El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 14 de enero de 2016

BATALLA DE MIRAFLORES (I)

EL 13 DE ENERO
Chorrillos (o San Juan), desde Miraflores. Los efectos de la derrota en la batalla: Para las tropas del Ejército de REserva instalado en la línea MIraflores, la batalla de Chorrillos o mas bien la derrota tuvo su manifestación más patenten en “el camino de Barranco a Miraflores (que) estaba sembrado de dispersos, que huían en el mas espantoso desorden: unos heridos arrastrándose, otros pidiendo auxilio, unos con armas, otros sin ellas, llenos de sangre y la ropa hechos pedazos…por el terraplén de la vía férrea un largo cordón de gente; por el medio de los potreros también corrían los soldados en pequeños grupos…. Varias compañías de los batallones se desplegaron en guerrilla y pequeñas fuerzas de caballería se escalonaron en los puntos más aparentes para cortarles el camino de Lima.” Recuerda el coronel Ribeyro jefe del batallón N° 4 de la reserva, que losprimeros fugitivos que vio eran los de la banda de música del batallón Callao. Él y los coroneles Lecca y Colina deciden situar sus tropas para cerrar el paso de los soldados que huían de Chorrillos.
A medida que avanzaba la hora la imagen de la derrota se hcía más clara: “la caballería llegaba a bandadas, las mulas cargadas de municiones y de aparejos para los cañones de montaña, los cañones y ametralladoras rodados: caballos sin jinete a galope tendido; artilleros, coroneles, jefes de oda graduación inundaban las avenidas del ferrocarril, formando una espantosa confusión. Algunoas batallones entran íntegros n nuestra línea (el Concepción, la División Pereira, que queda formada a la izquierda de la línea del ferrocarril. A las 10 AM aparece Piérola y su Estado Mayor (entre otros los generales Buendía, Seguro y el coronel Sanchez). Ordena que la disivión Pereira se instale en las tapias entre cada uno de los reductos. Aunque es un gran refuerzo para la línea de Miraflores, otros “se escapaban. Se les hacía tiro de rifle pero se escondían en las zanjas y seguían huyendo.” Ribeyro dirá a su vez que “contuvimos, no sin gtrabajo, esa avalancha. Un oficial que huía se me enfrentó ‘¿con qué derecho me detiene Ud? Ud no es mi jefe’ Con el derecho que me dan las bayonetas de mis soldados”. Un sargento incluso le llegó a apuntar con el fúsil, pero fue desarmado rápidamente. “Estos derrotados fueron distribuidos en los espacios que había entre reducto y reducto”.
Desde el Callao cuenta Layseca: Era el 13 de enero de aquel año. Muy distintamente percibíamos desde el Callao, el intenso cañoneo de la batalla de San Juan. Todos ardíamos en ansias de recibir lo más pronto posible, la orden de marcha hacia el campo de las operaciones. Tal vez era la vehemencia que nos llenaba el espíritu, que bien poco faltó para que nos insubordináramos, porque nos parecía que habíamos dejado olvidados (sic).

