LA CARRERA HACIA CHORRILLOS
El avance chileno hacia Chorrillos: Destruida toda el ala izquierda
peruana Hipólito Gutierrez narra que en cuanto ….cesaron
los fuegos por el valle, se sentían varios tiros, pero eran los nuestros que
iban mas adelante matando cuantos pillaban. Los que se merecieron escapar se
arrancaron y botaban los rifles. Se sosegó el combate y los (nos) reunimos
todos los que habíamos por ái a una ecequia (acequia) de agua que corría, pero
el agua iba colorada de sangre de los cuerpos muerto que habían adentro. Esto
viene a ser como a las ciez y media del día cuando se cortó el
combate…Estuvimos como dos horas y salimos de ái para Chorrillos como entre las
11 y 12 del día y muchos regimientos más.
El Lautaro también se une a este movimiento
envolvente que espera atrapar al Ejército peruano contra el mar. Arturo
Benavides cuenta Antes de reunirse todo el regimiento se nos ordenó
continuar la marcha, por los potreros, siempre desplegados en guerrilla en
previsión de ataques sorpresivos. En eso encuentra a un grupo de sus
soldados reunidos alrededor de un prisionero, un serrano, que alegaba ser
chileno. Benavides no confiando ordena que le fusilen por ser chileno y vestir
el uniforme peruano, por traición. El prisionero le confiesa la mentira y lo
manda a retaguardia con un soldado de guardia. Luego la unidad continúa su
avance en guerrilla por los potreros por algunos centenares de metros dirigiéndonos
al poniente, donde parecía continuaba la batalla. Se tocó fagina, que significa
reunión, y comenzamos a replegarnos en un punto que se indicó, tirándonos al
pastoso suelo a medida que llegábamos.
Se sostenían animadas conversaciones refiriéndose unos a otros las
peripecias de la batalla, y algunos comiendo algo de lo que reservabnan en los
morrales. Cuando se considerá que ya se había reunido la mayor parte, se ordenó
formación y lista. Debe haber sido cerca de mediodía. A poco llegó un ayudante
del Estado Mayor a todo galope que transmitió órdenes al comandante Robles. Se
ordenó desfilar en dirección al punto donde suponíamos se seguía combatiendo.
Mientras avanzaban a su nuevo destino, el Lautaro pasó por donde la
batalla había rugido En cierta parte vimos muchos cadáveres confundidos. Se
conocían que los peruanos habían resistido en este punto, hasta afrontar cuerpo
a cuerpo el ataque a la bayoneta de nuestros regimientos. Se ordenó
acelerar el paso dejando de lado a los heridos. A lo lejos divisábamos un
alto cerro de donde se hacía continuados disparos de artillería cuyos
estampidos oíamos, como asimismo los de fusilería. La Brigada Barbosa, iba
mas a la derecha a cortar al enemigo por el valle de Lima, integrada por los
Regimientos Lautaro, Curicó y el Batallón Victoria. Se
trataba del Morro del Solar que resistía a la división Lynch.
También se encamina el Chillán con
Hipólito Gutierrez: Para Chorrillos
siguieron pegando los demás compañeros porque en Chorrillos se estaban
reuniendo todos los que se estaban arrancando…seguimos la marcha…por todo el
camino cholos muertos por las ecequias (acequias), por los montes, por todo el
valle, chilenos bastante también, pero los heridos eran mas…
A las 8 A.M. los fuegos habían disminuido considerablemente, y aún llegó
un momento en que cesaron casi por completo. Era que el enemigo se retiraba en
desorden y reunía apresuradamente sus fuerzas vencidas de San Juan para
defender la población de Chorrillos. Mientras tanto, la División del coronel
Iglesias, que había entrado en batalla con más de 5.000 hombres, se mantenía
todavía firme y casi intacta sobre las alturas del Morro Solar y la punta
denominada de Chorrillos, posiciones todas fuertemente atrincheradas y
artilladas con cañones de grueso calibre.
