PRELUDIO
A LA BATALLA
El
Plan original de Baquedano para tomar Lima: Viendo que aún quedaba otra línea de defensores peruanos antes de
llegar a Lima, en el Ejército chileno se planificó cómo sería el plan de
maniobras para la siguiente batalla: Para este se consideró a la armada con sus
grandes cañones, ya que las condiciones del terreno lo permitían y el único
punto de resistencia para ellos sería el fuerte Ugarte. Así, el “jefe de la escuadra[1],
a fin de utilizar en un combate de tierra los cañones de más largo alcance de
sus buques, había despachado en la madrugada del 14 el Cochrane a sostener el bloqueo
del Callao y traído a Chorrillos el Huáscar y
la Pilcomayo.”
El plan, en esta ocasión, consistía “en un doble movimiento envolvente por los
flancos del enemigo, destinado a coger a Lima dentro de una red de fuego, como
a Sedan. Para esto, la división Lagos….atacaría, sostenida por
la escuadra, la extrema derecha de los peruanos que se apoyaba a orillas del
mar en la fortaleza Alfonso Ugarte, posición verdaderamente formidable, al paso
que la segunda división ejecutaría un ataque simultáneo por la izquierda,
faldeando los cerros de Vásquez y siguiendo las sinuosidades del cauce de
Surco….
La
fatigada división Lynch,….empeñaría más débilmente el ataque de frente,
sostenida por la reserva del comandante Martínez.
Las
baterías del Morro Solar, manejadas ahora por marinos de la escuadra servirían
de respeto a retaguardia y aun podrían quebrantar, disparando por elevación,
las líneas enemigas.
Linea de Reductos Peruanos
En la mañana del 14 de enero el coronel Lagos “se había adelantado desde Chorrillos a
Barranco,…, distante una media legua por el barranco del mar o sea 2.400 metros”
Iba acompañado del coronel Barceló.
“Siguiendo los rieles,
el coronel Lagos había detenido su caballo a la puerta de una panadería situada
a cinco o seis cuadras del Barranco, y allí supo por dos italianos que
custodiaban sus hornos y bateas que el pueblo estaba desierto….al menos de
tropas peruanas porque en el pueblo había “diversos
pelotones de soldados chilenos, en número de quince o veinte, registraban a sus
anchas las casas y especialmente las bodegas…. Interrogados por aquella
avilantez, contestaron como siempre que «andaban viendo». Todas las suntuosas habitaciones del lugar se hallaban abiertas
y abandonadas; muchos de los muebles, especialmente lujosos sofás y cómodos
divanes tapizados de brocado carmesí o de amarillo, habían sido sacados a las
aceras para el regalo del sueño (o como)
botín. En el salón de gala de una casa primorosamente alhajada, uno de los
ayudantes del jefe de la tercera división,…, encontró sobre mesa ricamente
tallada un álbum de fotografías.
Reconocido
el pueblo…la partida de reconocimiento se adelantó ocho o diez cuadras hacia
Miraflores, siguiendo siempre la trocha del ferrocarril o el camino carretero,
que en toda esa distancia hasta las portadas de Lima corre más o menos paralelo
a la vía férrea y por su costado del poniente. Miraflores dista una legua de
Barranco o sea 4.000 metros en línea recta. Desde Miraflores a las puertas de
Lima, es decir, al edificio de la Exposición, situado en las afueras de su
barrio sur,….hay una distancia lineal de 6.800 metros.
Desde
su puesto de observación
“podían divisarse con la vista desnuda
los puntos avanzados de la línea de Miraflores, echados los jinetes
perezosamente sobre la verde hierba a la sombra de los naranjos o de los
plátanos, mientras que otros corrían en diversas direcciones llevando órdenes y
alarmas. Estudió Lagos durante larga
media hora el sitio, recorriéndolo en varias direcciones con sus ayudantes, y
después de explicar a éstos los diversos puntos en que debían colocar los
cuerpos de su sección, regresaba tranquilamente a Chorrillos a las dos de la
tarde…. Su punto principal de mira había sido una casa pintoresca de cinco
miradores que pertenecía a un opulento italiano llamado Bregante y un molino de
viento que quedaba un poco a su derecha.
