EL ATAQUE DE LA DIVISIÓN SOTOMAYOR
Las
Fuerzas peruanas en el centro de la línea se encuentran integradas dentro del
4º Cuerpo de Ejército del coronel Cáceres y cuenta 3 Divisiones.
Desde
el punto de vista peruano y desde derecha a izquierda se identifican: en la
Cerrillada Zigzag, la 1º División del coronel don Domingo Ayarza, con los
Batallones “Lima” Nº61, “Canta” Nº63 y “28 de Julio” Nº65; al centro de la
línea (Cerrillada Zig Zag y Yuca. En el primero el teniente coronel don Eloy
Cabrera. tiene 8 piezas Withe y 2 Grieve, mientras que en el segundo mayor
peruano don Miguel Garcés ocupa el cerro del centro (Cerrillada Yuca), algo
avanzado a vanguardia con 11 cañones Withe y 2 Grieve), la 2º División del
coronel don Manuel Pereira, con los Batallones “Pichincha” Nº73, “Piérola” Nº75 y “La Mar” Nº77; y a la izquierda (Cerrillada Yuca), la 3º División
del coronel don Domingo (o Lorenzo) Iglesias, con los Batallones “Arica” Nº79, “Manco Capac” Nº81 y “Ayacucho” Nº83.
Las
posiciones del Abra de San Juan, se hallan defendidas por 3 cerros, vistos de
Norte a Sur: El Cerrilladas Pamplona y el Zigzag, que son los que se encuentran
en los extremos de la línea de Cáceres y que también son los más altos,
mientras el que estaba al medio de la línea, el Yuca, era el mas bajo.
Por
lo demás hay parapetos y zanjas que cubren el frente del 4º Cuerpo. A su
izquierda, se cavó un zanjón para comunicar el cerro Norte de la cadena San
Juan (Cerrillada Yuca), con el cerro Sur de la cadena Pamplona (Cerro Viva el
Perú), para ocultar ahí un cuerpo de Infantería, encargado de sorprender por el
flanco a los enemigos empeñados en el ataque frontal del 4º Ejército de
Cáceres. Esta zanja, de 3 metros de alto, por otros 3 metros de profundidad, se
labró en gran parte por un promontorio desenfilado, que estaba a la vista por
la izquierda.
Al
pié de cada cerro, en toda la línea peruana se enterraron tubos cargados de
explosivos, que al estallar, producían una gran columna roja, visible de todos
los campamentos peruanos. Tenía por objeto comunicar a los demás Fuertes
peruanos que la posición había caído en poder del enemigo y que debían romperse
los fuegos sobre ella, desde los Fuertes dominantes.
Hacia
el sector de La Paloma, a la derecha de Cáceres estaba el Tercer Cuerpo,
integrado por tres divisiones: La Primera del Coronel Canevaro ( batallanes
Piura N° 67, 23 de diciembre N° 69 y Libertad N° 74); la Segunda del coronel
Fabián Merino (batallones Cazadores de Cajamarca N° 85; Unión N° 87 y Cazadores
de Junín N° 89) y la Tercera o División Volante del Coronel Mariano Bustamante,
con las columnas A, B, C y D de la Guardia Cívica y el Batallón N° 40 de la
Guardia Nacional movilizada.
EL TRIUNFO DE LA BRIGADA BARBOZA
El ataque en la Paloma: El ala derecha chilena tiene por
propósito asaltar la izquierda peruana, con el propósito de flanquear la línea
de los defensores. Para ello se emplea la División Lagos. Para paliar este problema los peruanos
instalan la reserva hacia esa ala. Dos regimientos tienen la misión de tomarse
esos puntos: el regimiento Lautaro,
junto al Curicó, integrados dentro
de la Segunda División ataca la posición más alejada de la defensa peruana, en
su extrema izquierda, en el sector defendido por las tropas del Coronel Cesar Canevaro Valega.
“Siete descargas de baterías, y el arrojo e
intrepidez a toda prueba de los que asaltaban, fue bastante para que en poco
mas de 20 minutos de un reñido combate, los oficiales y soldados del Lautaro
treparan el encumbrado cerro, poniendo a sus defensores en la mas completa
derrota, mientras el Curicó ejecutaba iguales proezas y se apoderaba de las dos
eminencias fortificadas que se le había encomendado tomar a viva fuerza, no sin
haber visto caer a su comandante, el teniente coronel Joaquín Cortés, y que sin
embargo, continuaría exhortando y animando a sus soldados”.
