El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 14 de enero de 2016

BATALLA DE MIRAFLORES (V)

El primer avance peruano es rechazado rápidamente: Cáceres ordena al coronel Lecca, que destaque una compañía de su batallón y la mande en dirección a la Quebrada Armendariz, lo que se efectúa de inmediato con el propósito de negarle ese paso a los chilenos. Situado delante del Reducto N° 1 era la zona mas amplia y llana, que permitiría a las tropas chilenas flanquear las posiciones peruanas.
Frente a las líneas peruanas se situaban “una compañía del Santiago, la del capitán Pedro Pablo Toledo destacada temprano (a la) vanguardia…había sido recibida a balazos (en pleno armisticio) y se había hecho preciso reforzarla con otra compañía del Santiago, a las órdenes del capitán Monroy,…y otra del Aconcagua que condujo el capitán ayudante don Augusto Nordhenflicht. Esas tres compañías quedaron toda la mañana tendidas en guerrilla cubriendo el frente de la brigada Barceló que se extendía desde los rieles a la playa.  Con estas fuerzas empujan la compañía del N° 2 de la Reserva que se retira a sus posiciones originales.
Cáceres se dirige al frente y entonces ordena el avance de los regimientos Guardia Peruana y Guardia Chalaca (dos batallones traídos desde Callao, y por lo tanto frescas y descansadas al no participar en la batalla de Chorrillos), y el Jauja los que logran hacer retroceder a las avanzadas chilenas y chocan con la línea principal. Los intenta reforzar con los batallones Piura y Ayacuchopero los reclutas que lo formaban se resistían a avanzar y los soldados giraban unos sobre otros … En vano sus jefes, los coroneles Seminario y Frisancho, les animaban con el ademán y las palabras. Tuvimos que desenvainar las espadas mis ayudantes y yo y hacerlos avanzar a planazos. Perdimos en esto algún tiempo.

Es tal la sorpresa dentro del Ejército chileno que la infantería alcance a responder a las primeras descargas peruanas la Brigada Barceló, pero a través del llamado del corneta para cesar fuegos, las unidades chilenas dejan de disparar por un cuarto de hora, cubriéndose de la mejor manera del aguacero de fusilería y artillería que recibe. Incluso el regimiento Aconcagua hizo levantar su estandarte pensando que los disparos eran producto de “fuego amistoso” de otras unidades chilenas.
Sin embargo el continuo ataque peruano pronto encuentra respuesta. Y los disparos van de un lado al otro, aunque las unidades chilenas en la primera línea (con excepción del Concepción), mayoritariamente cubiertas por las tapias situadas en su lado, las bajas no son tantas como hay que temer en la sorpresa. Y durante un tiempo el principal sector de la línea peruana aún no se mueve sino que dispara desde sus posiciones, eso si inmovilizando a los chilenos y afectando a los refuerzos por venir.
El inicial progreso de los peruanos provoca que la artillería de montaña que apoyaba a la Brigada Barceló en ese momento se tuvo que retirar por quedar muy expuesta con el ataque peruano.

