El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 14 de enero de 2016

BATALLA DE MIRAFLORES (VII)

LUCHA Y CAIDA DEL REDUCTO N°2

José Torres, el soldado distinguido peruano, cuenta que entre los combatientes se encontraba un rabona: “vi por la derecha una mujer que iba con un balde de agua, apresurando el paso para esquivar los muchos que le pedían….corrí hacia ella que en ese momento echó á correr también, para llegar a los suyos con algo de su precioso liquido: la alcancé ya en el punto donde la esperaban, que era mas o menos la parte tercia del potrero (partiendo de la derecha….). Dio de beber primero al que debía ser su marido; y después á sus amigos”, pero alcanza para el soldado distinguido Torres.
En el reducto, el batallón N° 2 del Ejército de Reserva, Ribeyro se sitúa en el centro del mismo, junto a su ayudante y su corneta. A las 16 30 rechazan el ataque chileno. La banda de músicos empieza a tocar y él ordena silencio.
Mientras la batalla “continuaba con todo ardor; pues los chilenos avanzaban por nuestro frente con notable resolución;….me arrimé de nuevo á la tapia : seguir mi tarea que ya se iba haciendo larga;…en las retiradas….he recogido el morral de capsulas” de los caídos, por lo que puede continuar haciendo fuego hacia los atacantes.
Pero ahora los chilenos “venían avanzando…, arremolinándose entre torbellinos de humo y polvo: de pronto un jinete en un caballo polvoriento y de belicosos bríos, surgió magnifico como una aparición del fondo oscurecido, llevando en alto y agitando su bandera, tras de la que se precipitaron las filas que á las nuestran avanzaban; pero como una aparición se hundieron jinete y caballo fulminados por nuestros fusiles El enemigo había sido una vez más rechazado, o mejor dicho cóntenido, y sucedió un momento de calma.
En medio de todo el trajín dentro del Reducto, “vi un soldado que estaba mirando la derecha; su mirada atónita, sus pupilas dilatadas, si expresión toda de una impresión intensa, me revelaron lo que inmediatamente después confirmaron éstas palabra: iC ...... , ve los chilenos dónde están ya......! De un salto estuve en pie.- Es el batallón Callao que se retira, dije--iQué Callao ¿no ve la botamanga? Si, y la bota también la veia ya. Estaban pasando en ese momento por delante del portillo del lado opuesto del potrero de nuestra derecha (es decir la posición entre los reductos 1 y 2), y esta fué la revelación de que la línea habia sido rota y de que el enemigo iniciaba un movimiento envolvente.
-iA la tapia, á la tapia! gritamos varios (la del “costado para cubrir el flanco derecho”). .... , pero en ese mismo instante la del mismo potrero de la derecha (del frente) se cubrió de enemigos que saltando sobre ella penetraban al potrero y avanzaban sobre la misma que corríamos á cubrir, como si nos citáramos para un duelo á rifle mordido sobre ella. En ese mismo instante se dejó oír la voz dura, sigularmente enérgica de la mujer que gritaba. -¡Qué es eso...... por qué corren......! -á la que hacíamos coro los que queríamos llevar la defensa á la tapia citada; mas en vano. Los de la derecha; recién dándose cuenta de lo que pasa, en lugar de correr (a) amparar la tapia del flanco amagado, se ponían en salvo….Los chilenos habian penetrado en nuestra linea y llegado casi sin sentirlo hasta nuestro costado….el ataque del enemigo, impulsado por su iniciativa y presionado por sus costados por el fuego convergente de los reductos, había dado como resultante mecánica una clava, una cuña encajada en la parte media de los Reductos N° 1 y N° 2; explicándose con ésto y con la falta de oportuno refuerzo la rotura de la línea peruana y su derrota consiguiente.






