El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 12 de octubre de 2017

EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA (III)

EL DÍA "D" CHILENO. DESEMBARCO EN PISAGUA 


LA ZONA DE DESEMBARCO: “Allí hay 2 pequeñas ensenadas, una llamada Playa Blanca, situada al Sur y la otra, unos 50 metros al Norte de la anterior, separadas por un alto morro de peñas en donde azotan con furia las olas. Dicho morro, quebrado y salpicado de pequeñas cavernas labradas por el mar, cierra ambos desembarcaderos por 2 de sus flancos, mientras las peñas de la ribera y la cuesta casi a pique, los rodean por los demás lados.
La línea del Ferrocarril, que pasa a unos 50 metros sobre la playa, forma allí y en todo su trayecto un magnífico parapeto. Al volver enseguida para faldear el cerro, traza una nueva línea de defensa, que se repite más arriba al torcer de nuevo para tramontar la cuesta.
Fuera de esto, el camino, que partiendo del centro de la población de Pisagua se dirige al campamento, forma en la altura del frente un ángulo que había sido arreglado por el enemigo en forma de trincheras y todos los disparos de estos puestos, unidos a los de la playa, podían converger sobre los 2 estrechos desembarcaderos, en donde apenas puede atracar una lancha y eso a costa de serias dificultades.[1]

LA PRIMERA OLEADA: Los primeros botes avanzan, intentando varios puntos de desembarco, dice Erasmo Escala, pero “en todas ellas se les hizo igual resistencia. Dióse entonces orden a la escuadra de que protegiese esta operación con el fuego de sus cañones, dirigiendo sus tiros hacia todos aquellos lugares desde los cuales se hacía fuego a la tropa nuestra. Las balas y granadas de nuestros buques caían en distintas direcciones en todos aquellos puntos en que el enemigo estaba oculto y se produjo entonces el incendio, tanto en los edificios de la población, como en los depósitos de sacos de salitre y de carbón existentes en varias partes. Esto no detiene a los defensores quienes continúan rechazando el desembarco con la fusilería con que cuentan, hasta que los botes comienzan a “echar a tierra sus tripulantes, teniendo a más que luchar con la pésima condición de los desembarcaderos, en los cuales la ola azotaba contra las rocas con toda violencia”.
Por el lado de los aliados, la columna naval a cargo de José Becerra instala la 1ª Compañía con rifles peruanos en el muelle principal y sus alrededores entre las rocas norte y sur. La 2ª Compañía armada con rifles chaspot,(sic) dominaba las rocas desde la playa caleta del mercado hasta el muelle del ferrocarril. En tal estado me encontraba con esta 2ª Compañía en este puerto con mi ayudante, el Teniente de la guardia nacional D. Victor Loaiza.
El mismo Becerra relata que después “las embarcaciones menores avanzaban haciendo fuerza de remo sobre Playa Blanca, situada á sotavento del Ferrocarril. Luego que se aproximaban (los chilenos, los) matriculados de la Columna Naval, de la 2ª Compañía, disputaban el terreno con denuedo en unión de 25 hombres de los trabajadores del Ferro-Carril, Columna Gendarmes del puerto al mando del Sargento Mayor graduado Manuel Zeballos y una Compañía del Batallón Independencia de Bolivia apostados todos convenientemente en las rocas, repelieron á los invasores, quedando casi el total de ellos tendidos en la playa, otros arrojaronse al mar, y escondiéndose entre las rocas y dos lanchas varadas inútiles.[2]

