El pueblo de Concepción: El centro de la población lo constituía una plaza y cuatro manzanas
más. Se situaba al norte de una pequeña loma y los cerros por el oriente la
dominan. Ese era un perfecto lugar para montar una avanzada o puesto de
vigilancia, pues la alta cumbre es un perfecto mirador en el valle[1]. Hacia el norte se abre el valle y hacia el oeste hay un río (el
Mantaro) que separa a esa población de Sincos (a dos kilómetros y medio)
comunicadas por un puente de cimbra que une las dos riberas. El territorio que
rodea al pueblo son un conjunto de tierras fértiles separadas unas de otras por
unas pircas bajas, bordeadas por cactus y pitas.
Respecto al centro del poblado, cuenta con una plaza grande,
desnuda, una explanada, en cuyo lado oriental estaba la iglesia de antigua data
y una gran puerta al frente. Estaba situada un poco hacia dentro, lo que
formaba una minúscula plazoleta, y junto
a ella, en dirección al norte, pareada, la casa parroquial, cuartel, en el
centro, encajonada por un lado por la iglesia y por el otro la casa de Ambrosio Salazar [2]
(de dos pisos y techo hecho de tejas). Al frente del cuartel existían casa
particulares y hacia el norte casas y negocios, por el lado sur un arco en
construcción. El camino de la época incaica pasaba por el mismo pueblo,
recorriendo las cuatro cuadras que la constituía. La distancia de a Concepción se cuentan cinco leguas mas que
menos (30 km)”. A medio camino
entre ambas está situada la aldea de San
Jerónimo, a unos 4 o 4.5 km de Concepción
En ese minuto (9 de julio) la división del Canto estaba
distribuida en el área, de la siguiente manera:
a.
Huancayo el grueso de la
división.
b.
Concepción, una
compañía del Chacabuco
c.
Jauja una compañía del
Chacabuco
d.
Tarma, una compañía
del Chacabuco, medio batallón del Tercero de Línea y un escuadrón de
carabineros.
e.
Cerro de Pasco. La
mitad del Tercero de Línea y un piquete de caballería.
Concepción,
9 de julio en la mañana: En el pueblito
de Concepción, el teniente Ignacio Carrera espera la llegada de la
columna de bajas de la división. Dijo Senén Palacios, “…Carrera Pinto.
Era una persona
muy culta y
de modales muy
finos, sumamente obsequiosa,
atenta y amable con las visitas…nos invitó a que nos quedáramos algunos días…asegurándonos
a la vez que lo pasaríamos muy bien porque en el pueblo eran muy queridos y no
faltaban los entretenimientos” [3]
Esa mañana temprano llega un estafeta para avisarle que debe
alistar a su compañía para estar lista para partir en cuanto la división llegue
a Concepción. También le encarga que tome todas las medidas necesarias para
evitar una sorpresa de alguna montonera. Carrera
Pinto ordena el acuartelamiento de todos sus hombres. Y responde “En el acto de recibir su nota de fecha 8 del
que rige, procedí a dar cumplimiento a lo ordenado por US. Lo que comunico a
US. para su conocimiento y demás fines”.
La población de Concepción,
sabedora a última hora de lo que iba a pasar “en las primeras horas del día 9, todas las familias de Concepción
huyeron a refugiarse al convento de Ocopa, que está a distancia de una legua.”[4] La
excusa que encontraron fue inventarse una festividad religiosa y formar a la
mayoría en una romería que los llevaría hasta el convento. Sin embargo otros se
quedan, los extranjeros residentes por ejemplo y algún empleado a cargo de las
cosas del hogar.
“Un
caballero francés, comerciante de Huancayo, que se dirigía a Lima, al presentar
su pasaporte para la visación, comunicó al capitán que en la noche iba a ser
atacado, agregando que la noticia era fidedigna, casi oficial”
El coronel Eulogio
Robles, comandante del Batallón Lautaro,
llegó a Concepción esa mañana también, con una escolta de 20 a 30 carabineros llevando dinero y calzado para la tropa. “Iba rumbo al Cuartel
General en Huancayo, en la comitiva lo acompañaba el doctor Rómulo Larrañaga. Estos al llegar al
cuartel fueron recibido por el comandante de la guarnición, el teniente Carrera Pinto, quien los invitó a
almorzar,” La idea era que el alto oficial conociera alguno de los vecinos
del lugar, incluso llegó a alabar el carácter mas bien pacífico de la población
que en esos días no le había dado ningún problema. Robles lo rechazó sorprendido por la liviandad de Carrera Pinto y
se lo hizo ver ‘Cuando estamos rodeados por millares de
montoneros hai que partir al punto…’. El doctor en el intertanto revisó a
los enfermos (diez en total porque uno había muerto) los que se encontraban
estables. El practicante de la compañía pidió y obtuvo permiso para ir a Huancayo a obtener un suple (de su
sueldo), con el compromiso de volver al día siguiente. “En su ausencia las tres mujeres chilenas y dos peruanas se encargarían
de los enfermos y el rancho.”[5]
Parten antes de las dos de la tarde. Son los últimos
chilenos en salir vivos del pueblo.
Huancayo, 9 de julio en la tarde. Del Canto vuelto a Huancayo
recién a las 1:30 de la tarde. La retirada de la división que iba a ser el 9 se tiene que posponer por un día. El
coronel Robles llega de Concepción a las 6 PM.
Cáceres se ha retirado rápidamente y lo único que pudo
ver el oficial chileno fue algunas guerrillas que en cuanto se acercaba
ocupaban las alturas más alejadas, lejos de cualquier posibilidad de entablar
combate. El coronel decidió no perseguirlos y vuelve sus tropas al punto de
partida y opta por seguir con su plan original de evacuar el área. Deja al Santiago
en el sector de La Punta, con orden de retirarse al alba del día siguiente en
dirección a Huancayo.
Al llegar
a la población realiza una junta militar con los
oficiales superiores de las diversas unidades situadas en Huancayo: el
teniente coronel don José Miguel
Alcérreca (Carabineros), teniente
coronel Marcial Pinto Agüero (Chacabuco), teniente
coronel Eleuterio Dañín (Segundo
de Línea), sargentos mayores Domingo
Castillo (Santiago), Emilio
Contreras, Rafael González y el
secretario de la división Isidoro
Palacios. Falta Robles jefe del
Lautaro pero este no llega aún de su paso por Concepción.
Se informa de la situación de la
división, de las órdenes de Lynch y
la publicación del telegrama que volvía a dar las órdenes ya transmitidas
verbalmente. Se levanta un acta por la que se
justifica la retirada: falta de munición, forraje y alimentación,
desconexión con Lima, la falta de
equipamiento y de tropas para traerlos, el estado de alzamiento que sólo
permite controlar el territorio que se pisa, la debilidad de varias
guarniciones que las puede hacer fácil objeto de ataques sin posibilidad de
alcanzar a recibir refuerzos (las amenazadas guarniciones de Jauja y Concepción) y la necesidad de reforzar las comunicaciones con Lima, partiendo de la Oroya y Chicla con su indispensable ferrocarril y la salubridad de la
división con alto número de enfermos. Además se solicita el envío de 50 a 100
tiros por plaza, para los fusiles Grass
y Comblain y para reemplazar aquellos
que se han dañado o están inservibles; víveres y forraje bien guarnicionados en
convoyes, por la amenaza de las montoneras conocidas en Huarí, Pachachaca y La Oroya. Se envía con un propio
(mensajero) en dirección a Lima.
Hay que recordar que las órdenes de Lynch era sostener desde Concepción, punto extremo de la nueva
línea, hacia el oeste (Concepción, Jauja y Tarma). Por lo tanto la decisión en terreno de los oficiales en
campaña viola esas órdenes iniciales, que no solucionaban el problema de la
extensión de las líneas chilenas y que dejaba a Concepción, sin ningún elemento geográfico de defensa en
particular, tan indefensa como lo estaba hasta ese momento.
Terminada la reunión se fija la salida de las tropas en Huancayo en la mañana del día siguiente
a la hora de la diana (5 AM).
A las 6 PM llegó Robles
y sus acompañantes, quienes avisan que a la hora en que partieron no había
novedades en Concepción.
Concepción, 9 de
julio en la tarde: Alrededor de las 2 PM las tropas
peruanas empiezan a asomarse desde el cerro León.
En la versión peruana, tras tomar la decisión de asaltar
Concepción, Salazar se adelantó “á tomar
el camino que conduce sobre el Morro que sobre sale de la colina que domina
Concepción por el este, distante mil metros de la plaza de la ciudad, con la
columna de mi mando, el 2° jefe de ella sargento Mayo Uladislao Masías y don
Crisanto Meza, quien espontáneamente, me ofreció sus servicios del día anterior
en San Antonio.”