El fuego del enemigo, más avanzado á nuestra línea en la zona neutra o menos hostilizada por el oblicuo de los reductos, era más mortífero para las tropas nuestras que se le oponían, y conforme éstas mermaban, por un movimiento de contracción instintivo se iban replegando á derecha é izquierda, atraidos por los núcleos de resistencia; hasta que la línea adelgazada se rompió; porque sus últimos defensores fueron inmolados en su puesto, o al ver su abandono se retiraron, no ya hacia la derecha o la izquierda, sino hacia retaguardia, á Miraflores. De esta manera se estableció allí una solución de continuidad; y la tapia que antes fué nuestra defensa, era ahora el parapeto para el enemigo. Este que, por instinto, avanzaba arrastrándose por depresiones del terreno y por otros accidentes, esquivando nuestras balas, encontró, pues, abrigo seguro, mientras tomaba aliento y aumentaba su número para el paso final,.... vi que una parte, la mayor parte, sin duda, se corría á la izquierda, al portillo del que yo me encontraba azaz distante; me parece que vi otros que, agachados tras la misma tapia, escapaban bajo las propias narices de los chilenos; y otros, en fin, que, a gatas, pegándose al suelo, se iban á ganarla tapia paralela á retaguardia. Seguí por instinto á éstos,...... Procurando cubrirme con los bordes de los surcos de un campo cosechado….jCuando recuerdo que recorri así una cuadra o más,….50 o 60 metros de donde estaban parapentadose los chilenos, fusilándonos á mansalva,….la mayor parte de nuestra gente sorprendida solo atinó á correrse instintivamente a la izquierda, hacia el portillo de comunicación de la línea, en donde arremolinada y confusa se obstruyó mutuamente el paso con su aglomeración, formando una masa compacta. Casi nadie escapó vivo de ese lugar cuando los chilenos prácticamente los fusilaron: “apuntaban, disparaban y se inclinaban á cargarlos otra vez rápida, frenéticamente para no perder la presa que trataba de escapárseles.
También los que se retiraban por otros lugares sufrieron crueles pérdidas al saltar al nuevo parapeto: “ipafl Ipaf! ¡pafl sonaron en este punto al estrellarse contra la tapia las balas que llovían, y que ¡ah! No llovían en vano; porque muchos no llegaron a montar sobre ella desplomándose a mitad de su ascensión, y otros iban á caer precipitados, aventados al otro lado.” Alrededor de 20 ó 30 “los que nos encontramos ilesos al otro lado de la tapia; aunque el pánico empezaba a hacer sus estragos: “un capitán del "Canta", con el brío y la energía de un héroe, retuvo la mayor parte de esta gente y continuamos allí la lucha:….nos repusimos inmediatamente y nos cuadramos de nuevo ante el enemigo.

….Por el lado chileno….Caído su comandante, Marchant,(víctima del fuego de las ametralladoras peruanas) en el Valparaíso toma el mando el comandante La Rosa el que hace “subir un corneta a la grupa de su caballo, hacía avanzar su línea tocando ataque y calacuerda. Este mismo oficial, La Rosa, recuerda ese momento escribe: “el centro de fuego del enemigo hizo volver a varios de los nuestros que con otros de distintos cuerpos se retiraban u ocultaban a orillas de las tapias; en vano era que les ordenara reunirse y atacar, porque no era obedecido; los momentos eran angustiosos y podían traer funestas consecuencias. Felizmente se me ocurrió tomar un corneta y hacerlo subir a las ancas de mi caballo, ordenándole tocara ataque y gritando a la tropa que ya el enemigo corría del fuerte que teníamos al frente, el cual nos había causado muchas bajas. Animando a la tropa y gritando mucho más, reuní como ciento cincuenta hombres, y cargando sobre el enemigo le hicimos desalojar el fuerte
Mientras el Zapadores “arrastrados por su impetuosa carga, fueron a estrellarse al pie de los parapetos enemigos, entre el 1.º y el 2.º reducto, y allí una bala disparada a boca de jarro hería mortalmente a su jefe el comandante don Guillermo Zilleruelo, haciéndole girar largo trecho a la manera de veleta sobre sus talones, tan recio fue el golpe que de cerca le atravesó el rostro a la altura de los ojos.”




