El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 14 de enero de 2016

BATALLA DE MIRAFLORES (IX)

El golpe del Coquimbo: El general Maturana, jefe del Estado Mayor General llega a la línea del frente y ordena a la Brigada Amunátegui dirigir el ataque de sus regimientos  en el claro de los reductos N° 5 y N° 6, pues se divisan columnas  de Suárez que vienen a rebasar el flanco derecho de las líneas  chilenas. Se despliegan dos batallones del Chacabuco y después los del Cuarto de Línea.
El  general Maturana  conduce personalmente al Coquimbo que enfrenta los fuegos de la izquierda de Dávila, que avanza con ánimo de rebasar la derecha chilena. Se coloca en paralelo  a un callejón hacia el cual se acerca a la Brigada Barboza. Los peruanos avanzan con un batallón en guerrilla y los demás, detrás, marchando en columna.
Maturana ordena a Pinto Agüero que aguante los fuegos hasta que el enemigo avance hasta 300 metros. Escondido el Coquimbo espera su oportunidad. Cuando esto ocurre, justo cuando el terreno es un potrero llano, una descarga detiene a las unidades peruanas desplegadas en guerrilla, las tropas que van detrás en columna de marcha siguen avanzando y se amontonan. El fuego del Coquimbo se vuelve asesino ante semejante blanco. Así lo relata V. Mackenna: El comandante Pinto Agüero dio entonces la orden de desplegar el regimiento en guerrilla, yendo el primer batallón a las órdenes del capitán ayudante Artemón Arellano y el segundo a las del mayor Luis Larraín Alcalde. Siete compañías formaron línea frente al enemigo, y la 4.ª del Primer Batallón que iba a quedar sumamente retirada del centro, a causa de la extensión de la guerrilla, hizo un cambio de frente avanzando la derecha, por lo que formó ángulo recto con el regimiento y cogió al enemigo de flanco….Enseguida rompió sus fuegos con suma viveza, y bien pronto el combate se hacía encarnizado y terrible. Al ver la marcha decidida e incesante del regimiento chileno, el enemigo contuvo su avance como asombrado de que se hubiera puesto tan oportuno atajo a su oculta maniobra, y parapetándose tras las innumerables tapias de los potreros, hacía fuego de mampuesto por las aspilleras, perfectamente resguardado contra los tiros de nuestros soldados.
El Coquimbo se lanza hacia adelante, los peruanos intentan resistir en una línea de tapias pero son expulsados del punto fuerte y tienen que seguir detrás de los que huyen.
Durante el combate, Daniel Riquelme cuenta una historia de “un soldado del Coquimbo. Viejo cangallero[1] poco menos…, habíase enrolado de voluntario en el comienzo de la guerra, y en el Regimiento ejercía…el cargo de payaso de la compañía de volatineros que se había formado para alegrar la vida de campaña. El Coquimbo llegaba al trote a la línea de Miraflores, reforzando nuestra ala derecha. Pero tuvo que hacer alto, medio a medio de la zona del fuego, para derribar a puños, topadas y caballazos las tapias que impedían su avance. Granito de Oro (como lo llamaban), que ejercía sus funciones aun bajo las balas, viendo trabajar y caer a sus compañeros, sacó del rollo un elegante quitasol de señora, rateado en algún opulento retrete de Chorrillos, cubriéndose con él, pataleaba tiritando, como quien capea un chaparrón: -¡Jesús, qué aguacero tan fuerte! -gritaba Granito, con grandes aspavientos.[2]



El amago de la caballeria peruana: Para sostener a los peruanos en retirada, la caballería del Lanceros de Torata y el Escolta Presidencial avanza contra el Coquimbo. Baquedano lanza el Carabineros de Yungay y los peruanos dan media vuelta y huyen.
Mientras que los Carabineros parten saltando los cercos a través  de potreros de cultivo. Llegados a campo abierto cuando ven la huida de los peruanos, se dirige contra los que persigue el Coquimbo y va a sablear en la pampa San Borja.
El peligro es ahora serio para los peruanos, por lo que se ordena avanzar fuertes guerrillas a su frente, ordenando a su propia Escolta y a los lanceros de Torata, es decir, a toda su caballería (unos quinientos jinetes) que cargase. Desde las líneas peruanas “de repente vimos a nuestra izquierda levantarse una gran nube de polvo: ‘Nuestra caballería carga!’, oímos decir, y todas las miradas se dirigieron ansiosas hacia una masa como de 200 caballos que salvó al galope unos mil metros del camino que conduce a San Juan. Se detuvo el grupo súbitamente. Dos o tres jinetes se desprendieron de él y se pusieron a hacer tiros de revólver. La polvareda nos impidió ver más[3].
Frente a esa amenaza asoma el Carabineros de Yungay. Esa unidad y su jefe, el “comandante Bulnes, colocado en línea en las calles del Barranco junto con los Granaderos, recibía en efecto orden de ir a galope a rechazar el peligroso avance de la caballería por nuestra derecha, y salvando tapias y potreros, estuvo en pocos minutos en aptitud de obrar.
Dirá un oficial del 4° de línea, testigo presencial, que el “coronel Urrutia que avanzaba junto con nosotros, anteojo en mano, pudo ver que el felón enemigo ocultándose tras unos tapiales estaba también a corta distancia nuestra y podía cortarnos mientras un ataque de caballería nos amenazaba por el frente. Sin pérdida de tiempo ordenó al coronel Amunátegui formar allí mismo su línea de batalla para resistir el ataque que nos preparaba. Mientras tanto mandó a su propio hijo, que le servía de ayudante a pedir al general en Jefe un cuerpo de caballería.” El coronel Gregorio Urrutiajefe de estado mayor de la 1.ª división” recién había visto a su hijo, quien era también ayudante morir por una granada disparada desde el San Bartolomé, dirige al Cazadores “a un campo despejado donde podía organizarse y cargar. Mas apenas había destacado el bizarro Bulnes una mitad a cargo del teniente Aníbal Godoy y dado la voz de: «¡carguen!»; huyeron como en todas partes los jinetes peruanos, a todo el correr de sus caballos. Los siguieron de cerca los Carabineros, perdiendo algunos de sus soldados y…con esta maniobra,…., la extrema derecha de los chilenos quedó limpia de enemigos, algunos de los cuales habían osado llegar hasta las casas de San Juan donde tomaron prisioneros tres sirvientes de ambulancia. Y concluye el oficial del 4° de Línea “En tanto la infantería, formada una nueva línea de pelea, avanza al trote y al grito de “Viva Chile”, se lanza a la refriega.




Para ese momento de la batalla, la Brigada Barboza, reforzada por el Artillerìa de Marina y los cañones de la Brigada Gana, se aproximaban rápidamente sobre la izquierda peruana, adelantada luego de abandonar sus posiciones seguras y atrincheramientos.

…Y en el reducto N° 4….A cargo del batallón N° 8 de la Reserva, desde las 3 PM, oían la violencia de la batalla que se producía en la derecha peruana (reductos 1 al 3). Esa zona del campo de batalla, el lado derecho del reducto estaba protegido por el cuerpo de Juan Pastor Dávila (2671 plazas), que iba desde el Reducto N° 3, hasta el 4 (o de derecha a izquierda desde la perspectiva peruana): batallones Huanuo, Paucarpata, Cazadores de Junín, Cazadores de Cajamarca, Columna Guardia Civil, batallones Camaleros, La Mar, Pichincha y Piérola.
Se escucha la orden prepararse para los fuegos. El coronel José Gonzalez asume el mando del reducto, quien era subjefe del Estado Mayor de la reserva. Con el tiempo y a medida que se acercan las 5 PM avanzan los chilenos por los cañaverales de la hacienda de Villa, en dirección del reducto.
Se ordenan contener los tiros que no abundan las municiones, existe una caja por soldado (100 tiros). Se ordena llevar el rancho a las tropas. De pronto “una falange de gente dispersa invadió el reducto, produciéndose la confusión y la alarma, que felizmente pudieron dominarse. Era que la fuerza de línea que al mando del coronel Aguirre (jefe del batallón Piérola) se encontraba de avanzada como a 50 metros, hacia el flanco derecho, ocupando una pequeña huaca, después de consumir los pocos pertrechos con que contaba, se retiró en desorden.

…siguiendo con el Atacama…: La excitación del jefe (no lo identifica) que nos daba esta noticia, (el intento de la caballeria peruana) su estado de ánimo muy alarmado, el desorden de su uniforme, todo esto tuvo su natural consecuencia. La tropa principió a abandonar la línea de batalla y a ocultarse detrás de las tapias que había a nuestra retaguardia para defenderse de la caballería. Hubo entonces necesidad de echar mano al revólver para contener la defección. No obstante, un buen número de bravos continuó en sus puestos.  Ordené al ayudante Marconi que fuese a las tapias de retaguardia a hacer salir la gente, lo que ejecutó en el acto. Cuando volvía de cumplir su cometido, una bala lo deja mortalmente herido.
Vuelto a la línea de batalla me convencí que la situación era difícil. Sostenían el fuego muy pocos de nuestros hombres. Casi todos se habían ido a retaguardia, detrás de las tapias, donde permanecían acostados o sentados e indiferentes a todo. El enemigo avanzaba hacia nosotros, aunque lentamente. Anduve como 200 metros a la derecha, y allí encontré al comandante del 2º de Línea, d Estanislao del Canto, que, revolver en mano, contenía en la línea de batalla a los pocos que lo acompañaban. Le había sucedido más o menos lo mismo que a mí. Le pregunté que órdenes había recibido, y me contestó: “Ninguna: me bato como me parece mejor”. Lo que habían hecho casi todos los jefes de cuerpos.
Observándole la presencia de caballería a nuestra derecha, me dijo que era nuestra. Al mismo tiempo notó que regimientos completos del Ejército chileno andan a gran distancia a la derecha y retaguardia de la posición que ocupamos. Comprendo entonces que la situación es mala solo en apariencia; pero ¿cómo hacerla comprender a nuestros soldados? Convinimos con Canto en hacer tocar dianas a los cornetas que tiene a su lado, y nosotros corriendo a caballo, con nuestros kepies agitándose en la mano gritamos: “¡Hemos triunfado, el enemigo en derrota!”
A estas voces repetidas hasta enronquecer, salieron de detrás de las tapias no menos de dos mil hombres de distintos cuerpos gritando ¡Viva Chile! Aprovechamos ese momento de entusiasmo de las tropas para avanzar sobre en enemigo, seguidos al trote por los soldados que ahora todo lo atropellan en su camino.

….y en el reducto N° 4. Al perder su apoyo a la derecha (de la línea peruana) bien por causa de la disposición de los reductos 4 y 5 (su posición respecto al terreno), los chilenos penetran la línea defensiva peruana ya desguarnecida, para empezar a atacar por el flanco y la retaguardia, que no tenía mas defensa que la tapia que daba hacia el camino real y a la que se había hecho abrir un portillo.
El fuego peruano apenas molestó a los atacantes pues la fuerza que defendía ese lado del reducto equivalía a una cuarta parte de una compañía. El coronel Gonzalez se sube al parapeto para ver por su anteojo que pasaba más allá del muro defensivo, pero una bala lo echa por tierra, matándolo casi al instante. El fuego se había generalizado en el reducto. Los chilenos cubiertos en los carrizales fronterizos y aprovechando las sinuosidades del terreno disparaban sobreseguro y bien cubiertos. Ya a las 5 30 el ataque chileno se hacía insostenible para los defensores. El comandante Carvajal, sucesor de Gonzalez, ordena retirada por la izquierda. Las tropas se retiran haciendo fuego y sin desbandarse
Para el Atacama (y los demás cuerpos que avanzaban por ese lado) y tras caer el reducto N° 4, “nos juntamos con el comandante Canto y nos dimos un abrazo de satisfacción. Creímos que el día era nuestro. Continuando en la marcha de avance llegamos a un fuerte de la línea enemiga (el penúltimo de su izquierda. Reducto N° 5), atravesando unos fosos con agua. Esta posición fue abandonada por sus defensores antes que nosotros llegáramos a ella. Desde aquí vimos que el enemigo huía hacia Lima.
En este avance, batiéndonos con el enemigo que huía, el cabo del Atacama, Julio Villanueva, ataca al portaestandarte del batallón de Reserva de Lima (el del N° 6), lo vence en lucha cuerpo a cuerpo, se apodera de la insignia y la entrega al teniente de su compañía, Labbé Tagle, para salvarla de otros soldados que trataron de arrebatársela. El comandante Canto se detiene en el fuerte a reunir a su regimiento.



El intento de carga de caballería del Sr Ministro Vergara: Los Carabineros de Yungay habían sufrido algunas bajas luego de querer continuar su asalto sobre la línea peruana de infantería, luego de corretear a la caballería del Escolta y el Lanceros de Torata. Los encuentra el ministro de Guerra, José Francisco Vergara, quien enterado de lo ocurrido va en busca de una posición mejor para el desempeño de la caballeria, que había tenido muchos problemas hasta ese minuto. Cuando recibe la información de Vergara, parten los Carabineros y juntos avanzan, hasta que se encuentran con “unas zanjas y tapias infranqueables[4].
Acompañando a la caballería desde su movimiento hacia la derecha chilena, se encontraban dos baterías del Regimiento de Artillería N° 2, dirigida por Manuel Jarpa, la que se instala para apoyar a la caballería, y relata en su parte “establecí varias piezas en batería y mandé romper el fuego sobre las de San Bartolomé, cuyos disparos con cañones de grueso calibre  y grande alcance, no solo llegaban, sino que pasaban por mucho la línea en que me encontraba. Viendo que mis tiros eran cortos, sin embargo de disparar a toda alza, aun cuando alcanzaban al enemigo que huía , no así a las baterías del enemigo, y que, por el contrario las puntería de este, por momento se hacían mas certeras, al extremo de caer dos granadas a ocho o diez metros mas delante de mis baterías, que salvándolas de rebote no me hicieron baja alguna…” Entonces solicita a Vergara, que ya estaba de vuelta, unos treinta miembros del Carabineros de Yungay, para que tiren de las piezas hacia adelante para poder responder acertadamente los fuegos desde el San Bartolomé. Vergara, dándose cuenta que la batalla ya estaba ganada y anochecía, denegó la petición y le ordenó que se retirara, por lo que junto a la caballería chilena toman rumbo a Miraflores.
Estando en eso Baquedano ordena el regreso de la caballeria. Convergen todos los regimientos en dirección a la entrada de Miraflores, llegando el Carabineros, Cazadores y Granaderos, “donde en un campo de unas cinco cuadras de largo nos formamos divididos por unidades. El coronel Letelier –que era el comandante de la Caballería- dispuso el regreso a Chorrillos por el Camino Real de los regimientos ‘Cazadores’ y ‘Carabineros’ y a los pocos minutos hizo lo mismo con los granaderos, pero dejando en ese mismo lugar y hasta nueva orden, una compañía….(siendo las 6 PM) las tropas peruanas huían desbandadas…cruzando a través de MIraflores, en cuyo acceso sur poniente estaba estacionada nuestra compañía”. A los pocos minutos  arde Miraflores. El oficial a cargo expresa que los chilenos no han sido los responsables ya que no hay tropas de esa nacionalidad ahí. Y ahora era también pasto de la artillería del San Bartolomé y el San Cristobal. Para el anochecer con refuerzos de caballeria y la ciudad en paz, hacen patrullajes. Si se les disparaba desde alguna casa el procedimiento era el mismo: rodeaban la casa, intimaban rendición y con negativa o sin respuesta arrancaban la puerta y entraba un grupo de soldados que terminaban todo.


La caída del reducto N° 4 y explosion del Reducto N° 5: El Coquimbo (junto al resto de la brigade Amunátegui), que en pocos momentos había rechazado y puesto en fuga los numerosos cuerpos peruanos que marchaban a la cabeza del avance…Esta vez su objetivo es el Reducto N° 5, el de La Merced defendido con obstinación por los peruanos, que allí,…tenían por auxiliar formidable mina subterránea que estalló con horrísono estrépito.
En el reducto N° 4 la Brigada Martínez o Reserva rompe la defensa en el lado izquierdo de la línea y el reducto N° 5 es la Brigada Amunátegui la que se dirige contra él, y rompe por la izquierda. Ambas convergen hacia los flancos, penetrando por la retaguardia en los reductos y acaban con las guarniciones al arma blanca.
Para las 5 30 PM la línea cede y cae completamente y no se tuvo mas queperseguir la derrota peruana hasta un Fuerte (de la Merced) que, con gruesa artillería y formidables trincheras, hay no lejos de San Bartolomé. Allí hizo alguna resistencia el enemigo; pero no fue sino para aumentar sus víctimas, que fueron numerosas. A este Fuerte de la Merced, …llegaron reunidas fuerzas de todas las Divisiones chilenas, excepto la…División Sotomayor que operaba por el lado de Monterrico.
El Fuerte de la Merced estalla por los aires, por carga de dinamita subterránea en los momentos que las tropas chilenas lo habían capturado. El estruendo fue espantoso en el sector del Fuerte y los alrededores. El suelo tembló a larga distancia. Las tropas chilenas que iban llegando a la base del Fuerte de la Merced, todos al trote, se pararon de sorpresaMedio minuto les bastó a los soldados chilenos para salir de tal sorpresa, pasada la cual, emprendieron la carrera y rodearon el Fuerte de la Merced destruido por la explosión, poniéndose a las espaldas de él.
Diego Dublé Almeyda, testigo de la situación, la describe: “pudimos ver el asalto que un puñado de nuestros soldados daban al último fuerte de la izquierda (fuerte de la Merced) que aún ocupaban, y defendían los peruanos.
Aproximadamente como cien hombres subían por sus flancos, dirigidos por un oficial a caballo, a quien, con el comandante Martínez, aplaudíamos desde el punto en que nos encontrábamos. Dos veces los asaltantes fueron rechazados, pero a un tercer esfuerzo dominaron el fuerte. Se les oía el grito de ¡Viva Chile! y los soldados parados sobre los cañones enemigos hacían flamear la bandera chilena. Nosotros no podíamos sino aplaudir desde el lugar donde nos hallábamos y saludar a los bravos asaltantes en unión de los soldados que nos rodeaban y que ansiosos observaban el arrojo de sus compañeros. Pero repentinamente sentimos una fuerte explosión, la atmósfera se cubrió de humo y de polvo, y la tierra se estremeció como sacudida por un fuerte temblor. La fortaleza peruana había volado por medio de traidora mina. Un silencio sepulcral se siguió. Los soldados que nos acompañaban, espantados, miraban hacia el lugar de la explosión: nadie murmuró una palabra. Ese silencio era la plegaria que todos dirigían por los bravos que allí habían sucumbido cumpliendo con su deber.[5]
Ya no quedaba ni cholo vivo y de los chilenos fueron muy pocos los que cayeron…. Se supo que el individuo que hizo estallar la mina, fue tomado por los soldados chilenos furiosos y muerto a bala y bayoneta, hecho lo cual le prendieron fuego. En efecto, se vio ardiendo a pocos pasos de los restos del Fuerte de la Merced a un hombre, todo destrozado. Sin embargo, pese a lo espectacular de la explosión, no causó la destrucción que parecía entre las tropas atacantes, pues estas ya lo habían superado en su carrera.
En la toma del Fuerte caen en el asalto un joven subteniente José Rafael Salinas; el subteniente del Coquimbo don Daniel Mascareño,…los capitanes Machuca, Rahausen,….y los subtenientes Arroyo, y Pedro Juan Covarrubias,… Entre los que volaron en el aire al estallar la mina, se contó a un subteniente del Atacama llamado Juan Luis Rojas.
El Coquimbo, dirigido ahora por el capitán Artemón Arellano, se lanzó a consumar la obra que se le había encomendado…., saltando las tapias, atravesando a carrera la angosta extensión de los potreros, fusilando a los pocos que alcanzaba a cortar, pronto llegó a la linde meridional de la zona pedregosa a cuyo largo se hallaban extendidas las tropas de la primera división, y sin detenerse continuó…., mientras los peruanos se acogían nuevamente tras las tapias del frente, detenidos por los cuerpos que se hallaban allí acantonados.



Desde la Escuela de Cabos, centro de atención de heridos y de prisioneros, Alberto del Solar, del Esmeralda, cuenta que a esa hora“…por lo que nos era dable observar, por el visible y progresivo avance hacia el Norte de masas enteras de tropas precedidas de nuestro tricolor, por manera cómo la caballería, rodeando o saltando tapias y corriéndose más hacia el mar, se reconcentraba sobre puntos determinados, y sobre todo por la firmeza con que nuestros artilleros sostenían y avanzaban sus posiciones, por todo ello, juzgábamos, repito, que las armas de Chile afianzarían poco a poco la victoria definitiva con otro triunfo inmediato y grandioso. Y así fue, en efecto: al terminarse el día, los fulgores de un nuevo incendio…empezaron a iluminar el horizonte. ¡Miraflores ardía como Chorrillos!
En Barranco flameaba nuestra bandera; los cañones del San Bartolomé y del San Cristóbal habían enmudecido... Pero los de nuestra escuadra tronaban aún, en sus salvas victoriosas, a la vez que al fuego graneado de las filas sucedían toques marciales de trompas y clarines; vivas entusiastas; exclamaciones ardorosas y hasta repiques de campanas: todos esos ruidos triunfales, en fin que, escuchados por nosotros desde lejos, y para concluir hacia la hora de la puesta del sol y entre la atmósfera humedecida por la niebla que, poco a poco, había empezado a velarnos la visión lejana del combate, surgió de pronto en el horizonte un hermoso arco iris...
Apoyando uno de sus extremos en las altas mesetas de la Tablada y el otro sobre los escombros humeantes de Chorrillos, abarcó durante algunos minutos todo el campo de batalla, como el más bello de los arcos triunfales, o la más diáfana de las aureolas de gloria... y de paz.

Ahora avanza la Brigada Barboza apoyada por el Regimiento Artillería de Marina,  batallón Melipilla y la artillería de la Brigada Gana. Muchas tropas avanzan hacia el norte, al grito de ¡A Lima! ¡A Lima!


Conteniendo a la tropa. Dice Dublé Almeyda que sigue su avance, junto al Atacama y diversas unidades, todas confundidas. “Desde cada altura veo que nos sigue en dispersión un inmenso número de individuos. Al llegar a un ancho camino, encuentro al comandante de la Brigada, Arístides Martínez, que se ha detenido cerca y al flanco derecho del último fuerte de la izquierda enemiga, tratando de contener a nuestra tropa que avanza y avanza.
Arístides me hace notar el peligro que corre esa gente si llega a Lima o a sus inmediaciones (teníamos fresco el ejemplo de Chorrillos con sus horrores), y me pide le ayude a contenerla. Nos dedicamos a esta difícil, pero necesaria operación, deteniendo a los soldados que allí llegaban. En poco tiempo se reunieron como dos mil hombres.
El fuerte San Bartolomé con sus gruesos cañones principió a enviarnos sus proyectiles con muy malas punterías; pasaba sobre nosotros o iban a hacer explosión a nuestra retaguardia sin causarnos daño alguno. Tranquilizada la tropa, más por el cansancio que la agobiaba, que por nuestros esfuerzos, los soldados se echaban al suelo.
Aproximándose la noche reuní a los atacameños que en ese punto se encontraban (200), y me dirigí a acampar al lugar donde había quedado Canto. Me siguieron casi todos los soldados que allí había de distintos cuerpos, y ya de noche hicimos alto en un potrero rendidos de cansancio, de hambre y de las emociones del día. Reuní a los oficiales del Atacama: faltaban más de la mitad de aquellos valientes. De 36 que era la dotación del regimiento, quedaban solo 16. Veinte habían caído, incluyendo al coronel Martínez que antes había mandado el Atacama[6]
Sigue ahora V Mackenna: A este tiempo, aparecía por el lado de Lima, un bellísimo arco iris, lo mismo que en Chorrillos. El sol se entraba ya cuando se dio por terminada la acción, coronada con la gran victoria chilena. Los soldados chilenos daban atronadores vivas alrededor del Fuerte de la Merced, gritando unos “Vivan los coquimbanos”; otros “Vivan los santiaguinos”; “Vivan los del “Aconcagua”. Y así, cada uno gritaba para su Regimiento. A ese preciso tiempo, llegaba al galope, Félix Briones, mayor del Estado Mayor de la 3º División y el teniente coronel Gorostiaga del Estado Mayor General y trataron de reunir a todos los soldados chilenos que por allí andaban y restituirlos a sus cuerpos respectivos.



La suerte del fuerte Ugarte: A las “4 P.M. fue reforzada la escuadra con dos lanchas cañoneras, haciéndose, por consiguiente, más nutrido el fuego que se nos hacía, quedando la batería dominada por cuatro radios de fuego
Posteriormente a las 5 PM y tras agotar la munición, el jefe del fuerte recibe la orden de retirada, luego que el coronel Rosa Gil, a cargo del batallón Callao, le informara del avance de los chilenos. La guarnición de artilleros se traslada hacia el fuerte Santa Catalina. Inutiliza el arma principal, el cañón Rodman e incendia los dos barriles de pólvora que le quedaban y se retira a la capital, llegando a las 7 PM. Al menos así lo relata el jefe de la guarnición, José Díaz, en su parte. Lo interesante es el tiempo indicado: desde las 5 PM cuando ya nada quedaba por hacer y la llegada a Lima, distancia que no era mucha.
Por su parte en el regimiento Esmeralda, según relata  José Larraín (oficial chileno)  el comandante Holley y su ayudante viniendo del mismo campo de batalla dieron la orden de marchar (les había llegado el aviso que por la línea férrea venía el tren blindado en dirección a Chorrillos, asi que salieron en su búsqueda)… Al llegar a una línea de cadáveres, como si todo un ejercito se hubiera desplomado en una sola fila, de improviso abrimos los ojos y  comprendimos que pisábamos el suelo en que, sin cejar un paso, se habían batido los nuestros durante el día. Allí estaban las tapias con aspilleras; mas lejos los reductos; aquí los heridos y los muertos y  desparramados, allá y acullá, los rifles, morrales, caramañolas y mil útiles abandonados. Todo aquel abandono y esta tranquilidad, el silencio y las ruinas y aquel destrozo nos hizo comprender que el enemigo había huido de su campo...ya el rumor de la pelea no la percibíamos, en medio de todo comprendimos que estábamos vivos[7].



[1] Ladrón de metales o piedras metalíferas.
[2] Daniel Riquelme en “Bajo la tienda”
[3] Citado por V Mackennahttp://www.ejercito.cl/archivos/departamento_historia/cuaderno_8.pdf
[4] Ahumada, tomo IV página 454
[5] Dublé Almeyda.
[6] Diario de las Campañas al Perú y Bolivia 1879-1884 “lo que yo he visto” (2° parte)
[7] http://es.slideshare.net/javi270270/remenbranza-de-la-batalla-de-lima-13-y-15-de-enero-de-1881-2886175

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