El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

domingo, 17 de enero de 2016

LA CAÍDA DE LIMA (V PARTE Y FINAL)

EL 18 DE ENERO:
ENTRADA DE LYNCH AL CALLAO Y DE BAQUEDANO A LIMA


A la División Lynch se la destinó al puerto del Callao, pero a las tropas chilenas, que apenas pudieron ver la ciudad de Lima “al cabo de un tiempo tuvoque dárseles permiso a los Cuerpos que no la habían visto, para que dieran una vuelta por ella,…, accediendo al justo reclamo de los rotos que decían: ‘¡Fueramos a morir sin verla!’[1]
Ese mismo día “veintidós  transportes p 13 vapores  trasladaron a el Callao los  recursos  necesarios pnra el ejército chileno. Se desembarcó el día 18. Los víveres,  forrajes,  vestuarios,  equipos, parque, útiles de ambulancia fueron almacenados en las  bodegas de ferrocarril.  Nuevamente se presentó  el problema de la falta de dependencias para el depósito de los bastimentos e implementos de  la  Intendencia. "Tuvimos que hacer el depósito eil Ia playa y a campo raso. En pocos  días se habían levantado allí  verdaderas  montañas de sacos de arroz, frejoles,  frangollo, charqui, grasa,  vestuario,  equipo,  carretones, aparejos y camillas. Y todo  esto era necesario desembarcar, porque todo era necesario y con urgencia"[2]


Escuela de Artes y oficios

Jirón Unión



El Atacama en Lima: “Al amanecer del 18 la 1ª División se ponía en marcha hacia Miraflores. De aquí tomamos el camino que conduce a Lima, y a las 12 del día llegamos a los suburbios de la ciudad. En este trayecto encontramos al Ministro de la Guerra en Campaña(José Francisco Vergara), quien dirigió al personal en nombre del gobierno, palabras de felicitación y elogio por su conducta valerosa en las dos últimas batallas.
Poco antes de llegar al Palacio de la Exposición ordené batir marcha al tambor. Los soldados comprendieron que iban a entrar en aquella ciudad, cuyos habitantes en todos los tonos nos habían dicho que no lo conseguiríamos, que antes encontraríamos allí nuestra tumba; veían al fin coronados sus esfuerzos, sus sufrimientos y sacrificios de toda especie; iban a pisar aquella orgullosa ciudad que tanto les había costado conquistar. Aquellos que a causa de la marcha se hallaban fatigados, que habían salido de filas y que avanzaban con dificultad, los que habían ocultado sus heridas para poder entrar a Lima y que apenas podían sostenerse, al oír la marcha que batía el tambor y el traspaso a la banda de músicos que tocaba uno de los favoritos pasodobles del regimiento, se apresuraron a embeberse en las mitades, olvidando el cansancio y las dolencias.