Desde allí abrió fuego contra los chilenos y, según él,
permaneció en ese punto una hora mientras Gastó
entraba “sin ser visto por el enemigo,
siguiendo el camino de Quichuay, para llevar á cabo un
movimiento envolvente, es decir, para desembocar á retaguardia de los
combatientes de la plaza, por la equina de la casa de la Sra. Valladares”.
En ese instante Salazar baja “de frente
para tomar el flanco derecho de los adversarios, apareciendo por los portales.”
Eran las 6 PM.
En la versión periodística, se “dispuso que las guerrillas del comandante Salazar entraran á
Concepción por la izquierda al trote y tomaran posiciones entre el camino de Huancayo y el puente de Concepción (el que lo une con Sinco y cruza el Mantaro)
para cortarle al enemigo la retirada; por la derecha la columna Pucará, y por el centro la columna Ayacucho.”[6]
En el mismo día abandonan San Antonio
para dirigirse a su objetivo, para atacar el 9. Gastó dejó a Salazar el mando del ataque, alegando que
desconocía la topografía de la ciudad.
El coronel Juan Gastó,
organizó el ataque: “la columna “Comas” llamara la atención del
enemigo, colocándose en la falda del cerro denominado del León (situado detrás de Concepción y que domina a la
población por el este); y que las fuerzas
restantes, sin disparar un tiro, penetrasen por la encañada que conduce a
desembocar muy cerca de uno de los flancos del cuartel que ocupaban los
enemigos.”
Media hora más tarde, al estar listo para el combate, Juan Gastó le envía un mensaje, bajo
bandera blanca, al jefe de la Cuarta
Compañía del Chacabuco para que se rinda, la cual se responde de manera
altiva y en negativa a la propuesta.
Carrera Pinto cuenta en total con 66 soldados y siete oficiales y clases.
De ellos 10 están en el cuartel, junto a las mujeres (3) y los niños (2). Son
entre aquellos que están enfermos, algunos pueden moverse y ayudarán ya sea
trayendo heridos o transportando munición cuando se necesite.
Carrera Pinto ordena que seis de los mejores tiradores se instalen en las
torres de la Iglesia. Se trata de un edificio “con dos altas torres y una cúpula en la nave central, la orientación es
de oeste a este, al frente de la puerta principal hay un pórtico, una especie
de corralito que se usaba para impartir la catequesis a los niños de la aldea.”[7]
Desde la torre operaran como francotiradores. El objetivo es cazar al mayor
número de oficiales o quienes aparezcan dando órdenes, para desorganizar el
ataque
También encarga a un soldado que vaya en el único caballo
que había (el del mismo Ignacio Carrera) a avisar a Huancayo del ataque. El hombre no pasa de Apata donde es muerto[8].
Su cuerpo se encontró en las quebradas, lanzeado numerosas veces, desnudo y
decapitado, como acostumbraban a hacer los indios en represalia a las
actividades punitivas del Ejército chileno en la campaña. Era una guerra brutal
y sin cuartel.
El arma de la guarnición chilena era el fusil Grass (para su época era la mejor arma
de su tiempo), el cual tenía un alcance máximo de 1.800 metros (aunque era bien
fiable hasta los 1.200). Su disparo no arrojaba cenizas a la cara del usuario
del arma al tener un proyectil cuya carcaza es de bronce, aunque hace más pesado
el proyectil.
En el combate la media de uso era de 300. Este fusil era
ligero, confiable y muy certero. Y las tropas chilenas habían practicado tiro
como entrenamiento en Lima (Ate) donde habían estado acuartelados) y el uso de
la bayoneta y el orden de batalla de guerrillas.
El calibre del arma era 11 mm (para dar una idea el AK-47 es de 7.65 mm) por lo
que tenía gran poder destructivo en el objetivo y podía llegar a cercenar un
miembro o atravesar dos hombres al mismo tiempo. El arma es de retrocarga pero
sólo permite un disparo a la vez.
Y se acompañaba del yagatán, un espadín-bayoneta, “una temible hoja de acero que tiene el filo,
el dorso y dos aristas. A lo que se suma la punta y el talón que la une a la
cruceta y empuñadura…” Y los chilenos habían entrenado bastante en su uso.
Y muchos, sino todos, portaban el famoso corvo, arma blanca de los mineros,
filoso cuchillo que no era de dotación reglamentaria.
Carrera Pinto organiza sus fuerzas en cuatro secciones. Tres de 14
hombres (42 soldados en total) y la cuarta con el resto del personal (14
restantes y algunos heridos o enfermos que puedan manejar un arma). Cada una
dirigida por tres oficiales y un suboficial (Pérez, Montt y Cruz, y el sargento Silva). Carrera permanece con Cruz,
el más joven de todos.
En cada bocacalle que da a la plaza, hay una cuarta. Sabe
Carrera que para vencer tiene que negarles el espacio de la plaza el mayor
tiempo posible antes de tener que encerrarse en el cuartel. Aprovechando que
las calles no son tan amplias puede encajonar a los atacantes y dar mejor uso a
su munición que, ya dijimos, es particularmente dañina.
MONTONEROS |
Parte de la tropa echa rodilla al suelo y la otra parte
permanece de pie. Una línea dispara y la otra carga, luego la segunda dispara
mientras la primera carga el arma. Y así sucesivamente, lo que mantiene
constante el fuego. Pero además cada descarga es controlada porque se realiza
sólo a la orden, para economizar munición.
A los gritos de Viva
el Perú y muerte a los chilenos,
y con la participación activa de sacerdotes y hacendados, los peruanos lanzan
su primer ataque, el número de convierte en una desventaja inicial pues ocupan
toda la larga calle a su ancho, las balas difícilmente fallan. Por lo demás,
desde las torres de la iglesia actúan como francotiradores especialmente contra
los oficiales y los regulares.
Así fracasan los primeros ataques hasta que se acercan
refuerzos peruanos desde las zonas colindantes, particularmente indiada. El
comerciante italiano ya antes mencionado, podrá repartir alcohol a destajo para
inflamar la furia del indio serrano. No llegan a estar más cerca que dos
cuadras de distancia y tienen que emprender la fuga. Los indios arrojan piedras
con sus hondas, la única arma que les sirve en ese instante. Y las piedras
llueven. Como se reconoce por los peruanos “los
contrarrestaron con indescriptible arrojo y se batieron con un denuedo que rayó
en heroísmo por una y otra parte, hasta las seis y media de la tarde. Hasta
este momento, las fuerzas agresoras contaban con muchas bajas, especialmente
heridos; el teniente coronel don Francisco Carbajal, primer jefe de una de las
columnas…, fue uno de los que recibió una herida en la pierna. Los
enemigos tenían dos ventajas sobre nosotros; abundantísimas municiones (130
balas por soldado, al parecer) y
superiores rifles,…, mientras nuestras municiones eran escasas y los rifles de
distintos sistemas, en su mayor parte Remington.”[9]
Huancayo, 9 de julio en la tarde: En la tarde (no se
sabe bien a qué hora, pero al menos fue después de la llegada de del Canto de Marcavalle) parte la unidad llevando a sus heridos y enfermos. Se
integra por dos compañías del Chacabuco (la Segunda y la Quinta)
bajo el mando del sargento Mayor Pedro
Julio Quintavalla. Lleva consigo a 56 heridos y enfermos.
La marcha
se hace lenta por la lluvia que ha hecho un fangal el camino. Y la marcha de 5
horas que hizo antes la Cuarta Compañía,
ahora se extiende mucho más. La distancia
entre Huancayo y
La Concepción es
de 20 kilómetros aproximadamente y se recorría en 5
horas a pie, considerando los descansos horarios en San Agustín, Hualhuas,
Saño, Quilcas y San Jerónimo[10]
y con buen tiempo. Esta última era un caserío de poca importancia, de una sola
calle empedrada. Y como en muchas casas de la zona podía encontrarse chicha,
identificándose el local por la “puerta (que)
ostentaba una florida rama de amarillos
retamos indicando que ahí se vendía la rica chicha de muco o de jora. [11]
Cuando empieza a
anochecer se detiene en San Jerónimo.
Su decisión, pese a que sus instrucciones originales era dirigirse de inmediato
a su destino, sin parar, no es para nada un capricho. Primero las órdenes de no
detenerse en la marcha, estaban pensadas para el caso que saliera a la hora de
la diana, cosa que no pasó. Ahora con la pesada carga que lleva, se preocupa
por un ataque de los montoneros, que lo han estado tiroteando sin mayor peligro
ni daño, y la escasez de municiones. Decide entonces vivaquear fuera del
pueblo. La crítica a posteriori que le hará del Canto no está justificada[12]. No tiene disponible caballería alguna. Las camillas son
llevadas por indígenas al cuidado a su vez de un soldado que los vigila para
que no hagan abandono de su carga.
La Concepción, 9
de julio al anochecer. Al empezar a oscurecer desde las
casas y los techos de las viviendas que se encuentran frente y alrededor de la
casa-cuartel se empieza a hacer fuego contra la tropa chilena. Aprovechando una
pausa en el combate, Ignacio Carrera
ordena al corneta que toque retirada,
por lo que la tropa chilena que no se encuentra herida (y que se ha retirado al
cuartel) o muerta (e igual su cuerpo retirado para no dejarlo al escarnio del
enemigo) corren hasta el edificio que ha servido hasta ese día de casa-cuartel
de las guarniciones chilenas en Concepción.
La casa en cuestión, que pertenecía al sacerdote, “era espaciosa dada su distribución, cantidad
de piezas, patios y huerto. Así para el acceso existía un ancho portón, que
permitía el ingreso de proveedores y mercaderías directamente a los patios.
Contiguo a este se encontraba una sala que fue ocupada como oficina de la
mayoría o la oficina del comandante de la guarnición, que se conectaba a través
de una puerta con otras tres salas, destinadas a cuadra de tropas, la más
pequeña para los clases y las siguientes para los soldados, siendo la última
destinada a las camas de los 11 enfermos que hay en la plaza. Otras dos
dependencias pequeñas fueron habilitadas como almacén de munición y de material
de guerra. Al centro del patio había una pieza aislada, que se usaba también
como pieza para enfermos, instalación que con toda probabilidad fue donde dio a
luz su hijo una de las mujeres chilenas[13].
A continuación dos patios más y atrás, un corredor con tres habitaciones, la primera una sala habilitada como comedor
de oficiales y a continuación las dos piezas de alojamiento que utilizó el
teniente Carrera Pinto y sus oficiales”[14]
Además en su frente tenía tres ventanas pequeñas cubierta con rejas de hierro
de Viscaya, que sirvieron para
reforzar la defensa e impedir el ingreso por ellos de los atacantes. Su punto
flaco era la escasez de hombres para la defensa y la casa de Ambrosio Salazar, de dos pisos y que
dominaba los patios y que permitía, como se hizo, romper el muro y penetrar pos
los forados. “Cesaban los fuegos de una y
otra parte por intervalos más o menos cortos de tiempo; en esta situación nos
mantuvimos toda la noche hasta las 7 á.m.”
Según Salazar que
recién pasada a las 6 PM, Gastó le informó que “en su propósito de conservar intactas sus fuerzas, en obediencia á
instrucciones superiores, se retiraba á las alturas á pernoctar y procurarle
rancho á sus soldados. También me participó que el teniente coronel don
Francisco Carvajal había sido herido….A las 6 y 30 p.m. ordené á mis ayudantes Bellido y Camacachi que trajesen kerosene de la tienda de don Daniel Peña,
quien minutos antes me dio dos rifles con 50 cápsulas de dotación cada uno, y ofrecióme
el aludido combustible si necesario fuera. Los ayudantes no se hicieron esperar
mucho, trajeron de 12 á 15 latas de petróleo y procedimos á incendiar el
convento, arrojándolo sobre sus techos; opté por esta medida para obligarlos á
rendirse o salir de allí para batirse á cuerpo libre; no conseguí mi objeto:
los enemigos no cesaron de dirigirnos sus proyectiles por las numerosas
ventanas del edificio; Camacachi, que fué uno de los que con más intrepidez
cebaba el fuego, perdióla mano derecha de un tiro que los enemigos le asestaron
desde su encierro….Algunos de Concepción, no arriba de once, se pusieron á mis
inmediatas órdenes, con sus respectivos rifles, y tomaron parte activa en el
combate, fueron los siguientes; Daniel Peña, don Ricardo Cadenas, doctor
Santiago Manrique Tello, don Sántos Moreno, don Dámaso Peña, Esteban Alzamora;
Marcos Chamorro, Adolfo Coca, subteniente Juan A. Castillo, Ismael Carpio y
Mariano Villavisante; de todos éstos murieron en la acción Chamorro y Alzamora.
Los enemigos abandonaron el cuartel reducido á cenizas á las 12 de la noche y
se refugiaron en el local contiguo, situado al costado izquierdo de la iglesia
matriz, dejando en aquel más de 15 cadáveres.”[15]
“Mientras tanto los guerrilleros, con auxilio de otros que de los
pueblos inmediatos acudieron, sostenían el combate con más entusiasmo que
antes. El nutrido fuego de fusilería no cesó en toda la noche sino en pequeños
intervalos.”[16].
Las guerrillas que se suman son las de Orcotuna
(Teodosio López); Mito (Aurelio
Gutiérrez); San Jerónimo (Melchor
González); Pacocha (Bedoya) y de Vilca y de Quichuay. Esto eleva el número de atacantes al doble.
Este refuerzo fue indispensable para someter finalmente a la
guarnición chilena, ya que el empleo de la sola indiada serrana sólo sumaba
muertos y heridos con muy escaso éxito, salvo para reducir el parque de
municiones de los chilenos (que tenían en total alrededor de 9.500 balas). Los
chilenos empiezan a reducir sus disparos para guardar municiones para el día
siguiente, fuera que en la oscuridad no era fácil distinguir blancos más allá
de algún incendio que se produjera y que dejaba ver sólo sombras moviéndose.
MAPA DE LA ZONA. CONCEPCIÓN ESTÁ MAL UBICADO. SE ENCUENTRA AL OTRO LADO DE LA RIBERA |
San Jerónimo, 9
de julio al anochecer: Con la cercanía de la caída de la
oscuridad, la columna Quintavalla se encuentra ya refugiada
en el pueblo de San Jerónimo. Junto
a él, ya lo dijimos, marchaban las
compañías N° 2 (Boonen Rivera)
y N° 6 (Ramón Melo) del Chacabuco.
El oficial a cargo de la marcha dispone de una de ellas avance para enlazar con
Concepción. Es el turno de la Segunda
Compañía, a cargo del capitán Jorge
Boonen Rivera, quien había recibido el pase para irse a Chile, a la
Escuela Militar, en Santiago. La tropa parte hacia Concepción.
En el camino cierra la tarde, por lo que el oficial decide
detenerse y acampar a kilómetro y medio del pueblo. Se escuchan detonaciones
provenientes del pueblo donde guarnece la Cuarta
Compañía. Pero eso no impide que se repita la orden de vivaquear en el
lugar. El subteniente Villalobos y
la tropa protesta y llama la atención por la fuerte balacera que a ratos crece.
Debe haber un ataque sobre la guarnición chilena, le reclaman, pero el oficial
impertérrito repite la orden.
No se atreve a avanzar en la noche, en un territorio hostil
lleno de montoneras. El subteniente Alejandro Villalobos le pide por
favor avanzar con la compañía completa a Concepcion, y lo rechaza, el mismo subteniente propone tomar sólo una
cuarta de la tropa (una sección de 28 soldados) y avanzar para saber qué está
ocurriendo, pero también le niega el permiso. Boonen Rivera no avanza durante toda la noche
¿Qué lo hizo actuar así?¿cobardía? No se sabe. Quizás no quiso arriesgar
la vida en un combate contra un enemigo desconocido, en un terreno que no le
era familiar pero sí a sus rivales, o quizás temiera una celada de los peruanos
y que todo lo que oía no era más que pantomima para hacerlo caer. E, igual que Quintavalla,
debía considerar la limitación de municiones en el Ejército chileno. Pero lo
que sí es absolutamente responsabilidad suya es que no avisó a su oficial
superior (del que estaba a menos de cuatro km de distancia) acerca de lo que se
oía desde Concepción, para lo cual pudo destinar un soldado a caballo (el suyo)
o una tropa pequeña. Optó por no hacer nada.
Concepción, 9 de
julio, noche y madrugada. En el anochecer
se intenta quemar el cuartel, ya por las ventanas arrojando pedazos de tela
ardiendo hacia su interior. Mientras tanto, regularmente “salía una cuarta (28 soldados, turnándose, para no agotar a todos
de una sola vez), dirigidos por Carrera
Pinto, sable en una mano y revolver en otra. Primero forman doble fila, y
una descarga sigue a la otra y limpian momentáneamente la plaza, formando en
dos filas. Los chilenos se retiran Luego la indiada volvía y así seguía.
Durante la noche, los peruanos cambian de frente de ataque y
usan la casa de Ambrosio Salazar, el jefe montonero, que estaba pegada a la
casa-cuartel, empiezan a abrir forados, tres al menos, para entrar por el patio
que sirve de huerta y atacar por la espalda a los defensores. Pero se ha
previsto y varios chilenos esperan ahí con paciencia, y a medida que ingresan
las balas y las bayonetas dan cuenta de los primeros, cubriendo el paso con sus
cuerpos. En la entrada los indios intentan también una nueva táctica: se apegan
a los muros, de modo que no se les pueda ver desde las ventanas y meten el lanzaso hacia dentro, consiguen herir y
matar a varios defensores pero la treta no es de larga duración, los chilenos
se echan hacia atrás y disparan a lo que aparezca en su campo de tiro y a quien
porta la lanza.
En una salida nocturna resulta herido el teniente Ignacio Carrera, llevado al interior
del cuartel es curado y continúa al mando, con el brazo en cabestrillo. Los
heridos que pueden combaten como sus compañeros. Los que no, al final mueren
desangrados. Y los enfermos hacen lo que pueden, cargan armas, reparten
munición, vendan heridas junto a las mujeres.
Los cuerpos de los compañeros muertos, son colocados en una
de las piezas al interior del cuartel. La que está aislada entre dos patios,
para que no queden a vista y paciencia de los defensores, lo que afectaría su
moral.
La guarnición chilena se encuentra en la esperanza que
lleguen refuerzos, traídos por el soldado enviado a caballo para ese propósito.
No saben cuál fue su destino. Pero sí están enterados que la división del Canto se trasladaría de Huancayo en el curso de la mañana.
Huancayo, 10 de
julio, horas de la mañana: Esa jornada sale
la división del Canto. Relata en una
carta un anónimo oficial chileno “la
división se puso en marcha el lunes 10, a las 7 A.M., llevando cerca de 100
enfermos en camillas y muchos otros montados en burros, lo que es un estorbo
inmenso.”[17].
La columna que avanzará, una especie de serpiente de casi dos leguas de largo
(entre 10 y 12 kilómetros). Primero marchan una vanguardia, bajo el mando de Marcial Pinto Agüero, integrada por una
compañía del Lautaro (Rómulo
Contreras). Pinto se acompaña
por tres ayudantes, Valenzuela, Salcedo y Molina.
La compañía de vanguardia siempre va una lista para entrar
en combate, marcharía con cuatro soldados y una clase a cien metros aproximadamente
destacados como vanguardia y después iba la compañía. Igual sistema seguirían
las demás compañías que se iban turnando a la cabecera. A “quinientos metros después aproximadamente, los enfermos que puedan ir
en burros, y las camillas cargadas por los indios, custodiadas cada una por un
soldado, que llevará los cordeles que con que aten a los indios entre sí. Cada
compañía debe nombrar diariamente los soldados-custodias, y todos los enfermos
del batallón deben ir a las órdenes de un oficial al que se recomendará que las
camillas vayan lo más juntas posibles que sea posible para no alargar demasiado
la columna en marcha, y que en caso de alarma se dejen el camino libre y hagan
alto.”
Luego va el Segundo
de Línea, las baterías del regimiento
N° 2 de Artillería, siguen el parque y los bagajes (“los animales que carguen los útiles de rancho, los bagajes y los
asistentes que lleven animales de tiro”)
y cerrando la formación las demás compañías del Lautaro del coronel Eulogio Robles y la tropa del Quinto
de línea (Santiago).
Marchan “en filas de a cuatro, procurando
la mejor formación y listos para entrar en combate”. Cubriendo la
retaguardia el Carabineros de Yungay.
El deplorable estado del camino y los heridos y enfermos que
lleva consigo no consiguen llevar una marcha expedita en los 20 km que los
separan de la guarnición sitiada.
Del Canto envía un propio hacia Cerro
de Pasco en la que le ordena dirigirse a Tarma o la Oroya, eligiendo la
ruta más corta y que transmita a la guarnición de Junín que haga lo mismo. Le recomienda economizar municiones porque
están bastante escasas y él no podrá auxiliarlo con ellas porque también le
escasean. Y le vuelve a repetir la orden de tomar prisa en la retirada y le
informa de los combates de Pucará y
de Concepción. Y para la guarnición
en Tarma que las comunicaciones que le manda partan de inmediato a Lima, bien
protegidas, asimismo como las que envía a Cerro
de Pasco, y que esté atento y en armas frente a los ataques de las
montoneras.
En Concepción, 10
de julio, en horas de la mañana: En
la madrugada (entre las cuatro y las seis) se produce una tregua no pactada.
Ambos bandos están agotados y los peruanos ven la pila de cadáveres que hay
frente al cuartel y a sus alrededores. Y aún no se ve final para la lucha. Gastó sabe que su misión ha fracasado
parcialmente en el plan de Cáceres. No ha aniquilado aún a la guarnición
chilena, lo que le impide continuar hacia Jauja.
Ahora tiene la necesidad indispensable de vencer a los invasores y luego
retirarse. Sabe, por lo que se le ha comunicado por el Brujo, que el resto de la división del Canto marchará pronto a ese
punto y no desea encontrarse bajo un fuego cruzado y en el peligro que toda la división de Vanguardia sea aniquilada.
Así que con los primeros rayos de sol recomienza su ataque,
indios primero, apoyados por el fuego de fusilería de los columnas guerrilleras
y sus soldados regulares. Caído Carrera Pinto finalmente en una salida, pronto
le sigue el subteniente Julio Montt
Salamanca quien “en una de las salidas
muere (y) es transportado al interior
del cuartel y dejado junto a los demás muertos en una pieza interior aislada.[18]
Se calcula que eso ha ocurrido a las 7 de la mañana. En las salidas se emplea
tanto la bayoneta de la que carecen los atacantes o poseen escasamente, y con
poco entrenamiento y las culatas de las armas que funcionan como mazas.
PINTURA DEL INTERIOR DEL CUARTEL DE CONCEPCIÓN. LAS VENTANAS ESTÁN INCORRECTAS AL SER PEQUEÑAS Y PROTEGIDAS POR VERJAS |
El parque disminuye por lo que el fuego chileno empieza a
decaer. Se buscan los proyectiles de muertos y heridos. Al caer Montt le sucede el subteniente Arturo Pérez Canto, con el cuartel ya
medio en llamas. Las municiones se acaban finalmente (para alivio de los
atacantes) entre las 8 y las 9 de la mañana. Al no oír disparos seguramente
pensaron en una celada los peruanos, pero al seguir disparando ellos y no haber
ninguna respuesta de los chilenos, aciertan a que se han acabado finalmente las
municiones a los invasores. Se ordena carga y desde todos lados salen los
montoneros, acompañado de los regulares. Ya por el patio de la huerta, usando
los forados antes abiertos, por los techos de tejas que son abiertos a
culatazos y la entrada principal. Es una masa que se estrecha y combate a bala,
cuchillo y lanza, contra bayoneta y culata y sablazos. Inicialmente su número
les estorba en el lugar estrecho, pero cuentan con los disparos de los
regulares para ir reduciendo la resistencia de pieza en pieza. “La lucha se traba ahora en el primer
patio... Pérez Canto sable en mano, cae ante el ataque bajo el corredor, cerca,
un poco al sur del pasadizo principal...” Por la posición del cuerpo, al
parecer estaba defendiendo a las mujeres, las que yacen un par de metros detrás
de él. Y así van muriendo y matando los defensores.
Cerca de las 10 de la
mañana sólo quedan 5 miembros del Chacabuco
en pie. Luis Cruz Martínez, joven subteniente
y dos soldados y dos sargentos. Una vez más por la posición de los cuerpos se
puede determinar que al cargar, caen los soldados y Cruz perece luego de negarse a rendir. Los dos últimos
sobrevivientes, dos sargentos, quedan separados del grupo y terminan refugiándose
en el pórtico de la Iglesia. La masa peruana en la plaza los pierde de vista
por un momento. Los dos hombres se defienden en ese punto y caen ahí[19].
Son cerca de las 11 de la mañana y el combate con ribetes de
batalla ha terminado. Cuico el perro de la compañía
también ha muerto protegiendo a sus amos, su cuerpo es encontrado dentro del
edificio. Las mujeres son inmoladas con saña por la indiada, así como los dos
niños. Luego empieza el carnaval de profanaciones de los cuerpos de los
heridos, lanzasos y cuchillos contra
los muertos, incluso a algunos les sacan el corazón y a otros les falta parte
de sus carnes, que más que canibalismo parece algún ritual o simple venganza. A
todos les quitan su ropa y se las llevan como trofeo y a muchos los castran. El
alcohol y el descontrol dominan el lugar. Gastó
entra a la plaza y “contuvo con energía
los desbordes de los guerrilleros, que, procedentes de los pueblos vecinos,
acudieron á última hora en masas considerables”. Más tarde ordena a los que
le obedecen que se retiren del lugar, al ver que amaina el saqueo, retirando
sus heridos y muertos. Ahora le ha llegado un mensajero avisando que las tropas
chilenas se acercan, aunque aún hay distancia es necesario retirarse. La división de Vanguardia desaparece en
dirección a los cerros del norte para hacer descansar a su tropa. Le ha tomado
20 horas reducir a la guarnición. Las bajas han sido altas.
El mismo Atanasio
Valera relata “La fuerza que más
sufrió en la prolongada lucha, fué la "columna Comas", que tomó la
plaza y sostuvo el combate toda la noche del nueve al diez de julio, con fuego
incesante de fusilería; perdió dos capitanes, cuatro oficiales de clase
inferior, muchos soldados y más de veinte heridos, los que se medicinaron en el
hospital de sangre improvisado (en el convento de Ocopa)[20]…, la taza de té con que el comandante
Salazar creyó tomar la plaza de Concepción, se le convirtió en un lago de
sangre; la guarnición no constaba de cincuenta chilenos, como aseguraban, sino
de ochenta hombres[21],
armados hasta los dientes, con parque abundante, rifles modernísimos de largo
alcance sistema Grass; la lucha fué encarnizada, los enemigos esperaban por
momento la llegada del grueso de su ejército de Huancayo, en retirada para la
capital, esperando así que las fuerzas asaltantes fueran arrolladas y
pulverizadas por aquel; razón por la cual combatieron hasta el último momento,
hasta ser exterminados en masa, de capitán á corneta”[22]
El autor no considera ni el patriotismo ni la mera circunstancia que en la
Breña no había prisioneros. Los chilenos sabían perfectamente que esperar en
caso de rendición.
Hay una versión peruana, de la época, la de M. F. Horta, quien no es testigo
presencial sino corresponsal del Eco de Junín y se encuentra con Cáceres en esos días. Ese autor repite
lo que contenía el parte de guerra de Ambrosio
Salazar y que servía de justificación de la masacre de heridos, mujeres y
niños: “El Comandante Lago quiso
conservar la vida de 15 soldados chilenos que se habían entregado a discreción,
pero los guerrilleros, implacables en sus represalias, los ultimaron al grito
de "¿dónde están nuestras fatigas? ¿Dónde están nuestras mujeres y
nuestros hijos?" Grito de desesperación salido del pecho de las víctimas
de Huaripampa[23],
pueblo saqueado e incendiado por los chilenos, en el que asesinaron hasta las
familias que habían buscado asilo en el templo.”
Sin embargo la declaración choca con la documentación que se
tiene sobre el combate en testimonios de los extranjeros que estuvieron
presentes, y en los planos que se levantaron con la indicación de la ubicación
de los cuerpos de los defensores, donde fueron hallados y en ningún caso calza
con la narrativa en esta parte de lo expuesto, que más parece para consumo
patriótico interno[24].
Y algo que no considera este relato pero si el de Salazar, quien habla que los
chilenos engañaron a los peruanos con una falsa rendición y al acercarse fueron
fusilados con el fuego de los defensores, y eso motivó la ira y la venganza (y
no el episodio de Huaripampa).
¿Las bajas? Por los chilenos toda la guarnición incluida su mascota.
Por el lado peruano no se tienen cifras. Pero los chilenos al llegar y luego de
un brevisimo combate con algunos rezagados llegaron a contar 280 muertos, o sea
los cuerpos abandonados. Habrá que sumar a los que se llevaron consigo y luego
los heridos, que normalmente son el doble en una batalla (aquí los peruanos
tuvieron tiempo para retirarlos igual que el cuerpo de sus deudos muertos), se
puede calcular entre 900 y 1000 las
bajas (muertos y heridos).
¿Era posible
salvar a la compañía del Chacabuco? Es
entrar un poco en el territorio de la historia-ficción, que depende de muchos,
“si….”; pero se puede indicar que la detención de la Segunda Compañía del Chacabuco impidió que hubiera
alcanzado a llegar al menos a la parte final del combate (mañana del 10) y
sorprender por detrás a la división de
Vanguardia. Más aún si hubiera avisado a su oficial superior de lo que se
oía desde Concepción, quien pudo haber organizado una columna de refuerzo.
Quizás habría podido salvar a algunos o vengar la derrota. Hay que tener en
cuenta que los peruanos estaban agotados y la indiada no obedecía órdenes ni
era muy disciplinada por si misma, sin entrenamiento. También debe haber estado
escaso de munición. En contra, por el lado chileno, estaba el problema de la
cortedad en las municiones[25].
Pero considerando la actitud de del Canto en la campaña, siempre se envió socorro a las unidades
sitiadas. Quintravalla, lo hemos dicho ya, escapa de la culpa, considerando
las circunstancias en que se encontraba, a cargo de los heridos y enfermos a
los que no podía descuidar, una marcha nocturna siempre complicada y que
ignoraba lo que pasaba en Concepción[26].
De lo que podría hacérsele responsable era de haber salido tarde desde Huancayo y detenerse en San Jerónimo cuando tenía órdenes de
seguir[27].
La acusación de del Canto, es un
juicio a posteriori y con todos los datos a la vista, de los que carecía su
subordinado.
Del Canto enterado del ataque en Marcavalle
(el tercero y más costoso para los chilenos) actuó conforme a las órdenes
vigentes en ese momento que era batir al Ejército del Centro de Cáceres,
siempre y cuando las condiciones fueran favorables. Pero la persecución que
hizo hacia Pucará no fue una
acertada, ante las limitaciones de munición que tenía y la distancia que debía
recorrer para socorrer a los suyos. Por lo tanto se imponía avanzar para
enlazar con la tropa que ser retiraba y de ahí continuar a Huancayo de inmediato, para terminar de organizar su salida del
pueblo la retirada que ya Del Canto señaló a Lynch, a mediados de junio,
de las reales condiciones en el departamento
de Junín. El atraso sería fatal (el no poder salir el mismo 9 de julio).
Pero el verdadero y último responsable de esta campaña (y de
la masacre de Concepción) sería el gobierno de Santa María que desde Santiago intentaba dirigir la guerra, sin
tener idea de las condiciones que se vivían en la sierra, presionando a Lynch
para que reiniciara la ocupación de la Sierra sólo con los recursos de los que
disponía, mientras en la capital chilena se lavaban las manos en cuanto a
sostener el Ejército de ocupación, que dependía exclusivamente de los recursos
peruanos. Todo por la necesidad desesperada de firmar la paz y terminar la
guerra, con todos sus costos, humanos y materiales, para el vencedor (ni qué
decir del vencido). Terminar la guerra a toda prisa era la idea imperante en La
Moneda.
En el camino a
Concepción, 10 de julio alrededor de las 2 PM: El comandante Pinto
Agüero, luego que la columna de vanguardia está a unas 30 cuadras de San Jerónimo, a las 2 PM (es decir les
ha tomado siete horas de marcha y apenas han avanzado unos 12 km), da orden al
ayudante Salcedo que se adelante a toda carrera con su caballo para avisar a la
guarnición de Concepción, que va
toda la masa de heridos y enfermos con él y que pronto arribarán los demás
cuerpos de la División del Canto
para que “preparase el rancho necesario
para los espedisionarios, i especialmente hiciera condimentar alimentos sanos i
apropiados para los numerosos enfermos i heridos de la division.”.
Parten tres hombres: Salcedo, Molina y un sargento. Pasada
las 2:30 PM llegan a San Jerónimo,
donde el silencio era total. Quintavalla debe haber partido ya por lo que no
hay ni un alma en la calle. Parecía un pueblo muerto. De una de las casas sale Carlos Rivetti, comerciante en calzado
y vecino de Huancayo[28],
quien venía gesticulando y “dió a
comprender que algo mui grave acontecia….(el italiano) agregaba: “Toda la guarnición, sin que se halla escapado uno solo han
muerto en La Concepción” “Todos, todos, han perecido, no se rindieron
jamás; Qué chilenos tan bravos!” ….nos dió todos los datos… i en el acto
continuamos la marcha sobre la Concepción”. ¿Cómo supo lo pasado con
la guarnición? Es muy probable que se lo hubiera contado algún testigo del
hecho, algún vecino que integró la montonera o que le explicó las balaceras que
se oyeron hasta hace unas horas.
Otro oficial dijo: “nos
extrañó a los que éramos amigos del mocho Carrera Pinto, como lo llamábamos, no
nos viniese a recibir conjuntamente con los demás oficiales […] Los que
creíamos a la compañía que estaba destacada en la Concepción en muy buena
situación con respecto a víveres, nos extrañó no viniesen los oficiales a
recibirnos para ofrecernos algún alimento, puesto que hacía más de veinticuatro
horas no lo tomábamos…”[29]
Cubren los tres exploradores la distancia hacia Concepción, que son casi cinco
kilómetros, ahora no con prisa sino a buen paso, por seguridad, “i cuando ya estábamos encima de la loma que
cierra por el sur a Concepcion i cerro que contornea el labrado camino que, al
llegar a su base jira hácia la izquierda, pasa doblando la puntilla i haciendo
flanco derecho, penetra al pueblo, abandonamos la carretera, tomamos el atajo i
de frente ascendiendo aquella larga i suave montaña, llegamos a la altura.
Desde aquel punto se divisaba todo Concepción; una negra i espesa humareda
teníamos a la derecha, i nuestros ojos pronto pudieron descubrir que aquel incendio
devoraba el cuartel.”
Los tres chilenos regresan a su división, alcanzan a atrapar
a un cholo ebrio pero del que no se
obtuvo noticia. Lo llevan como prisionero. Se encuentran en su camino de vuelta
con el comandante Pinto Agüero (oficial jefe del Chacabuco)
“cuadras ántes de San Jerónimo…., i sin
pensar en nada, de repente, brutalmente, le comunicamos todo….ronca la voz,
gritó; “Hagan avisar al coronel Canto lo que ocurre, i que para no perder
tiempo marcho yo con la vanguardia sobre la Concepción; Usted, ayudante
Salcedo, parte conmigo”. Y avanza en esa dirección.
En el camino más allá de San Jerónimo debió encontrarse con Quintavalla en ruta hacia Jauja
y con la Segunda Compañía del Chacabuco,
aunque nada dicen.
En el lugar Pinto
Agüero, quien se había adelantado, toma el mando de la compañía N° 2 de Boonen y avanza en guerrilla y al trote
rumbo a Concepción. También en esa dirección va la compañía del Lautaro,
que iba de avanzada.
¿Hubo combate en
Concepción cuando se aproximan los chilenos?
Según Rómulo Correa (el jefe de la
compañía del Lautaro que iba en vanguardia)[30],
al encontrarse en el camino con los chacabucos, “Boonen Rivera me dijo que él se iba a adelantar para ver
lo que sucedía y montando en un caballito de paso, acompañado de su corneta, se
dirigió al callejón que se dirigía al pueblo, pero apenas se había internado
unos cuantos metros comenzaron a hacerle fuego…por lo cual tuvo que regresar.
Momentos después se nos presentó un cholo, completamente ebrio y con un quepi
del Chacabuco en la cabeza y nos dijo que en Concepción habían muerto a todos
los niños (sic) de la compañía y
habían quemado el cuartel. A todas las preguntas que le hacíamos contestaba lo
mismo…”.
Mientras la columna Quintavalla
(aunque nada se dice de ella) debe haber continuado su camino sin detenerse en Concepción y sin enterarse de lo
ocurrido, tomando hacia Jauja
derechamente[31].
Dijo el doctor Pastor Merino que alrededor de las 5 PM “todavía quedaban en el pueblo algunos montoneros, que
pretendieron hacerse fuertes a pesar de nuestra proximidad; pero tuvieron que
ceder”.
Desde una loma los alcanza a ver del Canto y el Estado Mayor que ha avanzado,
la carga de los del Chacabuco hacia el pueblo dirigidos por Pinto Agüero. Tampoco
se indica al Lautaro que es la compañía que va a la vanguardia.
A Boonen no se lo
menciona en ningún momento. Si la versión del Lautaro es exacta, ¿a
quién le disparó la segunda compañía del Chacabuco? O bien Arturo Benavides miente para darse las
partes de ser el primero en llegar. Lo último parece menos probable. Por lo que
hay que imaginar al Chacabuco llegando en segundo lugar.
La noticia se transmite hacia del Canto y su Estado Mayor. Este, que a esa hora entraba en San Jerónimo, alcanza a oír unos
balazos a la distancia en dirección a Concepción y alcanza a ver la columna de
humo. Narró en sus memorias que va a la casa del alcalde del pueblo y este le
da la información que ya sabía Salcedo,
pero que aún no podía comunicársela. Más pronto llega a matacaballo el ayudante
Villouta y le da la noticia de la
aniquilación de la guarnición. Manda del
Canto dos compañías del Segundo de Línea, que tomen por las
sierras del oriente y caigan sobre La Concepción por su flanco derecho. La
noticia se propaga por las filas y los soldados enterado del trágico
acontecimiento empiezan a romper filas para ir hacia La Concepción, armados dejan sus puestos incluso los que cuidan a
los enfermos que no se pueden mover. La oficialidad tiene que poner orden. Del Canto parte a la carrera junto a su
Estado Mayor con destino a Concepción. Deja orden que la división se detenga
mientras espera a ver qué ocurre. Para llegar a las 4 PM a La Concepción.
La primera unidad en entrar es la de
Benavides, del Lautaro. El mismo lo cuenta, cuando estaba a trescientos metros del
pueblo aún no tiene noticias de la guarnición (nadie le ha dicho a él qué ha
pasado allí), pero tiene que ver la humareda negra que se eleva más allá del
cerro que parece cubrir la vista hacia el pueblo. Lo que le llama la atención
es que ningún soldado del Chacabuco aparece para que le diera
la bienvenida. Pensó que se habían retirado del pueblo por alguna circunstancia
importante, y creyó desocupado el pueblo, al menos de chilenos. Detiene su
compañía y manda a un sargento y cuatro soldados como patrulla y al mismo
tiempo ordena comunicar el extraño hecho al coronel Robles. Al poco rato vuelven los exploradores y no han visto nada,
al parecer el pueblo está desierto. El subteniente que recién había enviado
como estafeta para comunicar la situación a Robles vuelve porque a su vez se ha
encontrado con un capitán del Chacabuco
(al que no identifica) quien le ha dado instrucciones que vuelva a su unidad y
espere órdenes. Benavides quien está
al mando momentáneamente divide su compañía en tres grupos, y ordena que un
grupo vaya por la izquierda y otro por la derecha y penetren en la población y
él, con el resto, irá de frente por la camino. Un grupo encuentra a un jinete
que al verlo huye sin detenerse a los gritos que así se lo ordenan, por lo que
le disparan y cae muerto. Pero fuera de eso no hay nadie mas vivo y a la vista,
sea enemigo o amigo. Los tres grupos casi llegan al unísono a la plaza donde
encuentran el espectáculo[32].
Empiezan a llegar los oficiales. Uno de los testigos
escribió a Molinare: “Cuando el general Canto llegaba a la plaza
del pueblo, acababan de llegar el comandante Pinto Agúero, Arturo Salcedo,
Alejandro Villalobos, Luis Molina, Rómulo Correa y los oficiales del Lautaro,…habían penetrado al pueblo que estaba desierto y en el que
encontramos horrorosamente hechos pedazos a todos los hombres del Chacabuco.
Pinto
Agüero de los primeros (junto a la
compañía del Chacabuco) y entran al cuartel. Dirá Ismael Larenas, uno de los ayudantes de del Canto, “el general Canto[33]
llegaba a la plaza del pueblo, acababan de llegar el comandante Pinto Agúero,
Arturo Salcedo, Alejandro Villalobos, Luis Molina, Rómulo Correa y los
oficiales del Lautaro, que sin combatir con nadie, porque no hubo un solo
enemigo enfrente, habían penetrado al pueblo que estaba desierto y en el que
encontramos horrorosamente hechos pedazos a todos los hombres del Chacabuco.”
Manuel Salas, quien era oficial subalterno del
Batallón Movilizado Lautaro, escribió: “Llegamos de los primeros a la plaza [del
pueblo de Concepción] y nos animaba la esperanza de hallar algún «chacabuco»
vivo…. Al salir de la iglesia donde primeros entramos, me encontré (al
coronel Pinto Agüero) que salió del cuartel, intensamente pálido y
en cuyos ojos se reflejaba lo que su alma sentía en esos instantes. Se nos dio
orden de revisar casas y sitios, y fue imposible contener a los soldados que
vengaban a los «chacabucos» y a un soldado nuestro que había quedado ahí de los
enfermos que condujo días antes el capitán Guzmán.”[34]
Es probable que sea en
ese momento cuando Pinto Agüero, en
la plaza de Concepción, vea a Boonen Rivera, quien debe haber llegado
de los últimos en ese primer grupo. Se le acerca y con rabia reconcentrada le
dice: “Fusilarlo por la espalda, capitán,
sería hacerle un honor”[35].
Enterado que Boonen se habían negado
a avanzar, informado por la tropa y los suboficiales. Desde ese momento el
capitán se eclipsó y fue luego adscrito al Estado Mayor de del Canto hasta que parta hacia Lima.
A las 3, dijo un testigo “a una
legua escasa de la Concepción, sentí dos disparos y se me dijo que el comandante
Pinto Agüero había fusilado a dos indios armados (en verdad los del Lautaro ultimando a un
hombre a caballo),…. Estamos en el
pueblo: Ahí no hay un perro, ni un gato, ni un cucaracho [sic]; ahí no existe
la vida…”[36].
Otro testigo que llega avanzada la tarde con el resto de la división (a las 5
PM) “lo primero que hicimos fue visitar
el cuartel….en gran parte estaba abrasado por las llamas y al llegar a su
puerta se veían desde los umbrales los cadáveres hacinados. Entré al cuartel de
a caballo y al encontrar en los cuartos y en el patio cadáveres y sólo
cadáveres….”[37] Otro oficial dirá
en una carta “fueron sacrificados y
después hechos pedazos. Daba compasión entrar al cuartel, donde se presentaba a
la vista un montón de cadáveres enteramente desnudos y abierto el pecho de la
mayor parte, de donde habían sacado el corazón…. Las mujeres de la tropa yacían
también del mismo modo que los soldados y oficiales: todos desnudos….hasta los
perros de los soldados estaban muertos entre ellos. Un soldado ha muerto con un
niño en brazos, sin duda sería hijo suyo….”
