El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 17 de enero de 2016

LA CAÍDA DE LIMA (V PARTE Y FINAL)

EL 18 DE ENERO:
ENTRADA DE LYNCH AL CALLAO Y DE BAQUEDANO A LIMA


A la División Lynch se la destinó al puerto del Callao, pero a las tropas chilenas, que apenas pudieron ver la ciudad de Lima “al cabo de un tiempo tuvoque dárseles permiso a los Cuerpos que no la habían visto, para que dieran una vuelta por ella,…, accediendo al justo reclamo de los rotos que decían: ‘¡Fueramos a morir sin verla!’[1]
Ese mismo día “veintidós  transportes p 13 vapores  trasladaron a el Callao los  recursos  necesarios pnra el ejército chileno. Se desembarcó el día 18. Los víveres,  forrajes,  vestuarios,  equipos, parque, útiles de ambulancia fueron almacenados en las  bodegas de ferrocarril.  Nuevamente se presentó  el problema de la falta de dependencias para el depósito de los bastimentos e implementos de  la  Intendencia. "Tuvimos que hacer el depósito eil Ia playa y a campo raso. En pocos  días se habían levantado allí  verdaderas  montañas de sacos de arroz, frejoles,  frangollo, charqui, grasa,  vestuario,  equipo,  carretones, aparejos y camillas. Y todo  esto era necesario desembarcar, porque todo era necesario y con urgencia"[2]


Escuela de Artes y oficios

Jirón Unión



El Atacama en Lima: “Al amanecer del 18 la 1ª División se ponía en marcha hacia Miraflores. De aquí tomamos el camino que conduce a Lima, y a las 12 del día llegamos a los suburbios de la ciudad. En este trayecto encontramos al Ministro de la Guerra en Campaña(José Francisco Vergara), quien dirigió al personal en nombre del gobierno, palabras de felicitación y elogio por su conducta valerosa en las dos últimas batallas.
Poco antes de llegar al Palacio de la Exposición ordené batir marcha al tambor. Los soldados comprendieron que iban a entrar en aquella ciudad, cuyos habitantes en todos los tonos nos habían dicho que no lo conseguiríamos, que antes encontraríamos allí nuestra tumba; veían al fin coronados sus esfuerzos, sus sufrimientos y sacrificios de toda especie; iban a pisar aquella orgullosa ciudad que tanto les había costado conquistar. Aquellos que a causa de la marcha se hallaban fatigados, que habían salido de filas y que avanzaban con dificultad, los que habían ocultado sus heridas para poder entrar a Lima y que apenas podían sostenerse, al oír la marcha que batía el tambor y el traspaso a la banda de músicos que tocaba uno de los favoritos pasodobles del regimiento, se apresuraron a embeberse en las mitades, olvidando el cansancio y las dolencias.


Hospital Militar


Cañón en el fuerte San Cristobal


Tomó el regimiento la formación de columna, y nadie hubiera podido sospechar al ver a estos arrogantes soldados cubiertos del grueso polvo del camino y de la pólvora de dos batallas que en aquellas filas iban oficiales y soldados heridos. Jamás vi una formación más correcta, y al atravesar las calles de Lima, llenas de extranjeros que veían desfilar silenciosos y ordenados a los soldados-ciudadanos de Chile, me sentía orgulloso de ser uno de ellos y de mandar este bravo regimiento…..
Al llegar a la plaza de la Exposición la banda de músicos tocó nuestro himno nacional. Al atravesar la plaza de la Exposición, un ayudante vino a decirme que no debía tocarse la música para entrar a Lima. No hice caso a esta observación, y el regimiento continuó la marcha al compás de sus himnos más queridos. Hacía veinte y dos meses que estábamos en campaña, nos habíamos batido en todas partes, y nuestros himnos, en el más solemne de momento era nuestra sola recompense,
Al pasar por las calles de Lima el Atacama marchaba a continuación del 2º de Línea. Repentinamente este se detuvo… El Atacama tuvo que hacer lo mismo y su cabeza de columna quedó a la altura de cuatro bocacalles, donde se hallaban muchos extranjeros viéndonos pasar. Uno de ellos dice: –“Que bonito puñal lleva ese jefe”, y señala el que yo llevaba en la bota (El de Marconi). Fijo mi atención en el grupo y con gran sorpresa veo entre los extranjeros al señor Miranda. El mismo que en mayo de 1879 había hecho conmigo el viaje de Valparaíso a Antofagasta… Bajé del caballo y fui a saludar al señor Miranda, diciéndole: –“Vengo a cumplir mi palabra”. La sorpresa de este al reconocerme no fue menor que la mía, al hacer memoria de mi despedida en Antofagasta[3].
A los sones del Himno Nacional y del de Yungay el Atacama atraviesa “las calles hasta llegar a la Avenida del 2 de Mayo, por donde continuamos la marcha hasta Bellavista, a dos kilómetros del Callao. Allí alojamos, justamente con el 2º de Línea, en el edificio que en ese lugar existe para depósito de las harinas de Chile. El resto de la 1ª División está acampando en el Callao, y el grueso de nuestro Ejército en Lima y sus alrededores.[4]

