El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 19 de abril de 2018

LA SIERRA CENTRAL. 1882 (II)


SEGUNDO: LA DIVISIÓN GANA (12 DE ENERO-1° DE FEBRERO)

Lynch parte de vuelta a Lima el 11 de enero y deja al mando de la división a Gana Castro.
Jarpa avanza a Pochochoca, llave de la quebrada de Chicla, el día 13 en la madrugada y llegando el a las 3:30 AM. Ese día, Jarpa se entera que Cáceres llegó a Tarma con alrededor de 2.000 hombres esa jornada. Allí el Brujo forma consejo de guerra para decidir si se quedan allí y enfrentan a los chilenos o siguen hasta Huancayo. Allí el tifus obliga a los peruanos a disolver un batallón y fundirlo con otro. Decide también dejar a retaguardia en Tarma a la primera división (Zepita y Tarapacá) por ser las mejores unidades.
Jarpa avanza hasta cerca del puente La Oroya, pero opta por retornar por el pobre estado en que se encontraba la caballada y el exiguo número de tropas con que cuenta. Entonces se devuelve a Morococha, buscando la mejor ruta para la infantería que viene con Gana, cruza la cordillera, donde hubo una pesada nevada y vuelve al campamento en que estaba situada su columna, en Casapalca a la que llega a las 6:30 del 13 de enero. Allí le esperaba una orden de retirada en dirección a Chicla, lo que significaría abandonar también Pochochoca, llave de la quebrada de Chicla. Por lo que deja a su columna allí instalada y parte solo a Chicla para informar que el camino está expedito. Luego se vuelve a Casapalca a donde llega a las 5:30 AM del 13 de enero.
ARRIEROS PERUANOS
Gana, a quien Jarpa le comunicó las novedades de Cáceres y que el paso de la cordillera es completamente viable para la infantería y con ello poder continuar la persecución, aunque sea para destruir la retaguardia de los peruanos, manifiesta su acuerdo y pide instrucciones a Lima, pero se le niega la autorización primero. Así que hay que hacer viajar a Jarpa hasta Lima para que se ponga en conocimiento a Lynch de lo que ya ha oído Gana. Recién al mediodía se comunica a Gana, vía telégrafo,  el permiso para cruzar la cordillera. Por esos tres días que toma toda este dime y direte, llega la columna Castillo que viene por el camino de Canta y que desemboca en su caso en Chosica.
Jarpa, regresado de Lima, el 17 parte hacia Casapalca. Y empiezan los preparativos para cruzar el macizo andino. Desde Lima se envían mantas de castilla para combatir el frío, una manta de 1.70 metros. La idea era que la división pasara la cordillera.  En la mañana los segundinos, parten a Casapalca, donde “hay una epidemia que nos los deja andar a los pasajeros, esa epidemia se llama “sorocho” y los deja sin fuerzas, nosotros anduvimos 2 leguas en 4 horas de camino y llegamos medio muertos de la fiebre, y luego nos dieron una copa de vite [sic] con pisco, y con ese remedio se mejora, y se puede seguir la marcha.” Es un lugar insignificante, donde los esperaban con el rancho. Relató Arturo Benavides cuando el Lautaro arriba al paraje: “esa noche pasaríamos la primera cordillera nevada y al término de la jornada vivaquearíamos donde no había combustible para hacer fuego, ordenándonos que todos lleváramos, a guisa de bastones, trozos de leña que sirvieran para hacer fuego y poder preparar rancho caliente al otro dia”.
 Ese día se designará a Estanislao del Canto, jefe del Segundo de Línea, para que marche al otro lado de la cordillera a cargo de la división Gana.