El relato de
Arturo Benavides, subteniente del Lautaro
no coloca las cosas con tanta facilidad:
“el primer batallón al mando del
comandante Cavallo Orrego, desfiló de frente cargándose a la derecha, y
momentos después se desplegó en guerrilla. Casi al mismo tiempo el segundo
batallón…al mando del mayor Villarreal, avanzó de frente y a poco se desplegó
también…..Habíamos avanzado algunos centenares de metros….cuando se tocó ´fuego
en avance´. A partir de ese momento las filas perdieron la uniformaidad y
avanzamos en aparente desorden…. La obligación de los oficiales en una batalla
consiste…,en alentar a la tropa a avanzar, a hacer bien las punterías y a
procurar la ordenada cohesión en las filas, yo la cumplía lo mejor que podía no
cesando de gritar: ´fuego niños!...¡no hay que aflojar!....¡Apunten
bien!...Agáchense para no presentar mucho blanco´; y otras semejantes.
Orozimbo Barbosa
Del cerro que trepábamos nos hacían fuego vivísimo de
artillería y fusilería, y una bandera peruana flameaba en él… Se veía
perfectamente que un valiente oficial peruano, sin esquivar su cuerpo a las
balas, blandía su espada alentado a los suyos…. El cerro que atacábamos, no
era, afortunadamente, muy alto ni escarpado, y el avance lo hacíamos con
relativa facilidad. Las guerrillas de las diferentes compañías se confundieron,
pero se seguía repechando en relativo orden… Yo admiraba la serenidad del
oficial peruano que alentaba a su tropa; pero comprendiendo que si era
derribado ellas se desmoralizarían, recomendaba a los soldados hacerle puntería
especialmente. Y no cesaba de gritar “¡Apunten bien niños!...¡lueguito
llegaremos!...¡no hay que aflojar!.
Cuando faltaban unos cincuenta metros para llegar a la
trinchera, el valiente oficial peruano cayó; y comprendiendo que era llegado el
momento de hacer el esfuerzo supremo grité: Armar bayonetas y a la carga,
niños! Con vigoroso ímpetu trepamos a la cima y traspusimos las trincheras….El
enemigo huyó en desorden dejando en el campamento multitud de muertos y
heridos, y dos cañones de artillería. La unidad peruana atacada era la
Columna volante formada por guardias civiles.
A su vez los
curicanos atacaban al Batallón N° 83 Ayacucho
el cerro que atacaba el Curicó estaba
llena de artillería y había mucha gente; pero la artillería nuestra poco a poco
iba disminuyendo a ambas. El Curicó peleó en toda regla…avanzamos ligeritos y
luego se encontraban en la cima del cerro, donde cayó herido el Coronel Cortés.
Los cholos habían arrancado y se habían atrincherado el pie del cerro, en unas
tapias que allí habían: aquí la van a pagar a nueve los curicanos; al bajar el
cerrito, los cholos les tiraban a puntería fija y nos harían tremendas bajas.
Volviendo al lado
chileno, el regimiento Lautaro,
Arturo Benavides mientras en “esos
momentos y estando dando órdenes para continuar con el fuego a los fugitivos
defensores del cerro, se incorporó un tanto uno de los que yacían en el suelo,
que estaba casi a mis pies, que yo creía cadáver, y con una actitud que me
pareció agreiva, me dirigió una mirada
de odio o dolor….. Un culatazo dado por un soldado antes de poderlo yo impedir lo derribó.
EL TRIUNFO DE LA BRIGADA GANA
En la línea del
frente el coronel Sotomayor dirige sus tropas contra el batallón Ayacucho, el que sería mas tarde reforzado por el Libertad. Así lo relata el corresponsal
del diario El Ferrocarril, “La primera
Brigada (Gana) de la División
Sotomayor, formando una extensa línea cuyo centro lo tenía el Buin, el ala derecha el Chillán
e izquierda el Esmeralda avanzaba
hacia los tres morros fortificados, mientras el Lautaro y el Curicó emprendían
igual tarea en dirección al morro último de la izquierda enemiga (el cerro
La Paloma)”. Por ese sector la artillería del mayor Jarpa bombardeaba la línea
defensiva peruana, “los tres morros del
frente, el alto morro de la izquierda enemiga y a dos eminencias fortificadas,
pegadas a este morro (morro del solar).
Volviendo al lado
chileno, el regimiento Lautaro,
Arturo Benavides mientras en “esos
momentos y estando dando órdenes para continuar con el fuego a los fugitivos
defensores del cerro, se incorporó un tanto uno de los que yacían en el suelo,
que estaba casi a mis pies, que yo creía cadáver, y con una actitud que me
pareció agreiva, me dirigió una mirada
de odio o dolor….. Un culatazo dado por un soldado antes de poderlo yo impedir lo derribó.
