EL DÍA "D" CHILENO. EL DESEMBARCO EN PISAGUA (IV)
El combate en la cabeza de puente: En tierra, seguimos el relato del comandante Santa
Cruz, jefe del Zapadores “A las 10
A.M. trescientos hombres de la brigada de Zapadores i una compañía del Batallón
Atacama,, mandada ésta por el capitán Soto Aguilar i subteniente Matta, nos
dirijimos a Playa Blanca en los
botes de la escuadra, logrando desembarcar en medio del nutrido fuego de
fusilería que se nos hacía de tierra. Desembarcada
la tropa, habiendo tenido nueve bajas, dirijí el ataque sobre las posiciones
enemigas. Estas se encontraban distribuidas en tres posiciones ventajosas: la
mayor parte estaba atrincherada a inmediaciones de la playa tras parapetos de
sacos i peñas de la costa; otra situada a media falda del cerro, se ocultaba en
los barrancos, zanjas i camino del ferrocarril. El resto de las fuerzas
enemigas, que calculo en un total de novecientos a mil, dominaban la cima del
cerro.”
Cargan
contra las dos primeras posiciones “tanto para proteger el desembarco
del resto de nuestras fuerzas, cuanto porque toda tentativa de ascenso habría
sido infructuosa den (sic) esa circunstancia. Al efecto se destacaron guerrillas[1]
desde la playa que sucesivamente avanzaron hasta las alturas de las segundas
posiciones que desalojadas, eran ocupadas por los nuestros i replegándonos
podíamos ir flanqueando al enemigo. El grueso de las fuerza, la reservé para
atracar las trincheras de la playa.”
“En esta forma i avanzando las guerrillas con todas las precauciones
posibles, se desalojó la trinchera de la estación del ferrocarril de donde se
nos hizo la mayor resistencia i en varias ocasiones tuvimos que repeler un
contra ataque.” Lo que
confirman los bolivianos “El general
boliviano, Don Pedro Villamil,
apostado en el sector sur con sus tropas, nuevamente acosó y empujó el
desembarco de los soldados chilenos en tres oportunidades, de manera valiente y
decidida. El General boliviano Ezequiel
De la Peña arremetió audazmente con sus soldados en contra de los chilenos.
La tropa acometió sobre los invasores al grito de: "Perú y Bolivia, unidos
para siempre"[2].
EL SEGUNDO
DESEMBARCO: A las 11 h. 10 m. un grupo como de 25 hombres de los
chilenos alcanza al primer camino de la línea del ferrocarril; en ese momento
de todos los buques se oye un estruendoso ¡Viva Chile! y las bandas de
música rompen con la Canción Nacional, y mientras se envían refuerzos, una
segunda ascensión por la segunda falda ejecutan nuestros soldados para
apoderarse del segundo camino también.
A las 11.30 A.M. relata Santa Cruz, “percibí el segundo desembarque de nuestras tropas. Merced a esta
circunstancia pude utilizar la tropa que cubría nuestra retaguardia, pues hasta
ese momento teníamos que contrarrestar el fuego en todas direcciones. Con mis
fuerzas reunidas di mayor vigor a nuestro ataque.”. Pero no es una ataque
en filas cerradas sino que avanzan en guerrilla.
Encabezados
por sus oficiales se dirige hacia Pisagua y toma por asalto la casona donde se
habían parapetado parte de los defensores
“La 2º Compañía de los “Zapadores” va en ayuda de la 1º
Compañía, que todavía no ha logrado tomar la casa de la Compañía de Salitre.
Pronto fue éste desalojado de allí a punta de bayoneta, huyendo desatado cerro
arriba.”[3]
Para Dublé Almeyda, testigo privilegiado,
cuenta su vision de los chilenos, llegada la segunda oleada, con nuevas tropas,
las que “principiaron a subir el alto
cerro que se eleva casi verticalmente cerca del mar. En los distintos caminos y
zigzag de la línea férrea, y en los senderos para gente de a pie, el enemigo se
hallaba parapetado, y desde allí hacía nutrido fuego sobre nuestros soldados,
que subían aquella pendiente, muchos de ellos con su arma sujeta en los dientes
por el porta-fusil, pues tenía que hacer uso de las manos en muchos lugares
para poder subir. Cuando se cansaban de la ascensión, buscaban un lugar donde
pudiesen ocultos hacer fuego, y en seguida continuaban en marcha hasta
desalojar al enemigo de sus posiciones. En esta ascensión hubo muchas bajas.
Nuestros buques con certeros disparos de sus cañones sobre las trincheras
enemigas, contribuyeron a las operaciones de la infantería chilena.”
Cuenta Recabarren que a los chilenos, las tropas aliadas “lograron rechazarlos (la verdad
contenerlos), colocándolos en condiciones
de no poder renovar el combate en tierra hasta no encontrarse apoyados por
considerable número de tropas que habían sido desembarcadas en la playa de Huata,
situada una milla al norte, trabándose entonces un recio combate que sostuvimos
con buen continente y sin perder nuestras posiciones por espacio de más de
cuatro horas, a pesar de estar sufriendo al mismo tiempo un nutridísimo fuego
que nos hacían las ametralladoras de los buques y de las lanchas, así como con
la artillería de los primeros, que no cesó de disparar un solo instante.”
Juan Buendía dirá más
tarde que “el terreno que ocupaban nuestras fuerzas era desventajoso:
no mide más de 200 metros entre el mar y el escarpado barranco que cierra aquel
punto por el costado este, y cuyo camino sólo permite el tránsito de las
fuerzas en desfile. Fue sobre aquel pedazo que la escuadra chilena hizo
funcionar con prodigiosa rapidez toda su artillería, sus ametralladoras y su
fusilería, porque los buques se hallaban a tiro de revólver de la costa. Una
nube densa producida por el fuego del enemigo, por el propio y por el incendio
que devoraba ya la población y millares de sacos de salitre, envolvía el teatro
del combate a los invasores, en tanto que continuaban los tiros dirigidos del
mar.”
José
Becerra extiende el
relato: “Los (chilenos) no volvieron á desembarcar por (playa
Blanca), por lo que se opta por seguir con un segundo desembarco, esta vez en
la caleta de Huata. Sometido al fuego de la artillería naval ordena que la “1ª Compañía de la Columna Naval situada en
el muelle se replegase á la 2ª Compañía, pues que algunas individuos
combatientes se habían acercado mostrándome sus rifles chaspot inutilizados y
pidiendo permiso para ir al deposito de la Aduana para reemplazarlos, así lo
hicieron regresando con otros.”
Para
los chilenos, la segunda oleada, ahora ubicada a la derecho del primer grupo
(Playa Huata), “completó en tierra a
los “Zapadores”, “Atacama” Nº1, “Buín” y parte del 2º de Línea.
En este viaje iba el Comandante del “Atacama” Nº1,
teniente coronel Juan Martínez, y algunos oficiales de esta unidad; el
Comandante del “Zapadores”,
teniente coronel Santa Cruz y las unidades fundamentales con sus respectivos
Comandantes.” Ambos grupos se unen. En Playa Blanca avanzan las Compañías 2º y 4º del “Atacama” Nº1. Entre los
oficiales que desembarcan estaban los capitanes José A. Fraga y Félix G.
Vilches, que se unieron a sus colegas Ramón Soto Aguilar y Ramón Vallejos,
desembarcados en la 1º ola; el teniente Melitón Martínez, hijo del Comandante
de la unidad, el teniente Antonio Mario López y el subteniente Rafael
Torreblanca.
Ahora
dirigidos por su jefe, los del Atacama embisten por Playa Blanca, flanqueando a
los defensores. Mientras Santa Cruz y sus Zapadores lo hacen por playa Huata,
en medio de gritos. El subteniente Torreblanca,
del Atacama,
dirige a sus tropas sable y revolver en cada mano “arrastrando en pos de él 60 soldados. Los enemigos abandonaron el
puesto sin que pudieran ponerlos al alcance del brazo. El cerro era medanoso,
así que llegaron extenuados de fatiga ahí. Después de algunos minutos de
descanso y de fuego, Torreblanca asaltó la primera línea del Ferrocarril. Como
en todas partes, los bolivianos no los esperaban. Esa tirada fue más larga que
la anterior y sólo le acompañaron a Torreblanca, 18 ó 20 soldados.”
Estos
asaltos son descritos por el corresponsal de El Mercurio de Valparaíso. Al
hablar de los soldados del Atacama, “subían
como culebras la arenosa cuesta, y después de disparar un tiro medio
recostados, principiaban a arrastrarse de nuevo hacia arriba. La mayor parte de
los que desde a bordo nos parecían cadaveres, examinados con el anteoj, los
veíamos avanzar levantando de cuando en cuando la cabeza para distinguir a sus
enemigos…. Vimos un grupo de cinco atacameños,….,que después de posesionarse de
la trinchera formada por la primera vía del Ferrocarril, llegaba a la mitad del
segundo tramo de la falda, y se batía casi a boca de jarro, contra los enemigos
parapetados en esa nueva posición”[4]
“El subteniente
Torreblanca aguardó ¼ de hora, a que se le reunieran más soldados, aguantando y
contestando el fuego que les hacían los Aliados, desde la carretera, distante
30 metros, sobre sus cabezas.” Destaca
a un cabo “con 10 hombres para que
hicieran desocupar la carretera inferior hacia el lado de la población, desde
donde se hacía un vivísimo fuego sobre los botes.” Torreblanca “tras el corte del cerro, pudo observar el
aspecto del combate. El desorden era espantoso, los soldados se batían solos. Disparos
venían desde “los edificios de la
Estación y en la Compañía Salitrera allí vecinos y contiguos.” Con la
llegada de Santa Cruz y su táctica
de orden disperse progresa major el ataque. El jefe de los Zapadores, llegado en la
segunda olada de botes, “ordenó el ataque
de aquellas posiciones al toque de corneta; al paso que los “atacameños”, incontenibles en sus
bríos y en su empuje de montañeses acostumbrados a escalar los cerros, se lanzaron
a la ladera (frente a ellos) iban
replegándose los grupos bolivianos hacia las alturas, disputando bravamente
cada pulgada de terreno al adversario.”.
Ruinas en Pisagua luego del bombardeo y el desembarco |
En
la playa, pese al inicial avance fuera de la cabeza de Puente, aún el
desembarco presente dificultades, en una lancha que llevaba a unos cincuenta
hombres “iba remolcada por la lancha a
vapor del Cochrane,….sea por temor a las rompientes o por otra causa, la dejó
sin remolque cuando todavía faltaban unos 50 metros para llegar al
desembarcadero. Las embravecidas olas arrastraron la lancha hacia las piedras…(la
embarcación) quedó montada sobre una
roca, bamboleándose al impulse de una Resaca y expuesta a los fuegos del
enemigo sin que sus tripulantes pudieran defenderse, porque los fuertes
vaivenes (del bote) les impedían
apuntar”[5].
Desesperados y ya habiendo perdido 6 muertos y 8 heridos, algunos
sobrevivientes se lanzan al mar para llegar nadando a la costa, varios morirían ahogados por el oleaje.
El subteniente al mando ordena a los demás que permanezcan a bordo hasta que un
bote del transporte Loa se acerca y los rescata para luego depositarlos en la
playa.
Torreblanca llega hasta
la cúspide, visto por testigos “entre los
que iban más adelante y era visible desde a bordo (de los buques)….que señalaba con su espada, a los soldados
que le seguían, el punto a que debían disparar, como si se tratara de una
simple revista en el campo de maniobras. Martínez (comandante del Atacama) marchó de flanco, entrando en combate de
inmediato, provocando el desbande de peruanos y bolivianos que huyeron hacia Alto Hospicio, perseguidos de cerca
por “Atacameños” y “Zapadores”. El soldado Bruno Zepeda, es uno de los 5 soldados
en llegar a la última trinchera de la cumbre. Se le atribuye al subteniente
Rafael Torreblanca, él haber izado la bandera chilena sobre la cumbre del
Hospicio.”