El soldados distinguido Torres descubre que la batalla “había tomado todo el aspecto de una partida de ajedrez dentro del cuadro de los potreros. Al extremo de la diagonal del ángulo en que estábamos, se encontraba el portiIlo desastroso, delante del cual se veía el tendal de muertos y heridos palpitantes; y detrás de la tapia chorreada de sangre, asomaban las cabezas de los que habían salvado por esa parte, y se veían los fogonazos de sus fusiles,…. Nosotros tomamos á los que acababan de ocasionarnos el desastre por una oblícua insignificante; pero la tapia, que casi se confundia con ella, nos impedía ofenderlos como deseábamos, cuando nuestro bravo capitán nos indicó, pasando él el primero sobre el adobón volteado un poco á retaguardia, al potrero de la derecha, desde el que abrimos un fuego de enfilada tan seguro y tan mortífero….en menos de dos minutos despejamos la tapia.
Los chilenos contratacan apareciendo por la derecha (peruana): anunciándose con sus fuegos de flanco que nos obligaron á correr á buscar el amparo de la tapia, dejando en un minuto buena parte de nuestra gente que cayó también bajo su fuego de enfilada. Parapetados nuevamente, y formando martillo, sobre los dos lados del ángulo de Ia esquina, continuamos hostilizando al enemigo por frente y flanco; pero sus fuegos, sobre todo los del flanco, se hacían á cada momento mas insoportables. El soldado que se batía a mi derecha cayó, como caían casi todos, muerto de un balazo en la cabeza: -"¡Quitele las municiones y démelas" me dijo el capitán; pero este oficial caía de inmediato “lo vi doblarse por las rodillas, caer en cuclillas y estirarse mirando al cielo con los ojos fuera de sus órbitas.
La posición era, en verdad, insostenible: reducidos al ángulo del potrero, los proyectiles de los fusiles enemigos afocados á él habían reducido nuestro número, que no bajaría de doce ó quince al iniciarse su defensa, á seis o siete;…., en un espacio de tiempo que no llegaba á veinte minutos.
Resueltos á retirarnos, los soldados del '"Canta" quisieron cargar con el cuerpo del capitán; pero…., optaron por alzar al compañero herido que les rogaba no lo abandonaran. Nos retiramos, pues, corriéndonos sobre la izquierda hasta la tapia desde la que se había reanudado el combate de flanco. Los compañeros del herido siguieron retirándose con él para ponerlo á salvo,….. sólo cuatro permanecieron ahí. En una mejor posición “nos pusimos á tirotéar á los chilenos, diagonalmente á la izquierda al principio, al frente luego,….. Pasados algunos momentos, el lado izquierdo de la línea principal abandonó la tapia emprendiendo rápida retirada antes de ser envueltos nuevamente, estando el soldado distinguido junto a sus tres compañeros en “la misma esquina de un potrero de los que estaban en segundo orden, es decir, a retaguardia de la línea de batalla, no temíamos sorpresa alguna que temer, por lo que no nos movimos, y antes activamos más los fuegos a fin de facilitar la retirada de aquéllos.”
Frente a ellos, los chilenos saltaron la tapia recibiendo la fusilería peruana, pero pronto el avance de los chilenos provoca que los defensores corran “á ampararnos de la otra tapia. Pero habíamos tenido en este último trance la fortuna de hacer daño muy apreciable al enemigo sin experimentar ninguno. Al saltar la tapia y al penetrar por el portillo, los habíamos enfocado con nuestros cuatro rifles con el más eficaz efecto, repito, pues, indecisos y desconcertados por dos o tres minutos, muy pocos de los que se habían aventurado en la maniobra pudieron regresar al parapeto.
Su ubIcación ahora, expulsados del Reducto N° 2 era una “tapia corrida á la derecha de la linea férrea, y fuimos á formar el extremo derecho, una especie de sostén, mejor dicho, de los que en esta parte contenían al enemigo, (los chilenos) se encontraba ya sobre la tapia contraria, en número notoriamente superior al nuestro”. La balacera azotaba la tapia donde los peruanos se defendían; los de Chile apuntando a los que asomaran la cabeza para disparar, en vista de eso Torres aconseja a sus compañeros no asomar la cabeza sino lo indispensable. Uno de sus compañeros “sacaba el shakó sobre la tapia, é inmediatamente después la cabeza por un lado para tirar” hasta ser descubierto y derribado.
Un cuarto de hora más duraría este desigual duelo, durante el cual no sólo nos mandábamos balas, sino que nos gritábamos sendas desvergilizadas é improperios.”. Ya los soldados limeños empezaron a ceder ante la presión, un grupo que “venia corriéndose a la derecha, y al llegar donde estabamos quise inducirlos a que no abandonaran el campo; me contestaron que apenas tenían municiones é iban á buscarlas…..Siguiendo dirección contraria á los que se retiraban del combate, nos corrimos á la izquierda, hacia el reducto, y nos encontramos un momento después al pie del portillo que daba salida al potrero, ante el cual habianse detenido los que verificaban el mismo movimiento… Todo el fuego de los chilenos se haba concentrado allí…. Los que habían logrado pasar ilesos, así como los que esperábamos el turno, apenas osábamos apuntar rápidamente nuestros fusiles, y menos pasar delante del vano mortal. Algunos lo intentan y mueren o resultan heridos otro “colgaba su morral y ponia su shakó sobre el cañón del rifle; en seguida lo presentaba y acto continuo pasaba de un salto: otros corrieron detrás de aquel, quedando con un herido, el cual cruzaba de nuevo el portal sin recibir herida alguna y junto a los que aún no pasaban, tomaban camino a Miraflores, disparando mientras se retiraban
El punto de resistencia sería “la tapia que flanqueaba el Reducto (N° 2) á 50 metros de su costado derecho y que deblamos continuar defendiéndola siquiera los pocos que habiamos quedado; pero, como no había ahí nadie que mandara, uno a uno se fueron desprendiendo de todo y tomando rumbo a donde se oían los tiros mas fuertes.



Los minutos finales del Reducto N° 2: Al penetrar por segunda vez en el Reducto, el ánimo ya no era el victorioso de unas horas atrás sino el silencio. ”Por todo el Reducto se veían soldados de linea que se habían replegado á él tras duro batallar; acostados en el suelo en el tramo inferior de la obra, revelaban el cansancio que los agobiaba….algunos se batían arriba, al lado de los reservistas, y otros no se batían por falta de municiones…..una voz alarmada dijo desde arriba, que el enemigo nos entraba en gran número. Subí al tramo superior, desde el que se dominaba un amplio espacio,….el avance arrollador de los chilenos que daban la carga á fondo de la jornada; un regimiento, dos ¿quién sabe? una ola enorme (Tercero de Línea, Valparaíso, Aconcagua, Navales, Zapadores y  soldados dispersos) …. En su marcha oblicua á la brecha abierta, desfilaban á la carrera, y sus costados derechos se acercaban hasta una cuadra del Reducto. Veía unos que hincaban la rodilla y apuntaban con fijeza; pero la mayor parte disparaban de su costado á la carrera y sin detenerse. Los que caen muertos se “hincaban también…sus rodillas se habian doblado…; y otros caían de bruces (o) de espalda abriendo los brazos como buscando donde apoyarse; y otros se arrastraban heridos en demanda de algún abrigo,….Y avanzaban y avanzaban como un torrente incontenible por su cauce. ¡Incontenible...! Venían los regimientos asaltantes por la carretera á cuyo lado….corre la línea ferrea (entre el Reducto N° 1 y el N° 2, y, acosados por nuestros fuegos, se introducen entre las zanjas abiertas á sus costados, tratando de cubrirse con el alto relieve del terraplén; luego desbordaban por su izquierda, siguiendo el cauce abierto á su irrupción....los restos de la linea rota disputaban palmo á palmo el terreno, como lo demostraba el fuego intenso que se percibía del lado de Miraflores, y desde el segundo Reducto hacia la izquierda la linea intacta se batia con furor.
El distinguido Torres Lara sigue disparando hacia la marea, pero al rato el arma se recalienta “quemaba hasta la caja, que parecía iba á entrar en ignición, y amenazaba reventar; pero el remedio no estaba lejos. Le pide a uno de sus compañeros su rifle, que sin munición no disparaba y luego de conseguida (“Hasta que se enfríe el suyo, nada más....”) toma un puñado de cartuchos “las puse en el bolsillo del pantalón...para la retirada; y otra vez al fuego.
¿Y el resto de los chilenos? “la tapia, de atrás se había cubierto de gente de linea que hacia fuego sobre la tapia ya referida, que nos flanqueaba por la derecha; y ví, también, un grupo de jinetes, y entre ellos al comandante general Pedro Correa y Santiago, quien, empinándose sobre los estribos y con el revólver en la mano, miraba con la más grave atención hacia ese lado….los chilenos estaban ya allí.
Los chilenos asomaban furtivamente y disparaban. Debían ser pocos, pues sólo aparecían por el ángulo del potrero y no podían ofender sino á los que estábamos en la derecha; pero tan luego como aumentara su número y se corríeran á la izquierda, los defensores del reducto serían tomados de revés y fusilados por la espalda. Cierto que de la tapia que he citado, amparada por gente de línea veterana y voluntaria, se hacia buena labor; pero esto no hacia sino aplazar por breve tiempo el desenlace…. Torres disparaba los tiros que le quedaban (“procuraba aprovechar mis últimos momentos en el reducto y mis postreros tiros, que apuntaba a los esquivos enemigos que aparecían y desaparecfan instantáneamente tras la tapia”).
Estando en eso el ensordecedor ruido de la batalla en el Reducto N° 2, desaparece de pronto. Otro soldado junto a él “se volvía a la izquierda preguntando: ¿Qué es eso?, lo que repitió gritando: ¡Qué es esol ¡Qué es eso! Sorpresa y consternación “….la masa de los defensores del reducto escapaban ya en tropel arrastrando á los últimos, que descendimos también rápidamente de nuestro puesto de combate; y era lo peor y lo que me dejó consternado, que casi todos se iban dejando sus armas; algunos alzaban sus maleteras, pero no todos sus rifles; y marchában, así, inermes con rapidez extraordinaria,…..¡Que es eso! había gritado mi amigo, saltando al mismo tiempo que lo hacían aquellos á quienes increpaba; y yo también había saltado gritando como un loco: Las armas, las armas, no boten las armas......