Como
refuerzos de la reserva se enviarán entre la Cerrillada Yuca y el Cerro Viva el
Perú, al costado del Batallón “Ayacucho”
Nº83, último Batallón de la izquierda de Cáceres para conservar el contacto
con Dávila. Desde luego, el coronel Dávila envía a dicho puesto al Batallón “Libertad”. Nº74.
En el Esmeralda, “redoblamos
el paso, en medio de un silencio profundo. El ruido del fogueo en la quietud de
la noche, en la semi-obscuridad, y cuando no se divisa aún al enemigo, tiene el
poder de producir ese resultado: impone, perturba, conmueve y desconcierta[1].“
La reserva peruana: Esta se hallaba al mando del Coronel
Belisario Suárez y se encontraba
dividida en dos divisiones: la primera del Coronel Buenaventura Aguirre
(Huanuco N° 17; Paucarpata N° 19 y Jauja N° 23) y la segunda comandada por el
Coronel Benigno Cano (batallones Ancash N° 25;
Concepción N° 27 y Zepita o Zuavos N° 29). Y viendo el ataque hacia el
centro que amenazaba hundir la línea defensiva, el General Pedro Silva ordena
al Coronel Suárez enviar de refuerzo al batallón Huanuco, pero la unidad se vio superada por el mortal fuego de
fusilería chileno y empezó a desorganizarse, especialmente cuando cae herido de
muerte su jefe, el Coronel Mas.
Ante lo crítico de
la situación se envía al Paucarpata,
también otro batallón, pero mientras se iba aproximando, por la pampa del
Granadal fue fusilado por los chilenos que estaban ya en poder de las lomas de
la extrema izquierda peruana. Se dispersa y en su huida arrastra al batallón Huanuco. José Torres Lara, el veterano peruano rememora De pronto
una onda agitó toda nuestra línea, y una voz siniestra cundió de boca en boca:
¡Los chilenos, los chilenos! ¡Miren como avanzan! Sí; envuelta en la bruma del
humo y del polvo del combate, avanzaba una numerosa fuerza enemiga a apoderarse
del abra por donde viene el camino de Lurín a Chorrillos; y avanzaba y avanzaba
incontenible, era de verlo y no creerlo; pues ¿qué hacíamos nosotros…?
Transcurrió espacio de tiempo inestimable y perdido para nosotros, cuando vi
llegar a toda carrera al general Pedro Silva y hablar, accionando
enérgicamente, con el coronel Suárez, partió luego a escape un ayudante, y poco
después el batallón de la cabeza, el “Huánuco”,
se desprendió de la línea y avanzó a reforzar la posición; peros e encontró con
el reflujo de los que venían en derrota, y vaciló.
soldado peruano
Luego
se desprendió el veterano “Paucarpata”,
y abriéndose en guerrillas al mismo tiempo que avanzaba, marchó sobre el
enemigo; pero fue inútil su resolución y su serenidad, porque interceptada la
muchedumbre de nuestros dispersos, antes de poder hacer uso de sus armas fue
también dominado por la corriente de la derrota, sufriendo la suerte de ser
destrozado, sin poder causar daño al enemigo.
Había
sido herido el Comandante General Coronel Buenaventura Aguirre de la 4ª
división; lo había sido mortalmente el Coronel Chariarse del “Paucarpata” y de gravedad el Coronel
Pedro Mas del “Huánuco”. ¿Qué hacían entre tanto los otros
batallones del cuerpo de Reserva? El “Jauja”,
que se encontraba más inmediato al lugar de la catástrofe, se desconcertaba; el
“Ancash”, “Concepción” y “Zepita”
(“Zuavos”) continuaban inmóviles en su formación, recibiendo, no ya las balas
perdidas, sino los tiros directos del enemigo que encontraba un blanco seguro.
Todos
los Jefes, el Coronel Suárez, el Coronel Pereira de la división y los jefes de
los batallones, con una serenidad admirable, puesto que, estando montados,
constituían los blancos predilectos de los enemigos, todos se esforzaban por
igual en infundir su aliento a los que mandaban. Nuestro Jefe, el Coronel
Valladares, decía a sus soldados que empezaban a dar indicios de vacilación:
“Que no se diga que los hijos de Concepción han corrido”….“
El ataque del Esmeralda, Buin y Chillán: Las unidades avanzan sin disparar
un tiro, avanzaban sin inmutarse, relata
el corresponsal, como si se tratara de un
simple ejercicio, el fuego enemigo empezó a cobrar su precio entre las
tropas nacionales. Desde los cerros de Pamplona, cinco alturas diferentes en línea frente a
los chilenos, de derecha a izquierda para el Perú, se encontraban el Piura N°
67, apoyado por 4 piezas Grieve, el 23 de Diciembre N° 69, el Libertad N° 74 y
Cazadores de Cajamarca N° 85.
