El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 12 de octubre de 2017

EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA (V)

EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA (V)

El desembarco de apoyo: A las 11 h. (del 2 de Noviembre), habiendo recibido órdenes del señor Jeneral en Jefe para dirijirme a Junin, según lo acordado el dia anterior, hice señales al Itata i Magallanes de "seguir mis aguas" i al Angamos de cruzar fuera del puerto, fondeando en aquel surjidero a las 11h 35m. AM. Dirá Erasmo Escala que “la primera división del ejército, compuesta del regimiento 3º de línea, batallón Naval de Valparaíso, dos baterías de montaña y el batallón Valparaíso, embarcada en el Amazonas y en el transporte Itata, se dirige, convoyada por la Magallanes, sobre la caleta de Junín, un poco al sur de Pisagua, donde debía desembarcarse para tomar el camino que debía conducirla al mismo campamento del enemigo, en el cerro de Pisagua, y sorprenderlo allí por la retaguardia.
Vista área de Pisagua
Esta caleta presentaba también muchas dificultades y peligros para el desembarco, pues las olas reventaban con una gran fuerza sobre las rocas de las playas, que pueden parapetar una fuerza insignificante para rechazar a un ejército, por numeroso que fuera, que tratase de desembarcar allí. Felizmente la pequeña guarnición que había, compuesta de unos 30 hombres, huyó a los tres primeros tiros que se le dirigió de a bordo, y pudo efectuarse con toda tranquilidad el desembarco.” Sigue el oficial naval con que a las “11h 35m, el oficial encargado de la división, teniente 1° don Emilio Valverde, pisó en tierra i enarboló el pabellón nacional.”
Relata Dublé Almeyda que acompañó este desembarco: “A Junín llegamos a las 11 a.m. Dos o tres disparos de cañón que desde a bordo se hicieron sobre esta mala caleta, pusieron en fuga a los 30 o 40 soldados que allí estaban de guarnición. Se dio principio al desembarco. El primer chileno que salió a tierra fue el ingeniero don Federico Stuven, soldados del Navales y 3º de Línea desembarcaron en seguida, vivando a Chile, llevando nuestra bandera que fue plantada en tierra…. El único desembarcadero consiste en un angosto golfo de cuarenta metros de ancho entre altos y rocosos cerros, con una constante mala mar, que no permite atracar lanchas ni botes a la orilla, cubierta de piedras, que hacen la playa casi inabordable. Los soldados desde las lanchas y botes saltan a las rocas. Este es el desembarcadero. Ha habido que colocar escalas desde las lanchas a un alto perfil de piedras para que la gente pueda subir con más facilidad.

el área de los combates
…la batalla termina: A las 13:00 ya los bolivianos estaban ascendiendo en retirada hacia Hospicio, donde se situaba su campamento, dejando sus atrincheramientos, perseguidos por los chilenos y a veces devolviendo el fuego y continuando la retirada, pues no se había declarado una huida. En la historia del Atacama se cuenta que “Uno de los oficiales bolivianos prisionero decía que los del “Atacama” parecían leones hambrientos y que su sola presencia paralizaba a sus soldados hasta el punto de que necesitaba a cada momento ser animados para que no emprendiesen la fuga[1]. Y luego, el estampido y los efectos de los disparos de los buques chilenos, los tenían “sonsos”, según la expresión del mismo prisionero, porque no estaban acostumbrados a oír aquellas detonaciones, que los aterrorizaban y confundían. Agregaba que cuando una granada de los gruesos cañones estallaban sobre sus cabezas, les parecía que el cielo se desplomaba sobre ellos. Y luego, cuando los proyectiles chilenos no destrozaban algunos, caía sobre sus cabezas una avalancha de tierra, que casi los sofocaba.
Hay que recorder que las piezas de artillería pesada del Cochrane, con sus granadas que se calculan en 250 mm (9 pulgadas)
Junín
A la 1 PM, dice Recabarren, que ve cómo “se retiraban las fuerzas bolivianas situadas en los cortes de la línea férrea, circunstancia que me obligó a disponer la retirada de los que se batían en la playa; efectuándola…media hora después y por la vía de Junín, única que aun se encontraba expedita y que continué hasta dominar la pampa del Hospicio, de donde me dirigí a la estación de San Roberto….

Ya a las 14 hrs llegan los primeros chilenos a l pampa de Hospicio, tardando en total dos horas para subir la cuesta “De inmediato se izó el pabellón chileno en un poste de telégrafo en Alto Hospicio y la Escuadra chilena suspendió por completo sus fuegos.


…en Junin: Cuenta Dublé Almeyda que “A las 3 p.m. los primeros soldados llegaron a la altiplanicie, ocupando las tropas el gran camino que allí conduce desde la orilla del mar. A las 6 p.m., venciendo toda clase de dificultades, habíamos desembarcado 2.300 hombres. Emprendimos la marcha para atacar por la retaguardia las fuerzas acampadas en la altiplanicie de Pisagua.” En eso llega una orden de Escala: “que la división marche inmediatamente por la pampa del Arenal para atacar el campamento boliviano; que de los 165 hombres de caballería que van en la división, se de la mitad de este número al comandante de ingenieros señor Martínez, para que lleve a efecto las órdenes que ha recibido respecto a los ferrocarriles y telégrafos enemigos; el resto de la tropa de caballería marcha con la división. De los caballos que llevan los soldados de caballería se puede disponer para que monten los jefes. Y, en fin que se cumpla todo con prontitud lo que le ha ordenado de antemano”.

