El primer
avance peruano es rechazado rápidamente: Cáceres ordena al coronel Lecca, que destaque una compañía de su
batallón y la mande en dirección a la Quebrada Armendariz, lo que se efectúa de
inmediato con el propósito de negarle ese paso a los chilenos. Situado delante
del Reducto N° 1 era la zona mas amplia y llana, que permitiría a las tropas
chilenas flanquear las posiciones peruanas.
Frente a las líneas peruanas se situaban “una compañía del Santiago, la del capitán
Pedro Pablo Toledo destacada temprano (a la) vanguardia…había sido recibida a balazos (en pleno armisticio) y se
había hecho preciso reforzarla con otra compañía del Santiago, a las órdenes del capitán Monroy,…y otra del Aconcagua que condujo el capitán
ayudante don Augusto Nordhenflicht. Esas tres compañías
quedaron toda la mañana tendidas en guerrilla cubriendo el frente de la brigada
Barceló que se extendía desde los rieles a la playa. Con estas fuerzas empujan la compañía del N° 2
de la Reserva que se retira a sus posiciones originales.
Cáceres
se dirige al frente y entonces ordena el avance de los regimientos Guardia Peruana y Guardia Chalaca (dos
batallones traídos desde Callao, y por lo tanto frescas y descansadas al no
participar en la batalla de Chorrillos), y el Jauja los que logran hacer
retroceder a las avanzadas chilenas y chocan con la línea principal. Los
intenta reforzar con los batallones Piura
y Ayacucho “pero los reclutas que lo formaban se resistían a avanzar y los soldados
giraban unos sobre otros … En vano sus jefes, los coroneles Seminario y Frisancho,
les animaban con el ademán y las palabras. Tuvimos que desenvainar las espadas
mis ayudantes y yo y hacerlos avanzar a planazos. Perdimos en esto algún
tiempo.“
Es tal la
sorpresa dentro del Ejército chileno que la infantería alcance a responder a
las primeras descargas peruanas la Brigada Barceló, pero a través del llamado
del corneta para cesar fuegos, las unidades chilenas dejan de disparar por un
cuarto de hora, cubriéndose de la mejor manera del aguacero de fusilería y artillería
que recibe. Incluso el regimiento Aconcagua hizo levantar su estandarte
pensando que los disparos eran producto de “fuego amistoso” de otras unidades
chilenas.
Sin
embargo el continuo ataque peruano pronto encuentra respuesta. Y los disparos
van de un lado al otro, aunque las unidades chilenas en la primera línea (con
excepción del Concepción), mayoritariamente cubiertas por las tapias situadas
en su lado, las bajas no son tantas como hay que temer en la sorpresa. Y
durante un tiempo el principal sector de la línea peruana aún no se mueve sino
que dispara desde sus posiciones, eso si inmovilizando a los chilenos y
afectando a los refuerzos por venir.
El inicial progreso de los peruanos provoca que
la artillería de montaña que apoyaba
a la Brigada Barceló en ese momento
se tuvo que retirar por quedar muy expuesta con el ataque peruano.
Oficial Peruano
El
Naval convertido en el yunque que soporta el martillazo peruano: Queda entonces estabilizado el combate, pues los
peruanos expulsan a las guerrillas chilenas que cubrían la línea que iba desde
la costa a la ruta del ferrocarril Chorrillos-Lima.
Pero aquí aparece un defecto en la línea
chilena: el claro entre la Brigada Barceló y el Batallón Navales, que debía ocupar el batallón Aconcagua, es notado por Cáceres. Al iniciarse la batalla el
regimiento aconcaguino recién se movilizaba a taponar el vacío entre las
unidades chilenas.
Para Andres Cáceres era la oportunidad que esperaba:
la apertura le permitiría en su plan en caso de éxito, separar a las brigadas
de la División Lagos y exterminar una de las brigadas (la que aparecía más
débil, la de Urriola, que solo había extendido al Navales en el frente[1]) para luego envolver por la izquierda (chilena) a
la Brigada Barceló. Los aniquilaría arrinconándolos contra el mar. La
destrucción de ambas unidades permitiría incluso avanzar sobre Chorrillos.
Así es como cerca de las 3 de la
tarde toma la ofensiva, ordenando un ataque en el punto designado. Este es un
ataque en forma y generalizado en el que toman parte todo el Primer Cuerpo del
Ejército Regular (con el Chalaca, el Jauja y el Guardia de Marina ya
enfrentados a los chilenos).
Frente a
la estrecha línea chilena, de apenas un kilómetro y medio se lanzan el “Guardia Peruana” Nº1, “Libres de Trujillo” Nº11 y “Callao” N° 9 y de la
llamada División Especial del Callao la unidad que resta, la “Columna
Celadores”. Y los batallones situados entre el Reducto N° 1 y 2. Gritando Viva
el Perú! Y con entusiasmo atacan, saliendo de sus atrincheramientos y avanzando
contra los chilenos. Por si eso no bastara, el Coronel Suárez, situado a la
izquierda de Cáceres también se une al avance. Casi todo el golpe se concentra
en el regimiento Navales.
Los soldados del Navales, apenas
organizados de la sorpresa (de hecho tenían inicialmente sus armas en
pabellón), resisten con mucha dificultad y muchas bajas, acompañado por el primer batallón del Aconcagua, que recién ocupa su lugar. El segundo batallón del
Aconcagua se despliega
a la retaguardia, sirviendo de apoyo cuando los del Aconcagua y los Navales empiezan a ceder terreno, ante la presión del
ataque de Suárez.
…y se produce el cambio
de planes chilenos….: Baquedano
ordena
a Lagos (3º División) que se haga fuerte en sus posiciones, a Lynch (1º División) que oblicue a la derecha de Lagos y en cuanto tenga terreno suficiente, entre en línea contra el centro peruano. Fracciona a la División Sotomayor, dejando a la Brigada Gana bajo su mando directo, para ocuparla a su tiempo donde sea menester, en previsión de que en breve necesitará de la Reserva Martínez para sostener a la 3º División Lagos y envía a Sotomayor a la derecha, por entre potreros y sembrados, en dirección a Tebes, a operar contra la izquierda peruana.
a Lagos (3º División) que se haga fuerte en sus posiciones, a Lynch (1º División) que oblicue a la derecha de Lagos y en cuanto tenga terreno suficiente, entre en línea contra el centro peruano. Fracciona a la División Sotomayor, dejando a la Brigada Gana bajo su mando directo, para ocuparla a su tiempo donde sea menester, en previsión de que en breve necesitará de la Reserva Martínez para sostener a la 3º División Lagos y envía a Sotomayor a la derecha, por entre potreros y sembrados, en dirección a Tebes, a operar contra la izquierda peruana.
Por fin, forma un núcleo independiente, compuesto
del Regimiento “Artillería de Marina”, Batallón “Melipilla” y la artillería de montaña de la Brigada Gana para
marchar a retaguardia de Sotomayor, en previsión del flanqueo que teme por la extrema
derecha chilena, donde el combate no se ha desatado.
La Artillería de Campaña (Regimientos Nº1 y Nº2) actúa a su vista desde Barranco y a retaguardia,
resguardada por las casa de la población de Barranco, permanece la Caballería
chilena (Regimientos “Granaderos a Caballo”, “Cazadores a Caballo” y
“Carabineros de Yungay”) en acecho de una carga, pues sabe que el general
Baquedano exige al arma de su predilección el máximo de eficiencia en el
combate.
Oficiales del batallón de la Reserva N° 2
…y avanza la
segunda oleada peruana: Durante los
primeros tres cuartos de hora de la batalla, se había mantenido el coronel
Lagos a caballo al pie de coposa higuera en el centro de la línea de
combate….era tal la profusión de las balas, que el frondoso árbol perdió en
pocos minutos su follaje y sus retoños, podados por el plomo, cubriendo sus
verdes ramas al jinete y su bridón. Hasta
las tres de la tarde recibió buenas noticias: la línea aguantaba, pero llega a
todo correr un ayudante “del coronel
Urriola anunciándole que la izquierda flaqueaba, y aun que el enemigo comenzaba
a salir de sus trincheras dando alaridos de victoria. Era el batallón de marina que notando la
dispersión de los chilenos por su frente (la separación existente entre el
Navales y el Aconcagua que no llegaba a su puesto a tiempo), salía del reducto número 3.
Pero no iba solo: con él avanzarán El Guardia
Peruana, el Guardia Marina, El Cajamarca N° 3, el 9 de Diciembre N° 4, el Junín
N° 13 y el Jauja N° 23. Se dirigen
en amplio frente.
Caos en la
retaguardia chilena: En el regimiento Lautaro, “Después del rancho, mientras algunos oficiales y soldados se echaban a
dormir, otros se dispersaron para visitar a sus amigos en otros cuerpos o para
procurarse camotes u otros vegetales
comestibles…Como a las dos de la tarde, con gran sorpresa para todos, se sintió
un nurido fuego de fusilería e instantes después comenzaron a llegar soldados a
la carrera, gritando ‘¡Traición!’….¡los cholos están atacando!’.
En la
horrible trocatinta del primer momento, la tropa, desparramada y sorprendida,
corría a los pabellones, cogía sus armas y unos hacia aquí y otros hacia allá,
todos por instinto procuraban juntarse a su bandera. Los cuerpos avanzaban sin
esperar a nadie, de modo que muchos soldados quedaban a retaguardia, perdidos o
acobardados entre aquel dédalo de murallas, zanjas y callejas de ninguno
conocidas. Todo era preguntas, afanes y carreras: ¿Dónde está el 2.º? ¿Ha visto
al Chacabuco? ¿Aquéllos serán del 4.º?[2]
Entre los numerosos soldados que “cruzan el campo en demanda de los suyos,
hubo uno a quien el miedo le sugirió más de una vez el natural pensamiento de
guarecerse detrás de las tapias del camino“ le detiene el qué dirán de sus
camaradas, por lo que sigue “hacia adonde
sonaban los tiros…,”. En el camino se encuentra a su oficial superior “sumido hasta el quepis dentro de una
zanja…Mirando con más detenimiento, el roto se convenció de que era el
mismísimo bulto de su propio jefe. Viéndolo en tan cómoda posición, el
soldado “arrojó al suelo su rifle, y con
tono y ademán de quien se sacrifica por otro: -¡Donde muerer mi comandante, ahí
muero yo! – y de un salto se lanza junto a su oficial jefe.
En el camino que une Chorrillos y Lima, en el
área de Barrancos, el regimiento Atacama
queda en un atasco de proporciones. Cuenta Duble
Almeyda que “A nuestro frente
aparecen gran número de caballos que vienen desbocados y atropellan a los
atacameños. Algunos venían montados por cantineras y mujeres, que acompañan al
Ejército, las que gritan que estamos derrotados. (Estas mujeres no han servido
en la campaña, sino de estorbo; para nada han sido útiles; solo sirven para
desmoralizar al soldado e inducirlo a cometer faltas. Jamás debe permitirse su
presencia en un ejército en campaña).
Los
gritos de las mujeres y los niños que lloran y son arrojados desde sus
cabalgaduras; el tropel de animales sueltos, con sus cargas descompuestas
atropellando todo en aquel angosto callejón; el fuego del enemigo que aumenta a
cada momento y que principia a causarnos bajas; las detonaciones que produce la
explosión de las granadas que revientan a nuestra inmediación; nuestra
caballería que lucha contra aquella corriente para pasar adelante, produce un
efecto desmoralizador y terrible entre los soldados que impasibles observan
aquel desorden. Nunca los atacameños dieron mayores pruebas de disciplina y de
valor que en aquellos angustiosos momentos. Y mientras tanto nadie viene a
comunicarme orden alguna, o a imponerme de lo que sucede, pues no tenía
conocimiento de cual fuese la posición del enemigo.”
Tropas chilenas movilizándose por la vía del tren Chorrillos-Lima
Del
mismo modo lo vio José Miguel Varela
con el Granaderos a caballo: el
Camino Real era la única ruta (junto a la vía de ferrocarril) por la que podían
moverse con rapidez los refuezos “que no
tenía más de tres metros de ancho y permitía con mucha dificultad el paso de
dos coches en sentido contrario. En cosa de minutos el camino se atochó… El
angosto camino colapsó con los miles de soldados de infantería ylas baterías que desordanadamente corrían a
tomar posiciones de combate”.
A lo
anterior había que sumar que “en la
mañana…, la mayoría de las cantineras, gente de los bagajes y los chinos que se
habían constituido en tropas auxiliares habían avanzado mas allá de Barrancas,
para vivaquear en las huertas existentes en la zona (asi como el sentido de
seguridad que debió darles el armisticio que duraba hasta la medianoche de ese
día). Al iniciarse las acciones, toda
esta gente –al sentirse más adelante que los regimientos- inició su desordenado
y vertiginoso repliegue hacia la retaguardia, copando la única vía. Recuerdo
que con Pollhamer y Larraín, recibimos la orden de hacer despejar el camino y a
empellones y pechadas tirábamos a toda esta gente hacia los costados, para que
la vía quedara libre para los regimientos que corrían hacia el combate”
Relata a su vez Le
Leon, el teniente francés, en sus Recuerdos,
que “La llanura estaba cubierta de
elementos aislados, juntándose, pero sin apresurarse, y con sus cuerpos ya en
el fuego. Vimos a muchos de ellos descansando detrás de los arbustos al abrigo
de las balas y del sol. Muchos buscaban bebidas en las tiendas de los
oficiales, abandonadas precipitadamente. La presencia de soldados ebrios y
armados, a veces indiscretos,
En el Segundo de
Línea, Estanislao del Canto nos
informa que “sin que aun alcanzase a
distribuirse el rancho de la tropa, recibí orden de marchar al campo de
acción…, debiendo dirigirme hacia Barranco para tomar la dirección del fuerte
de La Palma”. En el camino se encuentra con el jefe de Estado Mayor de la
división, Gregorio Urrutia, quien
ordena el regimiento le siga, pero como los alejaba de la zona de combate,
recibió órdenes de Patricio Lynch “de
tomar la dirección de la posición en que hacía fuego el regimiento n° 2 de
artillería…muy luego me uní a dicho regimiento. Estaba sirviendo de custodia de
este, cuando recibo la orden de contrarrestar o repeler una caballería enemiga
que se decía pretendía flanquearnos por
la derecha. Emprendí el movimiento y luego llegue como a situarme a 200 metros
de La Palma, quedando el regimiento al abrigo de una pared de adobones como un
metro de altura y en donde había un ángulo que dominaba el terreno descubierto
con dirección al norte y al oriente.”
“En Chorrillos, la
intendencia trabajaba en el muelle del balneario peruano. Al oírse el ruido de
la batalla, Dávila Larraín, a cargo de esa tareas, suspende la
remisión de víveres y la reemplaza por municiones, que envía en las 150 mulas
reservadas para el servicio de provisiones, más 200 descansadas traídas de
Pisco por el Comandante Echeverría; comisiona a don Alvaro F. Alvarado para su
distribución en la línea de batalla.
Las cuadrillas
de fletadores chilenos se encargan de echar a tierra el Parque almacenado en la
Avestruz, con la calma de gente avesada al peligro, no obstante que el buque se
encuentra bajo los fuegos de la Artillería gruesa de los peruanos. Una granada
que toque a la Avestruz, cargada únicamente de explosivos, sería bastante para
hacerla volar por los aires.
Los arrieros,
al igual que los fletadores cumplen bravamente con su deber. Las mulas, tan
mañosas como cobardes, tienden a dispersarse al oir el silbido de las balas y
peor si las toca algún proyectil. Es necesario ver a esos hombres como conducen
las piaras hasta la misma línea de fuego, sin preocuparse en absoluto de su
persona.”[3]
El momento en que empezaron los tiroteos muchos de los oficiales se habían esparcido
en todas las fincas de la vecindad, y uno de ellos que era a la vez cirujano y
soldado, mayor Martínez Ramos, ayudante del coronel Lagos quien “acababa de
ensartar un pavo con su espada, después de haberle hecho alegre autopsia para
asarlo en rústica fogata, cuando resonó el clarín de alarma que tocaba a tropa
y a las armas.
La “confusión fue indescriptible en los primeros
momentos, desde que nadie esperaba un ataque antes de la expiración del
armisticio. Los ayudantes de campo y del estado mayor corrían
en todas direcciones, siendo blanco de las balas enemigas, a comunicar las
órdenes de sus jefes…..las tropas que acudían
en demanda de sus armas o avanzaban por el angosto callejón.
El bronco estruendo de la artillería se confundía con los agudos toques de los
clarines y cornetas, el estrépito de las herraduras en el pedernal, el sordo
ruido de los carros de municiones y pesados cañones de campaña, relinchos de
los caballos, las voces de mando de los jefes y oficiales.”[4]
Un
jefe de Brigada y otro oficial que con el
pecho de su caballo sujetaba a los dispersos, enterraba su espada en el suelo y
gritaba a sus soldados. ¡De aquí nadie pasa!, y exclamando: «A vencer o morir»,
los encaminaba otra vez a sus puestos. De los Navales sucumbió casi la
mitad de su gente, quedando en el campo,…. Ninguno de los regimientos alcanzó a
ese número.
Ataque peruano
Por el lado de los peruanos, el general Pedro Silva expresaba que “como
notase disminución en los fuegos enemigos y calculando naturalmente algún
desconcierto en sus filas, hallándose S.E. algo (¿?) distante por la izquierda, mandé al subjefe, coronel Valle, cerca de
la caballería para que la preparase y se pusiese a la cabeza de ella, con el
fin de que protegiese un movimiento que me parecía debía efectuarse por la
izquierda, atacando al enemigo por su flanco derecho.”
¿….Y la División
Lynch…..?: A las 2 PM “en orden de regimientos por
el flanco, la brigada Amunátegui adelante (Chacabuco, 2° de linea y 4°
de línea), seguida de la maltratada
brigada Martínez, y en pos de ambas, la división Sotomayor destinada a cubrir
la extrema derecha de la línea de batalla. Las dos brigadas de la última se
hallaban separadas. (La Brigada) Gana
estaba en Chorrillos con el Buin, el
Esmeralda y el Chillán, y allí se quedó. (La Brigada) Barbosa con el Lautaro, el Curicó y el Victoria que venía de San Juan, contramarchó de la medianía del
camino que unía estos dos puntos por ir a cubrir nuestra derecha.
La marcha de
Lynch por la trocha de los rieles y por los callejones que forman la carretera
de Chorrillos era de suyo lenta y pesada por la hora y el calor…. Por marchar
más aprisa se cansaban los soldados, y se rezagaban. Muchos de aquellos cuerpos
diezmados en Chorrillos habían peleado siete horas y no habían recobrado del
todo su aplomo y solidez …no era raro ver grupos que se ocultaban en las zanjas
y quiebras del camino o tras los muros. De allí los sacaban
los oficiales a planazos y se vio al mismo coronel Lynch hacer uso de su sable
para escarmentar algún cobarde.”[5]
Al mismo tiempo las “piezas
de campaña del comandante Wood habían agotado sus municiones”, por lo que “alguien les dio orden de retirarse hacía
retaguardia para municionarse y esperar órdenes.”[6]
Por lo tanto los artilleros del primer
regimiento se meten en el congestionado Camino Real “se metieron en sus veredas de vuelta
encontrada, produciendo el doble efecto de causar indescriptible confusión en
las filas y de desmoralizar la gente que veía, sin podérselo explicar,
retroceder la mejor parte de la artillería.” A lo que había que agregar que
“la caballería, estacionada desde que
comenzó el combate al reparo de las murallas de Barranco y en sus calles, había
recibido a esas horas orden de avanzar hacia el frente, lo que aumentaba la
confusión y el desorden”
En la
memoria del comandante del Atacama, Diego Dublé Almeyda, “se producía un gran desorden y alarma. Por el callejón que conduce a
Chorrillos aparecen gran número de caballos que vienen desbocados y atropellan
a los atacameños. Algunos venían montados por las cantineras o mujeres que
acompañaban al ejército, que gritaban que estábamos derrotados…... Los gritos
de las mujeres y niños que lloraban y eran arrojados de sus cabalgaduras; el
tropel de los animales que arrojaban sus cargas atropellando todo en aquel
angosto callejón; el fuego del enemigo que aumentaba a cada momento y que principiaba
a causarnos algunas bajas; las detonaciones que producía la explosión de
algunas granadas que reventaban a nuestra inmediación; la caballería nuestra
que luchaba contra aquella corriente para pasar adelante, producía un efecto
desmoralizador y terrible entre los soldados que impasibles observaban aquel
desorden…. Y mientras tanto nadie venía a comunicarme orden alguna y nadie
entre nosotros tenía idea de cuál fuese la posición del enemigo.
Ordené al regimiento que se apoyase contra la muralla a fin de dar paso a la
caballería, que demoraba tanto en pasar. Al fin vino un
ayudante que me dijo de orden del general en jefe que marchase al trote a
ocupar la derecha de nuestra línea. Y ¿cuál era la derecha de nuestra línea? El
ayudante tampoco lo sabía”
Dice el parte de Baquedano de manera suscinta: “El primer cuerpo que entró al fuego en protección de
nuestra derecha fue el 2º de línea,
siguiéndolo los regimientos Chacabuco,
4º y Coquimbo. Sin embargo, el enemigo, corriéndose siempre hacia la
derecha, insistía en flanquearnos, apoyado por algunas fuerzas de caballería.”
Cañon Parrot capturado por chilenos. Nótese la planicie al fondo, sin mucha protección
Por el lado peruano, son las unidades del Coronel Suárez, Lima N° 61, Canta N° 63 y el 28 de Julio (División Canevaro) Concepción
N° 17 y Paucarpata N° 19 (División
Iglesias).
Si el ataque hacia la línea de trincheras peruana, aunque
inicialmente victorioso, es rechazado.
Uno de los peruanos que avanzaba sobre las posiciones
chilenas recordará: “Rodeado de su Estado Mayor, que atraía la atención del enemigo, pasó el Jefe Supremo, imperturbable, bajo
el diluvio de balas que aquél dirigía. Al verlo
proferimos en ¡vivas! al Perú; algunos gritaron ¡viva el jefe supremo! y él nos contestó con tono de lección ó
de reproche: ¡Viva el Perú! ¡ Viva el Perú!….iCon
qué impaciencia llegaban á nosotros,
corriendo por las filas, las noticias de lo que estaba aconteciendo en otros lugares de la línea! ' (Guardia de) Marina". había cargado á la bayoneta; "Guardia Chalaca", había
seguido idéntico movimiento, y también el "Canta" y el "Jauja"......
y nosotros (del Concepción), tras de nuestras tapias,..poco después de
haber pasado el jefe supremo la corneta dejó oír el belicoso toque de armar la bayoneta,…un minuto después
saltábamos la tapia y avanzábamos al trote,
al toque de; "A la carga
cazadores,/con brío y con valor./A la bayoneta,/á la bayoneta,/id al campo del
honor". A nuestro frente, un poco á mi derecha, marchaba el capitán
Sotillo, de la 2.a (compañía), apuntando con su espada al enemigo.
Detúvose éste, parapetándose en unas huaquitas de piedras y tendiéndose por el
suelo; pero no detuvimos nosotros la marcha por eso y el enemigo empezó á retirarse así que estuvimos á una cuadra, más menos, de ellos; pero para
parapetarse en otros montículos iguales
más allá. Mientras tanto, habían ido cayendo el capitán Sotillo, que
herido de gravedad en el rostro,
fué llevado á la lInea por dos de sus soldados; un sargento, Bravo de apellido,
y un soldado de mi compañía, Vargas, pero indio bravo de raza, también cayeron
cerca de mí ...... y los demás
que no vi, porque cuando se marcha adelante no se ve á los que caen.... y en
retirada no se les mira.
Las tropas chilenas
asaltadas con tanto denuedo eran del Navales
y el primer batallón del Aconcagua,
los que empezaron a retroceder: “Al pisar el terreno ocupado hasta
pocos momentos antes por el enemigo, un chileno, que parecía muerto, se
incorporó repentinamente y disparó sobre uno de los nuestros dejándolo sin
vida; un disparo también le mató a él….uno
de los nuestros sacaba sus botas á un muerto enemigo, y tras del monticulo, se
quitaba sus zapatos viejos y se las calzaba.
Posteriormente pude comprobar que no era
singular el hecho en mi batallón….El enemigo, como he dicho, se había detenido
parapetándose de nuevo en las naturales
defensas que el terreno le brindaba; igual cosa hicimos nosotros, pero en el ataque sólo dos
compañías y parte de una tercera estaban participando. “Seguramente la orden de ataque se había dado para las dos
primeras compañías, y los de la 3.a nos habíamos plegado á él sin advertirlo.”
En
sus memorias, el futuro “Brujo de los Andes”, explica que "Habíase luchado ya, cosa de una hora
(esto es desde las 2 PM), y con
manifiesta ventaja de nuestra parte. Luego sobrevino una pausa o como hoy se
dice, se "estabilizó el combate".
Cuadro peruano de la batalla, frente a los reductos N° 2 y 3
Estimando entonces que
el enemigo había experimentado serio quebranto, ante la firmeza de nuestra
resistencia y denotaba cierta vacilación, determiné aprovechar esta coyuntura y
ordené el repliegue de nuestros batallones (el Guardia de Marina y el Guardia
Chalaca), para disponer un contraataque
de conjunto, reforzando mi derecha, frente de la cual hallábase una de las
brigadas de la tercera división (la Brigada Urriola). Por su lado el adversario una vez ordenadas sus unidades y
fuertemente reforzada, dejo los tapiales que le habían servido de refugio e
inicio su cauteloso avance. Fue este el preciso momento en que haciendo un
supremo esfuerzo salí de la línea y lancé mis tropas contra el contendor.
Nuestro contraataque
fue tan rápido y vigoroso que paralizó al enemigo obligándole a replegarse. La
lucha tornóse dura y encarnizada, señalándose en ella especialmente los
batallones Jauja, Guarnición de Marina y Concepción. Los chilenos cejaban
fuertemente presionados en su frente y en sus flancos, los que eran ya
desbordados
(este es el ataque lanzado sobre el vacío entre la Brigada Barceló y la Brigada
Urriola), particularmente el derecho
de la brigada de Barceló (zona guarnecida por el Navales y donde el Aconcagua
estaba recién formándose), que carecía de
contacto táctico con las otras tropas de su división.
Visto desde el lado chileno, la Brigada Urriola que sufre el peso del ataque, tanto el “Aconcagua y el batallón
Naval, habían sido en efecto rechazados en una de sus tentativas para ganar
terreno. Lagos manda a un ayudante, acompañado de otro
ayudante, este de Urriola, “a pedir
refuerzo a la reserva, situada unos pocos centenares de metros a su
retaguardia, el Valparaíso adelante,
los Zapadores más a retaguardia y el
Tercero de Línea, custodiando la
artillería de campaña en diversas direcciones.” Del Tercero de Línea se habían destacado ya cuatro compañías para el
apoyo del Concepción y al Caupolicán (ambos de la Brigada Barceló).
En esos momentos de crudeza un “soldado del Colchagua se
arrastró fatigado hacia donde el coronel Lagos tomaba medidas enérgicas para
sostener la batalla en toda su pujanza, y con voz dolorida le gritaba: «Mi
coronel, estamos derrotados». «¡Fusilen a este miserable!», fue la única
respuesta…, y desde este momento dio orden a sus ayudantes que a quien volviese
cara, fuese coronel o tambor, lo matasen.”[7]
La orden fue entonces ni un paso atrás. El peligro del desborde por la
izquierda persistía pues el fuego de la flota reforzaba la derecha de la línea
de Lagos, pero al mismo tiempo provocaba un corrimiento de las tropas peruanas
hacia la izquierda, precisamente el punto más débil de la línea chilena. Los
peruanos “que huía(n) del terrífico fuego de la escuadra, (por
lo que) se reforzaba así por sí sola su
línea frente a aquella ala de la nuestra en que éramos comparativamente más
débiles.”
Desde el lado del soldado distinguido peruano, Torres Lara, contará que “suprimido, por lo
corto de la distancia, el
combate preliminar de las batallas,
ésta se empeñó desde su comienzo
con toda la rabia”
Fuertemente presionado comenzó a
retirarse el Batallón “Navales”, combatiendo junto al 1º Batallón del
Regimiento “Aconcagua”, al que arrastra en el movimiento retrógrado. Retroceden
lentamente, haciendo fuego en retirada, sin desorganizar las filas, sin perder
la tranquilidad.
La Artillería de Campaña del Regimiento
Nº1 chileno, comandada por
Wood, situada tras el Batallón “Navales”; engancha sus piezas y emprende
la retirada tanto por el peligro de caer en manos del enemigo con el retroceso
de la Infantería chilena, como por ir escaseando las municiones. A su vez, la
Artillería de Velásquez (Regimiento Nº2) sigue a pié firme, desde su
ubicación en la retaguardia de la 3º División Lagos. A la izquierda, las
baterias Frías, González y Gómez (de izquierda a derecha).
Visto
desde lejos “…el combate era muy difícil.
Para llegar a las líneas defensivas peruanas, los infantes tenían que avanzar
por en medio de chacras, huertas y quintas, que estaban divididas entre si por
murallones de adobes que debían escalar, y la mayoría de los nuestros que caia
bajo las balas peruanas, eran alcanzados cuando estaban en la parte alta de los
muros, ya que ofrecían unblanco excelente para los tiradores enemigos que
estaban muy bien parapetados”. Se veía el avance de las tropas hacia el
frente. Para las 3 30 “el caos inicial e
nuestras filas fue cediendo paulatinamente a una organización de batalla –que
aunque improvisada- fue haciéndose coherente, aunque se veía caer gran cantidad
de soldados chilenos”[8]
El avance peruano progresaba
frente a la 3º División Lagos y éste hubo de solicitar refuerzos urgentes al
General en Jefe (Baquedano). Lagos cree llegado el momento de pedir refuerzos,
antes de ser arrollado; envía a sus ayudantes a exponer la situación al general
Baquedano, quien observa el avance peruano desde su observatorio de Barranco.
Ha enviado ya orden a Martínez de entrar con la Reserva. Lo peor de la crisis
ya había pasado para los chilenos.
[1] A esta Brigada además se la había
privado de dos unidades. El batallón Bulnes, enviado a Chorrillos para seguir
levantando heridos del campo de batalla; y el regimiento Valparaíso, que fue
adscrito a la Reserva.
[2] Bajo la Tienda, Daniel Riquelme
[3] Machuca, Cuatro campañas de la Guerra
del Pacífico Tomo III
[4] Chorrillos y Miraflores, batallas del
Ejército de Chile, crónicas de Eduardo Hempel corresponsal de guerra, editorial
RIL
[5] Mackenna, V.
[6] Vicuña Mackenna critica la decisión
porque mucho más acertado traer las municiones para los cañones que
llevar ésos a las mulas. Por otra parte, a pocos pasos de la posición en que el
comandante Wood se había batido con tanto denuedo, recibiendo extraña herida en
su costado de una bala de rifle que destrozó la guarnición de marfil de su
puñal de monte, se encontraba la casa-quinta de García y García, y a su abrigo
era fácil colocar aquellas baterías. Se hallaba el edificio rodeado de huertas
y altas paredes, y a la sombra de sus plataneros estaban echados en la hierba
los comisarios de Inglaterra y Francia, los comandantes Ancland y Le Leon,
departiendo alegremente con el comandante Stuven, cuando sobrevino el fuego. El
prudente británico se había levantado, y tomando su caballo, había corrido a
retaguardia perseguido por las balas y exclamando: «This begins to look rather serious».
[7] Hempel
[8] Varela, José Miguel Un veterano…
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