El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 17 de enero de 2016

LA CAÍDA DE LIMA (I)

LA NOCHE DEL 15 AL 16 DE ENERO

A las seis de la tarde del 15 de enero de 1881, la batalla de Miraflores había concluido…. El dictador Piérola dispuso de algunas horas para dictar sobre el mismo campo de batalla una serie de disposiciones urgentes. Sólo a las once de la noche y cuando todas esas disposiciones habían sido trasmitidas, emprendió la retirada cruzando el Rímac a la altura del Cementerio y dirigiéndose por detrás del San Cristóbal al valle de Carabayllo[1].

Estación de Miraflores


En Lima, a las primeras horas de la oscuridad: Para el soldado distinguido Torres el día sería largo una vez llegados al Palacio de la Exposición, situada en el sur de Lima. Allí “(un) pelotón de jinetes en espera de los dispersos los encamina á sus respectivos cuerpos. Delante de la puerta del parque diviso una mancha de gente tirada en el suelo….un poco más de ciento... ¡el batallón!….,¡Cuántos han caído!..... pasan de seis aquellos (oficiales) de quienes hay constancia de estar muertos ó heridos…; de otros no se sabe el paradero, y es de presumir estuvieran aumentando ese número.
En cuanto a la tropa era imposible apreciar las bajas ni aproximadamente….Sombríos y mustios por el dolor por los muertos, y por la vergúenza de no haber muerto, nos deslizabamos por la penumbra, silenciosos, temiendo escuchar de las ventanas sin celosía los denuestos de las mujeres …y me parecía que iba a oir de los labios de las madres y de las hermanas, de las esposas y de las hijas de los que hablan caído, esta terrible imprecación: -i Cobardes ! ¿Por qué no han muerto ustedes también
Las mujeres ahí en cambio guardan silencio o ayudan a los heridosalgunas nos ofrecían pan y agua; y todas lloraban; unas á sus muertos queridos, otras a su patria perdida....”

Vista de Lima


Después de permanecer un largo espacio en palacio, tornamos a ponernos en marcha al Estado Mayor. En una de las calles del tránsito salió a su puerta á nuestro paso una mujer. Vestida de negro por el luto de la patria, que ya era también luto de su hogar, la luna ilumina su rostro pálido como el marfil y llegan a brillar las canas, quizás prematuras, que chispeaban entre su negra cabellera.….Al pasar ante ella nos interpeló con una voz trémula, como si temiera escuchar la respuesta ¿Vienen aún otros atrás? Y como nadie respondiera á su primera interrogación repitió con acento más trémulo: Díganme por el amor de Dios ¿vienen otros atrás? El mismo silencio se prolongó…hasta que una voz clara y dura como el acero salió de las filas.--No! La mujer alzó al cielo su pálida fisonomía…, juntó las manos para implorar y se oyó un grito,…. Otra mujer la estrechaba tiernamente en silencio.
Era ya medianoche y “en el Estado Mayor nos distribuyeron ración doble de pan…. Uno de mis compañeros al verme con los panes en la mano se me acercó:--Si no los quieres dámelos- me dijo, y se los dí.[2]

Pedro Rodríguez, otro sobreviviente peruano de la batalla recordaba que la “fatiga que tenia era tanta y el dolor que sufría en la costilla tan fuerte que deseaba descansar pero la noche venia y extraviados en esos potreros era peligroso parar por los soldados dispersos que en todas direcciones encontrábamos; felizmente nos reunimos con mas de 20 hombres del Batallón N°2,…de Matalechuza un chino un guia llevándonos por tras del Palacio de la Exposición hasta salir a los rieles del tren del Callao de donde nos dirigimos a la cuadra de Bravo; de la esquina me separe y me dirigí a mi casa. Ysabel y los niños se habían refugiado en el Consulado Español, la cocinera y su marido habían quedado, subí con gran trabajo (a su habitación) e inmediatamenteme metí a la cama. Luego vino mi ahijado Bentura Seoane y un abuelo a verme y preguntar por su hijo aquel, momentos mas tarde vino Seoane. Me halle completamente extenuado por el cansancio, por el hambre, por la sed y por el golpe de la bala,…; vino mi suegro y mande avisar a Ysabel que estaba sin novedad.


