El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 17 de enero de 2016

LA CAÍDA DE LIMA (II)

EL 16 DE ENERO

El soldado Torres Lara, del batallón Concepción (peruano) siguió en la noche del 15 al 16 “Soldados de distintos cuerpos habían arrojado sus fusiles en la fuga: duramente censurados por sus jefes, procuraban armarse nuevamente aprovechando del descuido de los que los habíamos conservado”.
Para proteger su fusil  “me procuré una porción de alambre; lo pasé por uno de sus extremos por el ojo de la baqueta, y el otro me lo enrollé con doble vuelta sobre el puño”. Terminado lo cual intenta dormir, pero sus nervios se lo impiden “el ruido del va y ven en escaleras y corredores, el tropel de los caballos en los patios, me despertaban sobre-saltado apenas empezaba á dormirme y ese momento de semivigilia es aprovechado para que se lo roben. Despierta y se da cuenta que “tengo sólo la baqueta! Y salto sobre mis pies estropeados y corro como si viera que se me escapa; y al ruido que hago con mis gritos despiertan todos,…; y todos empuñan sus rifles y me rechazan al acercarme y me amenazan con sus culatas......! Un oficial, cuyo sueño bienhechor he interrumpido con mi alharaca, me impone asperamente silencio.
Una vez calmado inicia la búsqueda y desciende unas escaleras y lo encuentra, obviamente en manos de otro soldado y logra llevárselo de vuelta.

José Torres Lara

Carey Brenton, el joven teniente británico, continúa en su relato “A las ocho de la mañana luego de recibir la carta del general regresé a la legación británica”. En la carta Baquedano recrimina a los representantes diplomáticos la traición de la que culpa a los peruanos al romper el armisticio. El documento después señala que “rogándole se sirva comunicar a sus honorables colegas mi resolución de bombardear desde hoy mismo, si lo cree oportuno,  la ciudad de Lima, hasta obtener su rendición incondicional.
Sigue Brenton con que “a la una de la tarde acompañé al contralmirante Stirling y al cuerpo diplomático al cuartel general de Baquedano, regresando con ellos a Lima en la noche. Esto fue el domingo 16 de enero. Además concurre el alcalde Lima Torrijos, los ministros St John (Inglaterra), Vorges (Francia) el comodoro Sabrano (Italia) y el almirante francés du Petit Thouars. Cuenta Vicuña Mackenna que “en una breve conferencia se pactó que Lima sería entregada inmediatamente, comprometiéndose el alcalde a desarmar los restos del ejército y a influir eficazmente para que el Callao, sus baterías y su escuadra fueran entregadas ilesas al vencedor.

Carey Brenton


En el Regimiento Lautaro, el jovencísimo Arturo Benavides, esa mañana acompañó a su unidad en su traslado desde el punto en que habían pernoctado (un antiguo campamento peruano, abandonado a toda prisa), “al llegar, se formaron pabellones y todos se entregaron a la tarea de procurarse algo que comer. En pocos momentos el vivac tomó gran animación. Mientras unos salían en busca de leña, agua o comestibles, otros hacían fuego o calentaban agua en los jarros y platos de las caramayolas (cantimploras). Un momento después llegaron los fondos del rancho y luego un hermoso buey, que inmediatamente fue sacrificada…Toda la mañana fue libre para que cada cual hiciera lo que le pareciera, sin mas limitación que no separarse mucha de la parte del vivac que correspondía al regimiento….grupos de oficiales tendidos, recostados unos en otros, y a los asistentes que llegan hasta ellos llevándoles trozos de asado, galletas, agua o café….grupos de soldados, alrededor del fuego, esperando la cocción de algo que tienen sobre él, otros limpian sus rifles, o se asean o lavan pañuelos, calcetines u otras prendas; o mientras componen ylimpian el dormán procurando que los botones resplandezcan, o los afirman….algunos en calzoncillos afanandos componiendo sus pantalones….la alegría reflejada en los semblantes…oir los dicharachos de algunos y las bromas que otros se hacían que incitaban a los oyentes a prorrumpir en alegres risotadas….algunos oficiales, retirados y muy serios, que están escribiendo afirmando el papel en un tambor, o en el revés del plato de la caramayola. Y a Lautaro (la mascota del regimiento) corriendo de un grupo a otro, alegre y retozón, moviendo el rabo y restregándose con los que lo acarician[1]

Arturo Benavides Santos


Para Hipólito Gutiérrez, del Chillán, el día no fue lo mismo, acampan hasta las 11 cuando son trasladados a otro campamento a la derecha de Miraflores “¡Qué hallar tanto muertos por donde íbamos de chilenos que daba pena del ver! Ai fue la mas mortandá que hubo de chilenos por la traición que hicieron. Para mas al norte estaban los cholos italianos hechos pila….Estuvimos toda la tarde en una quinta haciendo que comer. Y las máquinas no cesaban de venir de Lima para Miraflores adonde estaba mi Ge(ne)ral. Venían con banderas de paz. Nosotros decíamos –Vendrán a pedir las paces…Esa tarde estábamos comiendo cuando se ha estremecido la tierra como cuando tiembla y ha rebentado un destruendo tan grande que quedó estremeciéndose toda la tierra allí cerca como diez cuadras y era un polvorazos que rebentaron y andaban rebentando los italianos, porque mi General los había amenazado que si nos rebentaban los polvorazos que habían y yacían algún daño en el ejército concluia con la ciudad de Lima (sic).” A las 4 PM los vuelven a cambiar de campamento, saliendo de la quinta cuando ya estaba oscuro, yendo por potreros y acequias.

(A) las dos de la tarde del domingo 16 de enero se presentaba en el cuartel general de Chorrillos el alcalde de Lima don Rufino Torrico[2], (acompañado por) los ministros de Francia e Inglaterra, sus almirantes y el capitán Sabrano, comandante de la estación naval italiana en el Pacífico. La idea era tratar la entrega pacífica de la ciudad capital.


Alcalde de Lima, Torrijos


Un incendio en Chorrillos: Después de la cruenta batalla del día 13 de enero (San Juan o Chorrillos) los pertrechos del Ejército invasor se instalaron en “los  edificios de  los baños de Chorrillos, desde allí se enviaron los víveres al ejército. En Miraflores se estableció un almacén a cargo de Luis Macaya, que recibió  los  bastimentos desde  el  campamento de Lurin.
El día 16 de enero, los almacenes de Chorrillos fueron consumidos por un feroz  incendio. Afortunadamente, los víveres fueron rescatados casi en  su totalidad. "Todos los jornaleros  -relató Pérez de Arce-  huyeron a buscar  refugio en los buques. Pasadas las primeras explosiones,  salté a  tierra con el comandante de transporte. Era  indispensable  cortar el fuego  que se comunicaba al muelle y a los  edificios  ocupados  con  víveres y municiones.
Mientras unos se ocupaban de echar  abajo una parte del  edificio, otros trabajaban con la mayor  actividad en acarrear  las  municiones a la orilla  de la  playa para  cubrirlas  allí con arena, si llegaban all caso de que el fuego las  pusiera en peligro.  Después de trabajar  sin descanso hasta las 2 A. M. quedó completamente aislado el fuego"[3] 


Las penurias de Torres Lara aun no terminan porque se encuentra descalzo, solicita a su jefe que le autorice a irse a su casa, conseguir calzado y después volver, lo que consigue con dificultad. Pero cuando está por salir “se presentó seguido de su ayudante el coronel Justo Pastor Dávila. Su llegada podía ser indicio de alguna grave resolución y volvi apresuradamente á las filas.
Pasó el citado jefe una rápida revista á las tropas ahí acantonadas; al ver á los cholos de mi batallón con botas chilenas exclamó: Estos se pusieron las botas.....; después confundió con una mirada díscola y anonadó con la amenaza de fusilar, los miserables que estaban desarmados y..... se fué sin matar á nadie; sus palabras no llegaban hasta la intención.

Plaza de Armas de Lima



Más triste no pudo ser ese día para Manuel Layseca y el Guarnición de Marina. Ese día “con los restos del Guarnición de Marina, recibimos orden de marchar en refuerzo de la “Ciudadela Piérola”, a órdenes del Dr. Fernando Palacios, que la mandaba. Habíamos casi recién iniciado el desfile hacia nuestra nueva posición, cuando una contra orden nos hacía regresar al cuartel, en el convento de La Merced, con el mandato expreso de que se nos desarmara y licenciara….Los mismos momentos del rudo combate durante los cuales vi caer a mis más queridos compañeros y entre ellos, mi hermano, si me produjeron una sensación de pesar infinito, no fue tanto como el que experimenté cuando, uno a uno, nos quitaban nuestras espadas, nuestros fusiles, las mismas armas con las que habíamos defendido,…nuestro terruño bien querido. Con las lágrimas en los ojos, veíamos como nuestro armamento era amontonado en un rincón del cuartel. Cada prenda de combate que nos arrebataban, era como un trozo del corazón que nos lo robaran en un momento de injusticia,...”.


Manuel Layseca


Sigue en su relato Torres Lara, que enterado que ya no se haría “resistencia al enemigo y que luego ibamos á ser licenciados…las tropas se fueron retirando del cuartel desde antes del medio dia, y al caer la tarde nos llegó el turno. El coronel Valladares hizo formar su reducida columna y después…(tuvimos que) entregar nuestras arma....Con verdadero pesar me habia deshecho de mi rifle…al que parecía unirme en esos instantes un lazo doloroso al romperse; y vivamente contristado, vi en seguida alejarse a aquellos con quienes habia compartido las penalidades, las emociones y los peligros de la guerra.
En seguida me encaminé, paso á paso, al hogar consternado del capitan Rocavero, á reanimar con mi presencia el duelo acerbo de la viuda;…cuando poco después tomaba un baño para aseo de mi cuerpo, encontré una mancha que no limpiaba el jabón: era una extensa mancha negra que cubrla la parte derecha y musculosa del pecho y del brazo del mismo lado: eran, en fin, los doscientos culatazos del Peabody que habia soportado.


La breve rebelión de Astete: Tras cumplir la orden de hundir las naves que restaban a la flota del Perú, el capitán Astete “reunió a los dispersos que llegaban del campo de batalla(de Miraflores) y a los oficiales de marina que lo habían rodeado hasta el último momento y con esas fuerzas se vino a la capital, decidido a librar con los chilenos una última batalla. Al llegar a Lima, elevó sus fuerzas hasta cerca de mil hombres, con los cuales persistió en su propósito de salir al encuentro del enemigo. [4]
Respecto de ellos el soldado peruano Torres Lara cuenta que pasado el mediodía del 16 de enero “se introdujeron al cuartel varios soldados de la guarnición del Callao, y sumamente exaltades se pusieron á perorarnos contra los chilenos y también contra los cobardes, que era necesario fusilar; á uno, de intención o casualidad, se le escapó un tiro, y esto puso término a incidente, pues fueron desarmados.
Un comerciante británico escribirá a sus familiares que “en la noche del Sábado, naturalmente fue inundada por soldados peruanos armados y en desorden,…. La noche del sábado pasó tolerablemente tranquila y el domingo se estaba incubando la tormenta, y durante el día, el General (era el Prefecto de Callao y un oficial menor) Astete trató de hacer una revolución en vista de que el General Suárez deseaba ceder a las condiciones de los chilenos, mientras el primero de los nombrados estaba por continuar la lucha. Trajo 1.500 soldados de Callao pero no tuvo éxito en su revolución.




El corresponsal de un diario panameño relata que Astetetrajo de ese puerto los marinos y soldados, ignorábase con qué objeto….permitió a su gente se embriagase y desbandara provisto de armas. Sucedió esto como a las 7 PM… A las 9 30 PM vi pasar unos 300 marineros ebrios que atravesaban las calles, disparando los rifles y manifestando la resolución de ir al Callao e inaugurar allí el imperio del pillaje. Era peligroso estar en la calle. Recuerdo que al pasar frente a una de las legaciones, se me preguntó si eran los chilenos los que habían entrado a la ciudad  y principiado el saqueo…”. Describe largamente los saqueos y concluye que las víctimas entre los extranjeros serían de 5 muertos y una quincena de heridos. Entre los saqueadores ascenderían a 200.
A su vez, en el Callao, “allí principió el motín el 16, y continuó en pleno día 17. A la fuerza, conseguían los sublevados que las carretas condujeran las mercancías que ellos robaban. Los extranjeros a sabiendas de lo que ocurrió en Lima, resolvieron imponer la ley por su cuenta, y fueron presentándose a medida que conseguían armas. Cuatro horas duró la lucha de los extranjeros, que mataron ciento cincuenta amotinados, habiendo tenido varios muertos. Gracias a su decisión se evitó que estallaran varios depósitos de pólvora y un polvorín con setenta toneladas en la fortaleza, que los oficiales peruanos se proponían volar”
Respecto de los desórdenes y los saqueos, De Lisle acusó a los negros y a los mulatos. Escribirá en su diario que su propia gente intentó quemar lima y saquearla teniendo éxito parcialmente afectando 3 lugares, entre ellos los chinos. Este diplomático inglés participó en la compañía de bomberos trabajando especialmente en la noche.
El coronel Belisario Suárez, que se titulaba Jefe militar de la plaza, se opuso al plan de Astete de hacer nuevamente frente al enemigo. “Como a las cuatro entró en la plaza de Lima…declarando que no se entregaba y salía al campo en busca de (los chilenos). El populacho tornó a fermentar en torno a este alboroto”. En esto interviene el coronel Suárez “y le dio orden de disolver sus fuerzas, orden que el valiente marino cumplió de muy mal grado y formulando violenta protesta.[5]
Pero la situación se agravó mucho, tanto porque hubo de postergarse para las ocho de la noche la reunión acordada (con los miembros de la guardia urbana, fijada para las 4 PM), perdiéndose un tiempo precioso, cuanto porque los licenciados de Astete allegaron nuevos y más perturbadores elementos al desorden. Cuando Suárez volvió al Palacio, como a las seis de la tarde, ya todo estaba perdido. Quiso imponer a la tropa que lo invadía, pero no fue obedecido y tuvo que retirarse para no quedar entre sus manos[6]



 Vista de Lima

El comerciante inglés Robert Ramsay, escribió que a las 4 de la tarde del domingo (16 de enero) los soldados peruanos comenzaron el pillaje y saqueo de la ciudad. Wells, Temple y Mr. Milne (el empleado de Forfar que he mencionado antes y que ha estado viviendo en nuestra casa), como de costumbre, habían ido a comer al “French and English Hotel” y no pudieron abandonar el local en razón de las balas que, en gran cantidad, pasaban silbando por las calles[7].


En su casa, el ahora licenciado soldado peruano distinguido Torres Lara, le dijeron que a “á la media noche (del 15 al 16) habían hecho esfuerzos inauditos, pero vano, para despertarme, por motivo de que durante toda ella habíase sentido un fuerte tiroteo, gritos y habian tenido lugar muy graves desórdenes. Ahora debíamos ir á presentarnos á la autoridad que existiere para acudir,…á sofocar esos desórdenes, que aún continuaban; pues, se sentía el traqueteo intermiténte de la fusilería. Sólo el hecho de que se pusiera al frente el mayor de nuestros parientes, nuestro tío José M. Rodríguez Ramirez, pudo hacerme aceptar sin murmurar la nueva situación: me era en verdad duro exponerme á recibir un tiro de la gente perdida que íbamos someter, después de haber tenido la fortuna de salir ileso en las duras jornadas referidas.
Afortunadamente no fué necesaria nuestra cooperación, y regresamos á casa después de contemplar las huellas de esos sucesos vergonzosos. Había visto muchos muertos, sobre todo en los alrededores de Palacio; almacenes saqueados. Uno de éstos, en la calle de Melchor-malo; sus escaparates completamente vacíos. ¿Dónde estaban sus dueños?....Ah! sus dueños ya no existían; allá en los reductos de Miraflores estaban sus cadáveres…era el almacén de los hermanos Maximiliano y Carlos Piñateli.

Casa de Gobierno. Lima


El largo día en Ancón: a las dos de la mañana (del 16 de enero) la señora Rey se desmayó), cuando arribó el tren que traía la noticia de la derrota total de los peruanos. A una de sus hermanas le dieron unos ataques histéricos tan asustantes, que creí que se iba a volver loca. En la mañana del domingo (16 de enero) supimos que Calderón, el hermano, estaba perfectamente, y Reid telegrafió en la tarde diciendo que Rey estaba allí. Quedé muy aliviado cuando en el tren de la tarde llegaron todos: Rey y su hermano (que está comprometido con una de las niñas) y también Reid. Aunque ellas tenían sus propios hombres para que las cuidaran y había más previsiones que conseguir, Reid y yo continuamos atendiéndolas…. En lo que a mí respecta, lo único que me molestaba era la noche durante la cual no podía dormir. Se queja el escocés que esa misma noche, finalmente “acababa de conciliar el sueño en una banca cerca de la playa,cuando Rey llegó corriendo donde mi, como loco, diciendo que los chilenos habían salido de Lima hacia Ancón en un gran tren. Un idiota había esparcido ese rumor que tuvo como efecto hacer que en solo 10 minutos, todo el mundo se reuniera en la playa, procurando irse a los buques. Hice todo lo posible por convencer a Rey de que se trataba de una lesera, pues había estado toda la tarde en el “Shannon” y sabía que los chilenos aun no entraban a Lima.

HMS Triumph


La noticia que se había recibido era que muchos desertores peruanos armados venían hacia Ancón, noticia que indujo al Capitán D’Arcy a sostener un inmediato Consejo de Guerra con todos los demás capitanes y esa tarde los buques desembarcaron 250 a 300 hombres, entre marineros y soldados de marina, para resguardar el pueblo. El Shannon mandó alrededor de 80, perteneciendo los otros a los buques italianos, americanos, franceses y alemanes…. Inmediatamente después de desembarcar, destacaron centinelas y formaron filas a espaldas del pueblo a fin de detener a cuantos entraban, despojándolos sin más trámite de todas sus armas y municiones.
Cuando se aplacó este pánico absurdo Mc Kechnie retiró todas las tropas y las ubicó en posición alrededor de la estación, a pesar de saber que era una tontería el creer que venían los chilenos en camino de Ancón. El tren no llegó sino a las 4 a.m. y, después de todo, sólo se componía de una par de vagones en el que viajaba un puñado de soldados peruanos con algunas armas y municiones, parte de las cuales habían enterrado durante el transcurso del viaje y las que quedaban las arrojaron al mar por las tropas neutrales. Gradualmente la gente volvió a acostarse y Reid y yo tratamos de dormirnos sobre unos sacos de trigo apilados  en la playa, pero fue inútil, y yo, finalmente, logré conseguir unas horas de descanso en el mostrador del bar del hotel, sirviéndome de almohada una frazada que me dio un marinero caritativo y buena persona.

Le Victoriouse


….Mientras en Lima…..: El colombiano, residente en Lima,  Vicente Olguín narra que en “la mañana del domingo 16 se conocía perfectamente el desastre y se medía su magnitud. El recio y sangriento ataque de Miraflores,…fue apenas medianamente sostenido por tres o cuatro batallones de la reserva y algunos restos del cuerpo de línea... La ciudad ahora estaba llena de los “ejércitos desbandados, indisciplinados y con armas, y un populacho heterogéneo e híbrido de la peor especie. Para contrarrestar a semejantes elementos existía sólo un alcalde municipal nombrado a última hora (Torrijos)
La imagen de Lima era la de una urbe cosmopolita, a fuerza de un banderazo que se extendía por barrios acomodados, de lo que da cuenta Olguín: “Hubiérase creído, en vista del considerable y variado número de banderas que ondeaban los techos, miradores, balcones, puertas y ventanas, que Lima engalanada se preparaba como en los días de sus frecuentes festivales a entregarse gozosa y aturdida a los placeres que la han enervado. Todas las banderas del mundo comercial flotaban en la capital peruana, menos las de Chile, Bolivia y el Perú... En los hospitales de sangre ondeaba la bandera de la Cruz Roja, y en los de caridad, casas de asilo, orfelinatos y demás establecimientos de beneficencia desplegábanse al viento grandes banderas blancas con una imagen de la Inmaculada Concepción[8].

Calle de los Espaderos


Pero no era del vencedor del cual había que temer la violencia. Al contrario la tropa perdida cualquier organización, abandonada de sus jefes dirigió su mirada hacia el comercio:El saqueo de tiendas, zapaterías y depósitos empezó muy temprano en algunas calles. En la muy extensa de Malambo, donde abundan negros y mulatos, hubo violencia desde las tres de la tarde; en el centro de la ciudad, desde las 5. Los depósitos de víveres robados fueron muy pocos: de chinos muy pobres, de algunos italianos. Los ricos almacenes de mercaderías asiáticas de las calles de Espaderos, Melchor Malo y Bodegones; algunos establecimientos europeos de ropa hecha y todas las tiendas y casas ricas de préstamos asiáticas  de Zavala, Albaquitas Paz-Soldán, Capón, Hoyos, Mercedarias y otras, fueron atacadas en la noche, antes de que las colonias extranjeras pudieran organizarse y prestar importantes servicios que salvaron la capital. Es decir la constitución de las llamadas Guardias Blancas.

Plazuela de las Agustinas


El ciudadano inglés, de origen escoces, Robert Ramsay…narra en una carta:Todo el mundo tuvo que quedarse en casa esa noche y lo hicieron, - estoy seguro -, sin ningún sentimiento agradable en lo concerniente a su seguridad. Los soldados persiguieron principalmente a los pobre chinos, a muchos de los cuales dieron muerte, así como también a algunos almaceneros italianos. La hermosa tienda y casa de Wing on Ghong fue saqueada e incendiada hasta el suelo y, si no hubiera sido por los bomberos, el fuego pudo haberse extendido. La Barriada china en el Mercado fue enteramente saqueada e incendiada, junto con una gran porción de toda la manzana. A nuestro vecino de la casa del lado, Mr. Robert Browne, (un gran cliente nuestro) se le  desvalijó enteramente su tienda, afortunadamente sin quemarla. Se nos contó que se había tratado de forzar nuestra puerta, pero la habíamos barricado tan bien, que se la abandonó.”

Calle de los judíos


Sigue Olguín:Los ladrones invadían las calles por todas partes y en grupos que vitoreaban al Perú y a Piérola, sin acordarse para nada de los chilenos, se dirigían a las calles escogidas que eran designadas a gritos por la turba. A las 8 de la noche un tiroteo nutridísimo se oía en toda la ciudad. Al principio fueron disparos hechos contra las cerraduras para forzar las puertas, o lanzados en todas direcciones como medio de intimidación. Pero desde las 10 se trabó combate que, en distintas partes, defendían las puertas de sus casas y tiendas desde los techos…. esos soldados que habían huido ante el enemigo, entraron a la capital a incendiar, a robar y a asesinaren sus hogares a los más laboriosos e indefensos de sus confiados huéspedes.
 Muy laudables fueron los esfuerzos y la abnegación con la que la mayor parte de los extranjeros salvaron Lima. Las bombas francesa, inglesas e italianas, servidas por sus respectivas colonias y apoyadas por las demás, luchaban contra el incendio bajo el fuego de los que huyeron ante los chilenos[9].

En una versión publicada en Perú, pero de origen chileno, citada por Vicuña Mackenna[10], se narra que «Pretextando tener hambre…, se lanzaron sobre las tiendas de víveres de los inermes asiáticos: las puertas fueron voladas a disparos de rifle o despedazadas a hachazos, saqueadas y por último entregadas al fuego. De ahí pasaron a los grandes y valiosos almacenes que acumulaban las joyas, telas y demás obras primorosas de la manufactura china, los cuales fueron robados y quemados como aquéllos….Se calcula que no menos de trescientos asiáticos fueron inmolados en las calles de la ciudad y en las chacras circunvecinas….

Calle de los pescadores


Las calles de Bodegones, Melchor-malo, Palacio, Polvos Azules, Zavala, Capón, Albaquitas, Hoyos y casi todas las que quedan abajo del puente, fueron otros tantos centros de estas escenas de horror y desolación…..fueron asaltados y saqueados…también los de algunos italianos. En el de la Ninfa, perteneciente a súbdito de esta última nacionalidad, se encontró el cadáver de su dueño en la puerta del almacén.
La ‘Cuadra de Palacio’ se hallaba sembrada de cadáveres lo mismo que la de ‘Polvos Azules’, y las demás invadidas; pero donde había campeado el crimen bajo todas sus faces había sido en Hoyos, albaquitas, y abajo del puente….A las primeras horas del día acudieron las bombas a los lugares incendiados con el fin de extinguir el fuego; pero las turbas comunistas se oponían a viva fuerza a permitir que las bombas funcionasen….Tan nutrido era el fuego que hacían sobre el cuerpo de bomberos, que este tuvo que abandonar el campo para salvar la vida, y entonces trataron de incendiar las bombas, logrando su intento con algunos carros. Un bombero fue herido por bala de rifle.
Las colonias extranjeras que constituyen la guardia urbana de bomberos….asumieron en la mañana del 17 una actitud enérgica. Solicitaron armas y municiones, que el señor alcalde municipal don Rufino Torrico se encargó de proporcionarles, e inmediatamente formaron algunas patrullas, que partieron a los lugares invadidos a disipar los grupos….
Idénticas…habían sido las escenas de despojo y muerte ocurridas simultáneamente en…Callao
Robert Ramsay lo confirma en su carta: “Los incendios continuaron durante toda la noche y los “bomberos” tuvieron que luchar con los soldados para poder extinguirlos, muriendo algunos de ellos, uno de los ingleses y algunos de los italianos. Como el desorden continuaba en la mañana, Mr. Champon[11], el Jefe de la “Guardia Urbana”, que se encontraba en el “French and English Hotel”, resolvió tomar cartas en el asunto y dispuso que la Guardia saliera. En consecuencia, él mismo, a la cabeza de todos los que estaban en el Hotel, - Wells, Temple, Milne y algunos otros que tenían rifles, salieron a llamar a la Guardia, incrementando su número con los que encontraban en las calles, a quienes compelían a incorporarse con sus fusiles disparándoles a los soldados que todavía mantenían un nutrido tiroteo y cometían depredaciones. De esta manera se sacó a la Guardia y se la puso a trabajar fusilando en la forma más deliberada a los soldados, sin ofrecer cuartel.

Calle de los botoneros


La descripción que he obtenido de esto es tremenda. Mataban soldados por docenas y todos los voluntarios demostraron una mortífera puntería sin jamás errar en el blanco. La Guardia Italiana, en la parte baja de la ciudad, mató a un gran número, teniendo en un caso que cargar a la bayoneta, sufriendo, me parece, la pérdida de algunos de sus hombres. Tobin dirigió una gran fuerza hacia San Cristóbal y tomó posesión de la batería, afortunadamente sin oposición. Esta clase de cosas no fue del agrado de los soldados, pues pronto desaparecieron todos ellos y por la noche la ciudad se encontraba de nuevo tranquila….Mr. Brown me contó que un Coronel encabezaba la partida que desvalijó su tienda y que el bribón de Piérola había huido después de la batalla mientras todos los reservistas respetables se habían arrancado a sus casas para ponerse ropas de civiles.



[1] Benavides Santos, Arturo Seis años de vacaciones páginas 129-130
[2] hijo segundo del general de este nombre, antiguo oficial de caballería y amigo de los chilenos en cuyos colegios se educara, mozo serio, de seso y de fortuna, íntimo además de Piérola y depositario de sus últimos votos e instrucciones
[3] Pizarro,R  Los abastecimientos militares en la guerra del Pacífico
[4] Publicado en El Mercurio Peruano, Revista Mensual de Ciencias Sociales y Letras, Año II, Volumen III, número 13, Lima, Perú, julio de 1919. Juan Pedro Paz Soldán. En http://cavb.blogspot.cl/2010/10/la-noche-que-los-comandantes-de-la.html
[5] Publicado en El Mercurio Peruano, Revista Mensual de Ciencias Sociales y Letras, Año II, Volumen III, número 13, Lima, Perú, julio de 1919. Juan Pedro Paz Soldán. En http://cavb.blogspot.cl/2010/10/la-noche-que-los-comandantes-de-la.html
[6] Olid, op cit página 121-122
[7] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

[8] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

[9] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

[10] Ver La Campaña de Lima
[11] El 17 de enero en la mañana, el jefe de la Guardia Urbana el capitán de Champeaux veterano de la guardia imperial napoleónica se procuró armas del alcalde Torrijos, autorizando a los miembros de ellas a disparar a discreción, cuenta De Lisle.

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