LA MAÑANA DE LA BATALLA
Cuenta Alberto del Solar, que muy temprano “…supimos
que los peruanos, cambiando bruscamente de idea, se resolvían a entrar en
arreglos. Aquella misma noche habían llegado al cuartel general varios miembros
del Cuerpo Diplomático extranjero con proposiciones de paz. Esto era lo que se
decía y lo único que por el momento sabíamos los subalternos. En todo caso, la
orden de mantenernos a la expectativa nos había sido dada formalmente. Algo,
pues por el estilo de lo que se susurraba debía de ocurrir en realidad.
Por
lo que toca a nuestro Cuerpo, se le confirmaron las instrucciones dadas
respecto de la custodia de la Escuela de Cabos, con la variante de que una de
sus compañías -la tercera del primer batallón, mandada por Florencio Baeza y en
la cual servía yo- recibió el encargo de permanecer dentro del caserío de San
Juan, custodiando, a su vez, a los numerosos heridos y prisioneros que allí se
había depositado.
Justo Abel Rosales contará años después, que con el
nuevo día “vimos que nos habíamos acampado a una cuadra del pueblo de
Barrancas. Desde temprano los soldados de todos los cuerpos inundaron el pueblo
completamente deshabitado, y lo saquearon...Se anuncio la vuelta del tren que
había pasado a Chorrillos. Ignorábamos el resultado de las conferencias habidas
con el General en Jefe. Detrás del tren desfiló inmediatamente la artillería y
este hecho me hizo suponer que no habrá paz.”
Vicente Olguín, el colombiano residente en Lima,
ese día “por la mañana, los ánimos presentían algo. Poco después del
mediodía oyéronse cañonazos en el campamento. La ansiedad comenzó de nuevo, las
carreras se multiplicaron, el temor general se pintaba en los semblantes.
Miraflores, centro del combate, dista de Lima apenas dos leguas, razón más para
que desde las tres de la tarde fueran numerosos los individuos del Ejército que
entraban en la capital. Todos decían estar triunfantes. El sol del 15 de
enero se había hundido en el ocaso y con él la esperanza de cuantos dieron y
recibieron abrazos por la prisión de Baquedano[1].”
Y el oficial Alberto del Solar, a su vez, dirá “A
las siete de la mañana, más o menos, los que se hallaban en la Escuela de Cabos
vieron desde allí aproximarse al campamento un tren con bandera blanca. Venía
de Lima. La curiosidad fue grande. Dos horas después sabían aquéllos, y lo
supimos también nosotros un poco más tarde por un mensajero llegado del cuartel
general, que había armisticio y que nuestra compañía debía continuar Entre
tanto en su puesto, descansada, pero vigilante. Nada más pudimos averiguar
aquel día. Pero aguardamos tranquilos.
Para el
regimiento Lautaro, el 15 de Enero de 1881 comienza a las 5 AM, a la diana, por
orden del señor general de la 2º División (Sotomayor) marchó el Regimiento al
campo de batalla de Chorrillos a recoger rifles y trajo más de 1.000 Peabody, 1
ametralladora y 5 cañones.
Para las
10 AM la 2º División Sotomayor se fraccionará. La 1º
Brigada Gana permanecerá bajo la mano del General en Jefe (Baquedano), cercana
al guión de mando elevado a inmediaciones de Barranco y la 2º Brigada Barboza
convergerá en dirección a la extrema derecha de la 1º División Lynch. El
general Sotomayor, además de su 2º Brigada (Regimientos “Lautaro” y “Curicó” y
el Batallón “Victoria”), cuenta con un núcleo de observación, que el general
envía a retaguardia de la 2º División, para contener cualquier conato de
flanqueo propiciado por el coronel Orbegoso (Comandante en Jefe del 2º Cuerpo
de Ejército de la Reserva, con 11 Batallones en la región de Vásquez – El Pino;
extrema izquierda de la línea peruana de Miraflores). Para la 1 PM se tocó tropa
para acudir a Miraflores en el Regimiento “Lautaro”, haciendo el camino por San
Juan.
LA BATALLA DE MIRAFLORES[2]
Después
de la batalla de San Juan y Miraflores, el Ejército de línea peruano se
reorganizó la noche del 13 de enero de 1881, reforzado por los batallones Guarnición de Marina y Guardia Chalaca, quedó organizado en la
línea de defensa de Miraflores en 3 Cuerpos del Ejército, cada uno con 2
divisiones.
a.
El 1° Cuerpo estaba al mando del coronel Andrés A. Cáceres,
estaba ubicado desde la orilla del mar y se prolongaba hasta un poco más allá
del reducto N° 2,
b.
el 2° Cuerpo entre los reductos N° 2 y 3, y
c.
el 3° Cuerpo entre los reductos N° 3 y 4.
Además
estaba el Ejército de Reserva, al mando del coronel Juan Martín Echenique,
dividido en dos cuerpos:
a.
el 1° al mando del coronel provisional Pedro Correa tenía
sus batallones N° 2, N° 4, N° 6, N° 8, N° 10, N° 12, N° 14 y N° 16 distribuidos
en los reductos N° 1, N° 2, N° 3…. hasta el N° 8 respectivamente.
b.
el 2° al mando del coronel temporal Serapio Orbegozo estaba
ubicado en Vásquez, actualmente Ate Vitarte, y aparentemente contaba sólo con 5
batallones[3].
