BATALLA DE TACNA: DEL ASALTO A LA CRISIS
Por el lado boliviano, a las 8 30, la división de la reserva del ala
derecha del Ejército aliado (Aroma y Alianza) gane terreno por
el flanco izquierdo hasta la altura del
centro del Ejército, delante de las ambulancias peruanas, a retaguardia de los guardias nacionales de Sama y a la derecha del Cazadores del Cuzco, que formaba la
reserva del centro, lo que realizan a la carrera, permaneciendo en esa posición
por alrededor de 45 minutos. Mientras la fusilería aumentaba y la artillería
chilena desperdiciaba munición pues los proyectiles caían muy por detrás de la
línea. Sin embargo otra orden llega: volver a su antiguo puesto, junto al
Escuadrón Murillo y la artillería Krupp. Y después otra orden: desplegarse en
orden de batalla hacia la izquierda, por lo que atraviesan toda la línea, al
trote. La hora del contraataque había llegado.
LA CRISIS DE LA BATALLA. LA IZQUIERDA
CHILENA CEDE: “Campero, al contemplar el despliegue de Amengual
y su propensión a oblicuar a la derecha, se felicita de haber adivinado las
intenciones de Baquedano; rebasar su
ala izquierda, envolverla y acabarla por retaguardia”[1]. Ahora es su turno, descubierta la
estrategia chilena, de devolver el golpe.
Desde la distancia, a través de
binoculares que le han prestado, José
Miguel Varela ve como evoluciona la batalla: “se notaba a lo lejos lo el inmenso combate en que estaban
empeñados….los veía avanzar y retroceder y hasta era posible observar como
caían los soldados…todas las formaciones que habían partido al combate estaban
ya empeñadas en combate –ya absolutamente desordenadas-luchando cuerpo a cuerpo
con peruanos y bolivianos, aunque en el sector que observaba era la mayoría de
las tropas eran de Bolivia.”
SOLDADO BOLIVIANO
El combate desde la
visión de Alberto del Solar: “me vi envuelto en medio del fuego mortífero que nos
diezmaba. Creo que mi primer impulso fue el de no seguir avanzando. Con
sorpresa, sin embargo, me encontré en mi puesto al frente de mi mitad, un tanto
desorganizada por las desigualdades del terreno y por la confusión que,
naturalmente, habían introducido en todos los batallones los primeros disparos
del enemigo, casi a boca de jarro. Mis soldados se batían concienzudamente,
obedeciendo, al mismo tiempo, las órdenes emanadas del capitán de la compañía,
órdenes que les trasmitíamos. En algunos segundos la línea volvió a quedar
cerrada, y avanzando, avanzando siempre, medio agazapados, hacia la cumbre,
pudimos darnos mejor cuenta del campo de batalla, a pesar del humo que se hacía
cada vez más intenso.
El enemigo, viendo que le atacábamos de flanco,
hubo de reconcentrar sus fuerzas sobre el costado amenazado, que a cada momento
se robustecía con nuevas fuerzas, nutriendo más y más su fuego. Mi tropa se
renovaba a medida que se reducía: cuando caía un soldado, otro lo reemplazaba
en su puesto, con el mayor orden posible. Nosotros recorríamos nuestras filas
gritando para hacemos oír en medio del tiroteo, y el avance constante. A
izquierda y derecha las otras compañías estrechaban, a su vez, la distancia y
mezclándose con las de los demás cuerpos de la división que ocupaban más o
menos la misma zona de terreno, avanzaban juntas con igual rapidez. Mientras
disputábamos el campo por ese lado, a continuación, el resto de la división
sostenía el fuego. El comandante Holley,
seguido de dos ayudantes, pasaba frente a la línea y nos gritaba:
-¡Adelante!...
Muy cerca de mí, llevado por el ardor de su
carácter impetuoso, Martiniano Santa María (teniente de la cuarta compañía, y
por tanto, mi vecino) cumplía admirablemente con su deber. Florencio Baeza, mi capitán, peroraba a sus soldados y cambiaba
conmigo sus observaciones: todo ello con la mayor sangre fría….Arístides Pinto Concha, muy próximo
también a mi puesto -pues era el teniente de la segunda (yo pertenecía a la
tercera)-, caía herido, después de batirse con denuedo y entusiasmo. Semejante
a él, Joaquín, su hermano, se posesionaba de las necesidades de la situación y
combatía con calma, haciendo el elogio de los soldados que se distinguían…..
