El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 12 de octubre de 2017

EL DÍA "D" CHILENO. EL DESEMBARCO EN PISAGUA (IV)

EL DÍA "D" CHILENO. EL DESEMBARCO EN PISAGUA (IV)


El combate en la cabeza de puente: En tierra, seguimos el relato del comandante Santa Cruz, jefe del Zapadores “A las 10 A.M. trescientos hombres de la brigada de Zapadores i una compañía del Batallón Atacama,, mandada ésta por el capitán Soto Aguilar i subteniente Matta, nos dirijimos a Playa Blanca en los botes de la escuadra, logrando desembarcar en medio del nutrido fuego de fusilería que se nos hacía de tierra. Desembarcada la tropa, habiendo tenido nueve bajas, dirijí el ataque sobre las posiciones enemigas. Estas se encontraban distribuidas en tres posiciones ventajosas: la mayor parte estaba atrincherada a inmediaciones de la playa tras parapetos de sacos i peñas de la costa; otra situada a media falda del cerro, se ocultaba en los barrancos, zanjas i camino del ferrocarril. El resto de las fuerzas enemigas, que calculo en un total de novecientos a mil, dominaban la cima del cerro.
Cargan contra las dos primeras posiciones “tanto para proteger el desembarco del resto de nuestras fuerzas, cuanto porque toda tentativa de ascenso habría sido infructuosa den (sic) esa circunstancia. Al efecto se destacaron guerrillas[1] desde la playa que sucesivamente avanzaron hasta las alturas de las segundas posiciones que desalojadas, eran ocupadas por los nuestros i replegándonos podíamos ir flanqueando al enemigo. El grueso de las fuerza, la reservé para atracar las trincheras de la playa.”
“En esta forma i avanzando las guerrillas con todas las precauciones posibles, se desalojó la trinchera de la estación del ferrocarril de donde se nos hizo la mayor resistencia i en varias ocasiones tuvimos que repeler un contra ataque.” Lo que confirman los bolivianos “El general boliviano, Don Pedro Villamil, apostado en el sector sur con sus tropas, nuevamente acosó y empujó el desembarco de los soldados chilenos en tres oportunidades, de manera valiente y decidida. El General boliviano Ezequiel De la Peña arremetió audazmente con sus soldados en contra de los chilenos. La tropa acometió sobre los invasores al grito de: "Perú y Bolivia, unidos para siempre"[2].

EL SEGUNDO DESEMBARCO: A las 11 h. 10 m. un grupo como de 25 hombres de los chilenos alcanza al primer camino de la línea del ferrocarril; en ese momento de todos los buques se oye un estruendoso  ¡Viva Chile! y las bandas de música rompen con la Canción Nacional, y mientras se envían refuerzos, una segunda ascensión por la segunda falda ejecutan nuestros soldados para apoderarse del segundo camino también.
A las 11.30 A.M. relata Santa Cruz, “percibí el segundo desembarque de nuestras tropas. Merced a esta circunstancia pude utilizar la tropa que cubría nuestra retaguardia, pues hasta ese momento teníamos que contrarrestar el fuego en todas direcciones. Con mis fuerzas reunidas di mayor vigor a nuestro ataque.”. Pero no es una ataque en filas cerradas sino que avanzan en guerrilla. Encabezados por sus oficiales se dirige hacia Pisagua y toma por asalto la casona donde se habían parapetado parte de los defensores  “La 2º Compañía de los “Zapadores” va en ayuda de la 1º Compañía, que todavía no ha logrado tomar la casa de la Compañía de Salitre. Pronto fue éste desalojado de allí a punta de bayoneta, huyendo desatado cerro arriba.”[3]
Para Dublé Almeyda, testigo privilegiado, cuenta su vision de los chilenos, llegada la segunda oleada, con nuevas tropas, las que “principiaron a subir el alto cerro que se eleva casi verticalmente cerca del mar. En los distintos caminos y zigzag de la línea férrea, y en los senderos para gente de a pie, el enemigo se hallaba parapetado, y desde allí hacía nutrido fuego sobre nuestros soldados, que subían aquella pendiente, muchos de ellos con su arma sujeta en los dientes por el porta-fusil, pues tenía que hacer uso de las manos en muchos lugares para poder subir. Cuando se cansaban de la ascensión, buscaban un lugar donde pudiesen ocultos hacer fuego, y en seguida continuaban en marcha hasta desalojar al enemigo de sus posiciones. En esta ascensión hubo muchas bajas. Nuestros buques con certeros disparos de sus cañones sobre las trincheras enemigas, contribuyeron a las operaciones de la infantería chilena.”