El ferrocarril de Pisagua conquista esencial en Tarapacá




Después de trasmontar las alturas de Junín, (2.070 pies), la división[2] se dirigió por la llanura al lugar de su destino…. Después de avanzar como dos kilómetros por la altiplanicie y ya entrada la noche, nos dividimos para esperar la batería de artillería que había quedado retrasada, detención que nos sirvió de descanso. En esta situación sentimos un fuerte y prolongado temblor, que duró como un minuto. La oscilación de la tierra era tan grande que hallándonos acostados nos movía del lugar que ocupábamos y nos echaba unos contra otros. Incorporada la batería de artillería continuamos la marcha hasta casi encontrar la línea férrea que va al interior, tomando enseguida la dirección al campamento boliviano para atacarlo por la retaguardia. Todos los soldados marchaban silenciosos, pero con entusiasmo de batirse en pocas horas más, soportando con resignación las fatigas de una marcha forzada. No se presentó inconveniente alguno. No hubo un solo rezagado.



Imágenes de Pisagua tras el combate. El incendio
Los heridos: Desde Antofagasta no se había trasladado ninguna de las ambulancias, especies de hospitales de campaña de la época. Las atenciones médicas que se podían dar eran mas bien limitadas. Así lo relata Ruperto Marchant: “desde las tres de la tarde comenzaron a ser atendidos los heridos…. Es necesario haberse hallado en el improvisado hospital de sangre para darse una idea de lo que era aquello (un centener de heridos) tendidos en el suelo sin tener ni agua para lavar las heridas ; muchos de ellos en fuerza de los sufrimientos, pidiendo a gritos la muerte; otros clamando  por algún remedio o alguna bebida repitiéndose…un día y otro día: aquello era para partir el alma”
El cirujano de Guerra Körner contará años más tarde que recién para el 11 de noviembre (¡nueve días después de la batalla!) recién se embarcó desde Antofagasta las ambulancias (hospitals de campaña) Valparaíso y Tercera de Santiago. El 16 de noviembre le tocó el turno a Kórner en el Angamos rumbo a Pisgua para llegar el 18 a Iquique y esa misma mañana a Pisagua. Sin embargo a falta de “embarcaciones para el desembarque, fuimos trasbordados con todo el personal y materiales, en los botes del Angamos, al transporte Itata fondeado vecino a nosotros[3]…..El día 20 desembarcó toda la ambulancia, instalándose en el hospital cuya atención nos fue encomendada.
La flota chilena

Pisagua desde un buque chileno
Atendieron de inmediato a 180 heridos, ya de la batalla de Dolores, trasladando a 150 embarcados en el Copiapó. Este viaje dirá el cirujano “….los ocho días de aquella navegación fueron en realidad muy pesados. La tarea de atender los heridos hacinados en las obscuras y mal ventiladas bodegas del buque, con elementos enteramente insuficientes y con un solo ayudante, fue casi superior a mis fuerzas. [4]


[1] Aunque sea para gloria de los atacameños el comentario, no hay que olvidar que los chilenos que avanzaban no parecían detenerse por nada, aun cuando el fuego de los defensores pretendía impedirlo. Ante ese espectáculo rojo-azul ascendiendo imparable, no es de sorprenderse que los defensores pensaran en retirarse.
[2] Componían la división: una batería de cañones Krupp de montaña, al mando del sargento mayor J. de la C. Salvo, el regimiento 3º de Línea, el Navales, el Valparaíso y 100 hombres de caballería
[3] Reciben la noticia y ven la llegada de la Pilcomayo capturada y las noticias del combate de Dolores
[4] DIARIO DE CAMPAÑA DE UN CIRUJANO DE AMBULANCIA

EL DÍA "D" CHILENO. EL DESEMBARCO EN PISAGUA (IV)

EL DÍA "D" CHILENO. EL DESEMBARCO EN PISAGUA (IV)


El combate en la cabeza de puente: En tierra, seguimos el relato del comandante Santa Cruz, jefe del Zapadores “A las 10 A.M. trescientos hombres de la brigada de Zapadores i una compañía del Batallón Atacama,, mandada ésta por el capitán Soto Aguilar i subteniente Matta, nos dirijimos a Playa Blanca en los botes de la escuadra, logrando desembarcar en medio del nutrido fuego de fusilería que se nos hacía de tierra. Desembarcada la tropa, habiendo tenido nueve bajas, dirijí el ataque sobre las posiciones enemigas. Estas se encontraban distribuidas en tres posiciones ventajosas: la mayor parte estaba atrincherada a inmediaciones de la playa tras parapetos de sacos i peñas de la costa; otra situada a media falda del cerro, se ocultaba en los barrancos, zanjas i camino del ferrocarril. El resto de las fuerzas enemigas, que calculo en un total de novecientos a mil, dominaban la cima del cerro.
Cargan contra las dos primeras posiciones “tanto para proteger el desembarco del resto de nuestras fuerzas, cuanto porque toda tentativa de ascenso habría sido infructuosa den (sic) esa circunstancia. Al efecto se destacaron guerrillas[1] desde la playa que sucesivamente avanzaron hasta las alturas de las segundas posiciones que desalojadas, eran ocupadas por los nuestros i replegándonos podíamos ir flanqueando al enemigo. El grueso de las fuerza, la reservé para atracar las trincheras de la playa.”
“En esta forma i avanzando las guerrillas con todas las precauciones posibles, se desalojó la trinchera de la estación del ferrocarril de donde se nos hizo la mayor resistencia i en varias ocasiones tuvimos que repeler un contra ataque.” Lo que confirman los bolivianos “El general boliviano, Don Pedro Villamil, apostado en el sector sur con sus tropas, nuevamente acosó y empujó el desembarco de los soldados chilenos en tres oportunidades, de manera valiente y decidida. El General boliviano Ezequiel De la Peña arremetió audazmente con sus soldados en contra de los chilenos. La tropa acometió sobre los invasores al grito de: "Perú y Bolivia, unidos para siempre"[2].