El
efectivo del Ejército de línea Peruano era: coronel Cáceres, 3,602 hombres;
coronel Suárez, 2,240 hombres; coronel Dávila, 2,761 hombres; caballería, 547
hombres, y batería Alfonso Ugarte, 180 hombres, pero el general Pedro Silva
afirma que la fuerza que efectivamente se batió eran 7 mil del ejército activo
y 1,500 del ejército de reserva, en total, 8,500 hombres. Las fuerzas chilenas
eran casi 20 mil hombres pero tampoco todos se vieron involucrados en la
batalla[4].
LAS DEFENSAS DE MIRAFLORES
La línea de defensa: Explica
V Mackenna: “su
extensión de cerca de dos leguas formaban una serie de fuertes tendidos en la
llanura, y por consiguiente eran éstos mucho más peligrosos que los reductos
colocados en alturas, porque no sólo es difícil flanquearlos sino casi
imposible dominarlos desde que toda la zona de combate carecía de relieve.
Fuera de esto, los tiros rasantes de las
armas tienen mayor alcance que en posiciones de altura porque….en la llanura los
proyectiles barren todo su campo de tiro…en toda la profundidad de su
trayectoria.
Por
otra parte, el enemigo se mantenía completamente invisible….(desde su retaguardia) de cuarto de hora en cuarto de hora anunciaba la llegada de un tren con
tropas o pertrechos a los parapetos…los soldados enemigos abrian portillos y aspilleras en todo su frente”
La
fuerte línea peruana se extendía ocho o diez cuadras al frente de Miraflores
por el espacio de dos leguas, más o menos. En cuanto al terreno, a la extrema izquierda (desde la perspectiva
chilena) estaba el alto e inaccesible
barranco del mar que por el poniente le servía de reparo hasta los cerros de
Vásquez. Y a su espalda estaban las
altas baterías del San Bartolomé y del San Cristóbal.
Un oficial inglés comentará que la “posición era, sin duda, muy fuerte. Nueve de los reductos
que mencioné anteriormente se extendían desde el mar, frente a Miraflores,
hasta menos de una milla de Monterrico Chico. Las tapias de barro que
conectaban los reductos tenían buenas troneras, de modo que ofrecían completa
protección a los soldados que las defendían, mientras que las irregularidades
en la construcción de los muros permitían disparar de flanco en muchos casos.
El terreno que se extendía en dirección al avance chileno era irregular. Algunas
partes eran abiertas y expuestas hasta una distancia de un cuarto de milla,
pero en otros sitios los chilenos podían cubrirse hasta muy cerca de las líneas
peruanas. Esta es una de las muchas instancias en que las precauciones de los
peruanos eran incomprensibles para mí. Como dije antes, no atinaron a colocar
minas que detuvieran bajo fuego al enemigo, ya cerca de los parapetos. Parecían
contentarse con que la explosión de una bomba matara 20 ó 30 chilenos, aunque
no tuviera el efecto de provocar un alto o crear confusión a corta distancia de
las defensas, ni interferir mayormente con el avance de los atacantes.”
A su vez el historiador peruano Bassadre cuenta
que las fortificaciones en Miraflores consistían en “en hendiduras cortas y murallas con bastiones aislados,
"islotes de resistencia", dispuestos a dar fuego al frente sin que
hubiesen obras intermedias en los intervalos que los separaban”. En tales sectores se
encontraban batallones que servían de enlace entre uno y otro de los reductos.
Además, algo que olvida de mencionar el autor peruano es que, como dice Vicuña
Mackenna, “entre ellos mediaban las
numerosas hileras de tapias que cercaban los potreros y sembradíos de la
campiña.”
Los reductos eran siete y se
encontraban unos de otros distantes de ochocientos a mil metros, partiendo
desde las orillas del mar, en las inmediaciones del barranco de Miraflores
donde habíase erigido el fuerte Alfonso Ugarte, hasta las haciendas de
Monterrico y Vásquez…
La distancia del reducto más cercano
al pueblo de Miraflores era como de mil metros.
He aquí como describe los reductos
una relación de la época: "Un cuadrilátero, estrecho, una estacada
cerrando el recinto de la plaza, un foso incluso sin agua en el
exterior...".
De los reductos sólo cuatro se
enfrentaron a los invasores que concentraron sus esfuerzos principalmente sobre
los tres primeros colocados en la línea que cubría el camino hacia Lima.Las
fortificaciones en los cerros San Cristóbal, El Pino, San Bartolomé y Vásquez
no dispararon o dispararon poco en la batalla. Los reductos de la izquierda y
varios batallones de la Reserva quedaron sin tomar parte en el combate.
A su vez
en el
parte de guerra del general Pedro Silva, se explica la situación en la línea
peruana:”…la línea
quedó establecida, apoyándose la derecha en la batería denominada Alfonso
Ugarte, y la izquierda en la calera de la Merced, no obstante la prolongación
de los reductos hasta Vásquez. Las fuerzas existentes de infantería cubrían los
claros que quedaban entre reducto y reducto desde el número 1 hasta el 6
inclusive, situado en dicha calera, los cuales eran defendidos por cuerpos de
la reserva de Lima.