En esta situación, nuestras fuerzas avanzaban sobre el enemigo en el
siguiente orden: la 1ª División subía al ataque de las posiciones del Morro
Solar; la reserva marchaba rodeando el Morro por el lado norte, siguiendo el
camino que, desembocando del portezuelo de Villa, conduce por el pie del Morro
hasta Chorrillos. La 1ª Brigada de la 2ª División se dirigía sobre Chorrillos
por el camino que va desde las casas de San Juan, adonde había llegado después
de romper la primera línea enemiga. El resto de las fuerzas bajaba en ese
momento al llano de Pamplona, cerca de las casas de San Juan. En ese lugar las tropas se detienen
para organizarse y continuar el ataque en orden.
….En pocos momentos nuestras fuerzas estrecharon al enemigo y el fuego
recomenzó más nutrido…, como que ahora las tropas peruanas se hallaban
reconcentradas en un reducido espacio de terreno. La fusilería y el cañoneo se
mantuvieron durante algunas horas, de una y otra parte, con extraordinario
vigor.
A las “9.30 A.M., recibí por conducto del
teniente Walker, del Estado Mayor General, agregado a la 1ª División por ese
día, aviso del coronel Lynch de encontrarse sus fuerzas muy diezmadas por el
largo y reñido combate, en vista de lo cual pedía refuerzos con urgencia.
Inmediatamente se ordenó al coronel don Pedro Lagos que marchase a reforzarle
con una brigada de la División (llevando a la Brigada Barceló)…. Al mismo tiempo se ordenó al Jefe de Estado Mayor de la División,
hiciera avanzar la Brigada Urriola con la artillería de montaña por el camino
de San Juan a Chorrillos, en apoyo de la Brigada Gana; y por el mismo camino se
dispuso siguieran las baterías de campaña que allí se encontraban. Detrás de
estas fuerzas siguió pronto la Brigada Barbosa, quedando la caballería en San
Juan, en observación de los refuerzos que pudieran venir al enemigo del lado de
Tebes y Monterrico.
Recuerda el
oficial del Esmeralda Alberto del Solar “Mientras una parte del regimiento, con su jefe al
frente, combatía dentro del pueblo mismo, otra ocupaba afuera, por asalto e
independientemente, la magnífica Escuela de Cabos, donde siguieron
amontonándose prisioneros y heridos, y en cuyos espaciosos patios y hermosas
salas debíamos instalarnos después de la batalla. “
La retirada a la Escuela de Cabos y
a Chorrillos: El General Silva en su parte de la batalle escribe: “…dispuse que las fuerzas que conservaba organizadas del coronel Suárez
marchasen a Chorrillos en protección de ese importante punto, donde el combate
continuaba encarnizado. (El) coronel Suárez, en
cumplimiento de la orden que recibiera, hubo de contramarchar de los
cañaverales de San Juan hacia Chorrillos, sufriendo en esta retirada fuertes
pérdidas….Mientras tanto “hacía
repetir mis órdenes para conseguir que los dispersos siguiesen en mismo camino;
más, conforme se aproximaba a Chorrillos, no creyéndose seguros en esta
dirección, comenzaban nuevamente a desbandarse tomando diversas rutas, por lo
cual me fue preciso obligarlos a que se replegasen al Barranco y Miraflores, lo
que gran parte de ellos efectuaron en completo tropel y sin someterse a los
mandatos e indicación de los jefes.”
Dirá muchos años después José
Torres Lara “cuando oí que el mismo General Silva daba la orden
para la retirada. Habiendo llegado a hora temprana para tomar parte en la
batalla, nos retiraban tarde para evitar sus efectos desastrosos.
Sonó
la corneta el toque vergonzoso, y desfilamos al trote por la izquierda; pero
las balas enemigas nos seguían con su mortal tenacidad, pues aunque el boscaje
del camino ocultara el bulto, el polvo les enseñaba el blanco. El teniente
Arroyo, que hacía de capitán de mi compañía a falta de propietario del cargo,
cayo gravemente herido; alzado y colocado sobre un caballo con un individuo que
lo condujera, fue alejado rápidamente del campo. Antes de separarse vivó al
Perú con el aliento que le quedaba y nos exhortó una vez más a que cumpliéramos
como debíamos. Después de dejar un reguero de muertos y heridos en el camino,
nos vimos al cubierto de las balas enemigas…”
Las tropas peruanas, perdidas las trincheras de la
línea San Juan (aunque conservando el área del Morro del Solar en su
totalidad), se retiran en desorden hacia Chorrilos y la Escuela de Cabos. El
soldado peruano José Torres Lara recuerda
que “Al
abrigo de la Escuela de Clases…, los maltrechos batallones de la 4ª División
del Norte, y los diezmados de la 5ª, menos “Zepita”, que sobre la marcha
recibió orden de ir a reforzar la derecha (el Morro Solar), rehicimos
completamente nuestras filas. Los batallones: “Huánuco”, “Paucarpata” y “Jauja” estaban reducidos a la mitad o poco menos….. los primeros
jefes de los dos primeros, otros jefes y oficiales, habían caído en los
Gramadales de San Juan o en retirada; otros estaban prisioneros y algunos se
habían dispersado.
Hacienda de San Juan, a la izquierda el camino
arbolado donde estaba las peruanos de la Reserva de Suárez.
Los
batallones de la 5ª no habían dejado prisioneros ni habían tenido dispersos; sus
bajas no se debían sino al plomo, y con todo no eran menos de cien los del “Ancash” y “Concepción” (que) no respondían ya a la lista. Pero a pesar
del estrago sufrido y del espectáculo desmoralizador que habíamos contemplado,
el ánimo de la tropa estaba entero; y esta actitud resuelta era más digna de
elogio en los restos de la 4ª División. Deberíase ello, en parte, a los tímidos
y acobardados habrían huido lejos, sordos a las órdenes y súplicas de sus jefes
y oficiales, y habían quedado en filas los que sostenían su resolución de
disputar palmo a palmo el terreno al enemigo, y, ya que no arrancarle la
victoria, vendérsela cara.
Mientras
estábamos concertando nuevamente nuestras filas, llegó el Jefe Supremo (Pierola);
impartió al Coronel Suárez sus nuevas
disposiciones y siguió a Chorrillos, en donde ardía la batalla. Sin
demorar, pues, más tiempo que el indispensable para rehacer o rectificar su
formación, salieron, de su abrigo los batallones de la 4ª y la 5ª División a
ocupar nuevos puestos de combate.
La
línea se extendía ahora a todo lo largo de Chorrillos y desfilaron
sucesivamente a ella el “Huánuco”,
en el que marchaba imponiendo a sus soldados su energía y su entusiasmo mis
antiguos capitanes en el “Callao”
Mendoza y García, al primero de los cuales ya no volvería a ver, y en seguida “Paucarpata” y “Jauja”; luego siguió “Ancash”
que se desplegó de la Escuela a la derecha, y “Concepción” a la izquierda[1].
Conforme
íbamos abandonando nuestro abrigo, éramos descubiertos por el enemigo, que nos
enviaba sus mensajes de muerte (fusilería
y artillería). “Empezó otra vez la música
celestial”, oí decir cerca de mí con un metal de voz entero, y en tono de
chiste; me volví y vi que era Porfías el que había hablado.
… La
acción se había vuelto a empeñar con más escarnecimiento por nuestra derecha; “Ancash”, y los restos
de los otros batallones…, recibían ahora el empuje decisivo de los chilenos….,
Alberto del Solar
recuerda que capturados los fuertes y las casas e iglesia de San Juan se
reorganizan. En eso llega el feje de la Brigada “para recomendarnos que no abandonáramos a los numerosos heridos que
allí, dentro de la iglesia convertida en hospital se iban reuniendo… en el
pueblecillo de San Juan, cuyo centro era la iglesia invadida ya por centenares
de heridos chilenos y prisioneros enemigos, se agrupaban y organizaban de nuevo
los retardatarios que habían ido quedando atrás, fatigados o dispersos.”