Municipalidad

Calle de los mercaderes

Plaza 2 de Mayo

Plaza Bolívar


Para el 19 sería el turno del coronel Lagos y la Tercera División, tan afectada por la batalla de Miraflores, “Paró Lagos su caballo en un ángulo de la Plaza, y ahí, como en acecho, severo el gesto, miraba desfilara sus niños, encorvado sobre la silla, grande….Su fisonomía, más que morena tostada, destácabase admirablemente sobre el marco del poncho blanco que lo cubría. Los peruanos lo miraban sin acercarse…(la columna de la División) Se veían músicos con las armas con que habían peleado; heridos que no habían consentido en privarse de la entrada a Lima y que de allí fueron al hospital…. El Concepción llevaba una bandera prendida en un coligüe y el Santiago, el regimiento querido de Lagos, sus verdaderos niños, lucía una banderola de guías que era un trapo revolcado en tierra y sangre. Los rotos del Santiago, al entrar a la plaza, no viendo al Coronel, lo buscaban con los ojos…pero al descubrirlo en su medio escondite, se les reía la cara…[5] La división Lagos atravesaba de banda en banda la ciudad y el río por su puente histórico, camino de la chácara de Aliaga. Era éste el campamento destinado a la 3.ª división por el lado norte, mientras la división Sotomayor acampaba al pie de los cerros de Vásquez, que la dominan por el sur.

el general Baquedano se dirigió en la tarde de ese mismo día, 18 de enero de 1881,…Al apearse en la puerta del palacio de gobierno, echó de ver que la gloriosa bandera tricolor…, no había sido aún izada…y ordenó se levantara allí en permanencia….Los honores se harían el 20 de enero, aniversario de la batalla de Yungay, cuando el Ejército chileno derrotó al Mariscal Santa Cruz, jefe de la Confederación Perú-Boliviana y que le ganó a Manuel Bulnes, futuro presidente de Chile, el título de Mariscal.


Pero la experiencia de la entrada misma a la capital enemiga capturada no sería igual para todos los cuerpos chilenos. Para Alberto del Solar y sus compañeros del Esmeralda, 7° de Línea, la espera en los alrededores de Chorrillos, “el miserable y fétido cautiverio” como lo llama el oficial esmeraldino, mientras que todos los días “recibíamos noticias de la capital, por los que venían en comisión: sabíamos que, aparte del magnífico hospedaje, los cuerpos que mantenían la ocupación gozaban ya de los atractivos de una gran ciudad y se resarcían con usura de los pasados sufrimientos de la campaña.



El turno del Esmeralda llega finalmente y marchan a Lima, llegando cuando “(c)omenzaban a encenderse los faroles del alumbrado público, cuando entramos en la ciudad. El primer golpe de vista me pareció espléndido (el mismo que cuando conoció París después). Las numerosas iglesias, todas muy elevadas y dotadas generalmente de cúpulas, le daban a mis ojos, y entre las sombras, aspecto casi monumental. Sus calles, caprichosas y abundantes en edificios de estilo morisco, mirada entonces a la claridad débil del gas que les disimulaba, como a una vieja sus arrugas, lo que tienen de más chocante: falta de aseo, frescura y prolijidad en el exterior, me impresionaron por lo mismo muy agradablemente.
A pesar de que nuestro ejército ocupaba desde hacía dos semanas la ciudad, me pareció que la tranquilidad de sus habitantes no había sido recobrada del todo….En dirección a la plaza principal, y desfilando por frente a Santo Domingo, después de haber pasado por los edificios de la Exposición Penitenciaría y otros llegamos al portal de Botoneros y cruzamos a lo largo, dejando a nuestra izquierda el famoso palacio de los Pizarros, que de tal no merece por cierto el nombre, pues a pesar del lujo y grandeza del interior, el frontispicio y los costados más parecen cuartel que casa de gobierno. Las numerosas revoluciones han dejado su huella en las paredes, agujereadas como armeros por las balas de los asaltantes…. Veinte minutos más y quedábamos espléndidamente alojados en la suntuosa escuela de Artes e Industrias, uno de los mejores monumentos de Lima
Para del Solar, Lima, “juzgándola por sus monumentos, edificios, paseos públicos, teatros y demás (ya que ni sus instituciones, ni la marcha general de los diversos ramos de su industria y comercio podían ser apreciados en aquellas circunstancias anormales), debía considerársela suficientemente avanzada en aquella época... ha tenido siempre la reputación de ciudad de placer, notable en sus mejores días. La riqueza, la independencia de carácter, el genio alegre, bullicioso, hospitalario de sus habitantes, la belleza de sus mujeres, el fácil acceso que allí encuentra el pasatiempo, han inspirado juicios que, emitidos por extranjeros de diversas nacionalidades, la han dado a conocer generalmente bajo tales puntos de vista.

Proclama de Baquedano: Hoy, al tomar posesión, en nombre de la República de Chile, de esta ciudad de Lima, término de la gran jornada que principió en Antofagasta el 14 de febrero de 1879, me apresuro a cumplir con el deber de enviar mis más entusiastas felicitaciones a mis compañeros de armas por las grandes victorias de Chorrillos y Miraflores, obtenidas merced a su esfuerzo y que nos abrieron las puertas de la capital del Perú.
La obra está consumada. Los grandes sacrificios hechos en esta larga campaña obtienen hoy el mejor de los premios en el inmenso placer que inunda nuestras almas cuando vemos flotar aquí, embellecida por el triunfo, la querida bandera de la patria.
En esta hora de júbilo y de expansión quiero también deciros que estoy satisfecho de vuestra conducta y que será siempre la satisfacción más pura y mas legítima de mi vida haber tenido la honra de mandaros.



