El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

martes, 2 de mayo de 2017

CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS. COMBATES. Y DESIERTO

CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS. COMBATES. Y DESIERTO (II)


EL FERROCARRIL EN FUNCIONAMIENTO….PARA CHILE…El comandante Pretot Freire toma posesión de la estación del ferrocarril y organiza en breve los servicios con soldados carrilanos enrolados en los cuerpos. El comandante Stuven recibe la orden de armar y recorrer la máquina a vapor de la cabecera del muelle, que se encuentra inutilizada[1], siendo indispensable para la carga pesada que queda a bordo aún en los buques de la armada chilena.
Cuatro locomotoras contiene la casa de máquinas, pero les faltan piezas esenciales[2]. La vía del ferrocarril hasta 5 km al interior no tiene desperfectos. En el galpón de movilización hay 30 carros: de carga, estanques y pasajeros. Empleando a los soldados que habían trabajado en ferrocarriles[3] “empiezan los trabajos de la usina con la respectiva dotación de maquinistas, fogoneros, caldereros, herreros, fundidores, torneros y carpinteros.” Tras duros trabajos, el 29 de marzo a las 4 PM sale la primera locomotora, con “un carro estanque, tres de carga y uno de pasajeros. El comandante Stuven gobierna la locomotora, y el capitán Latham hace de fogonero. A retaguardia siguen 150 pontoneros con un carro volante, cargado de herramientas para subsanar los destrozos de la línea, quedando desde ese momento establecido el servicio de camineros, por cuadrillas. El convoy recorre hasta la Pampa, diez kilómetros adentro y regresa a la estación central para enmandar las fallas encontradas en el material.”[4]




El Ministro de la Guerra (Sotomayor) dispuso que los coroneles Velásquez y Vergara realizaran el día 4 de marzo, un reconocimiento estratégico, con el objeto de estudiar la posibilidad de acampar al ejército sobre algún punto de la línea férrea, como era el plan del gobierno: “transladar el ejército a la estación de Hospicio o Conde, puntos que cortan el camino de Arequipa a Tacna; enviar a vanguardia toda la caballería y pequeños destacamentos de infantería, para arrasar los valles de Locumba y Sama, y a caballo sobre la línea férrea esperar el ataque de Montero que no tardaría en moverse en demanda del invasor.”[5]
Luego de enviar un grupo nutrido en una máquina, ésta vuelve por desperfectos, por lo que mandan otras pero sin tropas, dirigido por Stuven, el que llega a Estanques o Salinas. Esta estación se forma por “un pequeño edificio para el jefe y la oficina del telégrafo, dos casuchas para camineros, y un estanque para almacenar el agua de las locomotoras, que se trae de Pacocha. Ahí se encuentra el capitán don Marcos Latham que exploraba el camino con un ordenanza. Al día siguiente, muy de alba, la caravana se pone en movimiento. A las 10 A. M. llega a Hospicio, estación situada a 53 K. M. del puerto, un poco más del medio camino al Alto de la Villa, término del ferrocarril, edificada en el K. M. 100. Solo hay una pieza de tablas, una oficina telegráfica y un estanque, en medio de la meseta árida y desierta, quemada por un sol de fuego, azotada por los vientos calientes del sur que arrastran nubes del polvo de la pampa. Velásquez y Vergara recorren este campo de desolación, rodeado de cerros…; el agua se encuentra a gran distancia, y los víveres deben traerse por ferrocarril.”[6]
A las 11 A. M. continúa el avance. La vía está cortada en las curvas y hay grandes obstáculos de durmientes, peñascos y desmontes. Stuven queda arreglando desperfectos y los exploradores siguen en demanda de El Conde. A las 3 P. M. alcanzan al Pacay.  

Carro del Ferrocarril Ilo-Moquegua

Aparecen algunos soldados peruanos por el camino de Moquegua. Los Cazadores avanzan al encuentro y desaparecen. El reconocimiento, continúa por los alrededores de El Conde, estación solitaria, sin recursos, con bomba y estanque a ocho cuadras de distancia. A las 5 P. M. la comitiva regresa por la trocha del ferrocarril, y llega a Hospicio, a las 8 en punto. Stuven, compuesta la línea acarrea a la estación agua, carne fresca, víveres y forraje para la caballada. Finalmente la caravana regresa a Pacocha, en la mañana, por ferrocarril.
El plan original del gobierno es rechazado por las imposibilidades que presenta para trasladar al Ejército por zona tan inhóspita. En esos días llega a Valparaíso el buque inglés “Turquoise”, directamente de Arica; sus oficiales aseguran que Montero permanecerá en sus atrincheramientos, resuelto a definir ahí los destinos del ejército a sus órdenes. El problema es mayúsculo pues obliga al Ejército chileno a avanzar por “tres zonas desiertas interpuestas entre ambos ejércitos; del valle de Ilo al de Locumba; de ésta al de Sama; y de ésta al de Caplina o más bien al Alto de la Alianza, campamento de los aliados.”[7] Faltaban todos los elementos para semejante cruce “especialmente mulas de carga, carretones, estanques, barriles y odres para agua, acémilas para el parque y bagaje, caballos y mulas para las ambulancias, sin contar con las necesarias para los fondos del rancho de los cuerpos….”



