LUCHA Y CAIDA DEL REDUCTO N°2
José Torres, el soldado distinguido peruano, cuenta que
entre los combatientes se encontraba un rabona: “vi por la
derecha una mujer que iba con un balde de agua, apresurando el paso para esquivar
los muchos que le pedían….corrí hacia ella que en ese momento echó á correr
también, para llegar a los suyos con algo de su precioso liquido: la alcancé ya en el punto donde la esperaban,
que era mas o menos la parte
tercia del potrero (partiendo de la derecha….). Dio de beber primero al que debía ser su marido; y después á sus amigos”, pero alcanza para el
soldado distinguido Torres.
En el reducto,
el batallón N° 2 del Ejército de Reserva,
Ribeyro se sitúa en el centro del
mismo, junto a su ayudante y su corneta. A las 16 30 rechazan el ataque
chileno. La banda de músicos empieza a tocar y él ordena silencio.
Mientras la batalla “continuaba
con todo ardor; pues los
chilenos avanzaban por nuestro frente con notable resolución;….me arrimé
de nuevo á la tapia : seguir mi
tarea que ya se iba haciendo larga;…en las retiradas….he recogido
el morral de capsulas” de los caídos, por lo que puede continuar haciendo
fuego hacia los atacantes.
Pero ahora los chilenos
“venían avanzando…, arremolinándose entre
torbellinos de humo y polvo: de pronto un jinete en un caballo polvoriento y de
belicosos bríos, surgió magnifico como una aparición del fondo oscurecido,
llevando en alto y agitando su bandera, tras de la que se precipitaron
las filas que á las nuestran avanzaban; pero como una aparición
se hundieron jinete y caballo fulminados
por nuestros fusiles El enemigo
había sido una vez más rechazado, o mejor dicho cóntenido, y sucedió un momento de calma.”
En medio de todo el trajín dentro del Reducto, “vi un
soldado que estaba mirando la derecha; su mirada atónita, sus pupilas
dilatadas, si expresión toda de
una impresión intensa, me revelaron lo que inmediatamente después confirmaron
éstas palabra: iC ...... , ve los chilenos dónde están ya......! De un salto
estuve en pie.- Es el batallón Callao
que se retira, dije--iQué Callao ¿no
ve la botamanga? Si, y la bota también la veia ya. Estaban pasando en ese
momento por delante del portillo del lado opuesto del potrero de nuestra
derecha
(es decir la posición entre los reductos 1 y 2), y esta fué la revelación de que la línea habia sido rota y de que el
enemigo iniciaba un movimiento envolvente.
-iA la tapia, á la
tapia! gritamos varios (la del “costado
para cubrir el flanco derecho”). ....
, pero en ese mismo instante la del mismo potrero de la derecha (del frente) se
cubrió de enemigos que saltando sobre ella penetraban al potrero y avanzaban
sobre la misma que corríamos á cubrir, como si nos citáramos para un duelo á rifle mordido sobre ella. En ese
mismo instante se dejó oír la voz dura, sigularmente enérgica de la mujer que
gritaba. -¡Qué es eso...... por qué corren......! -á la que hacíamos coro los
que queríamos llevar la defensa á la tapia
citada; mas en vano. Los de la derecha; recién dándose cuenta de lo que
pasa, en lugar de correr (a) amparar la tapia del flanco amagado, se
ponían en salvo….Los chilenos habian penetrado en nuestra linea y llegado casi sin sentirlo hasta nuestro
costado….el ataque del enemigo, impulsado por su iniciativa y presionado por sus costados por el fuego convergente
de los reductos, había dado como resultante mecánica una clava, una cuña encajada
en la parte media de los
Reductos N° 1 y N° 2;
explicándose con ésto y con la falta de oportuno refuerzo la rotura de la línea peruana y su derrota consiguiente.
El fuego del enemigo, más avanzado á nuestra línea en la zona neutra
o menos hostilizada por el oblicuo de los reductos, era más
mortífero para las tropas nuestras que se le oponían, y conforme éstas mermaban, por un movimiento de
contracción instintivo se iban replegando á derecha é izquierda, atraidos por los núcleos de resistencia; hasta que
la línea adelgazada se rompió; porque
sus últimos defensores fueron inmolados en su puesto, o al ver su abandono se retiraron, no ya hacia la
derecha o la izquierda, sino
hacia retaguardia, á Miraflores. De esta manera se estableció
allí una solución de
continuidad; y la tapia que antes fué
nuestra defensa, era ahora el parapeto
para el enemigo. Este que, por
instinto, avanzaba arrastrándose por depresiones del terreno y por otros accidentes, esquivando nuestras
balas, encontró, pues, abrigo seguro, mientras
tomaba aliento y aumentaba su número
para el paso final,.... vi que una parte, la mayor parte,
sin duda, se corría á la izquierda,
al portillo del que yo me encontraba azaz distante; me parece que vi otros que, agachados tras la misma
tapia, escapaban bajo las
propias narices de los chilenos; y otros, en fin, que, a gatas, pegándose al suelo, se iban
á ganarla tapia paralela á retaguardia.
Seguí por instinto á éstos,...... Procurando cubrirme con los bordes de
los surcos de un campo cosechado….jCuando recuerdo que recorri así una cuadra o más,….50 o 60 metros de
donde estaban parapentadose los
chilenos, fusilándonos á mansalva,….la mayor parte de nuestra gente sorprendida solo atinó á correrse instintivamente a la izquierda,
hacia el portillo de comunicación de la línea, en donde arremolinada y confusa se obstruyó mutuamente
el paso con su aglomeración, formando una
masa compacta. Casi nadie escapó vivo de ese lugar cuando los
chilenos prácticamente los fusilaron: “apuntaban, disparaban y se inclinaban á cargarlos otra vez rápida, frenéticamente
para no perder la presa que trataba de escapárseles.”
También los que se retiraban por otros lugares
sufrieron crueles pérdidas al saltar al nuevo parapeto: “ipafl Ipaf! ¡pafl sonaron
en este punto al estrellarse
contra la tapia las balas que llovían,
y que ¡ah! No llovían en vano; porque
muchos no llegaron a montar sobre ella desplomándose a mitad de su ascensión,
y otros iban á caer precipitados,
aventados al otro lado.” Alrededor de 20 ó 30 “los
que nos encontramos ilesos al otro lado de la tapia; aunque el pánico
empezaba a hacer sus estragos: “un capitán del "Canta", con el brío y la energía de un héroe, retuvo la mayor
parte de esta gente y continuamos allí la lucha:….nos repusimos inmediatamente
y nos cuadramos de nuevo ante el
enemigo.
….Por el lado chileno….Caído su comandante, Marchant,(víctima del fuego de las ametralladoras peruanas) en el Valparaíso toma el mando el comandante La Rosa el que
hace “subir un corneta a la grupa de su caballo, hacía avanzar su línea tocando
ataque y calacuerda. Este mismo oficial, La Rosa, recuerda ese momento escribe:
“el centro de fuego del enemigo hizo volver a varios de los nuestros que con
otros de distintos cuerpos se retiraban u ocultaban a orillas de las tapias; en
vano era que les ordenara reunirse y atacar, porque no era obedecido; los
momentos eran angustiosos y podían traer funestas consecuencias. Felizmente se
me ocurrió tomar un corneta y hacerlo subir a las ancas de mi caballo,
ordenándole tocara ataque y gritando a la tropa que ya el enemigo corría del
fuerte que teníamos al frente, el cual nos había causado muchas bajas. Animando
a la tropa y gritando mucho más, reuní como ciento cincuenta hombres, y
cargando sobre el enemigo le hicimos desalojar el fuerte
Mientras el Zapadores “arrastrados por su impetuosa carga, fueron
a estrellarse al pie de los parapetos enemigos, entre el 1.º y el 2.º reducto,
y allí una bala disparada a boca de jarro hería mortalmente a su jefe el
comandante don Guillermo Zilleruelo, haciéndole girar largo trecho a la manera
de veleta sobre sus talones, tan recio fue el golpe que de cerca le atravesó el
rostro a la altura de los ojos.”
El soldados distinguido Torres descubre que
la batalla “había tomado todo el
aspecto de una partida de ajedrez
dentro del cuadro de los potreros. Al extremo de la diagonal del ángulo en que
estábamos, se encontraba el
portiIlo desastroso, delante del cual se veía el tendal de muertos y heridos
palpitantes; y detrás de la tapia chorreada de sangre, asomaban las cabezas de los que habían salvado por esa
parte, y se veían los fogonazos
de sus fusiles,…. Nosotros tomamos á los que acababan de ocasionarnos el desastre por una oblícua insignificante; pero la tapia, que
casi se confundia con ella, nos impedía ofenderlos como deseábamos, cuando nuestro bravo capitán nos indicó, pasando él el primero sobre el adobón volteado
un poco á retaguardia, al
potrero de la derecha, desde el
que abrimos un fuego de enfilada tan seguro y tan mortífero….en menos de dos minutos despejamos la tapia.
Los
chilenos contratacan apareciendo por la derecha (peruana): anunciándose con sus fuegos
de flanco que nos obligaron á correr
á buscar el amparo de la tapia, dejando en un minuto buena parte de nuestra gente que cayó también bajo
su fuego de enfilada.
Parapetados nuevamente, y formando martillo, sobre los dos lados del ángulo de
Ia esquina, continuamos hostilizando
al enemigo por frente y flanco; pero
sus fuegos, sobre todo los del flanco, se hacían á cada momento mas insoportables.
El soldado que
se batía a mi derecha cayó, como caían casi todos, muerto de un
balazo en la cabeza: -"¡Quitele las municiones y démelas" me
dijo el capitán; pero este oficial caía de inmediato “lo vi doblarse por las rodillas, caer en cuclillas y estirarse mirando al cielo con los ojos fuera de sus órbitas.”
La posición era, en
verdad, insostenible: reducidos
al ángulo del potrero, los proyectiles de
los fusiles enemigos afocados á él
habían reducido nuestro número,
que no bajaría de doce ó quince al iniciarse
su defensa, á seis o siete;…., en
un espacio de tiempo que no llegaba á veinte minutos.
Resueltos á retirarnos, los soldados del '"Canta" quisieron cargar con el cuerpo del capitán; pero…., optaron por alzar al compañero
herido que les rogaba no lo
abandonaran. Nos retiramos, pues, corriéndonos sobre la izquierda hasta la
tapia desde la que se había reanudado el combate de flanco. Los compañeros del
herido siguieron retirándose con él para ponerlo á salvo,….. sólo cuatro
permanecieron ahí. En una mejor
posición “nos pusimos á tirotéar á
los chilenos, diagonalmente á la izquierda al principio, al frente luego,…..
Pasados algunos momentos, el
lado izquierdo de la línea principal “abandonó la tapia
emprendiendo rápida retirada antes de ser envueltos nuevamente, estando el
soldado distinguido junto a sus tres compañeros en “la misma esquina de un potrero
de los que estaban en segundo orden, es decir, a retaguardia de la línea de
batalla, no temíamos sorpresa
alguna que temer, por lo
que no nos movimos, y antes activamos
más los fuegos a fin de facilitar la retirada de aquéllos.”
Frente
a ellos, los chilenos saltaron la tapia recibiendo la fusilería peruana, pero
pronto el avance de los chilenos provoca que los defensores corran “á ampararnos
de la otra tapia. Pero habíamos tenido en este último trance la fortuna de hacer daño muy apreciable al enemigo sin experimentar
ninguno. Al saltar la tapia y al
penetrar por el portillo, los habíamos enfocado con nuestros cuatro rifles con
el más eficaz efecto, repito, pues, indecisos y desconcertados por dos o
tres minutos, muy pocos de los que se habían
aventurado en la maniobra pudieron regresar al parapeto.”
Su
ubIcación ahora, expulsados del Reducto N° 2 era una “tapia corrida á la derecha de
la linea férrea, y fuimos á formar
el extremo derecho, una especie
de sostén, mejor dicho, de los que
en esta parte contenían al
enemigo, (los chilenos) se encontraba ya sobre la tapia
contraria, en número
notoriamente superior al nuestro”. La
balacera azotaba la tapia donde los peruanos se defendían; los de Chile
apuntando a los que asomaran la cabeza para disparar, en vista de eso Torres
aconseja a sus compañeros no asomar la cabeza sino lo indispensable. Uno de sus
compañeros “sacaba el shakó sobre
la tapia, é inmediatamente después la cabeza por un lado para tirar” hasta ser descubierto y derribado.
“Un cuarto de hora más duraría este desigual duelo, durante
el cual no sólo nos mandábamos balas,
sino que nos gritábamos sendas desvergilizadas é improperios.”. Ya los soldados
limeños empezaron a ceder ante la presión, un grupo que “venia corriéndose
a la derecha, y al llegar donde estabamos quise inducirlos a que no abandonaran el campo;
me contestaron que apenas tenían municiones é iban á buscarlas…..Siguiendo dirección
contraria á los que se retiraban del combate, nos corrimos á la izquierda, hacia el reducto, y nos encontramos un momento
después al pie del portillo que
daba salida al potrero, ante el
cual habianse detenido los que verificaban
el mismo movimiento… Todo el
fuego de los chilenos se haba concentrado allí…. Los que habían
logrado pasar ilesos, así como los que esperábamos el turno, apenas osábamos apuntar rápidamente nuestros
fusiles, y menos pasar delante
del vano mortal. Algunos lo intentan y mueren o resultan heridos otro “colgaba su morral y ponia su shakó sobre el
cañón del rifle; en seguida lo presentaba y acto continuo pasaba de un salto: otros
corrieron detrás de aquel, quedando con un herido, el cual cruzaba de nuevo el
portal sin recibir herida alguna y junto a los que aún no pasaban, tomaban
camino a Miraflores, disparando mientras se retiraban
El
punto de resistencia sería “la tapia que
flanqueaba el Reducto (N° 2) á 50
metros de su costado derecho y que
deblamos continuar defendiéndola siquiera los pocos que habiamos quedado; pero,
como no había ahí nadie que mandara, uno a uno se fueron desprendiendo de todo
y tomando rumbo a donde se oían los tiros mas fuertes.
Los minutos finales del
Reducto N° 2: Al penetrar por segunda vez en el Reducto, el ánimo ya no era el victorioso de unas horas atrás sino el silencio. ”Por todo el Reducto se veían soldados de linea que se habían replegado á él tras duro batallar; acostados en el
suelo en el tramo inferior de la obra, revelaban el cansancio que los
agobiaba….algunos se batían
arriba, al lado de los reservistas, y otros no se batían por falta de
municiones…..una voz alarmada dijo desde arriba, que el enemigo nos entraba en gran número. Subí al tramo
superior, desde el que se
dominaba un amplio espacio,….el avance
arrollador de los chilenos que
daban la carga á fondo de la
jornada; un regimiento, dos ¿quién sabe?
una ola enorme (Tercero de Línea,
Valparaíso, Aconcagua, Navales, Zapadores y soldados dispersos) …. En su marcha oblicua á la brecha
abierta, desfilaban á la carrera, y sus
costados derechos se acercaban hasta una
cuadra del Reducto. Veía unos que hincaban la rodilla y apuntaban con fijeza; pero la mayor parte disparaban de su costado
á la carrera y sin detenerse.” Los que caen muertos se “hincaban también…sus rodillas se habian doblado…; y
otros caían de bruces (o) de espalda abriendo los brazos
como buscando donde apoyarse; y
otros se arrastraban heridos en demanda
de algún abrigo,….Y avanzaban y avanzaban como un torrente incontenible
por su cauce. ¡Incontenible...! Venían los regimientos asaltantes por la carretera á cuyo
lado….corre la línea ferrea (entre el Reducto N° 1 y el N° 2, y, acosados por nuestros fuegos, se introducen entre las zanjas abiertas á sus costados, tratando de cubrirse con
el alto relieve del terraplén; luego desbordaban por su izquierda, siguiendo el
cauce abierto á su
irrupción....los restos de la linea rota
disputaban palmo á palmo el
terreno, como lo demostraba el fuego intenso
que se percibía del lado de Miraflores, y desde el segundo Reducto hacia
la izquierda la linea intacta se batia con furor.”
El
distinguido Torres Lara sigue
disparando hacia la marea, pero al rato el arma se recalienta “quemaba
hasta la caja, que parecía iba á
entrar en ignición, y amenazaba reventar; pero el remedio no estaba lejos. Le pide a uno de sus compañeros su rifle, que sin munición no disparaba y
luego de conseguida (“Hasta que se
enfríe el suyo, nada más....”) toma un puñado de cartuchos “las puse en el bolsillo del pantalón...para
la retirada; y otra vez al fuego.”
¿Y el resto de los chilenos? “la tapia, de atrás se había cubierto de gente de linea que
hacia fuego sobre la tapia ya
referida, que nos flanqueaba por la derecha; y ví, también, un grupo de
jinetes, y entre ellos al comandante general Pedro Correa y Santiago, quien, empinándose sobre los estribos y
con el revólver en la mano, miraba con la más grave atención hacia ese lado….los
chilenos estaban ya allí.
Los chilenos asomaban furtivamente y disparaban.
Debían ser pocos, pues sólo aparecían por el ángulo del potrero y no podían ofender sino á los que estábamos en la derecha; pero tan luego como aumentara su número y se
corríeran á la izquierda, los defensores del reducto serían tomados de revés y
fusilados por la espalda. Cierto que de la tapia que he citado, amparada por gente de línea veterana y voluntaria,
se hacia buena labor; pero esto no hacia sino aplazar por breve tiempo el desenlace…. Torres disparaba los tiros que le
quedaban (“procuraba aprovechar mis últimos momentos en el reducto y mis postreros tiros,
que apuntaba a los esquivos
enemigos que aparecían y desaparecfan
instantáneamente tras la tapia”).
Estando
en eso el ensordecedor ruido de la batalla en el Reducto N° 2, desaparece de
pronto. Otro soldado junto a él “se
volvía a la izquierda preguntando: ¿Qué es
eso?, lo que repitió gritando: ¡Qué es esol ¡Qué es eso! Sorpresa y
consternación “….la masa de los
defensores del reducto escapaban ya en tropel arrastrando á los últimos, que
descendimos también rápidamente de nuestro puesto de combate; y
era lo peor y lo que me dejó
consternado, que casi todos se iban dejando sus armas; algunos alzaban sus maleteras, pero no todos sus rifles; y marchában, así, inermes
con rapidez extraordinaria,…..¡Que es eso! había gritado mi amigo, saltando al
mismo tiempo que lo hacían aquellos á quienes increpaba; y yo también había
saltado gritando como un loco: Las armas, las armas, no
boten las armas......
Al abandonar el reducto
volví el rostro y aún no entraban los
chilenos; un momento después miré
otra vez por sobre la tapia, y vi uno que saltaba la de allá en ese momento y
unos tres ó cuatro que parecia no se atrevían á saltarla. Los que conservaron
sus armas, los menos, hacían fuego al retirarse, “por la parte central del potrero,
en gran confusión” con ellos también iban “las tropas de línea”
y el fuego de los chilenos causaba gran mortandad, pero sea que “dada la
situación de la batalla, sus fuegos
fueran muy discretos, o porque
la huaca situada la izquierda nos cubría,
y quizá por ambos motivos juntamente,
los que marchábamos
arrimados á la tapia no sufriamos
casi sus efectos.
Narra un testigo que “una
de las ametralladoras colocadas en la cortina del reducto, se descompuso, la
otra hizo fuego hasta último momento….Eran las 5 PM. Veíase a los chilenos
avanzar mas y mas entre el reducto N° 1 y 2[1]…las
municiones se agotaban…. (la tropa) agazapada
detrás del parapeto esperando que se enfriase el cañón de sus rifles que,
caldeados por un fuego de tres horas… Mientras tanto las topas de línea que
ladeaban la línea férrea habían ido cediendo el terreno mientras el enemigo
trataba, visiblemente, de interponerse entre los reductos número 1 y 2 y entre
el 3 y 4”. Aunque entusiastas y esperando refuerzos los reductos mantenían
alta su moral. El coronel Correa y
Santiago sale del reducto para ver las otras posiciones, con todo el cuerpo
de ayudantes a su alrededor.
Uno
de los ayudantes de la reserve peruana, que combatìa en el Reducto Nª 2, rememora: “De súbito notamos que la tropa de línea que
estaba a nuestra izquierda, en lugar de disparar en el mismo sentido que
nosotros sobre el enemigo que se extendía por delante, hacía fuego por el lado
contrario. El comandante general lo notó también. Estamos flanqueados, nos
decíamos, y este es el momento decisivo. No bien había hecho estas rápidas
reflexiones, cuando se produjo en las tropas cierto movimiento; algunos bajaron
las gradas de la banqueta como para ir a ejecutar la orden de restablecer los
fuegos de la izquierda.
El coronel Ribeiro que ponía el pie en el estribo
en ese momento, se volvió y mandó a reforzar la izquierda. No bien acababa de
pronunciar estas palabras cuando se abalanzaron algunos soldados al lugar
designado; sus compañeros, que no conocían la orden de moverse, los imitaron,
pero en masa; se produjo entonces una inexplicable confusión: hubo un desorden
general y en menos de un minuto, sin explicárnoslo y como por efecto de un
golpe mágico, se precipitaron esos soldados hacia afuera del reducto...” Los chilenos habían “penetrado
ya en nuestra línea, nuestros soldados caían por centenares en la retirada. El
enemigo hacía un fuego infernal y el número de cadáveres se aumentaba a cada
paso. Los pocos que se quedan, ayudantes y ordenanzas hacen algunos
disparos contra los chilenos. Los disparos caen y adentro del reducto y caen un
par de ordenanzas cuando intentan subir un herido a un caballo. En ese momento
los ordenanzas salen a todo escape y los ayudantes les siguen.
En los reductos
había perecido mucha gente. Pero al salir de ellos, sea que fuesen atropellados
por los caballos, sea que se encontrasen con los acequiones llenos de agua, sea
que tuvieran que saltar tapias, y que todos estos obstáculos dieran tiempo al
enemigo para hacer certeros disparos, lo cierto es que hubo una espantosa
carnicería…. De súbito se dejó oír el grito: «¡Ahí viene la
caballería chilena!»; y vimos en efecto a lo lejos una inmensa polvareda. Esa
fuerza de caballería, a no dudarlo, se desplegaba en guerrillas como para
recoger prisioneros, pero pronto reconocimos que era la nuestra. El propósito era detener la fuga, pero como se verá eso fue
inútil.
En la
izquierda de la línea chilena, completamente estabilizado el frente reúne el coronel Lagos todos los destacamentos
aislados que, conforme a la incorregible costumbre del chileno, peleaban en
todo el ámbito en que se escuchaban las dianas de la victoria.
El coronel del Valle estando dedicado a la
tarea de remitir municiones cuando llega el general Buendía y un ayudante de
Piérola, que traía el mensaje que el Estado Mayor General pasaba al otrora jefe
del Ejército de Tarapacá. Se informa de lo acontecido hasta ese minuto, por
parte de Varela y le advierte que la máquina (tren) que debía llevarse el
Parque de la zona de combate antes que los chilenos lo tomaran, como amenazaba
hacerlo. Pero en la estación de Miraflores se encontraban la “batería rodante” (el tren blindado de
los chilenos) por lo que Buendía ordena que el tren aun no parta sino que
enganche los carros de municiones que están en la vía, pero los jefes del tren
blindado “alegaron no tener agua
suficiente y que irían a tomarla a Limatambo para regresar a cumplir la
comisión”.
Buendía
entonces parte a seguir con la tarea de del Valle de reunir a los dispersos.
Cuando están en esa función les llega la noticia “de que
la derecha de la línea había sido forzada (la caída de los Reductos N° 1 y
2)” pero antes de llegar a la línea “divisamos
que por el fin de la Alameda y también
por el camino Real venían fuerzas
enemigas haciendo fuego sobre la estación (de Miraflores) y conociendo que la dispersión era ya
incontenible me encargó (Buendía) que
tratara de salvar el Parque, pues él iba a dar parte a (Piérola) de lo que ocurría.” Sin haber tren
alguno que pudiera cumplir esa tarea la única posibilidad era quemar el Parque,
para lo que se encamina con el teniente coronel Verástegui, quien cae muerto,
el caballo de Varela resulta herido pero es rescatado antes que los chilenos
lleguen.
El tren blindado.
La última refriega de la batalla: Para
terminar la batalla se encuentra la llegada a Miraflores del tren blindado
proveniente de Lima. Cuenta Hipólito Gutiérrez, del Chillán, “hemos visto mas al norte que venía la gente nuestra
de a pies y de a caballo arrancando para donde estábamos nosotros y la
zalagarda que no se entendía dijendo: ‘¡Carros blindados, carros blindados!’ Y
llega un jefe de Estado Mayor y los dijo: ‘-vamos andando el Chillán que vienen
carros blindados con cañones de Lima. Nosotros miramos y veímos venir una
máquina que no se alcanzaba a distinguir
bien porque el sol se había dentrado y seguimos para la linia aesperar la
máquina para darle fuego y otros a cortar la linia, le alcanzaron a sacar dos
rieles… (sic)”[2]
: “Se acercó entonces
impávidamente el tren de guerra (armado de tres o cuatro carros) a la estación haciendo nutridísimo fuego de
rifle y de cañón; a ambos lados de la línea le esperaban los chilenos,
escondidos, estaban comandados todavía
por Fuenzalida y el mayor Castillo del Santiago.
Sigue en su relato el chillanejo “hemos sentido unos bombazos de nuestra escuadra en la mar que les tiró
a la máquina. Pasaban las balas cerquita de nosotros que se los abría el
corazón de gusto y veímos que le acertó a la máquina en la frente que chipió
donde le dio la bala y no avanzó más…(sic)”[3].
Sin embargo la hay otra version, que Vicuña Mackenna, en
cuanto a que los soldados chilenos “los
atacaron con tal cólera y pujanza que la máquina a su turno tomó el camino de
Lima llevando su convoy repleto de muertos y de heridos. Se oían claros los
alaridos de los últimos cuando el fúnebre tren de la derrota con la máquina
acribillada, daba contravapor y se alejaba. Por lo demás muy a tiempo para
los peruanos, pues el mayor Stuven junto a su tropa estaba retirando los
durmientes de la línea. Agrega Eduardo Hempel que “los ayudantes Gándara y Santiago Herrera hacían rodar sobre la línea uno de los
cañones Krupp tomados al enemigo, y lo abocaban en dirección al tren artillado.
Más allá los sargentos mayores Aristía Pinto y Manuel Borgoño, obstruían el
camino derribando sobre los rieles los postes telegráficos. Pero el tren,
detenido en su vertiginosa Carrera por el fuego de infantería, regresaba a Lima
con toda velocidad, siempre disparando sus cañones. Hay que recorder que
los trenes blindados eran aquellos vagones planos, arrastrados por una máquina,
y en los que se colocaba los cañones.
Según Hempel, el corresponsal, en la zona estuvo el Estado
Mayor chileno, que a las 6 10 llegaban a estación Miraflores, en el mismo
instante en que llegaba el tren susodicho, aunque nadie result herido.
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