Refuerzos: En Lima, en la estación de ferrocarril Desamparados se encuentra el batallón Chacabuco, que dejó su guarnición en Ate para subir a la sierra el 19 de enero. A la altura de Infiernillo, llamado así por su por su enrome gradiente y profundos precipicios que lo circundan, se descompuso una de las dos locomotoras que llevaban el convoy de doce carros, por lo que esperaron varias horas y luego continuaron su viaje al día siguiente. El 20 llegan a Chicla y tras formar empiezan a marchar “en dirección a Casapalca….en medio de un impresionante paisaje: “Donde rayas de colores fuertes marcan el suelo: verde-gris hasta naranja y violeta”. Además del frío, que se acentuaba con la altura y en las horas de la noche, se dejó sentir el cansancio, agravado por la falta de oxígeno. Varios soldados fueron quedando en el camino, algunos fueron devueltos a Lima.”[1] Del cruce de los Andes por el Chacabuco, nos deja su relato el subteniente Arturo Pérez Canto: “No se como hemos llegado a este pueblo, después de andar cincuenta leguas peruanas que es el triple de las chilenas... no solo el cansancio nos mataba, sino también el soroche, las heladas en el paso de la cordillera, i la plumilla...No ha llegado ni la mitad del batallón, los soldados ahogados por el soroche se quedaban como muertos, también se han sepultado varios, como seis oficiales se volvieron sumamente enfermos, fuera de los que han podido llegar que se encuentran lo mismo... tengo el cuerpo como si me hubieran dejado caer del monte Meiggs...”.

El doctor Senén Palacios, parte del servicio sanitario, recordó “marchábamos con la espresión en el semblante de la admiración i sorpresa i a tanta altura nos sentíamos asfixiados con el enrarecimiento del aire, buscando ansiosos a nuestros pulmones el oxígeno que a medida que avanzábamos se hacía más escaso”. [2] El soroche (o puna) lo describirá otro veterano de la campaña de la Sierra, Abraham Quiroz, del Tercero de Línea. “Es insoportable. Hasta los hombres de a caballo lo sienten…me hizo en reventar en sangre de narices dos veces…se siente un cansancio al pecho que le va oprimiendo poco a poco la garganta hasta el punto que no pueden más las narices. Parece que las tuviera doble, y adentro del pecho, como si le hubieren refregado ají
Mientras canto Cáceres hace salir de Tarma a sus tropas de manera escalonada desde el 19 de enero, hacia Jauja donde llega al 20 de enero. En esa ciudad Cáceres reconoce al gobierno de Magdalena, de García Calderón.