EL SEGUNDO DESEMBARCO: A las 11 h. 10 m. un grupo como de 25 hombres de los chilenos alcanza al primer camino de la línea del ferrocarril; en ese momento de todos los buques se oye un estruendoso  ¡Viva Chile! y las bandas de música rompen con la Canción Nacional, y mientras se envían refuerzos, una segunda ascensión por la segunda falda ejecutan nuestros soldados para apoderarse del segundo camino también.
A las 11.30 A.M. relata Santa Cruz, “percibí el segundo desembarque de nuestras tropas. Merced a esta circunstancia pude utilizar la tropa que cubría nuestra retaguardia, pues hasta ese momento teníamos que contrarrestar el fuego en todas direcciones. Con mis fuerzas reunidas di mayor vigor a nuestro ataque.”. Pero no es una ataque en filas cerradas sino que avanzan en guerrilla. Encabezados por sus oficiales se dirige hacia Pisagua y toma por asalto la casona donde se habían parapetado parte de los defensores  “La 2º Compañía de los “Zapadores” va en ayuda de la 1º Compañía, que todavía no ha logrado tomar la casa de la Compañía de Salitre. Pronto fue éste desalojado de allí a punta de bayoneta, huyendo desatado cerro arriba.”[3]
Para Dublé Almeyda, testigo privilegiado, cuenta su vision de los chilenos, llegada la segunda oleada, con nuevas tropas, las que “principiaron a subir el alto cerro que se eleva casi verticalmente cerca del mar. En los distintos caminos y zigzag de la línea férrea, y en los senderos para gente de a pie, el enemigo se hallaba parapetado, y desde allí hacía nutrido fuego sobre nuestros soldados, que subían aquella pendiente, muchos de ellos con su arma sujeta en los dientes por el porta-fusil, pues tenía que hacer uso de las manos en muchos lugares para poder subir. Cuando se cansaban de la ascensión, buscaban un lugar donde pudiesen ocultos hacer fuego, y en seguida continuaban en marcha hasta desalojar al enemigo de sus posiciones. En esta ascensión hubo muchas bajas. Nuestros buques con certeros disparos de sus cañones sobre las trincheras enemigas, contribuyeron a las operaciones de la infantería chilena.”
Cuenta Recabarren que a los chilenos, las tropas aliadas “lograron rechazarlos (la verdad contenerlos), colocándolos en condiciones de no poder renovar el combate en tierra hasta no encontrarse apoyados por considerable número de tropas que habían sido desembarcadas en la playa de Huata, situada una milla al norte, trabándose entonces un recio combate que sostuvimos con buen continente y sin perder nuestras posiciones por espacio de más de cuatro horas, a pesar de estar sufriendo al mismo tiempo un nutridísimo fuego que nos hacían las ametralladoras de los buques y de las lanchas, así como con la artillería de los primeros, que no cesó de disparar un solo instante.
Juan Buendía dirá más tarde que “el terreno que ocupaban nuestras fuerzas era desventajoso: no mide más de 200 metros entre el mar y el escarpado barranco que cierra aquel punto por el costado este, y cuyo camino sólo permite el tránsito de las fuerzas en desfile. Fue sobre aquel pedazo que la escuadra chilena hizo funcionar con prodigiosa rapidez toda su artillería, sus ametralladoras y su fusilería, porque los buques se hallaban a tiro de revólver de la costa. Una nube densa producida por el fuego del enemigo, por el propio y por el incendio que devoraba ya la población y millares de sacos de salitre, envolvía el teatro del combate a los invasores, en tanto que continuaban los tiros dirigidos del mar.”
José Becerra extiende el relato: “Los (chilenos) no volvieron á desembarcar por (playa Blanca), por lo que se opta por seguir con un segundo desembarco, esta vez en la caleta de Huata. Sometido al fuego de la artillería naval ordena que la “1ª Compañía de la Columna Naval situada en el muelle se replegase á la 2ª Compañía, pues que algunas individuos combatientes se habían acercado mostrándome sus rifles chaspot inutilizados y pidiendo permiso para ir al deposito de la Aduana para reemplazarlos, así lo hicieron regresando con otros.
Para los chilenos, la segunda oleada, ahora ubicada a la derecho del primer grupo (Playa Huata), “completó en tierra a los “Zapadores”, “Atacama” Nº1, “Buín” y parte del 2º de Línea. En este viaje iba el Comandante del “Atacama” Nº1, teniente coronel Juan Martínez, y algunos oficiales de esta unidad; el Comandante del “Zapadores”, teniente coronel Santa Cruz y las unidades fundamentales con sus respectivos Comandantes.” Ambos grupos se unen. En Playa Blanca avanzan las Compañías 2º y 4º del “Atacama” Nº1. Entre los oficiales que desembarcan estaban los capitanes José A. Fraga y Félix G. Vilches, que se unieron a sus colegas Ramón Soto Aguilar y Ramón Vallejos, desembarcados en la 1º ola; el teniente Melitón Martínez, hijo del Comandante de la unidad, el teniente Antonio Mario López y el subteniente Rafael Torreblanca.
Ahora dirigidos por su jefe, los del Atacama embisten por Playa Blanca, flanqueando a los defensores. Mientras Santa Cruz y sus Zapadores lo hacen por playa Huata, en medio de gritos. El subteniente Torreblanca, del Atacama, dirige a sus tropas sable y revolver en cada mano “arrastrando en pos de él 60 soldados. Los enemigos abandonaron el puesto sin que pudieran ponerlos al alcance del brazo. El cerro era medanoso, así que llegaron extenuados de fatiga ahí. Después de algunos minutos de descanso y de fuego, Torreblanca asaltó la primera línea del Ferrocarril. Como en todas partes, los bolivianos no los esperaban. Esa tirada fue más larga que la anterior y sólo le acompañaron a Torreblanca, 18 ó 20 soldados.
Estos asaltos son descritos por el corresponsal de El Mercurio de Valparaíso. Al hablar de los soldados del Atacama, “subían como culebras la arenosa cuesta, y después de disparar un tiro medio recostados, principiaban a arrastrarse de nuevo hacia arriba. La mayor parte de los que desde a bordo nos parecían cadaveres, examinados con el anteoj, los veíamos avanzar levantando de cuando en cuando la cabeza para distinguir a sus enemigos…. Vimos un grupo de cinco atacameños,….,que después de posesionarse de la trinchera formada por la primera vía del Ferrocarril, llegaba a la mitad del segundo tramo de la falda, y se batía casi a boca de jarro, contra los enemigos parapetados en esa nueva posición[4] 
“El subteniente Torreblanca aguardó ¼ de hora, a que se le reunieran más soldados, aguantando y contestando el fuego que les hacían los Aliados, desde la carretera, distante 30 metros, sobre sus cabezas. Destaca a un cabo “con 10 hombres para que hicieran desocupar la carretera inferior hacia el lado de la población, desde donde se hacía un vivísimo fuego sobre los botes.” Torreblanca “tras el corte del cerro, pudo observar el aspecto del combate. El desorden era espantoso, los soldados se batían solos. Disparos venían desde “los edificios de la Estación y en la Compañía Salitrera allí vecinos y contiguos.” Con la llegada de Santa Cruz y su táctica de orden disperse progresa major el ataque. El jefe de los Zapadores, llegado en la segunda olada de botes, “ordenó el ataque de aquellas posiciones al toque de corneta; al paso que los “atacameños”, incontenibles en sus bríos y en su empuje de montañeses acostumbrados a escalar los cerros, se lanzaron a la ladera (frente a ellos) iban replegándose los grupos bolivianos hacia las alturas, disputando bravamente cada pulgada de terreno al adversario.”.
Ruinas en Pisagua luego del bombardeo y el desembarco
En la playa, pese al inicial avance fuera de la cabeza de Puente, aún el desembarco presente dificultades, en una lancha que llevaba a unos cincuenta hombres “iba remolcada por la lancha a vapor del Cochrane,….sea por temor a las rompientes o por otra causa, la dejó sin remolque cuando todavía faltaban unos 50 metros para llegar al desembarcadero. Las embravecidas olas arrastraron la lancha hacia las piedras…(la embarcación) quedó montada sobre una roca, bamboleándose al impulse de una Resaca y expuesta a los fuegos del enemigo sin que sus tripulantes pudieran defenderse, porque los fuertes vaivenes (del bote) les impedían apuntar”[5]. Desesperados y ya habiendo perdido 6 muertos y 8 heridos, algunos sobrevivientes se lanzan al mar para llegar nadando a la costa, varios morirían ahogados por el oleaje. El subteniente al mando ordena a los demás que permanezcan a bordo hasta que un bote del transporte Loa se acerca y los rescata para luego depositarlos en la playa.
Torreblanca llega hasta la cúspide, visto por testigos “entre los que iban más adelante y era visible desde a bordo (de los buques)….que señalaba con su espada, a los soldados que le seguían, el punto a que debían disparar, como si se tratara de una simple revista en el campo de maniobras. Martínez (comandante del Atacama) marchó de flanco, entrando en combate de inmediato, provocando el desbande de peruanos y bolivianos que huyeron hacia Alto Hospicio, perseguidos de cerca por “Atacameños” y “Zapadores”. El soldado Bruno Zepeda, es uno de los 5 soldados en llegar a la última trinchera de la cumbre. Se le atribuye al subteniente Rafael Torreblanca, él haber izado la bandera chilena sobre la cumbre del Hospicio.
Estación de Ferrocarril de Pisagua
El rastro de la batalla quedó marcado en el reguero de cuerpos tirados allí donde la muerte los sorprendió. Sigue el relato del corresponsal de El Mercurio porteño: “La parte en que se batió el Atacama estaba cubierta de cadavers de soldados bolivianos (los escasos prisioneros heridos que había, se explicaban porque los del Atacama) necesitaban dejar bien muertos a los enemigos que habían ocupado la ribera porque los cuicos se hacían los muertos y después les disparaban por detrás a mansalva[6] Además del “repaso”[7] hay otra explicación para este fenómeno y es que desde la posición atrincherada de los bolivianos, lo que siempre quedaba al descubierto o era la cabeza o el pecho, lo que provocaba que las heridas fueran mortales en muchos casos.
El avance chileno era apoyado de cerca tanto por la artilleria naval como el fuego de las ametralladoras. “Los disparos de la O’Higgins, dirigidos al ángulo formado por el camino de a pié, donde se parapetaban 2 Compañías bolivianas, fueron espléndidos y produjeron magníficos resultados, introduciendo el pánico y la desmoralización en el enemigo. El Cochrane, por su parte, disparaba contra los enemigos atrincherados en el Fuerte en construcción, situado casi al frente de la ciudad y la Covadonga ponía a raya a los fugitivos, que rehechos, avanzaban de Norte a Sur, por la vía férrea, para apoyar a sus desconcertados compañeros. El Loa, por su parte, lanzó algunos disparos contra los grupos que coronaban la falda Norte, en dirección al Fuerte de ese lado, entre los cuales se encontraba el coronel boliviano Granier. Las tropas bolivianos que habian soportado un fuego pesado por horas provocó los primeros fugados “huyendo atontados cerro arriba o hacia el Norte, después de haber tirado al suelo sus rifles y sus bagajes.” Y la llegada de nuevos refuerzos empuja la derrota, ya sobrepasados. “En estos momentos, el coronel Granier abandonó la ladera situada a continuación del Morro Norte y principió a subir en dirección al campamento (Hospicio), caballero en una mula. Igual actitud tomó Buendia y el general Villamil. También las tropas ubicadas en el mismo Pisagua.
Durante este combate se incendia el salitre surto en el puerto y que estaba para ser embarcado por “una bomba que cayó (cerca de Becerra), y la cual me segó, retrocedí algunos pasos hacia la izquierda, mas otra bomba dirigida casi al mismo punto, (la onda de choque lo arroja a varios metros junto a su auydante)… Era imposible penetrar mas adelante y la fuerza de la 2ª Compañía quedó en aquel puerto. El incendio del salitre crecía y el humo impedía hacer tiros certeros.
En tal situación y hallándose la 1ª Compañía de la Columna Naval en la primera curva del ferrocarril, defendiendo el terreno en unión de dos Compañías Bolivianas que descendieron de Hospicio á ayudar á repeler los invasores, (Becerra) se queda con la 2° compañía. Sigue el oficial naval peruano con que dos compañías del Victoria (boliviano) que descendían de Hospicio tuvieron que quedarse al principiar el camino de cuyo punto hacían un fuego nutrido sobre los enemigos desembarcados en Guata, haciendo fuego hasta las 3.h mas ó menos P.M. que oí tocar retirada dirijiendose la fuerza de mi Columna en retirada. Encontré el pueblo todo incendiado por distintos puntos, hice curar algunos heridos y como se me dijese los enemigos nos seguían muy inmediato, tomé el camino de Junín, por donde me encontré con el Jefe de la Plaza y conseguí llegar á la altura á pesar de algunos tiros de cañon que nos hizo un trasporte que estaba frente al camino. Es en ese momento que se entera del desembarco en Junín y en el peligro de quedar bajo dos fuegos, sigue a Alto Hospicio, rumbo al interior y al desierto. Pisagua ya está perdida.
Vista de la bahía. Aunque de 1905 da una muestra de lo empinada de la pendiente
La persecución chilena sigue hacia Hospicio apoyada por la recién llegada tercera oleada a las 12, llevando al resto del Buin, salvo una de sus compañías. Se reorganizan y amunicionan, logrando un merecido descanso, especialmente los atacameños. Y tambien arriban los primeros cirujanos para atender a los heridos. Pero la batalla no había concluido: “El grupo de más consideración era el formado por 1 Compañía del “Victoria”, parapetada en el ángulo del camino. Pero ya las tropas chilenas, que habían avanzado por la vía férrea, de frente por la falda de la cuesta y por la altura del lado Sur, rodearon a aquel grupo y obligaron a rendirse a los que todavía quedaban con vida. El enemigo oponía ya solo una débil resistencia, casi obligado por los certeros disparos de la O’Higgins, que le barrían el camino.
Mientras en Hospicio, cuenta Becerra,“…la tropa y demás individuos que se hallaban en el Hospicio lo abandonaban por la proximidad del enemigo quemando víveres, peltrechos y pastos, seguí á dominar la cuesta del Arenal para tomar los rieles. Continué mi marcha hasta San Roberto acompañado de muchos individuos del pueblo. Jefe de la Plaza y tropas Bolivianas á la cabeza de sus Jefes y encontré que el tren había conducido hasta ese punto el Batallón “Aroma” con el General Villamil, el que según noticia lo hacían regresar á Jaspampa en donde debía situarse el Cuartel General. Despues, puesto en San Antonio, me encontré con el Jefe de la Plaza, quien me impuso no se llevaba á efecto establecer el Cuartel General en Jazpampa sino en Agua Santa y que debía pasar á ese punto la tropa que quedaba atrás: en tal concepto me determiné á seguir al puerto de Arica….”, terminando para Becerra su participación en la campaña de Tarapacá.
Pisagua en 1890. Vista de la bahía
Terminada la conquista de Pisagua, al tiempo llega el cirujano Víctor Körner Andwandter, quien da cuenta de los efectos del combate y as alto: “(del) pueblo propiamente tal, sólo quedan en pie unos pocos edificios, el Consulado inglés, la Intendencia, la estación del ferrocarril y el hospital, situado éste, muy lejos hacia el norte, completamente separado de la población. Se divisaban aún algunos escombros humeantes y rumas de carbón y de sacos de salitre[8]. El capellan chileno Marchant Pereira contará en sus cartas “durante la noche (del 2 al 3 de Noviembre) el incendio de la ciudad alumbraba la bahía entera….a las nueve un prolongado y recio temblor  vino a completar aquel cuadro de desolación y sangre..(y el 6 de Noviembre) se han sepultado como cien cadáveres; en la imposibilidad de reunirlos ha sido precisodepositarlos donde se les encontraba,a excepción de los que cayeron en el recinto de la ciudad que fueron llevados al cementerio (en cuanto al incendio) aún no se extingue; durante las  noches, el puerto de Pisagua continua alumbrado por los fatídicos resplandores de las enormes pilas de carbón que aún arden como en el primer día.


[1] La brigada de Zapadores fue la primera unidad en instruirse y entrenarse para atacar en formación de guerrilla, o sea de orden abierto, instrucción que practicó posteriormente el batallón Atacama siendo finalmente adoptado por todas las unidades del ejército de operaciones norte. El teniente coronel Santa Cruz fue quien introdujo este moderno sistema de combatir.
[2] Combatientes en la Guerra del Pacífico: Andrea Rioja De Bilbao. Los tres hermanos Garrón en
La Batalla de Tacna http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?pid=S1997-44852015000200004&script=sci_arttext
[3] Machuca, Francisco, op cit
[4] Pelayo, Mauricio y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 49 editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[5] Pelayo, Mauricio y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 50 editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[6] Pelayo, Mauricio y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 51 editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[7] Práctica de la guerra en que el bando vencedor asesinaba normalmente a la bayoneta a los heridos que quedaban en el campo de batalla, mientras iba avanzando. Esa práctica en todo caso no se hacía en los hospitales (ambulancias) de campaña.
[8] DIARIO DE CAMPAÑA DE UN CIRUJANO DE AMBULANCIA

EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA (III)

EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA 


LA ZONA DE DESEMBARCO: “Allí hay 2 pequeñas ensenadas, una llamada Playa Blanca, situada al Sur y la otra, unos 50 metros al Norte de la anterior, separadas por un alto morro de peñas en donde azotan con furia las olas. Dicho morro, quebrado y salpicado de pequeñas cavernas labradas por el mar, cierra ambos desembarcaderos por 2 de sus flancos, mientras las peñas de la ribera y la cuesta casi a pique, los rodean por los demás lados.
La línea del Ferrocarril, que pasa a unos 50 metros sobre la playa, forma allí y en todo su trayecto un magnífico parapeto. Al volver enseguida para faldear el cerro, traza una nueva línea de defensa, que se repite más arriba al torcer de nuevo para tramontar la cuesta.
Fuera de esto, el camino, que partiendo del centro de la población de Pisagua se dirige al campamento, forma en la altura del frente un ángulo que había sido arreglado por el enemigo en forma de trincheras y todos los disparos de estos puestos, unidos a los de la playa, podían converger sobre los 2 estrechos desembarcaderos, en donde apenas puede atracar una lancha y eso a costa de serias dificultades.[1]

LA PRIMERA OLEADA: Los primeros botes avanzan, intentando varios puntos de desembarco, dice Erasmo Escala, pero “en todas ellas se les hizo igual resistencia. Dióse entonces orden a la escuadra de que protegiese esta operación con el fuego de sus cañones, dirigiendo sus tiros hacia todos aquellos lugares desde los cuales se hacía fuego a la tropa nuestra. Las balas y granadas de nuestros buques caían en distintas direcciones en todos aquellos puntos en que el enemigo estaba oculto y se produjo entonces el incendio, tanto en los edificios de la población, como en los depósitos de sacos de salitre y de carbón existentes en varias partes. Esto no detiene a los defensores quienes continúan rechazando el desembarco con la fusilería con que cuentan, hasta que los botes comienzan a “echar a tierra sus tripulantes, teniendo a más que luchar con la pésima condición de los desembarcaderos, en los cuales la ola azotaba contra las rocas con toda violencia”.
Por el lado de los aliados, la columna naval a cargo de José Becerra instala la 1ª Compañía con rifles peruanos en el muelle principal y sus alrededores entre las rocas norte y sur. La 2ª Compañía armada con rifles chaspot,(sic) dominaba las rocas desde la playa caleta del mercado hasta el muelle del ferrocarril. En tal estado me encontraba con esta 2ª Compañía en este puerto con mi ayudante, el Teniente de la guardia nacional D. Victor Loaiza.
El mismo Becerra relata que después “las embarcaciones menores avanzaban haciendo fuerza de remo sobre Playa Blanca, situada á sotavento del Ferrocarril. Luego que se aproximaban (los chilenos, los) matriculados de la Columna Naval, de la 2ª Compañía, disputaban el terreno con denuedo en unión de 25 hombres de los trabajadores del Ferro-Carril, Columna Gendarmes del puerto al mando del Sargento Mayor graduado Manuel Zeballos y una Compañía del Batallón Independencia de Bolivia apostados todos convenientemente en las rocas, repelieron á los invasores, quedando casi el total de ellos tendidos en la playa, otros arrojaronse al mar, y escondiéndose entre las rocas y dos lanchas varadas inútiles.[2]