El Buin en
guerrilla empiezan la ascensión por una empinada loma, sin disparar un tiro; el
1º Batallón de frente, guía al centro y el 2º Batallón envolviendo a la 1º
División Canevaro, que forma el ala derecha del 3º Cuerpo de Ejército de
Dávila. La fosa estaba defendida por una no interrumpida línea de
soldados, todos ellos bien armados con fusiles modernos y de largo alcance (los
Peabody); municiones, además de las cananas, se habían repartido en cajones
abiertos y colocados de trecho en trecho; la Artillería peruana emplazada en
los lugares más adecuados. Además las tropas chilenas tenían que atravesar un
terreno plano, una prolongada y pendiente pampa (Pampa Grande), que hacía las
veces de glacis a las trincheras peruanas.
Alberto del Solar, integrante del
regimiento Esmeralda, contará más tarde: “Comenzaba apenas a clarear el alba cuando recibimos la
orden de formar en columnas cerradas por compañías y seguir adelantando así,
pues desembocábamos en una dilatada llanura (La Tablada), desde la cual no sólo pudimos oír
claramente el eco de la batalla empeñada a nuestra izquierda, sino divisar, en
la misma dirección, si bien a larga distancia todavía y sólo cuando la niebla
se disipaba un tanto, el brillo de los fogonazos enemigos, que en las cumbres
de su línea de defensa formaban un cordón no interrumpido de luces movibles,
semejantes a luminarias de gas atizadas y extinguidas alternativamente por el
soplo del viento….. Momentos después, veinte o treinta piezas de artillería
peruana, nos saludaban con descargas bastante certeras, ¡como que tenían
perfectamente ensayadas las distancias! Serían ya las cinco de la mañana; no
había, pues, tiempo que perder. Nuestro avance se convirtió desde ese instante
en paso de ataque.
Inútil era hacer fuego
todavía; los tiros se habrían quedado a mitad del camino y la orden de
economizarlos era terminante. No así los de nuestros artilleros, quienes empezaron
a contestar, con el brío y precisión acostumbrados. ¡Es increíble cuánto
retempla al soldado infante, cuánta confianza comunica a su espíritu en tales
momentos el concurso de sus hermanos de aquella arma, concurso que muy
apropiadamente lleva el nombre de protección!
Avanzábamos, pues,
protegidos por los fuegos de la artillería, en dirección a tres fuertes que
veíamos sobresalir de la línea de defensa, al frente; acelerando cada vez más
el paso y animándonos los unos a los otros. El Buin y el Chillán, muy vecinos,
habían desarrollado ya sus guerrillas y adelantaban, como nosotros, a la
descubierta y a pecho desnudo.
Luego de la batalla. Heridos y muertos. Al fondo la hacienda de San Juan
En el Chillán
pasaba lo mismo. El
cabo Hipólito Gutierrez da una
mirada mas cercana a la batalla: “allí
estábamos mal, las granadas que tiraban los enemigos a la artillería nuestra
pasaban adonde estábamos nosotros y yo gritos: Salgamolos de aquí porque
estamos mal….estendamolos en garrilla (extendámonos en guerrilla), mi comandante
Valdés, estamos en columna cerrada, los cae una granada en el medio los (y nos)
concluye (elimina). Esto le estoy acabando de decir….cuando viene una granada y
caye (cae) en medio de las dos filas de mi compañía que era la cuarta del 2°
(batallón) y ca(y)eron dos soldados al suelo porque la granada reventó y a un
cabo 1° que esyaba en fila esteor le pegó en una pierna y en un brao, pero no
lo hirió y a mi que también estaba aí mismo me zumbaron los pedazos de granada”
sin herirle….y nos destendimos (extendimos) en garrilla (guerrilla) y yaí (ahí)
los redunimos (reunimos) otra vez; el (regimiento) Lautaro iba a la
derecha de nosotros en garrilla que daba busto (gusto) y seguimos avanzando y
yo a gritos con los soldados del que avanzasemos mas lijero, que saliésemos de
aí porque las granadas los hacían pedazos. Los soldados se iban atemorizando
por las granadas que estaban caendo….y al fre(n)te bastante distante iban
avanzando los nuestros dando fuego a unas trincheras donde estaban las
artillerías enemigas,”.