Al abandonar el reducto volví el rostro y aún no entraban los chilenos; un momento después miré otra vez por sobre la tapia, y vi uno que saltaba la de allá en ese momento y unos tres ó cuatro que parecia no se atrevían á saltarla. Los que conservaron sus armas, los menos, hacían fuego al retirarse, “por la parte central del potrero, en gran confusión” con ellos también iban “las tropas de línea” y el fuego de los chilenos causaba gran mortandad, pero sea que “dada la situación de la batalla, sus fuegos fueran muy discretos, o porque la huaca situada la izquierda nos cubría, y quizá por ambos motivos juntamente, los que marchábamos arrimados á la tapia no sufriamos casi sus efectos.
Narra un testigo que “una de las ametralladoras colocadas en la cortina del reducto, se descompuso, la otra hizo fuego hasta último momento….Eran las 5 PM. Veíase a los chilenos avanzar mas y mas entre el reducto N° 1 y 2[1]…las municiones se agotaban…. (la tropa) agazapada detrás del parapeto esperando que se enfriase el cañón de sus rifles que, caldeados por un fuego de tres horas… Mientras tanto las topas de línea que ladeaban la línea férrea habían ido cediendo el terreno mientras el enemigo trataba, visiblemente, de interponerse entre los reductos número 1 y 2 y entre el 3 y 4”. Aunque entusiastas y esperando refuerzos los reductos mantenían alta su moral. El coronel Correa y Santiago sale del reducto para ver las otras posiciones, con todo el cuerpo de ayudantes a su alrededor.

