El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 11 de junio de 2017

BATALLA DE TACNA (III)

BATALLA DE TACNA: DEL ASALTO A LA CRISIS


Por el lado boliviano, a las 8 30, la división de la reserva del ala derecha del Ejército aliado (Aroma y Alianza) gane terreno por el flanco izquierdo  hasta la altura del centro del Ejército, delante de las ambulancias peruanas, a retaguardia de los guardias nacionales de Sama y a la derecha del Cazadores del Cuzco, que formaba la reserva del centro, lo que realizan a la carrera, permaneciendo en esa posición por alrededor de 45 minutos. Mientras la fusilería aumentaba y la artillería chilena desperdiciaba munición pues los proyectiles caían muy por detrás de la línea. Sin embargo otra orden llega: volver a su antiguo puesto, junto al Escuadrón Murillo y la artillería Krupp. Y después otra orden: desplegarse en orden de batalla hacia la izquierda, por lo que atraviesan toda la línea, al trote. La hora del contraataque había llegado.


LA CRISIS DE LA BATALLA. LA IZQUIERDA CHILENA CEDE: Campero, al contemplar el despliegue de Amengual y su propensión a oblicuar a la derecha, se felicita de haber adivinado las intenciones de Baquedano; rebasar su ala izquierda, envolverla y acabarla por retaguardia[1]. Ahora es su turno, descubierta la estrategia chilena, de devolver el golpe.
Desde la distancia, a través de binoculares que le han prestado, José Miguel Varela ve como evoluciona la batalla: “se notaba a lo lejos lo el inmenso combate en que estaban empeñados….los veía avanzar y retroceder y hasta era posible observar como caían los soldados…todas las formaciones que habían partido al combate estaban ya empeñadas en combate –ya absolutamente desordenadas-luchando cuerpo a cuerpo con peruanos y bolivianos, aunque en el sector que observaba era la mayoría de las tropas eran de Bolivia.

SOLDADO BOLIVIANO

El combate desde la visión de Alberto del Solar: “me vi envuelto en medio del fuego mortífero que nos diezmaba. Creo que mi primer impulso fue el de no seguir avanzando. Con sorpresa, sin embargo, me encontré en mi puesto al frente de mi mitad, un tanto desorganizada por las desigualdades del terreno y por la confusión que, naturalmente, habían introducido en todos los batallones los primeros disparos del enemigo, casi a boca de jarro. Mis soldados se batían concienzudamente, obedeciendo, al mismo tiempo, las órdenes emanadas del capitán de la compañía, órdenes que les trasmitíamos. En algunos segundos la línea volvió a quedar cerrada, y avanzando, avanzando siempre, medio agazapados, hacia la cumbre, pudimos darnos mejor cuenta del campo de batalla, a pesar del humo que se hacía cada vez más intenso.
El enemigo, viendo que le atacábamos de flanco, hubo de reconcentrar sus fuerzas sobre el costado amenazado, que a cada momento se robustecía con nuevas fuerzas, nutriendo más y más su fuego. Mi tropa se renovaba a medida que se reducía: cuando caía un soldado, otro lo reemplazaba en su puesto, con el mayor orden posible. Nosotros recorríamos nuestras filas gritando para hacemos oír en medio del tiroteo, y el avance constante. A izquierda y derecha las otras compañías estrechaban, a su vez, la distancia y mezclándose con las de los demás cuerpos de la división que ocupaban más o menos la misma zona de terreno, avanzaban juntas con igual rapidez. Mientras disputábamos el campo por ese lado, a continuación, el resto de la división sostenía el fuego. El comandante Holley, seguido de dos ayudantes, pasaba frente a la línea y nos gritaba:
-¡Adelante!...
Muy cerca de mí, llevado por el ardor de su carácter impetuoso, Martiniano Santa María (teniente de la cuarta compañía, y por tanto, mi vecino) cumplía admirablemente con su deber. Florencio Baeza, mi capitán, peroraba a sus soldados y cambiaba conmigo sus observaciones: todo ello con la mayor sangre fría….Arístides Pinto Concha, muy próximo también a mi puesto -pues era el teniente de la segunda (yo pertenecía a la tercera)-, caía herido, después de batirse con denuedo y entusiasmo. Semejante a él, Joaquín, su hermano, se posesionaba de las necesidades de la situación y combatía con calma, haciendo el elogio de los soldados que se distinguían…..

Quédame sólo Montalva, que era mi compañero de mitad, a quien perdí de vista en un momento de confusión. Después pude ver que una bala le había atravesado el pecho, dejándole sin conocimiento… Y, entre tanto, el fuego continuaba vigoroso y graneado y haciendo a cada instante nuevas víctimas. Más de media hora trascurrió así, y ya la intensidad del humo espeso que casi nos ahogaba, me quitó toda conciencia de lo que pasaba a mi alrededor. No perdía, sin embargo, de vista los fusiles enemigos cuyos fogonazos resplandecían al frente, sirviéndome como de guía, junto con la voz de las cornetas y las indicaciones de los ayudantes.
Camacho, para destruir un ala de las fuerzas chilenas, pide más refuerzos a las tropas ubicadas al centro y su izquierda. Castro Pinto le remite unidades peruanas: la IV División del coronel Mendoza con los batallones Victoria (Godinez) y Huáscar (Barriga) y la V División del coronel Herrera e integrada por los batallones Ayacucho (Somocurcio) y Arequipa (Iraola).
Esto debilita el centro y la izquierda peruana, pero el riesgo vale la pena, por lo que ve Campero, si quiere derrotar el ataque chileno. Incluso él mismo  “se traslada a la derecha (aliada) y obtiene de Montero (la izquierda aliada) la reserva boliviana del coronel Murguia formada de los batallones Alianza o Colorados (Murguia) y Aroma (Silvestre Doria Medina), las mejores unidades de Bolivia en armamento y entrenamiento.


Sigue Alberto del Solar, oficial del Esmeralda: Notaba que la acción se empeñaba. Entre los míos, arrastrados por la fiebre de la pelea, descubría a veces el quepis de algún Chillán o Naval, separados inconscientemente de sus filas. Los accidentes del suelo constituían una verdadera dificultad para regularizar la formación, de modo que había llegado el caso de combatir en guerrilla. Empeñado en reunir mi tropa hallábame, cuando oí a mi lado una voz: -Parece que ganamos terreno, subteniente. Quien así me hablaba era un oficial del batallón porteño, mezclado con un piquete de los suyos entre los Esmeraldas. -Así lo creo también... -le contesté.
-¡Cargar un poco sobre la derecha!... ¡A coronar aquel morro! ¡Adelante!...
Medio muerto de cansancio, jadeante y con la frente cubierta de sudor, el amigo Joaquín se servía para enjugársela de un inmenso pañuelo, mitad negro y mitad rojo, famoso por sus antecedentes y no abandonado durante toda la expedición... -Guarda ese trofeo -le dije-. Vas a presentar con él mucho blanco al enemigo... -Y, sobre todo -agregó el oficial porteño-, separémonos un poco por la misma razón, y... No alcanzó a terminar la frase. En ese momento,…una bala le dio en medio de la frente, haciéndole caer de espaldas, sin un quejido, sin un suspiro siquiera... Sin detenernos sobre el cadáver, Pinto y yo nos separamos silenciosos y nos perdimos entre el humo y los soldados... Mientras arrinconábamos al enemigo en sus trincheras, avanzando siempre, las divisiones de retaguardia se acercaban, aunque no con la rapidez que nos hubiera convenido.
Una hora de combate contra fuerzas mucho mayores, que se reemplazaban a medida que nuestros batallones, enardecidos por la pelea, les iban haciendo enormes brechas, agotó nuestra provisión de municiones, hasta el extremo de que algunos soldados se encontraron en el caso de pedirlas a sus compañeros. El cansancio, por otra parte, atenuaba poco a poco nuestros bríos, y ya muchos, rendidos por la fatiga, se encontraban sin aliento para seguir combatiendo. Era preciso, sin embargo, sostenerse.
El número de bajas aumentaba a cada paso; de modo que ya los claros hechos en nuestras filas no se llenaban sino muy insuficientemente. La pelea, sin embargo, se mantenía encarnizada y se redoblaban las voces de mando, que los ayudantes trasmitían cruzando a todo galope frente a las hileras. Entre ellos, Patricio Larraín Alcalde, a quien vi cruzar varias veces, unas llevando órdenes, otras trayéndonos las pocas municiones de refuerzo que podía procurarse.”

Desde el punto de vista chileno, si las fuerzas totales empeñadas en la batalla eran apenas algo más de 5.500 hombres, hasta ese minuto, Camacho y Castro Pinto tenían por su parte 4.250 hombres, el primero y 4.500 el segundo, que suman 9.750 plazas. Ahora, con el refuerzo de las Divisiones Mendoza, Herrera y Murguia aumentaron el efectivo en 3.000 hombres más o menos. La línea chilena no puede avanzar; además, escasean las municiones[2] que se reponen con las de los muertos y heridos.[3] Es sólo cuestión de tiempo para que los aliados empiecen a empujar a los chilenos y expulsarlos hacia la planicie y a una sangrienta persecución.
Uno de los momentos decisivos del combate comenzaba.
Mientras en Tacna, cuenta un prisionero chileno “sienten el estampido del cañón. Sigue después el fuego de rifles y ametralladoras que llega al calabozo como un redoble de mil tambores. Se estremece la tierra y vibran las puertas y ventanas de la cárcel. A las 11 ½ sienten gritos y entre cantos y algazara vivas al Perú y a Bolivia, y a los generales. ¡Victoria! ¡Victoria! Repercute en toda la ciudad. Por las junturas de la puerta ven a soldados fraternizar con el pueblo y servirse grandes vasos de licor.”


ATAQUE DE LOS COLORADOS


EL SEGUNDO AIRE DEL CONTRATAQUE ALIADO. LOS COLORADOS: Cuenta Víctor Körner Andwandter, el cirujano que está en el campo de batalla atendiendo heridos: “A eso de las doce y media vinieron corriendo a nuestro encuentro grupos de soldados en rápida retirada, diciéndonos que nuestras líneas habían tenido que ceder ante el incontenible ataque de los “Colorados” de Daza y que los bolivianos venían avanzando rápidamente. En efecto no tardaron en hacerse sentir los silbidos de las balas que pasaban por sobre nuestras cabezas o caían en nuestra vecindad levantando en la arena nubecitas de polvo. Nos retiramos con la gente y con los heridos detrás de un montículo que nos protegiera de los proyectiles, y reunimos ahí un numeroso grupo de heridos.[4]
Relata Adolfo Holley, que tras tomar la primera línea, “(la) segunda y tercera trinchera opusieron una resistencia más tenaz; los cuerpos de nuestra derecha Navales, 2° (batallón del) Esmeralda y Chillán, haciendo un cuarto de conversión sobre su izquierda, entraron bizarramente al fuego y atacamos juntos las posiciones enemigas.
La segunda posición fue igualmente tomada después de una seria resistencia, costándonos muchas bajas y más de una hora de tiempo. Aquel momento era lo más serio del ataque, había necesidad absoluta de tomar la tercera posición….En aquel momento supremo los soldados pedían a gritos municiones,…traté entonces de reunir la tropa y atacar la posición a la bayoneta, pero era imposible hacerse oír con el ruido atronador que ahí reinaba; nos batíamos a 40 metros de distancia. Busqué entonces un corneta llamándolo a gritos por todas partes, porque el mío había caído; tampoco lo encontré. Llega el capitán Patricio Larraín, con dos cajas de municiones. Holley se queja: “Aquel refuerzo era tan insignificante que no alcanzaba a un tiro por hombre.”, sin embargo los del regimiento de caballería Yungay estaban repartiendo munición de la misma manera por la batalla. Así lo atestigua José Miguel Varela: (V)imos pasa a los “Carabineros de Yungay N° 1”. Galopaban por el centro del amplio campo de batalla hacia las posiciones enemigas llevando sobre sus piernas pesadas cajas de municiones para abastecer a los infantes, ante la imposibilidad de avance de las carretas de intendencia. Mientras los carabineros avanzaban al galope llevando los miles de tiros  que necesitaban los desdichados infantes, vimos como los esmeraldinos y los navales estaban envueltos por los bolivianos, que los baleaban…. Lo mismo pasaba con los del “Batallón Valparaíso” y los tres cuerpos, lo que quedaba de ellos, comenzaron a retroceder.
El mismo oficial contará también esta crisis de las municiones: ….de pronto se empezaron a escuchar voces de oficiales de infantería que volvían a todo galope del frente de lucha, gritando fuera de sí que las tropas se habían quedado sin municiones, diciendo que los únicos que disparaban lo estaban haciendo con los tiros que sacaban de las cananas de los muertos y heridos, que ya centenares. Todo el ambiente estaba lleno de gritos lejanos  -como un murmullo permanente-pleno de disparos de todas las armas y el aire lleno de humo y del polvillo que levantaban las tropas…. En los minutos que podía mirar por los prismáticos, veía como esas tropas seguían enfrascadas  en un escalofriante combate y cayendo mas y más hombres.
Sería ya más del mediodía y las carretas con las municiones[5]  no llegaban porque estaban atascadas hasta los ejes en los arenales. Veía nuevas unidades bolivianas que encerraban a los diezmados chilenos, que a esas alturas estaban manteniendo las posiciones conquistadas con enorme sacrificio, casi solamente a punta de bayoneta.
Cerca de las doce y media –con la ayuda de los lentes ya que nosotros estábamos situados a unos mil metros del lugar-se veía como las fuerzas bolivianas corrían por el campo como cosechando, pero lo que hacían en realidad era ir rematando a la bayoneta a cientos de heridos chilenos que estaban diseminados por todos lados.



Cuenta Avelino Cáceres: “A las 9 A.M. la artillería nuestra, que estaba situada a la izquierda de la división de mi mando, que era la de la primera línea, hizo sus primeros disparos sobre el enemigo. A esa misma hora recibí orden del jefe del ala, de hacer desplegar una guerrilla de cada cuerpo a la distancia de 40 metros de sus batallones, que cubriese el frente de sus respectivos cuerpos, lo que fué verificado inmediatamente. Enseguida saqué una guerrilla mas de cada cuerpo que situé a 20 metros a retaguardia de las primeras, para que les sirviera de sostén. En esta disposición se encontraban los cuerpos de mi división, en tanto que el enemigo nos hacia un nutrido fuego de artillería i avanzaban sus guerrillas, cargándose especialmente hacia el ala izquierda, la que como llevo referido, era cerrada por el batallón Zepita núm.1 i Cazadores del Misti núm.15, los dos cuerpos de la división de mi mando; fué entonces cuando vi que algunos cuerpos de los nuestros pasaban a reforzar ese costado por el que se prolongaba la línea.
A las 11.30 A.M. habiéndose roto los fuegos por los cuerpos que se hallaban a mi izquierda, i estando las guerrillas enemigas a distancia de tiro de rifle de las de mi división, ordenó el coronel Camacho, romper los fuegos, entonces avancé con el resto de los cuerpos de mi mando hasta la altura de las guerrillas, haciendo romper también los fuegos, logrando con este primer ataque rechazar o disolver las guerrillas enemigas; pero las continuadas descargas de la artillería chilena, el nutrido fuego de ametralladoras que acompañaban a sus guerrillas, hacían impracticable el avance, tanto por multiplicarse notablemente el número de los enemigos que acudían a contener sus dispersos reforzados por su segunda línea, cuanto por disminuirse considerablemente el número de nuestros combatientes sin recibir refuerzo alguno. El batallón Zepita i el Cazadores del Misti…, procuraban marchar de frente sobre el enemigo conduciendo sus respectivos estandartes… El abanderado del Zepita,…daba prueba de gran animación i valor al marchar sereno al encuentro del enemigo, conduciendo tan preciosa carga, hasta que fué herido i puesto fuera de combate, pasa a otro soldado quien lo salvó de una pérdida casi segura conduciéndolo hasta este lugar. Del mismo modo el abanderado del Misti, ha tenido un digno comportamiento en la misión que se le confiara


EL CENTRO PERÚ-BOLIVIANO TAMBIÉN AVANZA: Debilitados por el traslado de las tropas hacia la izquierda, cuenta el general Severino Zapata, a cargo de la 2° División Boliviana, denominación exagerada ya que contaba con un solo batallón de infantería a su disposición, el Padilla (Pedro P. Vargas) y originalmente tenía tres, cuando disponía del Sucre (Juan P. Ayoroa) y el Viedma (Ramón González).
La división..(f)ormada la línea de batalla, esta división ocupó el centro[6] pero  el día 23 ó 24 de Mayo se reformó la línea, quitándole el Sucre y el Viedma, que fueron trasladados a la izquierda, confiando en que el principal ataque se daría en la izquierda y el centro sufriría una presión menor.
Como único refuerzo tuvo al Batallón Chorolque (Justo de Villegas). “Comprometido el combate por el ala izquierda de nuestra línea y rotos los fuegos sucesivamente por este costado, el General Pérez ordena el ataque. Zapata envía al Padilla y el Chorolque, que atacaran al paso de vencedores y con todo ímpetu….arengados por su jefe, abandonan las fundas de los morriones, de color blanco, descubriendo el color colorado “que en efecto, era distintivo; y recibida la orden de hacer fuego, se lanzó…. Los dos cuerpos enunciados hicieron tan recio ataque, que llegaron a la línea enemiga y consiguieron, de pronto, desordenarla, tomando prisioneros y armas. Debe entenderse que no sólo cargaron ellos sino todas las unidades situadas en el centro de la línea aliada, pues también menciona que “…al costado derecho de la división de mi mando, batallones Loa y Grau,…entraron a la vez y con igual energía que los batallones Padilla y Chorolque. El batallón peruano colocado a la izquierda del Padilla y la brigada de artillería boliviana comandada por el señor comandante Palacios, también se sumaron a la carga.
Cuenta el jefe del batallón Padilla, “al fin las guerrillas desplegadas a vanguardia de cada cuerpo, según el plan preconcebido, recibieron orden de romper el fuego, sobre el enemigo que hacía de su parte mortífero sobre nuestras filas sin dejar de avanzar. La principal guerrilla del batallón Padilla formaba la 6ª compañía (capitán Juan Garitano Zavala), con reserva de la 5ª (sargento mayor Julián Paz) conservan su posición, mientras que las demás compañías permanecían formadas a su retaguardia. Replegada la 1ª guerrilla, salió a afrontarse la reserva, y pocos momentos des­pués, recibí…orden de atacar con todo el cuerpo….se avanzó en batalla al trote y sin hacer mucho fuego, aproximándose como a tres cuadras del enemigo (unos 300 mts)…; entonces fue que el batallón se desplegó cargándose a la derecha del contrario y dando un fuego nutrido y ganando terreno a cada descarga hasta desalojar a aquél...los cuerpos Chorolque y Grau que estaban a nuestra derecha respectivamente cargaron con igual bizarría, viniendo a ocupar cerca de la dirección de nuestra línea. El batallón Arica de nuestra izquierda, rivalizó en entusiasmo y decisión. El paso con que avanzó fue siempre el de carga hasta arrollar y hacer dar media vuelta a la fila enemiga, y hubo instante, que cesando por completo el fuego contrario (entre la huida y la retirada y la falta de municiones), se dieron prisa varios del Padilla a dar alcance a los corridos para desarmarlo a bayoneta calada y lo consiguieron tomando muchos prisioneros. En este estado apareció una nueva línea enemiga, detrás de la ceja de nuestro frente, que con sus descargas cerradas consiguió proteger a los que quedaban..
Estabilizada la línea chilena al llegar los refuerzos, ambos bandos se fusilan. En la versión del jefe del Padilla, “al cabo de un cuarto de hora, nuestra línea volvió a cargar. El combate se convirtió en cuerpo a cuerpo, y como se “inutilizaron varios rifles de nuestros soldados, los que en el acto cambiaron con los Comblain de los chilenos prisioneros y muertos sobre cuyos cadáveres pasaban, usando de sus municiones.[7]
Hasta el momento de la salida de los peruanos y bolivianos las divisiones chilenas (Amengual y Barceló) forman una sola línea de combate, demasiado extendida y demasiado agotada a esa hora. Las bajas se han ido acumulando y las municiones escasean, usando, los que están aún sanos o combatiendo, la de heridos imposibilitados de hacerlo y la de los muertos. En el lado aliado en cambio, su posición atrincherada le ha permitido reducir sus bajas (hay que recordar que estaban en inferioridad numérica). Al mismo tiempo Camacho ha recibido fuertes refuerzos. Y sale de sus atrincheramientos. Es la hora del contraataque.

OFICIALDE CABALLERÍA

Cuando empieza el movimiento hacia adelante, la presión sobre las unidades chilenas se empieza a hacer insoportable. Amengual y Barceló tocan retirada. Un grito atronador de victoria ¡Victoria! Sale de la línea aliada; Camacho recibe en esos momentos los batallones Alianza y Aroma; a su cabeza inicia un contra ataque que arrolla a los chilenos; Castro Pinto sigue el movimiento; sale de sus trincheras y arremete con bríos a Barceló. En los siguientes veinte minutos resiste el ataque e inicia el contraataque
La descripción boliviana a cargo de Murguia sigue así “Como Camacho viendo la retirada chilena “pidió auxilio al ala derecha. Voló á traerlos el Coronel Agustín López atravesando la línea de Batalla….Mientras, Camacho, cargó casi temerariamente con los batallones Alianza y Aroma. Eran las once y media.” La línea aliada sigue firme….Camacho y Castro Pinto se comunicaron, enviando aquél á éste un Ayudante de campo,…. Camacho se puso al frente de las Divisiones Cáceres y Suarez, verificó un premeditado y hábil movimiento de circunvalación, y "descendió por el leve declive de la loma, montado en fogoso caballo cochabambino de piel renegrida, animando con su ejemplo á sus aliados que ya casi victoriosos le seguían…..El Chillan sigue el camino de la fuga emprendido por el Esmeralda y los Navales…”. La división Barceló, se estrella por segunda vez contra el centro de Cáceres y Suárez.
Camacho se pone al frente de estas fuerzas y consuma la obra á la izquierda. El jefe del Padilla enviste enfurecido las tropas chilenas de Torreblanca, esclamando : ¡Compañeros, haced volar los kepis, para que el enemigo vea nuestras frentes valerosas; y adelante! Envuelve esas tropas y las empuja con Ímpetu irresistible. Avanzan ciegos de embriaguez guerrera Castro-Pinto, Canevaro, Villegas, Fajardo, Iraola, Vargas, y flanquean y dispersan al Atacama y al resto de la División chilena. Adolfo Vargas con un sublime entusiasmo que estremece el patriotismo, trasportado de alegría, agita al aire su kepi y dá hurras y vitores. Torreblanca (del Atacama) cae muerto al lado de un tendal de cadáveres. Batallones hay que han quedado reducidos á la mitad. Algunos ya no existen.
Los Colorados, los Amarillos, y los Aromas de la izquierda (todos bolivianos)  están á punto de cantar victoria, con Camacho á la cabeza. Pero tal ataque también produjo la disminución de sus soldados. Y á la verdad que comenzaron á verse los primeros rostros pálidos y turbados que presagian las derrotas en medio del azoramiento general y de algunos soldados que atemorizados volvian cara gritando "¡derrota!”




El terreno ganado por esta parte de los aliados fué formidable, á las ordenes inmediatas de los Coroneles Ildefonso Murguia y Agustin López. Los beligerantes estaban al alcance de la vista y de la voz….. Fue de tal envergadura su avance, dice la versión boliviana, que arrebatan al enemigo seis piezas de cañón, con las cuales desde allí, no hacía mucho daño, y hostilizaban á nuestros compañeros pretendiendo flanquearnos por completo. Las piezas tomadas, y calientes aun, eran dos Krupps de calibre mayor, tres de menor y una ametralladora desmontada y caida; todas ellas con sus respectivas municiones -rifles abandonados por el pánico del contrario, tres banderolas que ostentaba el Sub-teniente Manuel J. Córdova, argentino, un Sargento y un soldado cuyos nombres se me escapan á la memoria, pero los tres bravos pertenecientes á la dotación del I°  de Linea.''
En ese momento el General Juan José Pérez recibe un balazo en la frente, "¡Viva la Alianza!", exclama, y cae de su caballo.
…sobre los trofeos conquistados y creyendo mis soldados asegurada la victoria, me presentan en alto los rifles del invasor (chileno), llegando hasta ofrecerme un winchester…. Sobre la marcha hube, sin embargo, de ordenar que arrojasen esas armas é hiciesen uso de las propias, para perseguir al enemigo y aprovechar con éxito de la ventaja alcanzada. Las piezas, pues, fueron dejadas á retaguardia, y avanzamos con prontitud, mas de doce cuadras aún, diezmando y dispersando al enemigo, á tal punto que mi oficialidad y tropa veian aquella despavorida fuga y ostensible desorganización de los cuerpos referidos y su brigada de artillería, como un signo innegable del definitivo triunfo de las armas de la Alianza.”
…el anhelado auxilio no nos vino, y .el enemigo, ya inmensamente superior en número, elementos y descanso, amenazaba envolver á nuestra diminuta tropa: nuestros flancos estaban, á poco, tomados, y ocupado el frente de manera que aquella avalancha humana formaba un semicírculo semejante á un herraje de fuego, á nuestro alrededor.



[1] Machuca, Francisco Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, tomo II
[2] Antes de entrar en combate estaba en conocimiento de V.S. que los soldados de la división sólo llevaban 130 tiros por individuo: 100 que es lo que carga habitualmente el soldado y 30 que se repartieron por la mañana en el campamento a todos los cuerpos excepto al regimiento Esmeralda, que no se le dio más porque no habían llegado las municiones Grass, según contestacióndel oficial de Estado Mayor General que las distribuyó. Parte de la batalla de Tacna del general Amengual

[3] Machuca, Francisco Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, tomo II
[4] DIARIO DE CAMPAÑA DE UN CIRUJANO DE AMBULANCIA Víctor Körner Andwandter

[5] Relata Alberto del Solar “La distribución de los tiros de repuesto (antes de la batalla) se hacía en aquellos momentos a los distintos cuerpos, tocándoles a razón de doscientos cartuchos por soldado. El Esmeralda y los demás de la división que debían empeñarse en el combate simultáneamente con los de la segunda, hicieron presente a los ayudantes que sólo poseían cien cartuchos por fusil, cantidad insuficiente, si, como era de suponerlo, el asalto de las trincheras duraba algunas horas….cuando el coronel Amengual puso en conocimiento de quien correspondía esta circunstancia, sea que el jefe del Parque se hallase muy ocupado con otros cuerpos en aquel momento, sea que no tuviera él las órdenes necesarias para atender a esta reclamación (lo que es más probable) o sea, por último, que ello se considerase de poca importancia, trascurrió un tiempo, precioso en aquellos momentos, sin que las municiones solicitadas nos llegaran; de modo que cuando la orden definitiva de cargar paralelamente con la segunda división, protegidas ambas por los fuegos de la artillería, fue trasmitida a nuestros jefes en alta voz (y tanto que muchos de nosotros pudimos oírla de boca del mismo ayudante), ninguno dudó de lo arriesgado de la empresa que se nos encomendaba.

[6] Parte del general Severino Zapata, jefe de la 2° División Boliviana dado en La Paz, Junio 18 de 1880.


[7] Destacando el valor de las tropas, el jefe del Padilla hace el recuento de los caídos en esos momentos victoriosos: “Entretanto murieron heroicamente los capitanes: Juan G. Zavala y Julio Achá; los tenientes: José María Obando, Delfín Butron, Justo Pastor Rivera, el porta estandarte Sócrates Céspedes y N. García que se alistó en la 5ª compañía momentos antes de la batalla. Fueron heridos, (Vargas), del brazo y costado izquierdo, inutilizándosele su cabalgadura por tres proyectiles; el 2º jefe, teniente coronel don Vicente Crespo, en la parte interior de la rodilla derecha; el sargento mayor don Manuel Cordero, de gravedad en el muslo derecho y el sargento mayor graduado don Julián Paz de la 5ª compañía

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