Dos
horas después, y en cumplimiento de órdenes recibidas, la 3.ª división se movía
por el mismo camino que había recorrido su comandante general, conducida en
persona por el coronel Barceló, jefe de brigada, y se acampaba a las seis de la
tarde a cuatro cuadras del pueblo de Barranco.
Una
hora después, jinetes chilenos a las órdenes de un oficial reconocían la
abandonada y pintoresca población y le prendían fuego por sus cuatro costados. El objetivo era evitar los problemas con la
soldadesca que se habían vivido en Chorrillos, eliminando de un golpe el botín
y el alcohol, ya que la “presencia
de los merodeadores de la mañana era ya un síntoma de mal augurio.”
A su vez, desde la noche del 14 al 15 de enero,
la caballería había realizado exploraciones “especialmente
por los cazadores divididos en pequeños pelotones”, para conocer el
terreno. “Uno de éstos al mando del
alférez don Carlos F. Souper guiado por el capitán Mac Cucheon, que de
corresponsal de un diario neoyorquino había pasado a ser oficial y práctico en
el estado mayor del ejército de Chile. El capitán norteamericano conocía apenas
la comarca de Lima; y después de haber vagado en los campos y en los senderos
de Vásquez cubiertos de cadáveres sableados por los chilenos en la mañana del
13,…se dirigieron al amanecer hacia las líneas de Miraflores, y estuvieron
escuchando un rato sus dianas del despertar, con la pierna echada sobre la crin
de los caballos….Souper regresó a su campamento sin más novedad que el
sacrificio de un tierno potrillo que, muerta la madre peruana en los combates
de la víspera, se puso a la siga de su caravana; y como relinchara a cada
instante, dos soldados se bajaron de sus caballos y después de enlazarlo, de un
sablazo lo mataron para evitar que el ruido del animal advirtiera de la
presencia chilena en el lugar.
La
actuación de los diplomáticos: A las 5 AM llegaba el tren con los diplomáticos. Cuenta Diego
Dublé Almeyda: “se sintió el silbato de
una locomotora que venía de Miraflores, la que pronto se hizo visible desde
larga distancia por una inmensa bandera blanca. Todos, oficiales y soldados,
corrieron a la orilla de la línea férrea para verla pasar. Las murallas de los
potreros paralelas a la línea se cubrieron de nuestras tropas. La máquina
disminuyó su andar, y pudimos ver dentro del carro que arrastraba tres o cuatro
señores que saludaban al pasa.”[2].
Una vez llegados al
campamento chileno, se reunían con Baquedano, Vergara y alguos funcionarios
politicos que actuaban dentro de sus funciones. La primera postura chilena fue
que no habría negociaciones de paz hasta que los peruanos rindieran
incondicionalmente Lima y el Callao. Quien llevó la voz cantante en la
discusión por el lado de los neutrals fue el diplomático británico quien
informó que el había sido instruido por su gobierno para tomar todas las
medidas necesarias para proteger a los súbditos británicos y que él actuaría
conforme a esas instrucciones. Que el almirante Stirling protegía el consulado
y todas las personas que en ellos se encontraran y que cualquier herida sería
un problema para todos los involucrados y que la misma actitud cabría con todas
las demás legaciones extranjeras y ciudadanos neutrales de Lima. Argumentando
que aunque se prometió que las propiedades extranjeras en Chorrillos serían
respetadas, eso no ocurrió así, sino que se saquearon y asesinaron peruanos y
extranjeros, sin distinción. Por dos horas se habló, hasta que los chilenos
salieron de la sala para consultas privadas. Al rato vuelve Baquedano quien dio
su palabra de honor que no habría tropas chilenas en Lima hasta que la ciudad e
rindiera e instalaría su caballeria ante la ciudad peruana para evitar que
tropas desbandadas chilenas pudieran actuar de la misma manera que en
Chorrillos. Y llegado el momento las tropas que ocuparían la ciudad serían de
elite. Por lo demás se extendía el armisticio hasta la medianoche de ese día.