Uno de los ayudantes de la reserve peruana, que  combatìa en el Reducto Nª 2, rememora: “De súbito notamos que la tropa de línea que estaba a nuestra izquierda, en lugar de disparar en el mismo sentido que nosotros sobre el enemigo que se extendía por delante, hacía fuego por el lado contrario. El comandante general lo notó también. Estamos flanqueados, nos decíamos, y este es el momento decisivo. No bien había hecho estas rápidas reflexiones, cuando se produjo en las tropas cierto movimiento; algunos bajaron las gradas de la banqueta como para ir a ejecutar la orden de restablecer los fuegos de la izquierda.
El coronel Ribeiro que ponía el pie en el estribo en ese momento, se volvió y mandó a reforzar la izquierda. No bien acababa de pronunciar estas palabras cuando se abalanzaron algunos soldados al lugar designado; sus compañeros, que no conocían la orden de moverse, los imitaron, pero en masa; se produjo entonces una inexplicable confusión: hubo un desorden general y en menos de un minuto, sin explicárnoslo y como por efecto de un golpe mágico, se precipitaron esos soldados hacia afuera del reducto...” Los chilenos habían “penetrado ya en nuestra línea, nuestros soldados caían por centenares en la retirada. El enemigo hacía un fuego infernal y el número de cadáveres se aumentaba a cada paso. Los pocos que se quedan, ayudantes y ordenanzas hacen algunos disparos contra los chilenos. Los disparos caen y adentro del reducto y caen un par de ordenanzas cuando intentan subir un herido a un caballo. En ese momento los ordenanzas salen a todo escape y los ayudantes les siguen.
En los reductos había perecido mucha gente. Pero al salir de ellos, sea que fuesen atropellados por los caballos, sea que se encontrasen con los acequiones llenos de agua, sea que tuvieran que saltar tapias, y que todos estos obstáculos dieran tiempo al enemigo para hacer certeros disparos, lo cierto es que hubo una espantosa carnicería…. De súbito se dejó oír el grito: «¡Ahí viene la caballería chilena!»; y vimos en efecto a lo lejos una inmensa polvareda. Esa fuerza de caballería, a no dudarlo, se desplegaba en guerrillas como para recoger prisioneros, pero pronto reconocimos que era la nuestra. El propósito era detener la fuga, pero como se verá eso fue inútil.

En la izquierda de la línea chilena, completamente estabilizado el frente reúne el coronel Lagos todos los destacamentos aislados que, conforme a la incorregible costumbre del chileno, peleaban en todo el ámbito en que se escuchaban las dianas de la victoria.



El coronel del Valle estando dedicado a la tarea de remitir municiones cuando llega el general Buendía y un ayudante de Piérola, que traía el mensaje que el Estado Mayor General pasaba al otrora jefe del Ejército de Tarapacá. Se informa de lo acontecido hasta ese minuto, por parte de Varela y le advierte que la máquina (tren) que debía llevarse el Parque de la zona de combate antes que los chilenos lo tomaran, como amenazaba hacerlo. Pero en la estación de Miraflores se encontraban la “batería rodante” (el tren blindado de los chilenos) por lo que Buendía ordena que el tren aun no parta sino que enganche los carros de municiones que están en la vía, pero los jefes del tren blindado “alegaron no tener agua suficiente y que irían a tomarla a Limatambo para regresar a cumplir la comisión”.
Buendía entonces parte a seguir con la tarea de del Valle de reunir a los dispersos. Cuando están en esa función les llega la noticia  “de que la derecha de la línea había sido forzada (la caída de los Reductos N° 1 y 2)” pero antes de llegar a la línea “divisamos que por el fin de la Alameda  y también por el camino Real  venían fuerzas enemigas haciendo fuego sobre la estación (de Miraflores) y conociendo que la dispersión era ya incontenible me encargó (Buendía) que tratara de salvar el Parque, pues él iba a dar parte a (Piérola) de lo que ocurría.” Sin haber tren alguno que pudiera cumplir esa tarea la única posibilidad era quemar el Parque, para lo que se encamina con el teniente coronel Verástegui, quien cae muerto, el caballo de Varela resulta herido pero es rescatado antes que los chilenos lleguen.


El tren blindado. La última refriega de la batalla: Para terminar la batalla se encuentra la llegada a Miraflores del tren blindado proveniente de Lima. Cuenta Hipólito Gutiérrez, del Chillán, “hemos visto mas al norte que venía la gente nuestra de a pies y de a caballo arrancando para donde estábamos nosotros y la zalagarda que no se entendía dijendo: ‘¡Carros blindados, carros blindados!’ Y llega un jefe de Estado Mayor y los dijo: ‘-vamos andando el Chillán que vienen carros blindados con cañones de Lima. Nosotros miramos y veímos venir una máquina  que no se alcanzaba a distinguir bien porque el sol se había dentrado y seguimos para la linia aesperar la máquina para darle fuego y otros a cortar la linia, le alcanzaron a sacar dos rieles… (sic)”[2]
: “Se acercó entonces impávidamente el tren de guerra (armado de tres o cuatro carros) a la estación haciendo nutridísimo fuego de rifle y de cañón; a ambos lados de la línea le esperaban los chilenos, escondidos, estaban comandados todavía por Fuenzalida y el mayor Castillo del Santiago.
Sigue en su relato el chillanejo “hemos sentido unos bombazos de nuestra escuadra en la mar que les tiró a la máquina. Pasaban las balas cerquita de nosotros que se los abría el corazón de gusto y veímos que le acertó a la máquina en la frente que chipió donde le dio la bala y no avanzó más…(sic)”[3].



Sin embargo la hay otra version, que Vicuña Mackenna, en cuanto a que los soldados chilenos “los atacaron con tal cólera y pujanza que la máquina a su turno tomó el camino de Lima llevando su convoy repleto de muertos y de heridos. Se oían claros los alaridos de los últimos cuando el fúnebre tren de la derrota con la máquina acribillada, daba contravapor y se alejaba. Por lo demás muy a tiempo para los peruanos, pues el mayor Stuven junto a su tropa estaba retirando los durmientes de la línea. Agrega Eduardo Hempel que “los ayudantes Gándara y Santiago Herrera  hacían rodar sobre la línea uno de los cañones Krupp tomados al enemigo, y lo abocaban en dirección al tren artillado. Más allá los sargentos mayores Aristía Pinto y Manuel Borgoño, obstruían el camino derribando sobre los rieles los postes telegráficos. Pero el tren, detenido en su vertiginosa Carrera por el fuego de infantería, regresaba a Lima con toda velocidad, siempre disparando sus cañones. Hay que recorder que los trenes blindados eran aquellos vagones planos, arrastrados por una máquina, y en los que se colocaba los cañones.
Según Hempel, el corresponsal, en la zona estuvo el Estado Mayor chileno, que a las 6 10 llegaban a estación Miraflores, en el mismo instante en que llegaba el tren susodicho, aunque nadie result herido.



[1] El primer batallón del Santiago iba por la izquierda del camino de Miraflores y el segundo batallón por la derecha de las trincheras peruanas.
[2] Gutierrez, Hipólito, Dos soldados en la guerra del Pacífico
[3] Idem

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