Quédame sólo Montalva, que era mi compañero de mitad, a quien perdí de vista en
un momento de confusión. Después pude ver que una bala le había atravesado el
pecho, dejándole sin conocimiento… Y, entre tanto, el fuego continuaba vigoroso
y graneado y haciendo a cada instante nuevas víctimas. Más de media hora
trascurrió así, y ya la intensidad del humo espeso que casi nos ahogaba, me
quitó toda conciencia de lo que pasaba a mi alrededor. No perdía, sin embargo,
de vista los fusiles enemigos cuyos fogonazos resplandecían al frente, sirviéndome
como de guía, junto con la voz de las cornetas y las indicaciones de los
ayudantes.
Camacho, para destruir un ala de las fuerzas chilenas, pide más refuerzos a las
tropas ubicadas al centro y su izquierda. Castro
Pinto le remite unidades peruanas: la IV
División del coronel Mendoza con
los batallones Victoria (Godinez) y Huáscar (Barriga) y la V División del coronel Herrera e integrada por los batallones Ayacucho (Somocurcio) y Arequipa (Iraola).
Esto debilita el centro y la izquierda
peruana, pero el riesgo vale la pena, por lo que ve Campero, si quiere derrotar el ataque chileno. Incluso él mismo “se
traslada a la derecha (aliada) y
obtiene de Montero (la izquierda aliada)
la reserva boliviana del coronel Murguia
formada de los batallones Alianza o Colorados (Murguia) y Aroma (Silvestre Doria Medina), las mejores unidades de Bolivia en
armamento y entrenamiento.
Sigue Alberto del Solar, oficial del Esmeralda:
Notaba que la acción se empeñaba. Entre
los míos, arrastrados por la fiebre de la pelea, descubría a veces el quepis de
algún Chillán o Naval, separados inconscientemente de sus filas. Los accidentes del
suelo constituían una verdadera dificultad para regularizar la formación, de
modo que había llegado el caso de combatir en guerrilla. Empeñado en reunir mi
tropa hallábame, cuando oí a mi lado una voz: -Parece que ganamos terreno,
subteniente. Quien así me hablaba era un oficial del batallón porteño, mezclado
con un piquete de los suyos entre los Esmeraldas. -Así lo creo también... -le
contesté.
-¡Cargar un poco sobre la derecha!... ¡A
coronar aquel morro! ¡Adelante!...
Medio muerto de cansancio, jadeante y con la
frente cubierta de sudor, el amigo Joaquín se servía para enjugársela de un
inmenso pañuelo, mitad negro y mitad rojo, famoso por sus antecedentes y no
abandonado durante toda la expedición... -Guarda ese trofeo -le dije-. Vas a
presentar con él mucho blanco al enemigo... -Y, sobre todo -agregó el oficial
porteño-, separémonos un poco por la misma razón, y... No alcanzó a terminar la
frase. En ese momento,…una bala le dio en medio de la frente, haciéndole caer
de espaldas, sin un quejido, sin un suspiro siquiera... Sin detenernos sobre el
cadáver, Pinto y yo nos separamos silenciosos y nos perdimos entre el humo y
los soldados... Mientras arrinconábamos al enemigo en sus trincheras, avanzando
siempre, las divisiones de retaguardia se acercaban, aunque no con la rapidez
que nos hubiera convenido.
Una hora de combate contra fuerzas mucho
mayores, que se reemplazaban a medida que nuestros batallones, enardecidos por
la pelea, les iban haciendo enormes brechas, agotó nuestra provisión de
municiones, hasta el extremo de que algunos soldados se encontraron en el caso
de pedirlas a sus compañeros. El cansancio, por otra parte, atenuaba poco a
poco nuestros bríos, y ya muchos, rendidos por la fatiga, se encontraban sin
aliento para seguir combatiendo. Era preciso, sin embargo, sostenerse.