Las primeras tropas chilenas que ponen el pie en tierra son las de la brigada de Zapadores, dirigidas por Santa Cruz tomaron “al enemigo por la retaguardia, facilitando así el desembarco del resto de la división, que en esos momentos bajaba a tierra por dos puntos distintos, sufriendo un fuerte ataque de las fuerzas contrarias estacionadas en algunas posiciones elevadas. Venciendo todas estas dificultades, llegaron a tierra el batallón Atacama, regimiento Buín, a las órdenes de sus respectivos comandantes y 108 del regimiento 2º de línea.”
Desde el Abtao, Aureliano Sánchez cuenta que la nave “avanzó hacia tierra haciendo fuego, en medio de una granizada de balas que de la playa, peñascos y alturas de los caminos de Zigzag del elevado cerro a escarpe, les dirigían los invisibles enemigos. Las embarcaciones se veían rodeadas de una nube de humo y agua, causándonos muchas bajas lo que era especialmente grave para los boteros y remeros, indispensables para traer refuerzos y municiones.
En Playa Blanca: La primera oleada “la componían el batallón Atacama, regimiento Buin, 100 hombres del 2° de línea i 100 hombres de la brigada de Zapadores, . Como todo desembarco enfrentaba una doble dificultad: lo que la naturaleza había dejado en las costas de Pisagua: olas, marea y roqueríos, a lo que se sumaba la resistencia de los aliados. Era común ver “salir del costado de un buque un bote con su dotación completa i volver solo la mitad haciendo uso de sus remos, teniendo, en tal caso, que echar arriba los muertos i heridos i volver nuevamente a tripularlo para continuar conduciendo la jente de desembarco.
Cuenta Dublé Almeydalas tropas de infantería –peruanos y bolivianos– en número de mil aproximadamente, ocupaban todos los lugares que podían servir de punto de desembarco a nuestros soldados parapetados entre las rocas de la playa y en pequeños fosos y trincheras que habían construido en las faldas de los cerros que próximos al mar se elevaban a gran altura casi verticalmente.
Los defensores del puerto estaban a cubierto de los fuegos de nuestras tropas, y estas recibían desde que las embarcaciones se ponían al abrigo de sus armas, el plomo arrojado de mampuesto por peruanos y bolivianos. Para evitar gran número de bajas, el desembarco debía ejecutarse con mucha rapidez. El mayor peligro para nuestros soldados, existía mientras estuvieran en las embarcaciones que los conducían. Aquí fue donde el enemigo causó muchas bajas entre los oficiales y tropa de desembarque, y entre la gente de mar que manejaban las embarcaciones.
Los soldados saltaban de los botes y lanchas, muchos antes que estos tocaran en tierra, y se precipitaban sobre las rocas y eminencias atrincheradas, donde se ocultaban los enemigos, arrojándolos de sus posiciones, o matándolos en el sitio. En una hora estuvo ocupado por nuestras fuerzas el plano de la población y la orilla de mar.
Entre los tripulantes de los botes las bajas fueron numerosos. Carlos Condell cuenta respecto de los boteros de la Magallanes “El guardiamarina José María Villarreal, que mandaba el tercer bote, fue herido en el brazo derecho y garganta levemente, y muy gravemente en el ojo derecho,…y muertos el marinero 2º José Ramón Valenzuela y dos soldados del cuerpo de Zapadores. En el segundo bote, mandado por el teniente Urmeneta, fue herido en la pierna derecha el marinero 2º Dionisio Morales, y muerto un soldado de Zapadores….Finalmente, en el primer bote, fue herido levemente en el hombro derecho y omóplato del mismo lado, el guardián 1º Tomas Harvis, y la embarcación arrojada a la playa sobre las piedras, por cuyo accidente dos marineros fueron aplastados por el bote, recibiendo contusiones leves.
Para esos instantes (10:35), dice el coronel peruano Recabarren, “desde poco después de principiado este segundo periodo, comenzaban a bajar sucesivamente varias compañías de las fuerzas bolivianas situadas en el Hospicio,….”. Desde la Magallanes, Condell “notando que apresuradamente se descolgaba mucha tropa de la que se hallaba acampada en la parte superior de los cerros i a la que el Amazonas habia dirijido sus fuegos i que llegaba a parapetarse dentro de la población, haciéndose difícil el desalojarla cuando se intentase el desembarco, pide instrucciones a Escala y Sotomayor para bombardear el pueblo. Con la orden dada procede a disparar, avisando al resto de la escuadra para que actúen del mismo modo.
Desde la Covadonga, Manuel J. Orella narra que inmediatamente que…la guarnición (aliada) abandonaba el fuerte(Sur), goberné (navegué) cerca de playa hacia el Norte, tanto para proteger el desembarco de las como también para hacer fuego sobre las tropas enemigas que bajaban en ese momento por las laderas del Morro (los batallones bolivianos, en orden de compañía) y se refugiaban en el cementerio de la población, consiguiendo evitar que los enemigos lograran llegar al punto de desembarco y hacerlos regresar a sus parapetos.
La Covadonga se acerca más al punto de desembarco, y continúa sus fuegos contra los aliados, “desalojando al enemigo de la posición ventajosa que ocupaba en ese momento para atacar a la tropa que desembarcaba en Playa Blanca.” Cumplida su misión se aleja de la playa unos 100 metros y ahora descarga sus cañones contra “los grupos enemigos que dominaban las cimas de los cerros. En esa posición permanecí media hora”.