Sigue la carta anónima que transcribe Ahumada, “(c)uando entramos a la población la encontramos
completamente desierta y el cuartel que ocupaba nuestra tropa incendiado. Esto
ya lo habíamos notado desde lejos…. Todos estaban completamente desnudos y
hechos arneros a bala y lanza, algunos medio carbonizados y todos mutilados[38].
Reconociéndolos, pudimos encontrar los de los oficiales, dos de ellos dentro
del cuartel y en un montón de cadáveres y los otros dos fuera del cuartel con
los de cuatro soldados y envueltos por muchos cadáveres cholos…. De los muertos
y heridos cholos que encontramos en el pueblo, la mayor parte estaban heridos a
bayoneta[39]
(todos fueron repasados).”[40]
El comandante del
6° de Línea, Marcial Pinto
Agüero, y sus subordinados del “Chacabuco” recibieron la
penosa misión de ubicar, ordenar y reconocer en lo posible, los restos de sus
camaradas caídos en la acción. Existía la esperanza de que pudiera haber
sobrevivientes. Algún herido que haya recogido en alguna casa. Los chilenos
entran a las casas y sacan a los que están ahí, en su mayoría extranjeros,
quienes son los testigos que narraran lo ocurrido en la jornada.
Los primeros chilenos aparecieron a las 3 de la tarde y el
grueso de la división entre las 4 y las 5. En el cuartel aún estaba enarbolada
la bandera de Chile, en su asta. Es del
Canto quien contó en sus memorias lo ocurrido con la bandera: “Se comprende la precipitación con que el
enemigo debe haber emprendido la fuga, porque no tuvo tiempo para apoderarse
de la
bandera que flameaba
aún en la
puerta del cuartel, y viéndola yo desde la casa en que me
desmonté, ordené a mis ayudantes Bisivinger y Larenas que me la fueran a traer,
lo que se ejecutó, poniéndole con lápiz rojo en la estrella, la fecha del día i
la firma de Bisivinger (sic)”[41].
Para eliminar un mito, retratado en las pinturas que describen el combate, la
verdad es que la bandera “solo mide 53
por 38 centímetros y consiste en tres géneros de distinta factura, cada uno de
un color –azul, blanco y rojo– los que están cosidos a puntadas cuidadosas,
pero inevitablemente burdas. Sus costureras dominaban mejor el remiendo de los
jirones de los uniformes. Sobre el campo azul del tricolor, pusieron una
asimétrica estrella blanca, a la que con amorosa prolijidad, cosieron sendas
mostacillas brillantes en cada una de sus puntas.” Y no la enorme que se ve
en las pinturas que retratan el combate. Esto porque la compañía por sí sola no
habría tenido una bandera de ese tamaño, cosa que si hubiera pasado con el
batallón. Pero se precisaba de alguna para que marcara el punto que servía de
cuartel a la unidad chilena. Inmediatamente antes de la batalla Carrera Pinto había ordenado que el
asta se fijara con remaches para evitar que fuera quitada por los atacantes.
Al llegar los carabineros a la escena, del Canto llama a uno
de los oficiales de la unidad y le da instrucciones de “limpiar” de peruanos la
zona de un kilómetro de los alrededores. Sólo respetaría a mujeres niños y
hombres menores de 16 y mayores de 50. Todos los demás serían ejecutados. El
oficial, Sierralta, sale a cumplir su misión con una docena de hombres y vuelve
a las dos o tres horas con los animales completamente sudados.
El espinudo
asunto Boonen Rivera: Hemos visto que al poco de llegar Pinto Agüero a Concepción se enfrentó al capitán Boonen Rivera quien perdió su compañía (la Segunda) y fue adscrito
al Estado Mayor de del Canto, lejos de la vista de Pinto Agüero, para luego
irse a Lima, sirviendo como correo. Y luego partir a Chile porque tenía
destinación en la Escuela Militar.
Y el problema es si actuó cobardemente, como se le acusa, en
todo lo que rodea a la Concepción. En el origen de esta pregunta se encuentra
un episodio del que habla Nicanor Molinare en su obra ya tantas veces citada y
es la existencia de un reporte periodístico de El Mercurio (también aparecido
en la compilación de Pascual Ahumada) que describe los hechos de la campaña y
en particular el combate de la Concepción[42].
Ese relato proveniente de un oficial sin identificar, es el que se envió a
Chile para ser publicado primero en los diarios. En el mentado texto, además de
los oficiales de la guarnición, es mencionado continuamente otro nombre: el del
oficial Jorge Boonen Rivera, lo que
hace sospechar que él es la fuente de toda la historia (y en la que aparece
como tan héroe como los defensores de la Concepción), más aún cuando después de
entrada la tropa chilena alrededor de las 4 de la tarde del 10 de julio, el capitán Jorge Boonen pierde el comando de la compañía
del Chacabuco
que dirigía y tiene que volver solo hacia Lima, llegando primero y con ello la
versión nacional que corresponde a lo expuesto por El Mercurio.
Dirá a Nicanor Molinare uno de los veteranos, “Ese combate que Ud copia y que se atribuye a
Boonen, es una mentira,…; porque Pinto Agúero no cedió a nadie su puesto
en esos momentos; Rómulo Correa si
hubiera habido combate, habría sido quien lo hubiera mandado, porque era
capitán mucho más antiguo y más valiente, y éste, en ausencia de Arturo Salcedo, capitán ayudante y de
muy buena reputación como soldado.”
Pero su historia no termina ahí sino que en Lima al ser
citado por Lynch pone en mala situación a del Canto por su actuar en la
campaña, recargando las tintas tanto en el tercer combate de Pucará como en el
resultado de Concepción y el resto del final de la campaña. Todo eso tendrá
algunas consecuencias a posteriori.
Concepción, noche
del 10 de julio. Esa noche la División del Canto se quedó en el pueblo. Por seguridad se envía a
una compañía del Santiago (Quinto de Línea) a la loma sur, mientras un grupo de
25 jinetes del Carabineros es enviado al flanco izquierdo cubriendo el camino
de La Oroya, vigilando el río y los
cerros del oriente. Y otro grupo controla y vigila el camino que une con Jauja. El Lautaro y el Chacabuco
alojan en las casas del lado norte. En los corrales del sur está el resto del Carabineros.
Los enfermos en las casas mejor situadas y el parque y la artillería seguros y
a mano. Y del Canto y el Estado Mayor están en la casa de la familia
Valladares.
Esa jornada, cuenta Benavides, cuesta mucho armar el rancho
de la tropa, el que se suministró muy tarde en la noche.
COMO EN TODAS LAS IMÁGENES LA DESCOMUNAL BANDERA CHILENA ERA MUCHO MÁS PEQUEÑA Y AHORA SE ENCUENTRA EN LA ESCUELA MILITAR DE CHILE |
Algunos oficiales que conocen a las víctimas recogen los
cadáveres de hombres y mujeres[43]
e incluso de cuico, el perro que
acompañó a la compañía del Chacabuco y que también fue
asesinado, quizás por defender a los que le daban un plato de comida y cariño. Intentan
encontrar los cadáveres de Carrera Pinto y la oficialidad de la Cuarta Compañía del Chacabuco.
Se les deja primero en lo que sirvió de comedor de oficiales en el cuartel a
medio quemar. También retiran los cuerpos de los soldados y clases de los
restos del cuartel. Se discutió que hacer con los cuerpos de los oficiales.
Primero se sostuvo llevarlos a Lima pero resultaba imposible por la falta de
camillas y la dificultad del camino, luego se optó por retirarles el corazón y
llevarlos guardado y protegidos a Lima para luego ser llevados a Chile en
frascos sacados de la botica del pueblo y sumergidos en alcohol.
A continuación del
Canto manda una partida del Carabineros, dirigida por el sargento
Sebastián Sandoval y cuatro hombres
de la misma unidad, avisen a Jauja,
a cargo del mayor Quintavalla, lo
ocurrido en Concepción, prepare alojamiento para la división y estuviera él
listo para la retirada. Partió el sargento con su tropa, y en el camino tenía
que atravesar el pueblo de San Lorenzo,
que en ese momento, 8 PM, estaba celebrando la victoria en Concepción. Sandoval
comunica a sus hombres el mensaje que transporta por si él cae, y ordena cruzar
la población de lado y lado, con los serranos en masa reunidos allí. “Mandé apretar y componer las monturas y
primero al trote y después a galope tendido, a escape, vivando a Chile, caí
sobre los cholos, a lo que es puro sable…, a punta de sable nos abrimos paso,
el surco no más dejamos (y al comentar la acción a un oficial superior
agregó) ‘Mostrá Pereda tu espada, mire
señor, ¡coloradita hasta la guarnición señor! ¡que pagarla, no más tienen la de
La Concepción!”[44].
Intentaron detenerlos con lanzadas y piedras pero no pudieron y los chilenos
escaparon sin daño alguno.
[1] El capitán Latapiat, miéntras gobernó en La
Concepción, mantuvo siempre un piquete un ese punto, fuerza que, por desgracia,
retiró Ignacio Carrera Pinto y que pudo haberle avisado con más tiempo que se
aproximaba una fuerza montonera, conocida ahora como División de Vanguardia.
[3] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de
julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el
Héroe
[4] ASALTO
DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por:
Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El Perú”, Lima, 8 de julio
de 1886.
[5] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio
de 1882 Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. En Ignacio Carrera Pinto. El Héroe.
[7] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de
julio de 1882 Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. En Ignacio Carrera Pinto. El
Héroe.
[8] Hay versiones que
hablan de dos o tres mensajeros, pero la escasez de tropa que tenía Carrera
Pinto, no le permitían darse el lujo de enviar a más de uno con ese propósito.
Y sólo había un caballo en la guarnición, el del teniente Carrera Pinto, por lo
que es plausible que sólo fuera uno.
[9] ASALTO DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El
Perú”, Lima, 8 de julio de 1886.
[10] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de
julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el
Héroe
[11] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de
julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el
Héroe
[12] Las que hace en el
parte de la campaña que emite después y que repite en sus memorias militares.
[13] Hay dos versiones, una
que la mujer tuvo a su hijo 15 días antes el combate y otra, más romántica, que
la mujer tuvo el parto el mismo día del combate.
[14] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de
julio de 1882 Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. En Ignacio Carrera Pinto. El
Héroe.
[15] Salazar considera dos
edificios, mientras los chilenos sólo uno. El plano muestra que es una sola
construcción, sino no se explica como los chilenos salieron a la plaza (al
abandonar el llamado convento) y volvieron a entrar, ahora al otro cuartel sin
ser destrozados por los atacantes que ocupaban la plaza. Sin considerar de por
qué milagroso hecho el cuartel convertido “en cenizas” no se comunicó el fuego
a la casa parroquial y a la iglesia.
[16] ASALTO DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El
Perú”, Lima, 8 de julio de 1886.
[17] Ahumada.
[18] De ahí que al momento
en que la División del Canto llega a Concepción al revisar el cuartel
encontrará una habitación llena de cadáveres, entre ellas las de Montt
Salamanca.
[19] En la versión de un testigo,
los dos chilenos alcanzan a conversar entre ellos, se arreglan el uniforme y el
kepis, se semiabrazan, disparan sus últimas balas y cargan a la bayoneta, protegiéndose las espaldas, rodeados por los
peruanos. Cae el primero y pronto le sigue su compañero por una granizada de
balas. Sin embargo los dos cuerpos son hallados en el pórtico de la Iglesia, lo
que hace suponer que allí cayeron
[20] La mitad de su
efectivo oficial (no se incluyen en ningún recuento peruano a los indígenas)
[21] Ya hemos indicado que
77 en total, 76 del Chacabuco y uno del Lautaro (era uno de los enfermos).
Pero solo 66 en pie (incluyéndolos a todos).
[22] Ahumada, Tomo VII,
[23] Se refiere al combate
que tuvo lugar en la zona y la expedición punitiva chilena que le precedió
[24] Para ello sólo hay que
compararlo con las primeras descripciones peruanas del combate naval de
Iquique.
[25] Tanto así que para
ahorrar balas, cuando se rindieron honores a los soldados chilenos en el
pueblo, al momento de darles sepultura se percutaron las armas pero sin balas.
[26] La última novedad que
tuvieron los chilenos de Concepción era que todo estaba tranquilo.
[27] Respecto a esto último
hemos explicado que esas órdenes se dieron en el supuesto que saliera a la hora
de diana.
[28] ,…se habia
adelantado con su familia a San Jerónimo, para continuar viaje a Lima, que no
queria quedarse en La Sierra por temor a la soez i terrible venganza peruana”
[29] Correspondencia;
de Víctor Valdivieso para Nicanor Molinare; Santiago, 22 de julio de 1911.
testimonio de Víctor Valdivieso, quien era teniente de la Quinta Compañía del
Batallón Tacna 2º de Línea en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882 IMPRESIONES Y HOMENAJES
DE SUS CONTEMPORÁNEOS. Por Eduardo Arriagada AljaroLic. en Historia PUC
Academia de Historia Militar
[30] En su libros, Seis
años de vacaciones, Arturo Benavides se adjudica a él mismo el mando de la
compañía de manera transitoria.
[31] En las memorias de del Canto, el oficial expresó que, al
jefe de la guarnición de Jauja, que era el mayor Quintavalla (cuando del Canto aún seguía en Concepción) le fue
avisado por el coronel que tuviera mucho cuidado porque podía ser atacado por
la montonera (división de Vanguardia) de Gastó y que ésta al parecer se
encontraba en el camino de Apata (a
media distancia entre Concepción y Jauja).
[32] Ver su libro-memoria
Seis años de vacaciones.
[33] Le da ese rango porque
a la fecha de la carta que envió a Nicanor Molinare con la información acerca
de este episodio era 1911, época en que del Canto gozaba de ese título. La
carta aparece en http://gdp1879.blogspot.cl/2014/07/carta-molinare.html
[34] Alcaldía
Municipal de San Felipe; correspondencia; de Manuel Salas para Nicanor
Molinare; San Felipe, 20 de julio de 1911. en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882
IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS Por Eduardo Arriagada AljaroLic.
en Historia PUC Academia de Historia Militar
[35] Carta de Ismael Larenas a Nicanor Molinare,
en http://gdp1879.blogspot.cl/2014/07/carta-molinare.html
[36] Correspondencia;
de Rómulo Segundo Larrañaga para Nicanor Molinare; Santa Rosa, 1º de agosto de
1911; en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882. IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS
CONTEMPORÁNEOS. Por Eduardo Arriagada Aljaro Lic. en Historia PUC Academia de
Historia Militar
[37]Correspondencia;
de Justo Pastor Merino para José Luis Merino; Tarma, 15 de julio de 1882;
reproducida en “La Prensa”, lunes 24 de noviembre de 1980, página 20. en 9 Y 10
DE JULIO DE 1882 IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS Por Eduardo
Arriagada Aljaro Lic. en Historia PUC Academia de Historia Militar
[38] Nicanor Molinare, en
su obra sobre el combate, hace descripciones de cómo estaba mutilado el cuerpo
de Carrera Pinto y de Cruz Martínez, dos oficiales del Chacabuco. Además hace
mención a consumo de carne humana, quizás una manera de adquirir el valor de sus
enemigos o simple salvajismo. Pero no decapitados, ¿habrá sido por respeto o
falta de tiempo?
[39] Estos fueron los que
la división de Vanguardia no alcanzó a
retirar al caer durante esa misma mañana.
[40] Digamos acá que
respecto de la carta anónima así como el relato que aparece de un corresponsal
anónimo de El Mercurio sobre el combate, intenta establecer que el primer
oficial que apareció en Concepción fue el capitán Boonen Rivera e incluso más,
describe un combate en la misma plaza que ninguna otra fuente chilena contempla
(falso era, por supuesto) hecho para cubrirse a si mismo de gloria ajena.
Boonen salvo bien librado del castigo que se le debió proporcionar). Molinare
se extiende sobre el punto en su obra ya antes citada. Dice el escritor
nacional, luego de extenderse sobre ese artículo “Los que nos leen podrán ahora
discutir el punto, i decirnos si no fluye del estudio de lo trascrito la idea
fija, absoluta de que el capitan Boonen de 1882, fue el único heróico defensor
de los mártires de la Concepción (con
evidente ironía)".
[41] “Memorias Militares
del Jeneral Estanislao Del Canto”, Estanislao Del Canto (Santiago: Imprenta La
Tracción 1927). Tomo I, p. 244.
[42] En el texto, que aparece ya en el
libro de Molinare (páginas 82 y 83) y Pascual Ahumada (páginas 196 y ss) se
describe a Boonen dirigiendo un ataque contra Concepción cuando a horas de
terminado el combate sigue lleno de peruanos y a los que expulsa causándoles
numerosos muertos y tomando prisioneros que son fusilados en el acto. Por lo
demás del mismo texto se colige que si del Canto hubiera salido con mayor
anticipación (el 8 como estaba planeado) la guarnición del Chacabuco no habría
sido aniquilada. Y contiene otras muchas críticas contra el coronel.
[43] Es una lástima que no
se hayan recogido las identidades de esas mujeres.
[44] Molinare, Nicanor op
cit
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