Hospital Militar


Cañón en el fuerte San Cristobal


Tomó el regimiento la formación de columna, y nadie hubiera podido sospechar al ver a estos arrogantes soldados cubiertos del grueso polvo del camino y de la pólvora de dos batallas que en aquellas filas iban oficiales y soldados heridos. Jamás vi una formación más correcta, y al atravesar las calles de Lima, llenas de extranjeros que veían desfilar silenciosos y ordenados a los soldados-ciudadanos de Chile, me sentía orgulloso de ser uno de ellos y de mandar este bravo regimiento…..
Al llegar a la plaza de la Exposición la banda de músicos tocó nuestro himno nacional. Al atravesar la plaza de la Exposición, un ayudante vino a decirme que no debía tocarse la música para entrar a Lima. No hice caso a esta observación, y el regimiento continuó la marcha al compás de sus himnos más queridos. Hacía veinte y dos meses que estábamos en campaña, nos habíamos batido en todas partes, y nuestros himnos, en el más solemne de momento era nuestra sola recompense,
Al pasar por las calles de Lima el Atacama marchaba a continuación del 2º de Línea. Repentinamente este se detuvo… El Atacama tuvo que hacer lo mismo y su cabeza de columna quedó a la altura de cuatro bocacalles, donde se hallaban muchos extranjeros viéndonos pasar. Uno de ellos dice: –“Que bonito puñal lleva ese jefe”, y señala el que yo llevaba en la bota (El de Marconi). Fijo mi atención en el grupo y con gran sorpresa veo entre los extranjeros al señor Miranda. El mismo que en mayo de 1879 había hecho conmigo el viaje de Valparaíso a Antofagasta… Bajé del caballo y fui a saludar al señor Miranda, diciéndole: –“Vengo a cumplir mi palabra”. La sorpresa de este al reconocerme no fue menor que la mía, al hacer memoria de mi despedida en Antofagasta[3].
A los sones del Himno Nacional y del de Yungay el Atacama atraviesa “las calles hasta llegar a la Avenida del 2 de Mayo, por donde continuamos la marcha hasta Bellavista, a dos kilómetros del Callao. Allí alojamos, justamente con el 2º de Línea, en el edificio que en ese lugar existe para depósito de las harinas de Chile. El resto de la 1ª División está acampando en el Callao, y el grueso de nuestro Ejército en Lima y sus alrededores.[4]

Municipalidad

Calle de los mercaderes

Plaza 2 de Mayo

Plaza Bolívar


Para el 19 sería el turno del coronel Lagos y la Tercera División, tan afectada por la batalla de Miraflores, “Paró Lagos su caballo en un ángulo de la Plaza, y ahí, como en acecho, severo el gesto, miraba desfilara sus niños, encorvado sobre la silla, grande….Su fisonomía, más que morena tostada, destácabase admirablemente sobre el marco del poncho blanco que lo cubría. Los peruanos lo miraban sin acercarse…(la columna de la División) Se veían músicos con las armas con que habían peleado; heridos que no habían consentido en privarse de la entrada a Lima y que de allí fueron al hospital…. El Concepción llevaba una bandera prendida en un coligüe y el Santiago, el regimiento querido de Lagos, sus verdaderos niños, lucía una banderola de guías que era un trapo revolcado en tierra y sangre. Los rotos del Santiago, al entrar a la plaza, no viendo al Coronel, lo buscaban con los ojos…pero al descubrirlo en su medio escondite, se les reía la cara…[5] La división Lagos atravesaba de banda en banda la ciudad y el río por su puente histórico, camino de la chácara de Aliaga. Era éste el campamento destinado a la 3.ª división por el lado norte, mientras la división Sotomayor acampaba al pie de los cerros de Vásquez, que la dominan por el sur.

el general Baquedano se dirigió en la tarde de ese mismo día, 18 de enero de 1881,…Al apearse en la puerta del palacio de gobierno, echó de ver que la gloriosa bandera tricolor…, no había sido aún izada…y ordenó se levantara allí en permanencia….Los honores se harían el 20 de enero, aniversario de la batalla de Yungay, cuando el Ejército chileno derrotó al Mariscal Santa Cruz, jefe de la Confederación Perú-Boliviana y que le ganó a Manuel Bulnes, futuro presidente de Chile, el título de Mariscal.


Pero la experiencia de la entrada misma a la capital enemiga capturada no sería igual para todos los cuerpos chilenos. Para Alberto del Solar y sus compañeros del Esmeralda, 7° de Línea, la espera en los alrededores de Chorrillos, “el miserable y fétido cautiverio” como lo llama el oficial esmeraldino, mientras que todos los días “recibíamos noticias de la capital, por los que venían en comisión: sabíamos que, aparte del magnífico hospedaje, los cuerpos que mantenían la ocupación gozaban ya de los atractivos de una gran ciudad y se resarcían con usura de los pasados sufrimientos de la campaña.



El turno del Esmeralda llega finalmente y marchan a Lima, llegando cuando “(c)omenzaban a encenderse los faroles del alumbrado público, cuando entramos en la ciudad. El primer golpe de vista me pareció espléndido (el mismo que cuando conoció París después). Las numerosas iglesias, todas muy elevadas y dotadas generalmente de cúpulas, le daban a mis ojos, y entre las sombras, aspecto casi monumental. Sus calles, caprichosas y abundantes en edificios de estilo morisco, mirada entonces a la claridad débil del gas que les disimulaba, como a una vieja sus arrugas, lo que tienen de más chocante: falta de aseo, frescura y prolijidad en el exterior, me impresionaron por lo mismo muy agradablemente.
A pesar de que nuestro ejército ocupaba desde hacía dos semanas la ciudad, me pareció que la tranquilidad de sus habitantes no había sido recobrada del todo….En dirección a la plaza principal, y desfilando por frente a Santo Domingo, después de haber pasado por los edificios de la Exposición Penitenciaría y otros llegamos al portal de Botoneros y cruzamos a lo largo, dejando a nuestra izquierda el famoso palacio de los Pizarros, que de tal no merece por cierto el nombre, pues a pesar del lujo y grandeza del interior, el frontispicio y los costados más parecen cuartel que casa de gobierno. Las numerosas revoluciones han dejado su huella en las paredes, agujereadas como armeros por las balas de los asaltantes…. Veinte minutos más y quedábamos espléndidamente alojados en la suntuosa escuela de Artes e Industrias, uno de los mejores monumentos de Lima
Para del Solar, Lima, “juzgándola por sus monumentos, edificios, paseos públicos, teatros y demás (ya que ni sus instituciones, ni la marcha general de los diversos ramos de su industria y comercio podían ser apreciados en aquellas circunstancias anormales), debía considerársela suficientemente avanzada en aquella época... ha tenido siempre la reputación de ciudad de placer, notable en sus mejores días. La riqueza, la independencia de carácter, el genio alegre, bullicioso, hospitalario de sus habitantes, la belleza de sus mujeres, el fácil acceso que allí encuentra el pasatiempo, han inspirado juicios que, emitidos por extranjeros de diversas nacionalidades, la han dado a conocer generalmente bajo tales puntos de vista.

Proclama de Baquedano: Hoy, al tomar posesión, en nombre de la República de Chile, de esta ciudad de Lima, término de la gran jornada que principió en Antofagasta el 14 de febrero de 1879, me apresuro a cumplir con el deber de enviar mis más entusiastas felicitaciones a mis compañeros de armas por las grandes victorias de Chorrillos y Miraflores, obtenidas merced a su esfuerzo y que nos abrieron las puertas de la capital del Perú.
La obra está consumada. Los grandes sacrificios hechos en esta larga campaña obtienen hoy el mejor de los premios en el inmenso placer que inunda nuestras almas cuando vemos flotar aquí, embellecida por el triunfo, la querida bandera de la patria.
En esta hora de júbilo y de expansión quiero también deciros que estoy satisfecho de vuestra conducta y que será siempre la satisfacción más pura y mas legítima de mi vida haber tenido la honra de mandaros.



Cuando vuelvo la vista hacia atrás para mirar el camino recorrido, no se que admirar más: si la energía del país que acometió la colosal empresa de esta guerra, o la que vosotros habéis necesitado para llevarla a cabo. Paso a paso, sin vacilar nunca, sin retroceder jamás, habéis venido haciendo vuestro camino dejando señalado con una victoria el término de cada jornada. Por eso, si Chile va a ser una nación grande, próspera, poderosa y respetable, os lo deberá a vosotros.
En las dos últimas sangrientas batallas, vuestro valor realizó verdaderos prodigios. Esas formidables trincheras que servían de amparo a los enemigos, tomadas al asalto y marchando a pecho descubierto, serán perpetuamente el mejor testimonio de vuestro heroísmo.
Os saludo otra vez, valientes amigos y compañeros de armas, y os declaro, que habéis merecido bien de la patria.
Felicito especialmente a los jefes de división, general Sotomayor y coroneles Lynch y Lagos, por la serenidad que han manifestado en los combates y por la precisión con que han ejecutado mis órdenes; a los jefes de las brigadas y a los jefes de los cuerpos, por su arrojo y por el noble ejemplo que daban a sus soldados; a éstos, en fin, por su bravura sin igual.
Debo también mis felicitaciones y mi gratitud a mi infatigable colaborador el general don Marcos Maturana, jefe de estado mayor general, al comandante general de artillería, coronel don José Velásquez, que tanto lustre ha dado al arma de su predilección; al comandante general de caballería y jefes que servían a sus órdenes.
En cuanto a los que cayeron en la brecha, como el coronel Martínez, los comandantes Yávar, Marchant y Silva Renard, los mayores Zañartu y Jiménez y ese valiente capitán Flores, de la Artillería, que reciban en su gloriosa sepultura las bendiciones que la patria no alcanzó a prodigarles en vida.
Cumplido este deber, estrecho cordialmente la mano de todos y cada uno de mis compañeros de armas con cuyo concurso he podido realizar la obra de tan alto honor y de tan inmensa responsabilidad que me confió el gobierno de mi país.
Palacio de gobierno, Lima, 18 de enero de 1881.
Manuel Baquedano




La caída de Lima en Santiago de Chile:El 19, a eso de las 8 de la noche, se me apareció el telegrafista agitado casi sin poder hablar, con un parte: ‘¿Qué hay?’, le dije ‘¿buenas o malas?’ Balbuceando me contestó: parece que son buenas. Tomé el papel y vi que en él me decía don Antonio Alfonso que se divisaba un vapor enfarolado. Pocos momentos después volvió con otro parte en que decía que el vapor disparaba voladores. Hice llamar a los ayudantes de la comandancia para disponer que los artilleros estuviesen listos en el Santa Lucía para hacer una salva; mandé llamar a los Ministros y al Intendente. En el intertanto había brotado en la plazuela de La Moneda un enjambre de chiquillos que supieron, Dios sabe como, que habían buenas nuevas y que principiaron a gritar ¡vivas! Y a decir que se habían tomado Lima. Pocos momentos mas tarde la plazuela, los patios y las piezas de La Moneda estaban llenos de gente que devoraba telegramas que se sucedían. La noche entera fue de fiesta….[6]


ancon



EPÍLOGO

Después de la batalla. La cosecha de la guerra[7]: El día 18 de enero el campo de batalla de Miraflores se veía así: “Desde medio camino 6 antes, comenzaron á percibirse las emanaciones del campo de batalla, y á medida que nos aproximábamos se iban haciendo más insoportables, á pesar de las esencias que llevábamos para contrarrestarlas…..Poco después comenzábamos a ver por las ventanillas los despojos de nuestros muertos en la carretera y potreros adyacentes….. Trazaban nuestra ruta el tendal de nuertos que sembraban el suelo hasta el portillo que desembocaba hacia la carretera y la estación. La mayor parte de esos despojos pertenecían á reservistas del batallón "Riveiro" (N.O 4) víctimas de su abnegada obstinación en la defensa del reducto 2. Por más que íbamos contemplándolos atentamente, se hacía difícil reconocer quiénes fueron en vida….eran ahora monstruos jigantezcos de faz violada o negruzca,.... Por esta parte del gran potrero de tantos recuerdos para mi, no habían muchos muertos; uno que otro solamente jaloneaba la fúnebre ruta; por el centro, con sus patas estiradas, tamaña como un elefante, la mula blanca. A una cuadra o poco más del reducto, estaban los despojos que buscábamos; un arco de sangre señalaba en la tapia el sitio en el que lo recliné un momento, y la traza de su cuerpo al descenderlo para acostarlo. Ahí estaba, si; enormemente crecido, negro como los otros….con sus manos crispadas, su aspecto hórrido y con sus emanaciones.” Aunque los familiares intentaron “abrir la fosa; (sin embargo) la tierra era dura, todos estabamos trastornados por el ambiente, y la tarea se hacia larga y pesada”. Dos soldados chilenos se acercan y ofrecen su ayuda, con la intención de ser pagados lo que el otro entiende y les ofrece una gratificación El oficial a cargo de los chilenos se acerca. Preocupado uno de los deudos pregunta “-¿No se molestará ua jefe?...... -Por qué pu flor, contestó; toos somo cristianos. El oficial llegó y se puso á contemplar la labor.” Terminada la labor se hace un breve responso. Nuestro testigo se acerca al oficial “Me faltaba ahora dar el último adiós á los que estaban allá….-¿Se puede ir?...... interrogué al oficial que había cambiado con mi tío algunas expresiones de respetuosa urbanidad.-¿Como nó? me contestó; no han venido a ver a sus muertos?-Y agregó: -Vaya á ver lo que no volverá á ver en su vida. Y en seguida agregó: -Voy á enseñarle el fenómedo más raro de la guerra; y pasando él la tapia y yo detrás, nos encaminamos hacia la que flanqueaba el costado derecho del reducto.

Soldado del Atacama


Al llegar al portillo que tan peligroso había sido en los penultimos momentos de la batalla, reconocí por su posición, que no por su figura, al que con tanta desesperación había clamado por la ambulancia…. Estaba el muerto con la cabeza hacia abajo y sólo se apoyaba en el suelo con la mano derecha y en el borde de la tapia con la corba contraria; la otra pierna surgía recta apuntando al cielo con el pie…..-Este era un cabo del regimiento Santiago, me explicó el chileno; al saltar la tapia recibió la muerte y quedó sobre ella en equilibrio. Después, durante la noche, seguramente la tapia se desmoronó y el cuerpo, que ya había adquirido la rigidez cadavérica, se deslizó suavemente, quedando en la posición en que se encuentra.
En la franja del terraplén de la línea ferrea contemplé otro fenómeno ….Era un chileno, también; tenia una rodilla en tierra y avanzaba la otra pierna en la actitud de tirador, en la que scguramente fue muerto: con su faz…en la que se reflejaba, no la cólera sino el dolor, con su vista vidriosa alzada al cielo y con sus brazos extendidos....Avanzamos un poco más y nos encontramos en el terreno en el que había tenido lugar lo más tempestuoso de la lucha; casi no había ahí un palmo de tierra que no hubiera sido regado cen la sangre de algún peruano ó con la de algún chileno. Para abarcar mayor espacio nos encamidamos, pasando por delante del reducto, á la huaca que sobresalía en esta parte…; atravesé por entre los muertos con la cabeza descubierta….Lo primero que miré al llegar á la meseta fué el cadáver de un chileno......”




[1] Olid, Arturo Relatos de un ex combatiente…
[2] Pizarro,R  Los abastecimientos militares en la guerra del Pacífico
[3] En esa oportunidad, recuerda Dublé Almeyda “a quien yo había dicho: –“Hasta la vista en Lima señor Miranda”. La despedida que en forma de broma había yo hecho a aquel caballero venezolano –pues entonces nadie pensaba que nosotros pudiéramos llegar a Lima– se había convertido en realidad.”
[4] DIARIO DE LAS CAMPAÑAS AL PERÚ Y BOLIVIA. 1879 - 1884. “LO QUE YO HE VISTO” (2ª parte)
[5] Olid, Arturo Relatos de un ex combatiente…páginas 123-124
[6] Carta de Anibal Pinto, citada en Mellafe R. y Pelayo M. La guerra del Pacífico en imágenes, relatos, testimonios; página 267
[7] Memorias de un distinguido.

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