Oficial Peruano

El Naval convertido en el yunque que soporta el martillazo peruano: Queda entonces estabilizado el combate, pues los peruanos expulsan a las guerrillas chilenas que cubrían la línea que iba desde la costa a la ruta del ferrocarril Chorrillos-Lima.
Pero aquí aparece un defecto en la línea chilena: el claro entre la Brigada Barceló y el Batallón Navales, que debía ocupar el batallón Aconcagua, es notado por Cáceres. Al iniciarse la batalla el regimiento aconcaguino recién se movilizaba a taponar el vacío entre las unidades chilenas.
Para Andres Cáceres era la oportunidad que esperaba: la apertura le permitiría en su plan en caso de éxito, separar a las brigadas de la División Lagos y exterminar una de las brigadas (la que aparecía más débil, la de Urriola, que solo había extendido al Navales en el frente[1]) para luego envolver por la izquierda (chilena) a la Brigada Barceló. Los aniquilaría arrinconándolos contra el mar. La destrucción de ambas unidades permitiría incluso avanzar sobre Chorrillos.
Así es como cerca de las 3 de la tarde toma la ofensiva, ordenando un ataque en el punto designado. Este es un ataque en forma y generalizado en el que toman parte todo el Primer Cuerpo del Ejército Regular (con el Chalaca, el Jauja y el Guardia de Marina ya enfrentados a los chilenos).
Frente a la estrecha línea chilena, de apenas un kilómetro y medio se lanzan el “Guardia Peruana” Nº1, “Libres de Trujillo” Nº11 y “Callao” N° 9 y de la llamada División Especial del Callao la unidad que resta, la “Columna Celadores”. Y los batallones situados entre el Reducto N° 1 y 2. Gritando Viva el Perú! Y con entusiasmo atacan, saliendo de sus atrincheramientos y avanzando contra los chilenos. Por si eso no bastara, el Coronel Suárez, situado a la izquierda de Cáceres también se une al avance. Casi todo el golpe se concentra en el regimiento Navales.
Los soldados del Navales, apenas organizados de la sorpresa (de hecho tenían inicialmente sus armas en pabellón), resisten con mucha dificultad y muchas bajas, acompañado por el primer batallón del Aconcagua, que recién ocupa su lugar. El segundo batallón del Aconcagua se despliega a la retaguardia, sirviendo de apoyo cuando los del Aconcagua y los Navales empiezan a ceder terreno, ante la presión del ataque de Suárez.
…y se produce el cambio de planes chilenos….: Baquedano ordena
a Lagos (3º División) que se haga fuerte en sus posiciones, a
Lynch (1º División) que oblicue a la derecha de Lagos y en cuanto tenga terreno suficiente, entre en línea contra el centro peruano. Fracciona a la División Sotomayor, dejando a la  Brigada Gana bajo su mando directo, para ocuparla a su tiempo donde sea menester, en previsión de que en breve necesitará de la Reserva Martínez para sostener a la 3º División Lagos y envía a Sotomayor a la derecha, por entre potreros y sembrados, en dirección a Tebes, a operar contra la izquierda peruana.
Por fin, forma un núcleo independiente, compuesto del Regimiento “Artillería de Marina”, Batallón “Melipilla” y la artillería de montaña de la Brigada Gana para marchar a retaguardia de Sotomayor, en previsión del flanqueo que teme por la extrema derecha chilena, donde el combate no se ha desatado.
La Artillería de Campaña (Regimientos Nº1 y Nº2) actúa a su vista desde Barranco y a retaguardia, resguardada por las casa de la población de Barranco, permanece la Caballería chilena (Regimientos “Granaderos a Caballo”, “Cazadores a Caballo” y “Carabineros de Yungay”) en acecho de una carga, pues sabe que el general Baquedano exige al arma de su predilección el máximo de eficiencia en el combate.

Oficiales del batallón de la Reserva N° 2

…y avanza la segunda oleada peruana: Durante los primeros tres cuartos de hora de la batalla, se había mantenido el coronel Lagos a caballo al pie de coposa higuera en el centro de la línea de combate….era tal la profusión de las balas, que el frondoso árbol perdió en pocos minutos su follaje y sus retoños, podados por el plomo, cubriendo sus verdes ramas al jinete y su bridón. Hasta las tres de la tarde recibió buenas noticias: la línea aguantaba, pero llega a todo correr un ayudante “del coronel Urriola anunciándole que la izquierda flaqueaba, y aun que el enemigo comenzaba a salir de sus trincheras dando alaridos de victoria. Era el batallón de marina que notando la dispersión de los chilenos por su frente (la separación existente entre el Navales y el Aconcagua que no llegaba a su puesto a tiempo), salía del reducto número 3. Pero no iba solo: con él avanzarán El Guardia Peruana, el Guardia Marina, El Cajamarca N° 3, el 9 de Diciembre N° 4, el Junín N° 13 y el Jauja N° 23. Se dirigen en amplio frente.


Caos en la retaguardia chilena: En el regimiento Lautaro, “Después del rancho, mientras algunos oficiales y soldados se echaban a dormir, otros se dispersaron para visitar a sus amigos en otros cuerpos o para procurarse camotes  u otros vegetales comestibles…Como a las dos de la tarde, con gran sorpresa para todos, se sintió un nurido fuego de fusilería e instantes después comenzaron a llegar soldados a la carrera, gritando ‘¡Traición!’….¡los cholos están atacando!’.
En la horrible trocatinta del primer momento, la tropa, desparramada y sorprendida, corría a los pabellones, cogía sus armas y unos hacia aquí y otros hacia allá, todos por instinto procuraban juntarse a su bandera. Los cuerpos avanzaban sin esperar a nadie, de modo que muchos soldados quedaban a retaguardia, perdidos o acobardados entre aquel dédalo de murallas, zanjas y callejas de ninguno conocidas. Todo era preguntas, afanes y carreras: ¿Dónde está el 2.º? ¿Ha visto al Chacabuco? ¿Aquéllos serán del 4.º?[2]
Entre los numerosos soldados que “cruzan el campo en demanda de los suyos, hubo uno a quien el miedo le sugirió más de una vez el natural pensamiento de guarecerse detrás de las tapias del camino“ le detiene el qué dirán de sus camaradas, por lo que sigue “hacia adonde sonaban los tiros…,”. En el camino se encuentra a su oficial superior “sumido hasta el quepis dentro de una zanja…Mirando con más detenimiento, el roto se convenció de que era el mismísimo bulto de su propio jefe. Viéndolo en tan cómoda posición, el soldado “arrojó al suelo su rifle, y con tono y ademán de quien se sacrifica por otro: -¡Donde muerer mi comandante, ahí muero yo! – y de un salto se lanza junto a su oficial jefe.
En el camino que une Chorrillos y Lima, en el área de Barrancos, el regimiento Atacama queda en un atasco de proporciones. Cuenta Duble Almeyda que “A nuestro frente aparecen gran número de caballos que vienen desbocados y atropellan a los atacameños. Algunos venían montados por cantineras y mujeres, que acompañan al Ejército, las que gritan que estamos derrotados. (Estas mujeres no han servido en la campaña, sino de estorbo; para nada han sido útiles; solo sirven para desmoralizar al soldado e inducirlo a cometer faltas. Jamás debe permitirse su presencia en un ejército en campaña).
Los gritos de las mujeres y los niños que lloran y son arrojados desde sus cabalgaduras; el tropel de animales sueltos, con sus cargas descompuestas atropellando todo en aquel angosto callejón; el fuego del enemigo que aumenta a cada momento y que principia a causarnos bajas; las detonaciones que produce la explosión de las granadas que revientan a nuestra inmediación; nuestra caballería que lucha contra aquella corriente para pasar adelante, produce un efecto desmoralizador y terrible entre los soldados que impasibles observan aquel desorden. Nunca los atacameños dieron mayores pruebas de disciplina y de valor que en aquellos angustiosos momentos. Y mientras tanto nadie viene a comunicarme orden alguna, o a imponerme de lo que sucede, pues no tenía conocimiento de cual fuese la posición del enemigo.”

