LAS MISERIAS DEL HISTORICISMO (I)
KARL POPPER
Título original: The Poverty
of Historicism
Karl
R. Popper, 1957
Traducción:
Pedro Schwartz
KARL
RAIMUND POPPER (Viena, 28 de julio de1902-Londres, 17 de septiembre de 1994). Nació
en una familia judía que más tarde se convirtió al protestantismo.
Trabajo
por algún tiempo en la clínica infantil de Alfred Adler. Obtuvo su doctorado en
filosofía por la universidad de su ciudad natal en 1928. En 1929 obtiene la
cátedra de matemática y física en enseñanza secundaria.
Aunque
no fue miembro de la llamada escuela de filosofía de Viena, simpatizó con su actitud
científica, aunque criticó algunos de sus postulados. Desarrolló una destacada carrera académica en Europa, Australia, India, Japón
y Estados Unidos. Desde 1937 hasta 1945 trabajó como profesor en la Universidad
de Canterbury en Nueva Zelanda, y más tarde en la Universidad de Londres.
En su Lógica del descubrimiento científico
(1934) criticó la idea de que la ciencia es en esencia inductiva. Propuso un criterio
de comprobación que él denominó falsabilidad, para determinar la validez
científica, y subrayó el carácter hipotético-deductivo de la ciencia.
En La sociedad
abierta y sus enemigos (1945), defendió la democracia y mostró reparos a las
implicaciones autoritarias de las teorías políticas de Platón y Karl Marx. También
es autor de En busca de un mundo mejor, La responsabilidad de vivir, Conjeturas y refutaciones, El mito del marco común y El cuerpo y la mente.
En 1965 le es otorgado el título
de Sir. Fue profesor visitante en
varias universidades y sus obras se han traducido a más de veinte lenguas. Está
considerado como uno de los filósofos principales del siglo XX.
Karl Popper
falleció el 17 de septiembre de 1994 en Londres.
NOTA HISTÓRICA
La tesis
fundamental de este libro—que la creencia en un destino histórico es pura
superstición y que no puede haber predicción del curso de la historia humana
por métodos científicos o cualquier otra clase de método racional—nace en el
invierno de 1919 a 1920. Sus líneas generales estaban trazadas en 1935; fue leído
por primera vez, en enero o febrero de 1936, en forma de un ensayo intitulado «La Miseria del Historicismo», en una
sesión privada en casa de mi amigo Alfred
Braunthal, en Bruselas. En esta reunión, un antiguo alumno mío hizo algunas
contribuciones importantes a la discusión.
Era Kar Hilferding, quien pronto iba a caer
víctima de la Gestapo y de las supersticiones historicistas del Tercer Reich. También
estaban presentes otros filósofos. Poco tiempo después leí un ensayo semejante en
el seminario del profesor F. A. von Hayek,
en la London School of Economics. La publicación
se retrasó algunos años porque mi manuscrito fue rechazado por la revista
filosófica a la que se lo mandé. Fue publicado por primera vez, en tres partes,
en Económica, Nueva Serie, vol. XI, núms. 42 y43, 1944, y vol. XII, núm. 46, 1945.
Después han aparecido en forma de libro una traducción italiana (Milán, 1954) y
una traducción francesa (París, 1956)[1]. El texto de la presente edición ha sido revisado y se han
hecho algunas adiciones.
PRÓLOGO
Intenté
demostrar en «La Miseria del Historicismo»
que el historicismo es un método indigente—un
método que no da frutos—Pero no refuté realmente el historicismo.
Más
tarde conseguí dar con una refutación del historicismo: mostré que, por razones estrictamente
lógicas, nos es imposible predecir el curso futuro de la historia.
El argumento
está contenido en un ensayo que publiqué en 1950, intitulado «El Indeterminismo en la Física Clásica y en
la Física Cuántica»; pero ya no
estoy satisfecho de ese ensayo. Un tratamiento más satisfactorio puede encontrarse
en un capítulo sobre el Indeterminismo que forma parte del Postcriptum: Después de
veinte años, apéndice de la nueva edición de mi Lógica de la Investigación Científica[2].
Con el
fin de informar al lector de estos resultados más recientes me propongo dar aquí,
en unas pocas palabras, un bosquejo de la refutación del historicismo. El
argumento se puede resumir en cinco proposiciones, como sigue:
1.
El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de
los conocimientos humanos. (La verdad de esta premisa tiene que ser admitida
aun por los que ven nuestras ideas incluidas nuestras ideas científicas, como el
subproducto de un desarrollo material de cualquier clase que sea.)
2.
No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro
de nuestros conocimientos científicos. (Esta aserción puede ser probada lógicamente
por consideraciones esbozadas más abajo.)
3.
No podemos, por tanto, predecir el curso
futuro de la historia humana.
4.
Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica, es
decir, de una ciencia histórica y social de la misma naturaleza que la física
teórica. No puede haber una teoría científica del desarrollo histórico que
sirva de base para la predicción histórica.
5.
La meta fundamental de los métodos historicistas (véanse las secciones11 a16 de
este libro) está, por lo tanto, mal concebida;
y el historicismo cae por su base.
El
argumento no refuta, claro está, la posibilidad de toda clase de predicción social;
por el contrario, es perfectamente compatible
con la posibilidad de poner a prueba teorías sociológicas—por ejemplo teorías
económicas—por medio de una predicción de que ciertos sucesos tendrán lugar bajo
ciertas condiciones. Sólo refuta la posibilidad de predecir sucesos históricos
en tanto puedan ser influidos por el crecimiento de nuestros conocimientos.
El paso
decisivo en este argumento es
la proposición(2). Creo que es convincente en sí misma: si hay en realidad un crecimiento
de los conocimientos humanos no podemos anticipar hoy lo que sabremos sólo mañana.
Esto, creo, es un razonamiento sólido, pero no equivale a una prueba lógica de
la proposición. La prueba de (2) que he dado en las publicaciones mencionadas es
complicada, y no me sorprendería que se
pudiesen encontrar pruebas más simples. Mi prueba consiste en mostrar que ningún
predictor científico—ya sea hombre o máquina—tiene la posibilidad de predecir
por métodos científicos sus propios resultados futuros. El intento de hacerlo
sólo puede conseguir su resultado después de que el hecho haya tenido lugar,
cuando ya es demasiado tarde para una predicción; pueden conseguir su resultado
sólo después que la predicción se haya convertido en una retrodicción.
Este
argumento, como es puramente lógico, se aplica a predictores científicos de cualquier,
complejidad, inclusive «sociedades»
de predictores mutuos. Pero esto significa que ninguna sociedad puede predecir
científicamente sus propios estados de conocimiento futuros.
Mi argumento es algo formal, y así quizá sospechoso
de no tener ninguna importancia real, aunque se le conceda validez lógica.
He intentado, sin embargo, mostrar la importancia
del problema en dos estudios: en el último de estos estudios, La sociedad abierta y sus enemigos[3],
he seleccionado algunos acontecimientos de la historia del pensamiento historicista
para demostrar su persistente y perniciosa influencia sobre la filosofía de la sociedad
y de la política, desde Heráclito y Platón, hasta Hegel y Marx. En el
primero de estos dos estudios, La Miseria
del Historicismo ahora publicado por primera vez en inglés en forma de
libro, he intentado mostrar la importancia del historicismo como una estructura
intelectual fascinante. He intentado analizar su lógica—a menudo tan sutil, tan
convincente y tan engañosa—y he intentado sostener que sufre una debilidad inherente
e irreparable.
En algunas de las recensiones más cuidadosas de
este libro se expresó extrañeza ante el título que lleva. Con él, quise aludir al
título del libro de Marx La miseria de la filosofía (a su vez una
referencia a Filosofía de la Miseria)
de Proudhon.
Penn, Buckinghamshire,
Julio de1957
K.R.P.
INTRODUCCIÓN
El
interés científico por las cuestiones sociales y políticas no es menos antiguo
que el interés científico por la cosmología y la física; y hubo períodos en la antigüedad (estoy pensando en
la teoría política de Platón y en la
colección de constituciones de Aristóteles)
en los que podía parecer que la ciencia de la sociedad iba a avanzar más que la
ciencia de la naturaleza. Pero con Galileo
y Newton la física hizo avances
inesperados, sobrepasando de lejos a todas las otras ciencias; y desde el
tiempo de Pasteur, el Galileo de la biología, las ciencias
biológicas han avanzado casi tanto. Pero las ciencias sociales no parecen haber
encontrado aún su Galileo.
Dadas estas
circunstancias, los estudiosos que trabajan en una u otra de las ciencias sociales
se preocupan grandemente por problemas de método; y gran parte de su discusión es
llevada adelante con la mirada puesta en los métodos de las ciencias más florecientes,
especialmente la física. Un intento consciente de copiar el método experimental
de la física fue, por ejemplo, el que llevó, en la generación de Wundt, a una reforma de la psicología;
de la misma forma que, desde Stuart Mill,
ha habido repetidos intentos de reformar a lo largo de líneas parecidas el
método de las ciencias sociales. En el campo de la psicología puede que estas reformas
hayan tenido algún éxito, a pesar de muchas desilusiones. Pero en las ciencias
sociales teóricas, fuera de la economía, poca cosa, excepto desilusiones, ha
nacido de estos intentos. Cuando se discutieron estos fracasos, pronto fue
planteada la cuestión de si los métodos de la física eran en realidad aplicables
a las ciencias sociales. ¿No era quizá
la creencia obstinada en su aplicabilidad la responsable de la muy deplorada
situación de estos estudios?
La pregunta sugiere una sencilla forma de
clasificar las escuelas que se interesan por los métodos de las ciencias menos afortunadas.
Según su opinión sobre la aplicabilidad
de los métodos de la física, podemos
clasificar a estas escuelas en pronaturalistas o antinaturalistas;
rotulándolas de «pronaturalistas» o «positivistas» si están en favor de la
aplicación de los métodos de la física a las ciencias sociales, y de «antinaturalistas» o «negativistas» si se oponen al uso de estos
métodos.
El que
estudioso del método sostenga doctrinas antinaturalistas pronaturalistas, o el que
adopte una teoría que combine ambas clases de doctrinas, dependerá sobre todo,
de sus opiniones sobre el carácter de la ciencia en cuestión y sobre el
carácter del objeto de ésta. Pero la actitud que adopte también dependerá de su
punto de vista sobre el método de la física. Creo que es este último punto más importante de todos; y creo que las equivocaciones
decisivas en la mayoría de las discusiones metodológicas nacen de algunos
malentendidos muy corrientes acerca del método de la física. En particular,
creo que nacen de una mala interpretación de la forma lógica de sus teorías, de
los métodos para experimentarlas y de la función lógica de la observación y del
experimento. Sostengo que estos malentendidos tienen serias consecuencias; e intentaré
justificar esto que sostengo en las partes III y IV de este estudio. Ahí intentaré
mostrar que argumentos y doctrinas distintos y aun a veces contradictorios,
tanto antinaturalistas como pronaturalistas, están de hecho basados
en una mala inteligencia de los métodos de la física. En las partes I y II, sin
embargo, me limitaré a la explicación de
ciertas doctrinas antinaturalistas y pronaturalistas que forman parte de un punto
de vista característico, en el cual se combinan las dos clases de doctrinas.
A este
punto de vista, que me propongo explicar primero y sólo más tarde criticar, lo
llamo «historicismo». Es frecuente encontrarlo en las discusiones sobre el método
de las ciencias sociales; y se usa a menudo sin reflexión crítica, o incluso se
da por sentado. Lo que quiero designar por «historicismo»
será explicado extensamente en este estudio. Baste aquí con decir que entiendo
por «historicismo» un punto de vista
sobre las ciencias sociales que supone que la predicción histórica es
el fin principal de éstas, y que supone que este fin es alcanzable por medio
del descubrimiento de los «ritmos» o los
«modelos», de las «leyes» o las «tendencias» que yacen bajo la evolución de la historia. Como estoy convencido
de que estas doctrinas metodológicas historicistas son responsables, en el fondo,
del estado poco satisfactorio de las ciencias sociales teóricas (otras que la
teoría económica), mi presentación de estas doctrinas no es ciertamente
imparcial. Pero he intentado seriamente presentar al historicismo de forma convincente
para que mi consiguiente crítica tuviese sentido. He intentado presentar al historicismo
como una filosofía muy meditada y bien trabada. Y no he dudado en construir
argumentos en su favor que, en mi conocimiento, nunca han sido propuestos por
los propios historicistas. Espero que de esta forma haya conseguido montar una posición
que realmente valga la pena atacar. En otras palabras, he intentado perfeccionar
una teoría que ha sido propuesta a menudo, pero nunca quizá en forma perfectamente
desarrollada. Esta es la razón por la que he escogido deliberadamente el rótulo
poco familiar de «historicismo». Con
su introducción espero evitar discusiones meramente verbales, porque nadie,
espero, sentirá la tentación de discutir sobre si cualquiera de los argumentos aquí
examinados pertenecen o no real, propia o esencialmente al historicismo, o lo que
la palabra «historicismo» real, propia
o esencialmente significa.
[1] Posteriormente a la
aparición de la edición inglesa (1957) se han publicado la árabe (1957), la
alemana (1960) y laja ponesa (1960). (N.
del T.)
[2] The Logic of Scientific Discovery, Londres, 1959. [Versión
castellana de Víctor Sánchez de Zavala, Madrid, Tecnos, 1962, 1967.
[3]
Traducción castellana, Buenos Aires, 1957. (N. del T.)
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