Estación de Ferrocarril de Pisagua |
El
rastro de la batalla quedó marcado en el reguero de cuerpos tirados allí donde
la muerte los sorprendió. Sigue el relato del corresponsal de El Mercurio
porteño: “La parte en que se batió el
Atacama estaba cubierta de cadavers de soldados bolivianos (los escasos
prisioneros heridos que había, se explicaban porque los del Atacama) necesitaban dejar bien muertos a los
enemigos que habían ocupado la ribera porque los cuicos se hacían los muertos y
después les disparaban por detrás a mansalva”[6] Además del “repaso”[7] hay otra explicación para
este fenómeno y es que desde la posición atrincherada de los bolivianos, lo que
siempre quedaba al descubierto o era la cabeza o el pecho, lo que provocaba que
las heridas fueran mortales en muchos casos.
El
avance chileno era apoyado de cerca tanto por la artilleria naval como el fuego
de las ametralladoras. “Los disparos de
la O’Higgins, dirigidos al ángulo formado por el camino de a
pié, donde se parapetaban 2 Compañías bolivianas, fueron espléndidos y produjeron
magníficos resultados, introduciendo el pánico y la desmoralización en el
enemigo. El Cochrane, por su parte, disparaba contra los enemigos
atrincherados en el Fuerte en construcción, situado casi al frente de la ciudad
y la Covadonga ponía a raya a los fugitivos, que rehechos,
avanzaban de Norte a Sur, por la vía férrea, para apoyar a sus desconcertados
compañeros. El Loa, por su parte, lanzó algunos
disparos contra los grupos que coronaban la falda Norte, en dirección al Fuerte
de ese lado, entre los cuales se encontraba el coronel boliviano Granier.
Las tropas bolivianos que habian soportado un fuego pesado por horas provocó
los primeros fugados “huyendo atontados
cerro arriba o hacia el Norte, después de haber tirado al suelo sus rifles y
sus bagajes.” Y la llegada de nuevos refuerzos empuja la derrota, ya
sobrepasados. “En estos momentos, el
coronel Granier abandonó la ladera situada a continuación del Morro Norte y
principió a subir en dirección al campamento (Hospicio), caballero en una mula. Igual actitud tomó Buendia y el general
Villamil. También las tropas ubicadas
en el mismo Pisagua.
Durante este combate se incendia el
salitre surto en el puerto y que estaba para ser embarcado por “una bomba que cayó (cerca de Becerra), y la cual me segó, retrocedí algunos pasos
hacia la izquierda, mas otra bomba dirigida casi al mismo punto, (la onda
de choque lo arroja a varios metros junto a su auydante)… Era imposible penetrar mas adelante y la fuerza de la 2ª Compañía
quedó en aquel puerto. El incendio del salitre crecía y el humo impedía hacer
tiros certeros.
En
tal situación y hallándose la 1ª Compañía de la Columna Naval en la primera
curva del ferrocarril, defendiendo el terreno en unión de dos Compañías
Bolivianas que descendieron de Hospicio á ayudar á repeler los invasores, (Becerra) se queda con la 2° compañía. Sigue el oficial naval peruano con que
dos compañías del Victoria (boliviano) “que descendían de Hospicio tuvieron que
quedarse al principiar el camino de cuyo punto hacían un fuego nutrido sobre
los enemigos desembarcados en Guata, haciendo fuego hasta las 3.h mas ó menos
P.M. que oí tocar retirada dirijiendose la fuerza de mi Columna en retirada.
Encontré el pueblo todo incendiado por distintos puntos, hice curar algunos
heridos y como se me dijese los enemigos nos seguían muy inmediato, tomé el
camino de Junín, por donde me encontré con el Jefe de la Plaza y conseguí
llegar á la altura á pesar de algunos tiros de cañon que nos hizo un trasporte
que estaba frente al camino. Es en ese momento que se entera del desembarco
en Junín y en el peligro de quedar bajo dos fuegos, sigue a Alto Hospicio,
rumbo al interior y al desierto. Pisagua ya está perdida.
Vista de la bahía. Aunque de 1905 da una muestra de lo empinada de la pendiente |
La
persecución chilena sigue hacia Hospicio apoyada por la recién llegada tercera
oleada a las 12, llevando al resto del Buin, salvo una de sus compañías. Se
reorganizan y amunicionan, logrando un merecido descanso, especialmente los
atacameños. Y tambien arriban los primeros cirujanos para atender a los
heridos. Pero la batalla no había concluido: “El grupo de más consideración era el formado por 1 Compañía del “Victoria”, parapetada en el ángulo
del camino. Pero ya las tropas chilenas, que habían avanzado por la vía férrea,
de frente por la falda de la cuesta y por la altura del lado Sur, rodearon a
aquel grupo y obligaron a rendirse a los que todavía quedaban con vida. El
enemigo oponía ya solo una débil resistencia, casi obligado por los certeros
disparos de la O’Higgins,
que le barrían el camino.”
Mientras en Hospicio, cuenta Becerra,“…la tropa y demás individuos que se hallaban
en el Hospicio lo abandonaban por la proximidad del enemigo quemando víveres,
peltrechos y pastos, seguí á dominar la cuesta del Arenal para tomar los
rieles. Continué mi marcha hasta San Roberto acompañado de muchos individuos
del pueblo. Jefe de la Plaza y tropas Bolivianas á la cabeza de sus Jefes y
encontré que el tren había conducido hasta ese punto el Batallón “Aroma” con el
General Villamil, el que según noticia lo hacían regresar á Jaspampa en donde
debía situarse el Cuartel General. Despues, puesto en San Antonio, me encontré
con el Jefe de la Plaza, quien me impuso no se llevaba á efecto establecer el
Cuartel General en Jazpampa sino en Agua Santa y que debía pasar á ese punto la
tropa que quedaba atrás: en tal concepto me determiné á seguir al puerto de
Arica….”, terminando para Becerra su participación en la campaña de
Tarapacá.
Pisagua en 1890. Vista de la bahía |
Terminada la conquista de Pisagua,
al tiempo llega el cirujano Víctor Körner Andwandter, quien da cuenta de
los efectos del combate y as alto: “(del)
pueblo propiamente tal, sólo quedan en pie unos pocos edificios, el Consulado
inglés, la Intendencia, la estación del ferrocarril y el hospital, situado
éste, muy lejos hacia el norte, completamente separado de la población. Se
divisaban aún algunos escombros humeantes y rumas de carbón y de sacos de
salitre[8].
El capellan
chileno Marchant Pereira contará en sus cartas “durante la noche (del 2 al 3 de Noviembre) el incendio de la ciudad alumbraba la bahía entera….a las nueve un
prolongado y recio temblor vino a
completar aquel cuadro de desolación y sangre..(y el 6 de Noviembre) se han sepultado como cien cadáveres; en la
imposibilidad de reunirlos ha sido precisodepositarlos donde se les
encontraba,a excepción de los que cayeron en el recinto de la ciudad que fueron
llevados al cementerio (en cuanto al incendio) aún no se extingue; durante las
noches, el puerto de Pisagua continua alumbrado por los fatídicos
resplandores de las enormes pilas de carbón que aún arden como en el primer
día.”
[1] La brigada de Zapadores fue la primera unidad en instruirse y entrenarse
para atacar en formación de guerrilla, o sea de orden abierto, instrucción que
practicó posteriormente el batallón Atacama siendo finalmente adoptado por
todas las unidades del ejército de operaciones norte. El teniente coronel Santa
Cruz fue quien introdujo este moderno sistema de combatir.
[2] Combatientes en la Guerra del Pacífico: Andrea Rioja De Bilbao. Los tres
hermanos Garrón en
La Batalla de Tacna http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?pid=S1997-44852015000200004&script=sci_arttext
La Batalla de Tacna http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?pid=S1997-44852015000200004&script=sci_arttext
[4] Pelayo, Mauricio
y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 49 editorial
Centro de Estudios Bicentenario.
[5] Pelayo, Mauricio
y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 50
editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[6] Pelayo, Mauricio
y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 51 editorial
Centro de Estudios Bicentenario.
[7] Práctica de la
guerra en que el bando vencedor asesinaba normalmente a la bayoneta a los
heridos que quedaban en el campo de batalla, mientras iba avanzando. Esa
práctica en todo caso no se hacía en los hospitales (ambulancias) de campaña.
[8] DIARIO DE CAMPAÑA DE
UN CIRUJANO DE AMBULANCIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario