EL AÑO DECISIVO: LA MAYOR INTERNACIÓN DE ARMAS DE LA
HISTORIA DE CHILE (I)
A partir de
1982 las protestas sociales contra el gobierno militar habían ido in crescendo
logrando que parte importante de la población se sumara a las jornadas de
descontento dentro de la crisis económica que había estallado en 1982. La
cesantía masiva y el endurecimiento de las condiciones de vida de los sectores
pobres de las ciudades, quienes habitaban los barrios marginales (en Chile
llamados poblaciones, el equivalente
a las villas argentinas) había dado
un combustible inimaginable a los sectores políticos de oposición, entre ellos
el castigado Partido Comunista chileno que dentro del arco político se situaba
a la izquierda a través de movimientos como el MDP (Movimiento Democrático
Popular que englobaba a esos sectores) frente a la Alianza Democrática de
centro izquierda.
En las
poblaciones dominaban ampliamente los comunistas por sobre miristas y
socialistas, particularmente aquellas que eran consideradas las más combativas:
La Victoria,
La
Legua, La Pincoya y otras muchísimas más. En ese marco las protestas
fueron duramente reprimidas con decenas de muertos. Pero al mismo tiempo los
grupos armados pertenecientes a la izquierda, El Frente Patriótico Manuel
Rodríguez brazo armado del PC y en muchísima menor medida el MIR (antes y durante su atomización)
atacaban a lo que ellos estimaban la represión: carabineros, militares,
instituciones públicas, bancos y lo que representara la gran y mediana empresa
privada. Entre 1983-1985 el escenario en Chile había sido de una violencia
mutua considerable. Y el PC chileno que a partir de fines de los setenta había
avanzado hacia una política de violencia de la que había carecido antes (salvo
el llamado Reinosismo[1]),
apoyado por el sistema o bloque de países del Este, especialmente Cuba, para
preparar y armar a su gente. Dentro de la dirigencia comunista era la
oportunidad de derribar a la dictadura a la que le aseguraban una rápida
muerte, tomando como patrón las protestas en los sectores populares,
especialmente en los jóvenes. Curiosamente en el sector obrero (trabajador
asalariado) su penetración fue mucho menor en seguir esta política.
Asi que
considerando que la situación les resultaba propicia se empezó a desarrollar el
marco teórico de sus creencias: la llamada Sublevación Popular. Aunque no era
una opinión unánime, cuenta David Canales, un sobreviviente del Partido
Comunista de las persecuciones asesinas de 1975-1977 de la DINA y el Comando
Conjunto e integrante del Aparato de Inteligencia del PC chileno[2].
Lo que sí la opinión que expresa la dará en 2015 o 2016. “…se trató de puro voluntarismo del grupo encabezado por Gladys Marín,
que triunfó gracias a su incontrastable opinión personal[3]. Se
postuló, por ejemplo, que toda la política del partido era una política militar
y que el factor militar sería lo decisivo en la solución política del
conflicto… Se puso fecha precisa al cumplimiento de objetivos de lucha que no dependen exclusivamente de los
revolucionarios; se dejó de lado en varias oportunidades el principio de que la
lucha revolucionaria debe ser, en su momento de su desenlace, de masas, de
mayorías, para ser efectiva y exitosa. Naturalmente, a los viejos
revolucionarios (militantes y dirigentes) les ardieron las venas[4]. La
mayoría de los miembros de la Comisión Política que trabajaba en Moscú[5] puso
sus reparos ante cada error advertido y la polémica se arrastró hasta el
extremo que, artificialmente, poco menos que se hizo creer que los que
combatían en Chile eran revolucionarios decididos y los exiliados quienes
tiraban para la cola”[6].
Sin embargo la tesis de Gladys Marín
se impuso.
Para elaborar el Plan de la Sublevación se creó un
grupo de trabajo especial. La Comisión
Política responsabilizó al encargado de la Comisión de Organización para encabezar el equipo, integrado además
por el jefe del TMM (Galvarino Apablaza) y el del FPMR (Raul Pellegrin), un miembro de la Comisión Sindical Nacional, el jefe del Mando Zonal de
Santiago y un alto dirigente de las Juventudes Comunistas. La propia
elaboración del Plan fue dirigida por Mauricio, uno de los oficiales del PC con
mayor experiencia y preparación[7]
Una vez elaborado, el Equipo de Dirección Interior (EDI) decidió que el oficial Mauricio
se incorporara a la Comisión Nacional de
Organización. Este especialista debía facilitar la comprensión de los
componentes militares de la sublevación en las estructuras de dirección
política del PC, además debía mantener una visión única de estos componentes a
través de todo el país y de todo el partido. Esta decisión permitiría hacer
extensivo el Plan de la Sublevación
a todos los regionales del país a través de la Comisión Nacional de Organización[8].
El marco de
trabajo eran las decisiones políticas del Pleno de 1985 (realizado en diciembre
de 1984) y con el concepto de Sublevación
Nacional donde “aparecieron
estructuradas y de forma coherente, por vez primera, las definiciones políticas
de la Rebelión Popular que dieron vida a una incipiente doctrina
militar del PC, la cual, a su vez, determinó un diseño estratégico para ese
“enfrentamiento decisivo”.”…Esta
relación de subordinación de la doctrina y estrategia a la “línea política” se
ajusta estrictamente a la metodología marxista que integra en un “todo” la
política, la economía, la sociedad y sus clases en conflicto, las fuerzas
contendientes y su estado político, técnico y moral, los factores
internacionales y la guerra. La estructura y diseño del plan respondían a
formas y métodos de la estrategia militar; sus contenidos y esencia, a la
singularidad dada por las definiciones fundamentales que hizo la dirección del
PC sobre el conflicto de clases que se vivía en Chile.”[9]
Para enero de 1985 se aprobó en el Comité
Central la propuesta de la Sublevación
nacional, vista como un nivel superior a la Política de Rebelión de Masas (PRM). Aquella se la podía definir
como un estado de rebelión
generalizado, que lograra la paralización real del país: alzamientos populares
en los principales centros urbanos, con participación decidida del proletariado
industrial, los estudiantes, las capas medias y el campesinado[10].
La idea detrás no era una insurrección ni guerra popular sino que las Fuerzas
Armadas serían derrotadas a partir de su “desmoronamiento y quiebre”[11].
Para lograr tales objetivos, el documento incluye una “apreciación de las
fuerzas del enemigo” y el “probable curso de sus acciones” en las etapas
previas a la Sublevación y en su momento de definición…. la tarea de todos, era
llegar a un paro general sostenido e
indefinido, a un clima ascendente y generalizado de rebelión, y lograr que
las masas organizadas (el pueblo), aprovechando un
accionar paramilitar y miliciano, conducido
por el Partido y el TMM[12],
coparan los principales centros políticos y administrativos del país mientras
la “fuerza propia”, golpeaba principalmente a las fuerzas represivas en su
desplazamiento e impedía el cumplimiento de sus misiones combativas. La
mejor de las expectativas (incluyendo, obviamente el triunfo) era que tenía que
la situación llegara a ser “masivo,
popular, rápido, coordinado, de una sólida y amplia unidad y voluntad de lucha
colectiva, de una intensa y favorable lucha diplomática, de una dirección político-militar centralizada,
capaz de conducir enfrentamientos paramilitares masivos hasta provocar el
“desmoronamiento político moral” de la columna vertebral de las Fuerzas
Armadas, neutralizándolas e impidiendo el empleo de su técnica y su poder de
fuego.” Era una cruzada comunista a la que todo el Partido debía unirse y
trabajar.
El plan de Sublevación Nacional incluía un mapa de todo el país y
específicamente para la capital que incluía “la ubicación de las fuerzas represivas[13] y
sus probables misiones, así como ordenados trazos que delimitaban “zonas y
áreas de sublevación” que envolvían a los barrios más combativos, desde donde
salían símbolos que representaban columnas desplazándose hacia nudos de
avenidas principales y centros políticos y administrativos.” Era la
manifestación de una paramilitarización del partido que rayaba en el
militarismo, lo que uno de sus creadores, especialista militar (entrenamiento
militar formal en Cuba) reconocería como: “…Fuimos
capaces de descubrir y poner en evidencia las debilidades del aparato militar
de la dictadura, de sus planes operacionales, como también de aprovechar las
ventajas que ofrece el estudio del Sistema
General del Teatro de Operaciones Militares, y muy especialmente, de la
aplicación creadora de las singularidades que propone la Estrategia….los
cuadros políticos no podían entender de buenas a primeras un lenguaje extraño
(el militar) y preciso que les recordaba
el ‘ordeno y mando’ empleado en el mundo de los militares”[14].
Como se ve, en Chile el control de la estrategia pasaba de ser simplemente
político a político-militar destacando la participación en su elaboración de
egresados de las escuelas militares cubanas: Pellegrin, Apablaza y Marcos
En el pleno de
1984-85 “se precisaron tareas públicas a
fin de llegar a los imprescindibles acuerdos con otras fuerzas políticas, y se
habló de otras tareas más reservadas,
como el incremento de unidades combativas en el Partido y en el Frente, la
fabricación de armamento casero y la preparación de los cuadros...”[15]
A su vez el Frente tenía su propia
versión del plan de Sublevación Nacional aunque acorde con la estructura del
Partido Comunista, al que pertenecía[16]. “El Plan del FPMR era correspondiente y dependiente del
Plan de la Sublevación del PC.; esto implicaba que la relación de misiones del
Frente se desprendía, obedecía al Plan Nacional del PC,…el elemento
determinante es de carácter político. (En la ocasión) Hablaron de columnas de combate por cada zona en que se dividía el
país, columnas suburbanas para las regiones apartadas y columnas territoriales urbanas
en las grandes ciudades. Santiago, Valparaíso y Concepción debían formar,
además, destacamentos o comandos para las misiones especiales. El plan del
Frente contiene misiones concretas: “Golpes y hostigamientos a cuarteles,
puntos de control y patrullas de fuerzas represivas”, “sabotajes y cortes a las
vías de acceso en las regiones de sublevación” Su misión principal: “apoyo al
desarrollo con éxito de la Sublevación de Masas y garantizar su permanencia y
continuidad”…. las masas sublevadas eran quienes jugaban el papel principal.
Pellegrin, jefe del FPMR hasta su muerte en 1988, tras el asalto a Los Queñes |
Y era lógico, si como reconoció el jefe de Santiago no disponía para una
capital de alrededor de 3 millones de personas un poco más de 150 hombres “jóvenes entusiastas y valerosos, con mínima
instrucción militar, escaso armamento y repartidos por casi todos los barrios
populares de la capital. (y en ese momento) “Todo aquello me parecía una locura inalcanzable. Mi esperanza sobre la
capacidad de la organización se refugiaba en esa aura de ‘fuerzas especiales’
que ya rodeaba al Destacamento”[17].
Pellegrin desestimó sus
preocupaciones asegurándole que el Frente
seguiría aumentando su fuerza exponencialmente (desde noviembre de 1985). Le
dijo “Si trabajamos convencidos de lo que
estamos haciendo, ¿cuántos combatientes preparados podríamos llegar a tener? José
insistió y le hizo una acotación relacionada con la gigantesca desproporción
entre el Frente y las Fuerzas Armadas. La respuesta de Rodrigo fue categórica:
“La Sublevación no es de nosotros, es de todos, no solo de todos los
comunistas; para ganar debe participar la mayoría del pueblo”. Otro testigo
expresó que Pellegrin recalcó el
marco político de la Sublevación, es
decir la participación del elemento “civil” en la misma. Sin ella la Sublevación no sería más que una serie
de ataques aislados. El plan fue microfilmado y llevado a los distintos grupos
“en él aparece la organización del mando
para la sublevación, de las comunicaciones, la logística y la cooperación entre
todos los participantes por etapas de la sublevación. Al final, los anexos
muestran las tablas de fuerzas y medios para cumplir las misiones. La cantidad
necesaria de “personal” calculado fue de 3.632[18].