ENTRADA A TARMA
Hacia Jauja: Debido al pequeño tamaño de las poblaciones, las tropas chilenas terminaron escalonadas en Chicla, Matucana y Casapalca. Recordó el soldado Marcos Ibarra, “un tren de carga con fardo de Castilla delgada para repartírselos al Batallón, nos dieron 1.70 metros de castilla para protegernos del frío y para pasar la cordillera….nos encontramos con un albajo de más de 600 caballos desnudos, mi Coronel Canto ordenó a los señores jefes y oficiales y clases y soldados del 2º y pillen los caballos para que los monten y póngale riendas de cordeles, y arréglense como puedan para pasar la cordillera….yo pillé un caballo muy bonito y grande y le puse riendas de cordeles y de silla de montar, le puse una frazada de sincha, un portacapote, y no me fijé que era tuerto del ojo derecho…
El 21 de enero en la mañana empieza el cruce de la cordillera de una división ligera a cargo del sargento mayor Jarpa (360 soldados del Lautaro, dos piezas de artillería de montaña y 60 Cazadores), con el objeto de reconocer los distintos puentes del río Oroya. Primero llega Casapalca donde debe acampar en la intermperie, en la tierra nevada, pues el Chacabuco ocupa la población.
El primer grupo se integra por el Lautaro, que empezó de manera alegre, “la novedad de llevar bastones dio ocasión para bromas y se continuó la marcha alegremente como hasta las ocho, en que se ordenó descansar. El cielo estaba despejado… Algunos dijeron que pronto llegaríamos a la cumbre de la cordillera y que donde estábamos se descansaría dos o tres horas, a fin de efectuar, más descansados la última parte dela fatigosa ascensión. Como el frío era muy intenso se deshicieron los rollos (las mantas enrolladas) para abrigarnos con unos vistosos ponchos de castilla, con que nos habían provisto”. Sin embargo, Benavides se separó del resto y encontró una pequeña ramada que le cubría la cabeza y el torso, y donde se refugia. Cuando despierta está solo en un cuadro completamente blanco, “todo lo que divisé a mi alrededor estaba cubierto de nieve”, las piernas, cubiertas de nieve tenían principio de congelamiento, “comencé a sentir sed…y mi cabeza ardía…y el cuerpo estaba frío. De vez en cuando gritaba y ponía atento oído esperando sentir algún ruido….¡Nada!...¡El silencio era absoluto!”. Para su fortuna, su ayudante lo buscó por el camino hasta encontrarlo y llevarlo en una camilla, llevada por cuatro indígenas. Terminará su periplo hasta que lo llevan de vuelta a Lima a un hospital a que lo cuiden hasta que se recupera y vuelve a su unidad en abril.
Jarpa y su división cruza por el monte Meiggs, con una plumilla de nevada y tras cuatro horas de marcha arribaba a Morococha, que resulta ser “una extensa masa de edificios …, que formaban un rectángulo cerrado, con altas chimeneas” que se reflejaban en las aguas tranquilas de la laguna, descansando dos horas, devuelven los caballos que emplearon en el cruce para ser usados por los demás que siguen esperando cruzar y marchan a pie hasta el siguiente punto, Pachachaca, al que llegan al anochecer.
Esa misma mañana, el grueso de la división pasaba la cordillera (el resto del Lautaro, Segundo de Línea, el Chacabuco y 250 Carabineros). Cuenta en una carta el futuro mártir chileno Pérez Canto, subteniente del Chacabuco, que “No se cómo hemos llegado a  este pueblo después de andar cincuenta leguas peruanas, que es el triple de las chilenas…no solo el cansancio nos mataba, sino también el soroche, las heladas en el paso de la Cordillera y la plumilla a este lado de la Cordillera. No ha llegado ni la mitad del batallón, los soldados ahogados por el soroche, se quedaban como muertos, también se han sepultado varios, como seis oficiales se volvieron sumamente enfermos, fuera de los que han podido llegar se encuentran lo mismo[3]
En el recuerdo del segundino Marcos Ibarra a las “11 A. M. nos sorprendió el temporal y comenzó a caer una plumilla de nieve con mucha furia, y cada rato más ligero. A las 12:35 P. M. nos encontramos en la cumbre de Morococho, en ese momento mi caballo se resbaló en la quebrada, y se quebró una mano derecha y una pata izquierda y yo quede envuelto en la nieve sin ningún auxilio de mi vida, entonces yo le pedí perdón a mi madre y a mi padre porque yo no los iba a ver más, además le pedí perdón a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen del Carmen y que perdonara de todos los pecados de mi vida. En ese momento llegaba la guardia de prevención y que viene de retaguardia recogiendo los rezagados que vienen quedando atrás, ahí venía mi Capitán Solar jefe de la guardia, pies a tierra levanten a Ibarra de la nieve y sacúdanlo y denle azotes por el cuerpo con los porta capote y escobíllenlo bien fuerte por los pies y por las manos para que le circule la sangre…seguimos la marcha y mi Capitán me dio una copa de vite con pisco, me hizo subir al caballo que llevaba equipo, seguimos la marcha hasta que llegamos a (Pachachaca) a  las 6:30 P. M. Al otro día yo le di los agradecimientos a mi Capitán de mi enfermedad que había ocurrido en mi trayecto. Y la caballada  quedó abandonada en (Pachachaca).
El médico Senén Palacios reveló que “rodeado de una espesa neblina y en medio de la nevazón, escuchó angustiados gemidos de una persona que pedía socorro,…Fue necesario dar un rodeo para llegar hasta ellos i solo entonces reconocimos a dos soldados del batallón Lautaro que en la mañana de ese día habían pasado la cordillera… estaban casi helados; sin embargo al juzgar por su semblante, los desgraciados no debían sufrir mucho, pues se pintaba en ellos la espresión sonriente de una alegría indefinible, i una dulce y traidora soñolencia los iba dominando para dejarlos bien pronto aletargados en un sueño eterno. Un momento más y se habrían momificado. Volvieron a la vida i bien pronto pudieron seguir su camino (sic)[4]. Al final, dos oficiales y 22 soldados del Lautaro son dejados en Morococha para que se recuperen del congelamiento en el cruce.
Otros, pocos para fortuna de la división, no tuvieron esa suerte y no se les encontró

MOROCOCHA
Mientras tanto, en Pachachaca, una avanzada de la columna Jarpa, instalada en el camino, captura a dos serranos y obtienen información: el puente de la Oroya no ha sido destruido aun pues los peruanos no saben del cruce de la cordillera, pero se encuentran listos para hacerlo ante cualquier amenaza. Prepara al grupo de Cazadores, sesenta en total con una pieza de artillería en un ataque sorpresa de madrugada. Deja ordenado que se tenga listo un refuerzo de 125 soldados para el momento en que lo pida. Y parte a las 2 AM. Avanza hacia el puente y usa el terreno a su favor: el camino tiene un recodo que le permite ocultarse de la vista de los guerrilleros que controlaban el puente, a dos cuadras de distancia (200 a 250 metros). Lanza sin gritar a la caballería que lleva, a toda carrera, cruzando el puente a toda velocidad para situarse al otro lado y evitar que allá lo corten. Pronto le siguen sus hombres chivateando, para asustar con el ruido a los indígenas que encuentran en el lugar. Los serranos sorprendidos apenas y alcanzan a huir a pie, dejando caballos en el lugar. Huyen en dirección a Tarma, para informar a las tropas instaladas en esa ciudad, de la caída del puente en manos chilenas (lo que se comunica de inmediato a Cáceres). Empieza a cruzar el resto de los Cazadores pero el puente se estremece y empieza a bambolearse peligrosamente. Los peruanos han arrancado unos dos metros del pavimento del puente con anterioridad. Para remediarlo, los chilenos momentáneamente arrancan puertas y ventanas de una casa que estaba del lado chileno del puente, y con ello se cubre lo que falta para cruzar, todo en diez minutos. Ahora la caballería carga antes que los peruanos puedan reaccionar y pedir refuerzos. Ante los disparos que se le hacen desde la altura descabalga y persigue a los defensores del puente, por los cerros. Al final de los dieciocho peruanos de guarnición, mueren 8 (2 de los tres jefes que tenían) y se capturan 2, y con ellos 21 sables y 21 fusiles caen (declaran los chilenos) en manos de los atacantes.
El 23 a las 5 AM cruza el puente de la Oroya el Chacabuco y parte de la caballería y el 24 el resto de la división Gana, que había permanecido en Pachachaca. Dos frailes franciscanos que cruzan hacia Lima le dan información reciente: en Tarma hay dos batallones, el Zepita y el Tarapacá, y la fuerza principal de Cáceres está en Jauja preparando la retirada a Huancayo y de ahí a Ayacucho.
Por lo tanto se decide tomar el camino a Tarma[5], más cerca y considerando cualquier ataque directo a Jauja como una pérdida de tiempo ya que Cáceres se habría retirado mucho antes que los chilenos pudieran llegar. Pero de igual manera ordena avanzar al mayor Jarpa con 80 soldados de caballería por el camino de Jauja, en un reconocimiento en fuerza, análisis del terreno, obtener información y estorbar la retaguardia del Brujo de los Andes, pero con órdenes terminantes de evitar combate.
Al amanecer del 24, entonces, la división Gana, integrada por el Segundo de Línea, Lautaro, Chacabuco, Carabineros de Yungay, un escuadrón del Cazadores y 12 piezas de montaña como artillería, cruzó desde la Oroya hacia Tarma. En su memoria, el soldado Ibarra dirá “tuvimos que alojarnos en ese terreno a las 10. P. M. y llegaron las demás tropas que venían a la retaguardia,…el 2º de Línea, fue el primero en pasar al otro lado sin ningún tropiezo, y así seguían pasando las demás tropas, en ese momento daban las 12 P. M. y mi Coronel dio órdenes que le hicieran rancho a la tropa, y nos alojamos.”
A dos horas de su avance Gana encuentra una resistencia, calculada en 200 hombres, en una garganta muy estrecha, Chilhuay, dominando la altura. Gana ordena adelantar infantería para que ocupara las alturas próximas y amenazara a los guerrilleros con cogerlos desde las mismas alturas. Los guerrilleros, para las 9 de la mañana, se retiraron sin disparar. Se organizan dos columnas, frente a los dos caminos que conducen a Tarma. Por uno va Francisco Gana con el Lautaro, artillería y 40 hombres de caballería. Por el otro el resto de la caballería y el Chacabuco. Esas rutas se unen frente a Aillabamba, un pueblo que se encuentra situado en la falda del cerro Guambalaqui, y que por su situación, dominaba la ruta totalmente, la cual era cruzada por una profunda hondonada.
MAPA MODERNO DE LA RUTA OROYA-TARMA
La avanzadilla de caballería del cuerpo principal de tropas chilenas, al mando de José Manuel Alcérreca, avanza hasta  una juntura de caminos, para dar de forraje a los caballos. Luego sigue hacia el pueblo y al salir de un recodo da de lleno con el pueblo de Aillabamba.  De inmediato, desde la altura, empieza una descarga de fusilería que le dejaron un muerto y un herido y la pérdida de cuatro caballos. Alcérreca estaba entre un cerro escarpado a la derecha y una profunda hondonada por la izquierda, sin la posibilidad de maniobrar ya que los peruanos estaban quebrada de por medio, por lo que retrocede al recodo del camino y desembarca a la mitad de su gente, a la que ordena vaya subiendo hacia las alturas y el resto, con todos los caballos, dispara a los peruanos para llamar su atención. Esto dura alrededor de 20 minutos. Se aproxima el coronel Gana y dispone un par de piezas de artillería de apoyo y manda una compañía de lautarinos a rodear el pueblo, junto a 50 de caballería, para cortar la retirada, pero los defensores peruanos son más rápidos en su huida, tras un par de disparos de la artillería chilena. La división se detiene ahí y al día siguiente recién entra a Tarma, el 25 de enero. Previamente envía mensaje a las autoridades de Tarma avisando de la llegada de los chilenos en paz y para dar protección de las montoneras y bandidaje, pero si la población se oponía por la fuerza, llegaría todo el rigor de la guerra. Las autoridades tarmeñas pronto respondieron que Cáceres se había retirado y la población estaba indefensa y tranquila y solicitan que se asegure la vida y propiedades de la población por parte del ocupante chileno.
Mientras, el mayor Jarpa avanza hasta la hacienda Jauja a 18 km de la ciudad del mismo nombre, el 24 en la noche y en la madrugada del 25 captura a indígenas porteadores, quienes le informan que el Ejército del Centro del Perú sigue en esa ciudad. Para apresurar la salida de Cáceres hacia Huancayo, Jarpa hace escribir una orden de Gana (que es falsa) para que un correo, soldado suyo, aparentando prisa, llegara a la carrera en su caballo, mientras interrogaba a los serranos. Lee en voz alta el supuesto mensaje, informando que la división Gana estaba presta a llegar a Jauja. Para las 2 PM de ese día.
Jarpa le dice a los indios que se trasladen a Jauja para avisarle al alcalde que preparara el alojamiento de 3.000 chilenos. A corta pero segura distancia el oficial chileno sigue a los indígenas, pero sin prisa. En ninguna parte encuentra avanzadas de Cáceres, mientras cruzan el valle de Acoya que antecede a Jauja. Sitúa a cinco hombres en un camino hacia la izquierda, antes de pasar una loma que tapa la vista de la ciudad, dejándoles ocultos, mientras él sigue adelante con el resto del personal por el camino de la derecha. Manda una avanzada de 20 hombres, quienes avanzan sin ser molestados hasta 400 metros de la población y pueden observar las prisas con que se mueven los serranos, luego se oye el ruido de cornetas llamando a generala y finalmente se forma una gruesa columna de infantería que empieza a salir de Jauja. Los indios han informado al Tayta que hay un grupo reducido de chilenos, la oportunidad de aniquilarlos se presenta y se envían tropas, que son las que ve Jarpa a la distancia. Es lo que recuerda la cónyuge de Cáceres, “Un  día,  en  Jauja,  mientras  Cáceres,  sus  ayudantes  y  (su familia, almorzaban),  llegaron  llorando  una  indiecitas.  Anunciaban  que tropas  enemigas  se  habían  presentado  a  dos  leguas  de  Jauja. Cáceres,  siempre sereno  ante  el  peligro,  temiendo  sin  embargo,…se  sintió bruscamente confundido. Lo vi tan angustiado y aturdido (dice su esposa, pero el general pronto reacciona)…Los ayudantes, rápidamente, se alistaron para salir con su jefe; iban y venían de un lado a otro preparando sus armas.[6]
Cáceres envía a un ayudante suyo, para que se adelante y se sitúa hacia el camino de la izquierda para ver la avanzada chilena, pero allí ya había un grupo de chilenos (los que había mandado previamente Jarpa). El ayudante avanza incauto al no ver a nadie y los chilenos que estaban escondidos lo capturan[7]. Mientras tanto la gruesa división de infantería peruana se mueve hacia Tarma para cortar el paso de la avanzada chilena, por lo que Jarpa ordena retirada, que merced a los caballos con que cuentan les permiten irse sin daño. Ese mismo día el Brujo de los Andes había reconocido al gobierno del almirante Lizardo Montero, que había derribado a Pierola.
JOSÉ FRANCISCO GANA
En la madrugada del 26 Jarpa llega donde Gana para avisar que Cáceres estaba iniciando de nuevo su retirada. Francisco Gana calcula que las tropas peruanas deben ya ir camino a Huancayo y apostaba porque Cáceres iba en dirección hacia Ayacucho en su retirada. Gana envía mensajeros para que informen a Lynch que las tropas se mantendrán en posición allí hasta que lleguen los refuerzos y mientras también buscan a los rezagados que quedan de la división en la ruta seguida, y la tropa descanse.
En Tarma y la zona adyacente se ordena la entrega de municiones y armas a la autoridad chilena, para privar de ellas a cualquier montonera que la población peruana intentara organizar. A eso suma un toque de queda y restricción al tránsito de personas. Tarma…era simpática, el clima suave,  y  la  campiña  linda.  Se  llegaba  a  la  ciudad  por  una  hermosa avenida  ornada  de  árboles  frondosos. Para un chileno era “una ciudad bien parecida, con calles rectas, edificios modernos y una magnífica plaza con jardín que tenía una pila de fierro.[8]
Sigue la esposa de Cáceres, “las ferias dominicales tienen notas atractivas y como a  la  de Huancayo, vienen los indios  de las aldeas vecinas trayendo diversidad de industrias manuales: preciosas telas tejidas, ricas pieles de vicuña, pacos, llamas, alpacas; piezas curiosas de cerámica, gran variedad de juguetes. Existe aún en la feria de todos los domingos la costumbre primitiva “cambio, cambio”; es decir el cambiar unas cosas por otras.[9]


Manda, el 27 en la noche, a Jarpa junto a 50 Cazadores de nuevo hacia Jauja, para que, si es posible, tomen posesión de ella, lo que hace a las 7 de la tarde del día siguiente. Mientras tanto, las tropas peruanas que estuvieron en Tarma ya han llegado a Jauja donde se juntan a las de Cáceres, quien emprende la retirada a San Jerónimo el 25 de enero y el 27 a Huancayo. A esa altura, el reconocimiento del gobierno de la Magdalena le ha indispuesto con el coronel Panizo, fiel pierolista, por lo que se hace difícil esperar mucha ayuda de esas tropas, aunque Cáceres no lo sabe (o al menos así lo declaró en sus memorias), por lo que espera que la división en Ayacucho se le una en Izcuchaca y dar una batida a los chilenos.
En la tarde del 30 Gana envía un batallón de infantería, toda la caballería y la artillería a unirse a Jarpa. Posteriormente, el 1° de febrero, manda al Lautaro a ocupar Huancayo y ordena que se instale guarnición en Concepción


[1] Los Clases y Soldados de La Concepción. La Senda de la Gloria
[2] Los Clases y Soldados de La Concepción. La Senda de la Gloria. En https://www.ejercito.cl/?HistoricoRevistas&publicacion=2
[3] Crónica del Chacabuco 6° de Línea (Tomo 3), página 111.
[4] Senén  Palacios  Navarro.  “Carta  a  su  padre  don  Faustino  Palacios  Loyola”,  Huancayo,  25  de marzo, 1882. En Gertrudis Muñoz de Ebensperger, Senén Palacios. El Médico del Desierto, Santiago, s/e, 1958, pp. 19 y 20. En Los Subtenientes de La Concepción. La Tríada Heroica. En https://www.ejercito.cl/?HistoricoRevistas&publicacion=2

[5] Gana Castro explicará en su parte de la campaña, que la decisión de no perseguir directamente a Cáceres hasta Jauja se explicó por las constantes lluvias que siguieron al cruce de la cordillera y el estado en que iba la tropa. Ver el parte oficial en Ahumada, Tomo VI, página 413.
[6] Antonia Moreno de Cáceres Recuerdos de la Breña
[7] Se trata de Francisco Porta y Jil
[8] Los Subtenientes de La Concepción. La Tríada Heroica. Descripción de Senén Palacios

[9] Antonia Moreno de Cáceres, Recuerdos de la Breña


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