El número de bajas aumentaba a cada paso; de
modo que ya los claros hechos en nuestras filas no se llenaban sino muy
insuficientemente. La pelea, sin embargo, se mantenía encarnizada y se
redoblaban las voces de mando, que los ayudantes trasmitían cruzando a todo
galope frente a las hileras. Entre ellos, Patricio Larraín Alcalde, a quien vi
cruzar varias veces, unas llevando órdenes, otras trayéndonos las pocas municiones
de refuerzo que podía procurarse.”
Desde el
punto de vista chileno, si las fuerzas totales empeñadas en la batalla eran
apenas algo más de 5.500 hombres, hasta ese minuto, “Camacho y Castro Pinto tenían por su parte 4.250 hombres, el primero y 4.500
el segundo, que suman 9.750 plazas. Ahora, con el refuerzo de las Divisiones
Mendoza, Herrera y Murguia aumentaron el efectivo en 3.000 hombres más o menos.
La línea chilena no puede avanzar; además, escasean las municiones[2]
que se reponen con las de los muertos y heridos.”[3]
Es sólo cuestión de tiempo para que los aliados empiecen a empujar a los
chilenos y expulsarlos hacia la planicie y a una sangrienta persecución.
Uno de los momentos
decisivos del combate comenzaba.
Mientras en Tacna, cuenta un prisionero chileno “sienten el estampido del cañón. Sigue
después el fuego de rifles y ametralladoras que llega al calabozo como un
redoble de mil tambores. Se estremece la tierra y vibran las puertas y ventanas
de la cárcel. A las 11 ½ sienten gritos y entre cantos y algazara vivas al Perú
y a Bolivia, y a los generales. ¡Victoria! ¡Victoria! Repercute en toda la
ciudad. Por las junturas de la puerta ven a soldados fraternizar con el pueblo
y servirse grandes vasos de licor.”
ATAQUE DE LOS COLORADOS
EL SEGUNDO AIRE DEL CONTRATAQUE ALIADO. LOS
COLORADOS: Cuenta
Víctor Körner Andwandter, el
cirujano que está en el campo de batalla atendiendo heridos: “A eso de las doce y media vinieron
corriendo a nuestro encuentro grupos de soldados en rápida retirada,
diciéndonos que nuestras líneas habían tenido que ceder ante el incontenible
ataque de los “Colorados” de Daza y
que los bolivianos venían avanzando rápidamente. En efecto no tardaron en
hacerse sentir los silbidos de las balas que pasaban por sobre nuestras cabezas
o caían en nuestra vecindad levantando en la arena nubecitas de polvo. Nos
retiramos con la gente y con los heridos detrás de un montículo que nos
protegiera de los proyectiles, y reunimos ahí un numeroso grupo de heridos.[4]
Relata Adolfo Holley, que
tras tomar la primera línea, “(la) segunda y tercera trinchera opusieron una resistencia más
tenaz; los cuerpos de nuestra derecha Navales,
2° (batallón del) Esmeralda y Chillán, haciendo un cuarto de
conversión sobre su izquierda, entraron bizarramente al fuego y atacamos juntos
las posiciones enemigas.
La segunda
posición fue igualmente tomada después de una seria resistencia, costándonos
muchas bajas y más de una hora de tiempo. Aquel momento era lo más serio del
ataque, había necesidad absoluta de tomar la tercera posición….En aquel momento
supremo los soldados pedían a gritos municiones,…traté entonces de reunir la
tropa y atacar la posición a la bayoneta, pero era imposible hacerse oír con el
ruido atronador que ahí reinaba; nos batíamos a 40 metros de distancia. Busqué
entonces un corneta llamándolo a gritos por todas partes, porque el mío había
caído; tampoco lo encontré. Llega
el capitán Patricio Larraín, con dos
cajas de municiones. Holley se
queja: “Aquel refuerzo era tan
insignificante que no alcanzaba a un tiro por hombre.”, sin embargo los del
regimiento de caballería Yungay
estaban repartiendo munición de la misma manera por la batalla. Así lo
atestigua José Miguel Varela: (V)imos pasa a los “Carabineros de Yungay
N° 1”. Galopaban por el centro del amplio campo de batalla hacia las posiciones
enemigas llevando sobre sus piernas pesadas cajas de municiones para abastecer
a los infantes, ante la imposibilidad de avance de las carretas de intendencia.
