El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 14 de enero de 2016

BATALLA DE MIRAFLORES (IV)

LA SORPRESA
Las horas finales del armisticio: La verdad es que ninguna de las partes involucradas mantuvo en la inactividad a las tropas bajo su mando[1]. Y, lo que es mas importante, ninguna confiaba en la otra. Como en todo otro conflicto, los armisticios eran muy inestables.
Pero antes de comenzar de nuevo el combate (que ambos bandos planificaban desatarse en algún momento de la mañana (o madrugada, como en Chorrillos) había que situar las tropas en los lugares apropiados, tanto para los atacantes como los defensores.
En los recuerdos del veterano peruano Layseca, el Batallón Guardia de Marina se encontraba “tranquilo, ocupando…la chácara (sic) Armendáriz, posición estratégica pues desde ahí dominábamos perfectamente todo el camino a Barranco.  Mirando hacia el mar notamos que los buques de guerra (chilenos), que habían fondeado muy cerca de la playa misma, abríanse a todo lo largo de la costa…. De lo que hablaba el oficial eran de las maniobras que hacían las naves chilenas, que de escasa participación en la batalla de Chorrillos, ahora tenían objetivos y campos de visión mucho más amplios del lado izquierdo de la línea peruana (desde la perspectiva chilena).
Esas naves habían recibido la orden de situarse en posición de tiro, pues el armisticio concluía a la medianoche del 15 de enero. Las naves eran el Blanco Encalada, el Cochrane, la O`Higgins, el Huascar y la lancha Toro, esta última armada con ametralladoras, para apoyo a las tropas que estaban más apegadas a la costa. Para las naves mayores el objetivo primordial sería el fuerte Ugarte y los reductos N° 1 y 2.
Sigue Layseca, “Justamente al mismo tiempo, observamos que las tropas chilenas, en columna cerrada, avanzaban sobre Barranco, introduciéndose en las chácaras Pacayar y Larrión, habiendo entre los que marchaban y nosotros, una distancia de ochocientos metros más o menos teniendo de por medio, la Quebrada Honda (o Armendariz).[2].
Por el lado chileno cuenta el general Maturana, “Se había visto moverse en el campo enemigo gruesas masas de tropas de un lado a otro. Se había notado que el ala derecha peruana avanzaba hasta ponerse en son de combate muy cerca de nuestra línea (entre 400 y 800 metros, según las fuentes). Se habían observado diversos trenes que llegaban del lado de Lima, conduciendo considerables refuerzos. Pero todos estos movimientos, que en realidad eran los preliminares que hacían presumir una gran batalla próxima, se habían atribuido al natural empeño del enemigo de prepararse para el combate del siguiente día, en el caso de que las negociaciones entabladas no dieran resultado, o bien sólo a una maliciosa ostentación de fuerzas y de posiciones formidables para obtener ventajas en el ajuste de las condiciones preliminares de que se trataba”[3]



Por el lado de las tropas, estas se encontraban ocupadas en sus menesteres, para preparar el rancho; “el Aconcagua,…llenaba en esos precisos momentos sus caramayolas en un estanque vecino, dejando arrimadas sus armas dice Vicuña Mackenna que el dìa “estaba medio nublado hacia la cordillera, luminoso en su cenit, abierto al ocaso”.
El general Baquedano y su estado mayor cabalgan en la primera línea haciendo observaciones de la línea peruana que pretenden asaltar el 16, concluido el armisticio. Y Nicolás Pierola: había (estado) recorriendo desde las 11 de la mañana sus líneas hasta Vásquez; a continuación se trasladó al pueblo de Miraflores para el almuerzo que iba a tener con representantes diplomáticos y militares europeos: los almirantes Stirling y Du Petit Thouars y del comandante Sabrano, en la casa del banquero Schell.
El edificio donde tenía lugar la comida era “una construcción semi oriental, cubierta de paredes y techumbre de vidrios de colores, a manera de conservatorio, con plantas trepadoras y vívidas flores en todas direcciones.” El objetivo de la reunión era permitir, para el caso que cayera Lima, instalar un área en el puerto de Ancón una zona protegida, especialmente para mujeres y niños, protegidas por la marinería extranjera.
También en el edificio se encontraban los diplomáticos que hasta ese momento habían intentado sentar a las negociaciones a chilenos y peruanos, pero estosse encontraban haciendo antesala.
La comida era interrumpida de vez en cuando anunciando los movimientos chilenos como agresiones a las que responder, así “el comandante general de la 1.ª división de la reserva Dionisio Derteano,…solicitando hablar al dictador le hizo saber, en presencia de los almirantes, que los chilenos invadían por todas partes la planicie que se extiende delante de los atrincheramientos y coronaban las alturas opuestas de aquella hondonada (Armendariz), albergándose al amparo de sus tapias. Le replicó el generalísimo dando por testigos a los almirantes, que se calmara, que en el armisticio aquel movimiento quedaba consentido,
Otros mensajeros llegaban con mensajes más graves: los chilenos “avanzaban en masa sobre su frente y sus flancos.[4] Pierola empezó a enojarse. Otro ayudante enviado desde la línea de Miraflores ni siquiera pudo entrevistarse con el Dictador. El “edecán de servicio, el comandante Jaimes, se encargó por él de contestar que no había cuidado.

En el lado chileno: Desde su posición, “unos potreros abiertos que pertenecían a Aurelio García y García, el coronel Velásquez había colocado con rapidez sus cañones, y hacía situarse en la cima de un molino de viento allí vecino a su ayudante el capitán Juan Brown Caces para que le informara minuto por minuto de los movimientos del enemigo. El mismo subía con frecuencia a la azotea de la casa-quinta de García y García, y con su anteojo recorría ansiosamente los horizontes, oyéndole sus ayudantes exclamar a cada paso la llegadade refuerzos a la línea peruana, en tropas, artillería y pertrechos.
Pocos minutos después y haciendo el diligente jefe de estado mayor de la 3.ª división (Gorostiaga)  las mismas observaciones desde una de las torrecillas de la casa de cinco miradores, dirigía por escrito al jefe de su división (Lagos), que en esos instantes se hallaba a retaguardia, el siguiente significativo y alarmante aviso: A las 12 y media p. m. Desde un mirador de la casa italiana (en Barracones)  observo que el enemigo refuerza apresuradamente su línea; veo llegar infantería y caballería; el tren acarrea fuerzas, conviene venga inmediatamente la división, disponga US. lo que guste. J. E. Gorostiaga”.




El general Baquedano “después de inspeccionar la línea ocupada por la brigada Barceló, satisfecho de su actitud y acompañado por el coronel Lagos, atravesaba los rieles hacia el oriente y visitaba el campo sembrado de potreros en que debían acampar la primera y la segunda división. El general en jefe, completamente dueño de la situación, avanzaba seguido de sus ayudantes y de los del general Maturana con el guión del cuartel general a su espalda. Distaría en esos momentos cinco cuadras al oriente de los rieles y sólo tres de la línea que en esa altura guarnecía el batallón Riveiro[5], compuesto de estudiantes.”[6]
Hasta ese momento se había impedido todo movimiento preparatorio a la artillería, bajo la palabra Armisticio, porque él no podía observar las líneas peruanas y no sabía exactamente qué pasaba.
Mientras cabalgaban le decía a Lagos Si no se someten esta noche a las doce mañana esos caballeros amanecerán rodeados. Barbosa romperá el fuego por su retaguardia, antes de amanecer y Ud. y la escuadra los envolverán por su derecha. Todas las medidas están tomadas[7].
El grupo de oficiales decidió entonces volver en dirección al “sitio que ocupaban con la artillería los jefes Velásquez y Wood en los potreros de García y Bregante. Impaciente por su inercia y agitado de vehementísimas sospechas, el comandante general de la artillería le había rogado en dos o tres ocasiones le permitiese hacer fuego sobre las trincheras que tenía al frente; pero el general se limitaba a contestar: «¡Armisticio! ¡Armisticio!». Solicitando Wood tropas para proteger a su artillería, Lagos, objeto de la petición le respondía con sonrisa irónica le replicó: «¡Hombre, no quieren por lo del armisticio!..»[8].
No habían pasado sino unos cuantos minutos…cuando Baquedano se dirigía de regreso de la extrema derecha de la división Lagos hacia su centro, es decir, al punto en que cortaban aquella en dos trozos los rieles, se sintió de repente una rápida crepitación de fusilazos y enseguida, con intervalo de algunos minutos, un fuego tan horrísono y nutrido de toda la línea enemiga….Las avanzadas del batallón N° 4 de la reserva, o según otros las del de Marina[9], que estaba en su cercanía, habían roto el fuego sobre el grupo[10].
Esos primeros disparos fueron contestados prontamente. Y empezaron a aumentar, culpándose los unos a los otros del rompimiento del Armisticio.