Ferrocarril Arequipa-Moquegua. Nótese la dificultad del terreno


LA EXPEDICIÓN A MOLLENDO: Como mecanismo de presión al Perú para que firme la Paz, se opta por una táctica más radical: “hostilizar los pueblos de la costa, destruyendo muelles y aduanas, hundiendo los elementos de embarque, arrasando las propiedades fiscales, y agobiando a los ciudadanos con fuertes cupos de guerra.” Una verdadera guerra moderna (al estilo de Sherman en su campaña en Georgia, en 1864-65). Tanto el general Arteaga como Escala la habían rechazado por inhumana e inútil. Pero se insiste y el ministro Sotomayor organiza la expedición a Mollendo. Se alista al Blanco, y a los transportes “Amazonas” y “Lamar”. La infantería se integra por el Tercero de Línea y el Navales. Sotomayor le informa a Escala que el desembarco se hará el 7 de marzo (comunicándoselo el sábado), pero en la imposibilidad de armar ese ataque en tan poco tiempo debe posponerse al 8.
Mollendo es descrita por Francisco Machucaubicada sobre una pampa estéril, vive a expensa de los valles vecinos. Más, aún, carece de agua, que le llega por una cañería de veinte centímetros, desde las vertientes del Uchumayo, a 145 kilómetros de distancia. Pero su importancia extratégica estriba en que por la línea férrea a Arequipa y Puno, con ramal a Santa Rosa, camino del Cuzco, se hace el intercambio de productos ultramarinos con los nacionales de los departamentos del sur del Perú y aún del norte de su aliada Bolivia….Mollendo resulta ser un fondeadero bueno, aunque desabrigado, pues se halla en la costa corrida…. El muelle está embutido en el barranco y los almacenes fiscales de depósito, en el plano del muelle, escarbados cerca de su base….El tráfico se hace en botes y aún en chalupas… El ferrocarril a Arequipa, que se prolonga a Puno, le ponen en rápida comunicación con La Paz, por los vapores del Titicaca, y la carretera de Chililaya (Puerto Pérez) a la capital de Bolivia. De la Estación de Juliaca arranca un ramal al Cuzco, que entonces solo alcanzaba hasta Santa Rosa;…(en) la vecindad desemboca el río Tambo, que da nombre al riquísimo valle que riega….Al norte de Mollendo se encuentra el abrigado puerto de Islay….la línea férrea sale de Mollendo por la costa hasta Mejía, estación distante 14 kilómetros; sigue a la Ensenada, siempre por la costa, siete kilómetros más; de Ensenada pasa a Tambo, hacia el interior, que se halla en el kilómetro 30, a 300 metros sobre el nivel del mar. En este punto se establecen los piquetes que resguardan la costa, a cubierto de los fuegos de los buques chilenos



Estando a 8 de marzo y a las 10 30 parte la flotilla. La fuerza invasora va a cargo de Orozimbo Barbosa. “El “Lamar” lleva la Brigada Zapadores, comandante Ricardo Santa Cruz; y el “Amazonas”, al Regimiento 3º de línea, comandante Ricardo Castro, 30 Cazadores a caballo, con el teniente don Belisario Amor, 10 Pontoneros con el capitán de Ingenieros don Enrique Munizaga y 16 mulas…Cada soldado lleva 150 tiros y raciones para dos días. A bordo hay reserva de víveres para tres días. La noticia de la expedición a Mollendo fué recibida en el 3º de línea, compuesto en su mayoría de repatriados de este puerto, con gritos de alegría[8].
Mientras para Riveros las instrucciones era : “expedicionar sobre Mollendo, con el fin primordial de destruir el ferrocarril, muelle, telégrafos, fortificaciones y edificios fiscales de dicho puerto.” Para Barboza eran eliminar las fuerzas en Islay y Mollendo y las instalaciones militantes, destruir los telégrafos, línea férrea y puentes cercanos a Mollendo, los muelles de Islay y Mollendo y todos los útiles de embarque y desembarque, la Aduana y sus dependencias, las cañerías y depósitos de agua, todas las máquinas, carros, edificios, maquinaria, útiles, etc., del ferrocarril, trayendo todo lo que se pueda y sea útil. Si es posible desarmar una locomotora y embarcarla en piezas. Traer armamento, municiones, animales, útiles de guerra, víveres, etc. Si es posible, imponer una Contribución al pueblo. Volver inmediatamente a Ilo, concluida la correría, que demorará tres o cuatro días.
Cerca de Mollendo, el Almirante ordena al “Amazonas” y “Lamar” que sigan a Islay; el “Blanco”, se reune en la boca del puerto con los bloqueadores, corbeta “O'Higgins” y cañonera “Covadonga”. Riveros y Barboza acuerdan desembarcar a los Navales en alguna caleta entre Islay y Mollendo, para cortar las comunicaciones entre ambas poblaciones, antes de efectuar el desembarco general en aquel puerto. En una caleta semi oculta, bajan unos 140 hombres de los Navales. La mar se descompone; la braveza impide bajar más gente. El guía, Arturo Villarroel (más tarde conocido como General Dinamita) busca el telégrafo en la oscuridad y lo corta. Orientado el mayor Baquedano, avanza sobre el camino real, topa con una avanzada enemiga de cincuenta hombres y la dispersa, haciéndole dos muertos y un prisionero.




