El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 11 de junio de 2017

BATALLA DE TACNA (II)

BATALLA DE TACNA: UN ASALTO FRONTAL


A las 7 ½ los clarines del Estado Mayor General chileno tocan llamada y marcha. Hasta que todas las unidades están listas dan las 8 AM cuando se mueven los cuerpos a tomar formación de combate en la pampa sur de Quebrada Honda.
Como todo es camino en la dilatada llanura, el ejército sigue a campo traviesa con dirección suroeste, recto al Campo de La Alianza, dejando a la izquierda la huella trillada del camino real entre las Yaras y Tacna, por el que marcharon los carros del parque y bagaje, las recuas de mulas y las ambulancias. La artillería y caballería avanza por en las alas y a retaguardia del centro.
Las tropas chilena empiezan a avanzar en orden de batalla:
1.    En la primera línea van
a.              1° División o División Amengual, que marcha por la derecha y en columna por compañías, integrada por los batallones Valparaíso, Navales, Chillán y el regimiento Esmeralda y la Compañía de Pontoneros.
b.              Por el flanco derecho de la I División avanza la Brigada Salvo en columnas por batería estando en 1ª línea, la batería Flores, 4 Krupp de campaña y 2 ametralladoras y en 2ª línea, batería de 6 Krupp de campaña. A retaguardia de la Artillería, los Granaderos a caballo del comandante Yavar y el comandante General de Caballería, coronel don José Francisco Vergara.
c.               La 2° División o División Barceló, por la izquierda y también en columnas por compañías, con los regimientos Segundo de Línea, Santiago y el batallón Atacama.

2.    En la segunda línea,
a.    A la derecha la 3° División, con el regimiento Artillería de Marina y los batallones Chacabuco y Coquimbo.
b.    La 4° División por la izquierda con el regimiento Zapadores y Lautaro y el Cazadores del Desierto y
c.    más atrás la batería de montaña Fontecilla, con 6 piezas Krupp. Y tras ella el 2º Escuadrón de Carabineros de Yungay, en columnas por escuadrón. Cerraba la columna, la Brigada Frías, en columnas por batería. Primera fila, batería Jarpa 6 cañones. Segunda fila, batería Gómez 4 cañones y dos ametralladoras.
A retaguardia del centro del atacante, marchaba la brigada Fuentes, en columnas por baterías: Primera fila, batería Errázuriz, 5 Krupp de montaña. Segunda fila, batería Sanfuentes, 6 cañones rayados franceses de bronce.
Tercera línea o Reserva formados en columna por batallón se despliegan los regimientos Buin, Tercero de Línea; Cuarto de Línea y el batallón Bulnes
El Cuartel General y Estado Mayor no tuvieron puesto fijo durante la marcha; recorrían todo el campo para subsanar las dificultades. Por el camino real marchaban el Bagaje, el Parque y las Ambulancias.


El fracasado asalto nocturno[1] provoca que las tropas aliadas llegan cansadas a sus posiciones originales, sin haber prácticamente dormido. En el campamento chileno en cambio “las bandas del ejército rompen con alegres dianas al amanecer. Los campamentos de Quebrada Honda se animan con el ir y venir de la tropa, que se alista para la jornada.” Se pasa revista y cada soldado lleva 130 balas (salvo el Esmeralda que lleva 100). A las 6 A. M. se toca lista y parte. Después, las compañías forman en círculo para la lectura de la Orden del Cuerpo.
Los comandantes de cuerpo que usaban rifle Gras recalcaron por centésima vez a los soldados, que tan pronto como se atascara el mecanismo del rifle con el finísimo polvo del desierto, orinaran sobre él e hicieran girar el obturador[2].
Pasada la lista, los batallones se sirvieron almuerzo caliente y café, y surtieron el morral con la ración de fierro de la primera etapa, charqui y galleta pero los soldados, que ya conocían el desierto, añadieron al morral, carne, papas y tortillas de rescoldo. Mezclaron también el agua de la caramayola con dos cucharadas de infusión de té, bebida eficaz para apagar la sed.
En el campamento aliado “Una hora antes del combate comenzamos a escribir a nuestras familias, los correos nos presionaban para terminarlas, mientras la banda tocaba algo del Nabucco y los ciudadanos de Tacna nos daban comida y bebidas.”[3]

En el centro de la línea aliada Uno de los batallones que enfrentaba a los chilenos en la derecha aliada, el N° 11 Lima, a cargo del coronel Remigio Bermudez, que tras la intentona de ataque nocturno relató que aunque “la tropa no había entrado en el reposo que necesitaba, el General Pérez, Jefe de Estado Mayor General, mandó prevenir que la división se alistara porque el enemigo avanzaba sobre nuestra línea (se) ordenó que formara el batallón…inmediatamente, formando en columna para esperar nuevas órdenes. Eran las 7 A.M. próximamente, cuando ya se divisaban las columnas enemigas que avanzaban haciendo fuego de artillería sobre las divisiones de nuestro ejército, que habían quedado perdidas en el camino. Una vez que ellas llegaron al campamento y que el enemigo se ocupaba de tender su línea de batalla, recibí orden de seguir el movimiento del batallón Granaderos,…que desfilaba por el flanco izquierdo. Seguido el movimiento, por mi batallón, hizo alto la división, conservando la formación de columna poco más a la derecha del centro de la línea, en una ondulación en cuyo puesto permanecimos hasta que principió el fuego de artillería (a las 9 AM).
Florencio Marmol, un argentino residente en Tacna, relatará lo sucedido en la ciudad previo a la batalla: “ Las calles estaban llenas de ciudadanos que armados se dirigían al alto, de mujeres, entusiastas unas, llorando otras, y de niños que ofrecían el mismo contraste….. Cuando ascendía la cuesta, era verdaderamente conmovedor el espectáculo que ofrecían unas 300 a 500 rabonas[4], descendiendo hacia Tacna con sus hijos a la espalda, sus ollas de comida en la mano, las lágrimas en los ojos y una queja dolorida en los labios. Media hora después llegaba al campo de batalla.[5]

EL CAMPO DE BATALLA:El campamento atrincherado (de los aliados), ocupaba la ancha cumbre de uno de los cerrillos paralelos a la quebrada de Tacna. Hacia su izquierda o sea el lado del mar, termina en una bajada de extensa falda desde cuya  meseta se domina hasta perderse de vista, toda la extensión de la pampa”
Y dice Dublé AlmeydaTodo el terreno al frente de la línea enemiga es arenoso, pesado, con pequeñas y suaves ondulaciones que se hacen más profundas y escarpadas a medida que se acercan a la alta ceja que ocupan las fuerzas Perú-bolivianas. A los flancos, tanto a la derecha como a la izquierda, hay hondonadas más profundas, que van a concluir en el valle de Tacna, y que protegen las alas del ejército enemigo. El terreno tiene un declive suave, pero fatigoso para el infante que concluye en su mayor altura en la posición que ocupa el enemigo. La extensión de la línea enemiga es como de dos kilómetros…domina todo el terreno a su frente hasta una inmensa distancia. Tiene a su retaguardia el valle y ciudad de Tacna, que proporciona al ejército todo lo necesario para su existencia y defensa.[6]
Alberto del Solar rememora: “Recuerdo que hacía un frío que penetraba hasta los huesos. Habíamos hecho alto al caer de la noche anterior en una eminencia desde la cual se dominaba todo el llano. Adelante, extendiéndose hacia el Sur, es decir, hacia (las posiciones aliadas), el mismo desierto monótono y amarillento iba a morir a los pies de los cerros y colinas que daban sustento a sus trincheras….. por los distintos pendones enarbolados de trecho en trecho al frente y sobre una línea que se extendía en un espacio apreciable en más de dos leguas, las fuerzas enemigas debían de aguardarnos parapetadas tras de sus trincheras, en las alturas, sobre el cordón formado por los cerros. Tacna quedaba, por consiguiente, a la espalda de sus defensores, que así protegían el centro de sus recursos y todos los accesos practicables hacia la ciudad, desde los pueblos del Este hasta la mitad del trayecto que los separaba de Arica, su puerto principal.

Las lomas accidentadas que rodeaban el punto en que se alzaba el fuerte central del enemigo se destacaban coronadas de tropas cuyas columnas retrocedían, al parecer apresuradamente y como si tratasen de llegar a la cumbre para tomar posesión de ella (los que habían intentado el asalto nocturno y se habían perdido en la noche)… Por corta providencia, y como para ensayar los cañones, dos baterías, colocadas sobre una altura conveniente, les enviaron una serie de andanadas que introdujeron la mayor desorganización entre sus columnas. A la simple vista nos era fácil ver cómo caían las granadas levantando un remolino de arena al estallar entre las filas compactas, desordenándolas al principio y dispersándolas completamente algunos minutos después.



Ya a las 8 ½ A. M. el ejército chileno está a la vista del cerro de Intiorco, punto en que se hallaban situadas las posiciones del Ejército Aliado Perú-boliviano. A esta altura el Ejército chileno pasan los batallones del Orden de combate al Orden de ataque, tomando la línea en columnas por compañía, menos la reserva que conserva su formación en columnas por batallón.
La caminata se hace con lentitud a través de la pampa de arena movediza y de las ondulaciones del terreno, pues había que esperar a la artillería de campaña, cuyos caballos se enterraban hasta las cañas en la tierra suelta. Por fin a las 9 A. M. tomó posiciones a 3.500 metros de las del enemigo, desde donde rompe los fuegos, porque el ganado no podía más para el arrastre de la pieza, no obstante sus doce parejas.
Se inicia un duelo de artillería entre ambas líneas; con buena puntería de nuestro lado y de los artilleros bolivianos, pero deficiente de parte de los sirvientes de las piezas peruanas[7]. Así lo cuenta, desde el lado boliviano, el jefe del batallón Padilla[8]El tiempo que medió hasta horas 9 A M. (desde las 7 AM cuando volvieron finalmente de la inútil marcha nocturna), lo pudo emplear la tropa en desayunarse ligeramente con lo que podían encontrar en aquel estado de ansiedad general. Entretanto, se aproximó el ejército enemigo a tiro de cañón: tocóse generala y al punto se formaron todos los cuerpos, sin haber muchos de ellos alcanzado al desayuno. Situáronse primero en columna cerrada, después en batalla y en lugares inmediatos a sus campamentos y no divisados por el ejército contrario. Rompióse el fuego de artillería sobre el costado izquierdo de nuestra línea y el derecho de la adversa contestó la pequeña batería del centro que estaba a nuestro frente a órdenes del denodado comandante Adolfo Palacio y a su vez reforzada por dos piezas Krupp traídas de la derecha por el mayor Octavio Paz, y de este modo se arreció el fuego de artillería por más de dos horas.”
El coronel chileno, Amengual, en su parte de la batalla, contará que “A las 6 A.M. del día 26 se me comunicó por el Jefe de Estado Mayor de mi división, que el enemigo estaba a la vista; efectivamente se divisaban como a 3 o 4.000 metros de nuestro frente dos columnas, una en dirección hacia nuestra derecha, y la otra hacia la izquierda, encontrándose nuestra línea de batalla formada de oriente a poniente.” Le pasa la información a Baquedano y luego ordena formar la división: el Valparaíso en guerrilla al frente y avanzara, mientras las avanzadas de la división chilena se iban retirando lentamente. “En esta situación se mandó avanzar de frente, marcha que continuamos hasta las 10 A.M…”.
José Miguel Varela, del Granaderos a caballo, lo rememorará años después: “Serían como las diez de la mañana cuando los infantes agrupados  junto a nosotros, iniciaron su avance. Pese a lo curtido de la piel –casi negra con el sol- al iniciar el paso rápido hacia la batalla, se podría notar que la mayoría iba con la tez muy pálida, casi amarillenta, lo que creo se debía al temor y los nervios…. El primero que partió fue el “Batallón Valparaíso”, desplegado en formación de guerrillas, es decir en línea de un solo hombre en fondo, agazapados y con sus fusiles enristrados. Los siguieron a la carrera, los del primer Batallón del Esmeralda y luego los navales
En el caso de los peruanos, el coronel Arnaldo Panizo jefe de la artillería aliada lo relata: A las 8.45 a.m. recibí orden verbal de Camancho, para avanzar y romper los fuegos sobre el enemigo, tan pronto que estuviera al alcance de nuestros cañones; en efecto, a las 9 a.m. ordené al comandante de la Brigada Tnte. Cnel. Domingo Barboza, hiciera avanzar la 2° batería (capitán Eduardo Águila), con el 3° (Jefe de la Brigada, Sargento Mayor José Manuel Ordóñez), sobre la ceja delantera del campamento que ocupábamos, y que a su derecha, se colocara la sección de a 12 (Capitán Ricardo Ugarte con el 2° Jefe de la Brigada Sargento Mayor don Pedro Ugarteche), quedando de reserva, a retaguardia, la 1° batería (Sargento Mayor Graduado Manuel Carrera), lo que fue ejecutado inmediatamente, hice romper los fuegos con magníficos resultados sobre la línea enemiga, cuyos fuegos fueron contestados por su artillería, hasta las 10 a.m. en que haciéndonos esta, por demás más (sic) descargas por baterías, ordené al Comandante de Brigada, aumentara las distancias entre las piezas e hiciera venir a la línea, la 1° batería que se hallaba de reserva”
Por el lado chileno la división Barboza, compuesta de los regimientos Zapadores y Lautaro y el batallón Cazadores del Desierto, marchaba hacia el enemigo colocada a la izquierda de la tercera división, formando línea con ésta en columnas paralelas y a 3.000 metros a retaguardia de la línea que formaba la primera y segunda división”. A esta fuerza se agregan “una batería de montaña Krupp, un escuadrón de Cazadores a caballo y el de Carabineros de Yungay núm. 2[9]”. A tales fuerzas se les ordena dirigirse a la izquierda (derecha aliada) y atacar. La marcha completa les tomará largas horas, con terribles consecuencias para las divisiones que les precedían
El cañoneo se intensifica crudamente desde las 9 a las 10 A. M. Dirá de él, el jefe de Estado Mayor aliado, General Juan José Pérez: "¡Qué lástima! ¡Tanto oro gastado en plomo mal dirigido!"



EL AVANCE DE LA DIVISIÓN AMENGUAL Y LA DE BARCELÓ. SE INICIA EL ATAQUE: A las 10 AM concluye el cañoneo que no trae consecuencias a ninguno de los dos bandos. Lo que resulta en clara desventaja para el atacante que contaba con esa arma para “ablandar” las posiciones defensivas aliadas.
En ese mismo instante se ordena a las divisiones Amengual y Barceló iniciar el ataque, pero previniendo que ambas deben actuar de consuno (una espera a la otra) ya que la División Amengual “debía recorrer más campo”. El enfrentamiento será desproporcionado: mientras La 1° División entra al combate con 3.383 plazas, la sección atacada por ella, en el campo Aliado, y dirigida por el coronel Camacho, comandante de la izquierda aliada, y que cuenta con 4.250 plazas, diez cañones y dos ametralladoras para su defensa.
El coronel Amengual dispone su orden de ataque, en tres líneas, columnas por compañía, en este orden:
a.    en la vanguardia el batallón Valparaíso,
b.    el cuerpo principal primer batallón del regimiento Esmeralda y el batallón Navales,
c.    en reserva 2º Batallón del Esmeralda Batallón Chillán y Compañía de Pontoneros
Los peruano-bolivianos tienen órdenes de mantener silencio a sus fuegos hasta que los chilenos se acerquen. Sus atrincheramientos impiden verles desde la posición chilena. Lo que iba a enfrentar en principio la División Amengual eran las tropas de Eliodoro Camacho con su Jefe de Estado Mayor, coronel don Agustín López. Organizado en dos líneas, la primera se apoyaba 9 cañones y dos ametralladoras, a cargo del coronel don Arnaldo Panizo y se integraba así, vista de derecha a izquierda.
a.    III División Peruana coronel Belisario Suárez, Batallones Pisagua y Guardias de Arequipa.
b.    II División Peruana, coronel Andrés Avelino Cáceres, Batallones Zepita y Cazadores del Misti.
c.    División Boliviana del general Claudio Acerta, Batallones Viedma Nº 5, Tarija Nº 7 y Sucre Nº 2[10].
A su vez, en la Segunda Línea o Reserva, apoyada por 2 cañones a las órdenes del comandante Juan Manuel Pando, se encontraba la caballería boliviana: Escuadrones Vanguardia de Cochabamba, Coraceros, Libres del Sur y Escolta.

Amengual en su relato cuenta que a las 10 AM, llegan “como a 3.000 metros del alto, en donde tenía sus posiciones el enemigo….se ordenó descansar y tomar algún desayuno a la tropa. Encontrándonos en esta circunstancia, dos baterías de artillería, una de campaña y otra de montaña, se establecieron al frente de los cuerpos de mi división que estaba formada en columna por batallones a distancia de despliegue; aquella hizo algunos disparos hacia el enemigo,…los que fueron contestados, alcanzando algunas granadas como a 10 metros de nuestra línea, por cuyo motivo hice despejar el fondo de la artillería corriendo los batallones a derecha e izquierda para de este modo evitar pérdidas inútiles en mi tropa.
Para Alberto del Solar, oficial del Esmeralda, esos momentos previos a entrar al combate, estaban “ya casi listos para avanzar, cuando recibimos el primer disparo de cañón enviado con dirección perfecta por los artilleros de la alianza. Era éste nuestro bautismo….al ver desprenderse del borde de la fortaleza el penacho de humo que acompaña al disparo, apenas tuvimos tiempo de inclinar bruscamente la cabeza, alzando los hombros…. Antes de que se oyese el estampido, ya el proyectil pasaba silbando con ruido infernal por encima de nuestras filas y, describiendo una curva acentuada en el espacio, iba a estallar en mil pedazos a cincuenta metros de distancia, haciendo un torbellino de cascos, fuego y humo, mezclados con el polvo de la arena. A pesar de la impresión nerviosa que en aquel instante conmovió hasta al más sólido de nuestros hombres, un «¡hurra!» formidable, seguido de vivas a Chile y quepis que volaban por el aire, saludó este primer cañonazo, señal del combate terrible que tres horas después debía hacerse general….en tales circunstancias me encontré agitado por una especie de convulsioncilla y sensación especial que tenía mucho de parecido con el miedo. Igual o muy semejante cosa debía de sucederles a todos…., porque, a pesar de que, como yo, animaban a los soldados y lanzaban vivas hasta aturdirse, estaban pálidos y se sacudían,….”
Sigue Amengual: “Después de algunos disparos, se notó que el enemigo suspendía sus fuegos sobre la derecha y sólo se veía disparar las piezas que atacaban nuestra izquierda (derecha aliada), ocultando las piezas y tropa a nuestra vista…. Durante este tiempo el batallón Valparaíso se mantenía como a 2.000 metros del fuego de sus cañones, cuyas granadas caían en sus mismas filas, pero sin causarles daño. La artillería nuestra enganchó sus piezas y la vimos marchar a retaguardia de nuestra línea, retirándose como a 3.000 metros. En este momento recibo orden de marchar adelante protegido por la artillería que seguía a retaguardia y que no estaba bajo mis órdenes,….”
Agrega del Solar: “Afianzadas las armas (pues teníamos orden de no hacer fuego hasta no encontrarnos a distancia en que hubiera seguridad de no perder los tiros de que nos hallábamos escasos)[11], habíamos adelantado sólo unos cuantos metros por el llano, cuando vimos aparecer por nuestra derecha, al galope tendido de un brioso alazán, al capellán general del ejército Florencio Fontecilla, quien dirigiéndose a los jefes les pidió hicieran alto algunos segundos para decir dos palabras a los soldados de los regimientos.
Accesible a tan justo deseo, y dando el primero el ejemplo de descubrirse, el comandante Holley ordenó rendir armas. ¡Nada más imponente que aquella ceremonia! ¡Novecientos soldados, resueltos a morir antes que inclinar su cabeza en presencia de todo un ejército enemigo, a un redoble de tambor, caían respetuosos de rodillas a los pies de un solo hombre, sin otras insignias que la roja cruz sobre el hábito, y se descubrían con reverencia para recibir la absolución de sus manos!
Se volvió a afianzar, resonaron de nuevo los parches en medio de «¡Vivas!» atronadores, la banda preludió los primeros compases del himno nacional y la línea se puso otra vez en marcha...”


ENFERMERA BOLIVIANA

Ahora hablar Amengual: se cumple la orden y avanzan las unidades en el orden antes visto. Desconociendo “el objeto de la marcha, (sin instrucciones) sobre el plan de ataque, el lugar donde estaba el enemigo, etc., hacía que la marcha fuera lenta, a fin de esperar las órdenes del caso; más como volví a recibir orden de avanzar con rapidez, lo ejecuté en el acto. En ese momento llegó el capitán Flores, de artillería, diciéndome que había reconocido la cúspide de la altura, que no había enemigo y que éste se había retirado a su campamento situado a 4.000 metros de ese lugar, agregándome que iba en busca de la artillería para coronar la altura.
Pero Flores estaba equivocado. A las 11.14 A.M., llegábamos a la colina arenosa que ocupaba el enemigo y que en aquel momento parecía enteramente abandonada, así lo juzgamos por la noticia que nos transmitió el capitán Flores de artillería, quien nos dijo que el enemigo se había corrido sobre su derecha y que no teníamos con quien combatir en aquel punto. Un momento después sufríamos una lluvia de plomo que nos dirigía el enemigo parapetado en tres líneas de fosos sucesivas. El Valparaíso y 1er. batallón del regimiento Esmeralda fueron los primeros que sufrieron el fuego, causándonos de 80 a 100 bajas la primera descarga. Nuestros soldados se abalanzaron sin titubear, y antes de cinco minutos la primera trinchera era tomada dejando sus fosos cubiertos de cadáveres.[12]
Sigue avanzando en dos líneas de combate pero ordenando que “el batallón Valparaíso marchara listo para hacer fuego en caso de sorpresa, pues el enemigo no se veía.” En cuanto los porteños subieron a la altura fueron recibidos “por un nutrido fuego de fusilería que contestó en el acto nuestra guerrilla manteniéndose firme en su puesto, a pesar de las muchas bajas que sufrió cuando encimó la altura.” El terreno tenia pliegues que impedían ver muy lejos. Uno de ellos fue transmontado por los chilenos, esta una sinuosidad á 200 metros, y fue recibido por un diluvio de plomo que se arrojó á la voz de mando del Coronel Camacho. Dice en su parte de batalla Amengual que “(a) poco andar, el enemigo rompe en descargas cerradas, desde la coja arenosa que oculta el frente de batalla de los aliados[13]. Los soldados del Valparaíso se echan al suelo, mientras su jefe, el coronel Jacinto Niño va a caballo, animando a sus hombres[14].
Así lo verá Alberto del Solar, del Esmeralda: “una granizada de balas dirigida sobre nuestras filas cruzó por entre los soldados, en quienes la impresión del silbido del plomo que pasaba rozando los cañones de los fusiles se tradujo por una brusca conmoción y ruido general de bayonetas y caramayolas sacudidas. Las guerrillas alistaron la recámara de sus Gras, apuntaron e hicieron fuego. La contestación fue una nueva lluvia de proyectiles, esta vez mejor dirigida, que hizo gran número de claros en nuestra línea. Los primeros heridos comenzaron a caer revolcándose por el suelo y dejando escapar lastimeros gemidos o juramentos y rabiosas imprecaciones. A nuestra vez, tomamos parte en el tiroteo y nos ocupamos al frente de nuestras mitades en dirigir el fuego, que se hizo pronto general. Los aliados nos fusilaban a mansalva y de mampuesto, sin que nos fuera posible devolverles con igual frutos sus tiros, pues, colocados tras sus trincheras de sacos de arena amontonados los unos sobre los otros, sólo podíamos divisar las bocas de sus fusiles, que a lo largo de todo el parapeto trazaban una inmensa línea semicircular de lenguas de fuego convergentes al espacio ocupado por la nuestra.
Amengual ordena que el 2° batallón del Esmeralda se mueva por la izquierda y el Navales por la derecha, “se dispersen, compañía por compañía y avancen a la línea de fuego que arrecia con singular intensidad.” Se le avisa a Amengual que “el enemigo desguarnece la izquierda para reforzar el centro… Para enfrentar la amenaza hace formar en guerrilla a los batallones Chillán, 2º batallón del Esmeralda y Compañía de Pontoneros (es decir su reserva) y los envía a la línea.” Ya ha comprometido todas sus fuerzas en sostener la línea[15]. La táctica chilena no resulta más que un ataque de frente, para atraer a las tropas aliadas hacia la izquierda. Debilitando la derecha que pretendía atacar
En el lado de los aliados, el coronel Arnaldo Panizo, el artillero aliado,  relata: ordené nuevamente, romper los fuegos hasta las 11 a.m., que recibí orden del Cnel. Eleodoro Camacho para cesar los fuegos, y ocultar las baterías de la vista del enemigo, colocándolas a la izquierda, de la línea de infantería, en un bajo pliegue del terreno; mientras tanto, el enemigo avanzaba sobre nuestras posiciones, y los tres batallones bolivianos Tarija, Viedma y 2. de Línea se hallaban a la vanguardia de muestras baterías, desplegados en guerrillas y esperando al momento del ataque.
Sigue el relato, ahora desde la perspectiva chilena: “Inmediatamente entró en combate la primera línea en protección del Valparaíso, que siguió avanzando con ella. Más como se notara, por el fuego del enemigo oculto, que teníamos a nuestro frente fuerzas muy considerables y que se prolongaba su línea, siempre oculta, hacia nuestra derecha y podía flanquearnos, hubo que atender a esto haciendo que los batallones de segunda línea entraran en la de combate, corriendo así el riesgo de quedar sin ningún apoyo nuestra división, pues la reserva estaba muy distante y no podía protegernos antes de dos horas.
Comprometida así toda nuestra fuerza a la vez y teniendo a nuestro frente en magníficas posiciones a una gran parte del ejército boliviano, la lucha se hizo desesperada, nuestros soldados no se detenían a observar las posiciones del enemigo sino que avanzaban a la voz de sus jefes y oficiales. Se había trabado un duelo a muerte, se combatía a 40 metros de distancia. En estos momentos y en tan difícil situación faltan las municiones.