Nos cuenta Vicuña Mackenna que “la brigada Barceló (o N° 2 de la Tercera División) se hallaba definitivamente formada en el espacio comprendido entre los rieles y el mar al abrigo de las altas tapias de las chácras y potreros del Barranco.” Situándolos en orden los regimientos se alineaban asì: “el Concepción apoyado a la playa (con el inconveniente que en su sector se había derribado la tapia y se encontraba una suave loma); más a la derecha el Caupolicán, luego el Valdivia, y el Santiago.” Pero entre el Santiago y el Valdivia quedaba un claro provocado por “el callejón o camino público que conduce de Chorrillos a Miraflores. Para que la línea quedara toda comunicada, hice romper las paredes divisionarias de potrero a potrero” apoyando ese intervalo con dos piezas de artillería.
En cambio la Brigada Urriola “sólo podía presentar en línea el batallón de Navales y el regimiento Aconcagua (1300 hombres en total), y aun el segundo batallón del último regimiento, apenas saciado de su sed, comenzaba a entrar en línea conducido por el jefe de estado mayor de la División Lagos, J. E. Gorostiaga y el mayor don Julio Argomedo[11]
Como se ve, el lado izquierdo de la División Lagos estaba protegido por la Brigada Barceló, pero no así el derecho. En la posición “aislada más allá de los rieles en la abierta pampa de Miraflores” se encontraba el Navales en primera línea y cuya derecha descansaba en un grupo de árboles gruesos, enfrentando con un codo fortificado del enemigo, que por la disposición de las tapias que lo guarnecían en aquella parte tenía tropas en tres direcciones, además de numerosos cañones, entre los reductos número 2 y número 3. Pero el Navales tenía su propia derecha en el aire, es decir se encontraba solo (ya que la izquierda de ellos, el Aconcagua recién se estaba tomando posición) para enfrentar a los batallones peruanos Arica, Manco Capac, Ayacucho y Libres de Cajamarca, Libres de Trujillo, Tarma, Concepción, Libertad y 23 de Dicimebre, Inca y Ancash. Ahora siendo honrado el Navales no enfrentó de inmediato el ataque de esta fuerza pero aun sumando la totalidad del Aconcagua, llegarían a los 1600 hombres contra 2600. La violencia del ataque y el número de bajas (“62 muertos, 226 heridos y a más 12 oficiales, tres de ellos muertos“) indica que el Navales estaba poco protegido, de ahí que perdiera siete portaestandartes y aún con apoyo de un batallón del Aconcagua tuviera que retroceder
En la zona del principal ataque peruano (las tropas de Caceres) los peruanos habían recurrido a la estratagema de colocar sus kepís sobre los morros para fingir una línea de batalla imaginaria, mientras que, rodilla en tierra, fusilaban a sus adversarios por las aspilleras. La mayor parte de los cuerpos peruanos,…tenían sus municiones….en verdaderos rimeros…, en el suelo, y así se explica la extraordinaria actividad del fuego[12]
…En el lado peruano….: En la mañana del 15 Cáceres recorrió todo su sector, cuidando de que se distribuyera una copa de ron y su correspondiente rancho a cada uno de sus soldados; ordenando el adecuado emplazamiento de su débil artillería; dictando otras varias disposiciones de combate y, principalmente, arengando a sus tropas. Al percatarse que las guerrillas enemigas se situaban a 500 metros de su frente, Cáceres hizo notar al general Silva que la tregua era violada, a lo que el otro oficial contestó que “teníamos que cumplirla rigurosamente.
Al momento del inicio de la batalla, Cáceres estaba ocupado organizando el traslado de un cañón pesado de la corbeta Unión, destinado al frente para instalarla en una cureña preparada al efecto. En ese menester es cuando escucha el ruido de los disparos. Ordena que el coronel Lecca, del Reserva N° 2, envíe una compañía a la Quebrada Armendariz con el objeto de negar esa  posición a los chilenos.