Tropas chilenas movilizándose por la vía del tren Chorrillos-Lima

Del mismo modo lo vio José Miguel Varela con el Granaderos a caballo: el Camino Real era la única ruta (junto a la vía de ferrocarril) por la que podían moverse con rapidez los refuezos “que no tenía más de tres metros de ancho y permitía con mucha dificultad el paso de dos coches en sentido contrario. En cosa de minutos el camino se atochó… El angosto camino colapsó con los miles de soldados de infantería  ylas baterías que desordanadamente corrían a tomar posiciones de combate”.
A lo anterior había que sumar que “en la mañana…, la mayoría de las cantineras, gente de los bagajes y los chinos que se habían constituido en tropas auxiliares habían avanzado mas allá de Barrancas, para vivaquear en las huertas existentes en la zona (asi como el sentido de seguridad que debió darles el armisticio que duraba hasta la medianoche de ese día). Al iniciarse las acciones, toda esta gente –al sentirse más adelante que los regimientos- inició su desordenado y vertiginoso repliegue hacia la retaguardia, copando la única vía. Recuerdo que con Pollhamer y Larraín, recibimos la orden de hacer despejar el camino y a empellones y pechadas tirábamos a toda esta gente hacia los costados, para que la vía quedara libre para los regimientos que corrían hacia el combate
Relata a su vez Le Leon, el teniente francés, en sus Recuerdos, que “La llanura estaba cubierta de elementos aislados, juntándose, pero sin apresurarse, y con sus cuerpos ya en el fuego. Vimos a muchos de ellos descansando detrás de los arbustos al abrigo de las balas y del sol. Muchos buscaban bebidas en las tiendas de los oficiales, abandonadas precipitadamente. La presencia de soldados ebrios y armados, a veces indiscretos,
En el Segundo de Línea, Estanislao del Canto nos informa que “sin que aun alcanzase a distribuirse el rancho de la tropa, recibí orden de marchar al campo de acción…, debiendo dirigirme hacia Barranco para tomar la dirección del fuerte de La Palma”. En el camino se encuentra con el jefe de Estado Mayor de la división, Gregorio Urrutia, quien ordena el regimiento le siga, pero como los alejaba de la zona de combate, recibió órdenes de Patricio Lynch “de tomar la dirección de la posición en que hacía fuego el regimiento n° 2 de artillería…muy luego me uní a dicho regimiento. Estaba sirviendo de custodia de este, cuando recibo la orden de contrarrestar o repeler una caballería enemiga que se decía pretendía flanquearnos por la derecha. Emprendí el movimiento y luego llegue como a situarme a 200 metros de La Palma, quedando el regimiento al abrigo de una pared de adobones como un metro de altura y en donde había un ángulo que dominaba el terreno descubierto con dirección al norte y al oriente.”
En Chorrillos, la intendencia trabajaba en el muelle del balneario peruano. Al oírse el ruido de la batalla, Dávila Larraín, a cargo de esa tareas, suspende la remisión de víveres y la reemplaza por municiones, que envía en las 150 mulas reservadas para el servicio de provisiones, más 200 descansadas traídas de Pisco por el Comandante Echeverría; comisiona a don Alvaro F. Alvarado para su distribución en la línea de batalla.
Las cuadrillas de fletadores chilenos se encargan de echar a tierra el Parque almacenado en la Avestruz, con la calma de gente avesada al peligro, no obstante que el buque se encuentra bajo los fuegos de la Artillería gruesa de los peruanos. Una granada que toque a la Avestruz, cargada únicamente de explosivos, sería bastante para hacerla volar por los aires.
Los arrieros, al igual que los fletadores cumplen bravamente con su deber. Las mulas, tan mañosas como cobardes, tienden a dispersarse al oir el silbido de las balas y peor si las toca algún proyectil. Es necesario ver a esos hombres como conducen las piaras hasta la misma línea de fuego, sin preocuparse en absoluto de su persona.[3]
El momento en que empezaron los tiroteos muchos de los oficiales se habían esparcido en todas las fincas de la vecindad, y uno de ellos que era a la vez cirujano y soldado, mayor Martínez Ramos, ayudante del coronel Lagos quien “acababa de ensartar un pavo con su espada, después de haberle hecho alegre autopsia para asarlo en rústica fogata, cuando resonó el clarín de alarma que tocaba a tropa y a las armas.
La “confusión fue indescriptible en los primeros momentos, desde que nadie esperaba un ataque antes de la expiración del armisticio. Los ayudantes de campo y del estado mayor corrían en todas direcciones, siendo blanco de las balas enemigas, a comunicar las órdenes de sus jefes…..las tropas que acudían en demanda de sus armas o avanzaban por el angosto callejón. El bronco estruendo de la artillería se confundía con los agudos toques de los clarines y cornetas, el estrépito de las herraduras en el pedernal, el sordo ruido de los carros de municiones y pesados cañones de campaña, relinchos de los caballos, las voces de mando de los jefes y oficiales.[4]
Un jefe de Brigada y otro oficial que con el pecho de su caballo sujetaba a los dispersos, enterraba su espada en el suelo y gritaba a sus soldados. ¡De aquí nadie pasa!, y exclamando: «A vencer o morir», los encaminaba otra vez a sus puestos. De los Navales sucumbió casi la mitad de su gente, quedando en el campo,…. Ninguno de los regimientos alcanzó a ese número.


Ataque peruano

Por el lado de los peruanos, el general Pedro Silva expresaba que “como notase disminución en los fuegos enemigos y calculando naturalmente algún desconcierto en sus filas, hallándose S.E. algo (¿?) distante por la izquierda, mandé al subjefe, coronel Valle, cerca de la caballería para que la preparase y se pusiese a la cabeza de ella, con el fin de que protegiese un movimiento que me parecía debía efectuarse por la izquierda, atacando al enemigo por su flanco derecho.”

¿….Y la División Lynch…..?: A las 2 PM “en orden de regimientos por el flanco, la brigada Amunátegui adelante (Chacabuco, 2° de linea y 4° de línea), seguida de la maltratada brigada Martínez, y en pos de ambas, la división Sotomayor destinada a cubrir la extrema derecha de la línea de batalla. Las dos brigadas de la última se hallaban separadas. (La Brigada) Gana estaba en Chorrillos con el Buin, el Esmeralda y el Chillán, y allí se quedó. (La Brigada) Barbosa con el Lautaro, el Curicó y el Victoria que venía de San Juan, contramarchó de la medianía del camino que unía estos dos puntos por ir a cubrir nuestra derecha.
La marcha de Lynch por la trocha de los rieles y por los callejones que forman la carretera de Chorrillos era de suyo lenta y pesada por la hora y el calor…. Por marchar más aprisa se cansaban los soldados, y se rezagaban. Muchos de aquellos cuerpos diezmados en Chorrillos habían peleado siete horas y no habían recobrado del todo su aplomo y solidez …no era raro ver grupos que se ocultaban en las zanjas y quiebras del camino o tras los muros. De allí los sacaban los oficiales a planazos y se vio al mismo coronel Lynch hacer uso de su sable para escarmentar algún cobarde.[5]
Al mismo tiempo las “piezas de campaña del comandante Wood habían agotado sus municiones”, por lo que “alguien les dio orden de retirarse hacía retaguardia para municionarse y esperar órdenes.[6] Por lo tanto los artilleros del primer regimiento se meten en el congestionado Camino Real se metieron en sus veredas de vuelta encontrada, produciendo el doble efecto de causar indescriptible confusión en las filas y de desmoralizar la gente que veía, sin podérselo explicar, retroceder la mejor parte de la artillería.” A lo que había que agregar que “la caballería, estacionada desde que comenzó el combate al reparo de las murallas de Barranco y en sus calles, había recibido a esas horas orden de avanzar hacia el frente, lo que aumentaba la confusión y el desorden
En la memoria del comandante del Atacama, Diego Dublé Almeyda, “se producía un gran desorden y alarma. Por el callejón que conduce a Chorrillos aparecen gran número de caballos que vienen desbocados y atropellan a los atacameños. Algunos venían montados por las cantineras o mujeres que acompañaban al ejército, que gritaban que estábamos derrotados…... Los gritos de las mujeres y niños que lloraban y eran arrojados de sus cabalgaduras; el tropel de los animales que arrojaban sus cargas atropellando todo en aquel angosto callejón; el fuego del enemigo que aumentaba a cada momento y que principiaba a causarnos algunas bajas; las detonaciones que producía la explosión de algunas granadas que reventaban a nuestra inmediación; la caballería nuestra que luchaba contra aquella corriente para pasar adelante, producía un efecto desmoralizador y terrible entre los soldados que impasibles observaban aquel desorden…. Y mientras tanto nadie venía a comunicarme orden alguna y nadie entre nosotros tenía idea de cuál fuese la posición del enemigo. Ordené al regimiento que se apoyase contra la muralla a fin de dar paso a la caballería, que demoraba tanto en pasar. Al fin vino un ayudante que me dijo de orden del general en jefe que marchase al trote a ocupar la derecha de nuestra línea. Y ¿cuál era la derecha de nuestra línea? El ayudante tampoco lo sabía”
Dice el parte de Baquedano de manera suscinta: “El primer cuerpo que entró al fuego en protección de nuestra derecha fue el 2º de línea, siguiéndolo los regimientos Chacabuco, y Coquimbo. Sin embargo, el enemigo, corriéndose siempre hacia la derecha, insistía en flanquearnos, apoyado por algunas fuerzas de caballería.”

Cañon Parrot capturado por chilenos. Nótese la planicie al fondo, sin mucha protección


Por el lado peruano, son las unidades del Coronel Suárez, Lima N° 61, Canta N° 63 y el 28 de Julio  (División Canevaro)  Concepción N° 17 y Paucarpata N° 19 (División Iglesias).
Si el ataque hacia la línea de trincheras peruana, aunque inicialmente victorioso, es rechazado.
Uno de los peruanos que avanzaba sobre las posiciones chilenas recordará: “Rodeado de su Estado Mayor, que atraía la atención del enemigo, pasó el Jefe Supremo, imperturbable, bajo el diluvio de balas que aquél dirigía. Al verlo proferimos en ¡vivas! al Perú; algunos gritaron ¡viva el jefe supremo! y él nos contestó con tono de lección ó de reproche: ¡Viva el Perú! ¡ Viva el Perú!….iCon qué impaciencia llegaban á nosotros, corriendo por las filas, las noticias de lo que estaba aconteciendo en otros lugares de la línea! ' (Guardia de) Marina". había cargado á la bayoneta; "Guardia Chalaca", había seguido idéntico movimiento, y también el "Canta" y el "Jauja"...... y nosotros (del Concepción), tras de nuestras tapias,..poco después de haber pasado el jefe supremo la corneta dejó oír el belicoso toque de armar la bayoneta,…un minuto después saltábamos la tapia y avanzábamos al trote, al toque de; "A la carga cazadores,/con brío y con valor./A la bayoneta,/á la bayoneta,/id al campo del honor". A nuestro frente, un poco á mi derecha, marchaba el capitán Sotillo, de la 2.a  (compañía), apuntando con su espada al enemigo. Detúvose éste, parapetándose en unas huaquitas de piedras y tendiéndose por el suelo; pero no detuvimos nosotros la marcha por eso y el enemigo empezó á retirarse así que estuvimos á una cuadra, más menos, de ellos; pero para parapetarse en otros montículos iguales más allá. Mientras tanto, habían ido cayendo el capitán Sotillo, que herido de gravedad en el rostro, fué llevado á la lInea por dos de sus soldados; un sargento, Bravo de apellido, y un soldado de mi compañía, Vargas, pero indio bravo de raza, también cayeron cerca de mí ...... y los demás que no vi, porque cuando se marcha adelante no se ve á los que caen.... y en retirada no se les mira.
Las tropas chilenas asaltadas con tanto denuedo eran del Navales y el primer batallón del Aconcagua, los que empezaron a retroceder: “Al pisar el terreno ocupado hasta pocos momentos antes por el enemigo, un chileno, que parecía muerto, se incorporó repentinamente y disparó sobre uno de los nuestros dejándolo sin vida; un disparo también le mató a él….uno de los nuestros sacaba sus botas á un muerto enemigo, y tras del monticulo, se quitaba sus zapatos viejos y se las calzaba. Posteriormente pude comprobar que no era singular el hecho en mi batallón….El enemigo, como he dicho, se había detenido parapetándose de nuevo en las naturales defensas que el terreno le brindaba; igual cosa hicimos nosotros, pero en el ataque sólo dos compañías y parte de una tercera estaban participando. Seguramente la orden de ataque se había dado para las dos primeras compañías, y los de la 3.a nos habíamos plegado á él sin advertirlo.
En sus memorias, el futuro “Brujo de los Andes”, explica que "Habíase luchado ya, cosa de una hora (esto es desde las 2 PM), y con manifiesta ventaja de nuestra parte. Luego sobrevino una pausa o como hoy se dice, se "estabilizó el combate".