Oficial del Atacama
Evacuación de los neutrales: Del mismo modo que se
negociaba con Baquedano, en el lado peruano los almirantes Stirling y du Petit
Thouars conversaban con el ministro de relaciones exteriores peruano, Pedro
José Calderón, en el Palacio Nacional para el traslado por trenes de los
neutrales hacia Ancón. El ministro se niega a tomar esa responsabilidad y les
arma una reunion con Piérola, con quien llegan a acuerdo y da las órdenes de
poner a su disposición los trenes necesarios. La reunion con el Dictador se
realiza en Miraflores, donde llegan los negociadores, St Johns. De Vorges y
otros diplomáticos para desayunar y para discutir los términos en que la paz
podia negociarse
En la mañana de 15 de enero, día sábado, el
comandante de la artillería chilena,
coronel Velasquez, quien “había
solicitado en la noche del 14 la venia del general en jefe para ejecutar en la
alborada siguiente una exploración prolija del campo, destinada especialmente a
encontrar una situación adecuada para la artillería de campaña y de batir que
estaba a su cargo y que debía llevar consigo…..(ya) antes de romper la luz estaba a caballo en
los callejones de San Juan con sus cuarenta cañones…., camino del Barranco y de
Miraflores. Para Velasquez, la actividad peruana en la línea de Miraflores
eran los “aprestos de
una nueva batalla”.
Al retornar a los campamentos en Chorrillos, en
la estación de ese nombre descendían del
tren los plenipotenciarios de Francia, de Inglaterra y del Salvador para
dirigirse a las conferencias que produjeron el, así llamado, armisticio de San
Juan.
Para Velasquez, que se encontró con ellos, fue de
la partida de rechazar el armisticio, lo que hizo saber a Baquedano. Sin tener
apoyo, volvió a donde sus cañones,
Mientras, para el recluta Pedro Rodríguez Rodríguez[3] la mañana del 15 la pasó “tranquila con la
incertidumbre de si habría o no combate y si se aceptarían o no las
proposicionesdel enemigo.A las 9 a.m. llego Mariano llevándome cigarros y una
botella de aguardiente que fue en aquellos momentos lo más[deseado] que
podríamos recibir, los amigos tomamos un trago cada uno [ILEGIBLE] lo demás para
los momentos mas apresurados. El rancho como de costumbre mala.”
Uno de los blindados chilenos (Cochrane o Blanco)
Velasquez llega de vuelta a Barrancos y ordena
derribar “tapias en los
potreros e improvisando puentes en las acequias de riego”, situó sus piezas
de artillería hasta cuatro o cinco cuadras
a vanguardia más adelante de nuestras columnas de infantería, y aunque un tanto
desguarnecido” estimó que semejante potencia de fuego (con granadas de
schrnappel y de metralla) podía bien combatir hasta la llegada de la
infantería.
“Entre
las diez y media y las once de la mañana…llegó el coronel Velásquez con sus
ayudantes, y momentos después toda la artillería de campaña sin ninguna tropa
de infantería; la artillería se detuvo al frente de una casa. Esta poseía cinco miradores y pertenecía a la
señora Montecino de Bregante, situada
como a ocho cuadras del puente de
Barranco. En este lugar conversé con el coronel Velásquez sobre la importancia
de traer más infantería, desde que la artillería había llegado a ese lugar. Le
previne tenerle como 1.200 hombres de avanzada al frente con tales y tales
órdenes. Después de esta conversación el coronel Velásquez con sus ayudantes
avanzó a buscar un lugar donde colocar sus cañones. A las
12:40 p. m. encontré nuevamente al coronel Velásquez, inmediato a la casa de los
miradores y me dijo: ‘Tengo colocada la artillería en una
posición que serán barridos los enemigos; los voy a arrollar. ¡Ayúdeme Ud. para
que dejen obrar la artillería si nos volvemos a batir, y verá Ud. entonces…’”[4]
Eran seis las baterías instaladas en el lugar,
las de Flores, Nieto Ortúzar,
Fontecilla, Besoaín y Montauban
El día 15 ya ocurrían pequeñas escaramuzas y
violaciones al armisticio, narra un oficial peruano que “A eso de las nueve de la mañana mirábamos con el anteojo las llamas que
rodeaban a un edificio del Barranco, en cuyo mirador flameaba una bandera
francesa, cuando presenciamos un incidente de avanzadas…, la vía férrea está
costeada como a una cuadra de distancia por una tapia, detrás de la cual había
fuerzas nuestras emboscadas. Pues bien, de detrás de unas casitas blancas, dos
jinetes primero, enseguida tres y a corta distancia dos, salieron de un
bosquecito que se extiende en el frente, como a mil metros del reducto número
2, y avanzaron por el terraplén de la vía férrea. Los que nos rodeaban los
notaron igualmente; más al ver la seguridad con que se dirigían a Miraflores
cesó toda sospecha. Sin embargo, se detuvieron un momento como para reconocer
el terreno, y sólo después de algunos minutos emprendieron de nuevo audazmente
su marcha. De súbito parten repetidas detonaciones y los jinetes huyen al
triple galope de sus caballos. Nos dirigimos al instante al lugar de donde
habían partido los tiros. Cuando llegamos a él vimos a unos soldados en
posesión de un caballo que conducían en triunfo; uno se había ya calzado un par
de medias botas amarillas y otro enseñaba una polquita de mujer que decía ser
del difunto. Efectivamente, a uno de los lados del terraplén de la vía férrea,
se hallaba tendido un sargento chileno con el cráneo atravesado por un balazo y
el pecho por dos. No sabemos de dónde salió un mataperros como de 13 años que
nos enseñó triunfante su cartera, su retrato y un pañuelo blanco, en cuyo fondo
estaban bordadas dos manos entrelazadas: «¡Pobre mozo, probablemente estaba de
novio!”
Ametralladoras
El Ejército chileno, por mientras, tomaba
posiciones (pensaban) para la batalla del día siguiente: La “división Lagos,…se
tendía en línea de batalla frente a las líneas de Miraflores, a retaguardia de
nuestra artillería de campaña, protegida a más por el 3.º de Linea. El
despliegue de las unidades chilenas, integrantes de la División Lagos, iban
cubriendo “el espacio comprendido entre
la línea férrea y el barranco del mar, integrada por la Brigada Barceló, la
que estaba constituida por los siguientes regimientos, ordenados desde la costa
(el barranco) hacia el interior (la línea férrea): Regimiento Concepción,
comandante Seguel (665); Batallón Caupolicán,
comandante del Canto (416) Batallón Valdivia,
comandante Martínez (493) Regimiento Santiago,
comandante Fuenzalida (872). Ésta unidad se encontraba enlazada con la
Brigada Urriola, que en ese momento sólo tenía a su disposición dos unidades: el Regimiento Aconcagua, comandante Díaz Muñoz (1000); Batallón Naval, comandante Fierro (870)”
El Concepción se extendía hasta
los arrecifes cortados a pico del océano y cerraba así nuestra línea por su
extremidad izquierda. Todas esas tropas se hallaban guarecidas
tras de una muralla, excepto dos compañías del Concepción mandadas por los capitanes Fierro y Villar Eyzaguirre
que quedaban a descubierto en una loma árida encima de la playa.
La Reserva, comandante Arístides
Martínez, integrada por el Tercero
de Línea, El Valparaíso y el Zapadores había
llegado a esas horas a la altura del Barranco y allí se había tendido en línea
de descanso sobre las armas, esperando órdenes. A ruegos del
coronel Velásquez (a cargo de la artillería), el 3.º de línea se había adelantado un tanto para cubrir sus cañones (que
se encontraban) demasiado avanzados sobre
el enemigo.
La
caballería, Granaderos y Carabineros, se guarecían también tras los muros
calcinados por el fuego del
pueblo de Barrancos.
Al
mismo tiempo, y por órdenes expresas del general en jefe, tomaban las armas las
divisiones Lynch y Sotomayor, y escalonándose sus numerosos cuerpos por la
trocha de la vía férrea y por el polvoroso sendero de callejones que corre a su
costado, como el camino real…, avanzaba simultáneamente para tomar su
colocación de combate, la primera en el centro y la segunda en su extrema
derecha. Dira en ese punto Dublé
Almeyda que “Como a las 12 del día
divisé al coronel Lynch que marchaba hacia nuestro campamento. Salté al
encuentro y me comunicó las noticias que ya había tenido sobre el armisticio, y
me ordenó que fuera a mi vivac porque se repartían municiones al Ejército.
Haría una hora que las habíamos recibido cuando sentimos algunos disparos al
parecer hacia el lado del Miraflores. Hacía rato que varios cuerpos de nuestro
Ejército habían pasado a tomar colocación al frente de la línea de batalla
enemiga. Yo recibí orden de marchar a continuación del 2º de Línea. Las tropas
marchaban por un callejón angosto y terroso. Nubes de polvo envolvían a
nuestros soldados.[5]
El
regimiento Esmeralda (comandante Holley) quedaba en la Escuela de cabos custodiando
a los enfermos y a los prisioneros, y el Bulnes desempeñaba a esas horas en
Chorrillos el humilde oficio de enterrador de muertos.
El jefe de estado mayor de la 3.ª división (Lagos) comandante
Gorostiaga había enviado a su inmediato superior repetidos avisos sobre los
movimientos del enemigo, y uno de éstos por escrito.
En el Reducto
N° 1, cuenta un miembro del Guardia
Marina, don Manuel Layseca, que al amanecer “notamos que los buques
de guerra, que habían fondeado muy cerca de la playa misma, abríanse a todo lo
largo de la costa, por lo que presumíamos que la batalla habría de
generalizarse sobre nuestra ala derecha. Justamente al mismo tiempo, observamos
que las tropas chilenas, en columna cerrada, avanzaban sobre Barranco,
introduciéndose en las chácaras Pacayar y Larrión, habiendo entre los que
marchaban y nosotros, una distancia de ochocientos metros más o menos teniendo
de por medio, la Quebrada Honda.
Como el armisticio…,
debía terminar en la media noche de aquel día, nos mantuvimos tranquilos, ocupando
el batallón Guarnición de Marina la chácara Armendáriz, posición estratégica
pues desde ahí dominábamos perfectamente todo el camino a Barranco.
Baquedano
pasa revista en el frente: A eso de la una y media de la tarde llegaba el
general Baquedano por el terraplén de la vía férrea, y conducido…por el coronel
Lagos visitaba la brigada Barceló….Lagos y Velásquez…le daban cuenta de la
situación y de sus alarmas.
Declara el general Baquedano, a través de su
parte posterior a la batalla, que mientras “practicaba
aquel reconocimiento, pude ver que reinaba gran actividad en el campamento de
los enemigos. Sus batallones se movían en todos sentidos; llegaban de Lima
trenes con tropa, todo, en una palabra, anunciaba que allá se preparaban para
un próximo combate. Los jefes de los cuerpos que habían recibido la orden de no
hacer fuego, me hacían preguntar sino seria conveniente ya impedir aquellas
maniobras. El Comandante General de Artillería, especialmente, teniendo sus
cañones abocados a los caminos por donde llegaban gruesas columnas de
infantería, me prometia despedazarlas en un instante si le permitia hacer
fuego. El permiso, como era natural, le fue negado, i todo lo que me permití
hacer, en previsión de cualquiera eventualidad, fue repetir mis
órdenes para que las tropas que venían de Chorrillos apresurasen su marcha.
En el preludio de la batalla[6]: dispuse que a las 10 A.M. del 15, formasen todos los cuerpos en sus
respectivos campamentos, para pasarles una revista personal y conveniente de su
estado de animación y moral. Dada esta orden, me puse a la cabeza de toda la
caballería y recorrí la línea desde el primer reducto hasta el de La Palma, con
el doble objeto de conocer el estado de la tropa, del arma y llevar el mayor
aliento posible al ánimo de los infantes. Habiendo contramarchado a la derecha,
di principio a la revista anunciada. Hallábame en esta labor, cuando percibí
que los enemigos formaban su línea. Coincidía este movimiento con el que en el
mar hacían sus buques, que también se colocaban en línea de combate, amenazando
a Miraflores.
En vista de lo anterior suspende “en el acto la revista que estaba pasando y
previne que los cuerpos se conservasen en sus campamentos listos para
combatir….Esperaba las órdenes de S.E., cuando, como a las 2 P.M., fui
sorprendido por la detonación de nutridas descargas de infantería y de
artillería, tanto de tierra como de mar.
[1] Se le llamó a tierra, y siendo que el general Baquedano…guardaba siempre, en oposición al ministro de
la guerra, la más estrecha y cordial inteligencia con el almirante Riverosla
coordinación no sería problemática.
[2]
http://www.ejercito.cl/archivos/departamento_historia/cuaderno_8.pdf
[3]
http://www.academia.edu/3653463/Unas_cartas_desde_el_Reducto_de_Miraflores_1881
[4] Diario de campaña del Ejército, citado
por V. Mackenna
[5]
http://www.ejercito.cl/archivos/departamento_historia/cuaderno_8.pdf
[6] Parte del general peruano Pedro Silva
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