Se dan nuevas órdenes para que parte del regimiento
con el coronel Holley a su cabeza marchó
resueltamente al ataque de la espléndida ciudad balnearia, convertida en
fortaleza y defendida por los fugitivos del ejército enemigo que allí se iban
atrincherando con el propósito de quemar el último cartucho. Con trescientos
esmeraldinos asaltó nuestro valiente jefe los edificios de la población,
batiéndose en las calles, donde se hacía un fuego sostenido y oculto que
diezmaba nuestros grupos.
El combate en la ciudad se vuelve
cada vez mas violento. Las azoteas “servían
a los peruanos de posiciones casi inexpugnables por el momento; las ventanas,
con sus sólidos barrotes de hierro convertidas en troneras resistentes, les
prestaban amparo seguro y eficaz. Fue, pues, necesario acudir a recursos
extremos para desalojarlos: incendiar esos baluartes, lo que se hizo al cabo de
poco tiempo. Chorrillos comenzó a arder….poco tiempo despues ardía por dos extremos y de allí huían
-como ratas que se escapan de sus cuevas- centenares de soldados que, al correr
despavoridos, arrojaban sus armas y venían a caer en nuestras filas, donde se
entregaban prisioneros, clamando los más por la vida Otros, heridos de bala y
medio sofocados por el humo del incendio, llegaban aturdidos y se desplomaban con
un «¡ay!» desalentado y lastimero, que en circunstancias distintas nos hubiera
producido profunda compasión. Hipólito Gutierrez, del Chillán, contará “Como a la
una hubo otro ataque bien grande en Chorrillos. Ái murieron bastantes chilenos.
Era la causa de que de adentro de las casas nos tiraban a traición y aí que
dentrábamos para dentro de las casas y se acababa con cuantos se hallaban.”
Tercero de Linea en Antofagasta 1879. Regimiento que junto al Cuarto de Línea tenía entre sus filas gran número de chilenos expulsados para la época de la guerra
Las tropas del Tercero de Línea habían llegado a unas tapias y ruinas de un
antiguo cementerio a la entrada del pueblo, rechazando a los peruanos
instalados ahí. En la persecución entran dentro de Chorrillos, siendo
contraatacados. La sorpresa no dura mucho y la unidad entra al pueblo de nuevo.
A ellos, además del Esmeralda se suma
el Bulnes y el Zapadores. El fuego se hace vivo de nuevo. Rumbo a la Estación de
Chorrillos, donde llegaban los trenes de Lima, es enviado por Sotomayor cuatro
piezas de artillería, protegida por el Navales, mientras en el Morro se
instalaba la Batería Ferreira que dominaba entonces un amplio espacio apoyando
a las tropas en el llano. A las cinco de la tarde la resistencia en el mismo
Chorrillos se acababa.
Mientras tanto Nicolás Pierola
había huído al final del combate, bajando por un camino de zigzag que une al
Morro con el Malecón, luego una escalinata hasta los baños donde se habría
descolgado a la playa y de ahí tomado junto a su secretario García y García
hacia Mirafloes y de ahí a Lima.
La Brigada Barbosa se instala en
Barrancos que también arderá esa noche
Pueblo de Chorrillos, despues de la batalla. Imagen tomada desde la Escuela de Cabos
CONTINÚA EL
ASALTO AL MORRO SOLAR: LA CRISIS DE LAS 11 AM
Ahora, luego de detener a las tropas
chilenas de la División Lynch en los faldeos del Morro Solar , veamos la
defensa que en este punto tenían los peruanos al inicio de la batalla.
La
defensa peruana: En la eminencia
que une el extremo Sur de la bahía de Chorrillos y el comienzo de la altura más
culminante, denominada Marcavilca, en donde se hallaba situado el batallón
“Guardia Peruana” No.1, se habían emplazado dos baterías: la primera y
principal “Mártir Olaya”, en la planicie del Morro Solar, allí se habían
montado dos cañones de á 70 libras, ánima lisa, sistema Parto, (habiendo
mandado el de la izquierda el conferenciante, por orden del comandante general,
coronel Panizo, y el de la derecha, el teniente D. Eulogio Carlín), en cureñas
de correderas, sobre una plataforma de madera y con un intervalo entre ellas de
ocho metros; ambos giraban en un círculo completo, batiendo al mar, y á la
campiña, en un radio de acción de cuatro mil metros, que era su alcance máximo.