Cuadro peruano de la batalla, frente a los reductos N° 2 y 3


Estimando entonces que el enemigo había experimentado serio quebranto, ante la firmeza de nuestra resistencia y denotaba cierta vacilación, determiné aprovechar esta coyuntura y ordené el repliegue de nuestros batallones (el Guardia de Marina y el Guardia Chalaca), para disponer un contraataque de conjunto, reforzando mi derecha, frente de la cual hallábase una de las brigadas de la tercera división (la Brigada Urriola). Por su lado el adversario una vez ordenadas sus unidades y fuertemente reforzada, dejo los tapiales que le habían servido de refugio e inicio su cauteloso avance. Fue este el preciso momento en que haciendo un supremo esfuerzo salí de la línea y lancé mis tropas contra el contendor.
Nuestro contraataque fue tan rápido y vigoroso que paralizó al enemigo obligándole a replegarse. La lucha tornóse dura y encarnizada, señalándose en ella especialmente los batallones Jauja, Guarnición de Marina y Concepción. Los chilenos cejaban fuertemente presionados en su frente y en sus flancos, los que eran ya desbordados (este es el ataque lanzado sobre el vacío entre la Brigada Barceló y la Brigada Urriola), particularmente el derecho de la brigada de Barceló (zona guarnecida por el Navales y donde el Aconcagua estaba recién formándose), que carecía de contacto táctico con las otras tropas de su división.
Visto desde el lado chileno, la Brigada Urriola que sufre el peso del ataque, tanto elAconcagua y el batallón Naval, habían sido en efecto rechazados en una de sus tentativas para ganar terreno. Lagos manda a un ayudante, acompañado de otro ayudante, este de Urriola, “a pedir refuerzo a la reserva, situada unos pocos centenares de metros a su retaguardia, el Valparaíso adelante, los Zapadores más a retaguardia y el Tercero de Línea, custodiando la artillería de campaña en diversas direcciones.” Del Tercero de Línea se habían destacado ya cuatro compañías para el apoyo del Concepción y al Caupolicán (ambos de la Brigada Barceló).
En esos momentos de crudeza un “soldado del Colchagua se arrastró fatigado hacia donde el coronel Lagos tomaba medidas enérgicas para sostener la batalla en toda su pujanza, y con voz dolorida le gritaba: «Mi coronel, estamos derrotados». «¡Fusilen a este miserable!», fue la única respuesta…, y desde este momento dio orden a sus ayudantes que a quien volviese cara, fuese coronel o tambor, lo matasen.[7] La orden fue entonces ni un paso atrás. El peligro del desborde por la izquierda persistía pues el fuego de la flota reforzaba la derecha de la línea de Lagos, pero al mismo tiempo provocaba un corrimiento de las tropas peruanas hacia la izquierda, precisamente el punto más débil de la línea chilena. Los peruanos “que huía(n) del terrífico fuego de la escuadra, (por lo que) se reforzaba así por sí sola su línea frente a aquella ala de la nuestra en que éramos comparativamente más débiles.
Desde el lado del soldado distinguido peruano, Torres Lara, contará que “suprimido, por lo corto de la distancia, el combate preliminar de las batallas, ésta se empeñó desde su comienzo con toda la rabia
Fuertemente presionado comenzó a retirarse el Batallón “Navales”, combatiendo junto al 1º Batallón del Regimiento “Aconcagua”, al que arrastra en el movimiento retrógrado. Retroceden lentamente, haciendo fuego en retirada, sin desorganizar las filas, sin perder la tranquilidad.
La Artillería de Campaña del Regimiento Nº1 chileno, comandada por Wood, situada tras el Batallón “Navales”; engancha sus piezas y emprende la retirada tanto por el peligro de caer en manos del enemigo con el retroceso de la Infantería chilena, como por ir escaseando las municiones. A su vez, la Artillería de Velásquez (Regimiento Nº2) sigue a pié firme, desde su ubicación en la retaguardia de la 3º División Lagos. A la izquierda, las baterias Frías, González y Gómez (de izquierda a derecha).
Visto desde lejos “…el combate era muy difícil. Para llegar a las líneas defensivas peruanas, los infantes tenían que avanzar por en medio de chacras, huertas y quintas, que estaban divididas entre si por murallones de adobes que debían escalar, y la mayoría de los nuestros que caia bajo las balas peruanas, eran alcanzados cuando estaban en la parte alta de los muros, ya que ofrecían unblanco excelente para los tiradores enemigos que estaban muy bien parapetados”. Se veía el avance de las tropas hacia el frente. Para las 3 30 “el caos inicial e nuestras filas fue cediendo paulatinamente a una organización de batalla –que aunque improvisada- fue haciéndose coherente, aunque se veía caer gran cantidad de soldados chilenos[8]
El avance peruano progresaba frente a la 3º División Lagos y éste hubo de solicitar refuerzos urgentes al General en Jefe (Baquedano). Lagos cree llegado el momento de pedir refuerzos, antes de ser arrollado; envía a sus ayudantes a exponer la situación al general Baquedano, quien observa el avance peruano desde su observatorio de Barranco. Ha enviado ya orden a Martínez de entrar con la Reserva. Lo peor de la crisis ya había pasado para los chilenos.