Sigue Gutiérrez “…ya iba muy cerca ya la derecha en un cerro se fue
el Lautaro y el Chillán mas al frente carga(n)do a la derecha
había otro grupo de artillería enemiga arriba de otro cerro que los(nos) estaba
dando fuego bien tupido. La artillería nuestra se quedó dando fuego en un cerro
a la retaguardia a mas y mejor por encima de nosotros que los (nos) daba mil
gustos cuando hacían unas descargas de a seis o siete cañonazos y pasaban las
balas, el zumbido por encima de nosotros.
Capturada la primera línea de cerros (ver el mapa arriba), el Chillan
desciende y empieza a avanzar hacia San Juan, pero por un lado está el Cerro
Amarillo y por el otro la espalda de la línea defensiva peruana; “seguimos
avanzando y dando fuego por un plan tan
bonito y tan parejo; ambos costados habían cerros y aí estaban todos los
enemigos dándolos (dándonos) fuego al plan que los tenían en el medio[2].
Pensaron del sacar lo mejor y la sacaron peor que los esparramamos por una y otra parte adonde estaban
ellos y sus trincheras..y los cholos van arrancando y dejando los cañones
solos… Vamos avanzando lijero que ya se van arrancando esos cholos cobardes,
maricones, y a dar fuego y corriendo
para ailante, los cholos se (a)rrancaban de una trinchera y se mudaban mas a
retaguardia aotras trincheras que tenían.” El ataque es apoyado por el
regimiento Curicó que cubre hacia el cerro amarillo.
En todos
los cerros que habían tenían trincheras y polvorazos y torpedos que no los
podíamos ver libres de los polvorazos.
Un grupo del Chillán toman la cúspide del cerro y con ello dos cañones.
En el avance para ailante por el centro de los fuegos yo, un hermanos mío y
mi comandante Valdes y mi capitán Villarroel y muchos soldados mas llegan a
los fondos de comida del rancho que tenían los cholos y todo el equipo también
lo tenían ái. Detrás del Chillán quedan los muertos peruanos “…quedaron
esas trincheras de cholos muertos sin
ponderar nada quedaron hecho pila todos con las cabezas destapadas adonde
asomaban las cabezas no mas en las trincheras y chilenos pocos, uno que otro.“
Alberto del Solar
Llegó, por último, el momentos de contestar el fuego -¡y a fe que lo hicimos de
buena gana! El verdadero asalto comenzó entonces, animoso, decidido,
implacable. Caían los nuestros por decenas, pero los que les sobrevivíamos, nos
agazapábamos tras de sus cadáveres, de los cuales se servían los soldados para
apoyar el codo y fijar mejor la puntería. Disparaban, así, un tiro; volvían a
incorporarse; cargaban de nuevo el arma y seguían adelante, ganando más y más
terreno, precedidos por nosotros los oficiales que, espada en mano, les íbamos
indicando la dirección y el «alza» correspondientes.
Ejército de la Reserva de Lima
El combate se había
generalizado ya por toda nuestra línea de batalla, y en esa forma duró más de
una hora, al cabo de la cual, a las siete de la mañana más o menos, llegamos al
pie mismo de uno de los fuertes (el Viva el Perú,
defendido por el Manco Capac N° 81, apoyado por diez piezas de artillería
Grieve), el que quedaba más próximo al
camino de San Juan. Lo hallamos defendido por dos hileras de sacos de arena,
delante de las cuales había una extensa y profunda zanja, que nos fue preciso
salvar previamente a tiros, y luego a bayoneta. Cruzado el foso, y asaltadas
las trincheras donde perecieron muchísimos de nuestros soldados bajo el
mortífero fuego que se les hacía, al amparo de tales defensas, empezamos a atacar
el propio fuerte, escalándolo furiosamente.
Allí se trabó el más
horrible de los combates. Los peruanos nos presentaban el pecho desnudo, por
vez primera, y en su resistencia desesperada peleaban como tigres…. Nuestros
soldados, a su vez, no les daban cuartel. Combatiendo cuerpo a cuerpo -aquéllos
con las bayonetas, nosotros con nuestros revólveres- …Pero el enemigo comenzó a
flaquear. Antes de media hora caía el fuerte en nuestro poder. En esos momentos un cabo del
Esmeralda captura el Estandarte del Manco Capac y un sargento del Buin clava su
bandera en el reducto peruano y logra su ascenso a capitán, prometido, a viva
voz, por el Ministro de Defensa chileno. En la defensa perece el batallón
peruano Ayacucho N° 83.