Entierro de soldados peruanos y  chilenos caidos en MIraflores

EL 14 DE ENERO
La marcha del Guardia Chalaca: Manuel Loayza, del batallón Guardia Peruana, parte a las “11 y 30 de la mañana de ese mismo día, con el júbilo más grande, escuchamos la orden de ponernos en marcha hacia el campo de batalla. Llegamos a Lima en un tren del F.C.C. y desde la Estación de Desamparados, iniciamos la marcha hacia el sur. Momentos después, marchaba al lado nuestro el bizarro batallón Guardia Chalaca, formado por la más brillante juventud del Callao. La marcha desde Lima la hicimos hacia la hacienda Vásquez, llegando a ese sitio en las primeras horas de la noche, debiendo, momentos después, seguir marcha sobre Miraflores, a donde llegamos a punto de media noche. No fue la única unidad enviada desde Callao para reforzar la línea Miraflores. A él se sumó el Guardia de Marina y la Guardia Urbana, sacados a toda prisa de las defensas del principal Puerto peruano.
Sigue Loayza en su relato, en cuanto a que el “batallón nuestro estaba materialmente rendido, de cansancio y de hambre, pues desde nuestra salida del Callao, no habíamos probado alimento alguno; a mas de esto, en el campamento, no habían tenido la preocupación, pero logramos descubrir un carro de galletas, con lo cual pudimos reconciliarnos medianamente.
Se nos señaló para acampar, un potrero, desde el cual, con la angustia y el rencor en el corazón, podíamos percibir el resplandor siniestro del incendio de Chorrillos originado por las tropas chilenas; el pueblo ardía por tres partes. Mientras estábamos sumidos en la macabra contemplación de aquel espectáculo bárbaro, se nos presentó un industrial italiano, que había logrado fugar de la ciudadela incendiada. Este señor, nos refirió como, después de la entrada del invasor a Chorrillos, la soldadesca habíase entregado al saqueo más vergonzoso, arrasando cuanto a su paso encontraba, sin respeto alguno por las fuerzas de la civilización. Terminado el saqueo, siguió contando el italiano, los soldados se dieron a la bebida en forma desenfrenada, a punto tal, que los mismos jefes amedrentados, por temor de que sus secuaces se sublevaran y les hicieran daño, tuvieron que encerrarse en el rancho del general Pezet.
La relación que hiciera este súbdito italiano, inspiró al entonces coronel Andrés A. Cáceres, lo mismo que al coronel César Canevaro, la idea de marchar al asalto y reconquista de Chorrillos, esa misma noche, penetrando a la ciudad, precisamente por los puntos en los cuales el incendio hacía estragos. Efectivamente, momentos después se comunicaba a la Guarnición de Marina, a tres cuerpos de reserva, a una fracción del batallón Jauja y a la Guardia Chalaca, para que se movilizaran, en plan determinado, sobre Chorrillos. Cuando recién las tropas habíanse puesto en marcha, la orden llegó a conocimiento de la superioridad, la que, quien sabe porque razón, mandó suspender la marcha y que las unidades volvieran a sus posiciones.
Un oficial inglés dirá mas tarde que Piérola, luego de verificar las líneas en la madrugada y viendo que los chilenos se contentaban con reorganizar sus fuerzas y no montaban un ataque sorpresa en las horas de la noche o muy temprano, decide regresar a su cuartel general, donde “encontró al coronel Iglesias, quien fuera tomado prisionero el día anterior y enviado por los chilenos, bajo palabra, para señalar a Piérola la futilidad de seguir resistiendo y exigir, a nombre del general chileno, que se entregaran las posiciones miraflorinas antes de abrir las negociaciones. Se me informó que esta exigencia fue rechazada de inmediato. El mismo requerimiento fue hecho durante la tarde por un oficial chileno y fue nuevamente denegado.
En la rada de Chorrillos, el Almirante Galvarino Riveros hace entrar primero a la cañonera Pilcomayo. El Comandante Moraga efectúa con toda felicidad la operación de fondeo. Tras la estela de su buque, sigue el Toltén (vapor de ruedas), el Huanay (con víveres hasta los topes), el Avestruz (con el Parque General) y el Paquete de Maule (con el material sanitario). A su vez el velero 21 de Mayo fondea en la Caleta de Chira, con personal de Ambulancia, a cargo del cirujano 1º don José del C. Contreras, que presta atención a 70 heridos, en gran parte peruanos. 

Morro Solar al fonfo, visto desde MIraflores

En dicha caleta el almirante Riveros ordena desembarcar a todos los cirujanos de la Escuadra chilena, con sus practicantes y ayudantes. Envía así mismo a tierra, agua en barriles y víveres suficientes, para las tropas cercanas a la caleta. 
El general Baquedano, después de visitar la Intendencia, pasa a las Ambulancias, que desarrollan prodigiosa actividad. Baquedano ordena a Quintín Quintana que con su Regimiento de chinos, cave profundas fosas para el entierro de los muertos y si falta tiempo, amontone los cadáveres enemigos y proceda a quemarlos. Los 500 chinos puestos a disposición del Servicio Sanitario, prestan inapreciables servicios en la recolección y transporte de heridos. 
En la mañana reciben los heridos caldo, carne cocida y té caliente, pues la Ambulancia lleva bueyes en pié y los útiles necesarios. 
Además se activa la búsqueda de heridos, que han permanecido ocultos mientras se desarrollaba la batalla a su alrededor. Llega a tanta el ansia por alejarse del campo de batalla, que 30 heridos hicieron la caminata a Lurín, a buscar refugio en el Hospital volante del doctor Jacinto del Río, quedado ahí con los 200 enfermos incapaces de llevar las fatigas de la marcha hasta el campo de batalla. 
Hay que buscarlos con prolijidad, pues algunos se desmayan por la pérdida de sangre. A falta de perros amaestrados, los chinos desempeñan a maravilla este servicio. A las 8 AM nubes de chinos con sus decuriones, recorren trincheras, quebradas, cañaverales, zanjas, sin encontrar heridos (vivos).  Hacinan después los cadáveres para proceder al enterramiento o la incineración. 