Se formaron seis
divisiones al mando de los señores coroneles don María Noriega, don Mariano
Ceballos, don César Canevaro, don Lorenzo Iglesias, don Buenaventura Aguirre y
don José Manuel Pereira, poniéndose cada dos de ellas bajo las órdenes de un
Comandante en Jefe, y se designó para los dos primeras al coronel don Andrés
Avelino Cáceres, para las dos intermedias al de la misma clase don Belisario
Suárez y para las últimas, o sean las de la izquierda, al coronel don Justo
Pastor Dávila.
Colocaron en los
lugares convenientes las pocas piezas de artillería de que apenas se disponía,
y que no eran otras que dos Grieve, salvadas por el coronel don Jesús del Valle
y el sargento mayor don José A. Navarro, quienes sostuvieron la retirada de la
infantería desde una eminencia situada en el camino; tres Vavaseur, de las que
tenía a su cargo el teniente coronel don Francisco Moreno, y una ametralladora.
Más tarde se dió igualmente colocación a algunas otras piezas White llevadas de
Lima. La caballería se situó a retaguardia de la línea.
Dentro de la línea, “que seguía la dirección de las paredes de los potreros irrigados,
separándolos del eriazo u hondonada del Barranco y de las chácaras de la pampa”,
tenía un reducto:
Reducto N° 1: Estaba constituido de sacos de arena de siete a ocho hileras de
elevación, con un ancho foso lleno de agua por el frente, escarpa y contra
escarpa para resistir a los cañones de batir y provistos por la parte interior
con una serie de escalinatas proporcionadas a las tallas de la tropa, para que
ésta pudiese herir sin ser dañada y aun sin ser vista. Estaba
ubicado cerca al malecón junto a los rieles del ferrocarril
de Chorrillos, fue ocupado defendido por el batallón
número 2 de la Reserva[5]
cuyo jefe era el comerciante y Prior del Consulado Manuel Lecca y cuyo personal
se componía, en su mayor parte, por comerciantes distinguidos.
A continuación del reducto (es decir entre el
reducto N° 1 y 2), al mando del mismo
Andrés A. Cáceres, se encontraban los soldados que combatieron en San Juan y
los batallones de voluntarios Guardia
Chalaca al mando del Capitán de fragata Carlos Arrieta y Guarnición de Marina al mando del
Capitán de Navío Juan Fanning provenientes del Callao. Los
batallones de la reserva habían sido colocados al abrigo de los fuertes por su
orden numérico, confiándose a los soldados de línea y especialmente a los
artilleros la defensa de las cortinas. La Guardia Chalaca, reserva del Callao,
al mando del coronel c(o
capitán de fragata, según Bassadre) don Carlos Arrieta,…. había sido instalada en
la confluencia de los dos caminos junto con el batallón de línea llamado de
Marina, que no era sino la antigua columna Constitución encargada de
suministrar guarniciones militares a los buques de la armada, al mando del capitán de navío Fanning.
Reducto
N° 2 cubría la vía férrea y la vía carretera entre Lima y
Chorrillos, que corrían paralelos. Para ser más precisos a unos quinientos metros delante de la
estación de Miraflores “…
cortados por trincheras, fosos y un fornido muro en forma de media luna. El batallón
N° 4 de la Reserva, y que eran quienes debían velar por su defensa, estaba “compuesto de gente de la prensa y de curiales…
con 300 hombres al mando del abogado Ramón
Ribeyro junto a los magistrados, diputados y abogados de Lima. Contará el soldado
peruano “…fué el núcleo de la resistencia en la sección en que yo me batí. Se
componía éste de un sector media luna
formado de un recio parapeto
de sacos de tierra, con un muro capaz de resistir no sólo la
acción de la fusilería, sino los
fuegos de la artillería enemiga; su altura es mucho mayor que la de un hombre,
y se eleva sobre tres tramos.”
Con este método, en la parte superior se bate una parte de los defensores,
mientras el resto esperaba su turno a cubierto. Además, para mayor protección
se halla totalmente desenfilado por sus flancos, y por la gola suple el parapeto una tapia que, aunque no paralela á la cuerda, cierra la
retaguardia de la obra; más su
oblicuidad contribuye á la seguridad del
fuerte; y ciertamente que hubiera sido fácil
hacerlo aún mucho más, levantando con
los mismos sacos de tierra su altura hasta cierta parte. Su frente se
había hecho inaccecible con una honda
zanja ó pozo anegado de mayor
profundidad que la talla de primera
de un hombre, y de una anchura insalvable.
