EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA
LA ZONA DE DESEMBARCO: “Allí hay 2 pequeñas ensenadas, una llamada Playa Blanca, situada al Sur y la otra,
unos 50 metros al Norte de la anterior, separadas por un alto morro de peñas en
donde azotan con furia las olas. Dicho morro, quebrado y salpicado de pequeñas
cavernas labradas por el mar, cierra ambos desembarcaderos por 2 de sus
flancos, mientras las peñas de la ribera y la cuesta casi a pique, los rodean
por los demás lados.
La línea del Ferrocarril, que pasa a unos 50
metros sobre la playa, forma allí y en todo su trayecto un magnífico parapeto.
Al volver enseguida para faldear el cerro, traza una nueva línea de defensa,
que se repite más arriba al torcer de nuevo para tramontar la cuesta.
Fuera de esto, el camino, que partiendo del
centro de la población de Pisagua se dirige al campamento, forma en la altura
del frente un ángulo que había sido arreglado por el enemigo en forma de
trincheras y todos los disparos de estos puestos, unidos a los de la playa,
podían converger sobre los 2 estrechos desembarcaderos, en donde apenas puede
atracar una lancha y eso a costa de serias dificultades.”[1]
LA PRIMERA OLEADA: Los primeros botes avanzan, intentando varios puntos de desembarco, dice
Erasmo Escala, pero “en todas ellas se
les hizo igual resistencia. Dióse entonces orden a la escuadra de que
protegiese esta operación con el fuego de sus cañones, dirigiendo sus tiros
hacia todos aquellos lugares desde los cuales se hacía fuego a la tropa
nuestra. Las balas y granadas de nuestros buques caían en distintas direcciones
en todos aquellos puntos en que el enemigo estaba oculto y se produjo entonces
el incendio, tanto en los edificios de la población, como en los depósitos de
sacos de salitre y de carbón existentes en varias partes. Esto no detiene a los
defensores quienes continúan rechazando el desembarco con la fusilería con que
cuentan, hasta que los botes comienzan a “echar a tierra sus tripulantes,
teniendo a más que luchar con la pésima condición de los desembarcaderos, en
los cuales la ola azotaba contra las rocas con toda violencia”.
Por el lado
de los aliados, la columna naval a cargo de José Becerra instala la “1ª Compañía con rifles peruanos en el muelle
principal y sus alrededores entre las rocas norte y sur. La 2ª Compañía armada
con rifles chaspot,(sic) dominaba las rocas desde la playa caleta del mercado
hasta el muelle del ferrocarril. En tal estado me encontraba con esta 2ª
Compañía en este puerto con mi ayudante, el Teniente de la guardia nacional D.
Victor Loaiza.”
El mismo Becerra relata que después “las embarcaciones menores avanzaban haciendo
fuerza de remo sobre Playa Blanca,
situada á sotavento del Ferrocarril. Luego que se aproximaban (los
chilenos, los) matriculados de la Columna
Naval, de la 2ª Compañía, disputaban el terreno con denuedo en unión de 25
hombres de los trabajadores del Ferro-Carril, Columna Gendarmes del puerto al
mando del Sargento Mayor graduado Manuel Zeballos y una Compañía del Batallón
Independencia de Bolivia apostados todos convenientemente en las rocas,
repelieron á los invasores, quedando casi el total de ellos tendidos en la
playa, otros arrojaronse al mar, y escondiéndose entre las rocas y dos lanchas
varadas inútiles.”[2]
Las primeras tropas chilenas que
ponen el pie en tierra son las de la brigada de Zapadores, dirigidas por Santa
Cruz tomaron “al enemigo por la
retaguardia, facilitando así el desembarco del resto de la división, que en
esos momentos bajaba a tierra por dos puntos distintos, sufriendo un fuerte
ataque de las fuerzas contrarias estacionadas en algunas posiciones elevadas.
Venciendo todas estas dificultades, llegaron a tierra el batallón Atacama,
regimiento Buín, a las órdenes de sus respectivos comandantes y 108 del
regimiento 2º de línea.”
Desde el Abtao,
Aureliano Sánchez cuenta que la nave “avanzó
hacia tierra haciendo fuego, en medio de una granizada de balas que de la
playa, peñascos y alturas de los caminos de Zigzag del elevado cerro a escarpe,
les dirigían los invisibles enemigos. Las embarcaciones se veían rodeadas de
una nube de humo y agua, causándonos muchas bajas lo que era especialmente
grave para los boteros y remeros, indispensables para traer refuerzos y
municiones.”
En Playa Blanca: La primera oleada “la componían el
batallón Atacama, regimiento Buin, 100 hombres del 2° de línea i 100 hombres de
la brigada de Zapadores, . Como todo desembarco enfrentaba una doble
dificultad: lo que la naturaleza había dejado en las costas de Pisagua: olas,
marea y roqueríos, a lo que se sumaba la resistencia de los aliados. Era común
ver “salir del costado de un buque un
bote con su dotación completa i volver solo la mitad haciendo uso de sus remos,
teniendo, en tal caso, que echar arriba los muertos i heridos i volver
nuevamente a tripularlo para continuar conduciendo la jente de desembarco.”
Cuenta Dublé Almeyda “las
tropas de infantería –peruanos y bolivianos– en número de mil aproximadamente,
ocupaban todos los lugares que podían servir de punto de desembarco a nuestros
soldados parapetados entre las rocas de la playa y en pequeños fosos y
trincheras que habían construido en las faldas de los cerros que próximos al
mar se elevaban a gran altura casi verticalmente.
Los defensores del puerto estaban a cubierto de
los fuegos de nuestras tropas, y estas recibían desde que las embarcaciones se
ponían al abrigo de sus armas, el plomo arrojado de mampuesto por peruanos y
bolivianos. Para evitar gran número de bajas, el desembarco debía ejecutarse
con mucha rapidez. El mayor peligro para nuestros soldados, existía mientras
estuvieran en las embarcaciones que los conducían. Aquí fue donde el enemigo
causó muchas bajas entre los oficiales y tropa de desembarque, y entre la gente
de mar que manejaban las embarcaciones.
Los soldados saltaban de los botes y lanchas,
muchos antes que estos tocaran en tierra, y se precipitaban sobre las rocas y
eminencias atrincheradas, donde se ocultaban los enemigos, arrojándolos de sus
posiciones, o matándolos en el sitio. En una hora estuvo ocupado por nuestras
fuerzas el plano de la población y la orilla de mar.
Entre los tripulantes de los botes
las bajas fueron numerosos. Carlos Condell cuenta respecto de los boteros de la
Magallanes “El guardiamarina José María Villarreal, que mandaba el
tercer bote, fue herido en el brazo derecho y garganta levemente, y muy
gravemente en el ojo derecho,…y muertos el marinero 2º José Ramón Valenzuela y
dos soldados del cuerpo de Zapadores. En el segundo bote, mandado por el teniente
Urmeneta, fue herido en la pierna derecha el marinero 2º Dionisio Morales, y muerto
un soldado de Zapadores….Finalmente, en el primer bote, fue herido levemente en
el hombro derecho y omóplato del mismo lado, el guardián 1º Tomas Harvis, y la
embarcación arrojada a la playa sobre las piedras, por cuyo accidente dos
marineros fueron aplastados por el bote, recibiendo contusiones leves.
Para esos instantes (10:35), dice el coronel peruano
Recabarren, “desde poco después de principiado
este segundo periodo, comenzaban a bajar sucesivamente varias compañías de las
fuerzas bolivianas situadas en el Hospicio,….”. Desde la Magallanes, Condell “notando que apresuradamente se descolgaba
mucha tropa de la que se hallaba acampada en la parte superior de los cerros i
a la que el Amazonas habia dirijido sus fuegos i que llegaba a parapetarse
dentro de la población, haciéndose difícil el desalojarla cuando se intentase
el desembarco, pide instrucciones a Escala y Sotomayor para bombardear el
pueblo. Con la orden dada procede a disparar, avisando al resto de la escuadra
para que actúen del mismo modo.
Desde la Covadonga, Manuel J. Orella narra que
“inmediatamente que…la
guarnición (aliada) abandonaba el
fuerte(Sur), goberné (navegué) cerca
de playa hacia el Norte, tanto para proteger el desembarco de las como también
para hacer fuego sobre las tropas enemigas que bajaban en ese momento por las
laderas del Morro (los batallones bolivianos, en orden de compañía) y se refugiaban en el cementerio de la
población, consiguiendo evitar que los enemigos lograran llegar al punto de
desembarco y hacerlos regresar a sus parapetos.”
La Covadonga se acerca más al punto
de desembarco, y continúa sus fuegos contra los aliados, “desalojando al enemigo de la posición ventajosa que ocupaba en ese
momento para atacar a la tropa que desembarcaba en Playa Blanca.” Cumplida
su misión se aleja de la playa unos 100 metros y ahora descarga sus cañones
contra “los grupos enemigos que dominaban
las cimas de los cerros. En esa posición permanecí media hora”.