Todo el perímetro de la plataforma rectangular estaba cubierto con una fila de
sacos de tierra, que apenas cubría á la tropa hasta media pierna; se habían
colocado para desfigurar el terreno, más bien que para defensa de los
proyectiles del enemigo, pues toda era zona desenfilada. En la pendiente que
sólo mira al mar y sin poder defender el valle, sobre una plataforma de madera
se había montado una pieza de 500 libras, ánima lisa, sistema Rodman mandada
por el teniente D. David León, y un poco más avanzada y al pié del corte
vertical que sirve de límite al mar, se había colocado otra pieza pequeña, que
fué de la Corbeta “Unión”, sistema “Whitwoh”, llamada “el Malcriado” y mandada
por el subteniente don Manuel Forcelledo (aún niño, que contaba 17 años de
edad).
La
segunda batería denominada “Provisional”, mandada por el capitán don Manuel R.
Cornejo, estaba emplazada en una meseta que avanza hacia el valle, quedando
oculta del mar por su retaguardia batía los caminos que conducen de San Juan y
Villa á Chorrillos, era compuesta de dos piezas de á 32 libras, largas de ánima
lisa, sistema antiguo, sobre cureñas de marina, montadas en dos plataformas dé
madera y sin parapeto alguno; su radio de acción era de tres mil quinientos metros.
Entre esta batería y la “Mártir Olaya” existía una distancia de mil metros y
las sinuosidades del terreno les hacía imposible verse ni observarse entre sí.
Sólo habían agentes de comunicación.
Al
Sur de estas fortificaciones, una sección de cañones “Clay”, al mando del
capitán don Nicanor Luque, se denominaba “Marcavilca”.
Un
obús de á 12 de montaña, una ametralladora “Clayton” y otra “Nordenfeldt”
completaban el servicio de las baterías.
Una verdadera fortaleza de difícil
captura se convirtió el Morro. Arnaldo Panizo relata los medios con que
contaba: En la eminencia que une el extremo Sur de la bahía de
Chorrillos, y el comienzo de la altura más culminante, denominada “Marcavilca”, se habían establecido dos
baterías: la primera y principal, nombrada “Mártir Olaya”, estaba situada en la planicie más elevada del Morro
de Chorrillos. Allí se habían montado dos cañones de a 70, sistema “Parrot”, en
cureñas de correderas, sobre una plataforma de madera y con un intervalo, entre
ellas, de ocho metros, a lo más, ambas giraban en un círculo completo y, desde
luego batían tanto el mar como la campiña, en un radio de 4 a 5000 metros. Su
situación relativa y la poca distancia que los separaba, impedían, como U.S.
comprende, hacer sus fuegos sobre un punto dado, sin grave peligro para los
artilleros. Todo el perímetro de la plataforma, que era rectangular, estaba
cubierto con unas cuantas filas de sacos de arena, que apenas cubrían a la
tropa hasta media pierna; se habían colocado ahí para desfigurar el terreno, más
bien que para defensa de los proyectiles enemigos. En la pendiente que sólo,
mira al mar, y sin poder ofender el valle, sobre una plataforma, también de
madera, se había montado una pieza de a 500 libras, sistema “Rodman” y un poco
más de avanzada y al pie del corte vertical que sirve de límite al mar, se
había colocado otra pieza pequeña, de a 9, sistema “Withwoorth”, montada sobre
una cureña de marina.
Morro Solar. Imagen aérea, tomada desde la parte de atrás de la línea peruana. Es una foto moderna pero que da una idea de su importancia en la batalla.
La segunda Batería, denominada “Provisional”, estaba situada en una
meseta que avanzaba hacia el valle, quedando oculta del mar por su retaguardia,
sin ser vista más que por la bahía, dominaba toda la campiña y caminos que
conducen a San Juan y Villa a Chorrillos, montaba dos piezas de a 32, largas,
de ánima lisa, sistema antiguo, sobre cureñas de marina, en dos plataformas de
madera y sin parapeto ni defensa alguna, pues la premura del tiempo no dio
lugar para más. Podían ofender al enemigo en un radio de 3000 a 4000 metros.
Entre estas dos Baterías, había una
distancia próximamente de 1000 metros y las desigualdades del terreno, en dicha
extensión, les hacía imposible verse ni observarse entre sí.
La Caleta de “La Chira”, situada al sur de estas fortificaciones, se
encuentra separada de ellas y oculta por una gran eminencia, que se levanta a
inmediaciones de la Batería “Provisional”, denominada la “Marcavilca”. Desde su
cima se domina y defiende, no sólo la caleta nombrada, sino todos los arenales
limitados por el valle y el más recóndito repliegue, en todas las direcciones
de un círculo y a una inmensa distancia. Era, pues, la llave de nuestras
Baterías y, por consiguiente necesario, colocar allí artillería de menor
calibre, que, al mismo tiempo que ofendía al enemigo a larga distancia, impedía
todo desembarque por la caleta “Chira”; y apoyada por una fuerte División del
Ejército, impedía fuese tomada por el enemigo, que con sus fuegos de infantería
anularía, por completo, las Baterías de mi mando. En consecuencia y con gran
trabajo, por un camino enteramente angosto, formado sobre la cuchilla que corre
hasta la cima, se subieron 2 piezas de a 9, artillería de campaña, sistema
“Clay”, y una ametralladora “Nordenfelt”.
/
Batería Martín Olaya, ubicada en el
Salto del Fraile. Última resistencia en el Morro.
Para el servicio de las dos piezas
de la sección “Clay”, un Obús de a 12 de campaña y una ametralladora
“”Claeston”, contaba con solo 36 matriculados de Chorrillos, 52 artilleros, 6
marineros y 80 reclutas del Departamento de Junín, que el día 11 me remitió
S.E. el Jefe Supremo; de los cuales remití 25 a Miraflores, para la Batería
“Alfonso Ugarte”, quedando en la de Chorrillos 55, quienes durante el combate,
sólo pudieron ser empleados en proveer de municiones a los distintos puntos
artillados.
Los matriculados, en número de 21,
servían a la sección “Clay” y ametralladora “Nordenfelt”, a las ordenes del
Capitán de Artillería D. Nicanor Luque; otros 15 servían la Batería
“Provisional”, con un marinero y 5 artilleros a las órdenes del Capitán del
Arma, D. Manuel R. Cornejo. Los 47 artilleros restantes y 5 marineros,
ocupábanse en el servicio de la Batería “Mártir Olaya”. Para armar toda esa
fuerza sólo contaba con 40 rifles “Remington”.
Situado allí estará el General
Iglesias a cargo del ala derecha conformada por 8 batallones : “Guardia
Peruana” N° 1, “Ayacucho” N°3, “Cajamarca”N°5, Tarma
N°7[2],
“Callao” N°9 , “libres de Trujillo” N°11, “Junín” N° 13 e
“Ica” N°15, haciendo un total de 5,200 hombres[3]
Sigue Panizo ahora relatando desde su posición de altura los inicios de
la batalla: “Serían las 5 y 30 am. Cuando
un ayudante de las Baterías, mandadas por su primer Jefe, Sargento Mayor Dn.
Manuel Hurtado y Haza, vino a darme parte de que el enemigo se batía con
nuestro Ejército establecido en la línea. Inmediatamente me constituí en la
Batería “Mártir Olaya”, acompañado del Sr. Coronel de Artillería Dn. José
Ruesta y los ayudantes de esta Comandancia General, Subtenientes del Arma Dn.
Gerardo Soria, Dn. Abel Ayllón y Dn. Alberto Panizo. Cuando llegué allí, Jefes,
Oficiales y Tropa, se encontraban en sus puestos, listos para el combate y
animados del mayor entusiasmo y decisión.
Seguido del Mayor Haza y de los
ayudantes…, pasé a la Batería
“Provisional”, en cuyo puesto tampoco tuve nada que anotar, de allí ascendí
a “Marcavilca”, que esos momentos
hacía fuego sobre el enemigo. Al llegar allí, me dijo el Capitán Luque, que una
de las plazas “Clay” y la ametralladora “Nordenfelt”, estaban inutilizadas. Un
armero se ocupaba en trabajar en ambas armas, a fin de restituirlas al
servicio, pero, desgraciadamente, ni el trabajo de éste ni el empeñoso interés
del Capitán, produjeron resultado favorable alguno. Quedaba, pues, una sola
pieza, que constantemente disparaba sobre la escuadra enemiga, unas veces, y
otras sobre los regimientos que trataban de ascender a la posición. La División
del Sr. Coronel Noriega, situada en esa planicie, defendía perfectamente bien
su puesto. Las municiones de artillería iban escaseando. Inmediatamente mandé a
uno de mis ayudantes a la Batería principal, para que me mandaran una cantidad
suficiente.
Mientras tanto, ya el enemigo había
ido batiendo y desalojando de sus posiciones a nuestro Ejército en la línea,
desde San Juan a la Chira, y otros por los potreros y callejones de Villa,
venía cediendo el campo, sin tener artillería que lo protegiese en su retirada.
En el acto descendí de Marcavilca a la Batería Provisional. En el tránsito
encontré a Nicolás Pierola a quién dí parte de cuanto hasta entonces había acontecido en mi
puesto, avisándole, al mismo tiempo, que iba a romper los fuegos en la Batería
Provisional. S.E. siguió a Marcavilca, y los fuegos se rompieron en las mejores
condiciones.
La Caballería e Infantería enemigas,
parte en guerrilla, perseguían a una considerable fuerza nuestra, que, a
órdenes del Señor Coronel Dn. Miguel Iglesias, venía en retirada y trataba de
reorganizarla al pie de una “huaca”[4]
que domina el camino indicado, cerca del Panteón.
Alberto del Solar dirá como testigo a la distancia: “Por el Sur, la batalla tronaba
todavía, y densas humaredas ocultaban el horizonte, semejantes a esas blancas y
pesadas nubes que, desprendiéndose de las alturas, bajan de la cima de la
montaña al llano, donde se desparraman y diluyen luego convertidas en niebla
sutil que todo lo empaña, empalidece y esfuma. No era posible, pues, divisar en
tal dirección a los contrarios, si bien el menor silbar de balas, el estruendo
de nuestras piezas de artillería, más cercano ya a las trincheras, el creciente
lamentar de los heridos y los gritos de nuestros ayudantes que como en Tacna
pasaban a carrera tendida de sus caballos exclamando: -¡Ya huyen! ¡La victoria
es nuestra! ¡Adelante! Nos daban lugar a suponer que el término de la jornada
se hallaba próximo. ¡Y era tiempo! ¡Ocho horas de marcha y combates
encarnizados llevábamos ya! San Juan y el Surco quedaban en nuestro poder.”
[1] En cuanto a “Concepción”…, le tocó en este periodo de
la lucha una participación, si importante por su objeto, mucho menos
sangrienta. Colocados en la extrema izquierda, era nuestro papel impedir que el
enemigo la cerrara y nos flanqueara, encerrando a todo el ejército en
Chorrillos, como logró hacerlo con una parte de él; pero los chilenos, que no
podían ignorar que teníamos un ejército de reserva en Miraflores, que podía
caerles por la espalda, llevaron su ataque a fondo por el centro y la derecha,
limitándose a mantener por nuestro frente guerrillas con el objeto de no perder
nuestro contacto y observarnos; guerrillas con las cuales nuestra acción se
redujo a un tiroteo intermitente y poco mortífero. Sosteniendo esta actitud
estuvimos más o menos hasta las diez de la mañana
[4] Es un lugar sagrado o religioso inca
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