Cuando vuelvo la vista hacia atrás para mirar el camino recorrido, no se que admirar más: si la energía del país que acometió la colosal empresa de esta guerra, o la que vosotros habéis necesitado para llevarla a cabo. Paso a paso, sin vacilar nunca, sin retroceder jamás, habéis venido haciendo vuestro camino dejando señalado con una victoria el término de cada jornada. Por eso, si Chile va a ser una nación grande, próspera, poderosa y respetable, os lo deberá a vosotros.
En las dos últimas sangrientas batallas, vuestro valor realizó verdaderos prodigios. Esas formidables trincheras que servían de amparo a los enemigos, tomadas al asalto y marchando a pecho descubierto, serán perpetuamente el mejor testimonio de vuestro heroísmo.
Os saludo otra vez, valientes amigos y compañeros de armas, y os declaro, que habéis merecido bien de la patria.
Felicito especialmente a los jefes de división, general Sotomayor y coroneles Lynch y Lagos, por la serenidad que han manifestado en los combates y por la precisión con que han ejecutado mis órdenes; a los jefes de las brigadas y a los jefes de los cuerpos, por su arrojo y por el noble ejemplo que daban a sus soldados; a éstos, en fin, por su bravura sin igual.
Debo también mis felicitaciones y mi gratitud a mi infatigable colaborador el general don Marcos Maturana, jefe de estado mayor general, al comandante general de artillería, coronel don José Velásquez, que tanto lustre ha dado al arma de su predilección; al comandante general de caballería y jefes que servían a sus órdenes.
En cuanto a los que cayeron en la brecha, como el coronel Martínez, los comandantes Yávar, Marchant y Silva Renard, los mayores Zañartu y Jiménez y ese valiente capitán Flores, de la Artillería, que reciban en su gloriosa sepultura las bendiciones que la patria no alcanzó a prodigarles en vida.
Cumplido este deber, estrecho cordialmente la mano de todos y cada uno de mis compañeros de armas con cuyo concurso he podido realizar la obra de tan alto honor y de tan inmensa responsabilidad que me confió el gobierno de mi país.
Palacio de gobierno, Lima, 18 de enero de 1881.
Manuel Baquedano




La caída de Lima en Santiago de Chile:El 19, a eso de las 8 de la noche, se me apareció el telegrafista agitado casi sin poder hablar, con un parte: ‘¿Qué hay?’, le dije ‘¿buenas o malas?’ Balbuceando me contestó: parece que son buenas. Tomé el papel y vi que en él me decía don Antonio Alfonso que se divisaba un vapor enfarolado. Pocos momentos después volvió con otro parte en que decía que el vapor disparaba voladores. Hice llamar a los ayudantes de la comandancia para disponer que los artilleros estuviesen listos en el Santa Lucía para hacer una salva; mandé llamar a los Ministros y al Intendente. En el intertanto había brotado en la plazuela de La Moneda un enjambre de chiquillos que supieron, Dios sabe como, que habían buenas nuevas y que principiaron a gritar ¡vivas! Y a decir que se habían tomado Lima. Pocos momentos mas tarde la plazuela, los patios y las piezas de La Moneda estaban llenos de gente que devoraba telegramas que se sucedían. La noche entera fue de fiesta….[6]


ancon



EPÍLOGO

Después de la batalla. La cosecha de la guerra[7]: El día 18 de enero el campo de batalla de Miraflores se veía así: “Desde medio camino 6 antes, comenzaron á percibirse las emanaciones del campo de batalla, y á medida que nos aproximábamos se iban haciendo más insoportables, á pesar de las esencias que llevábamos para contrarrestarlas…..Poco después comenzábamos a ver por las ventanillas los despojos de nuestros muertos en la carretera y potreros adyacentes….. Trazaban nuestra ruta el tendal de nuertos que sembraban el suelo hasta el portillo que desembocaba hacia la carretera y la estación. La mayor parte de esos despojos pertenecían á reservistas del batallón "Riveiro" (N.O 4) víctimas de su abnegada obstinación en la defensa del reducto 2. Por más que íbamos contemplándolos atentamente, se hacía difícil reconocer quiénes fueron en vida….eran ahora monstruos jigantezcos de faz violada o negruzca,.... Por esta parte del gran potrero de tantos recuerdos para mi, no habían muchos muertos; uno que otro solamente jaloneaba la fúnebre ruta; por el centro, con sus patas estiradas, tamaña como un elefante, la mula blanca. A una cuadra o poco más del reducto, estaban los despojos que buscábamos; un arco de sangre señalaba en la tapia el sitio en el que lo recliné un momento, y la traza de su cuerpo al descenderlo para acostarlo. Ahí estaba, si; enormemente crecido, negro como los otros….con sus manos crispadas, su aspecto hórrido y con sus emanaciones.” Aunque los familiares intentaron “abrir la fosa; (sin embargo) la tierra era dura, todos estabamos trastornados por el ambiente, y la tarea se hacia larga y pesada”. Dos soldados chilenos se acercan y ofrecen su ayuda, con la intención de ser pagados lo que el otro entiende y les ofrece una gratificación El oficial a cargo de los chilenos se acerca. Preocupado uno de los deudos pregunta “-¿No se molestará ua jefe?...... -Por qué pu flor, contestó; toos somo cristianos. El oficial llegó y se puso á contemplar la labor.” Terminada la labor se hace un breve responso. Nuestro testigo se acerca al oficial “Me faltaba ahora dar el último adiós á los que estaban allá….-¿Se puede ir?...... interrogué al oficial que había cambiado con mi tío algunas expresiones de respetuosa urbanidad.-¿Como nó? me contestó; no han venido a ver a sus muertos?-Y agregó: -Vaya á ver lo que no volverá á ver en su vida. Y en seguida agregó: -Voy á enseñarle el fenómedo más raro de la guerra; y pasando él la tapia y yo detrás, nos encaminamos hacia la que flanqueaba el costado derecho del reducto.