Cuenta Recabarren que a los chilenos, las tropas aliadas “lograron rechazarlos (la verdad contenerlos), colocándolos en condiciones de no poder renovar el combate en tierra hasta no encontrarse apoyados por considerable número de tropas que habían sido desembarcadas en la playa de Huata, situada una milla al norte, trabándose entonces un recio combate que sostuvimos con buen continente y sin perder nuestras posiciones por espacio de más de cuatro horas, a pesar de estar sufriendo al mismo tiempo un nutridísimo fuego que nos hacían las ametralladoras de los buques y de las lanchas, así como con la artillería de los primeros, que no cesó de disparar un solo instante.
Juan Buendía dirá más tarde que “el terreno que ocupaban nuestras fuerzas era desventajoso: no mide más de 200 metros entre el mar y el escarpado barranco que cierra aquel punto por el costado este, y cuyo camino sólo permite el tránsito de las fuerzas en desfile. Fue sobre aquel pedazo que la escuadra chilena hizo funcionar con prodigiosa rapidez toda su artillería, sus ametralladoras y su fusilería, porque los buques se hallaban a tiro de revólver de la costa. Una nube densa producida por el fuego del enemigo, por el propio y por el incendio que devoraba ya la población y millares de sacos de salitre, envolvía el teatro del combate a los invasores, en tanto que continuaban los tiros dirigidos del mar.”
José Becerra extiende el relato: “Los (chilenos) no volvieron á desembarcar por (playa Blanca), por lo que se opta por seguir con un segundo desembarco, esta vez en la caleta de Huata. Sometido al fuego de la artillería naval ordena que la “1ª Compañía de la Columna Naval situada en el muelle se replegase á la 2ª Compañía, pues que algunas individuos combatientes se habían acercado mostrándome sus rifles chaspot inutilizados y pidiendo permiso para ir al deposito de la Aduana para reemplazarlos, así lo hicieron regresando con otros.
Para los chilenos, la segunda oleada, ahora ubicada a la derecho del primer grupo (Playa Huata), “completó en tierra a los “Zapadores”, “Atacama” Nº1, “Buín” y parte del 2º de Línea. En este viaje iba el Comandante del “Atacama” Nº1, teniente coronel Juan Martínez, y algunos oficiales de esta unidad; el Comandante del “Zapadores”, teniente coronel Santa Cruz y las unidades fundamentales con sus respectivos Comandantes.” Ambos grupos se unen. En Playa Blanca avanzan las Compañías 2º y 4º del “Atacama” Nº1. Entre los oficiales que desembarcan estaban los capitanes José A. Fraga y Félix G. Vilches, que se unieron a sus colegas Ramón Soto Aguilar y Ramón Vallejos, desembarcados en la 1º ola; el teniente Melitón Martínez, hijo del Comandante de la unidad, el teniente Antonio Mario López y el subteniente Rafael Torreblanca.
Ahora dirigidos por su jefe, los del Atacama embisten por Playa Blanca, flanqueando a los defensores. Mientras Santa Cruz y sus Zapadores lo hacen por playa Huata, en medio de gritos. El subteniente Torreblanca, del Atacama, dirige a sus tropas sable y revolver en cada mano “arrastrando en pos de él 60 soldados. Los enemigos abandonaron el puesto sin que pudieran ponerlos al alcance del brazo. El cerro era medanoso, así que llegaron extenuados de fatiga ahí. Después de algunos minutos de descanso y de fuego, Torreblanca asaltó la primera línea del Ferrocarril. Como en todas partes, los bolivianos no los esperaban. Esa tirada fue más larga que la anterior y sólo le acompañaron a Torreblanca, 18 ó 20 soldados.