A las 7 con cinco
minutos los tres cuerpos trepaban a la
cima, y 5 minutos después hacían flamear…..el tricolor chileno en medio de
entusiastas vivas a la patria. Continúa del Solar: “momentos después nos dirigíamos,
unos al villorrio de San Juan, otros hacia Surco, con el objeto de apoderarnos
de ambos, lo que se obtuvo tras nuevos y reñidos combates. Chorrillos quedaba a
la vista y a corta distancia.“
Desde la Reserva del Coronel Suárez
se veían todos esos hechos y el soldado José Torres Lara sigue en su
narración, “…las balas perdidas del
enemigo no nos causaban en un principio gran daño ni temor: dos ó tres muertos
y otros tantos heridos, cuyo claros se cerraron inmediatamente en las filas,
fueron todos los que vi o de los que me enteré en el espacio de media hora, más
o menos, que transcurrió desde que llegamos hasta que se inicio la
derrota….empecé a ver aparecer de detrás de las colinas de San Juan, por
nuestro frente, individuos cuya ligereza indicaba no estar heridos; luego ya no
fueron individuos aislados sino grupos, pelotones; de pronto, se oye un toque
inexplicable en esos momentos: el de cesar el fuego, y un momento después era
toda la línea de San Juan la que abandonaba sus posiciones.
En ese momento el ataque sobre el
Viva el Perú se había coronado con éxito por los chilenos, los que empezaron a
fusilar a los que huían: “a las raras
balas que rebalsando nuestra primera línea, nos causaban perdidas más raras
aun, se agregó el fuego de enfilada que empezó a llover de la derecha y que bien
pronto se convirtió en verdadero huracán de plomo.”[3].
Tan pronto la 2º División Sotomayor se enseñorea de
las alturas enemigas, el General Baquedano y su Estado Mayor corre al cerro
central de San Juan (Cerro Viva el Perú) y desde ahí abarca nuevamente el campo
de batalla en toda su extensión.
Conquistada la posición, el “Buín”, 1º de Línea,
ejecutó con su derecha un movimiento envolvente sobre la izquierda del enemigo
y tomando de flanco y por retaguardia las zanjas que cubrían el Abra de San
Juan (entre los Cerros Viva el Perú y Pamplona), barrió con los Batallones
peruanos allí parapetados (Batallones “Piura”
Nº67 que se retiraba del Cerro Viva el Perú y “23 de Diciembre” Nº69), haciendo en sus adversarios una espantosa
carnicería.
El soldado peruano José Torres Lara rememora ese
momento de derrota: Es este instante el de mayor desfallecimiento que vi
en mi vida y fue ese el momento más difícil para conservar el orden y la
formación en los tres batallones que aun los guardábamos (Ancash, Concepción y Zepita): sacando la cabeza de
las filas podía verse caer sus individuos como los granos de una mazorca de
maíz, como las hojas de un árbol. Un sargento y un distinguido de los cuatro
que escoltaran el estandarte están ya acostados sobre el suelo; un momento más
y vemos que el mismo estandarte se inclina y cayera si otros no corrieran a
sostenerlo: es que ha faltado el brazo que lo sostenía, es que esta herido el
subteniente Ugarte. Los más atrevidos del enemigo que ha asaltado las
posiciones de San Juan aparecen en las alturas y apuntan… no, no apuntan,
disparan nomás, que todo es blanco. Fue este, repito, uno de los momentos más
infelices de mi vida y el más crítico de la batalla; los soldados nerviosos,
frenéticos, agitaban sus fusiles, y los oficiales apenas podían impedir que se
les hiciera fuego y aumentaran inútilmente la confusión de la derrota. En
eso el General Silva ordena la retirada.
La cosecha de la guerra. Detalle de una foto que
muestra el efecto de la batalla. En la foto de la derecha se alcanzan a ver las
casas de la Hacienda San Juan
La carga de la
caballería chilena: El ataque empieza a desmoronar la resistencia peruana, pues libres ya
en la izquierda peruana, se giran las unidades chilenas para desalojar a las
tropas de Cáceres (Tercera División del Segundo Cuerpo, integrado por 9
batallones). El sector de Canevaro desaparece ya huyendo hacia Chorrillos o
bien hacia Miraflores.
Para sostener a
las tropas que se retiran que aun resistían y evitarles una masacre, se ordena
enviar a la Caballería de Barrenechea
para que los cubriese. Frente a ese movimiento Baquedano ordena lanzar a los
Granaderos y a los Carabineros de Yungay, ambas unidades de caballería.
Cuenta Luis
Cruz Martínez en su carta a su madre: “En esto llegan los Granaaderos del
Comandante Yávar por el flanco derecho de nosotros, dieron vuelta al cerro y
volvieron por el otro lado; todos los peruanos se encontraban en un potreros de
cuatro cuadras o cinco, los Granaderos no encontraban por dónde pasar; pero a
caballazos rompieron la muralla y entraron. Los peruanos intentan encausar
a los que huyen usando la Quinta Brigada de Caballería, pero las tropas de
Suárez, que se dirigen a Chorrillos sufren las peores pérdidas pues quedan a
merced del fuego de fusilería del Esmeralda
y el Tercero de Línea.
La caballería
chilena ha estado formada y esperando órdenes desde el comienzo de la batalla.
Finalmente “los trompetas comenzaron a
desliar los primeros metálicos y bizarros sonidos de “A la carga”…y los
regimientos empiezan su avance llenando
la amplia llanura con su enloquecedor ruido de cientos de cascos golpeando el
suelo y el chivateo de casi doscientas gargantas (del Tercer Escuadrón del
Granaderos) a todo dar… La unidad
toma por el Camino de la Palma, pasan junto a Baquedano que los observa. Como una tromba similar a la de diez trenes
descontrolados, los caballos recorrieron los seiscientos metros que nos
separaban de las tropas peruanas. El tercer escuadrón ataca primero para de
inmediato abrirse hacia la izquierda. El segundo escuadron continúa con su
feroz arremetida y el primer escuadron es el último en cargar hacia la derecha.
Carga de la caballería chilena
En el cerro
conquistado por el Lautaro, Arturo
Benavides rememora “…mientras se ordenan
las filas, cuando oigo que muchos dicen ¡…miren!¡Miren!¡la caballería!.
Efectivamente desde donde estábamos pudimos ver a un kilómetro hacia la
izquierda de nosotros, (en uno de los cerros de La Pamplona), que uno de los regimientos de caballería
cargaba sobre los fugitivos que huían por los potreros… Entraron en correcta
formación, y de pronto se dispersaron persiguiendo a los fugitivos que huían
aterrorizados…. Y divisábamos perfectamente como algunos de los derrotados
peruanos corrían procurando escapar, cómo otros intentaban ocultarse
tendiéndose cerca de los cerros, murallas y hasta dentro de las acequias; y
cómo nuestros fornidos centauros a todos alcanzaban o descubrían, y con sólo un
golpe les destrozaban las cabezas.
Así los cuenta el
alférez José Miguel Varela: “entrados en
combate los escuadrones no podían mantener su cohesión y se procuraba que se
mantuviera la de “compañía en línea”…. De reojo miraba hacia mi línea de
soldados, chivateaba igual que todos y arremolinaba mi sable, dejándolo caer
sobre cuanto enemigo que veía frente a mi. La trayectoria del sable era casi
siempre la misma: hacia atrás hasrta llevarlo a la parte más alta de la órbita
y luego determinar el blanco. Después dejarlo caer con la velocidad de un rayo
y cuando se percibiía el tirón que daba al estar entrampado en la carne
enemiga, había que subirlo con todas las fuerzas para no perderlo…y todo esto a
galope tendido”.
Pero el arma que enfurece a los
chilenos son los polovorazos o los torpedos Los otros
regimientos iban pisando torpedos y reventaban caían y tres o cuatro soldados y
a nosotros tuvimos la suerte del que nos los (no nos) tocó ninguno hasta que
empezaron a conocer donde estaban los torpedos y les ponían señas para que no
pasasen otros regimientos a fatalizarse o les dejaban centinelas al polvorazo
Hipolito Gutierrez, cabo del Chillán, contará Entonces vienen los
granaderos a caballo del sur a media rienda a saliles a los cholos al través
que se iban arrancando por el norte y dándolos fuego los granaderos se iban
deteniendo por los polovorazos que
adonde ellos iban corriendo iban rebentando los torpedors que tenían
enterrados con la mecha asomada para
afuera de la tierra iban caendo muchos caballos y jinetes y siguieron pegando (a) los cholos corriendo, dentrándose a unos potreros y los
alcanzaron e hicieron tanta matanza que no dejaron ninguno vivo, partir cabezas
cortar brazos y nosotros de mas atrás animando a los granaderos…
En esa carga el
Granaderos pierde a su comandante, el coronel Yávar. El mismo Varela relata que
uno de sus subordinados le llama a gritos para que observe hacia su izquierda
“…de pronto vi a la distancia un caballo
que corría desbocado hacia el noroeste, directamente hacia las líneas enemigas,
llevando a su jinete colgado por la grupa, agarrado de un estribo y, tras el
corcel enloquecido, dos oficiales al galope tendido…Cuando el caballo con su
jinete caído iba a embestir a un batallón enemigo, uno de los oficiales logró
tomarlo de las riendas iniciando el regreso al galope hacia donde combatía el
tercer escuadrón. No tardó mucho en correrse la noticia a gritos. El caído era
el coronel Yávar.
"...Al fin de la batalla de Chorrillos, el enemigo se parapetó
detrás de tapias donde ni aun los infantes podían o no veían entrada. Nos
mandaron cargar a Granaderos sin tener conocimiento en jeneral de las tapias,
que no se veían por el humo i la distancia.
Nos encontramos con las murallas;
pero, por felicidad, encontramos un boquerón pequeño por donde nos metimos de a
uno i desalojamos al enemigo de tres trincheras o tapias de adobones de
potreros, adonde nos metíamos al grito de ¡Viva Chile! por los portillitos que
encontrábamos i resistiendo un fuego que nos causaba algunas bajas. Al fin la
carnicería fue tal, que dejamos en el campo muertos a sable mas de 400 enemigos[4]
En ese momento la
ira y la venganza se apodera de las unidades a caballo. Vuelve Varela a tomar
la pluma: “….Siguieron varios minutos de
combate….recuerdo claramente que la furia de los granaderos rebalsó todo lo
conocido. Los oficiales y los soldados estábamos enardecidos con la suerte que
había corrido nuestro jefe y eso nos llevó a hacer cargas suicidas, pero tan
decididas y avasalladoras, que los batallones peruanos creo que perdieron
centenares de hombres….Seguimos por detrás del Morro San Juan y me hice el
desentendido cuando mis soldados remataban a los peruanos que en señal de rendición
lanzaban lejor sus fusiles y se ponían de rodillas en el campo…Nuestra carga se
detuvo sólo treinta minutos después, cuando comenzaron a ser escuchadas las
trompetas con el toque de “Reagrupe”. Cuando nos reunimos por el lado de las
casas de San Juan.
Muerte del Coronel Yaver
Tras descansar la
caballería unos momentos, llevando muy cerca el luto por el oficial caído,
recibía la órden de cargar hacia los potreros, por los cuales huían unidades
peruanas completas, dirigiéndose hacia Chorrillos. El soldado peruano dirá
acerca de la suerte de las unidades de su país y las terribles bajas
producidas: el “Piérola”,
en la pampa de San Juan, en donde, negándose a rendirse su jefe Reinaldo
Vivanco, caía al filo del sable de la caballería enemiga, no quedando ileso
casi ninguno de sus oficiales y salvando solo unas cuantas decenas de sus
soldados; el “Pichincha” a quien
cupo suerte igual heroica a su jefe el Coronel Pastor Sevilla. Esta segunda carga la concluye de relatar Varela,
del Granaderos: Vino la segunda carga,
que debo reconocer que estuvo llena de furia de parte nuestra, ya que fuimos
implacables y el Segundo Escuadrón –que fue el único que cargó por ese sector
al mando del Comandante Muñoz- dejó los potreros llenos de enemigos bandeados
que al desangrarse iban tiñendo de rojo
el pasto y las aguas de las acequias que marcaban los deslindes de esas
chacras. No sé cuanto rato esutivmos en eso, pero se ordenó el toque de
“Reagrupe” y el escuadrón volvió al galope hacia San Juan, dónde por órdenes
del coronel Letelier, quedamos de reserva.
Coronel Yavar, al centro de la imagen
Capturada la primera línea de cerros, el Chillan desciende y
empieza a avanzar hacia San Juan, pero por un lado está el Cerro Amarillo y por
el otro la espalda de la línea defensiva peruana; “seguimos avanzando y dando fuego por un plan tan bonito y tan
parejo; ambos costados habían cerros y aí estaban todos los enemigos dándolos
(dándonos) fuego al plan que los tenían en el medio[5].
Pensaron del sacar lo mejor y la sacaron peor que los esparramamos por una y otra parte adonde estaban
ellos y sus trincheras..y los cholos van arrancando y dejando los cañones
solos… Vamos avanzando lijero que ya se van arrancando esos cholos cobardes,
maricones, y a dar fuego y corriendo
para ailante, los cholos se (a)rrancaban de una trinchera y se mudaban mas a
retaguardia aotras trincheras que tenían.” El ataque es apoyado por el
regimiento Curicó que cubre hacia el cerro amarillo.
El general Baquedano observa las fases de la acción en
todos sus períodos. Desembarazado el Cerro Loma de San Juan (Cerrillada
Cascajal), donde existía una fuerza peruana considerable, a juzgar por la
cantidad de carne cortada en raciones, utensilios de rancho y abundante agua,
continuaron estas Compañías adelante en dirección a Lima, hasta el fondo del
Valle llamado Pamplona; mientras tanto, el resto del Regimiento “Lautaro”,
repasando los fosos que constituían la fortificación enemiga, se encumbraba a
los cerros artillados, limpiando el campo.
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