Los peruanos estaban sobre aviso. Las autoridades peruanas se trasladaron con tiempo a Mejía, llevando 150 Nacionales y 50 artilleros, que formaban la guarnición de Mollendo. El prefecto del Departamento de Arequipa, coronel Alfonso González Orbegoso, había dictado un bando, por el cual ordenaba a los agentes despachadores sacar todas sus mercaderías de la Aduana de Mollendo, y embarcarlas sin tardanza para el interior. Las oficinas fiscales estaban desnudas; se remitió a bordo la máquina del telégrafo, con las huinchas de las comunicaciones traídas por los espías de Pacocha, para el prefecto González Orbegoso.
Al amanecer rodea Baquedano a Islay, por retaguardia, aislándolo de Mollendo. Luego, desembarcan el 3º de línea, Zapadores y el resto de Navales; por una caleta más al norte, las caballadas de Cazadores, y el ganado de Ingenieros y Pontoneros.
A las 8:30 A. M. del día 9, la división marcha hacia Mollendo; a vanguardia, los Navales; al centro, el 3º; a retaguardia Zapadores, y después los piquetes de los demás servicios.
Avanza Dublé, jefe del Estado Mayor, con algunos jinetes; encuentra el pueblo embanderado con pabellones extranjeros y al cuerpo consular que le espera, sabedor de la expedición, por noticias transmitidas de Arequipa. La bandera chilena se iza a las 12 M., ante la tropa, con armas presentadas; después, los Navales toman alojamiento, en los edificios fiscales de la plaza, y los demás cuerpos en la estación del ferrocarril.
Los jefes visitan los fuertes a barbeta, con espaldones de sacos de arena, y los encuentran vacíos; el prefecto había llevado a Arequipa, hacía dos meses, dos piezas lisas de los fuertes Norte y Sur, y un Parrot rayado de a 150, del fuerte de la Isla, vecino al muelle.
En la tarde, el coronel Barboza, de acuerdo con el almirante, baja a tierra y dispone que un batallón del 3º se embarque al día siguiente, para ir a destruir los edificios públicos de Islay, mientras el ingeniero 1º de la “Covadonga”, don Cipriano Encina, con la gente de la máquina, vuela el muelle y la aduana.
Para las destrucciones de Mollendo, el coronel designa al señor Villarroel, al ingeniero Mac‑Donald, al carrilano Ossa y al Alférez Walton, con los cinco artificieros del Nº 2 de artillería, que empezaron su tarea por la estación del ferrocarril. Hacen estallar las maquinarias de los talleres de carpintería, herrería y fundiciones; algunas locomotoras en compostura, y todo el equipamiento que hallaron. En un desvío situado a dos kilómetros de Mollendo, se destrozaron 45 carro de carga, 9 grandes de pasajeros, 5 bajos de fierro, la cañería matriz del agua potable, y gran extensión de la línea férrea.
El general Barboza partió a las 3 ½ A. M. del día 10 con Zapadores, Cazadores a caballo y los Pontoneros del Capitán Munizaga, que llevaba una provisión de 35 kilógramos de dinamita. La expedición tenía por el objeto tomar contacto con el enemigo, observar sus efectivos y posiciones, batirlo si era posible, inutilizar la línea férrea entre Mollendo y Mejía, y destruir el telégrafo, estaciones, material, y cañería matriz del agua potable.


Mollendo 1886


Barboza llega a Mejía a las 10 A. M. y como el enemigo se retira a Ensenada, le sigue y le tirotea con los jinetes del teniente Amor. Ocupa a Ensenada a las 10:30 A. M.; pero, los enemigos se repliegan sobre Tambo. Para cerciorarse del número de los contrarios, hace avanzar la caballería, en tanto él, el capitán Orrego y su ordenanza, acumulan fajinas y ramas secas, las atan al pehual y se lanzan a toda brida por la pampa, levantando espantosa polvareda. El enemigo, ignorante de este ardid de la frontera araucana, cree tener mucha gente encima, evacua la Estación de Tambo, en dirección al interior, dejando 17 prisioneros en nuestro poder.
El capitán Munizaga, con diez pontoneros y doce oficiales y clases del Lautaro, antiguos vecinos expulsados a esas localidades, proceden a llenar su cometido. Ponen fuego a la estación y construcciones anexas, descolleran los rieles curvos y destruyen los corazones de acero destinados a recibir las junturas de los rieles, muy difíciles de reponer, a causa de la variedad del ángulo de las ranuras; se incendian 26 carros de carga, uno de pasajeros, varios estanques, se quiebran los postes de fierro del telégrafo, se inutilizan los aisladores y se extraen las máquinas.
La expedición regresa a Mollendo a las 4:40 A. M. del día 11, con 22 prisioneros, y algunas decenas de vacunos y mulares. El coronel fué entonces informado de los desórdenes ocurridos en Mollendo en su ausencia.

….La reacción peruana a la incursión…:  El prefecto, coronel Alfonso González Orbegoso, tiene conocimiento, por telégrafo, del desembarco del ejército chileno, y de la ocupación de Mollendo. Por su orden, se retiran a Mejía los 150 guardias nacionales de guarnición, y 50 artilleros sin cañones. Luego retroceden hacia Tambo, bajo nuevas órdenes. En este último lugar se unen a la columna existente en el pueblo.
El prefecto González deja en Arequipa la columna Comercio, en resguardo de la plaza, y moviliza los batallones Legión Peruana (teniente coronel Marcelino Gutiérrez); Apurimac (teniente coronel Cipriano Soto); Piérola (teniente coronel Francisco Llosa); Columna A de la Guardia Civil (teniente coronel José Manuel Solar); Columna B de la Guardia Civil (sargento mayor Manuel Altamirano);  Columna de honor (teniente coronel Mariano Canales); Columna de Artesanos (teniente coronel Manuel Madueño); Escuadrón de Caballería Gendarmes (teniente coronel Manuel Román Rivera).
Estos cuerpos salieron de Arequipa el 10, en trenes especiales; arribaron algunos a Tambo, a las 5, P. M. del mismo día, y ahí acamparon; otros quedaron en Cachendo, por falta de cuarteles. El prefecto delega el mando en el coronel Juan Francisco Goyzueta. Este último, previendo  “que los chilenos avancen sobre Tambo, destaca al batallón Apurimac, a cubrir el camino de Islay; y al Legión Peruana, a observar al enemigo desde las alturas de Pasco. El resto de la guarnición permanece en Tambo, a las órdenes directas de Goyzueta, cubierto por una avanzada de caballería mandada por el coronel Rivera.




…Mientras en Mollendo… Según lo dispuesto por los dos jefes de la expedición, tropa del 3º debía embarcarse por Mollendo para Islay y terminar las destrucciones de muelles, aduana y edificios fiscales que hacía el ingeniero 1º de la “Covadonga” don Cipriano Encina, con marinería del buque. El batallón designado llegó al muelle, ahí permaneció en espera de lanchas, actualmente ocupadas en trasportar a bordo, máquinas, herramientas, víveres. Entre medio aparecen “cajones de vinos, licores finos, galletas, dulces y conservas en abundancia. Las botellas circulan de mano en mano, y mucha gente se embriaga. Los oficiales se dán cuenta de lo que ocurre; ponen guardias en todas las puertas; echan fuera de la Aduana a marineros y soldados. Más, había troneras a espaldas del edificio; por ahí entran y salen partidas en busca de cajones de licor.
Como a las diez de la noche estalla un incendio, en los suburbios de la población. Según unos, repatriados que llegaron a sus casas, arrojaron a puntapiés a los moradores intrusos, y en la imposibilidad de llevarse lo suyo, lo liquidan por el fuego. Según el sumario la culpa es la “población flotante”. Otras versiones afirman que los comerciantes arruinados incendiaron sus propios negocios. El Jefe de Estado Mayor dicta un bando fijando guardias en la estación del ferrocarril y dependencias; depósito de mercaderías que está al frente de la estación; el muelle y depósito de mercaderías que hay al extremo.
El almirante, ordena que el 3º se dirija por tierra a Islay, en la tarde de ese mismo día 10. A las 5 P. M. el desfila por la plaza de Mollendo, dejando en la estación una guardia para cuidar los pocos enfermos y como cincuenta soldados ebrios que no pudieron seguir al regimiento.
El embarque de máquinas, fierros, maderas, etc., continúa en la tarde y parte de la noche; entre los artículos útiles para el fisco, van también, muchos de uso particular. Forma elegante de saqueo[9]. Se anuncia el incendio de la Aduana; marineros y soldados creen lícito aprovechar los artículos del gobierno peruano, que van a tragarse las llamas; la gente de mar puede llevarse algo a su coy, y como los de tierra tienen demasiado peso con el equipo, prefieren las conservas y el vino. Los tercerinos que habían dormido bastante, determinan ir a la Aduana; el oficial se impone con la guardia; en un descuido, un cabo le dá una cuchillada en la boca (quien será fusilado posteriormente); el mayor Dublé trae dos compañías de Navales, y termina el desorden.

Mollendo

El sigue por tierra a Islay, pero al cerrar la noche vuelven como ochenta soldados, y lo que es más grave, tres oficiales, a beber en el arrabal norte. Como a las dos horas, se nota un incendio por ese lado; se envían tropas que lo extingue rápidamente. El 11 de marzo el Tercero de Línea se embarca en Islay en el “Amazonas”; y en Mollendo, en el “Lamar”, el resto de oficiales y tropa que habían quedado en este puerto. Durante la mañana continúa el embarque de materiales sacados de los depósitos de la estación, llevados al muelle por Navales, mientras Zapadores hace el servicio de patrullas en la ciudad, recogiendo soldados faltos a listas, y apagando escombros que aún ardían del incendio de la noche anterior.
El 12, embarco de Zapadores y Navales; quedan en tierra solo 100 hombres de este cuerpo, para el incendio y destrucción de los edificios de los ferrocarriles que se extienden quebrada adentro. Las chispas y el fuerte viento provocan el incendio de dos casas lejanas, que se corta con el esfuerzo de los Navales. Ese mismo día  se enviaron a bordo las mulas de pontoneros y el ganado de la caballería, y se embarcaron los Navales que quedaban en tierra después de ver consumirse por el fuego toda la estación del ferrocarril, el cuartel y fuerte de la Isla y los edificios y bodegas cercanas al muelle. A las 5:30 toda la gente que quedaba en tierra sube a los botes. Queda ardiendo la cubierta de madera del muelle, que no se hizo volar por agotamiento de los explosivos. Los vecinos apagan el fuego y salvan el muelle. A las 5:45 todo el mundo está a bordo. La escuadrilla pone proa al sur a las 6 P. M., rumbo a Pacocha, donde fondea sin novedad, al amanecer del 14.


Vista general de Mollendo


.... y Mollendo termina reconquistado: En su primer Consejo de Guerra se determina concentrar todas las fuerzas y marchar en seguida sobre la costa, una vez que la caballería reconozca el número y posiciones del enemigo. Se ordena la bajada de los batallones de Cachendo. El 12 en la mañana, el coronel Rivera anuncia que la caballería enemiga huye a la vista de sus jinetes. Con esta noticia y en un segundo Consejo ordena el avance y recuperación de Mollendo a viva fuerza. Para la tarde mientras Riveros vuelve al sur, la división Goyzueta se pone en marcha y llega a Ensenada al amanecer del 13, de donde continúa a Mejía, por la línea férrea. Ya los chilenos estaban cerca del puerto de Pacocha.
Para encerrar a Barboza en esta población, Goyzueta, divide sus tropas en cuatro secciones: la 1ª atacará por el norte; la segunda por el noreste; la 3º caballería, por el sur; quedando la 4ª del reserva. Una descubierta enviada primero anuncia que el enemigo se ha marchado. Inmediatamente las cuatro columnas penetran a la plaza, tambor batiente, con las primeras luces del alba. En la versión peruana: “todo revela la precipitada fuga de los invasores, dice el parte oficial: velas encendidas, cajones de municiones, rifles, prendas de vestuario, cápsulas exparcidas, un barril de vino y otro de aguadiente, principiados: todo revela la prisa con que huyeron”. La Covadonga aun está en la rada, sosteniendo el bloqueo, por lo que en un tercer Consejo se decide volver a Tambo ya que no saben a donde irán los chilenos, encontrarse el puerto protegido por los cañones navales del enemigo y que hace imposible establecerse por el temor a esa artillería, el cansancio de las tropas que no habían comido en 30 horas, y si son derrotados se pierden los puertos y con ello el ferrocarril, dejando abierto el camino a Arequipa. Se retiran en la noche, se envía a Goyzueta a reponer a las autoridades de las plazas de la costa, y regresa con las tropas a Arequipa, cuyos habitantes reciben a los liberadores del territorio con arcos de triunfo.


[1] Machuca
[2] Sus autores, ingenierons peruanos enviados desde Arequipa, aseguraban que solo tras dos meses de duros trabajos se podría echar a andar las locomotoras
[3] El general Escala, había tenido la precaución, tanto al salir de Antofagasta, como al partir de Pisagua, de ordenar que cada jefe de cuerpo llevara un rol minucioso de los oficios o aptitudes de cada individuo, para utilizar su especialidad, con la anotación de si había residido, en el Perú. En Machuca, Cuatro Campañas de la…

[4] Machuca
[5] Ibidem
[6] Idem
[7] Idem
[8] Esta unidad estaba integrada en buena parte por expatriados chilenos del Perú. Dirá Machuca Los jefes, sin excepción, consideraban una imprudencia del señor Ministro, el envío del 3º, pues ponía a dura prueba a hombres rudos, heridos en sus más caros intereses.

[9] Una lanchada pasó a las bodegas del “Blanco” un piano

CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS. COMBATES. Y DESIERTO

CAMPAÑA DE TACNA: DESEMBARCOS. COMBATES. Y DESIERTO (I)


Concluida la campaña de Tarapacá, el siguiente paso será asaltar la costa peruana situada entre Ilo y Arica y derrotar los ejércitos aliados (peruanos y bolivianos) situados en la zona. Para tal propósito se empiezan a concentrar las tropas chilenas en los puertos de la costa tarapaqueña, a partir del 22 de febrero de 1880, dejando guarnecida en todo caso la región conquistada. Partirán hacia el norte cuatro divisiones
Desde Pisagua empezará el embarque de las tropas, a cargo de Erasmo Escala, mientras Rafael Sotomayor, quien estaba a bordo del Abtao, desembarca para revistar las guarniciones. “El embarque de las impedimentas empieza el 18, y dura tres días; el 21 siguen a bordo el ganado, la artillería y demás material del arma, con el parque general. Las piezas y material pesado, fueron remitidas en la balsa fabricada por Stuven, aprovechando la bonanza del tiempo.[1]

Mapa de la Campaña. En azul los movimientos chilenos y la línea blanco-negro, la aliada


La estructura principal del Ejército chileno se integrará por
La 1ª División o División Amengual. A cargo de Santiago Amengual, e integrada por los regimientos Tercero de Línea y Esmeralda, el batallón Navales, una batería del Regimiento de Artillería N° 2 y un escuadrón del Cazadores
La 2° División o División Muñoz, a cargo del coronel Mauricio Muñoz, e integrada por los regimientos Segundo de Línea, Santiago, batallones Atacama y Bulnes, una batería del regimiento de Artillería N° 2 y un escuadrón del Cazadores.
La 3° División o División Amunátegui a cargo del coronel José Domingo Amunátegui e integrada por los regimientos Cuarto de Línea y Artillería de Marina, los batallones Chacabuco y Coquimbo, una batería del Regimiento de Artillería N° 2 y un escuadrón del Granaderos.
La 4° División o División Barboza, a cargo de Orozimbo Barboza, e integrado por los regimientos Buin y Lautaro, el batallón Zapadores, una batería del regimiento de Artillería N° 2  y un escuadrón de Granaderos.  “Esta tropa, menos los Granaderos y las mulas de la II División, que quedaron en Pisagua, por falta de espacio, desembarcó, en Pacocha el 1º de Marzo….El “Itata” y el “Matías” volvieron a Pisagua, por estos últimos restos que tomaron tierra en Pacocha el 8, de Marzo.[2]
Con la expedición lista, el 24 de febrero de 1880 llega el Huáscar a las 11:45 flamenado con el pabellón chileno, lo que incrementa la moral de los chilenos. El monitor, reformado en el dique de Valparaíso, con la bandera chilena al tope, viene a resguardar el puerto, en tanto la escuadra navega hacia Pacocha.



Al llegar a la zona de desembarco, frente a Punta Coles, que cierra por el sur la bahía de Pacocha, el “Blanco” pone señales de alistarse para fondear. A las 11:15 A. M. se largan las anclas; los buques forman en línea. La lancha “Guacolda” reconoce la costa y como nada de anormal se nota, el “Blanco” y el “Amazonas” envían a tierra dos lanchas con gente, la primera remolcada por una lancha a vapor con un pelotón de Artillería de Marina rumbo a la Caleta del Inglés; la segunda a remo, con diez hombres del “Esmeralda” por la Caleta Dos Hermanos.  Para el esmeraldino Alberto del Solar, en su diario de campaña relata: “Son las tres de la tarde…. Un cuarto de hora después llega al Loa la orden de enviar a tierra un piquete del Esmeralda, que llevará la misión de explorar la costa, escalar los cerros y plantar allí nuestro pabellón. Todos (los oficiales) nos precipitamos al frente, solicitando de nuestro querido comandante Holley el privilegio de llevar a cabo tan tentadora comisión….(Al elegido se le ve) radioso saltar al bote y tomar su puesto allí con diez soldados que le acompañan. A poca distancia se le reúne otro bote tripulado por gente del Blanco Encalada, desprendida casi al mismo tiempo del costado de la nave capitana. Ambos bogan aceleradamente hacia la costa… Una hora más tarde. ¡Abandonada! ¡La plaza se halla abandonada! Martiniano Santa María (el oficial del Esmeralda) ha plantado el pabellón nacional sobre el más alto de los morros y se procede al desembarco que se lleva ordenadamente a término.[3]
Pero no fue el único que se dirigió primero a la playa, pues siguen dos lanchas con artilleros de marina y cuatro con esmeraldinos; desembarcan sin dificultad, corren a reforzar la descubierta. El Regimiento de Artillería de Marina, avanza a media falda por Punta Coles. Su comandante destaca varias avanzadas: una por la cumbre; otra por la rivera del mar; otra a vanguardia. Tras esta última sigue una compañía en dispersión; después el Regimiento en columnas por compañías.
El “Blanco” pone señales de desembarco general; las lanchas se llenan de tropas, que abordan el muelle remolcadas por el “Toro”, la lancha a vapor, y los botes a remo de la armada. A la 1:15 los buques se acercan a la playa, a la 1:30 se iza la bandera en tierra por los ayudantes de Estado Mayor, saludada por todas las bandas de a bordo.
La escala está fuertemente atrincada a los pilotes superiores; no hay quien la arríe; los marineros suben como gatos, largan las cadenas, y se activa el desembarco, por la balsa muelle construida en Pisagua que se acopla al muelle fijo.
En la tarde, acampan en tierra el Buin, los Navales, Artillería de Marina, Coquimbo, los Pontoneros y parte de caballería y Artillería. La “Magallanes” abandona el fondeadero a las 5 P. M. rumbo a Arica; a las 6, llegan el “Toltén” y el “Abtao”, a tomar su colocación. Poco después la “Chasseur” solicita lugar para fondeo, en el cual no interrumpa las operaciones del desembarco, Larga anclas a estribor del “Blanco”.
En tierra, a las 6 PM, se establece el servicio 50 cazadores a caballo salen hacia el interior, a la descubierta; tres compañías del Navales cierran la izquierda, entre el valle y la ciudad; un batallón del Buin marcha a las alturas de la derecha; y todo el Regimiento Esmeralda cubre el campamento, como gran guardia.
Pacocha significó “extensas bodegas para la Intendencia, Parque y Bagaje; casas cómodas y espaciosas, para los diversos servicios y personal del ejército; iglesia, estación de ferrocarril, y demás comodidades de una población nueva, en pleno desarrollo comercial,… el muelle cuya posición hizo fácil la translación a tierra de las enormes impedimentas del ejército, situado en el centro, del puerto….sobre pilotes de fierro, con cubierta de madera, que arrancan de un macizo de cal y piedra. Al extremo existe un donkey a vapor con una luz para facilitar el trabajo nocturno…obras de agua potable…Una poderosa bomba, en esos momentos a cargo, de un mecánico por­tugués que siguió en funciones, levanta el agua, y mantiene el nivel necesario para el consumo. El agua va del estanque a las fuentes de la ciudad por una cañería de fierro, de 1,50 m. de diámetro, que la distribuye en los pilones de cada esquina; un ramal se desprende a la estación del ferrocarril, que abastece la maestranza, locomotoras, y, los estanques suplementarios de las próximas estaciones de Salinas y Hospicio; otro ramal, conduce agua al muelle, para los donkeys y buques surtos, en la rada….El valle que se abre más arriba de Pacocha es un verdadero paraíso con sus bosques seculares, de árboles de los trópicos, y sus plantaciones de olivos, higueras, guayabos, algodoneros, paltos, limoneros, naranjos, chirimoyos, pero muy insalubre…con las tercianas y las fiebres palúdicas…..la adquisición del ferrocarril con la maestranza, locomotoras, coches de pasajeros, carros de carga y la máquina telegráfica intacta….El jefe de telégrafos, Figueroa, se establece en la oficina principal, cuya máquina se halla intacta, e intercepta los despachos que pasan por Hospicio, centro telegráfico en donde convergen los hilos de Tacna, Moquegua, Arequipa y Pacocha[4]


Alberto del Solar

El 26 en la tarde, zarpan para Pisagua, los transportes “Angamos”, “Loa” e “Itata”, en busca de la IV División. La vida de guarnición en ese lugar no fue para nada placentera, tal como relata Alberto del Solar: “Nos hallábamos en un puerto miserable y privado de los recursos más indispensables. En efecto, el pueblecillo de Pacocha no merece ni el nombre de tal: le sobra el de villorrio o caserío. A nuestra llegada entrábamos como en una ciudad de muertos: ni una sola de las casas estaba habitada, de modo que los regimientos se hospedaron en ellas de rondón. El sólo edificio medianamente importante era el ocupado por el general en jefe y su séquito…. Entre las circunstancias que hacían más insoportable aún nuestro campamento de Pacocha, se destacaba como muy principal la de una horrible plaga de moscas y mosquitos que poblaban el aire en tan enorme cantidad, que durante las horas más ardientes del día penetraban por millares en nuestras tiendas y nos mortificaban de mil maneras, especialmente en la comida, en el sueño de la tarde y en la lectura. Al caer de la noche, afortunadamente, se recogían, pero sin abandonar el interior de las tiendas. En el estrecho espacio superior de la tela que, como se sabe, tiene generalmente la forma de un cono, se reunían agrupados en masa compacta, haciendo el efecto de tapizar de negro toda esa región.
Sometidos a la abundante, pero poco variada ración de campaña, carecíamos en absoluto de los placeres de la mesa, que por primera vez echábamos de menos. ¡Ni restaurantes, ni fondas, ni siquiera la más ordinaria de las cocinerías en qué regalar el paladar con algún plato nuevo! Nuestra cocina era servida por los asistentes, convertidos a la vez en panaderos y lavanderos, pues en muchas ocasiones no nos era posible obtener en tiempo oportuno el «amasado» del ejército…. El tiempo iba a deslizarse otra vez entre ejercicios militares y monótonas guardias de cuartel, que harían más pesados aún los insoportables calores de la estación en aquella atmósfera siempre ardiente e impura…. Acampados al pie de montes de arena, que daban principio a un desierto de desesperante aridez, nuestra vista carecía por completo de la delicia, no comprendida hasta entonces, de poder posarse sobre las verdes alfombras de la campiña y las hojas de los árboles.
Nuestros temas de conversación, agotados casi, por la falta de variedad en los acontecimientos, no nos distraían ya. Sabíamos de memoria, a fuerza de leerlos, los pocos libros, propios y ajenos, que lográbamos tener en las manos; de suerte que la llegada de los periódicos de la patria, con la correspondencia de la familia, era un acontecimiento colosal que nos volvía locos de placer a la vez que nos prestaba materia para unos cuantos días de charla.
En los días más insoportables de calor y de fiebre, recuerdo que solíamos reunirnos en grupo de amigos bajo las tiendas de campaña y allí tratábamos de inventar algo que pudiera distraernos. Las ideas más locas y más peregrinas se nos ocurrían entonces, y era de verse cómo celebrábamos hasta lo más trivial y ridículo.
Convertidos en verdaderos colegiales, nuestros gustos se hacían pueriles, de suerte que nos acontecía lo que al prisionero que tras largos años de calabozo encuentra placer en la observación del objeto más insignificante: una piedra de la muralla que se va desgastando, un insecto que trabaja su agujero o, como Picciola en el delicioso romance de Saintine, una flor que crece entre las rendijas del pavimento.
Por eso no es de extrañarse que al fin jugáramos, como los muchachos, a las sesiones de congreso o al carga burro, faltándonos poco para entretenernos con soldaditos de plomo….”

En el lado Aliado: El Gobierno del Perú, por su parte, al crear los ejércitos del Norte, del Centro, y dos del Sur tenía que defender zonas muy extensas. Y al perder el dominio del mar quedaba sujeto a una estrategia completamente defensiva, esperando a los chilenos dónde ellos decidieran atacar.

Sargento Peruano


Entre los Ejércitos del Sur, el Segundo, cuya sede se encuentra en Arequipa, empieza a reforzar al Primer Ejército (situado al norte del primero) con tres batallones, los que quedan al mando del Coronel Agustín Gamarra, quien llega con el nombramiento de Comandante de la 1ª División del II Ejército del Sur, dependiente directo del Ministerio de Guerra, como unidad independiente. A Principios de Febrero entra a Arequipa después de revistar al batallón Canchis (coronel Manuel A. Velasco) y al Canas, (coronel  Martín Álvarez). La tercera unidad era el Granaderos del Cuzco (coronel Manuel A. Gamarra) el que se encontraba en Moquegua. Cada uno de estos batallones incompletos debía elevar sus efectivos a 600 plazas, según disposiciones terminantes emanadas de la capital.
El Ministro de Guerra del Perú, entregó  plena libertad de acción (dependería única y directamente del Ministerio) y dió al coronel Gamarra órdenes precisas:
a.    conservar la línea de comunicaciones, a toda costa, entre Montero (ubicado en Tacna)-Arequipa-departamentos del sur, para lo cual se establecería en Moquegua, enlazando Arequipa con el Almirante Montero.
b.    vigilar el puerto de Pacocha, para dificultar en lo posible el acceso de fuerzas enemigas; y en caso de retirada, inutilizar todos los elementos de movilidad que pudieran aprovechar los invasores.
Gamarra se traslada a Moquegua, en donde acampan los Granaderos del Cuzco y el Batallón Vengadores de Grau, ex‑columna “Huáscar”, del comandante julio Cesar Chocano. Ordena al Canchis que se traslade de Tambo a Moquegua, y al Canas a Torata, ya que el prefecto de Arequipa tenía un buen núcleo de tropas a cargo del coronel Juan Francisco Goizueta, comandante de la 2ª División del II Ejército del Sur, para resguardar el camino de Mollendo.

Oficial Chileno

Gamarra llega a Moquegua el 12 de Febrero, y se encuentra con la novedad de que los dos cuerpos que debían ingresar a su 1ª División, los Granaderos del Cuzco y el Vengadores del Grau, forman una 10ª División del I Ejército, a cargo del coronel Manuel Velarde, dependiente del Cuartel General de Arica y por disposición de éste, Velarde recibe orden de hacerse de disponer de dichas unidades. Chocano, comandante del Vengadores de Grau, exhibe las comunicaciones del Gobierno de ponerse a las órdenes de Gamarra. El coronel Velarde, ante las órdenes del Ministerio, cede y remite a Montero copia de las instrucciones de la Secretaría de Guerra.
Gamarra recibe los dos cuerpos disputados el 25, y el 27 se presentan los chilenos en Pacocha, por lo que las instrucciones se interferir el desembarco del enemigo  o destruir el material de movilización, se hacen impracticables ante la falta de concentración de las tropas disponibles. Abandona Pachoca y se concentran en el Alto de la Villa, para conservar intacta la línea de comunicaciones de Montero. Hace ingresar a sus fuerzas a la Gendarmería de Moquegua (Manuel A. Gómez) y la Guardia Civil de Infantería, con lo que alcanza a un efectivo de 2.000 combatientes. Establecido el Cuartel General en el Alto de la Villa, envía a los Gendarmes montados, a vigilar el valle, hasta las cercanías de Hospicio, a medio camino entre los campamentos chilenos y peruanos y queda en espera de los acontecimientos.


[1] Machuca, Francisco, Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico
[2] Ibidem
[3] Diario de Campaña. Avisemos de inmediato que todas las citas de Alberto del Solar provienen del mismo texto.
[4] Machuca, Francisco, Las cuatro campañas de la Guerra del Pacífico

miércoles, 1 de marzo de 2017

EL FIN DE MI PRÁCTICA PROFESIONAL EN CORPORACIÓN VIÑA DEL MAR

Con la Marisa, mi sucesora


Libro de asistencia. Última anotación

Con "El Tiburón"

Cierre del Libro de Asistencia


Toda la pandilla: Tere, Felipe, Sebastián, Juan y detrás Miguel

La despedida en "El Baul", buena compañia, buena comida, buena conversa. Alcohol y regalo