Soldado del Atacama


Al llegar al portillo que tan peligroso había sido en los penultimos momentos de la batalla, reconocí por su posición, que no por su figura, al que con tanta desesperación había clamado por la ambulancia…. Estaba el muerto con la cabeza hacia abajo y sólo se apoyaba en el suelo con la mano derecha y en el borde de la tapia con la corba contraria; la otra pierna surgía recta apuntando al cielo con el pie…..-Este era un cabo del regimiento Santiago, me explicó el chileno; al saltar la tapia recibió la muerte y quedó sobre ella en equilibrio. Después, durante la noche, seguramente la tapia se desmoronó y el cuerpo, que ya había adquirido la rigidez cadavérica, se deslizó suavemente, quedando en la posición en que se encuentra.
En la franja del terraplén de la línea ferrea contemplé otro fenómeno ….Era un chileno, también; tenia una rodilla en tierra y avanzaba la otra pierna en la actitud de tirador, en la que scguramente fue muerto: con su faz…en la que se reflejaba, no la cólera sino el dolor, con su vista vidriosa alzada al cielo y con sus brazos extendidos....Avanzamos un poco más y nos encontramos en el terreno en el que había tenido lugar lo más tempestuoso de la lucha; casi no había ahí un palmo de tierra que no hubiera sido regado cen la sangre de algún peruano ó con la de algún chileno. Para abarcar mayor espacio nos encamidamos, pasando por delante del reducto, á la huaca que sobresalía en esta parte…; atravesé por entre los muertos con la cabeza descubierta….Lo primero que miré al llegar á la meseta fué el cadáver de un chileno......”




[1] Olid, Arturo Relatos de un ex combatiente…
[2] Pizarro,R  Los abastecimientos militares en la guerra del Pacífico
[3] En esa oportunidad, recuerda Dublé Almeyda “a quien yo había dicho: –“Hasta la vista en Lima señor Miranda”. La despedida que en forma de broma había yo hecho a aquel caballero venezolano –pues entonces nadie pensaba que nosotros pudiéramos llegar a Lima– se había convertido en realidad.”
[4] DIARIO DE LAS CAMPAÑAS AL PERÚ Y BOLIVIA. 1879 - 1884. “LO QUE YO HE VISTO” (2ª parte)
[5] Olid, Arturo Relatos de un ex combatiente…páginas 123-124
[6] Carta de Anibal Pinto, citada en Mellafe R. y Pelayo M. La guerra del Pacífico en imágenes, relatos, testimonios; página 267
[7] Memorias de un distinguido.

LA CAÍDA DE LIMA (IV)

17 DE ENERO DE 1881: TRES MIL CHILENOS EN LIMA

En el campamento chileno, en la mañana, se recibía una comunicación desde Lima:

Municipalidad y Alcaldía de Lima.
Lima, enero 17 de 1881.
Señor general:
A mi llegada ayer a esta capital, encontré que gran parte de las tropas se habían disuelto, y que había un gran número de dispersos que conservaban sus armas, las que no había sido posible recoger. La guardia urbana no estaba organizada y armada hasta este momento; la consecuencia, pues, ha sido que en la noche los soldados, desmoralizados y armados, han atacado las propiedades y vidas de gran número de ciudadanos, causando pérdidas sensibles con motivo de los incendios y robos consumados.
Con estas condiciones, creo de mi deber hacerlo presente a que juzgue conveniente.
He tenido el honor de hacer presente al honorable cuerpo diplomático esto mismo, y han sido de opinión que lo comunique a V. E., como lo verifico.
Con la expresión de la más alta consideración me suscribo de V. E. su atento y seguro servidor.
R. Torrico».


El representante diplomático británico informaría a su cancillería “los chilenos se portaron bien; acordaron diferir su entrada por 24 horas y enviar a la ciudad sólo 3.000 hombres bien seleccionados…Al observar a este gallardo destacamento militar todos comentaban ‘ahora podemos entender nuestras derrotas’”

Entrada del Ejército chileno a Lima


El representante de Italia Perolari Malmgnataparecían batallones que regresaban de los ejercicios. Lo que espcialmente llamaba la atención era el aspecto marcial y europeo de los chilenos, tan distinto, me duele decirlo, de los soldados indígenas del Perú, que si bien estaban vestidos y armados ala europea, parecían en general, marmotas. Estos son hombres como nosotros, exclamó al ver a los soldados chilenos, un marineros de la Garibaldi….”