La izquierda está además flanqueada por una huaca que, á
la vez que al reducto, desenfila
á partir de ella, reciprocamente
la izquierda y la derecha de la línea. Al
pie de ella, y siempre hacia la
izquierda (dicho de otra manera hacia el lado de la sierra), estaba situada
la artillería volante ó una
parte de ella” Junto a ella, en el orden que se citan, los restos del Zepita y el
batallón Concepción (peruano). Todos ellos estaban “dentro de un gran potrero cuyo frente arrancaba
de la citada huaca.”. A la altura de la tercera compañía del Concepción “el potrero forma un ángulo recto saliente…
Seguía después la tapia la
dirección general …. En el frente que
ocupábamos, finalmente, algunos
soldados abrieron con sus bayonetas huecos que, a manera de troneras, sirvieran para apuntar
sus fusiles.”
A la
derecha del reducto, pasados los rieles, habia un parapeto ó fortín, creo que
artillado; luégo la serie de potreros, de los cuales sólo conocí dos durante la
acción, no siendo el ancho de cada uno de ellos más de cien metros…. También en esta parte de la linea se habían oradado las tapias….nuestra línea de batalla en toda su extensión estaba constituida
por la serie de potreros,
cuadriláteros de un ancho variable entre 100 y 200 metros, que puede decirse otros tantos campos
parciales con tapiales por parapetos á su frente y con sus flancos desenfilados por iguales tapias….el
frente habia sido despejado, aunque no perfectamente (algunos trozos quedaron en pie), de tapiales que favorecieran al enemigo;…y los adobones
volteados no habían sido completamente deshechos…. Además, todo el campo
estaba sembrado de trecho en trecho,
de mogotes ó huaquitas de piedra….
Finalmente, perpendicular á la línea de batalla corría la línea
férrea”[6].
También lo describe un veterano peruano del
batallón N° 4 de la Reserva[7], destacando sus desventajas, al señalar que las tapias al mismo tiempo
que defensa sin embargo impedían que los diversos reductos se apoyaran entre
sí, así como la distancia que había entre uno y otro “eran apenas comienzo de fortificación pasajera,…. Un cuadrilátero
estrecho, mal encuadrado en el horizonte, porque para nada se tuvo en cuenta la
forma del terreno, ni la sensible inclinación de éste hacia la zona de maniobra
del enemigo; una estacada cerrando el recinto de la plaza, un foso inconcluso y
sin agua en el exterior”. Al acampar en él “se hallaba a medio hacer; no tenía concluida la
trinchera que daba frente a la campaña ni la del costado izquierdo tampoco y en
cuanto a la de la derecha sólo había tierra y piedras hacinadas en
desorden". Prosigue la misma relación narrando que al recibir las fortificaciones
se contrató una cuadrilla de peones asiáticos cuyos jornales se cubrieron con
el resto de una suscripción hecha en el Club Nacional; pero esa suma apenas
bastó para pocos días, pues hubo necesidad de comprar herramientas y algunos
cientos de costales vacíos. Fue entonces que el batallón número 4, entero, con
personas de la magistratura y el foro, la universidad y el periodismo, el
profesorado y el comercio; empleó el pico y la lampa durante varios días. Entre
otras cosas hicieron, además, la tarea de despejar el frente para que tapias y
arboleda no protegieran al enemigo.
Sigue Vicuña Mackenna: “las líneas de tapias se esquivaban violentamente hacia el nordeste en
dirección más recta a Lima, de modo que la fuerza de resistencia presentaba
allí un ángulo o codo en que los fuegos se cruzarían, rechazando todo ataque
por el flanco y por el centro. No menos de once cañones guarnecían a trechos
esta segunda cortina, y a última hora había sido fortificado…el caserío
histórico y macizo de la Palma y colocádose dos cañones Krupp de montaña
arrastrados desde San Juan en la antevíspera, para barrer a metralla la línea
férrea.
La
prolongada cortina, más o menos accidentada, que se extendía hasta el paso de
los rieles estaba armada de trecho en trecho con cañones Grieve fundidos en
Lima y sería defendida en aquella jornada por las tropas del coronel Cáceres.
El corresponsal Caviedes
de El Mercurio relataba que estos reductos “tenían
dos y hasta tres fosos concéntricos, gracias a ocupar algunas eminencias que
dominaban las cercanías. Tras el foso exterior se levantaba una fuerte palizada
con muralla de tierra que estaba destinada a servir de resguardo a 500 u 800
tiradores. Éstos, en caso de apuro, podían replegarse hacia el interior del
fuerte por un camino cubierto que corría a lo largo de la palizada, y ocupar la
siguiente, que dominaba a la primera y que estaba a la vez defendida por un
nuevo foso. Por último, tras el tercer foso se levantaban los gruesos muros de
la obra principal, coronados de cañones, de ametralladoras y de fusileros,
todos los cuales podían hacer fuego sobre los asaltantes al mismo tiempo que
los de las trincheras bajas, y, después de tomadas éstas, volarlas por medio de
enormes minas de dinamita preparadas en diversos sitios, sin dejar de seguir
acribillando a balazos a los que salvaran de las tremendas explosiones.
Esta área era la comandada por el coronel
Suárez., el jefe de las reservas en Chorrillos
Se
internaba más hacia el oriente a 800 metros de distancia del ferrocarril y del
camino público el reducto número 3, a cuyo pie se encontraron algunos cañones
de gran calibre que aún no habían sido montados, y así enseguida, de distancia
en distancia, las ocho baterías o baluartes de sacos de arena…., hasta tocar en
los cerros de Vásquez en un paraje llamado Calera de la Merced que había sido
minado con dinamita para atajar en esa dirección el paso de los invasores[8].
Reducto N° 3: entre el número 2 y antes del fundo La Palma, se
encontraba Batallón Nº 6 al mando del abogado Narciso de la Colina abogado limeño, ex diplomático y director general de
ferrocarriles de Tarapacá con Natalio Sánchez, antiguo
diputado, como segundo jefe. A continuación tropas de línea al mando de Justo
Pastor Dávila.
Reducto N° 4: en el
fundo La Palma, se encontraba el Batallón Nº 8 al mando del jefe del Ministerio
de Hacienda, Juan de Dios Rivero, jefe
de una de las secciones del Ministerio de Hacienda junto a
los empleados del estado peruano.
Reducto N° 5: antes
de La Calera de la Merced, se encontraba Batallón Nº 10 al mando del
propietario de la hacienda La Calera de la Merced, José M. León.
Sigue el historiador peruano Bassadre: “Los reductos 6 y 7 tenían su ubicación en el antiguo
estanque de la Calera de la Merced y en el potrero de la Chacarilla. Las
divisiones de la Reserva formadas por doce batallones que quedaban desde la
hacienda de la Calera hasta la hacienda Vásquez estaban mandadas por Juan
Martín Echenique con Julio Tenaud como jefe de Estado Mayor.
El parque de municiones se
estableció en un potrero detrás del reducto N° 2
Detrás de la línea se contaba la artillería de la Batería Alfonso
Ugarte, y la de los Fuertes San Cristobal[9] y San
Batolome Además estaba la batería o fuerte de El Pino, ubicado en el cerro
homónimo “situado a unos dos kilómetros al
sur de Lima. Mandaba la batería el capitán de navío don Hipólito Cáceres. La
guarnición sumaba unos ciento cincuenta o doscientos hombres pertenecientes a
la Reserva, quiere decir, a los batallones enrarecidos y quedados en cuadro:
formaba un curioso abigarramiento, donde capitanes y mayores habían descendido
al rango de soldados. A la guarnición de reservistas se agregaban unos cuantos
oficiales de marina y algunos marineros destinados al servicio de los cañones.
No faltaban militares de toda graduación: hasta dos o tres coroneles. De éstos,
unos dormían en el Pino, otros se iban al cerrar la noche. Ignoro para qué
vinieron ni quién les mandó. El Pino contaba con cuatro piezas: dos buenos
cañones Vavasseur que habían pertenecido a la corbeta Unión y dos cañones de
montaña.”[10]
Más
allá de esa agrupación de combate, se habían guarecido dentro de los fuertes,
hasta la chácara de Quirós, que queda al oriente de Lima, como la de la
Providencia en Santiago, doce batallones de la reserva mandados por su general
en jefe Echenique,…y su jefe de estado mayor Tenaud…... El parque general a las
órdenes del coronel Mariano Bolognesi,….se hallaba situado en la chácara de
Limatambo, a retaguardia de la línea y en el camino de la Palma a Lima.
En cuanto al terreno
donde se iba a desarrollar la batalla en otra descripción citada por Vicuña
Mackenna, es un terreno llano, una
extensa planicie, sembrada de árboles, de casas y de potreros, que al frente se
extendía por un lado hasta los suburbios del lejano Callao, cuyos torreones
dibujaban en el horizonte sus rojizas siluetas, y por el otro hasta las negras
y confusas masas del San Jerónimo y del San Cristóbal. A la izquierda
chilena moría el valle en las barrancosas
riberas del océano, mientras que por la derecha se alzaban, en primer término
las empinadas cumbres del San Bartolomé, resguardado a sus pies por los
cerrillos de Vásquez y de Valdivieso, y en segundo, allá por el fondo de Ate,
las primeras serranías que sirven de contrafuertes a….los Andes.
En esta llanura se veían “de cuando en cuando algunos pequeños montículos esparcidos entre Lima y
Miraflores, pero tan bajos, que sólo llegan a descubrirse a algunos pasos de
distancia…. restos de antiguas poblaciones indígenas o por las huacas. Pero su
color arenoso los hace perderse entre el conjunto del terreno, y no alcanzan a
alterar la uniformidad de la planicie….sin más accidente que
las trincheras y revueltas tapias de los callejones, de los caminos, de las
huertas y de los potreros; y en cuanto a las fortalezas levantadas de oriente a
poniente desde Miraflores hasta Ate, aun a poca distancia se confunden sus
escarpas y explanadas con las líneas de tapias que por todas partes y en todas
direcciones lo circundan.
En
todo aquel espacio no se levantaba una sola tapia que pudiera dar abrigo a los
asaltantes. El terreno,….no está cruzado por acequias ni tapias,….Hay eso sì una quebrada (Quebrada Honda)….que desde su nacimiento hasta
el principio del barranco (la costa),
está cubierta de menuda piedra de río…… un puente bajo y
descalabrado, viaducto de uno o dos arcos al parecer de construcción española,
que en el fondo de la hoyada del Barranco servía al tráfico del camino
carretero de Lima a Chorrillos (que corre) sobre aquel cauce.
En algunas partes, sobre
todo en las más cercanas al camino real y a la vía férrea, se utilizaba años
atrás la piedra con el objeto de pavimentar las calles de Lima y el Callao, y
todavía quedan de trecho en trecho en todo lo ancho de la hondanada multitud de
montecillos de esa piedra….. Estos montecillos tienen casi la altura de un
hombre, y no son de formas redondeadas sino ovales o cuadrilongas….no
presentan regularidad alguna en su formación….están separados uno de otro por
diez o doce metros de distancia en los puntos en donde se hallan en mayor
número, y a medida que se avanza hacia el interior de la hondanada se presentan
más separados y menos numerosos, existiendo muchos en forma de irregulares y
recién comenzados montones o simples agrupaciones de piedras.
A continuación se situaron las tropas reagrupadas por
Belisario Suárez después de la Batalla de San Juan.
Los
fuertes así escalonados en una línea transversal de sudoeste a nordeste eran
ocho en número, y a su espalda, a manera de ciudadelas de segunda línea, los
ingenieros Arancibia y Gorbitz habían erigido, aprovechando generalmente viejos
edificios o huacas indígenas, gruesos reductos de protección. Contando con
éstos, los reductos de Miraflores llegaban a doce
Las tropas de la reserva (civiles con poco
entrenamiento) estaban organizadas en batallones cuya numeración era par, para
diferenciarlos de las unidades del Ejército Regular
El fuerte Alfonso Ugarte de forma circular, ejecutada para resistir el ataque de una escuadra,
y esta armada, además de varias ametralladoras, con dos cañones Rodman de gran
calibre extraídos de las baterías del Callao. Su guarnición estaba
integrada por el batallón N° 2 al mando
de su comandante el coronel don Manuel Lecca,…comerciante de Lima, y como su
gente perteneciese casi en su totalidad al comercio de trapos y al por
menor,…les habían puesto por sobrenombre el batallón «holan batista»
Dentro
de la línea de defensa se situaba 4 piezas de artillería de marina de a 12
montadas sobre carros de tren a la altura del reducto n° 2. Se abrieron sacas
de arena que cubrían las cortinas del reducto, troneras para ametralladoras y
cañones, se reforzaba la línea avanzada que cubrían el reducto n° 1. La vía
férrea y el camino de Miraflores a Chorrillos que cortaba la línea entre los
reductos 1 y 2 estaban costeados a la derecha por una tapia. Detrás de esa
tapia se parapetzaron 3 o cuatro batallones de tal manera que si los chilenos
atacaban por ese lado se exponía a ser fusilado por el flanco.
El
reducto n° 1 tenia su flancoizquierdo y parte de su frente cubierto port las
tropas de línea. De ahí que desde elreducto n° 1 los fuegos se iniciaran mas
tarde que el resto. Solo cuando las tropas de línea huyeron o se vio amenazada
por su derecha. Entre el reducto n° 1 y 2 se montó una piezade 120. Dos piezas
Vavasseur se instalaron en el camino(salvados de la batalla anterior) barrian
el camino.
En el
reducto n° 2 se instalaron dos ametralladoras y entre las tapias y los 800
metros que lo separaban del reducto 3 se instalaron diez ametraladoras y
cañones .
En
elreducto 3 no hubo cañones pero en el punto denominado La palma, en una casa
de adobe en ruinas, pero con sólidos cimientos, se instalaron dos piezas de a
70.
El 4
tampoco tenia artillería pero en La Calera de la Merced había artillería gruesa
perfectamente instalada
Caminando
hacia la izquierda, por Vásquez, Perales y Mendoza habían algunas piezas y
posiciones artilleras y se encontraba la mayor parte de la reserva acampando,
formando el centro y la izquierda de la línea apoyándose en su extremo la sobre
la falda de los cerros con la protección de los fuertes San Bartolome y El Pino[11]
La
calidad de la reserva[12]: En 1880, cuando se organizó la Reserva, fui nombrado
capitán de una compañía en el batallón número 50, perteneciente a la novena
división mandada por don Bartolomé Figari. Mi coronel era don Federico Bresani, ambos
eran hombre de negocios.
El entrenamiento era “dos o tres veces
por semana, los oficiales del 50 recibíamos instrucción militar. Un profesional
nos enseñaba la Táctica del Marqués del Duero, o, mejor dicho, la aprendía con
nosotros. Diariamente, nuestra División practicaba ejercicio en la Alameda de
los Descalzos y en el camino a la huerta del Altillo.
A las tres de la tarde sonaban
algunos campanazos en la Catedral, y toda la Reserva se ponía en movimiento. En
ventanas y balcones se instalaban las mujeres para ver desfilar a los
reservistas, y los reservistas desfilaban con aire marcial y
conquistador. Los uniformes azules con visos blancos y las espadas con
puño de metal amarillo pasaban en triunfo, bajo la mirada y la sonrisa de las
mujeres….
A los pocos meses de ejercicio,
nuestros cachimbos practicaban
satisfactoriamente las evoluciones de batallón: hombres despiertos, dóciles y
de buena voluntad, no cometieron ninguna insubordinación ni el más leve acto
reprensible. Cundía en la Reserva el deseo de rivalizar con la tropa de línea,
desacreditada por las derrotas de San Francisco y Tacna.
Como una sola vez hicimos ejercicio
de fuego, la mayor parte de los soldados ignoraba o no conocía muy bien el
manejo del rifle. El fogueo se verificó en la Pampa de Amancaes, donde se consumió más sandwiches y licores que
pólvora y plomo.
Un testigo de la época, el teniente de marina francés Le Leon, escribe
sobre estas tropas: “se veían entrar regimientos formados
en el interior o en el litoral no ocupado por el enemigo. Se trataba de bandas
a medio armar, fatigadas por una larga marcha, que había que equipar, instruir
y encuadrar…. Al tañido de la campana de la catedral, las tropas de ciudadanos
en ropa de trabajo se dirigían a la Plaza de la Exposición. Las tiendas se
cerraban por orden, durante las horas de ejercicio. Se vieron pocas armas y
pocos uniformes durante un largo período de preparación. El mismo pelotón tenía
a veces las reuniones mas disímiles en cuanto a los uniformes y las razas. Por
lo tanto no se había establecido ninguna cohesión entre los diversos grupos de
esta reserva que prestaba pocos servicios. Los restos del Ejército (sobrevivientes
de las campañas del Sur, Tarapacá y Tacna, así como los heridos convalecientes)
recibían una instrucción mucho mas seria en el campo
de Lurigancho o en la pampa de los Almancaes, pero ésta era aún insuficiente.
La mayoría de los oficiales, iimprovisados como soldados, carecían de
conocimientos militares….La organización deplorable del servicio de intendencia
impidió aprovechar las aptitudes notables de la raza indígena para la marcha”[13]
Pampa de Mancaes (1914)
Sigue contando el veterano reservista peruano: “Oficiales y soldados fuimos muy exactos en asistir al
ejercicio mientras parecía dudoso el ataque a la ciudad; pero desde el día que
los invasores desembarcaron en Pisco, el animoso entusiasmo de los reservistas
empezó a decaer y siguió decayendo hasta degenerar en un amilanamiento indecoroso.
Abundaban los rostros pálidos y las voces temblorosas. Las primeras en
amilanarse fueron las personas decentes: ellas, con sus figuras patibularias y
sus comentarios fúnebres, sembraron el desaliento en el ánimo de las clases
populares. Difundiendo el miedo y perdida la vergüenza, los hombres se
guarecían en las legaciones, en los conventos y en sus propias casas. Hubo
necesidad de traerles por la fuerza[14].
Sigue el memoralista peruano “Con la
deserción, no sólo de los soldados sino de los oficiales, los tres batallones
de la novena división quedaron reducidos a uno, y yo di el salto de capitán a
teniente coronel y segundo jefe del 50[15]….A
fines de diciembre, los restos de la novena división recibieron orden de
acuartelarse en el convento de San Francisco; mas no lo efectué yo porque al
intentarlo me dijeron que otra persona había sido nombrada en mi lugar. Algunos
días estuve indeciso, no sabiendo qué resolución tomar, cuando recibí orden
verbal de constituirme en la batería del Pino, como jefe de la guarnición. Mi
coronel había creído prestar mejores servicios alistándose en la Cruz Roja.
Muchos pensaron lo mismo.”
Alameda de los Descalzos. Lima
En todo caso, dentro del Ejército peruano había mejores unidades
(además de los regulares, derrotados en San Juan y que se habían refugiado en
la línea de Miraflores). Así estaba el batallón Guardia Marina, tal como lo
relata Manuel Layseca[16], creada
por decreto el 14 de febrero de 1880… con un
efectivo de 600 plazas, sobre la base del antiguo Cuerpo de Artillería de
Plaza. La Plana Mayor de este cuerpo de ejército estaba formada por el Capitán
de Navío don Juan Fanning, como primer jefe; como segundo, el coronel Andrés
Segura; tercero, el sargento mayor de artillería don José Antonio Sarrio;
cuarto, sargento mayor don José Hernández. Capitanes de compañía fueron: de la
primera, sargento mayor graduado Ugarte; de la segunda, capitán Federico Canta;
de la tercera, Manuel Asanza; de la cuarta, Hilario Mansilla; de la quinta, el
sargento mayor don Mariano Bustamante, sobreviviente de la guarnición del
“Huáscar”; de la sexta, Augusto Gómez Lira; era ayudante mayor del cuerpo, el
capitán Manuel del Pino. El doctor Felipe Rotalde, que fuera nombrado Cirujano
del Ejército, fue en su condición de médico fundador del Batallón Guarnición de
Marina...La unidad “era el mejor de los organizados para
la defensa de Lima…por el efectivo de que disponía…por la calidad de los jefes
y oficiales que la mandaban y de los soldados; lo más florido de la juventud
chalaca,…a mas de los voluntarios, contaba la unidad mencionada, con 200
prisioneros peruanos que fueron canjeados después de las batallas de San
Francisco, Pisagua y Alto del Alianza y algunos de la Guarnición del “Huáscar”;
hombres que habían ya recibido el bautismo de fuego,…además de las fuerzas
formadas por los “cabitos”, muchachos de la Escuela Militar de Chorrillos.
