El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 19 de abril de 2018

LA SIERRA CENTRAL. 1882 (XIII)


Segunda marcha. De Tarma a La Oroya: Salir de la ciudad no fue sencillo porque es una población tan estrecha y con una sola salida, por la Portada, dejaba, por lo tanto, un solo camino de tránsito. Por lo demás se imaginaba al Ejército del Centro del Perú rodeando Tarma, para aniquilar a la división ya de hambre si es que la cercaba o en tránsito si es que salía. Para lograr el secretismo absoluto que necesitaba la operación, Del Canto optó por una estratagema, hizo circular entre los oficiales y tropas la disposición de mantenerse varios días más en el pueblo. En el plan caen los espías peruanos que transmiten la información a Cáceres. Dirá un peruano que los invasores “hacían creer que permanecerían aquí por mucho tiempo aún y que esperaban al ejército peruano para batirlo. La situación se hacía desesperante. (Incluso) coronaron algunas alturas con sus piezas de artillería, como si se preparasen para un combate lo que no dejó de ser una medida estratégica[1] El pueblo además estaba lleno de rumores como los vistos más arriba.
El 17 en la tarde se sitúa una guerrilla en el otero de Acobamba, a 12 km de Tarma, para cortar las comunicaciones con el Pasco y aislar completamente al Tercero de Línea. Además la segunda división del Ejército del Centro, más la columna de guerrilleros de San Jerónimo y una indiada de varios miles se sitúa a lo largo del camino que va de Chicla a la Oroya, una senda que deja el paso de un hombre a caballo a la vez y que corre por 36 kilómetros y que asciende de Tarma a Oroya.
PLAZA DE TARMA
Para evitar que los oficiales hablaran, una fuente predilecta del espionaje peruano frente al descuido de los que conversaban en cafés, locales y comercios o simplemente en plazas y calles, del Canto da órdenes que después de la retreta  a las 7 PM que nadie salga de los cuarteles y los oficiales que duermen fuera se presenten antes de esa hora y se queden dentro y preservarse de conversar con cualquier peruano. Además citó a cada oficial superior y le indicó individualmente que les iba a dar una misión secreta. Así fue actuando con todos los jefes de batallones, y los citaba a cada cual para la misma hora (también en secreto) para comunicarle cuál sería su función.
 A la hora señalada empezaron a llegar sorprendiéndose que todos llegaran, hasta que uno señaló cuál era el motivo de su presencia, lo que repitió el resto. En ese momento del Canto les indicó cuál era la verdadera razón verdadera de la reunión y era la evacuación de la plaza y la marcha en dirección a Oroya.
Respecto de los heridos y enfermos, realiza otra pantomima y llama al jefe de sanidad y le ordena preparar a los enfermos (hay tres hospitales, uno para heridos otro para tuberculosos y otro para variolosos) para trasladarlos a tres nuevos establecimientos que ha hecho ubicar por los médicos y para seguridad de la población y la tropa que el cambio se hiciera a las 12 de la noche. Aun con la protesta de todo el cuerpo médico, del Canto insiste. Todo debe quedar empaquetado para el traslado y las camillas listas. Nada debía quedar en los hospitales.
Después de la reunión, en el caso del Lautaro, su jefe, Eulogio Romero, citó a los jefes de compañía, y procede a dar las órdenes: “sin toques de corneta y guardando el mayor silencio,…,preparen sus compañías para salir dentro de una hora. Deben llevar a sus enfermos y a todo el equipo. La marcha y todas las órdenes deben transmitirse a la voz y evitando gritar”. La nueva marcha se inició en nuevos rumores, pensando algunos que iban a realizar un ataque sorpresa sobre Cáceres, otros que se había elegido al Lautaro para irse con los heridos rumbo a Chicla.
La retirada empezó a las 10 de la noche del día 17. Para mantener la reserva por la retirada, las unidades empezaron a salir de a poco, primero concentrándose en la plaza mayor, en horarios diferentes, para evitar las aglomeraciones, en calles tan estrechas. Los peruanos tarmeños creen que pretende hacer una salida nocturna contra las tropas de Cáceres. los diferentes batallones salieron de sus cuarteles, acampando en la plaza principal, completamente equipados, sin que se supiese el motivo…; pues los chilenos habían hecho correr la voz de que no desocuparían la plaza tan pronto.
VISION PANORÁMICA DE TARMA
El Segundo de Línea va en la vanguardia. Y con órdenes especiales: si los peruanos atacaban el batallón debía dividirse en dos y escalar uno cada lado y limpiar la cordillera a la bayoneta para mantener el sigilo de la operación. El Santiago va como retaguardia, siendo acompañado por numerosos civiles por lo que se produce una seria aglomeración con toda la carga que llevan. “Como el camino es mui quebrado i estrecho, costó un inmenso trabajo el acondicionar nuestros enfermos i heridos, que en camillas se conducían desde Huancayo. Era aquello mui difícil de arreglar por ser de noche (sic)”[2]