Ese día, a las 4 AM en el regimiento Granaderos a caballo se tocó la diana y tras el aseo y desayuno se ordenó formación para revista  a las 6 AM. José Miguel Varela rememora “Todos estábamos los mejor presentados posible y de lejos la gente se veía impecable. Al observar de cerca, se veían los zurcidos en los uniformes y botas lustrosas, pero con sus suelas abiertas en las puntas, en muchos de los casos.” Luego de las 12 AM se sirvió rancho caliente, “lo que no veíamos desde hacía dos días”.
A las cuatro de la tarde se ordenó formar por escuadrones y enfilamos al Camino Real, donde se reunieron las demás unidades: Buin, Zapadores. Bulnes, Cazadores del Desierto y Artillería.
Formamos en un camino flanqueado por añosos sauces. Primero dos compañías del Cazadores, luego las bandas de músicos del Buin y Zapadores, reunidas en una sola,. Tras ellos, el general Saavedra, sus ayudantes y el Estado Mayor. A continuación, dos escuadrones del Granaderos y, detrás de nosotros los batallones del Buin, Bulnes y Zapadores, seguidos por la banda de músicos del Bulnes. Los infantes eran seguidos por parte de la artillería Krupp. Cerrando la formación marchaban otras dos compañías del Cazadores”.




Para el Alférez del Regimiento de Artillería Nº 1 N. de la Sotta[1], esa tarde, una “agitación desconocida se notaba en nuestro ejército, ocasionada por un cercano acontecimiento….Serían las dos i media de la tarde, poco mas o ménos; el redoble del tambor i el toque de cornetas hacía correr presurosos a la fila a los soldados que les había cabido, en suerte, entrar ese día memorable a Lima[2]…..Marchábamos por la carretera de Miraflores a Lima.  Nuestros soldados silenciosos  como  si  cada  cual  comprendiera  la  grandiosidad  de  este memorable hecho, comentaban interiormente nuestra próxima entrada.  Hora i media nos bastó para ponemos a las puertas de la capital.  Durante ese trayecto, no habíamos encontrado absolutamente a nadie.  Las cercanías i alrededores de Lima estaban completamente desiertos i silenciosos no se veía un ser humano, un animal siquiera: aún los gallinazas mismos, habían huido para ir a reunirse en gran número hácia nuestra derecha ya mui cerca de Lima. Dos cuadras nos faltarían para entrar en la población, i desde ahí podíamos divisar, dominados por la mas soberana impresión, los innumerables i tétricos campanarios de sus elevadas torres,...
Todo cuanto veíamos contribuía a darle al cuadro, que se nos ofrecía, el mas negro i doloroso sombraje. A una ya mui poca distancia i un tanto a nuestra izquierda, divisamos un hombre que sombrero en mano i agitándole por el aire, quería ser el primero en darnos la bienvenida, quizás de verdadero placer o de temor. Por fin, llegó el momento supremo.
La cabeza de nuestra columna entraba a la capital por la portada de la Exposición. Hasta ese momento, habíamos marchado en silencio sin que un ruido extraño al de nuestras piezas de artillería le hubieran podido turbar. La corneta de nuestro regimiento de Artillería a la cabeza era la primera en turbar el doloroso silencio que reinaba en la ciudad,....Al entrar a la plaza de la Exposición, se hizo hacer alto nuestra columna, para impartir algunas órdenes: poco después seguíamos la marcha.  La banda del regimiento num. 1 de Artillería fue la primera en hacer oír en la ciudad, nuestros himnos de victoria[3]….Fueron diversos pasos dobles que, mas que marchas triunfales, parecían fúnebres….El desfile de nuestras tropas se hacía en el mayor silencio.



El silencio i monotonía que reinaba en la ciudad era aún mayor e imponente. Parecíase asistir a un gran acto funerario, seguido de un innumerable cortejo. 
En el recodo que hace la Esposicion nos esperaba un regular jentío, compuesto en su mayor parte por los hombres del bajo pueblo, estranjeros i uno que otro desvergonzado pijecito, que con el sombrero de pelo al ojo, el pantalón ajustado, el cuello cosido al chaquet, la corbata verde o amarilla con un resaltante  prendedor  azul  o  lacre  i  la  indispensable  varillita,  miraban impávidos i sin el menor rasgo de dignidad nacional nuestra entrada victoriosa en la capital de su país. 
Grande era la ansiedad de los curiosos que encontrábamos durante nuestro tránsito: cada cual, admiraba mas sorprendido, ya la robusta talla de nuestros valientes soldados, ya la corpulencia i brios de nuestros ájiles caballos, ya nuestros mortíferos, Krupp, la imponente columna de nuestros infantes, los aguerridos escuadrones de caballería, etc....
Habíamos pasado la plaza de la Exposición: la cabeza de nuestra columna entraba por la calle de la Unión. Desde ahí se notaba la ciudad completamente embanderada….(y) todas absolutamente todas, representaban distintas nacionalidades. Lo que por el momento nos llamaba mas la atención, era ver que rara era la casa que no pertenecía a distintas nacionalidades; en donde se leían los siguientes  letreros  pegados  a  las  puertas  o  ventanas:  Casa  Francesa, Nacionalidad Inglesa, Bajo la protección del Imperio Alemán, Familia Rosa bajo la protección del Imperio Ruso, etc.
El desfile de nuestras tropas seguía en el mayor orden i mejor compostura.Los cuerpos de infantería, marchando en columna, abarcaban todo el ancho delas calles.  El eco de las marchas triunfales, el redoble del tambor, el toque de corneta,  hacía  agitar  violentamente  nuestros  corazones. Un  temblor involuntario, escalofríos de emoción sentíamos al recorrer vencedores esas calles de la aletargada Lima.
El desfile de nuestras tropas seguía por las calles de Baquijano, Boza, Merced,etc., causando el estupor i admiración inmensa de los que encontrábamos a nuestro paso.
Así como los curiosos que presenciaban nuestra entrada se veían a cada momento mas i mas sorprendidos, así cambien nosotros participábamos de cierta admiración, aunque muy diferente de la de ellos.
La nuestra era ocasionada por el tristísimo aspecto de la ciudad.  La mayor parte de nosotros, conociéndola nada mas que por la historia o por el testimonio mas o menos cierto o apasionado de alguien, creíamos ir a conocer algo, si no superior a nuestra bella Santiago, por lo menos igual i comparable….El desengaño de esta idea nos causó el despecho que nos ocasiona el despertar de un agradable sueño, en medio de la severa i triste realidad.
Sus calles tortuosas, su pavimento del todo descuidado; sus casas edificadas sin gusto ni simetría en su mayor parte, luciendo en sus sobresalientes i antiquísimas ventanas, terrosos enrejados a manera de cárceles o conventos, contribuían a darle un aspecto por demás ruinoso i triste.