Soldados peruanos


Miembro del Estado Mayor del Ejército peruano, el “coronel Velarde, obedeciendo las órdenes que le impartiera el coronel Cáceres, hacía conducir de la izquierda a la derecha dos piezas de artillería, comenzó el fuego…”. Repitamos otra vez que en los relatos cada uno culpa al otro del inicio de la batalla
Recuerda Manuel Layseca que como a las 2 30 “los buques de la escuadra chilena rompían los fuegos, el batallón de marina se abría en guerrilla y se iniciaba el combate en todo nuestro frente.…”. A su vez el soldado distinguido, Juan Torres Lara, rememorará: “Desde los primeros momentos de la batalla el fuego de la artillería era casi tan nutrido como el de la fusilera: tronaban los cañones de gran calibre de la escuadra enemiga; tronaban los cañones de nuestra bateria ‘Alfonso Ugarte"’ y tronaba la artillería de ambos ejércitos: la batalla era un trueno prolongado.”.
Por el lado chileno, “habíamos terminado de almorzar y estábamos en reposo, cuando cerca de las dos de la tarde sentimos los atronadores y reiterados disparos de la artillería peruana de Miraflores y –a los pocos minutos- el sonido de los cañones navales…. No hubo necesidad de orden alguna y todos se levantaron velozmente, se colocaron las guerreras y quepí, los que andaban descalzos se pusieron las botas y se hicieron de sus armas….no deben haber pasado ni diez minutos cuando se sintieron las trompetas de “formación” y el regimiento ya estaba listo…[13].
Un oficial enviado a pedir órdenes, encuentra a Baquedano y al estado mayor en el camino hacia la vía férrea que se dirigía a Miraflores. A la vuelta trae las novedades “los peruanos habían abierto fuego contra el general Baquedano y su Estado Mayor, cuando efectuaban un recorrido observando las posiciones de Miraflores.” Luego que llega el comandante de la unidad Muñoz, quien regresó de Chorrillos donde estaba, aparece un ayudante del comandante general de la caballería, el coronel Letelier, que dio orden al Granaderos de avanzar hacia un alto en Barrancas. Al poco rato de situarse en su nueva posición y se suman los regimientos Carabineros y Cazadores.
Justo Abel Rosales contará años después que ya iniciado el combate “algunos de nuestros soldados, asustados por la sorpresa y las balas, no se cuidaban de apuntar a las tapias donde partía el fuego contrario, sino que afirmaban el cañon del rifle en la muralla y tiraban a las nubes, figurándose tal vez que el mayor ruido y no las certeras punterías deciden un combate. Fue preciso que yo y otros oficiales les hiciéramos comprender que así perdían tiempo y cápsulas (munición) Solo entonces asomaron las cabezas, apuntaron bien y disparaban, perdiendo poco a poco el temor[14]

Cañones de la Chacabuco


El papel de la Armada: El almirante Riveros había bajado a tierra a ponerse de acuerdo con el general Baquedano para la combinación de las fuerzas en la batalla que se preveía. Vuelto rápidamente a bordo de su nave, los buques chilenos toman parte en la acción que se desarrollaba, con las piezas de largo alcance, enviando sus granadas contra el Reducto “Alfonso Ugarte” (ubicado a espaldas del Reducto Nº1, más cerca de la costa) y los vecinos fuertes (Reductos Nº1 y Nº2), que responden con sus cañones de grueso calibre.
Narra al respecto Vicuña Mackenna, Fondeados o sobre sus máquinas se encontraban, con su proa al norte desde el amanecer y por previa combinación, frente a la rada abierta de Miraflores, que es la misma de Chorrillos, nuestros buques artillados con piezas de mayor alcance”.
Las naves “con sus costados a tierra por el norte” en cuestión eran, el Huáscar (Condell), el Blanco (Riveros), la O’Higgins (Jorge Montt), y la lancha Toro (Asenjo). La Pilcomayo se había dirigido en la mañana al fondeadero de Chorrillos conduciendo al almirante Riveros llamado por el general en jefe….antes que Riveros pudiera volver a tomar el mando “se sintió el ruido lejano del cañón y comenzaron a llegar hasta Chorrillos los proyectiles enemigos. En tal emergencia, el capitán don Carlos Moraga que mandaba la Pilcomayo ordena de mottu proprio disparar sobre los atacantes, “En esos propios instantes el almirante Riveros llegaba a la escala del muelle de Chorrillos, y embarcándose a toda prisa marchaba a tomar su puesto en el Almirante Blanco.
Durante dos horas largas nuestros buques, que habían comenzado el fuego sólo diez minutos después del asalto de los peruanos, dispararon no menos de 357 proyectiles, en esta forma: 40 el Blanco con sus cañones de proa (de 8 pulgadas), 93 la O’Higgins (3 cañones de 7 pulgadas), 101 la Pilcomayo y hasta El Toro jugó dieciséis veces su pequeño cañón de proa. En cuanto al Huáscar[15] (armado con dos piezas de 8 pulgadas), situado a más de cinco mil metros de la orilla para aprovechar el campo de tiro de sus grandes piezas, batía toda la línea peruana hasta cerca de Vásquez, de tal manera que una de sus formidables bombas cónicas, penetrando por el muro de un lejano reducto, mató al estallar sesenta a ochenta de sus defensores.
En su parte, después de la batalla, el jefe de la Batería Alfonso Ugarte escribiría que a las 11.45 A.M., los blindados Blanco Encalada y monitor Huáscar, seguidos de la corbeta O'Higgins y cañonera Pilcomayo, navegaron con rumbo al N.O., hasta la altura de los baños (de Miraflores), y dando frente a mi batería, navegaron proa a tierra.“ Se informa de inmediato a su superior que la escuadra chilena tomaba posiciones para bombardear. Los buques “evolucionaron hasta ubicarse a la distancia de 4 a 5.000 metros, quedando al frente el Blanco y la Pilcomayo, flanquéandolos por el sur la corbeta O'Higgins, y por el norte, el Huáscar, permaneciendo en esta actitud hasta las 1.30 P.M., cuando llegó su superior jerárquico con orde de “no romper sus fuegos”. Pero al empezar el fuego de fusilería en las líneas del frente empezó a disparar “enfilando las piezas Rodman sobre el ala izquierda del ejército enemigo,….al mismo tiempo que la sección Parrot hacía fuego sobre los buques.[16]
Le Leon, el teniente francés, cuenta que las naves chilenas “estaban a cuatro mil metros por término medio de la batería Ugarte,  tomaba oblicuamente las líneas de Miraflores. Las mareas dificultaban el tiro. De este modo, muchas balas caían al pie o a mitad de la altura de la ribera. Pero la mayoría alcanzaron ya sea la batería, o las líneas. La pieza del (fuerte Ugarte) cae en el foso, el terraplén había sido demolido por el tiro de la escuadra[17]


Bateria de los lados de uno de los blindados gemelos chilenos (Blanco y Cochrane)



….Desde el fuerte el Pino:....El 15, nos hallábamos reunidos los oficiales cuando una descarga de fusilería nos anunció el ataque de los chilenos a los reductos de Miraflores. Algunos oficiales, cogidos de pánico, huyeron a todo escape, bajando el cerro con una agilidad de galgo. Quise ordenar que se les hiciese fuego, mas el jefe del fuerte me lo impidió: -Deje usted que los cobardes se vayan, me dijo[18].

Y la artillería: Desde los primeros disparos los artilleros (chilenos) no cesaron en realidad de disparar por elevación a su retaguardia sobre los parapetos enemigos. El mayor Frías arrastró la batería de campaña del capitán Ortúzar hacia la izquierda y comenzó a batir el fuerte Alfonso Ugarte a poco más de mil metros de distancia en la línea recta. El mayor Gómez hacía otro tanto en la derecha con la batería Nieto y en el centro se mantenían los capitanes Flores, Besoaín y Montauban bajo el mando personal del coronel Velásquez.
La artillería del regimiento (del) comandante Wood se dividía asimismo en dos mitades, mandando una sección de campaña aquel valeroso jefe y otra el mayor Perales, mientras que las piezas de montaña eran distribuidas por igual acierto por derecha e izquierda mandadas por sus jefes González y Herrera. A la que se agregó “la brigada de montaña del mayor Jarpa (baterías Von Keller y Ferreira) que llegaron de Chorrillos al trote largo de sus mulas, poco después de roto el fuego.[19]
Durante la batalla, las baterías de Wood, situadas detrás del Navalas se retira a nuevas posiciones, mientras las baterías de Velasquez continúan con su fuego de apoyo, con sus baterías Frias Gonzalez y Gómez. Durante el combate “una granada cae en el centro de la batería Nieto y le pone cinco hombres y un alférez fuera de combate.” Otro alférez recibe un disparo de rifle. El capitán Flores también muere y la batería Ortuzar pierde cuatro oficiales.


La batalla se hace general: Los del Cuarto de línea, cuenta un oficial, Aun no concluíamos de almorzar cuando recibimos precipitada orden de avanzar hacia Barranco poniéndonos en movimiento a las 12 AM (la unidad se encontraba a retaguardia de la 1° Brigada de la 1° División, en dirección a Barranco, por la línea del ferrocarril).Mas o menos a la 1 PM (en verdad pasadas las 2 PM) llegó hasta nosotros el redoble de un nutrido fuego de fusilería…. Eso obligó a dar órden de acelerar nuestra marcha, para que atravesando el pueblo de Barranco, formáramos la derecha de nuestra línea de batalla. Al ejecutar esta maniobra vimos que la Artillería y el regimiento de Valparaíso se retiraban apresuradamente, hostigados de cerca por el enemigo…. Avanzan al trote, “salvando chacras y arboledas y bajo los fuegos de un enemigo que, oculto y muy distante nos causaba algunas bajas que no podíamos aún vengar…
El batallón Quillota, bisoños y todo, también participa en la batalla, casi recién llegado al zona de guerra “….cuando principiaron las primeras descargas sorpresivas de Miraflores, la 1ª División del Ejército, a que nosotros pertenecíamos, salió de los potreros a colocarse en el camino principal de Chorrillos a Barranco. Nosotros éramos los últimos, o más bien, formamos a la cola; y el General en Jefe don Manuel Baquedano, pasó por delante de nuestro batallón y al enfrentar a nuestro Comandante Echeverría, preguntó: qué batallón era este. Nuestro comandante contestó: “El Quillota, señor general, que se muere por pelear”. “Bien, bien”, dijo el general, siguiendo su camino.
No pasarían cinco minutos cuando llega un ayudante y le da a nuestro jefe la orden de avanzar a marcha forzada por el camino del ferrocarril al encuentro del enemigo, que avanzaba su ala izquierda en marcha, puede decirse, triunfal, para envolvernos. Al pasar por delante del regimiento Valparaíso, este nos vivaba, abrazada las manos de algunos de los nuestros, y hasta el heroico coronel Marchant abrazó a nuestro mayor señor Ramírez.” [20]
Muy atrás de la línea, en la Escuela de Cabos, cuenta Alberto del Solar que “Las (dos) de la tarde serían[21], cuando de pronto sentimos por el Norte el eco de una descarga, seguida de otra y luego de otra más... El fuego se producía hacia el lado de Miraflores, y arreciando poco a poco en intensidad, acrecentaba su fragor con el bronco estampido de piezas de grueso calibre. Al cabo de diez minutos no era ya el eco de descargas aisladas lo que oíamos: era el cañoneo de una verdadera batalla.
¿Qué sucedía? No tardamos en saberlo: los peruanos, violando informalmente el pacto, nos atacaban de sorpresa en momentos en que nuestras tropas, desprevenidas del todo, se ocupaban, unas en ordenar sus filas, otras en acarrear agua; cuáles en preparar su rancho, cuáles en transportar heridos a las ambulancias o lavar la ropa, etc., todo al amparo de un armisticio solemne. Sin perder tiempo acudimos a las armas. El capitán Baeza hizo formar su pequeña fuerza, la sacó afuera y rodeó con ella el caserío, aprovechando del mejor modo posible el corto número de soldados de que disponía[22].
Los heridos chilenos se hallaban tranquilos; los prisioneros peruanos sumamente agitados. Cuenta Nicanor Molinare “Los peruanos no podían dejar de manifestar la alegría al ver el desbande de nuestra primera línea y hasta se permitían manfiestarse especialmente. El capitán Lecaros del Esmeralda…viendo aquello, dijo a un subteniente; tome este anteojo, observe el campo y si por desgracia se pronuncia la derrota (sic) fusile a todos los prisioneros enemigos que están en esta Escuela. Está bien, contestó el oficial recibiendo el anteojo. Subsecuentemente después, todos los oficiales peruanos se retiraron a lo mas profundo de sus cuadras y el silencio mas pavoroso se hizo en sus alojamientos[23].
El oficial del Esmeralda, José Larraín (oficial chileno) dirá De pronto se siente una descarga pavorosa y formidable, comprendiendo que aquello era sencillamente una nueva batalla... En aquel momento la batalla era general, pues se nos combatía desde San Juan hasta el mar, formando la línea una herradura, cuyo centro lo ocupaba la Escuela de clases donde estábamos.....El ruido de la batalla se apagaba a ratos sin interrumpirse jamás el desfile de los heridos; llegaban jefes y oficiales en mucha proporción, todos ensangrentados y con los semblantes descompuestos. Al ver tanto numero, tanta sangre, ya creíamos que nadie sobrevivirá y teníamos una congoja como no recordamos haberla tenido otra vez semejante...todo el regimiento estaba despechado y aturdido por la cólera...la Patria perdida .y allá el enemigo paladeando ya el triunfo... tenia que correr mucha sangre todavía[24].


Respecto a los servicios médicos, narra Machuca[25]el doctor Allende Padín traslada a Chorrillos a la 1° ambulancia del doctor Arce, repartida en tres secciones , para la recepción de los heridos…; la 2° ambulancia  del doctor Gorroño queda a cargo del Hospital de Sangre de la Escuela de Cabos; y la 3° del doctor Prado, marcha a la línea de combate , con sus cinco secciones, engrosadas por una sexta , llegada del sur, a cargo de Guillermo Castro. El doctor Prado establece una sección en Barranco y entra en línea de combate con las cinco restantes. Terminada la batalla ocupa un chalet en Miraflores , y ahí establece el Hospital de Sangre”. Victor Castro se le encarga la confección de la dieta caliente  para los heridos, tras lo cual se dirige junto a 300 auxiliares chinos, “se dirige al campo de batalla a dirigir personalmente la evacuación de los caídos hacia las carpas de los cirujanos.”



[1] He acá un punto de controversia. En las versiones peruanas el armisticio dejaba a las tropas estáticas donde se encontraran al momento de celebrarse (por lo que moverlas tal como hizo la división Lagos era una infracción grave). En las versiones chilenas, se acordó que el armisticio no limitaría al Ejército chileno, que el acuerdo sólo implicaba no hacer fuego ni avances ofensivos, pero si les autorizaba a mover sus tropas en su distribución, siempre que no entraran en combate.
[2]
[3] Parte de la batalla de Miraflores del general Maturana
[4] Según Vicuña Mackenna se trataba de los regimientos Navales y Aconcagua que empezaban a tomar posición
[5] Se refiere a Ribeyro, el batallón N° 4 del Ejército de Reserva, a cargo del Reducto N° 2
[6] Mackenna, V. La campaña de Lima
[7] idem
[8] idem
[9] Ribeyro, sobre el inicio de la batalla, sindica a tropas del Guarnición de Marina, como las que iniciaron el fuego, disparando sobre Baquedano. El Guarnición de Marina, lo describe Vicuña Mackenna, “no era sino la antigua columna Constitución encargada de suministrar guarniciones militares a los buques de la armada” hoy diríamos infantería de marina.

[10] Mackenna, V. La campaña de Lima.
[11] Explica V. Mackenna que la Brigada Urriola había sido debilitada pues el “Bulnes, recogía heridos y muertos en Chorrillos, y el Valparaíso (estaba) incorporado a la reserva”
[12] Idem
[13] Jose Miguel Varela, Un veterano de tres guerras
[14] Justo Abel Rosales, Mi campaña al Perú, segunda parte, página 215
[15] Se encontraba artillado con dos piezas Armstrong de 8” es decir de 203 mm
[16] el número de tiros hechos por esta batería, asciende a 197, siendo 80 sólidos y 117 huecos.
[17] Recuerdos de una misión… página 137-138
[18] Recuerdos del soldado peruano Manuel González Prada, publicado en  http://www.voltairenet.org/article144675.html
[19] Mackenna, V.
[20] Epistolario de Francisco Figueroa Brito
[21] Erróneamente señala las 4 PM
[22] Del Solar, A Diario de Campaña
[23] Citado en Anecdotas de la guerra del Pacífico, tomo II página 78
[24] http://es.slideshare.net/javi270270/remenbranza-de-la-batalla-de-lima-13-y-15-de-enero-de-1881-2886175
[25] Machuca, Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico, tomo 3 página 448

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