Estos asaltos son descritos por el corresponsal de El Mercurio de Valparaíso. Al hablar de los soldados del Atacama, “subían como culebras la arenosa cuesta, y después de disparar un tiro medio recostados, principiaban a arrastrarse de nuevo hacia arriba. La mayor parte de los que desde a bordo nos parecían cadaveres, examinados con el anteoj, los veíamos avanzar levantando de cuando en cuando la cabeza para distinguir a sus enemigos…. Vimos un grupo de cinco atacameños,….,que después de posesionarse de la trinchera formada por la primera vía del Ferrocarril, llegaba a la mitad del segundo tramo de la falda, y se batía casi a boca de jarro, contra los enemigos parapetados en esa nueva posición[4] 
“El subteniente Torreblanca aguardó ¼ de hora, a que se le reunieran más soldados, aguantando y contestando el fuego que les hacían los Aliados, desde la carretera, distante 30 metros, sobre sus cabezas. Destaca a un cabo “con 10 hombres para que hicieran desocupar la carretera inferior hacia el lado de la población, desde donde se hacía un vivísimo fuego sobre los botes.” Torreblanca “tras el corte del cerro, pudo observar el aspecto del combate. El desorden era espantoso, los soldados se batían solos. Disparos venían desde “los edificios de la Estación y en la Compañía Salitrera allí vecinos y contiguos.” Con la llegada de Santa Cruz y su táctica de orden disperse progresa major el ataque. El jefe de los Zapadores, llegado en la segunda olada de botes, “ordenó el ataque de aquellas posiciones al toque de corneta; al paso que los “atacameños”, incontenibles en sus bríos y en su empuje de montañeses acostumbrados a escalar los cerros, se lanzaron a la ladera (frente a ellos) iban replegándose los grupos bolivianos hacia las alturas, disputando bravamente cada pulgada de terreno al adversario.”.
Ruinas en Pisagua luego del bombardeo y el desembarco
En la playa, pese al inicial avance fuera de la cabeza de Puente, aún el desembarco presente dificultades, en una lancha que llevaba a unos cincuenta hombres “iba remolcada por la lancha a vapor del Cochrane,….sea por temor a las rompientes o por otra causa, la dejó sin remolque cuando todavía faltaban unos 50 metros para llegar al desembarcadero. Las embravecidas olas arrastraron la lancha hacia las piedras…(la embarcación) quedó montada sobre una roca, bamboleándose al impulse de una Resaca y expuesta a los fuegos del enemigo sin que sus tripulantes pudieran defenderse, porque los fuertes vaivenes (del bote) les impedían apuntar”[5]. Desesperados y ya habiendo perdido 6 muertos y 8 heridos, algunos sobrevivientes se lanzan al mar para llegar nadando a la costa, varios morirían ahogados por el oleaje. El subteniente al mando ordena a los demás que permanezcan a bordo hasta que un bote del transporte Loa se acerca y los rescata para luego depositarlos en la playa.
Torreblanca llega hasta la cúspide, visto por testigos “entre los que iban más adelante y era visible desde a bordo (de los buques)….que señalaba con su espada, a los soldados que le seguían, el punto a que debían disparar, como si se tratara de una simple revista en el campo de maniobras. Martínez (comandante del Atacama) marchó de flanco, entrando en combate de inmediato, provocando el desbande de peruanos y bolivianos que huyeron hacia Alto Hospicio, perseguidos de cerca por “Atacameños” y “Zapadores”. El soldado Bruno Zepeda, es uno de los 5 soldados en llegar a la última trinchera de la cumbre. Se le atribuye al subteniente Rafael Torreblanca, él haber izado la bandera chilena sobre la cumbre del Hospicio.
Estación de Ferrocarril de Pisagua
El rastro de la batalla quedó marcado en el reguero de cuerpos tirados allí donde la muerte los sorprendió. Sigue el relato del corresponsal de El Mercurio porteño: “La parte en que se batió el Atacama estaba cubierta de cadavers de soldados bolivianos (los escasos prisioneros heridos que había, se explicaban porque los del Atacama) necesitaban dejar bien muertos a los enemigos que habían ocupado la ribera porque los cuicos se hacían los muertos y después les disparaban por detrás a mansalva[6] Además del “repaso”[7] hay otra explicación para este fenómeno y es que desde la posición atrincherada de los bolivianos, lo que siempre quedaba al descubierto o era la cabeza o el pecho, lo que provocaba que las heridas fueran mortales en muchos casos.
El avance chileno era apoyado de cerca tanto por la artilleria naval como el fuego de las ametralladoras. “Los disparos de la O’Higgins, dirigidos al ángulo formado por el camino de a pié, donde se parapetaban 2 Compañías bolivianas, fueron espléndidos y produjeron magníficos resultados, introduciendo el pánico y la desmoralización en el enemigo. El Cochrane, por su parte, disparaba contra los enemigos atrincherados en el Fuerte en construcción, situado casi al frente de la ciudad y la Covadonga ponía a raya a los fugitivos, que rehechos, avanzaban de Norte a Sur, por la vía férrea, para apoyar a sus desconcertados compañeros. El Loa, por su parte, lanzó algunos disparos contra los grupos que coronaban la falda Norte, en dirección al Fuerte de ese lado, entre los cuales se encontraba el coronel boliviano Granier. Las tropas bolivianos que habian soportado un fuego pesado por horas provocó los primeros fugados “huyendo atontados cerro arriba o hacia el Norte, después de haber tirado al suelo sus rifles y sus bagajes.” Y la llegada de nuevos refuerzos empuja la derrota, ya sobrepasados. “En estos momentos, el coronel Granier abandonó la ladera situada a continuación del Morro Norte y principió a subir en dirección al campamento (Hospicio), caballero en una mula. Igual actitud tomó Buendia y el general Villamil. También las tropas ubicadas en el mismo Pisagua.
Durante este combate se incendia el salitre surto en el puerto y que estaba para ser embarcado por “una bomba que cayó (cerca de Becerra), y la cual me segó, retrocedí algunos pasos hacia la izquierda, mas otra bomba dirigida casi al mismo punto, (la onda de choque lo arroja a varios metros junto a su auydante)… Era imposible penetrar mas adelante y la fuerza de la 2ª Compañía quedó en aquel puerto. El incendio del salitre crecía y el humo impedía hacer tiros certeros.
En tal situación y hallándose la 1ª Compañía de la Columna Naval en la primera curva del ferrocarril, defendiendo el terreno en unión de dos Compañías Bolivianas que descendieron de Hospicio á ayudar á repeler los invasores, (Becerra) se queda con la 2° compañía. Sigue el oficial naval peruano con que dos compañías del Victoria (boliviano) que descendían de Hospicio tuvieron que quedarse al principiar el camino de cuyo punto hacían un fuego nutrido sobre los enemigos desembarcados en Guata, haciendo fuego hasta las 3.h mas ó menos P.M. que oí tocar retirada dirijiendose la fuerza de mi Columna en retirada. Encontré el pueblo todo incendiado por distintos puntos, hice curar algunos heridos y como se me dijese los enemigos nos seguían muy inmediato, tomé el camino de Junín, por donde me encontré con el Jefe de la Plaza y conseguí llegar á la altura á pesar de algunos tiros de cañon que nos hizo un trasporte que estaba frente al camino. Es en ese momento que se entera del desembarco en Junín y en el peligro de quedar bajo dos fuegos, sigue a Alto Hospicio, rumbo al interior y al desierto. Pisagua ya está perdida.
Vista de la bahía. Aunque de 1905 da una muestra de lo empinada de la pendiente
La persecución chilena sigue hacia Hospicio apoyada por la recién llegada tercera oleada a las 12, llevando al resto del Buin, salvo una de sus compañías. Se reorganizan y amunicionan, logrando un merecido descanso, especialmente los atacameños. Y tambien arriban los primeros cirujanos para atender a los heridos. Pero la batalla no había concluido: “El grupo de más consideración era el formado por 1 Compañía del “Victoria”, parapetada en el ángulo del camino. Pero ya las tropas chilenas, que habían avanzado por la vía férrea, de frente por la falda de la cuesta y por la altura del lado Sur, rodearon a aquel grupo y obligaron a rendirse a los que todavía quedaban con vida. El enemigo oponía ya solo una débil resistencia, casi obligado por los certeros disparos de la O’Higgins, que le barrían el camino.
Mientras en Hospicio, cuenta Becerra,“…la tropa y demás individuos que se hallaban en el Hospicio lo abandonaban por la proximidad del enemigo quemando víveres, peltrechos y pastos, seguí á dominar la cuesta del Arenal para tomar los rieles. Continué mi marcha hasta San Roberto acompañado de muchos individuos del pueblo. Jefe de la Plaza y tropas Bolivianas á la cabeza de sus Jefes y encontré que el tren había conducido hasta ese punto el Batallón “Aroma” con el General Villamil, el que según noticia lo hacían regresar á Jaspampa en donde debía situarse el Cuartel General. Despues, puesto en San Antonio, me encontré con el Jefe de la Plaza, quien me impuso no se llevaba á efecto establecer el Cuartel General en Jazpampa sino en Agua Santa y que debía pasar á ese punto la tropa que quedaba atrás: en tal concepto me determiné á seguir al puerto de Arica….”, terminando para Becerra su participación en la campaña de Tarapacá.
Pisagua en 1890. Vista de la bahía
Terminada la conquista de Pisagua, al tiempo llega el cirujano Víctor Körner Andwandter, quien da cuenta de los efectos del combate y as alto: “(del) pueblo propiamente tal, sólo quedan en pie unos pocos edificios, el Consulado inglés, la Intendencia, la estación del ferrocarril y el hospital, situado éste, muy lejos hacia el norte, completamente separado de la población. Se divisaban aún algunos escombros humeantes y rumas de carbón y de sacos de salitre[8]. El capellan chileno Marchant Pereira contará en sus cartas “durante la noche (del 2 al 3 de Noviembre) el incendio de la ciudad alumbraba la bahía entera….a las nueve un prolongado y recio temblor  vino a completar aquel cuadro de desolación y sangre..(y el 6 de Noviembre) se han sepultado como cien cadáveres; en la imposibilidad de reunirlos ha sido precisodepositarlos donde se les encontraba,a excepción de los que cayeron en el recinto de la ciudad que fueron llevados al cementerio (en cuanto al incendio) aún no se extingue; durante las  noches, el puerto de Pisagua continua alumbrado por los fatídicos resplandores de las enormes pilas de carbón que aún arden como en el primer día.


[1] La brigada de Zapadores fue la primera unidad en instruirse y entrenarse para atacar en formación de guerrilla, o sea de orden abierto, instrucción que practicó posteriormente el batallón Atacama siendo finalmente adoptado por todas las unidades del ejército de operaciones norte. El teniente coronel Santa Cruz fue quien introdujo este moderno sistema de combatir.
[2] Combatientes en la Guerra del Pacífico: Andrea Rioja De Bilbao. Los tres hermanos Garrón en
La Batalla de Tacna http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?pid=S1997-44852015000200004&script=sci_arttext
[3] Machuca, Francisco, op cit
[4] Pelayo, Mauricio y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 49 editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[5] Pelayo, Mauricio y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 50 editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[6] Pelayo, Mauricio y Mellafe Rafael “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” Tomo II, página 51 editorial Centro de Estudios Bicentenario.
[7] Práctica de la guerra en que el bando vencedor asesinaba normalmente a la bayoneta a los heridos que quedaban en el campo de batalla, mientras iba avanzando. Esa práctica en todo caso no se hacía en los hospitales (ambulancias) de campaña.
[8] DIARIO DE CAMPAÑA DE UN CIRUJANO DE AMBULANCIA

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