Además de las columnas de combatientes, había pelotones y grupos de aseguramientos
de diversa índole.”[19]
[1] Corriente dentro del Partido
Comunista chileno de los años ´50 que sostenía el uso de la violencia
revolucionaria para la llegada al poder y que fue rechazada y expulsada del
primero
[3] Hay que decir que Gladys Marín era
una antigua dirigente comunista, jefe de
las JJ.CC en los sesenta. Casada con el diputado Jorge Muñoz, detenido
desaparecido. Diputada hasta septiembre de 1973. Dirigente de mucho peso dentro
del Partido hasta su muerte en 2005. Sumamente popular entre la militancia y
reconocida incluso por sus enemigos políticos. Regresó a Chile en la
clandestinidad en 1978. Y fue secretaria general del PC desde 1984 hasta su
muerte.
[4] En el pleno del PC realizado en
diciembre de 1984 y de donde sale la Sublevación Nacional ya definida, dirá
Luis Rojas “Nunca antes en un Pleno del PC se había
prestado tanta atención al elemento militar. En la propia dirección surgieron
voces críticas ante el privilegio que recibían las tareas de carácter militar
en desmedro, supuestamente, de la lucha de masas. Sebastián, jefe de la
Comisión Militar, asegura que siempre en algunos cuadros se mantuvo esa
contradicción aparente.”
Rojas Nuñez, op cit
[5] En Chile no operaba la dirección
del Partido sino el EDI (Equipo de Dirección Interna) que supuestamente estaría
sujeta a la Comisión Política en Moscú
[7] Para
el lector no familiarizado con la estructura del PC de Chile: históricamente la
organización y el trabajo se estructuran en “comisiones”. La máxima autoridad
del PC es la Comisión Política. La segunda en importancia es la Comisión de
Organización. Después, una larga lista de “Comisiones" que atienden a
diversos sectores que van desde “sindical”, “campesina”, “pobladores”,
“mujeres”, etc. La estructura de militantes se organiza territorialmente por
“Comités Regionales” a su vez divididos en “Comités Locales", atendidos y
dirigidos por la Comisión de Organización. En este esquema es que aparece
finalmente la Comisión Militar. Rojas Nuñez, Luis op cit
[10] Informa al pleno del
Comité Central del Partido Comunista, publicado por Oscar Azocar: La Revolución
Democrática y la Política de Rebelión
Popular. Semanario América Libre, enero de 1997. Citado en Capítulo VI de la
historia inédita de los años verde olivo, página 3, serie especial de La
Tercera publicado el domingo 27 de mayo del 2001.
[11] Siempre
existió la “esperanza” de una sublevación incruenta (similar a la Revolución de
los Claveles acaecida en Portugal), en la que cientos de miles de chilenos
coparan masiva e indefinidamente ciudades principales y cuya presencia
arrolladora provocara el quiebre o neutralización de las Fuerzas Armadas con el
consiguiente desplome de la dictadura.
[16] La dirección del PC chileno se
mantuvo siempre en sus trece de intentar convencer al mundo que el Frente no
estaba vinculado orgánicamente a él y no obedecía sus órdenes, algo así como
que se “mandaban solos”, aunque se financiaba con dineros del PC, se entrenaban
en Cuba con el apadrinamiento del PC, sus integrantes venían del PC y sus
juventudes, sus dirigentes incluso llegaron a ser familiares de otros
dirigentes del PC
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