El plan para un ataque nocturno peruano: Cáceres al observar que las tropas chilenas en la noche estaban saqueando e incendiando Chorrillos, pensando que es su oportunidad para devolver un golpe a los chilenos y creyendo que todo el Ejército chileno se encuentra en tal menester, propone a sus superiores realizar un ataque nocturno con los sobrevivientes de la batalla y con aquellas unidades que apenas combatieron y se retiraron íntegras.
En sus memorias, Andrés Cáceres “sugirió al dictador Nicolás de Piérola un ataque nocturno sobre Chorrillos, aprovechando que la tropa chilena se dedicaba “al saqueo y a la borrachera” y “no estaría en condiciones de oponer una firme resistencia a un ataque nocturno, sorpresivo y vigoroso”. Este plan fue desechado por Piérola porque el ejército chileno estaba en los alrededores de Chorrillos “y los que saquean son unos cuantos”.
Ha habido quienes sostienen que tal ataque habría sido exitoso y habría expulsado al invasor chileno, pero Carlos de Piérola Villena, hermano del presidente Piérola,…coronel y jefe del batallón Guardia Peruana N° 1, que luchó en el Morro Solar, en donde cayó herido y prisionero rechaza tal acerto y escribió en una ocasión: “… concibe usted, señor General, que el alto comando del Ejército chileno, que no estaba compuesto de reclutas, hubiera podido permitir, teniendo a retaguardia al enemigo, que sus tropas se entregaran al saqueo, al incendio y a la embriaguez, exponiéndose a ver, en pocas horas, truncada la victoria en desastrosa derrota? Cierto es, que en la tarde y noche del 13 de enero, pequeños grupos del elemento colecticio del Ejército chileno, tolerados por sus jefes, pudieron dar pábulo a sus crueles instintos dentro de la citada villa, pero sin duda alguna todo intento, de parte nuestro, para batir a sus ocupantes, habría sido ahogado al punto por la enorme masa de las tropas vencedoras”.
Por lo demás el ataque nocturno es una de las operaciones más complicadas desde el punto de vista militar por la escasa o nula visibilidad (aunque ahora atenuada por el incendio de Chorrillos), por parte de tropas que en buena parte fueron ya derrotadas y con su moral dañada (sin contar que el Ejército de Reserva, dada su inexperiencia y poco entrenamiento) habría visto la alta posibilidad de encontrarse con tropas amigas y tirotearse con ellas.
Se cita un texto (caracterizado por su anti-baquedismo) que “narra que después de la batalla, el ministro de Guerra José Francisco Vergara y él (autor) ocupaban la casa de Aurelio García y García en Chorrillos a las 2.30 pm, mientras que el general Baquedano y otros militares ocupaban la casa de la familia Pezet y la de la familia del diplomático chileno Joaquín Godoy, pero que una hora después empezaban los saqueos de las casas por los soldados chilenos y que debido a los tiroteos y al desorden, el ministro y su comitiva abandonaron Chorrillos a las 5 pm y lo propio hizo Baquedano a las 10 pm.
“Como nos iría esta noche si los peruanos con un poco de audacia vinieran a atacarnos en número de cuatro mil! Todo esto se lo lleva el diablo” dijo el ministro Vergara según el autor del texto.

Vista aérea del sector donde se situaba el Reducto N° 5 (imagen de 1944)

Sigue el autor que el “coronel Canevaro le decía a Piérola: con mi fortuna i con mi vida le respondo a usted que esta noche doi cuenta de los chilenos si me confía cinco o seis mil hombres para ir a sorprenderlos, en medio del desórden i borrachera que inevitablemente les habría traído el saqueo a Chorrillos, i cuya prueba está ahí, en aquellas llamas que divisamos. Un momento después el campo enemigo se movía, i seis o siete mil hombres marchaban sobre nosotros, habiendo alcanzado a avanzar cerca de dos millas. Sin embargo se detuvieron a medio caminoy se devuelven. Concluye ese autor “si no la detienen i emprenden el ataque, el coronel Canevaro da cuenta de nosotros, tal como se lo prometía a Piérola”.
En su libro “Las batallas de Chorrillos y Miraflores y el Arte de la Guerra”…del general ecuatoriano Francisco Javier Salazar, quien vivió en Lima durante la guerra expresa que “la noche de ese día, suponiéndose que todo el ejército chileno había de estar entregado á la embriaguez y al desórden, á consecuencia del saqueo de Chorrillos, se pensó por parte de los peruanos en sorprenderlo atacándolo con unos 6,000 hombres”. Salazar no menciona quien propuso ese ataque, pero si que pensó en hacerlo.
En la recopilación de documentos de Pascual Ahumada relata que “En la noche del 13 se proyectó un ataque enemigo con el batallón Guarnición de Marina i las fuerzas de los coroneles Cáceres y Canevaro. Ignoramos por qué no se llevó a cabo”. Lo confirma Paz Soldan en su biografía de César Canevaro “El momento era propicio para darle un golpe seguro.- De acuerdo con el general Cáceres, hizo entonces avanzar su división sobre Chorrillos, pero cuando sus fuerzas se aproximaban al Barranco, recibieron orden de contramarchar, y ocupar sus anteriores posiciones”. Manuel Layseca, sobreviviente de la batalla de Miraflores de las filas del batallón Guarnición de Marina, declaró que su batallón llegó el mismo día 13 a Lima, procedente del Callao, por ferrocarril, tras lo cual caminaron a Vásquez y luego a Miraflores. Una vez ahí, un italiano que llegó de Chorrillos, les dijo que la soldadesca chilena había saqueado el pueblo y “… los soldados se dieron a la bebida en forma desenfrenada, a punto tal, que los mismos jefes, amedrentados por temor de que sus secuaces se sublevaran y les hicieran daño, tuvieron que encerrarse en el rancho del general Pezet. La relación que hiciera este súbdito italiano, inspiró al entonces coronel Andrés A. Cáceres, lo mismo que al coronel César Canevaro, la idea de marchar al asalto y reconquista de Chorrillos, esa misma noche, penetrando a la ciudad, precisamente por los puntos en los cuales el incendio hacía estragos. Efectivamente, momentos después se comunicaba a la Guarnición de Marina, a tres cuerpos de reserva, a una fracción del batallón Jauja y a la Guardia Chalaca, para que se movilizaran en plan determinado sobre Chorrillos. Cuando recién las tropas habíanse puesto en marcha, la orden llegó a conocimiento de la superioridad, la que, quien sabe por qué razón, mandó suspender la marcha y que las unidades vuelvan a sus posiciones”
Dejando en la duda de quién fue la idea del ataque nocturno (Cáceres y/o Canevaro) el plan si existió y la contraorden de Piérola. Ahora si éste tendría posibilidades de éxito, al menos ellos creían en la posibilidad de éxito. Dice un autor peruano que identifica al Esmeralda, al Tercero de Línea y al Atacama como intervinientes en esos hechos, pero considerando que fueron al menos el Atacama quedó debilitado por la batalla más que los otros dos habría que excluirlos. Otra posibilidad es que fuera multitud de soldados pertenecientes a diversas unidades más que regimientos enteros (fuera que por el tamaño del pueblo de Chorrillos, que daba habitación a 3.800 habitantes, no es mucho espacio para situar muchos soldados en esas actividades, más si hay una incendio que devora todo el pueblo en cuestión).

Oficial peruano de línea

De acuerdo al historiador militar ecuatoriano Salazar, el objetivo del ataque “… no podía ser uno de estos dos: ó empeñar una batalla absurda y á tientas en medio de la oscuridad de la noche, ó bien, únicamente, causar terror en el ánimo de los enemigos. Si se intentaba lo primero, el número de 6,000 hombres habría sido á todas luces insuficiente para vencer á 20,000 soldados orgullosos con la victoria, de los cuales, dando de barato que hayan habido unos 2,000 desparramados por la población en el estado de beodez, los demás se hallaban reunidos en sus campamentos. A lo ménos así lo aseveran los partes oficiales que se han publicado (y las memorias de los combatientes chilenos), así resultan de los informes de carácter privado que hemos podido recoger, y esto es también lo más natural y verosímil. Si se pretendía lo segundo, dicho número habría sido perjudicial, por excesivo; pues nadie ignora que las sorpresas se hacen con poca tropa, ora para evitar que no caiga ella misma en la confusión que se intenta producir en la del adversario, ora para que si no sale bien de la empresa, el desastre sea en todo caso insignificante”.
El historiador militar peruano Carlos Dellepiane, escribió sobre este tema que “… otros escritores quieren ver un triunfo decisivo si los peruanos hubieran atacado en la noche del 13 la población de Chorrillos, donde una parte de las tropas chilenas se habían entregado a los más tristes desbordes. Pero creemos, a pesar de la “Carta Política” del chileno Manuel J. Vicuña[1], que esas tropas desbandadas no llegarían a un par de miles de hombres que no restaban capacidad combativa a las divisiones invasores estacionadas sobre Chorrillos y San Juan, con la división Lynch en segundo escalón al pie del Morro. Para justificar tal afirmación de que los chilenos desbandados y saqueadores no pasaban de dos mil basta tener presente que entonces, y aún ahora, los alcoholes almacenados en Chorrillos no alcanzan para embriagar a ese número de hombres”.(17)
La medida del dictador Piérola de detener el ataque fue buena y prudente, pero hubiera sido mejor si se hubiera realizado un ataque con tropas ligeras como sugiere el historiador militar Salazar.
En el relato del día siguiente, narra Alberto del Solar, que para el Esmeralda, el día 14, “fue de relativo descanso para nuestro regimiento. Se le dio como misión custodiar la Escuela de Cabos con los numerosos prisioneros y heridos que allí había, y defenderla a todo trance si era atacada por las tropas que el enemigo seguía reconcentrando en la vecindad.
Algunos de nosotros aprovechamos la mañana para recorrer el campo y recoger personalmente a nuestros heridos. Habíamos tenido numerosas bajas: seis oficiales y más de ciento cincuenta individuos de tropa. Los demás cuerpos de la división no sufrieron menos, sobre todo el Buin.
Hacia el anochecer, empezó a correr el rumor de que se «negociaba» entre los ejércitos beligerantes. Se decía que dos parlamentarios habían partido del cuartel general con el objeto de intimar al Dictador la rendición incondicional de Lima, mediante lo cual se evitaría las consecuencias de un nuevo y estéril derramamiento de sangre, sobre todo si, como podía colegirse de los preparativos que se divisaban en el campamento enemigo, se proponía éste resistir aún al avance de nuestras armas victoriosas.
Entrada ya la noche, supimos que, en efecto, se había enviado a D. Isidoro Errázuriz como parlamentario, pero que éste no había tenido éxito en su gestión. Piérola se preparaba a resistir de nuevo, y reconcentraba sus fuerzas en Miraflores.

Artilleros peruanos

Una segunda batalla tendría lugar, pues, al día siguiente. Rendidos de cansancio, nos acostamos con tal convicción.
En cuanto al ciudadano colombiano Vicente Olguín, “(el) 14 por la mañana  la mayor parte de los extranjeros organizados en ambulancias se dirigían al palacio de la Exposición, en donde desde la víspera prestaban importantes servicios a los heridos que llegaban en el ferrocarril. Un movimiento general y un sordo rumor agitaban la multitud ahí reunida cuando el pito anunciaba desde lejos la llegada del tren de Miraflores, y las colonias tomaban sus camillas para recibir a los heridos o salían a buscarlos a los barrios apartados de la ciudad[2].
Para Pedro Rodríguez Rodríguez[3], desde su reducto, el N° 1, bajo las órdenes del coronel Lecca e integrante del Batallón N° 2  de la Reserva, el día 14 de enero empezó a las 5 AM cuando lo “llamaron para tomar rancho, era un poco de arroz con agua y algunos pedazos de carne; no tome sino unos tragos del caldo, por estar caliente y era necesario reanimar siquiera de ese modo el entusiasmo.
A las 11 ½ se noto un grupo de gente con una bandera blanca, era el Sr. Iglesias que reuniéndose de parlamentario mandado por los Chilenos, para prepara la paz y evitar mas derramamiento de sangre. En la tarde vino otro, en la noche fueron al campamento enemigo dos parlamentos como de parte del Director y otro del Cuerpo diplomático. La noche la pasamos en los parapetos, ese día nos toco hacer la guardia de la entrada al reducto, los números en las escuadras; Candamo se retiro del reducto esa tarde, igual cosa hizo D. Ricardo Rosel, me toco hacer centinela a las 8½ pm. El rancho estaba pésimo, y no comí sino un pedazo de carne y otro de galleta.
Como había mucho viento, a las 11 p.m. me retire (un) rato al rancho a descansar, en unos momentos me vino a la memoria la idea de mi mujer y de mis hijos, que me causo un profundo sentimiento, al considerar que quizá dentro de de pocas horas iba a quedar ella viuda y ellos huérfanos, lo que mas me afligía era el no dejarles nada para subsistir,
El ruido producido por unos disparos cerca del Barranco me (despertaron) y me obligo a salir precipitadamente del rancho y dirigirme al parapeto donde estaba [mi puesto]. Los tiros provenían de unas avanzadas. No pude conciliar el sueño, el frío me obligo también a buscar un poco de agua caliente para tomar una taza de yerba Luisa, una zamba que espendaba vendiendo un pésimo te, se negó a prestarme y alquilarme un jarrito donde poder recibir el agua hervida, que una chola me daba para hacer la yerba Luisa; felizmente un Señor Panizo cabo del batallón, me dio una taza aipude reanimar el cuerpo debilitado por el frío, la falta de sueño y por el hambre.
A su vez en el regimiento Aconcagua, Justo Abel Rosales recuerda que “Se corrió en el día la noticia de que el general Baquedano había mandado un parlamentario a Piérola, intimando la rendición de Lima. Cuando todos creíamos que pronto saborearíamos los buenos frutos de la paz, llega el Comandante Bustamante...diciéndoles que íbamos a marchar camino a Lima, donde era preciso pelear hasta vencer o morir. Por eso supimos que la paz solo había sido un sueño...
Continua el oficial británico A las seis de la tarde, luego de reunirse en consejo con todos los comandantes de divisiones y brigadas, Piérola solicitó por telégrafo a Lima que vinieran los ministros extranjeros, y, luego de consultar con ellos, fui comisionado por el señor St. John, a las once de la noche, para llevar una carta al general chileno, acompañado por el teniente Conde Royck de la marina italiana.
Tuvimos un poco de dificultad en lograr que el maquinista echara a andar su locomotora a esa hora de la noche pues él temía que los chilenos hubieran levantado los rieles o minado la ruta. Como para aumentar sus preocupaciones, cuando ya nos alistábamos para partir, se disparó una ráfaga de tiros justamente fuera de la estación. Esto lo alarmó tanto que lo hizo retroceder de nuevo.
Sin embargo usando una dosis de persuasión y otra de amenazas, arrancamos la locomotora con el ténder delante, fijándonos bien en la condición de los rieles. Una bandera blanca iba desplegada en el ténder y tocábamos continuamente el silbato hasta que nos dio el alto la avnazada chilena. Tras corta demora, empezamos a buscar al general Baquedano.
No fue cuestión fácil. Fuimos primeramente llevados a un gran cuartel que quedaba en las afueras de Chorrillos y que había sido convertido en hospital provisional (este era el lugar donde pocas semanas atrás asistí a la ceremonia de la presentación al batallón Piura de su nuevo estandarte y el medallón grabado "Victoria o Muerte", y donde conocí al mayor Castilla). Luego fuimos conducidos a través de las ruinas humeantes del pueblo, donde casi no había casa intacta, para seguidamente retornar a las tiendas del cuartel general, donde me encontré con el capitán de fragata Acland. Este me pidió que informara al ministro británico que él consideraba peligrosísimo que cualquier mujer o niño permaneciera en Lima, en caso de que los chilenos avanzaran sobre ese lugar en plena euforia por la victoria, ya que no habrían de respetar vidas ni propiedades y Lima podría correr la misma suerte que Chorrillos. Finalmente fuimos llevados donde el general Baquedano; al entregarle la carta que nos había sido encomendada, recibimos la respuesta oral de "siete de la mañana", con la que volvimos donde los ministros a Miraflores.




[1] En 1881 se publicó el libro “Carta Política” del chileno Manuel Jesús Vicuña, que en realidad es una extensa carta pública dirigida al político y diplomático chileno Adolfo Ibáñez. El libro fue publicado por la imprenta del diario La Actualidad, un diario chileno que se publicaba en Lima durante la ocupación. Esta obra era contra la candidatura del general Manuel Baquedano a la presidencia de Chile y critica las medidas que él tomó durante las batallas de Lima y por este motivo fue cerrado y su máquina –que era del diario El Peruano- llevado a Chile por órdenes del contralmirante chileno Patricio Lynch.
[2] Relato del ciudadano colombiano Vicente Holguín en http://www.bicentenariochile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=121:ocupacion-de-lima-relato-del-ciudadano-colombiano-vicente-holguin&catid=15:guerra-del-pacifico&Itemid=9

[3] http://www.academia.edu/3653463/Unas_cartas_desde_el_Reducto_de_Miraflores_1881

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