Emiliano Sotomayor narra en su parte, hecho posterior a al desembarco, que el “primer cuerpo que tomó la ofensiva desembarcando en Playa Blanca, caleta estrecha con capacidad únicamente para dos embarcaciones y que se había acordado elegir como punto más seguro”. Se trata de kis hombres del batallón Atacama. Sotomayor le ordena a las dos companies que “trataran de dominar las alturas y, si era posible, flanquear al enemigo que desde la playa, colocado detrás de las rocas y de toda clase de obstáculos, hacía un nutrido fuego sobre las embarcaciones que conducían las tropas.[3]
A las 09.45 hrs: En la ensenada del Sur atracaron los botes que conducían a los “Zapadores” y los primeros en varar allí fueron los de la O’Higgins y de la Magallanes. 17 botes con tropas abordaron la playa por 2 pequeñas Caletas situadas al Norte de la población de Pisagua, llevando parte del Batallón “Atacama” Nº1 y Brigada de“Zapadores”.
El bote del Loa es el primero en tocar fondo en la Caleta. Los tripulantes no pueden vararlo, porque se despedazaría contra los riscos. Se echa al agua el cabo Marinao, de los “Zapadores”, araucano de pura cepa, gana la orilla premunido de una cuerda y arrastra el bote….(los demás), se precipitaron sobre un peñasco cercano tras del cual encuentran un grupo de soldados bolivianos, a quienes atacan a la bayoneta y a culatazos, matando algunos y haciendo arrancar a los restantes en dirección a la población de Pisagua.
Al llegar a la playa el resto de los botes, los soldados se lanzaron al agua y avanzaron sobre los roqueríos y trincheras, haciendo uso de sus fusiles, bayonetas y corvos. Estas tropas desembarcaron en medio de una lluvia de balas del enemigo, sembrando los botes y la playa de muertos y heridos. El padre (capellán franciscano) Madariaga, con el hábito perforado en varias partes por la lluvia de balas, salta a tierra; sin cuidarse de las balas, corre donde cae un combatiente, lo auxilia, lo exhorta y lo traslada a lugar seguro, abrigado del peligro.” En total de 450 hombres, incluyendo algunos de los boteros[4] llegan a Playa Blanca, que en instantes se convirtió en un hervidero de disparos y combates cuerpo a cuerpo con bayonetas cuchillos y corvos. Los “Zapadores” comenzaron a avanzar….; logrando rodear al enemigo y facilitar el desembarco del Batallón “Atacama” Nº1….las tropas que guarnecían los desembarcaderos de la población de Pisagua, hostigados por los terribles disparos del Cochrane y viendo el peligro que corrían los defensores de la parte Norte de la ribera, principiaron a correrse hacia ese lado, haciendo un mortífero fuego de flanco a la 1º Compañía del “Zapadores”.
la flota de invasión, luego del combate
Los Zapadores con mas orden y disciplina combaten “ordenadamente, al son de la corneta y desplegados en guerrilla, al mando de su capitán. El mayor Villarroel, del “Zapadores”, que fue a tierra en la primera División de botes, fue gravemente herido dentro del que lo conducía. Los “Zapadores” sufrían de flanco un nutrido fuego del enemigo, parapetado en la casa de la Compañía de Salitres, a más de los tiros de frente que le dirigían desde arriba.

Alrededor de las 10 30 llegan refuerzos: “las 2 restantes Compañías del “Atacama” Nº1 (la 2º y 4º), de la otra Compañía del “Zapadores”, 1 Compañía del “Buín” y 90 hombres del 2º de Línea. Las balas llovían en torno de los botes y de las lanchas que remolcaban, siendo crecido el número de muertos y heridos que hubo en ellos.


[1] Machuca, Francisco, Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, Tomo II
[2] En la versión de los aliados, el desembarco fue un fracaso y los que no murieron tuvieron que reembarcarse, lo que no se condice con lo ocurrido realmente: que los chilenos no fueron devueltos al mar, pero tampoco pudieron avanzar mucho más allá de la playa.
[3] Redactado el 4 de noviembre de 1879
[4] el bravo marinero Villarroel alcanzó a echar por tierra a 3 bolivianos, uno de ellos a culatazos y no volvió a embarcarse en su bote hasta 1 hora más tarde, después de haber avanzado junto con los soldados del “Zapadores” hasta el primer atrincheramiento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario