El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 17 de enero de 2016

LA CAÍDA DE LIMA (IV)

17 DE ENERO DE 1881: TRES MIL CHILENOS EN LIMA

En el campamento chileno, en la mañana, se recibía una comunicación desde Lima:

Municipalidad y Alcaldía de Lima.
Lima, enero 17 de 1881.
Señor general:
A mi llegada ayer a esta capital, encontré que gran parte de las tropas se habían disuelto, y que había un gran número de dispersos que conservaban sus armas, las que no había sido posible recoger. La guardia urbana no estaba organizada y armada hasta este momento; la consecuencia, pues, ha sido que en la noche los soldados, desmoralizados y armados, han atacado las propiedades y vidas de gran número de ciudadanos, causando pérdidas sensibles con motivo de los incendios y robos consumados.
Con estas condiciones, creo de mi deber hacerlo presente a que juzgue conveniente.
He tenido el honor de hacer presente al honorable cuerpo diplomático esto mismo, y han sido de opinión que lo comunique a V. E., como lo verifico.
Con la expresión de la más alta consideración me suscribo de V. E. su atento y seguro servidor.
R. Torrico».


El representante diplomático británico informaría a su cancillería “los chilenos se portaron bien; acordaron diferir su entrada por 24 horas y enviar a la ciudad sólo 3.000 hombres bien seleccionados…Al observar a este gallardo destacamento militar todos comentaban ‘ahora podemos entender nuestras derrotas’”

Entrada del Ejército chileno a Lima


El representante de Italia Perolari Malmgnataparecían batallones que regresaban de los ejercicios. Lo que espcialmente llamaba la atención era el aspecto marcial y europeo de los chilenos, tan distinto, me duele decirlo, de los soldados indígenas del Perú, que si bien estaban vestidos y armados ala europea, parecían en general, marmotas. Estos son hombres como nosotros, exclamó al ver a los soldados chilenos, un marineros de la Garibaldi….”


Ese día, a las 4 AM en el regimiento Granaderos a caballo se tocó la diana y tras el aseo y desayuno se ordenó formación para revista  a las 6 AM. José Miguel Varela rememora “Todos estábamos los mejor presentados posible y de lejos la gente se veía impecable. Al observar de cerca, se veían los zurcidos en los uniformes y botas lustrosas, pero con sus suelas abiertas en las puntas, en muchos de los casos.” Luego de las 12 AM se sirvió rancho caliente, “lo que no veíamos desde hacía dos días”.
A las cuatro de la tarde se ordenó formar por escuadrones y enfilamos al Camino Real, donde se reunieron las demás unidades: Buin, Zapadores. Bulnes, Cazadores del Desierto y Artillería.
Formamos en un camino flanqueado por añosos sauces. Primero dos compañías del Cazadores, luego las bandas de músicos del Buin y Zapadores, reunidas en una sola,. Tras ellos, el general Saavedra, sus ayudantes y el Estado Mayor. A continuación, dos escuadrones del Granaderos y, detrás de nosotros los batallones del Buin, Bulnes y Zapadores, seguidos por la banda de músicos del Bulnes. Los infantes eran seguidos por parte de la artillería Krupp. Cerrando la formación marchaban otras dos compañías del Cazadores”.




Para el Alférez del Regimiento de Artillería Nº 1 N. de la Sotta[1], esa tarde, una “agitación desconocida se notaba en nuestro ejército, ocasionada por un cercano acontecimiento….Serían las dos i media de la tarde, poco mas o ménos; el redoble del tambor i el toque de cornetas hacía correr presurosos a la fila a los soldados que les había cabido, en suerte, entrar ese día memorable a Lima[2]…..Marchábamos por la carretera de Miraflores a Lima.  Nuestros soldados silenciosos  como  si  cada  cual  comprendiera  la  grandiosidad  de  este memorable hecho, comentaban interiormente nuestra próxima entrada.  Hora i media nos bastó para ponemos a las puertas de la capital.  Durante ese trayecto, no habíamos encontrado absolutamente a nadie.  Las cercanías i alrededores de Lima estaban completamente desiertos i silenciosos no se veía un ser humano, un animal siquiera: aún los gallinazas mismos, habían huido para ir a reunirse en gran número hácia nuestra derecha ya mui cerca de Lima. Dos cuadras nos faltarían para entrar en la población, i desde ahí podíamos divisar, dominados por la mas soberana impresión, los innumerables i tétricos campanarios de sus elevadas torres,...
Todo cuanto veíamos contribuía a darle al cuadro, que se nos ofrecía, el mas negro i doloroso sombraje. A una ya mui poca distancia i un tanto a nuestra izquierda, divisamos un hombre que sombrero en mano i agitándole por el aire, quería ser el primero en darnos la bienvenida, quizás de verdadero placer o de temor. Por fin, llegó el momento supremo.
La cabeza de nuestra columna entraba a la capital por la portada de la Exposición. Hasta ese momento, habíamos marchado en silencio sin que un ruido extraño al de nuestras piezas de artillería le hubieran podido turbar. La corneta de nuestro regimiento de Artillería a la cabeza era la primera en turbar el doloroso silencio que reinaba en la ciudad,....Al entrar a la plaza de la Exposición, se hizo hacer alto nuestra columna, para impartir algunas órdenes: poco después seguíamos la marcha.  La banda del regimiento num. 1 de Artillería fue la primera en hacer oír en la ciudad, nuestros himnos de victoria[3]….Fueron diversos pasos dobles que, mas que marchas triunfales, parecían fúnebres….El desfile de nuestras tropas se hacía en el mayor silencio.



El silencio i monotonía que reinaba en la ciudad era aún mayor e imponente. Parecíase asistir a un gran acto funerario, seguido de un innumerable cortejo. 
En el recodo que hace la Esposicion nos esperaba un regular jentío, compuesto en su mayor parte por los hombres del bajo pueblo, estranjeros i uno que otro desvergonzado pijecito, que con el sombrero de pelo al ojo, el pantalón ajustado, el cuello cosido al chaquet, la corbata verde o amarilla con un resaltante  prendedor  azul  o  lacre  i  la  indispensable  varillita,  miraban impávidos i sin el menor rasgo de dignidad nacional nuestra entrada victoriosa en la capital de su país. 
Grande era la ansiedad de los curiosos que encontrábamos durante nuestro tránsito: cada cual, admiraba mas sorprendido, ya la robusta talla de nuestros valientes soldados, ya la corpulencia i brios de nuestros ájiles caballos, ya nuestros mortíferos, Krupp, la imponente columna de nuestros infantes, los aguerridos escuadrones de caballería, etc....
Habíamos pasado la plaza de la Exposición: la cabeza de nuestra columna entraba por la calle de la Unión. Desde ahí se notaba la ciudad completamente embanderada….(y) todas absolutamente todas, representaban distintas nacionalidades. Lo que por el momento nos llamaba mas la atención, era ver que rara era la casa que no pertenecía a distintas nacionalidades; en donde se leían los siguientes  letreros  pegados  a  las  puertas  o  ventanas:  Casa  Francesa, Nacionalidad Inglesa, Bajo la protección del Imperio Alemán, Familia Rosa bajo la protección del Imperio Ruso, etc.
El desfile de nuestras tropas seguía en el mayor orden i mejor compostura.Los cuerpos de infantería, marchando en columna, abarcaban todo el ancho delas calles.  El eco de las marchas triunfales, el redoble del tambor, el toque de corneta,  hacía  agitar  violentamente  nuestros  corazones. Un  temblor involuntario, escalofríos de emoción sentíamos al recorrer vencedores esas calles de la aletargada Lima.
El desfile de nuestras tropas seguía por las calles de Baquijano, Boza, Merced,etc., causando el estupor i admiración inmensa de los que encontrábamos a nuestro paso.
Así como los curiosos que presenciaban nuestra entrada se veían a cada momento mas i mas sorprendidos, así cambien nosotros participábamos de cierta admiración, aunque muy diferente de la de ellos.
La nuestra era ocasionada por el tristísimo aspecto de la ciudad.  La mayor parte de nosotros, conociéndola nada mas que por la historia o por el testimonio mas o menos cierto o apasionado de alguien, creíamos ir a conocer algo, si no superior a nuestra bella Santiago, por lo menos igual i comparable….El desengaño de esta idea nos causó el despecho que nos ocasiona el despertar de un agradable sueño, en medio de la severa i triste realidad.
Sus calles tortuosas, su pavimento del todo descuidado; sus casas edificadas sin gusto ni simetría en su mayor parte, luciendo en sus sobresalientes i antiquísimas ventanas, terrosos enrejados a manera de cárceles o conventos, contribuían a darle un aspecto por demás ruinoso i triste.

Santa Catalina


La columna entra a Lima. Llegan a la Plaza de la Merced, donde se sitúan en espera mientras se adelantan una compañía del Cazadores, el General Saavedra, su Estado Mayor y ayudantes. “Luego de unos minutos y a los sones del Himno de Yungay, no pusimos en marcha, hacia el Palacio de los Virreyes. Al enfilar por la amplia explanada vimos a lo lejos al general Saavedra, con sus oficiales detrás y en la última fila una compañía del Cazadores, en posición de revista a las tropas que nos aproximábamos. En forma disimulada miraba hacia las ventanas de las impresionantes mansiones y comercios, que en su mayoría estaban cerrados, salvo algunas en que había izadas banderas italianas, inglesas, francesas y de otros países, en cuyos balcones estba grupos familiares completos, que aplaudían nuestro marcial paso. En el resto de las casas señoriales casas se notaban, detrás de los cristales, leves movimientos de cortinas, lo que demostraba que nos estaban observando.[4]
Al detenerse la columna frente al Palacio de los Virreyes, se ordena firme y presentar armas, quedando en posición de atención. SE oye el presenten armas, colocando las armas en posición de rendir honores, suena el himno nacional y la bandera chilena empieza a izarse sobre el Palacio de Pizarro, la sede del gobierno peruano. Terminada la iza de la bandera se inicia el desfile ante el general.
A las siete de la tarde las unidades parten en diferentes direcciones con sus bandas musicales interpretando diversas melodías. Las baterías al Cuartel Santa Catalina, el Buin en la antigua cárcel de Lima (los presos habían escapado en la noche anterior o habían sido libertados); Zapadores en el cuartel de la Guardia Cívica de Lima y Caballería en el Cuartel de los Barbones, en el Agustino. Finalmente el Bulnes, como unidad de policía y guardia de la capital peruana ocupó con dos compañías el Palacio de Gobierno y el resto el Teatro Municipal, ubicado frente al Palacio.

Carcel de Lima


Cuenta el artillero de la Sotta, “En la plaza de Armas los diversos cuerpos que formaban la división, principiaron a tomar el camino de sus respectivos cuarteles. Nuestra batería de Artillería del primer rejimiento tomó el camino de Santa Catalina. A las 5 i media de la tarde llegamos por la calle de Mercaderes a la Plaza, de Armas.  Recorrimos un costado de ésta por el lado del Portal de Judíos, i luego nuestra batería de Artillería tomaba la calle de Melchor Malo para dirigirse al fuerte de Santa Catalina, lugar que se nos había designado para nuestro alojamiento.
En nuestro tránsito, basta el cuartel, nos llamó varias veces la atención la diversidad de nombres que tenían las calles; pues cada cuadra tiene uno diferente; de manera que casi sería preciso hacer un estudio profesional de algunos meses, para poder conocerlas por sus respectivos nombres.
Serían las 6½ de la tarde, cuando llegamos al cuartel de Santa Catalina, verdadera fortaleza construida bajo el virreinato de Abascal, i reedificada en tiempo de Piérola.  El mencionado cuartel era el que ocupaba la Artillería peruana, el parque general de guerra i maestranza. Ocupada una estación como de ciento veinte metros cuadrados, i su construcción hecha a la antigua española es muy sólida i segura.

Vista de Lima


La caballería sin embargo no permanecería mucho tiempo descansando en su cuartel sino que en la madrugada fue sacada para apoyar el patrullaje del Bulnes, por lo que fueron destinados al centro de la ciudad. El motivo fue que “las turbas de derrotados soldados peruanos” reanudaron el saqueo. El escuadrón de Varela es enviado al Mercado de Abastos, tras recorrer una doce cuadras “pudimos comprobar que había algunos extranjeros armados defendiendo a tiros sus locales, ante los ataques de la numerosa soldadesca peruana ebria y armada. Ante nuestra presencia los saquedadores intentaron resistir, pero pronto fueron apresados y trasladados en arreo hacia la vacía cárcel…. Esta fue la única acción de la noche, pero sé que se repitió en muchos sectores de la ciudad. Cuando amaneció, los prisioneros sumaban cerca de medio millar, entre ellos unos doscientos delincuentes comunes que habían escapado de la cárcel el 16.


En la ciudad de Ancón: A la mañana (del 17 de enero) el Capitán Mc Kechnie me invitó a  desayunar en el “Shannon”, así es que, después de dejar a las señoras sin novedad, tomé un bote y Mr. Milne me proporcionó un buen baño que fue muy bienvenido, pues me encontraba tremendamente sucio sin haberme cambiado las ropas por cerca de 60 horas.
A la noche siguiente fui con Hawkins a su puesto de avanzada y estaba tan cansado que me dormí un rato en la arena. El frío era la razón por la cual había resuelto tratar de no dormirme ya que sólo tenía un sobretodo liviano y, si bien al acostarme me sentía lo suficientemente abrigado, no pasaba mucho tiempo sin que el frío me despertase. Afortunadamente salimos de Ancón el martes, puesto que ya estaba todo tranquilo en Lima y, debo decirlo, me alegré mucho de regresar. 

Vista de Lima, al centro el Rimac y el puente de piedra que lo cruzaba



Cuenta Vicente Olguin que la “entrada del Ejército chileno: En la tarde del lunes 17 entraron a Lima los primeros batallones chilenos, que la salvaron ocupándola, (con) actitud digna, circunspecta y grave…  hizo su entrada con una moderación que ponía de manifiesto la disciplina de los soldados y la sensatez de sus jefes, así como sus triunfos habían atestiguado su bien dirigida bravura[5].
Otro testigo (Ramsay) contará que “los chilenos entraron en Lima en la tarde el Martes (al día siguiente que los desórdenes se aplacaron), en perfecto orden, constituyendo un gran espectáculo. Primero venían los 30 cañones Krupp con todas sus cureñas y servidores de las piezas, después dos regimientos de infantería y, finalmente tres regimientos de espléndida caballería. Las bandas tocaron música muy tranquila, ninguna canción nacional ni nada que pudiera ofender, y después de marchar alrededor de la plaza, los soldados se fueron tranquilamente a los cuarteles. La bandera chilena se ha izado ahora en el Palacio y todo está muy quieto y espero que los soldados serán embarcados muy pronto de regreso[6].”




[1] tomado del folleto "La Entrada a Lima"
[2] En el caso de la artillería batería de campaña del rejimiento num. 1 de Artillería al mando del Capitán don Fidel Riquelme; seguía a éstas dos baterías de campaña del segundo regimiento mandadas por los Capitanes Nieto i Montanban. TAmbien iban el Comandante del rejimiento num. 1 de Artillería don Carlos Wood i Mayor don Ramón Perales, del mismo
[3] Se había prohibido el Himno Nacional para no profundizar aún mas el pesar en Lima
[4] Varela, Veterano…
[5] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

[6] Robert Ramsay en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=119:ocupacion-de-lima-carta-de-robert-ramsay-sturrock-18-de-enero-de-1881&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

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