Desde el lado peruano, Florencio Marmol relata: “Me dirigí al costado izquierdo y me coloqué en la fila exterior del batallón Sucre, 2° de línea, sin otra intención que la de exponerme como todos, pero no para desempeñar un papel activo, absolutamente imposible en el estado de mi salud y la extenuación de mis fuerzas. En aquel hervidero de balas, peor que tostadera, como decían los bolivianos, parecía imposible que un solo hombre pudiera salvarse ileso. Las balas cruzaban sin cesar, silbando al oído, o picaban al frente, a los costados, a retaguardia, levantando cada una su grano de arena para formar esa espesa nube que por todas partes nos rodeaba confundida con el humo.

Mientras la división Barceló…..Cerca de un cuarto para las 11 de la mañana, con un total de 2.181 plazas la Segunda División Chilena, “tan pronto divisa al Valparaíso empeñado en acción, ordena que los cuerpos dispersen sus compañías hasta cubrir todo el frente de los aliados (las tropas bajo el mando de Castro Pinto) y avanza desplegado, en guerrilla. Hace avanzar su línea “a saltos cortos, sin precipitación, para no cansar a la tropa, con fuego lento y apuntando bien, economizando cartuchos para la embestida final.”
Como a la media hora de empeño, más o menos, Barceló hace tocar alto la marcha, quiere dar un respiro a la gente agobiada por el avance en el médano y un sol abrasador. Sin embargo, aunque el Atacama y Santiago hacen alto y se ocultan, el Segundo de Línea sigue en su avance.
La desobediencia la cuenta Estanislao del Canto, quien estaba a cargo de esa unidad: nuestro General ordenó desplegar al frente a las compañías guerrilleras, que siguieron avanzando y trabaron combate con las guerrillas del enemigo….el Jefe de la II División ordenó por medio de la corneta hacer alto y romper fuego, cuando nuestra línea estaba a trescientos metros de la línea de guerrilla. Allí del Canto, quien comandaba el 2° de línea, desobedece la orden para no disparar sobre sus propios soldados. La unidad sigue avanzando hasta alcanzar las posiciones de la guerrilla y a ahí rompe fuego, y sigue avanzando hasta chocar con las tropas peruanas, junto con la compañía en guerrilla. Las tropas no obedecían a las sucesivas órdenes a través de los sonidos de las cornetas, por lo que decide ordenar al ataque. Rememora el veterano del Canto: “Era de ver esa tropa que, enloquecida, lanzaba el mas estruendoso chivateo, tiraba sus quepis al aire y emprendía la carga al trote hasta llegar al atrincheramiento, que consistía en grandes hoyos de tres o cuatro metros de diámetro y de más de un metro de profundidad, colocados en forma de pozos de lobo. Allí se dejó caer la tropa y rompió rápidamente el fuego. Los enemigos nos rodearon por todas partes, pero no se acercaban a menor distancia de 50 a 60 metros. Manda luego a dos ayudantes para informar de su situación y el mismo encargo a los oficiales que heridos son enviados a retaguardia.
Esto obliga a seguir tal avance, ante la posibilidad del “aniquilamiento del y del claro que se formaría en la línea de combate. La ceja del cerro estaba cerca y Canto quería conquistarla.
Cuenta en su parte de guerra Lisandro Orrego, quien durante la batalla quedó a cargo del Santiago, que a un kilómetro de distancia, los aliados empezaron “a cañonearnos…, sin hacernos ninguna baja; y continuamos avanzando bajo sus fuegos hasta la distancia de 800 metros en que rompieron sobre nosotros sus fuegos de fusilería; y no contestamos hasta que llegamos a 400 metros de los contrarios.
En ese momento, nuestras guerrillas se replegaron al resto del regimiento, y éste siguió avanzando constantemente a paso de ataque a paso de ataque sobre el enemigo que se reforzaba cada vez más, y que no tardó en hacer grandes claros en nuestras filas. El teniente coronel León cayó de los primeros herido en ambos brazos, y le sucedió en el mando el mayor Silva Arriagada, que con gran denuedo recorría la línea, y que recibió cuatro balazos, quedando fuera de combate y muriendo pocas horas después. Y asume Orrego, siendo que en “esos mismos instantes nuestras municiones se agotaban, y algunos de los míos agotaban sus fuegos por esta causa.

La segunda División o División Barceló converge hacia el centro de la línea aliada, comandado por el coronel boliviano Castro Pinto. La derecha aliada en principio no sufre ataque alguno, lo que permite vaciarla en favor de la izquierda


[1] El ataque nocturno es una operación sumamente complicada, precisamente por la oscuridad, lo que se verá también cuando terminada la batalla de Chorrillos, los peruanos pretendan hacer lo mismo.
[2] Este fenómeno se presentó en la Batalla de Dolores, en el Coquimbo, que tenía dotación de Gras. Se repitió después en Los Ángeles, en el Atacama, que había cambiado Comblain por Gras en Pisagua, con favorable resultado.
[3] Memorias de Norberto Polo, Oruro 1902

[4] Auxiliares femeninas, normalmente cónyuges o parejas de los soldados que iban a la guerra
[5] Recuerdos de Viaje y Guerra
[6] Diario de campaña. Todas las citas que se hacen de él provienen del mismo texto
[7] Estando dentro de los alcances de todas las piezas, los chilenos llevan ventaja en su número: 6 Fontecilla, 10 Frías, 11 Fuentes y 10 Salvo, en total 37 piezas. Los aliados con 19 a lo que suman cuatro ametralladoras: 5 piezas en la derecha del coronel Flores; tres en el centro, de los comandantes Palacios y Camacho; y once en la izquierda, del comandante Pando y coronel Panizo.
[8] Del parte de batalla del Batallón Padilla, expedido en La Paz, en Junio 18 de 1880
[9] PARTE DEL COMANDANTE DE LA DIVISIÓN CORONEL OROZIMBO BARBOSA. Tacna, junio 1° de 1880.

[10] llamados los “Huacaches” del nombre de un pájaro.
[11] El Esmeralda, a diferencia de los otros cuerpos sólo llevaba 100 tiros por hombre. Los demás 130.
[12] Parte del coronel Holley, a cargo del Esmeralda.
[13] Machuca, Francisco Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, tomo II
[14] Los oficiales, en esa época, iban al frente de sus tropas o al menos las acompañaban en la primera línea, con su sangre fría y exposición al fuego del enemigo, cada oficial se ganaba su autoridad con cada gota de sangre que perdía.
[15] Machuca, Francisco Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, tomo II

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