Emiliano
Sotomayor narra en su parte, hecho posterior
a al desembarco, que el “primer cuerpo
que tomó la ofensiva desembarcando en Playa Blanca, caleta estrecha con
capacidad únicamente para dos embarcaciones y que se había acordado elegir como
punto más seguro”. Se trata de kis hombres del batallón Atacama. Sotomayor
le ordena a las dos companies que “trataran
de dominar las alturas y, si era posible, flanquear al enemigo que desde la
playa, colocado detrás de las rocas y de toda clase de obstáculos, hacía un
nutrido fuego sobre las embarcaciones que conducían las tropas.”[3]
A las 09.45 hrs: En la ensenada del Sur atracaron los
botes que conducían a los “Zapadores” y
los primeros en varar allí fueron los de la O’Higgins y de la Magallanes. 17 botes con tropas abordaron la playa por 2
pequeñas Caletas situadas al Norte de la población de Pisagua, llevando parte
del Batallón “Atacama” Nº1
y Brigada de“Zapadores”.
El bote del Loa es el
primero en tocar fondo en la Caleta. Los tripulantes no pueden vararlo, porque
se despedazaría contra los riscos. Se echa al agua el cabo Marinao, de
los “Zapadores”, araucano
de pura cepa, gana la orilla premunido de una cuerda y arrastra el bote….(los
demás), se precipitaron sobre un peñasco
cercano tras del cual encuentran un grupo de soldados bolivianos, a quienes
atacan a la bayoneta y a culatazos, matando algunos y haciendo arrancar a los
restantes en dirección a la población de Pisagua.
Al llegar a la playa el resto de los botes, los
soldados se lanzaron al agua y avanzaron sobre los roqueríos y trincheras,
haciendo uso de sus fusiles, bayonetas y corvos. Estas tropas desembarcaron en
medio de una lluvia de balas del enemigo, sembrando los botes y la playa de
muertos y heridos. El padre (capellán franciscano) Madariaga, con el hábito perforado en varias partes por la lluvia de
balas, salta a tierra; sin cuidarse de las balas, corre donde cae un
combatiente, lo auxilia, lo exhorta y lo traslada a lugar seguro, abrigado del
peligro.” En total de 450 hombres, incluyendo algunos de los boteros[4] llegan a Playa Blanca, que
en instantes se convirtió en un hervidero de disparos y combates cuerpo a
cuerpo con bayonetas cuchillos y corvos. Los “Zapadores” comenzaron a avanzar….;
logrando rodear al enemigo y facilitar el desembarco del Batallón “Atacama” Nº1….las tropas que
guarnecían los desembarcaderos de la población de Pisagua, hostigados por los
terribles disparos del Cochrane y
viendo el peligro que corrían los defensores de la parte Norte de la ribera,
principiaron a correrse hacia ese lado, haciendo un mortífero fuego de flanco a
la 1º Compañía del “Zapadores”.
la flota de invasión, luego del combate |
Los
Zapadores con mas orden y disciplina combaten “ordenadamente, al son de la corneta y desplegados en guerrilla, al
mando de su capitán. El mayor Villarroel, del “Zapadores”, que fue a tierra en la primera División de botes,
fue gravemente herido dentro del que lo conducía. Los “Zapadores” sufrían de flanco un
nutrido fuego del enemigo, parapetado en la casa de la Compañía de Salitres, a
más de los tiros de frente que le dirigían desde arriba.
Alrededor de
las 10 30 llegan refuerzos: “las 2
restantes Compañías del “Atacama” Nº1
(la 2º y 4º), de la otra Compañía del “Zapadores”, 1 Compañía del “Buín” y 90 hombres del 2º de Línea. Las balas llovían en
torno de los botes y de las lanchas que remolcaban, siendo crecido el número de
muertos y heridos que hubo en ellos.
[2] En la versión de
los aliados, el desembarco fue un fracaso y los que no murieron tuvieron que
reembarcarse, lo que no se condice con lo ocurrido realmente: que los chilenos
no fueron devueltos al mar, pero tampoco pudieron avanzar mucho más allá de la
playa.
[4] el bravo marinero Villarroel alcanzó a echar
por tierra a 3 bolivianos, uno de ellos a culatazos y no volvió a embarcarse en
su bote hasta 1 hora más tarde, después de haber avanzado junto con los
soldados del “Zapadores” hasta
el primer atrincheramiento.
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