[1] A esta Brigada además se la había privado de dos unidades. El batallón Bulnes, enviado a Chorrillos para seguir levantando heridos del campo de batalla; y el regimiento Valparaíso, que fue adscrito a la Reserva.
[2] Bajo la Tienda, Daniel Riquelme
[3] Machuca, Cuatro campañas de la Guerra del Pacífico Tomo III
[4] Chorrillos y Miraflores, batallas del Ejército de Chile, crónicas de Eduardo Hempel corresponsal de guerra, editorial RIL
[5] Mackenna, V.
[6] Vicuña Mackenna critica la decisión porque mucho más acertado traer las municiones para los cañones que llevar ésos a las mulas. Por otra parte, a pocos pasos de la posición en que el comandante Wood se había batido con tanto denuedo, recibiendo extraña herida en su costado de una bala de rifle que destrozó la guarnición de marfil de su puñal de monte, se encontraba la casa-quinta de García y García, y a su abrigo era fácil colocar aquellas baterías. Se hallaba el edificio rodeado de huertas y altas paredes, y a la sombra de sus plataneros estaban echados en la hierba los comisarios de Inglaterra y Francia, los comandantes Ancland y Le Leon, departiendo alegremente con el comandante Stuven, cuando sobrevino el fuego. El prudente británico se había levantado, y tomando su caballo, había corrido a retaguardia perseguido por las balas y exclamando: «This begins to look rather serious».
[7] Hempel
[8] Varela, José Miguel Un veterano…

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