del Victoria. Los jefes
aliados en este instante hicieron proezas de valor. La idea de la derrota los
desesperaba. Recorrían la línea blandiendo la espada, exhortando a todos al
sacrificio. Al propio tiempo el general Campero,
con una bandera peruana en la mano, trataba en vano de contener la dispersión.
Era ya tarde….La retirada en derrota se declaró en toda la línea. Los Coraceros
que estaban a la derecha con sus inservibles rifles no esperaron mucho para
abandonar el campo. Ya no había soldados. Los mismos bolivianos lo dicen: No
hay valor que aventaje al de nuestros soldados, y es cierto, pero una vez que
han vuelto la espalda, ya nada ni nadie los detiene y no paran hasta llegar a
su casa, y también es cierto.”[13]
OFICIALIDAD DEL CARABINEROS DE YUNGAY |
Alberto
del Solar contará en sus recuerdos: “Mientras nos reuníamos, íbamos reconociendo los uniformes
de los soldados de los cuatro batallones de la división, mezclados con los del
enemigo. Por todos lados sables, fusiles, intactos o desmontados, cañones,
cartucheras, quepis y, en medio de todo, cadáveres de hombres y animales,
mutilados atrozmente: ¡La guerra con todos sus horrores!... ¡Por dondequiera,
la desolación y la muerte!...
Entre tanto, las demás divisiones entraban al
combate. Atacando simultáneamente el centro y el ala derecha del enemigo, al
cual obligaban a replegarse por minutos hacia sus últimas fortalezas, se
envolvían en un fuego sostenido y prolongado durante más de cinco horas.
Para reemplazar la falta de municiones (se
recordará que el Esmeralda no había
recibido repuesto alguno al entrar en acción), tomábamos del cinto de los que
iban cayendo los pocos cartuchos que así podíamos procurarnos y los repartíamos
entre los soldados.
La fatiga, el hambre, la sed, por otra parte,
iban dejando tendidos en el suelo a los menos fuertes.
Llevábamos ya, como lo he dicho, más de cinco
horas de combate y de marcha, cinco horas de agitación física y moral
incesantes, y era preciso, sin embargo, avanzar aún, seguir trepando aquellas
colinas arenosas, al rayo del sol y con el equipo indispensable a cuestas;
gritar sin reposo y a toda voz, para animar a los soldados; ir y venir de grupo
en grupo ordenando a los que las peripecias de la lucha alejaban con exceso o
reunían con peligro; retroceder a menudo para colocar a un herido en sitio
apropiado tras de elevaciones accidentales o concavidades de terreno que
pudieran resguardarlo un tanto de las «balas locas»; volver enseguida al puesto
primitivo, y así, ganando y perdiendo terreno alternativamente, quintuplicar
las distancias recorridas, extremar el cansancio y agotar más y más las
fuerzas. Llegó un momento en que extenuado, a mi vez, del todo, me sentí
languidecer. Se me nublaron los ojos, se me doblaron las piernas y caí. Mis
soldados siguieron adelante. Así se lo ordené.
La provisión de agua se había agotado por
completo en mi caramayola: los dos o tres hombres que me rodearon al caer no la
tenían tampoco...
-¡Adelante! -les dije- Sigan ustedes avanzando:
descansaré yo un momento aquí y los alcanzaré luego. ¡Adelante!
Y desaparecieron tras de la colina.
Un cuarto de hora después, ocupados de nuevo en
reorganizar el resto de nuestras compañías y en proveernos de nuevas
municiones, que sólo entonces nos fueron repartidas, pudimos volver al ataque,
pero sin tomar ya en él parte del todo activa. Para esa hora, dirá
otro testigo, como a las 2 y media de la tarde, los chilenos habían logrado el
éxito y en varias partes altas de las fortificaciones se veía entrar como
cuncunas a las compañías chilenas que se estaban tomado los reductos.
La Tercera División,
fresca y completamente amunicionada, ahora lleva el peso. Cuenta su jefe, el
general Barboza que ya “(h)abiendo dominado las alturas que en los
primeros momentos del combate ocupara el enemigo, ordené que el regimiento de Artillería de Marina avanzase en
protección del batallón Chillán y
regimiento Esmeralda que se batían
contra fuerzas enemigas muy superiores, oportuno auxilio, se oblicua a la
derecha desplegado en guerrillas todas sus compañías. El corresponsal de El Mercurio[14]
narra este ataque: “Llegados a unos mil
metros del enemigo, rompía este sobre el Artillería
de Marina, un vivo fuego de fusilería, acompañado por sostenidos disparos
de ametralladoras (las del que había en el sector). Pero entonces los nuestros entonces continuaron su avance al trote y
sin romper el fuego, dejando sembrada de muertos y muertos aquella faja de
terreno. Pudo notarse entonces que, debido a la extrema celeridad de la marcha
del regimiento chileno o a la torpeza de los tiradores enemigos, que no
cambiaban el alza de sus rifles y ametralladoras, los proyectiles pasaban
generalmente por alto, encontrándose los nuestros bajo la parábola descritas
por estos.”
A 600 metros el Artillería de Marina
rompe sus fuegos, enfrentando a lo que queda de la reserva boliviana
y ante el cual
momentos después los enemigos huían trasmontando y descendiendo las
irregularidades del terreno, hasta ser arrojados al plan del valle de Tacna,
abandonando en poder de la Artillería de Marina 2 ametralladoras y 2 cañones
Krupp que arrastraban en su fuga.
También
avanzaban el Navales y el Valparaíso, reducidos por las
pérdidas pero recuperado el ánimo y con deseos de venganza. Avanzan a la
derecha del Artillería de Marina. Es decir formaban el
extremo de ese sector del frente. Uno de sus soldados cuenta que el coronel Urriola los anima gritando: “¡Arriba! Batallón Valparaíso y Navales
acuérdense que son de un mismo pueblo!¡No hay que aflojar!¡Fuego a los cholos!”
avanzan sobre las trincheras y las cruzan arrollando la resistencia aliada.
Cuenta el mismo soldado “seguimos mas
adelante y encontramos a la mayor parte de los batallones Naval y Valparaíso
haciéndole los honores a tres enormes fondos de comida (carne con arroz y buen
caldo) que los nuestros devoraban con abundante apetito….”
[2] PARTE OFICIAL DEL
BATALLÓN LIMA Nº 11. ARTE OFICIAL DEL BATALLÓN LIMA Nº 11. Tarata, mayo 29 de
1880.
[4] habiéndole tocado al batallón estar frente de 4 a 5
ametralladoras dice en su parte de la batalla pero las
ametralladoras chilenas no tuvieron mucha participación en la batalla, o se
refiere a que las tropas peru-bolivianas llegaron hasta donde ellas estaban o
confunde la crudeza del tiroteo.
[8] Después del
esfuerzo, José Miguel Varela lo relata así: “Los caballos estaban empapados en sudor como si vinieran saliendo de un
baño en un río, sus hocicos semiabiertos permitían ver sus dientes entre la
copiosa espuma que caía de sus belfos. Se les veía terroríficos, fieros como
animales salvajes…” Un veterano de tres guerras…página 109
[10] Para dar una idea de
lo reñido del combate, el mismo Amunátegui cuenta que “El estandarte del
batallón Coquimbo quedó gloriosamente mutilado. Recibió 10 balas del enemigo.
Durante el combate cayó herido el oficial que lo conducía, subteniente
abanderado don Carlos Luis Ansieta; tomó enseguida el estandarte el subteniente
don Juan G. Vargas, que también fue herido, sucediéndose en sostenerlo los
sargentos de la escolta Juan N. Oyarse y Cristian Helthlarg, ambos muertos, y
los cabos de la misma, Daniel Díaz y Bernardo Segovia, herido.”
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