Como cuenta un testigo, para fortuna de los chilenos, hasta los borricos obedecieron la consigna y no se les oyó durante el paso. Cierra la columna el Carabineros y con él va del Canto. Nadie queda atrás. Además la columna lleva consigo varios civiles que huyen de posibles venganzas, especialmente chinos y algunos extranjeros, se calcula su número en 500.
La partida de los chilenos de Tarma es vista así por los peruanos: Por la noche, Varios vecinos fueron amenazados por el Jefe de la plaza, entre ellos los señores Santa María, por sospechosos de estar en comunicación con los montoneros[3]. El 17, las amenazas se hicieron extensivas a toda la población, porque hasta las 3 P.M. el ejército chileno no tenía otros víveres que carne y sal. Se convocó una reunión de notables del lugar para recoger la provisión necesaria al ejército.
Por el lado chileno, en cambio, en el camino los toma primero la lluvia y luego una nevada a medida que van ascendiendo hacia La Oroya.
Arturo Benavides, el oficial del Lautaro, dirá años más tarde, recordando esa marcha: “…nos internamos por una angosta quebrada formada por altísimos cerros, parte como cortados a pique. Una espesa neblina sólo permitía ver a corta distancia…el frío era muy intenso… Cuando comenzó a aclarar pudimos darnos cuenta del paraje…los cerros serían de trescientos o más metros de altura, y tan pendientes que en parte parecían gigantescas y deterioradas murallas, colocadas de forma irregular para delinear con ellas una dilatada avenida de cuarenta a cincuenta metros de ancho y en ciertas partes, como mucho, de cien”. A los 18 km se anuncia la muerte de un soldado que tenía viruela y se hace un pequeño alto para enterrarlo y seguir, usando los yagatanes para ese propósito.
Con la luz del sol, que rápidamente disipa la neblina protectora, también aparecieron los montoneros que empezaron a lanzar las galgas (rocas) contra la columna en el fondo de la quebrada. Pero el arma predilecta de los serranos no producen más que algunos contusos. A las 6 30 alcanzan las alturas de Oroya donde el Segundo de Línea se divide y toma cada lado del camino que concluye.
A la luz del amanecer la columna chilena se encuentra disgregada. “El personal de las unidades y de las distintas armas estaba esparcidos en pequeños grupos, mezclados los individuos de caballería con infantes y artilleros; no habría podido decirse  cuál era el 2°, ni el Chacabuco ni el Lautaro. Los jefes ordenaron alto y pasaron largas horas antes de reconstituir los esparcidos batallones
Y respecto de los heridos, “nadie tuvo tiempo de dormir, los soldados que venían cargando los enfermos se hallaban muy cansados… Varios (enfermos) han muerto, uno por la nevada que los entumió y otros por herida o enfermedad. Los pobres se hallaban sin comer, pues en el camino no había como proporcionarles ningún alimento. De modo que en esta jornada tenemos que lamentar muchas vidas, y todavía nos queda la cordillera!...hemos alojado a toda intemperie , y nos ha llovido toda la noche. Los soldados vienen con los hombros hinchados con el peso de las camillas y de los enfermos[4] El costo: cinco enfermos muertos y siete camilleros indígenas.
La columna se demora en su proceso de salida de la estrecha vía, tiene un largo de más de 10 km de punta a punta. Salen de la quebrada y se detienen por un par de horas en Mollobamba que estaba deshabitado. La lluvia es reemplazada por nieve, lo que hacía el camino, cuesta arriba, más pesado. Como los soldados no pudieron dormir por la marcha esta se hizo lenta y recién a las 10 30 PM del día 18 llegó a La Oroya. En el camino quedan varios soldados muertos de congelamiento que se habían quedado rezagados y también algunos chinos que iban con la tropa. De los heridos y enfermos en camillas perecen siete en total, “Las camillas de los enfermos venían blancas, como una sábana. Varios de éstos han muerto…. Los pobres se encontraban sin comer, pues en el camino no había como proporcionarles ningún alimento[5] El teniente Benavides Santos recordará “Esa marcha que a todos nos traía tan fatigados, pero que para los enfermos constituía un verdadero martirio…para enloquecer…Las filas se desorganizaron, pero la gran mayoría marchaba con sus oficiales a la cabeza, con relativo orden. Sólo los mas fuertes o impacientes, se adelantaban, y otros pocos, más débiles o agotados se retrasaban…”[6]. A las camillas había que quitarles constantemente la nieve.
A media tarde llegan, al menos el Lautaro, a la Oroya, esperando encontrar el rancho listo para ser servido. Sólo había carne cocida, en un caldo donde sólo iba la sal, ni papas, ni arroz ni trigo, vituallas hace tiempo desaparecida de la dieta del chileno. Al anochecer, cuando caía el frío, reparten el caldo con un trozo de carne cocida. Y ahora a pasar la noche, “nos amontonamos en las casitas y los galpones que había, revuelta la tropa con los oficiales, para guarecernos de la menuda nieve que caía sin cesar…[7] Y así pasarían dos días.

Cáceres en Tarma: Mientras tanto en Tarma (el 18 de julio en la mañana) las campanas de la iglesia echadas al vuelo, despertaron a los atemorizados habitantes de la ciudad, anunciando algo grave. En un momento, la plaza y calles fueron invadidas por un inmenso gentío. Una grata noticia corría de boca en boca: ¡Los chilenos se habían ido!... Los balcones, ventanas y puertas se engalanaron con banderas peruanas, como por encanto. La alegría se manifestaba en todos los semblantes.
BANDERA DEL CHACABUCO
El doctor Dianderas, presidiendo una comisión de notables, salió al encuentro del General (Cáceres) a manifestarle que la ciudad esperaba con ansiedad su entrada (portando una bandera blanca)…. Esta comisión regresó a las 11 P.M. con la noticia, hasta entonces ignorada, de que todo el ejército peruano estaba a las puertas de Tarma….En una altura se colocó una bandera blanca para llamar la atención de los guerrilleros que dominaban las cimas de los cerros.
El ejército del Centro estaba acampado en Tarmatambo hacía tres días. El General Cáceres había dispuesto atacar las fuerzas chilenas en la mañana del mismo día 18. En el día y noche anterior el tiempo había cambiado; durante algunas horas una fuerte lluvia cayó sobre la población y puntos inmediatos, y en la noche una espesa neblina envolvió la quebrada y los cerros con sus densos vapores. Esa fue la salvación del ejército chileno que, aprovechándose de esta circunstancia, tomó el camino de La Oroya, siendo imposible notar su retirada….
Se llevaron preso al señor Zapatel, alcalde municipal, por sospechas de estar en relaciones con los montoneros, amenazándolo con pasarlo por las armas al primer tiro que sobre ellos se disparase. He ahí el que las personas más pudientes estuviesen en comunicación con los jefes de los guerrilleros[8]…. los señores Zapatel, Medina, Peralta, Moya y otros.
…A las 4 P.M. el General Cáceres, seguido de su Estado Mayor, entraba a esta ciudad en medio de entusiastas vivas y rodeado por una comitiva de los notables del lugar que salieron a recibirlo. Varios grupos de niñas, vestidas de blanco, le obsequiaron coronas de laureles adornadas con cintas de color del pabellón nacional, a nombre de las matronas y doncellas de Tarma. De los balcones, las encantadoras hijas de esta ciudad rociaban a los vencedores con olorosas misturas, manifestando su gratitud y simpatía….Poco después comenzó a desfilar el ejército por las calles que bajan de la portada a la plaza principal, siendo saludado, en su trayecto a los cuarteles que le habían sido destinados, por todo el pueblo. La canción nacional, ejecutada por las bandas del ejército, llenaba todos los corazones de júbilo, haciendo brotar en todos los ojos lágrimas de alegría…. [9].

Y la división del Canto: El 18, estando ya en la Oroya, del Canto recibe un telegrama por el que desde Lima se ordenaba la concentración de todas las tropas en la línea de la Oroya y que diera el destino de Chicla a las tropas de Gutiérrez (Tercero de Línea), cubriendo las guarniciones en Pachachaca y Morococha, las que luego serán relevadas por otras unidades frescas. Pero del Tercero no se tiene noticia alguna. Y que se le remitan a todos los enfermos o heridos con los animales y caballería que pueda disponer, dejando las camillas a aquellos que estén imposibilitados de cualquier movimiento. Del Canto envía una tropa del Carabineros para que desde Junín traiga a la grupa a la guarnición de esa población, quienes llegarían sin novedad a Tarma, y al mismo tiempo que manda un propio (mensajero) a Cerro Pasco, donde está Gutiérrez y el Tercero de Línea.
Del Canto pide aclaración del mensaje del 16 de julio en cuanto si es que debe abandonar la Oroya, Saco, Pachachaca y Morococha y repartir las fuerzas en la línea férrea desde Casapalca para Lima o debe permanecer en ese punto (Oroya).
Aprovecha de informar la escasez de comida, medicamentos incluso para los animales, a los que se da la paja que hay en los techos de las casas y las maderas que se sacan del mismo lugar para poder armar fuegos por falta de otra fuente.
El 19 informa que “en la Oroya estaba el ejército sin víveres, sin forrajes para la caballería i mulas de la artillería, sin combustibles i alojados en pampa rasa, soportando los rigores de lluvia y nieve[10] Aunque la tropa tiene animales para su alimentación no hay más, ni verduras ni frutas, por lo que ordena tomar lo que haya enviado desde Lima, incluso si son particulares. Además decide enviar a los enfermos, 480 en total, de los que 72 van en camillas, hasta Chicla, acompañada con una compañía de cada unidad para que  guarden y ayuden al transporte de la caravana, en total 1.013 hombres. Ante la falta de alimentos manda algunas mulas también al mismo punto para que se las retornen con alimentos para los que aún permanecen en la Oroya. Además no hay suficiente espacio en la Oroya “y como este caserío se componía apenas de algunos malos ranchos, hubo que buscar ese mismo día lugares convenientes para la distribución de la tropa” por lo que el Segundo de Línea y carabineros pasan el puente y se dirigen a Saco donde toman cuartel. El resto se acomoda como puede en La Oroya revueltos oficiales y tropa, escapando del frío del invierno serrano.
No tiene noticias de Cáceres porque desde Huancayo a Tarma sólo ha sufrido ataques de montoneras y no del Ejército del Centro del Perú. Si es que llegara a atacar la Oroya tiene 1.938 plazas aunque algo corta de munición, la mayoría sólo con 100 tiros por soldado y algunos sólo 80 (como el Lautaro). Y tanto en ese pueblo como en Pachachaca no hay habitante alguno, todos huyeron. La tropa sólo tiene carne de vacuno y un quintal de sal para todo el personal.
La única razón que le obliga a permanecer allí es esperar a Gutierrez con el Tercero de Línea. Dice textualmente. “El combate que aquí tenemos no es contra enemigos sino contra los elementos que nos asedian bajos todos aspectos” La situación se empieza a volver desesperada, a  tal punto que no quedará sino retirarse hacia Chicla si no hay alimentos en camino, tanto para los soldados como para los animales y a que se traigan refuerzos que reemplacen a los enfermos y las tropas enviadas para protegerles. Mantener fuertes guarniciones en Pachachaca y Morococha es irrealizable porque en el primero no hay recursos y en el segundo, de haberlo, se agotarían en corto tiempo. Aún así ha enviado al Segundo de Linea a Pachachaca y una compañía del mismo a Morococha; y al Santiago a Saco, mientras reparte la caballería en todos esos puntos, para que se intenten mantener ese día y el siguiente. Incluso invita a Lynch para que se tome la molestia de ir al lugar a cerciorarse que no son exageraciones las que relata.


La respuesta de Gana es que no desespere que le envíe todos los animales de caballería para organizar convoyes de suministros hacia La Oroya desde Chicla. Que se deshaga de toda mujer y niño y civil y que los envíe para ser llevados a Lima. Que asimismo se deshaga de todo animal que no sea útil para economizar forraje. Pero le advierte que no se abandonará la línea que sostiene en ese momento. A lo que responde del Canto que ya tiene 134 enfermos nuevos entre el 19 y 20 por las condiciones en que se encuentra la tropa, que los enfermos variolosos los envía a Morococha para que desde ahí marchen a Chicla y como el Tercero no llega sólo le queda dejar una pequeña guarnición para que le espera mientras lo que resta de la división retrocede a Chicla por refugio y alimentación.

El 19 de julio recibe el mensaje enviado el 17 por Lynch en el que este último enterado de lo ocurrido en Marcavalle, Huancayo y Concepción (comunicación del 14 enviada por del Canto) y procede a llamarle la atención por no solicitar municiones con la debida anticipación ni proveer de animales de carga para  que trasladaran en convoyes protegidos las municiones y los alimentos que tanto requiere.

El 21 de julio (las que recibe al día siguiente del Canto), Lynch envía las siguientes instrucciones:
a.    replegarse inmediatamente a Chicla, para este propósito la división se dividirá en dos grupos, haciéndolos salir con uno o dos días de diferencias, para evitar aglomeraciones en el enclave ferroviario cuando lleguen.
b.    Llegado a La Oroya el Tercero de Línea, se remitan cajas y papeles de todas las unidades, debidamente custodiadas hasta Chicla
c.    Tomar todas las medidas necesarias para evitar el cansancio de las tropas en las marchas hacia Chicla.
d.    Cruzado el último soldado chileno, destruir el puente de La Oroya
e.    Llegado del Canto a Chicla avisará de inmediato y entregará el mando al coronel Martiniano Urriola

Estando allí no se tenían aún noticias del Tercero de Línea, lo que hacía pensar lo peor.
PUENTE VERRUGAS
El 20 mismo en Saco, que es un cacerío, se instalan el Santiago, dos piezas de artillería y un escuadrón de Carabineros, mientas esperan la llegada del Tercero de Línea. Allí, dice el oficial incógnito, “Estamos nada mas que a ración de carne. Para mañana no tenemos sal i de Lima nada se nos manda. Hoi hemos tenido que dibujar para proporcionarnos leña. Aquí no la hai, si no se saca de las maderas de las casas; pero como continúa lloviendo i nevando, hai necesidad de ellas para el abrigo de la tropa. Día a día vamos teniendo enfermos  de la peste, por efecto del poco abrigo… Carecemos hasta de pasto para los caballos para los caballos, porque la helada todo lo ha secado.

Combate de San Bartolomé: El 23 de julio la primera compañía del Buin situada en San Bartolomé, a cargo del capitán Nicanor Donoso, estableciendo el coronel Gana, como Jefe de Estado Mayor, le había entregado la misión de proteger siempre con un piquete de soldados, 25 en total y en caso de ataque dejar al menos 14, el puente ferrocarrilero de Verrugas. Este es un viaducto a 120 metros de altura sobre el río. Hecho de hierro consta de una superestructura hecha con grandes maderos de 3 a 6 pulgadas
PUENTE LA OROYA
Los montoneros era sabido que estaban en el sector, pues se les veían en las cumbres y sumaban alrededor de 1.500 y, como siempre, casi todos indiada serrana. El 23 se informa que la línea telegráfica que comunicaban con Chosica y el interior estaba cortada. Son las 5.15 AM Donoso hace salir a su tropa para tomar posiciones en previsión de un ataque y enviado el piquete de protección al puente de Verrugas también era atacado. Donoso y sus hombres toman una altura cuando son atacados con fuego de fusilería desde las alturas cercanas al pueblo de San Bartolomé y por la parte de Cocachacra, cortándole la retirada, y en seguida desde la línea férrea, lo que obliga a los defensores a simplemente mantener el refugio a la espera que el ataque amainara. Pero en cuanto los peruanos salieron de sus posiciones y se hicieron visibles, la respuesta chilena se hizo evidente, matando a unos 40 atacantes, sin precisar el número de heridos los que eran retirados por sus compañeros en cuanto uno caía. El combate se extendió hasta las 3:30 PM. En eso llega la Segunda Compañía del Buin, que provenía de Chosica, como refuerzo, lo que obliga a los montoneros a retirarse por donde vinieron, el puente quedó dañado en sus durmientes, los que habían alcanzado a incendiar en número de 15, paralizando el tráfico de enfermos que venía del interior. Los trenes que venían de Chosica alcanzaron a llegar antes de cruzar el puente, por lo que el primero retrocede hasta Surco para avisar que había combate más adelante. En ese tren iba el coronel Alcérreca, quien desde los cerros que formaban el fondo de la quebrada en el punto que combatían los del Buin, empezó a subir a las cumbres que desocuparan los peruanos cuando avanzó sobre los buines, lo que dejó a los atacantes entre dos fuegos, los que huyen dejando algunos prisioneros que tras un rápido y uro interrogatorio fueron fusilados
A la 1 30 PM desde Lima salía el coronel León García con dos compañías del Buin en dirección a San Bartolomé pero en el camino se enteró que los guerrilleros se movían hacia Chosica, transitando por las alturas, con el fin de aislar a las tropas de San Bartolomé y del interior. Gana se queda con una compañía en Chosica mientras la otra se dirigía a reforzar a Donoso. El propósito final de los montoneros era el puente de Purhuay, al que salió a resguardar, lo que verificó en el primer tren disponible que partió a Chosica a las 2 AM del 24, dejando una guarnición de 50 hombres en ese punto y con el resto se va a San Bartolomé. A esa altura la comunicación telegráfica con Lima estaba arreglada. Y esa misma madrugada del 24 se dirigió hacia el puente de Verrugas  e hizo componer el telégrafo restableciendo la comunicación con el interior. Allí a pesar de la falta de los durmientes de igual manera pudieron pasar los trenes con los enfermos, empleando a los presentes, los de caballería de Alcérreca, un pelotón del Segundo de Línea y otro del Miraflores. El costo para el ocupante chileno era  de cuatro muertos y 10 heridos en total


PUENTE VERRUGAS
El 23 de julio del Canto da orden al Santiago, que se encuentra instalado en Morococho que se traslade a Pachachaca después del almuerzo y al Segundo de Línea con dos piezas de artillería,  que ocupe, tras el almuerzo, Morococho y mantener la vigilancia del camino que lleva a Pachachaca con caballería que se pondrá a su disposición (un piquete de 25). Además ha enviado una partida de caballería para obtener noticias del Tercero de Línea.
Sin que lo sepa del Canto el 23 de julio sale de Tarma, Avelino Cáceres junto a la primera división del Ejército del Centro del Perú y la columna guerrillera de a caballo que operaría como avanzada.
La partida que había enviado por noticias del Tercero de Línea vuelve al día siguiente (24) y le informan que el batallón salió de Cerro Pasco, el día 20 de Julio (la partida de caballería tuvo que abrirse paso a sablazos en más de una ocasión), por lo demás Junín ya está ocupado por los peruanos. Y pide a Urriola (recién designado oficial a cargo de la división en reemplazo de del Canto) que envíe propios (mensajeros) vía Casapalca al camino hacia Cerro Pasco para obtener noticias del Tercero y se les comunique si es que llega a tenerlas, pues espera a esas tropas para retirarse a Chicla y pide forraje para los animales y leña para hacer fuegos.
Ese mismo día le llegan noticias del mismo Gutiérrez, quien ha tomado una ruta equivocada, pero que por fortuna le ha ahorrado cualquier enfrentamiento contra fuerzas peruanas, pasando por las alturas. Ahora del Canto le ordena que si llega a Pachachaca y ahí espere a que se le una el Santiago y Carabineros, para dar algún descanso a su tropa al menos por un día y si tiene enfermos que los traslade por adelantado, como con las mujeres y paisanos.
En Paracacha se ordena la salida del Segundo de Línea y dos piezas de artillería en dirección a Morococha. Y la caballería debe mantener en ese lugar para después formar una división con las dos piezas de artillería que llevaba el Tercero consigo, y junto al Santiago y luego marchen a Chicla. Al llegar a Morococha, Benavides, del Lautaro “me senté en el húmedo suelo y lloré unos momentos sollozando…¡Tal era la desolación que vi!...reaccioné avergonzado…elegí un sitio para que se fueran juntando los soldados a medida que llegaban…preguntaban si había algo que comer y se respondían que nada había ¡Ni para los enfermos!¡Y todos teníamos mucha hambre!...con la madera de los ranchos destechados,…se hacían fogatas y nos acercábamos a ellas para calentarnos. Algunos allegaban los cachuchos y platos de las caramañolas, para calentar agua que bebían sola…y riéndose decían: “está riquísimo el café”” Esa noche la tropa sacrificó la llama que tenía el comandante Robles como mascota, sin que este oficial se enterara más que de su desaparición.
MAPA FISICO DE LA ZONA
El 25 partía el coronel Robles con el Lautaro, el Chacabuco y el Segundo de Línea y diez piezas de artillería, la columna se dirigiría a Chicla desde Morococha.
Como otro ejemplo de las condiciones en que estaba la división del Canto, Guillermo Chaparro, del Segundo de Línea recordará: “el personal de la compañía iba debilitado por la deficiente alimentación y las fatigas. Los enfermos eran atendidos con esmero por los cirujanos, quienes le suministraban religiosamente las medicinas del caso; pero yo no tenía un grano de arroz cocido ni crudo para darles; disponía sí de café y de algunas galletas, carecía enteramente de azúcar y de todo otro artículo alimenticio[11] Y si apenas hay para los chilenos, no queda nada para los porteadores indígenas, que pasan un hambre espantosa.
MARTINIANO URRIOLA
Al iniciar su marcha se desata primero una tormenta eléctrica y luego la nevazón. Los heridos y enfermos tienen que sacar ellos mismos la nieve que les cae. “los indígenas, quienes, extenuados y hambrientos, resbalaban a cada paso. Algunos cayeron exánimes, materialmente imposibilitados para moverse más; allí, entre Pachachaca y Morochoca, quedó el cuarenta por ciento de ellos como caballos reventados en medio de la vía. A media que iban cayendo los hacía revelar por soldados. Algunos enfermos –entre tres o cuatro- murieron antes de las doce… Los demás iban casi expirantes” La marcha se ha atrasado y a las 2 AM los oficiales se dedican a no dejar camillas rezagadas. Las buscan y las cuentan. En ese estado descienden a la planicie de Morococha y marchan junto al lago del mismo nombre para llegar al pie de la cadena montañosa, en un camino ascendente, que les cerraba el paso a Casapalca. En el paso de las tropas, contó Benavides, incluso hubo que atender un parte de la mujer de un sargento, protegiendo al recién nacido. La atendieron en el suelo, cubierto con algunas frazadas,  mientras las demás mujeres la ayudaban.
En vista de las condiciones de su columna opta por detenerse en Morococha y tarda una hora en llegar junto a su compañía y los heridos y enfermos. Soldados, clases, oficiales e indios se esfuerzan en esa tarea. En Morococha, refugiados en los pasillos, hace preparar café caliente y a los que pueden les cambian las ropas completamente mojadas que llevan. Se suman cinco o seis muertos más al día siguiente. Los cuerpos, al carecer de medios para poder enterrarlos, son arrojados al lago, con una piedra al cuello para que permanezcan al fondo. Se envía un propio (mensajero) a Casapalca pidiendo ayuda. Al mediodía aparece una columna de mulas con alimentos. Se envía una patrulla para que deje alguna parte de la carga con ellos. El arriero se niega porque está sujeto a la “guía” que tiene para la entrega. Como no hubo forma de sacarlo en eso lo dejan pasar, pero un par de sargentos con sus corvos hacen sin que se note cortes en los sacos en que van las galletas, que empiezan a caer y dejan un rastro de charqui y galletas, detrás de la columna que sigue. Son recogidas y llevadas a los heridos y enfermos. Pasan la noche allí y en la mañana continúan su ruta, el camino nevado y en ascenso dificulta mucho a los camilleros, varios cayeron al suelo con su carga. Los enfermos y heridos se levantan, como portan su fusil lo usan de muleta para seguir su caminar. Para su fortuna aparece una partida de carabineros que trae a personal de la ambulancia bien abastecido[12].
En el recuerdo de Benavides en Casapalca tampoco encontraron comida y pernoctaron, de nuevo, sobre el suelo húmedo. Al divisar Chicla a media distancia la tropa se ordena en las filas, los gruesos (y salvadores) ponchos de castilla son enrollados y entran a la población en marcha

Cuando ese grupo haya salido, desde Pachachaca irán el Tercero y el Santiago y el Carabineros junto a dos piezas de artillería y ocuparán la villa ya desocupada por el primer grupo. Del Canto abandona la Oroya, esa misma jornada, quemando en su retirada el puente de cimbra y el villorrio. Cuando llegan a Pachachaca a pasar la noche y al día siguiente, el 26, en la mañana salen de él y lo dejan también en llamas. Ese día cae de nuevo la plumilla de nieve. Por la tarde llegan a Morococha, muchos de los que iban en cabalgaduras deben ir desmontados porque los animales están exhaustos. La tropa que avanza, igual que las de Robles en su momento, van sufriendo sin alimento a lo más los animales consiguen la paja que formaba el techo de las viviendas y los hombres fuego destrozando las casas.
MATUCANA
Al día siguiente abandonan Morococha con el mismo comportamiento, queman hasta sus cimientos la población cuando se van en dirección a Chicla.


La breve campaña de Urriola: Enviado hacia La Oroya por orden de Lynch, asume con la tarea de retirarse y practicar una política de tierra arrasada de los pueblos que se vaya retirando por su real (o presunto) apoyo a las montoneras que se mueven por el área. Para la retirada se toma un gran convoy de carros ya que traía las mercaderías de comerciantes que no querían perderla a manos de las montoneras, cerca de 2.000 tropas, gran número de mujeres, unos 1.000 animales de caballadas y más de 250.000 balas.
El tren marchó con una vanguardia que inspeccionaba la línea férrea y una retaguardia igual de fuerte para enfrentar los ataques de la guerrilla. Los ataques se sucedían sin mucho éxito, considerando el esfuerzo realizado, pero tampoco con mucho peligro porque por la posición de los atacantes, los chilenos no podían responder el ataque, por lo que si no había daños se continuaba la marcha. Abraham Quiroz del Tercero de Línea recordaría: “el 3° por tierra y los demás tropas por tren hasta San Mateo. Embarcaron a unos pocos y nosotros nos fuimos por tierra, tocándome a mí ir hasta Matucana. Cuando se movió el convoy, descolgaron unas galgas que felizmente no alcanzaron a caer en los carros. Se siguió después una lluvia terrible de galgas del enemigo y de balas de parte de nosotros. Los cholos estaban posesionados de las alturas hasta llegar a Matucana.
OROYA 1854
Una vez Urriola envía una compañía del Tercero de Línea para alejar a los atacantes quienes rápidamente se retiran y en otra ocasión hizo responder el fuego aunque no hiciera mayor efecto real, pero provocando también la retirada peruana. La columna sigue bajando hasta San Bartolomé, “más para allá no quedaba peligrosa la línea. Se entraba al valle, dejando los cerros de un ladoLlegando a San Bartolo seguimos fácilmente hasta Chosica y poco después a Lima, llegando como a las 8 de la noche[13]

Mientras los peruanos de Cáceres se iban acercando a la Oroya. Su ejército no ha llegado en buenas condiciones y ha perdido personal (enfermedad y deserciones) Desde Tarma, el día 25 de julio Cáceres avanza con la Primera División de su Ejército del Centro, mandada por el coronel Manuel Cáceres y con la columna de caballería del teniente coronel Dorregaray, que operaría como descubierta. Su objetivo era alcanzar a la división chilena situada en La Oroya y batirla. Enterados los chilenos de su aproximación destruyen el puente existente, el único que había, y queman La Oroya. Por lo que el Brujo de los Andes da vuelta y se contenta con el control que tiene del departamento.

Como los chilenos iban a dejar constancia de su presencia en el camino se incendiarían numerosos pueblos en el camino a medida que fueron abandonándolos: Casapalca, Chicla, San Mateo, Tambo de Viso, Surco, Matucana, San Bartolomé y Cocachacra, negando cualquier refugio a sus poblaciones y las montoneras que apoyaban. Unos 4.500 habitantes perdieron sus hogares y no sería raro que se les saqueara antes. En total la campaña costó 3 muertos y 23 heridos, todos ellos del Miraflores.
El 31 de julio llegan los restos de la división a Chosica con el Tercero de Línea, Santiago y Miraflores. Bajando a Lima los dos primeros batallones. Con eso terminaba la campaña por ese año.


CARAVANA
El 7 de agosto el jefe del ejército del centro (chileno) abandona Chicla, pero al pasar por una quebrada honda rodeada de alturas, es atacado por las guerrillas peruanas atacándolos con galgas y fusilería, lo que ha costado 3 muertos y 23 heridos del Miraflores


En Lima: Para el soldado Marco Ibarra y sus compañeros del Segundo de Línea, en Chilca están “Esperando que llegara el tren de Lima que nos traía camisas y calzoncillos. El 3 (de agosto) llegó el tren con las camisas y los calzoncillos, el mismo día nos repartieron las camisas y los calzoncillos, y al día siguiente nos dieron orden para que nos aseáramos y el pelo cortado y afeitados y un aseo esmerado para poder llegar a la capital de Lima, para que no nos pongan nombres los peruanos, que veníamos llegando tan rotosos.
El día 5 nos dieron órdenes que ese día indicado partía. El segundo de Línea principió a embarcarse a las 8 A. M. y el tren partió a las 8:30, en dirección a Lima y llegamos a la estación, habían varios jefes y oficiales del ejército chileno, esperando la División Canto y también dos bandas de música una Artillería Nº 1 y la otra del Batallón Esmeralda 7º de Línea y tocaban dianas y marchas marciales…el tren llegó, y ordenaron bajarse a las tropas de los vagones, y mi padre le preguntó a mi Capitán Domingo Solar de la 6º Compañía, si venía Marcos Ibarra Díaz, el Capitán les contestó, ahí viene bajando del vagón. Al ver que era su hijo, mi padre corrió a abrazarme y mi madre también corrió a abrazarme, ‘hijo mío, de mis entrañas, yo creía que te habían muerto en el Combate de Pucará’ y se puso a llorar, yo le dije ‘no llores madre, con el favor de Dios y la virgen estamos todavía con vida y salud. Dios querrá que termine pronto la guerra’, y luego el Corneta tocó derecha y redoblado y el 2º de Línea, seguimos la marcha por columna y pasamos por el frente del Palacio de los Virreyes, donde estaba mi General Patricio Lynch y el Estado Mayor y seguimos marchando a nuestro cuartel de la exposición y llegamos a las 6:30 P. M. donde nos esperaban con empanadas y comidas, vinos, y enseguida nos dieron un descanso y a dormir
y al otro día nos llevaron a bañarnos a una laguna que hay en la estación y nos cambiamos de ropa interior, y terno de paño gris y medias botas vayas nuevas, y además botar los piojos que traíamos en la ropa
.”
La mascota del batallón Lautaro, un perro quiltro, de nombre homónimo, los soldados y clases lo ascendieron a cabo primero y le impusieron la jineta al llegar a Lima


ESTACION DESCALZOS DE LIMA. ENTRADA Y SALIDA
PARA LA SIERRA PERUANA
El total de las bajas que se tuvo en la campaña (febrero a julio) por parte de la división del Canto que los eleva a 534, de ellos 154 cayeron en combate (la mayoría en julio, en Pucará y en Concepción), 277 murieron por enfermedad y 103 desertores. A lo que agrega 7 oficiales que murieron en combate, y otro que murió de enfermedad junto a un cirujano y un farmacéutico, los tres muertos en el hospital de Huancayo.


[1] M. F. Horta Correspondencia a El Eco de Junín del 26 de agosto de 1882
[2] Carta anónima de un oficial chileno, en Ahumada Tomo VII, página 218
[3] En verdad no andaban descaminados los chilenos
[4] Carta anónima de un oficial chileno del batallón Santiago, publicada en Ahumada Tomo VII, página 218
[5] Carta anónima de un oficial chileno, en Ahumada Tomo VII, página 218
[6] Benavides Santos, Arturo Seis años de vacaciones, página 194-195
[7] Idem, página 195
[8] Un indio de nombre Cecilio Simaymanca, pongo de la hacienda Maco, traía comunicaciones para el señor Daniel Zapatel; pero sabiendo que estaba el grueso del ejército enemigo en Tarma, las ocultó. Capturado por los chilenos, se negó a entregarlas, diciendo que no sabía donde las había dejado. A pesar de que por tres veces se le sometió a un suplicio cruel, se mantuvo firme en su propósito sin entregarles las comunicaciones que se le pedían… Al fin consiguió, en la noche del 18, evadirse del lugar donde estaba preso, encaminándose en busca del sitio donde estaban ocultas las comunicaciones, regresando a entregarlas a las personas a quienes venían dirigidas.
[9] M. F. Horta Correspondencia a El Eco de Junín del 26 de agosto de 1882

[10] Parte de la campaña de Estanislado del Canto, de 30 de julio, en Ahumada Tomo VII página 216
[11] Chaparro W., Guillermos. Recuerdos de la guerra del Pacífico. En Cuaderno de Historia Militar N° 3 (2007). En https://www.ejercito.cl/archivos/departamento_historia/cuaderno_3.pdf
[12] Chaparro W., Guillermos. Recuerdos de la guerra del Pacífico. En Cuaderno de Historia Militar N° 3 (2007). En https://www.ejercito.cl/archivos/departamento_historia/cuaderno_3.pdf
[13] Abraham Quiroz, carta N° 46