Mientras los carabineros avanzaban al galope llevando los miles de tiros que necesitaban los desdichados infantes,
vimos como los esmeraldinos y los navales estaban envueltos por los
bolivianos, que los baleaban…. Lo mismo pasaba con los del “Batallón Valparaíso” y los tres cuerpos, lo que
quedaba de ellos, comenzaron a retroceder.
El mismo oficial contará también esta crisis de las municiones: ….de pronto se
empezaron a escuchar voces de oficiales de infantería que volvían a todo galope
del frente de lucha, gritando fuera de sí que las tropas se habían quedado sin
municiones, diciendo que los únicos que disparaban lo estaban haciendo con los
tiros que sacaban de las cananas de los muertos y heridos, que ya centenares.
Todo el ambiente estaba lleno de gritos lejanos
-como un murmullo permanente-pleno de disparos de todas las armas y el
aire lleno de humo y del polvillo que levantaban las tropas…. En los minutos
que podía mirar por los prismáticos, veía como esas tropas seguían
enfrascadas en un escalofriante combate
y cayendo mas y más hombres.
Sería ya más del
mediodía y las carretas con las municiones[5] no llegaban porque estaban atascadas hasta
los ejes en los arenales. Veía nuevas unidades bolivianas que encerraban a los
diezmados chilenos, que a esas alturas estaban manteniendo las posiciones
conquistadas con enorme sacrificio, casi solamente a punta de bayoneta.
Cerca de las doce
y media –con la ayuda de los lentes ya que nosotros estábamos situados a unos
mil metros del lugar-se veía como las fuerzas bolivianas corrían por el campo
como cosechando, pero lo que hacían en realidad era ir rematando a la bayoneta
a cientos de heridos chilenos que estaban diseminados por todos lados.
Cuenta Avelino Cáceres: “A las 9 A.M. la
artillería nuestra, que estaba situada a la izquierda de la división de mi
mando, que era la de la primera línea, hizo sus primeros disparos sobre el
enemigo. A esa misma hora recibí orden del jefe del ala, de hacer desplegar una
guerrilla de cada cuerpo a la distancia de 40 metros de sus batallones, que
cubriese el frente de sus respectivos cuerpos, lo que fué verificado
inmediatamente. Enseguida saqué una guerrilla mas de cada cuerpo que situé a 20
metros a retaguardia de las primeras, para que les sirviera de sostén. En esta
disposición se encontraban los cuerpos de mi división, en tanto que el enemigo
nos hacia un nutrido fuego de artillería i avanzaban sus guerrillas, cargándose
especialmente hacia el ala izquierda, la que como llevo referido, era cerrada
por el batallón Zepita núm.1 i Cazadores del Misti núm.15, los dos cuerpos de la división de mi mando; fué
entonces cuando vi que algunos cuerpos de los nuestros pasaban a reforzar ese
costado por el que se prolongaba la línea.
A las 11.30 A.M. habiéndose roto los fuegos por los cuerpos
que se hallaban a mi izquierda, i estando las guerrillas enemigas a distancia
de tiro de rifle de las de mi división, ordenó el coronel Camacho, romper los fuegos, entonces avancé con el resto de los
cuerpos de mi mando hasta la altura de las guerrillas, haciendo romper también
los fuegos, logrando con este primer ataque rechazar o disolver las guerrillas
enemigas; pero las continuadas descargas de la artillería chilena, el nutrido
fuego de ametralladoras que acompañaban a sus guerrillas, hacían impracticable
el avance, tanto por multiplicarse notablemente el número de los enemigos que
acudían a contener sus dispersos reforzados por su segunda línea, cuanto por
disminuirse considerablemente el número de nuestros combatientes sin recibir
refuerzo alguno. El batallón Zepita
i el Cazadores del Misti…,
procuraban marchar de frente sobre el enemigo conduciendo sus respectivos
estandartes… El abanderado del Zepita,…daba
prueba de gran animación i valor al marchar sereno al encuentro del enemigo,
conduciendo tan preciosa carga, hasta que fué herido i puesto fuera de combate,
pasa a otro soldado quien lo salvó de una pérdida casi segura conduciéndolo
hasta este lugar. Del mismo modo el abanderado del Misti, ha tenido un digno comportamiento en la misión que se le
confiara”
EL CENTRO PERÚ-BOLIVIANO TAMBIÉN AVANZA: Debilitados por el traslado de las tropas
hacia la izquierda, cuenta el general Severino
Zapata, a cargo de la 2° División Boliviana, denominación exagerada ya que
contaba con un solo batallón de infantería a su disposición, el Padilla
(Pedro P. Vargas) y originalmente tenía tres, cuando disponía del Sucre
(Juan P. Ayoroa) y el Viedma (Ramón
González).
“La división..(f)ormada la línea de batalla,
esta división ocupó el centro”[6] pero el día 23 ó 24 de Mayo se reformó la línea,
quitándole el Sucre y el Viedma, que fueron trasladados a la
izquierda, confiando en que el principal ataque se daría en la izquierda y el
centro sufriría una presión menor.
Como único refuerzo tuvo al Batallón Chorolque (Justo de
Villegas). “Comprometido el combate por
el ala izquierda de nuestra línea y rotos los fuegos sucesivamente por este
costado, el General Pérez ordena el ataque. Zapata envía al Padilla
y el Chorolque, que atacaran al paso de vencedores y con todo ímpetu….arengados
por su jefe, abandonan las fundas de los morriones, de color blanco,
descubriendo el color colorado “que en
efecto, era distintivo; y recibida la orden de hacer fuego, se lanzó…. Los dos
cuerpos enunciados hicieron tan recio ataque, que llegaron a la línea enemiga y
consiguieron, de pronto, desordenarla, tomando prisioneros y armas. Debe
entenderse que no sólo cargaron ellos sino todas las unidades situadas en el
centro de la línea aliada, pues también menciona que “…al costado derecho de la división de mi mando, batallones Loa y Grau,…entraron a la vez y con igual energía que los batallones Padilla y Chorolque. El batallón peruano colocado a la izquierda del Padilla
y la brigada de artillería boliviana comandada por el señor comandante
Palacios, también se sumaron a la carga.
Cuenta el jefe del batallón Padilla, “al fin las guerrillas desplegadas a vanguardia de cada
cuerpo, según el plan preconcebido, recibieron orden de romper el fuego, sobre
el enemigo que hacía de su parte mortífero sobre nuestras filas sin dejar de
avanzar. La principal guerrilla del batallón Padilla formaba la 6ª
compañía (capitán Juan Garitano Zavala), con reserva de la 5ª (sargento mayor
Julián Paz) conservan su posición,
mientras que las demás compañías permanecían formadas a su retaguardia.
Replegada la 1ª guerrilla, salió a afrontarse la reserva, y pocos momentos después,
recibí…orden de atacar con todo el cuerpo….se avanzó en batalla al trote y sin
hacer mucho fuego, aproximándose como a tres cuadras del enemigo (unos 300
mts)…; entonces fue que el batallón se desplegó
cargándose a la derecha del contrario y dando un fuego nutrido y ganando
terreno a cada descarga hasta desalojar a aquél...los cuerpos Chorolque y Grau que estaban a nuestra derecha respectivamente cargaron con
igual bizarría, viniendo a ocupar cerca de la dirección de nuestra línea. El
batallón Arica de nuestra izquierda,
rivalizó en entusiasmo y decisión. El paso con que avanzó fue siempre el de
carga hasta arrollar y hacer dar media vuelta a la fila enemiga, y hubo
instante, que cesando por completo el fuego contrario (entre la huida y la
retirada y la falta de municiones), se
dieron prisa varios del Padilla a
dar alcance a los corridos para desarmarlo a bayoneta calada y lo consiguieron
tomando muchos prisioneros. En este estado apareció una nueva línea enemiga,
detrás de la ceja de nuestro frente, que con sus descargas cerradas consiguió
proteger a los que quedaban..
Estabilizada la línea chilena al
llegar los refuerzos, ambos bandos se fusilan. En la versión del jefe del Padilla, “al cabo de un cuarto de hora, nuestra línea volvió a cargar. El
combate se convirtió en cuerpo a cuerpo, y como se “inutilizaron varios rifles de nuestros soldados, los que en el acto
cambiaron con los Comblain de los chilenos prisioneros y muertos sobre cuyos
cadáveres pasaban, usando de sus municiones.”[7]
Hasta el momento de la salida de los peruanos y bolivianos las
divisiones chilenas (Amengual y Barceló) forman una sola línea de
combate, demasiado extendida y demasiado agotada a esa hora. Las bajas se han
ido acumulando y las municiones escasean, usando, los que están aún sanos o
combatiendo, la de heridos imposibilitados de hacerlo y la de los muertos. En
el lado aliado en cambio, su posición atrincherada le ha permitido reducir sus
bajas (hay que recordar que estaban en inferioridad numérica). Al mismo tiempo Camacho ha recibido fuertes refuerzos.