Las primeras tropas chilenas que ponen el pie en tierra son las de la brigada de Zapadores, dirigidas por Santa Cruz tomaron “al enemigo por la retaguardia, facilitando así el desembarco del resto de la división, que en esos momentos bajaba a tierra por dos puntos distintos, sufriendo un fuerte ataque de las fuerzas contrarias estacionadas en algunas posiciones elevadas. Venciendo todas estas dificultades, llegaron a tierra el batallón Atacama, regimiento Buín, a las órdenes de sus respectivos comandantes y 108 del regimiento 2º de línea.”
Desde el Abtao, Aureliano Sánchez cuenta que la nave “avanzó hacia tierra haciendo fuego, en medio de una granizada de balas que de la playa, peñascos y alturas de los caminos de Zigzag del elevado cerro a escarpe, les dirigían los invisibles enemigos. Las embarcaciones se veían rodeadas de una nube de humo y agua, causándonos muchas bajas lo que era especialmente grave para los boteros y remeros, indispensables para traer refuerzos y municiones.
En Playa Blanca: La primera oleada “la componían el batallón Atacama, regimiento Buin, 100 hombres del 2° de línea i 100 hombres de la brigada de Zapadores, . Como todo desembarco enfrentaba una doble dificultad: lo que la naturaleza había dejado en las costas de Pisagua: olas, marea y roqueríos, a lo que se sumaba la resistencia de los aliados. Era común ver “salir del costado de un buque un bote con su dotación completa i volver solo la mitad haciendo uso de sus remos, teniendo, en tal caso, que echar arriba los muertos i heridos i volver nuevamente a tripularlo para continuar conduciendo la jente de desembarco.
Cuenta Dublé Almeydalas tropas de infantería –peruanos y bolivianos– en número de mil aproximadamente, ocupaban todos los lugares que podían servir de punto de desembarco a nuestros soldados parapetados entre las rocas de la playa y en pequeños fosos y trincheras que habían construido en las faldas de los cerros que próximos al mar se elevaban a gran altura casi verticalmente.
Los defensores del puerto estaban a cubierto de los fuegos de nuestras tropas, y estas recibían desde que las embarcaciones se ponían al abrigo de sus armas, el plomo arrojado de mampuesto por peruanos y bolivianos. Para evitar gran número de bajas, el desembarco debía ejecutarse con mucha rapidez. El mayor peligro para nuestros soldados, existía mientras estuvieran en las embarcaciones que los conducían. Aquí fue donde el enemigo causó muchas bajas entre los oficiales y tropa de desembarque, y entre la gente de mar que manejaban las embarcaciones.
Los soldados saltaban de los botes y lanchas, muchos antes que estos tocaran en tierra, y se precipitaban sobre las rocas y eminencias atrincheradas, donde se ocultaban los enemigos, arrojándolos de sus posiciones, o matándolos en el sitio. En una hora estuvo ocupado por nuestras fuerzas el plano de la población y la orilla de mar.
Entre los tripulantes de los botes las bajas fueron numerosos. Carlos Condell cuenta respecto de los boteros de la Magallanes “El guardiamarina José María Villarreal, que mandaba el tercer bote, fue herido en el brazo derecho y garganta levemente, y muy gravemente en el ojo derecho,…y muertos el marinero 2º José Ramón Valenzuela y dos soldados del cuerpo de Zapadores. En el segundo bote, mandado por el teniente Urmeneta, fue herido en la pierna derecha el marinero 2º Dionisio Morales, y muerto un soldado de Zapadores….Finalmente, en el primer bote, fue herido levemente en el hombro derecho y omóplato del mismo lado, el guardián 1º Tomas Harvis, y la embarcación arrojada a la playa sobre las piedras, por cuyo accidente dos marineros fueron aplastados por el bote, recibiendo contusiones leves.
Para esos instantes (10:35), dice el coronel peruano Recabarren, “desde poco después de principiado este segundo periodo, comenzaban a bajar sucesivamente varias compañías de las fuerzas bolivianas situadas en el Hospicio,….”. Desde la Magallanes, Condell “notando que apresuradamente se descolgaba mucha tropa de la que se hallaba acampada en la parte superior de los cerros i a la que el Amazonas habia dirijido sus fuegos i que llegaba a parapetarse dentro de la población, haciéndose difícil el desalojarla cuando se intentase el desembarco, pide instrucciones a Escala y Sotomayor para bombardear el pueblo. Con la orden dada procede a disparar, avisando al resto de la escuadra para que actúen del mismo modo.
Desde la Covadonga, Manuel J. Orella narra que inmediatamente que…la guarnición (aliada) abandonaba el fuerte(Sur), goberné (navegué) cerca de playa hacia el Norte, tanto para proteger el desembarco de las como también para hacer fuego sobre las tropas enemigas que bajaban en ese momento por las laderas del Morro (los batallones bolivianos, en orden de compañía) y se refugiaban en el cementerio de la población, consiguiendo evitar que los enemigos lograran llegar al punto de desembarco y hacerlos regresar a sus parapetos.
La Covadonga se acerca más al punto de desembarco, y continúa sus fuegos contra los aliados, “desalojando al enemigo de la posición ventajosa que ocupaba en ese momento para atacar a la tropa que desembarcaba en Playa Blanca.” Cumplida su misión se aleja de la playa unos 100 metros y ahora descarga sus cañones contra “los grupos enemigos que dominaban las cimas de los cerros. En esa posición permanecí media hora”.

Emiliano Sotomayor narra en su parte, hecho posterior a al desembarco, que el “primer cuerpo que tomó la ofensiva desembarcando en Playa Blanca, caleta estrecha con capacidad únicamente para dos embarcaciones y que se había acordado elegir como punto más seguro”. Se trata de kis hombres del batallón Atacama. Sotomayor le ordena a las dos companies que “trataran de dominar las alturas y, si era posible, flanquear al enemigo que desde la playa, colocado detrás de las rocas y de toda clase de obstáculos, hacía un nutrido fuego sobre las embarcaciones que conducían las tropas.[3]
A las 09.45 hrs: En la ensenada del Sur atracaron los botes que conducían a los “Zapadores” y los primeros en varar allí fueron los de la O’Higgins y de la Magallanes. 17 botes con tropas abordaron la playa por 2 pequeñas Caletas situadas al Norte de la población de Pisagua, llevando parte del Batallón “Atacama” Nº1 y Brigada de“Zapadores”.
El bote del Loa es el primero en tocar fondo en la Caleta. Los tripulantes no pueden vararlo, porque se despedazaría contra los riscos. Se echa al agua el cabo Marinao, de los “Zapadores”, araucano de pura cepa, gana la orilla premunido de una cuerda y arrastra el bote….(los demás), se precipitaron sobre un peñasco cercano tras del cual encuentran un grupo de soldados bolivianos, a quienes atacan a la bayoneta y a culatazos, matando algunos y haciendo arrancar a los restantes en dirección a la población de Pisagua.
Al llegar a la playa el resto de los botes, los soldados se lanzaron al agua y avanzaron sobre los roqueríos y trincheras, haciendo uso de sus fusiles, bayonetas y corvos. Estas tropas desembarcaron en medio de una lluvia de balas del enemigo, sembrando los botes y la playa de muertos y heridos. El padre (capellán franciscano) Madariaga, con el hábito perforado en varias partes por la lluvia de balas, salta a tierra; sin cuidarse de las balas, corre donde cae un combatiente, lo auxilia, lo exhorta y lo traslada a lugar seguro, abrigado del peligro.” En total de 450 hombres, incluyendo algunos de los boteros[4] llegan a Playa Blanca, que en instantes se convirtió en un hervidero de disparos y combates cuerpo a cuerpo con bayonetas cuchillos y corvos. Los “Zapadores” comenzaron a avanzar….; logrando rodear al enemigo y facilitar el desembarco del Batallón “Atacama” Nº1….las tropas que guarnecían los desembarcaderos de la población de Pisagua, hostigados por los terribles disparos del Cochrane y viendo el peligro que corrían los defensores de la parte Norte de la ribera, principiaron a correrse hacia ese lado, haciendo un mortífero fuego de flanco a la 1º Compañía del “Zapadores”.
la flota de invasión, luego del combate
Los Zapadores con mas orden y disciplina combaten “ordenadamente, al son de la corneta y desplegados en guerrilla, al mando de su capitán. El mayor Villarroel, del “Zapadores”, que fue a tierra en la primera División de botes, fue gravemente herido dentro del que lo conducía. Los “Zapadores” sufrían de flanco un nutrido fuego del enemigo, parapetado en la casa de la Compañía de Salitres, a más de los tiros de frente que le dirigían desde arriba.

Alrededor de las 10 30 llegan refuerzos: “las 2 restantes Compañías del “Atacama” Nº1 (la 2º y 4º), de la otra Compañía del “Zapadores”, 1 Compañía del “Buín” y 90 hombres del 2º de Línea. Las balas llovían en torno de los botes y de las lanchas que remolcaban, siendo crecido el número de muertos y heridos que hubo en ellos.


[1] Machuca, Francisco, Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, Tomo II
[2] En la versión de los aliados, el desembarco fue un fracaso y los que no murieron tuvieron que reembarcarse, lo que no se condice con lo ocurrido realmente: que los chilenos no fueron devueltos al mar, pero tampoco pudieron avanzar mucho más allá de la playa.
[3] Redactado el 4 de noviembre de 1879
[4] el bravo marinero Villarroel alcanzó a echar por tierra a 3 bolivianos, uno de ellos a culatazos y no volvió a embarcarse en su bote hasta 1 hora más tarde, después de haber avanzado junto con los soldados del “Zapadores” hasta el primer atrincheramiento.