Una muestra de los problemas en los batallones con
poco entrenamiento era el uso de munición que no correspondía al arma (usando
balas Remington para Peabody, con el consiguiente daño al arma y su precisión,
que el mismo Torres cuenta. Otro caso era el de un reservista a mi costado izquierdo
se encontraba otro que no les enseñaba
ni las manos á los chilenos: ponía el rifle al canto y tiraba al cielo. Mientras que otro á mi
derecha, casi en el extremo del Reducto, un mozo reservista que se batía
con verdadera magnificen. cia; ni se
ocultaba para cargar y tiraba al blanco… El de la derecha, que lo había tenido
al lado hasta que yo me interpuse, le estaba increpando á cada momento su manera inútil de batirse….:-Saque el
cuerpo como nosotros,......
Cinco, diez veinte
minutos, ¿cuánto tiempo duraba ya esta acción de la batalla? Imposible me sería decirlo.. En eso el soldado que le había prestado su fusil se lo pide de vuelta.
Y hay motivo para ello: la “avalancha enemiga,
entretanto, semejante al impetuoso huaico, empezaba á agotarse; alguna fuerza
destinada á entretener nuestra atención, o las últimas reservas o los rezagados
que iban á la zaga esquivos
[1] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en
http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9
[3] Enrique Flórez, “Ciudadanos en Armas.
El Ejército de Reserva de Lima en la Guerra del Pacífico”, Tesis para optar el
título de Licenciado, pp. 140; 158. En http://elinaresm.blogspot.com/2011/01/la-batalla-de-miraflores.html
[5] El número 2 (la numeración de la reserva era par, a fin de
distinguírsela de la del ejército)... De igual manera denominaban «batallón
Detente», al que mandaba un hermano de monseñor Roca, y al cual había
distribuido este ciertos escapularios de la Virgen con esa piadosa y conocida
inscripción: «¡Detente!».
[6] José
Torres Lara
[7]https://books.google.cl/books?id=i2LEngoe1o4C&pg=PA186&lpg=PA186&dq=Cuando+acampamos+en+%C3%A9l+se+hallaba+a+medio+hacer&source=bl&ots=Yvww3xmT2v&sig=sQSXhjn5D_VVLUzN6k8jp1MsOT8&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjyrY_f-fLJAhXFIJAKHZGuDq8Q6AEIGjAA#v=onepage&q=Cuando%20acampamos%20en%20%C3%A9l%20se%20hallaba%20a%20medio%20hacer&f=false
[8] Por lo general las minas de Miraflores no eran automáticas
como las de San Juan sino de comunicación eléctrica, y fue fácil a los soldados,
como en Arica, precaverse de su estrago cortando los alambres con sus
yataganes. Se distinguió en esta tarea hasta recibir dos graves heridas el
generoso y valiente voluntario don Arturo Villarroel, rey de la dinamita. V
Mackenna
[9] Esta
batería estuvo dotada de polvorín, telégrafo, barracas para tropa y alojamiento
para oficiales con tanques de agua para su aprovisionamiento. Contaba con un
cañón Vavasseur (Blakely) de 250 libras
[11] Para ver la distribución de las
unidades peruanas, ver el video en youtube https://www.youtube.com/watch?v=6gQ-Hcule2Q
y para la chilena https://www.youtube.com/watch?v=N5EJgU-JQNg.
[13] M Le Leon Recuerdos de una misión en el
Ejército chileno, página 74
[14] Cuenta
el mismo oficial varias anécdotas: Un día, arrogándome facultades supremas,
ordené a un sargento que, al mando de una comisión del 50 y sin respetar
domicilios ni guardar consideraciones de ninguna especie, “recogiese a la
gente”, fuera o no fuera de nuestro batallón. El sargento -don Manuel José
Ramos y Larrea- logró traer a muchos; pero no a todos. Regresó narrando cosas
inauditas: algunos, al saber la llegada de los comisionados, se fingían
enfermos y apresuradamente, sin haber tenido tiempo de quitarse la ropa, se
metían en cama; hubo quien, vestido de mujer, se dolía de las muelas y con un
barboquejo trataba de esconder mostacho y barbas.
Las
esposas, las madres y las hijas se mostraban heroicas en la defensa de sus
esposos, de sus hijos y de sus padres. Insultaban a los comisionados, les
amenazaban y aun les acometían: en una de las rafles, el sargento recibió un
tremendo escobazo. Algunos años después, Ramos y yo nos reíamos al recordar el
chichón levantado en su cabeza por el palo de escoba. Mas no todas las hembras
carecieron de virilidad espartana: una mujer del pueblo extrajo del escondite a
su hombre o su marido y le entregó diciendo: - ¡Llévense a este maricón!
[15] Con sarcasmo dirá Si la batalla de San
Juan se hubiera librado en junio, yo habría concluido por ascender a general de
brigada o jefe de estado mayor.
[16] subteniente de la cuarta compañía,
fundador de esa unidad.
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