Y sale de sus atrincheramientos. Es la hora del contraataque.
OFICIALDE CABALLERÍA
Cuando empieza el movimiento hacia adelante, la presión sobre las
unidades chilenas se empieza a hacer insoportable. Amengual y Barceló tocan retirada. Un grito atronador de victoria
¡Victoria! Sale de la línea aliada; Camacho recibe en esos momentos los batallones Alianza y Aroma; a su cabeza inicia un contra ataque que arrolla a los
chilenos; Castro Pinto sigue el
movimiento; sale de sus trincheras y arremete con bríos a Barceló. En los
siguientes veinte minutos resiste el ataque e inicia el contraataque
La descripción
boliviana a cargo de Murguia sigue
así “Como Camacho
viendo
la retirada chilena “pidió auxilio al ala
derecha. Voló á traerlos el Coronel Agustín
López atravesando la línea de Batalla….Mientras, Camacho, cargó casi temerariamente con los batallones Alianza y
Aroma. Eran las once y media.” La línea aliada sigue firme….Camacho y Castro
Pinto se comunicaron, enviando aquél á éste un Ayudante de campo,…. Camacho se puso al frente de las
Divisiones Cáceres y Suarez, verificó un premeditado y hábil
movimiento de circunvalación, y "descendió por el leve declive de la loma,
montado en fogoso caballo cochabambino de piel renegrida, animando con su
ejemplo á sus aliados que ya casi victoriosos le seguían…..El Chillan sigue el camino de la fuga emprendido
por el Esmeralda y los Navales…”. La división Barceló, se
estrella por segunda vez contra el centro de Cáceres y Suárez.
Camacho se pone al frente de estas fuerzas y consuma la obra á la
izquierda. El jefe del Padilla
enviste enfurecido las tropas chilenas de Torreblanca, esclamando : ¡Compañeros,
haced volar los kepis, para que el enemigo vea nuestras frentes valerosas; y
adelante! Envuelve esas tropas y las empuja con Ímpetu irresistible. Avanzan
ciegos de embriaguez guerrera Castro-Pinto,
Canevaro, Villegas, Fajardo, Iraola,
Vargas, y flanquean y dispersan al Atacama
y al resto de la División chilena. Adolfo
Vargas con un sublime entusiasmo que estremece el patriotismo, trasportado
de alegría, agita al aire su kepi y dá hurras y vitores. Torreblanca (del Atacama) cae muerto al lado de un tendal de cadáveres. Batallones hay que han
quedado reducidos á la mitad. Algunos ya no existen.
Los Colorados,
los Amarillos, y los Aromas de la izquierda (todos bolivianos)
están á punto de cantar victoria, con Camacho á la cabeza. Pero tal ataque también produjo la disminución de sus soldados. Y á la
verdad que comenzaron á verse los primeros rostros pálidos y turbados que
presagian las derrotas en medio del azoramiento general y de algunos soldados
que atemorizados volvian cara gritando "¡derrota!”
El terreno ganado por esta parte de los aliados
fué formidable, á las ordenes inmediatas de los Coroneles Ildefonso Murguia y Agustin
López. Los beligerantes estaban al alcance de la vista y de la voz….. Fue de tal envergadura
su avance, dice la versión boliviana, que arrebatan al enemigo seis piezas de cañón, con las cuales desde allí, no hacía
mucho daño, y hostilizaban á nuestros compañeros pretendiendo flanquearnos por
completo. Las piezas tomadas, y calientes aun, eran dos Krupps de calibre
mayor, tres de menor y una ametralladora desmontada y caida; todas ellas con
sus respectivas municiones -rifles abandonados por el pánico del contrario,
tres banderolas que ostentaba el Sub-teniente Manuel J. Córdova, argentino, un
Sargento y un soldado cuyos nombres se me escapan á la memoria, pero los tres
bravos pertenecientes á la dotación del I°
de Linea.''
En ese momento el General Juan José Pérez recibe un balazo en la frente, "¡Viva la
Alianza!", exclama, y cae de su caballo.
…sobre los trofeos conquistados y creyendo mis
soldados asegurada la victoria, me presentan en alto los rifles del invasor (chileno), llegando hasta ofrecerme un winchester….
Sobre la marcha hube, sin embargo, de ordenar que arrojasen esas armas é
hiciesen uso de las propias, para perseguir al enemigo y aprovechar con éxito
de la ventaja alcanzada. Las piezas, pues, fueron dejadas á retaguardia, y avanzamos
con prontitud, mas de doce cuadras aún, diezmando y dispersando al enemigo, á
tal punto que mi oficialidad y tropa veian aquella despavorida fuga y
ostensible desorganización de los cuerpos referidos y su brigada de artillería,
como un signo innegable del definitivo triunfo de las armas de la Alianza.”
…el anhelado auxilio no nos vino, y .el
enemigo, ya inmensamente superior en número, elementos y descanso, amenazaba
envolver á nuestra diminuta tropa: nuestros flancos estaban, á poco, tomados, y
ocupado el frente de manera que aquella avalancha humana formaba un semicírculo
semejante á un herraje de fuego, á nuestro alrededor.
[2] Antes de entrar
en combate estaba en conocimiento de V.S. que los soldados de la división sólo
llevaban 130 tiros por individuo: 100 que es lo que carga habitualmente el
soldado y 30 que se repartieron por la mañana en el campamento a todos los
cuerpos excepto al regimiento Esmeralda, que no se le dio más porque no habían
llegado las municiones Grass, según contestacióndel oficial de Estado Mayor General
que las distribuyó. Parte de la batalla de Tacna del
general Amengual
[4] DIARIO DE CAMPAÑA DE UN CIRUJANO DE AMBULANCIA Víctor Körner Andwandter
[5] Relata Alberto del
Solar “La distribución de los tiros de
repuesto (antes de la
batalla) se hacía en aquellos momentos a
los distintos cuerpos, tocándoles a razón de doscientos cartuchos por soldado.
El Esmeralda y los demás de la división que debían empeñarse en el combate
simultáneamente con los de la segunda, hicieron presente a los ayudantes que
sólo poseían cien cartuchos por fusil, cantidad insuficiente, si, como era de
suponerlo, el asalto de las trincheras duraba algunas horas….cuando el coronel
Amengual puso en conocimiento de quien correspondía esta circunstancia, sea que
el jefe del Parque se hallase muy ocupado con otros cuerpos en aquel momento,
sea que no tuviera él las órdenes necesarias para atender a esta reclamación
(lo que es más probable) o sea, por último, que ello se considerase de poca
importancia, trascurrió un tiempo, precioso en aquellos momentos, sin que las
municiones solicitadas nos llegaran; de modo que cuando la orden definitiva de
cargar paralelamente con la segunda división, protegidas ambas por los fuegos
de la artillería, fue trasmitida a nuestros jefes en alta voz (y tanto que
muchos de nosotros pudimos oírla de boca del mismo ayudante), ninguno dudó de
lo arriesgado de la empresa que se nos encomendaba.
[6] Parte del
general Severino Zapata, jefe de la 2° División Boliviana dado en La Paz, Junio 18 de 1880.
[7] Destacando el
valor de las tropas, el jefe del Padilla hace el recuento de los caídos en esos
momentos victoriosos: “Entretanto
murieron heroicamente los capitanes: Juan G. Zavala y Julio Achá; los
tenientes: José María Obando, Delfín Butron, Justo Pastor Rivera, el porta
estandarte Sócrates Céspedes y N. García que se alistó en la 5ª compañía
momentos antes de la batalla. Fueron heridos, (Vargas), del brazo y costado izquierdo,
inutilizándosele su cabalgadura por tres proyectiles; el 2º jefe, teniente
coronel don Vicente Crespo, en la parte interior de la rodilla derecha; el
sargento mayor don Manuel Cordero, de gravedad en el muslo derecho y el
sargento mayor graduado don Julián Paz de la 5ª compañía.
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