Palacio de la Exposición
Plaza de Armas de Lima. Al fondo la Municipalidad

Para el Guardia Marina aún en el campo[3], la noche reunió “los últimos sobrevivientes, iniciose la marcha de retirada a Lima; por el camino, entre surcos y grietas, encontrábamos soldados heridos, algunos de los cuales nos insultaba creyéndonos huidos y los mas, nos pedían que les vengáramos…. Estos momentos de depresión espiritual, nos había aniquilado completamente; todos llevábamos como una constante visión, entre otros, el episodio del capitán Asanza, quien, herido en un brazo, apenas fue vendado, con la izquierda empuñó su espada, alentando a sus soldados a seguir en la lucha. El del teniente Valega, quien, herido desde los primeros momentos de la refriega, se negó a abandonar el campo de lucha, hasta el momento en que perdió el conocimiento, como consecuencia de la fuerte hemorragia que le sobrevino.

El colombiano Vicente Olguín escribirá desde Lima, respecto a las batallas que han ocurrido en las cercanías de la capital peruana, “jefes, oficiales y soldados, cubiertos no de laureles sino de polvo, llegaban a esta ciudad cuando aún se oía los cañones del combate. Como complemento se hizo uso de la moderna y terrible invención de las minas y bombas automáticas, de las que se hallaban sembrados los .contornos de los principales fuertes como San Juan y El Solar….esas funestas bombas estaban destinadas a hacer inmensa la desgracia de los infelices heridos que quedaron en el campo, pues a causa del terror inspirado por las explosiones súbitas que destrozaron hombres y mujeres en busca de sus deudos, nadie se atrevió a recorrer esos parajes en donde los heridos agonizaban al lado de los cadáveres horrorosamente fétidos, que ni perros ni gallinazos fueron a devorar.  Episodio de horror indescriptible han tenido lugar con esos pobres heridos, abandonados con la más fría crueldad a dos leguas de una ciudad populosa, entre cuyos habitantes hubo millares excusados del servicio militar con la insignia de las ambulancias.

Parque limeño


La suerte de los diplomáticos: Los que se encontraban junto a Piérola al inicio del combate, en el poblado de Miraflores, una vez comenzado el tiroteo y el bombardeo de la escuadra, según Robert Ramsay el Cuerpo Diplomático con  sede en Lima “tuvo entonces que batirse en retirada a pie por el campo, a fin de salir de la zona de peligro, pero por tres cuartos de hora estuvo bajo fuego. Debe haber sido un espectáculo más grotesco ver al viejo Almirante Stirling, St. John, al Capitán Stephens (H.M.S. Thetis) y a todos los demás Ministros, saltando las murallas de adobe y corriendo a campo traviesa, para salvar sus vidas. No hay duda de que estuvieron en peligro, y tanto así que a Ancón llegaron rumores que habían perecido el Almirante Británico y los Ministros de Italia e Inglaterra.
Cuenta un testigo (De Lisle) que el representante diplomático francés casi es partido por la mitad por un soldado de caballería peruano. El de Estados Unidos, Christiancity  se fue corriendo por todo el camino hasta Lima, abrigo abierto y camisa desabotonada. El ministro de Francia muy sudado y cansado, mientras el alemán requirió de la ayuda de un oficial francés, apoyándose en sus brazos debido a su sobrepeso. Los que mejor llegaron fueron los británicos, aunque tan polvorientos como los demás.

Marino británico, testigo de la campaña de Lima


El rumor llegó a las naves neutrales fue que el almirante Stirling había sido muerto por disparos chilenos, lo que provocó que las naves Triunfo y Victoriosa fueran preparadas para la acción contra la flota chilena, hasta que recibieron telegramas informando lo contrario. De Lisle comentará que las tropas peruanas se desbandaron durante la noche saliendo los soldados serranos hacia la cordillera sin comida ni nada. Muchos morirían y las rabonas encabezaban ese desfile preparadas para las durezas que sus esposos sean incapaces de enfrentar
Un ciudadano británico, de ascendencia escocesa, rememorará en una carta[4]: “En la mañana del Sábado (15 de enero) comencé a sentir que era tiempo de abandonar la ciudad y hablé muy seriamente sobre el particular con E. Wells, pero descubrimos que habíamos quedado amarrados por Woodsend,….(quien se) las arregló para recibir bajo su cuidado y en su casa a cierto número de señoras y niños y entonces se marchó a Valparaíso…. Toda la mañana la pasé maldiciendo a Woodsend porque, debo decirle, me sentía más bien amilanado, pero sin embargo, resuelto a no abandonar la casa con todas las mujeres adentro.

Almirante francés Du Petit Thouars


A las dos de la tarde, el teniente abanderado del almirante Stirling, que ha estado en Lima durante todo el tiempo que ha durado este asunto, me contó que las negociaciones de paz habían fracasado y que el Cuerpo Diplomático no había conseguido que el General chileno Baquedano garantizase que la propiedad neutral sería respetada por sus soldados, - lo que creo que nadie en sus cabales podría haber esperado que pudiera hacer, - y, tomando en consideración la probabilidad de lucha callejera e incendios, y la suerte corrida por Chorrillos, todos nos sentimos  a mandarnos cambiar. Yo entonces volví a la casa y estaba hablando sobre el particular con Reid, cuando Danburry, de Gibbs y Co.,…irrumpió en la casa y nos dijo que evacuáramos a todos inmediatamente y que nos dirigiéramos a la Estación de Ancón a tomar un tren especial. Entre tanto, los 175 refugiados de la casa de Gibbs y Cía., ya habían partido a tomar el tren y el combate se iniciaba. Reid y yo inmediatamente  pusimos en camino a la Sra. Rey, a sus tres niños y a sus sirvientas, pero el apuro era tan grande que todos tuvimos que partir sin otra cosa que lo que llevábamos puesto….
La estampida hacia la estación del ferrocarril fue tremenda y la situación y el espectáculo desagradables, pues todas las mujeres lloraban y aullaban de una manera espantosa, mientras a la bulla general se mezclaba al rugido del cañón que cada minuto se iba poniendo más fuerte y cercano[5]. El tren partió después de un retardo considerable, llegando a Ancón cuando se estaba oscureciendo (y la batalla terminada).

Jirón de la Unión. Lima


Todos esperaban poder embarcarse en algún buque de guerra, pero, como la mayor parte de ellos ya habían llenado sus espacios y algunos otros – el “Shannon” entre éstos, - tenían órdenes del Almirante de estar preparados para entrar en acción y listos para hacerse a la mar, fue imposible que pudieran acoger nuevos refugiados.
La razón por la que la nave británica y otras no aceptaron refugiados la explica el propio Robert Ramsay: los almirantes británico y francés empeñaron su palabra de honor con el Cuerpo Diplomático, - el que informó al General Baquedano, - que si no garantizaba la propiedad de los neutrales, y los soldados la destruían, la flota neutral inmediatamente destruiría a la flota chilena en el Callao; de allí la orden dada al ”Shannon” de prepararse para actuar y de estar listo para hecerse a la mar. Que esta amenaza salvó a Lima de ser destruida es indudable, pues si en la noche del Sábado los chilenos hubieran perseguido a los peruanos que se retiraban de la ciudad, habrían habido luchas callejeras y Lima habría sufrido la misma suerte de Chorrillos, Barranco y Miraflores.
La batalla (en Miraflores) continuó hasta la tarde y, entonces, como anteriormente, los peruanos se arrancaron y los chilenos quedaron dueños del campo sin que, - Habiendo podido hacerlo, - entraran a Lima esa noche pues, de otra manera, la capital peruana estaría hoy indudablemente hecha una ruina perfecta.