Santa Catalina


La columna entra a Lima. Llegan a la Plaza de la Merced, donde se sitúan en espera mientras se adelantan una compañía del Cazadores, el General Saavedra, su Estado Mayor y ayudantes. “Luego de unos minutos y a los sones del Himno de Yungay, no pusimos en marcha, hacia el Palacio de los Virreyes. Al enfilar por la amplia explanada vimos a lo lejos al general Saavedra, con sus oficiales detrás y en la última fila una compañía del Cazadores, en posición de revista a las tropas que nos aproximábamos. En forma disimulada miraba hacia las ventanas de las impresionantes mansiones y comercios, que en su mayoría estaban cerrados, salvo algunas en que había izadas banderas italianas, inglesas, francesas y de otros países, en cuyos balcones estba grupos familiares completos, que aplaudían nuestro marcial paso. En el resto de las casas señoriales casas se notaban, detrás de los cristales, leves movimientos de cortinas, lo que demostraba que nos estaban observando.[4]
Al detenerse la columna frente al Palacio de los Virreyes, se ordena firme y presentar armas, quedando en posición de atención. SE oye el presenten armas, colocando las armas en posición de rendir honores, suena el himno nacional y la bandera chilena empieza a izarse sobre el Palacio de Pizarro, la sede del gobierno peruano. Terminada la iza de la bandera se inicia el desfile ante el general.
A las siete de la tarde las unidades parten en diferentes direcciones con sus bandas musicales interpretando diversas melodías. Las baterías al Cuartel Santa Catalina, el Buin en la antigua cárcel de Lima (los presos habían escapado en la noche anterior o habían sido libertados); Zapadores en el cuartel de la Guardia Cívica de Lima y Caballería en el Cuartel de los Barbones, en el Agustino. Finalmente el Bulnes, como unidad de policía y guardia de la capital peruana ocupó con dos compañías el Palacio de Gobierno y el resto el Teatro Municipal, ubicado frente al Palacio.

Carcel de Lima


Cuenta el artillero de la Sotta, “En la plaza de Armas los diversos cuerpos que formaban la división, principiaron a tomar el camino de sus respectivos cuarteles. Nuestra batería de Artillería del primer rejimiento tomó el camino de Santa Catalina. A las 5 i media de la tarde llegamos por la calle de Mercaderes a la Plaza, de Armas.  Recorrimos un costado de ésta por el lado del Portal de Judíos, i luego nuestra batería de Artillería tomaba la calle de Melchor Malo para dirigirse al fuerte de Santa Catalina, lugar que se nos había designado para nuestro alojamiento.
En nuestro tránsito, basta el cuartel, nos llamó varias veces la atención la diversidad de nombres que tenían las calles; pues cada cuadra tiene uno diferente; de manera que casi sería preciso hacer un estudio profesional de algunos meses, para poder conocerlas por sus respectivos nombres.
Serían las 6½ de la tarde, cuando llegamos al cuartel de Santa Catalina, verdadera fortaleza construida bajo el virreinato de Abascal, i reedificada en tiempo de Piérola.  El mencionado cuartel era el que ocupaba la Artillería peruana, el parque general de guerra i maestranza. Ocupada una estación como de ciento veinte metros cuadrados, i su construcción hecha a la antigua española es muy sólida i segura.

Vista de Lima


La caballería sin embargo no permanecería mucho tiempo descansando en su cuartel sino que en la madrugada fue sacada para apoyar el patrullaje del Bulnes, por lo que fueron destinados al centro de la ciudad. El motivo fue que “las turbas de derrotados soldados peruanos” reanudaron el saqueo. El escuadrón de Varela es enviado al Mercado de Abastos, tras recorrer una doce cuadras “pudimos comprobar que había algunos extranjeros armados defendiendo a tiros sus locales, ante los ataques de la numerosa soldadesca peruana ebria y armada. Ante nuestra presencia los saquedadores intentaron resistir, pero pronto fueron apresados y trasladados en arreo hacia la vacía cárcel…. Esta fue la única acción de la noche, pero sé que se repitió en muchos sectores de la ciudad. Cuando amaneció, los prisioneros sumaban cerca de medio millar, entre ellos unos doscientos delincuentes comunes que habían escapado de la cárcel el 16.


En la ciudad de Ancón: A la mañana (del 17 de enero) el Capitán Mc Kechnie me invitó a  desayunar en el “Shannon”, así es que, después de dejar a las señoras sin novedad, tomé un bote y Mr. Milne me proporcionó un buen baño que fue muy bienvenido, pues me encontraba tremendamente sucio sin haberme cambiado las ropas por cerca de 60 horas.
A la noche siguiente fui con Hawkins a su puesto de avanzada y estaba tan cansado que me dormí un rato en la arena. El frío era la razón por la cual había resuelto tratar de no dormirme ya que sólo tenía un sobretodo liviano y, si bien al acostarme me sentía lo suficientemente abrigado, no pasaba mucho tiempo sin que el frío me despertase. Afortunadamente salimos de Ancón el martes, puesto que ya estaba todo tranquilo en Lima y, debo decirlo, me alegré mucho de regresar. 

Vista de Lima, al centro el Rimac y el puente de piedra que lo cruzaba



Cuenta Vicente Olguin que la “entrada del Ejército chileno: En la tarde del lunes 17 entraron a Lima los primeros batallones chilenos, que la salvaron ocupándola, (con) actitud digna, circunspecta y grave…  hizo su entrada con una moderación que ponía de manifiesto la disciplina de los soldados y la sensatez de sus jefes, así como sus triunfos habían atestiguado su bien dirigida bravura[5].
Otro testigo (Ramsay) contará que “los chilenos entraron en Lima en la tarde el Martes (al día siguiente que los desórdenes se aplacaron), en perfecto orden, constituyendo un gran espectáculo. Primero venían los 30 cañones Krupp con todas sus cureñas y servidores de las piezas, después dos regimientos de infantería y, finalmente tres regimientos de espléndida caballería. Las bandas tocaron música muy tranquila, ninguna canción nacional ni nada que pudiera ofender, y después de marchar alrededor de la plaza, los soldados se fueron tranquilamente a los cuarteles. La bandera chilena se ha izado ahora en el Palacio y todo está muy quieto y espero que los soldados serán embarcados muy pronto de regreso[6].”




[1] tomado del folleto "La Entrada a Lima"
[2] En el caso de la artillería batería de campaña del rejimiento num. 1 de Artillería al mando del Capitán don Fidel Riquelme; seguía a éstas dos baterías de campaña del segundo regimiento mandadas por los Capitanes Nieto i Montanban. TAmbien iban el Comandante del rejimiento num. 1 de Artillería don Carlos Wood i Mayor don Ramón Perales, del mismo
[3] Se había prohibido el Himno Nacional para no profundizar aún mas el pesar en Lima
[4] Varela, Veterano…
[5] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

[6] Robert Ramsay en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=119:ocupacion-de-lima-carta-de-robert-ramsay-sturrock-18-de-enero-de-1881&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

LA CAÍDA DE LIMA (III)

CALLAO, EL SCAPA FLOW PERUANO: Las últimas órdenes de Piérola fueron hundir lo que restaba de la flota peruaba. La primera nave en ser hundida es el Toro submarino, fabricado en el país, a principios de enero de 1881 “ construido en 1879 en Paita por el ingeniero Blume”[1] destruido y hundido en la dársena del Callao. Por esos mismos días los peruanos trasladan por ferrocarril la lancha torpedera República. Enterado los chilenos envían el 4 de enero a las torpederas Guacolda (que no alcanza a ir por reparaciones) y Fresia en su búsqueda, acompañada por el Toltén, un vapor de ruedas. El 4 enero entran las naves chilenas a la rada de Ancón y encuentran a la República varada en la playa, por lo que la cañonean hasta destruirlas, tarea en la que se les une la corbeta O´Higgins, que estaba en misión de caza de un transporte que traía armas al Perú.

Corbeta Unión


Para el ministro de marina capitán de navío Villar, vino la orden de destruir los gruesos cañones de las baterías del Callao y para hundir los buques. La orden pasa “al Prefecto del Callao, capitán de navío (Luis) Astete”. Este oficial se entera en la noche del 15 de enero de la derrota, a través de soldados y oficiales que han huido luego de la derrota. Los mensajes enviados a Lima no tienen respuesta. Ya no hay autoridades en la capital peruana.
La tarea de hundir a lo que queda de la flota peruana y las fortificaciones del Puerto la toma junto al capitán de puerto José María García.



La flota chilena de bloque: blindado Cochrane y torpederas Guacolda, Colo Colo y Tucapel, reforzadas por el Huascar, la cañonera Pilcomayo y la corbeta O´Higgins, con el propósito de evitar un posible escape de la flota peruana.
El 16 de enero se empieza a ejecutar la triste misión. Y el 17 de enero, ahora narra Riveros, el jefe de la flota chilena, “a las 4 AM se notó (en el Callao) que se declaraba incendio en todos los buques enemigos resguardado en la dársena; y momentos después principió a sentirse una serie de explosiones que duró todo el día y parte del siguiente, producido por el incendio de los polvorines de los fuertes y las cargas de pólvora y dinamita con que el enemigo trataba de reventar sus cañones”, pero la mayor parte de los fuertes quedarían intactos.





Defensas de Callao


Primero volaron la batería Zepita, que defendía al Callao por el sur. Luego la torre blindada Junín, en el norte de la dársena arrasando con los dos cañones Armstrong de 500 libras. Luego el turno de la batería Merced, dejando uno de sus cañones intactos. Las baterías Pichincha, Independencia, Abtao y Provisional con sus cañones fueron inutilizadas en su mayoría. El cañón Rodman de a 500 que protegía la dársena fue arrojado al agua y el otro su cureña fue destruida. Pero los 4 restantes quedaron intactos. Los dos cañones de a 1000 que defendían el Paso de Boquerón tampoco fueron volados
Algunos extranjeros, deseando evitar estragos en la población, se dedicaron a cortar las guías destinadas a hacer saltar los polvorines”, salvando los torreones Independencia y Atahualpaubicados en el centro de la ciudad, en el recinto del antiguo castillo del Sol;” las baterías Ayacucho y Santa Rosa y la batería Piérola “construida cerca de La Punta con sacos de arena y armada con 4 cañones Rodman de gran calibre.[2]. La batería Pacocha, con mecha para más de 24 hrs, estalla el 18 de enero, quedó completamente destruida.
Edificios públicos, Aduana, Prefectura, Estación de Ferrocarril, el Resguardo, etc, quedaron indemnes para servir a los ocupantes.




El hundimiento de la corbeta Unión y del monitor Atahualpa: Ambas naves empezaron a salir de la dársena. Las naves extranjeras los vivaron, pensando que iban al combate. Las torpederas chilenas Fresia y Guacolda se adelantan para el combate: pero desde la Unión desembarca en un bote Luis Astete y se va a una nave francesa a pedir asilo. El resto de la tripulación lleva la corbeta al costa y la embarca, para prenderle fuego. Marinos chilenos la abordan y alcanzan a salvar parte de la nave, pero finalmente el oleaje le causa daños irreparables, quebrándose por la mitad el 22 de enero de 1881.
El Atahualpa, sigue el mismo destino, se inutiliza su maquinaria, fue incendiado y echado a pique en la entrada de la dársena. Los seis transportes Rímac” (tomado a los chilenos y reflotado), “Talismán (reflotado, tras hundirse en la entrada de la dársena, junto al Atahualpa, , “Oroya (dejando maquinarias y calderas en buen estado), “Limeña (dejando su casco en buen estado para ser usado como chata posteriormente) y “Chalaco (reflotado y usado como chata)…; las lanchas a vapor “Lima”, “John”, “Urcos”, “Tocopilla” y “Callao”. Fueron hundidos además el pontón “Meteoro” (antigua escuela naval), y la batería flotante, formada por dos lanchas cargadoras de lastre de cincuenta toneladas cada una y armadas con un cañón de grueso calibre a proa y otro menor a popa (aunque se identifican 6, todas destruidas por su tripulación). El vapor “Limeña” y el pontón “Marañón” fueron incendiados. La chata N° 1 inutilizada y hundida, la N° 2 a flota en buen estado y armada con un donkey, rebautizada Miraflores y llevada después a Valparaíso; la N° 3 no sufrió daño y se convirtió en depósito de carbón.

Unión hundida


La principal dificultad para la efectiva inutilización de las naves y de los fuertes fue porque “las naves carecían de marinería y tenían muy reducidas sus oficialidades, pues la mayor parte de las tripulaciones habían sido enviadas al campo de batalla y habían combatido en Miraflores, a donde se habían trasladado hasta los cañones de la “Unión”. Además los buques no tenían casi carbón. El puerto estaba bloqueado hacía varios meses y no había modo de proveerse de combustible. Apenas si la “Unión” disponía de un lote reducido, lo indispensable, para encender las calderas y navegar tres o cuatro millas…Ayudado por los oficiales de marina que en esas horas solemnes desempeñaron oficios de marineros, de maquinistas y hasta de fogoneros, el comandante Astete hizo salir a la “Unión” y al “Atahualpa” hasta fuera del puerto y en sitio, del cual nunca pudieran ser extraídos, hundió estas dos naves con la bandera peruana al tope. Valiéndose de remolcadores, alejó de la orilla los otros buques y los hundió con la bandera nacional izada en cada uno de ellos. Enseguida, procedió a destruir los cañones de los fuertes[3].

Fuerte Real Felipe

Puerto de Callao

Destrucción en la dársena


En las palabras de Eduardo Hempfel, al describir el muelle dársena, en ella “se encontraba hacinada con los restos de la escuadra peruana incendiada o echada a pique, con las grúas y máquinas, y en muchos de sus pescantes y malecones, el fuego continuaba haciendo estragos, que felizmente luego fueron cortados… Los cascos aún candentes de 11 buques se mecían pesadamente en las tranquilas aguas y los mástiles y aparejos sembraban la superficie….la población era teatro de las mismas repugnantes escenas que Lima. La soldadesca saqueaba el comercio y asesinaba a mansalva sus propietarios extranjeros…(los que) no tuvieron otro recurso que defender sus vidas y propiedades e hicieron pagar caro a la soldadesca sus depredaciones”.



[1] http://www.historianaval.cl/publico/publicacion_archivo/publicaciones/19_10.pdf
[2] http://www.historianaval.cl/publico/publicacion_archivo/publicaciones/19_10.pdf
[3] Publicado en El Mercurio Peruano, Revista Mensual de Ciencias Sociales y Letras, Año II, Volumen III, número 13, Lima, Perú, julio de 1919. Juan Pedro Paz Soldán. En http://cavb.blogspot.cl/2010/10/la-noche-que-los-comandantes-de-la.html