Tranvía de sangre. Lima


En los alrededores de Mirafloresla noche triste, nebulosa y fría que sucedió a la batalla…, pasó sin señalada novedad en el campo profundamente dormido de los vencedores.” Así describe esa noche del 15 al 16 de enero de 1881 Vicuña Mackenna, “A esos de las diez y media de aquella noche, se presentó en las avanzadas que mandaba, diez cuadras adelante de la estación de Miraflores, el capitán del Caupolicán don Eduardo Kinast, el coronel peruano Cavero trayendo cinco fusiles por delante de su caballo,…Por él se supo que Lima estaba postrada y que no tardaría en rendirse. Piérola había huido.
Mientras que en Lima el oficial inglés, teniente Carey Brenton, quien actuaba como observador en el Ejército peruano narra que “(a)l observar que los chilenos no tenían intención alguna de completar su victoria aquella noche, fui con esta información adonde el contralmirante Stirling, a la legación británica. Al ir llegando a Lima, las tropas peruanas se reunieron en la plaza frente al palacio de la Exposición. Esa fue la última vez que vi al ejército peruano en formación, pues una o dos horas después de su llegada, regresaron a sus cuarteles y allí los oficiales se cambiaron a trajes civiles y los batallones se disolvieron poco a poco, desapareciendo de la vista. Allí también me despedí del coronel Cáceres
A las ocho y media de la noche acompañé al contralmirante a palacio, donde se desarrollaban consultas entre los ministros extranjeros, los comandantes navales y aquellos miembros del gobierno peruano que aún permanecían en Lima. A las once recibí órdenes del contralmirante Stirling de ir con mi colega francés e italiano al cuartel del general Baquedano con una bandera de tregua y pedirle fijar una entrevista con los ministros extranjeros y comandantes navales, así como que atrasara su avance sobre la capital hasta que dicha entrevista hubiera tenido lugar.

Manuel Baquedano


Poder transportarse hasta el campamento chileno no fue fácil, pues el personal no estaba dispuesto al viaje, pues “la misma locomotora había sido usada más o menos una hora antes para llevar una batería contra el enemigo (además que) los chilenos estaban muy encolerizados por lo que consideraban entonces una traición de parte de los peruanos (ni les interesaba) considerar que la diplomacia extranjera carecía de toda culpa. Los funcionarios del ferrocarril “sostenían que la línea estaba probablemente minada. Sin embargo, el maquinista era inglés, y cuando se le explicó que si no se lograba hablar con el general chileno este probablemente avanzaría e incendiaría Lima al amanecer, arrancó la máquina…”
En el camino, recorrido con lentitud, fueron detenidos “por los centinelas de avanzada del enemigo a la entrada de Miraflores y vi que los oficiales no parecían estar de buen humor. Uno que hablaba inglés me aseguró que no valía la pena el ir a ver al general, quien estaba muy irritado por lo que había sucedido y no habría de darme, creía él, ninguna respuesta favorable.
Mientras hablaba con estos oficiales, se dispararon dos tiros contra la máquina desde un cañón de campaña cercano, felizmente sin efecto. Uno de los oficiales se fue al galope a detener el fuego antes de que dispararan más tiros. Luego se nos vendó los ojos y fuimos conducidos ante un coronel, que era el jefe de los puestos de avanzada, quien después de que le explicamos nuestro asombro, así como la sorpresa de todos los ministros y almirantes europeos ante el comienzo de las hostilidades durante el armisticio, nos permitió proseguir a Chorrillos en busca del general, ya sin vendas sobre los ojos.
Todo el camino de Miraflores a Barranco estaba cubierto con hombres y caballos muertos y los cuarteles a los que nos llevaron (la Escuela de Cabos) para encontrar al general estaban llenos de heridos, muchos yacían en toda la plaza, y era terrible escuchar los quejidos.
Después de conversar un rato con el general Maturana, el jefe del estado mayor chileno, le expresamos, como ya habíamos hecho con el comandante de los puestos de avanzada, nuestra sorpresa ante el comienzo de la batalla. Entonces salió a relucir que el general Baquedano, con algunos otros oficiales, se había acercado mucho a la avanzada peruana cuando estaban reconociendo las posiciones enemigas y, como se hizo fuego sobre ellos, la lucha se hizo general. Muy pocos de los oficiales chilenos aseveraban que los peruanos habían realmente avanzado antes de que empezara el tiroteo ni, incluso, después….Ambas partes, sin embargo, parecen haber estado demasiado prontas para entablar la lucha….
Como no podíamos hallar al general Baquedano[6], transmitimos nuestro encargo al general Maturana quien nos aseguró en nombre del comandante en jefe, que no se haría ningún avance sobre Lima antes de que se llevara a cabo la entrevista deseada. Esto, por supuesto, siempre y cuando los peruanos no atacaran a los chilenos, en cuyo caso, nos dijo el general, no podría él responsabilizarse por lo que pudiera ocurrir.



Por cierto, nos vimos en una situación muy delicada cuando, durante nuestra conversación, se iniciaron disparos desde el fuerte San Cristóbal sobre los puestos chilenos de avanzada. Naturalmente, estábamos ansiosos por comunicarnos cuanto antes con nuestros respectivos almirantes para que se tomaran los pasos necesarios para evitar que volvieran las hostilidades al amanecer; pero como se sabía que el general Baquedano[7] tenía una carta que quería enviar, y como no se le podía encontrar, se decidió que el oficial italiano y el francés regresaran rápidamente a la legación británica en Lima con la promesa del general Maturana, mientras que yo permanecía allí para traer la carta del general Baquedano.


Los refugiados en Ancón: Muchos extranjeros y peruanos habían huido a Ancón y esa ciudad “estaba en el estado en que lo encontramos, es decir, con todas las casas desocupadas, pero así y todo, la vida que por tres días llevaron esas pobres mujeres, y también la mía, la de Reid y la de cuantos buscaron refugio en Ancón fue lejos de ser placentera. Debo tratar de describirla. Además de la Sra. Rey también trajimos del tren a su madre y a sus cuatro hermanas, lo que constituía una numerosa compañía de mujeres. En llegando a Ancón tuvimos la suerte de tomar posesión de una pieza que tenía un catre con colchón, una silla y una mesa chica. Durante tres días esa fue la habitación de 8 mujeres y tres niños.


Ancón

Afortunadamente, al lado de afuera de la puerta de la pieza había un pequeño escaño y como aquí el clima es templado, podían estar siempre afuera. El siguiente problema fue la necesidad de platos, cucharas, etc., pues ellas tenían solo uno o dos de estos utensilios. Lo que al comienzo parece ser serio fue la escasez de provisiones y si no hubiera sido por el “Shannon” y más tarde por un buque americano y otro italiano, los refugiados  se habrían muerto de hambre. El capitán D’Arcy inmediatamente comenzó a enviar en las mañanas, galletas, agua, arroz, carne envasada y chocolate caliente, y fue él quien, en el hecho, alimentó a la gente. Yo mismo experimenté la gran generosidad del capitán D’Arcy y de sus subalternos, de la siguiente manera: que subí a bordo y obtuve algunas cositas para la Sra. Rey, como leche condensada para sus pequeños, y espontáneamente me regalaron muchos pequeños objetos. Reid volvió a Lima el domingo (16 de enero) y regresó con Rey, que había resultado ileso y además con un cordero que tenían en nuestra casa. Envié el cordero al “Shannon”, lo hice matar, cocinar y devolver, de manera que, gracias a mi influencia con el “Shannon”, la familia Rey tuvo algunas comodidades que muy pocas otras podían conseguir, y es por ello que no acierto a comprender su actitud, porque nunca en mi vida me he encontrado con gente peor agradecida.
Estaban evidentemente molestos por no haber sido admitidos a bordo, pero no cabe duda de que si a los buques los hubieran llenado de gente, permitiendo la aglomeración, habrían estado mucho más incómodos de lo que estuvieron. La gente, en general, se ha mostrado tan mal agradecida…. En combates, el 95 (por ciento) del total, han probado ser tan temerosos y cobardes, que se han constituido en el hazme reír de todos los extranjeros aquí. La Sra. Rey se desmayó… a la llegada.



[1] Publicado en El Mercurio Peruano, Revista Mensual de Ciencias Sociales y Letras, Año II, Volumen III, número 13, Lima, Perú, julio de 1919. Juan Pedro Paz Soldán. En http://cavb.blogspot.cl/2010/10/la-noche-que-los-comandantes-de-la.html


[2] Memorias de un distinguido
[3] http://www.voltairenet.org/article168178.html
[4] http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=119:ocupacion-de-lima-carta-de-robert-ramsay-sturrock-18-de-enero-de-1881&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9
[5] El ataque peruano en MIraflores
[6] En verdad no los quiso recibir porque se hallaba en su tienda, levantada entre la hacienda San Juan y la Escuela de  Cabos. La excusa que da es que se encuentra recogido
[7] La tienda de campaña del general Baquedano había sido instalada en el promedio del camino recto de San Juan a Chorrillos, a pocos pasos de la ramada que al abrigo de unas tapias albergaba al ministro de la guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario