SEGUNDO: LA DIVISIÓN
GANA (12 DE ENERO-1° DE FEBRERO)
Lynch parte de vuelta a Lima el 11 de enero y deja al mando de la división a Gana Castro.
Jarpa avanza a Pochochoca,
llave de la quebrada de Chicla, el
día 13 en la madrugada y llegando el
a las 3:30 AM. Ese día, Jarpa se
entera que Cáceres llegó a Tarma con alrededor de 2.000 hombres
esa jornada. Allí el Brujo forma
consejo de guerra para decidir si se quedan allí y enfrentan a los chilenos o
siguen hasta Huancayo. Allí el tifus
obliga a los peruanos a disolver un batallón y fundirlo con otro. Decide
también dejar a retaguardia en Tarma a la primera división (Zepita
y Tarapacá)
por ser las mejores unidades.
Jarpa avanza hasta cerca del puente La Oroya, pero opta por retornar por el pobre estado en que
se encontraba la caballada y el exiguo número de tropas con que cuenta.
Entonces se devuelve a Morococha,
buscando la mejor ruta para la infantería que viene con Gana, cruza la
cordillera, donde hubo una pesada nevada y vuelve al campamento en que estaba
situada su columna, en Casapalca a
la que llega a las 6:30 del 13 de enero.
Allí le esperaba una orden de retirada en dirección a Chicla, lo que significaría abandonar también Pochochoca, llave de la quebrada de Chicla. Por lo que deja a su columna allí instalada y parte solo a Chicla para informar que el camino está
expedito. Luego se vuelve a Casapalca
a donde llega a las 5:30 AM del 13 de enero.
ARRIEROS PERUANOS |
Gana, a quien Jarpa
le comunicó las novedades de Cáceres
y que el paso de la cordillera es completamente viable para la infantería y con
ello poder continuar la persecución, aunque sea para destruir la retaguardia de
los peruanos, manifiesta su acuerdo y pide instrucciones a Lima, pero se le
niega la autorización primero. Así que hay que hacer viajar a Jarpa hasta Lima para que se ponga en conocimiento a Lynch de lo que ya ha oído Gana.
Recién al mediodía se comunica a Gana, vía telégrafo, el permiso para cruzar la cordillera. Por
esos tres días que toma toda este dime y direte, llega la columna Castillo que viene por el camino de Canta y que desemboca en su caso en Chosica.
Jarpa, regresado de Lima, el 17 parte hacia Casapalca.
Y empiezan los preparativos para cruzar el macizo andino. Desde Lima se envían
mantas de castilla para combatir el frío, una manta de 1.70 metros. La idea era
que la división pasara la cordillera. En
la mañana los segundinos, parten a Casapalca, donde “hay una epidemia que nos los deja andar a los pasajeros, esa epidemia
se llama “sorocho” y los deja sin fuerzas, nosotros anduvimos 2 leguas en 4
horas de camino y llegamos medio muertos de la fiebre, y luego nos dieron una
copa de vite [sic] con pisco, y con ese remedio se mejora, y se puede seguir la
marcha.” Es un lugar insignificante, donde los esperaban con el rancho.
Relató Arturo Benavides cuando el
Lautaro arriba al paraje: “esa noche
pasaríamos la primera cordillera nevada y al término de la jornada
vivaquearíamos donde no había combustible para hacer fuego, ordenándonos que
todos lleváramos, a guisa de bastones, trozos de leña que sirvieran para hacer
fuego y poder preparar rancho caliente al otro dia”.
Ese día se designará a Estanislao del Canto, jefe del Segundo de Línea, para que marche al
otro lado de la cordillera a cargo de la división Gana.
Refuerzos: En Lima, en la estación de ferrocarril Desamparados
se encuentra el batallón Chacabuco, que dejó su guarnición en
Ate para subir a la sierra el 19 de enero. A la altura de
Infiernillo, llamado así por su por su enrome gradiente y profundos precipicios
que lo circundan, se descompuso una de las dos locomotoras que llevaban el
convoy de doce carros, por lo que esperaron varias horas y luego continuaron su
viaje al día siguiente. El 20 llegan
a Chicla y tras formar empiezan a
marchar “en dirección a Casapalca….en medio de un impresionante
paisaje: “Donde rayas de colores fuertes marcan el suelo: verde-gris hasta
naranja y violeta”. Además del frío, que se acentuaba con la altura y en las
horas de la noche, se dejó sentir el cansancio, agravado por la falta de
oxígeno. Varios soldados fueron quedando en el camino, algunos fueron devueltos
a Lima.”[1]
Del cruce de los Andes por el Chacabuco, nos deja su relato el subteniente
Arturo Pérez Canto: “No se como hemos
llegado a este pueblo, después de andar cincuenta leguas peruanas que es el
triple de las chilenas... no solo el cansancio nos mataba, sino también el
soroche, las heladas en el paso de la cordillera, i la plumilla...No ha llegado
ni la mitad del batallón, los soldados ahogados por el soroche se quedaban como
muertos, también se han sepultado varios, como seis oficiales se volvieron
sumamente enfermos, fuera de los que han podido llegar que se encuentran lo
mismo... tengo el cuerpo como si me hubieran dejado caer del monte Meiggs...”.
El doctor
Senén Palacios, parte del servicio sanitario, recordó “marchábamos con la espresión en el semblante de la admiración i
sorpresa i a tanta altura nos sentíamos asfixiados con el enrarecimiento del
aire, buscando ansiosos a nuestros pulmones el oxígeno que a medida que
avanzábamos se hacía más escaso”. [2]
El soroche (o puna) lo describirá otro veterano de la
campaña de la Sierra, Abraham Quiroz,
del Tercero
de Línea. “Es insoportable. Hasta
los hombres de a caballo lo sienten…me hizo en reventar en sangre de narices
dos veces…se siente un cansancio al pecho que le va oprimiendo poco a poco la
garganta hasta el punto que no pueden más las narices. Parece que las tuviera
doble, y adentro del pecho, como si le hubieren refregado ají”
Mientras
canto Cáceres hace salir de Tarma a sus tropas de manera escalonada
desde el 19 de enero, hacia Jauja donde llega al 20 de enero. En esa ciudad Cáceres
reconoce al gobierno de Magdalena, de García
Calderón.
ENTRADA A TARMA |
Hacia Jauja: Debido al pequeño tamaño de las
poblaciones, las tropas chilenas terminaron escalonadas en Chicla, Matucana y Casapalca. Recordó el soldado Marcos Ibarra, “un tren de carga con fardo de Castilla delgada para repartírselos al
Batallón, nos dieron 1.70 metros de castilla para protegernos del frío y para
pasar la cordillera….nos encontramos con un albajo de más de 600 caballos
desnudos, mi Coronel Canto ordenó a los señores jefes y oficiales y clases y
soldados del 2º y pillen los caballos para que los monten y póngale riendas de
cordeles, y arréglense como puedan para pasar la cordillera….yo pillé un
caballo muy bonito y grande y le puse riendas de cordeles y de silla de montar,
le puse una frazada de sincha, un portacapote, y no me fijé que era tuerto del
ojo derecho…”
El 21 de enero en la mañana empieza el
cruce de la cordillera de una división ligera a cargo del sargento mayor Jarpa
(360 soldados del Lautaro, dos
piezas de artillería de montaña y 60 Cazadores), con el objeto de
reconocer los distintos puentes del río Oroya. Primero llega Casapalca donde debe acampar en la
intermperie, en la tierra nevada, pues el Chacabuco ocupa la población.
El primer
grupo se integra por el Lautaro, que empezó de manera
alegre, “la novedad de llevar bastones
dio ocasión para bromas y se continuó la marcha alegremente como hasta las
ocho, en que se ordenó descansar. El cielo estaba despejado… Algunos dijeron
que pronto llegaríamos a la cumbre de la cordillera y que donde estábamos se
descansaría dos o tres horas, a fin de efectuar, más descansados la última
parte dela fatigosa ascensión. Como el frío era muy intenso se deshicieron los
rollos (las mantas enrolladas) para
abrigarnos con unos vistosos ponchos de castilla, con que nos habían provisto”.
Sin embargo, Benavides se separó del resto y encontró una pequeña ramada que le
cubría la cabeza y el torso, y donde se refugia. Cuando despierta está solo en
un cuadro completamente blanco, “todo lo
que divisé a mi alrededor estaba cubierto de nieve”, las piernas, cubiertas
de nieve tenían principio de congelamiento, “comencé a sentir sed…y mi cabeza ardía…y el cuerpo estaba frío. De vez
en cuando gritaba y ponía atento oído esperando sentir algún
ruido….¡Nada!...¡El silencio era absoluto!”. Para su fortuna, su ayudante
lo buscó por el camino hasta encontrarlo y llevarlo en una camilla, llevada por
cuatro indígenas. Terminará su periplo hasta que lo llevan de vuelta a Lima a
un hospital a que lo cuiden hasta que se recupera y vuelve a su unidad en
abril.
Jarpa y su división cruza por el monte Meiggs, con
una plumilla de nevada y tras cuatro horas de marcha arribaba a Morococha, que resulta ser “una extensa masa de edificios …, que
formaban un rectángulo cerrado, con altas chimeneas” que se reflejaban en
las aguas tranquilas de la laguna, descansando dos horas, devuelven los
caballos que emplearon en el cruce para ser usados por los demás que siguen
esperando cruzar y marchan a pie hasta el siguiente punto, Pachachaca, al que llegan al anochecer.
Esa misma
mañana, el grueso de la división pasaba la cordillera (el resto del Lautaro,
Segundo de Línea, el Chacabuco
y 250 Carabineros). Cuenta en una carta el futuro mártir chileno Pérez Canto, subteniente del Chacabuco,
que “No se cómo hemos llegado a este pueblo después de andar cincuenta leguas
peruanas, que es el triple de las chilenas…no solo el cansancio nos mataba, sino
también el soroche, las heladas en el paso de la Cordillera y la plumilla a
este lado de la Cordillera. No ha llegado ni la mitad del batallón, los
soldados ahogados por el soroche, se quedaban como muertos, también se han
sepultado varios, como seis oficiales se volvieron sumamente enfermos, fuera de
los que han podido llegar se encuentran lo mismo”[3]
En el
recuerdo del segundino Marcos Ibarra a las “11 A. M. nos sorprendió el temporal y
comenzó a caer una plumilla de nieve con mucha furia, y cada rato más ligero. A
las 12:35 P. M. nos encontramos en la cumbre de Morococho, en ese momento mi caballo se resbaló en la quebrada, y
se quebró una mano derecha y una pata izquierda y yo quede envuelto en la nieve
sin ningún auxilio de mi vida, entonces yo le pedí perdón a mi madre y a mi
padre porque yo no los iba a ver más, además le pedí perdón a Nuestro Señor
Jesucristo y a la Virgen del Carmen y que perdonara de todos los pecados de mi
vida. En ese momento llegaba la guardia de prevención y que viene de
retaguardia recogiendo los rezagados que vienen quedando atrás, ahí venía mi
Capitán Solar jefe de la guardia, pies a tierra levanten a Ibarra de la nieve y
sacúdanlo y denle azotes por el cuerpo con los porta capote y escobíllenlo bien
fuerte por los pies y por las manos para que le circule la sangre…seguimos la
marcha y mi Capitán me dio una copa de vite con pisco, me hizo subir al caballo
que llevaba equipo, seguimos la marcha hasta que llegamos a (Pachachaca) a las 6:30 P. M. Al otro día yo le di los agradecimientos a mi
Capitán de mi enfermedad que había ocurrido en mi trayecto. Y la
caballada quedó abandonada en (Pachachaca).”
El médico
Senén Palacios reveló que “rodeado de una espesa neblina y en medio de
la nevazón, escuchó angustiados gemidos de una persona que pedía socorro,…Fue
necesario dar un rodeo para llegar hasta ellos i solo entonces reconocimos a
dos soldados del batallón Lautaro que en la mañana de ese día habían pasado la
cordillera… estaban casi helados; sin embargo al juzgar por su semblante, los
desgraciados no debían sufrir mucho, pues se pintaba en ellos la espresión
sonriente de una alegría indefinible, i una dulce y traidora soñolencia los iba
dominando para dejarlos bien pronto aletargados en un sueño eterno. Un momento
más y se habrían momificado. Volvieron a la vida i bien pronto pudieron seguir
su camino (sic)”[4].
Al final, dos oficiales y 22 soldados del Lautaro son dejados en Morococha para que se recuperen del
congelamiento en el cruce.
Otros,
pocos para fortuna de la división, no tuvieron esa suerte y no se les encontró
MOROCOCHA |
Mientras
tanto, en Pachachaca, una avanzada
de la columna Jarpa, instalada en el
camino, captura a dos serranos y obtienen información: el puente de la Oroya no ha sido destruido aun pues
los peruanos no saben del cruce de la cordillera, pero se encuentran listos
para hacerlo ante cualquier amenaza. Prepara al grupo de Cazadores, sesenta en
total con una pieza de artillería en un ataque sorpresa de madrugada. Deja
ordenado que se tenga listo un refuerzo de 125 soldados para el momento en que
lo pida. Y parte a las 2 AM. Avanza hacia el puente y usa el terreno a su
favor: el camino tiene un recodo que le permite ocultarse de la vista de los
guerrilleros que controlaban el puente, a dos cuadras de distancia (200 a 250
metros). Lanza sin gritar a la caballería que lleva, a toda carrera, cruzando
el puente a toda velocidad para situarse al otro lado y evitar que allá lo
corten. Pronto le siguen sus hombres chivateando, para asustar con el ruido a
los indígenas que encuentran en el lugar. Los serranos sorprendidos apenas y
alcanzan a huir a pie, dejando caballos en el lugar. Huyen en dirección a Tarma, para informar a las tropas
instaladas en esa ciudad, de la caída del puente en manos chilenas (lo que se
comunica de inmediato a Cáceres).
Empieza a cruzar el resto de los Cazadores pero el puente se estremece y
empieza a bambolearse peligrosamente. Los peruanos han arrancado unos dos
metros del pavimento del puente con anterioridad. Para remediarlo, los chilenos
momentáneamente arrancan puertas y ventanas de una casa que estaba del lado
chileno del puente, y con ello se cubre lo que falta para cruzar, todo en diez
minutos. Ahora la caballería carga antes que los peruanos puedan reaccionar y
pedir refuerzos. Ante los disparos que se le hacen desde la altura descabalga y
persigue a los defensores del puente, por los cerros. Al final de los dieciocho
peruanos de guarnición, mueren 8 (2 de los tres jefes que tenían) y se capturan
2, y con ellos 21 sables y 21 fusiles caen (declaran los chilenos) en manos de
los atacantes.
El 23 a las 5 AM cruza el puente de la Oroya el Chacabuco y parte de la
caballería y el 24 el resto de la división Gana, que había permanecido en
Pachachaca. Dos frailes franciscanos que cruzan hacia Lima le dan información
reciente: en Tarma hay dos
batallones, el Zepita y el Tarapacá, y la fuerza principal de Cáceres está en Jauja preparando la retirada a Huancayo
y de ahí a Ayacucho.
Por lo
tanto se decide tomar el camino a Tarma[5],
más cerca y considerando cualquier ataque directo a Jauja como una pérdida de tiempo ya que Cáceres se habría retirado mucho antes que los chilenos pudieran
llegar. Pero de igual manera ordena avanzar al mayor Jarpa con 80 soldados de caballería por el camino de Jauja, en un reconocimiento en fuerza,
análisis del terreno, obtener información y estorbar la retaguardia del Brujo de los Andes, pero con órdenes
terminantes de evitar combate.
Al
amanecer del 24, entonces, la división Gana, integrada por el Segundo
de Línea, Lautaro, Chacabuco, Carabineros de Yungay, un
escuadrón del Cazadores y 12 piezas de montaña como artillería, cruzó desde la Oroya hacia Tarma. En su memoria, el soldado Ibarra dirá “tuvimos que alojarnos en ese terreno a las 10. P. M. y llegaron las
demás tropas que venían a la retaguardia,…el 2º de Línea, fue el primero en
pasar al otro lado sin ningún tropiezo, y así seguían pasando las demás tropas,
en ese momento daban las 12 P. M. y mi Coronel dio órdenes que le hicieran
rancho a la tropa, y nos alojamos.”
A dos horas
de su avance Gana encuentra una
resistencia, calculada en 200 hombres, en una garganta muy estrecha, Chilhuay, dominando la altura. Gana
ordena adelantar infantería para que ocupara las alturas próximas y amenazara a
los guerrilleros con cogerlos desde las mismas alturas. Los guerrilleros, para
las 9 de la mañana, se retiraron sin disparar. Se organizan dos columnas,
frente a los dos caminos que conducen a Tarma. Por uno va Francisco Gana con el
Lautaro, artillería y 40 hombres de caballería. Por el otro el resto de la
caballería y el Chacabuco. Esas rutas se unen frente a Aillabamba, un pueblo que se encuentra situado en la falda del
cerro Guambalaqui, y que por su situación, dominaba la ruta
totalmente, la cual era cruzada por una profunda hondonada.
MAPA MODERNO DE LA RUTA OROYA-TARMA |
La
avanzadilla de caballería del cuerpo principal de tropas chilenas, al mando de José Manuel Alcérreca, avanza
hasta una juntura de caminos, para dar
de forraje a los caballos. Luego sigue hacia el pueblo y al salir de un recodo
da de lleno con el pueblo de Aillabamba.
De inmediato, desde la altura,
empieza una descarga de fusilería que le dejaron un muerto y un herido y la
pérdida de cuatro caballos. Alcérreca
estaba entre un cerro escarpado a la derecha y una profunda hondonada por la
izquierda, sin la posibilidad de maniobrar ya que los peruanos estaban quebrada
de por medio, por lo que retrocede al recodo del camino y desembarca a la mitad
de su gente, a la que ordena vaya subiendo hacia las alturas y el resto, con
todos los caballos, dispara a los peruanos para llamar su atención. Esto dura
alrededor de 20 minutos. Se aproxima el coronel Gana y dispone un par de piezas de artillería de apoyo y manda una
compañía de lautarinos a rodear el
pueblo, junto a 50 de caballería, para cortar la retirada, pero los defensores
peruanos son más rápidos en su huida, tras un par de disparos de la artillería
chilena. La división se detiene ahí y al día siguiente recién entra a Tarma, el 25 de enero. Previamente envía mensaje a las autoridades de Tarma avisando de la llegada de los
chilenos en paz y para dar protección de las montoneras y bandidaje, pero si la
población se oponía por la fuerza, llegaría todo el rigor de la guerra. Las
autoridades tarmeñas pronto
respondieron que Cáceres se había
retirado y la población estaba indefensa y tranquila y solicitan que se asegure
la vida y propiedades de la población por parte del ocupante chileno.
Mientras,
el mayor Jarpa avanza hasta la
hacienda Jauja a 18 km de la ciudad
del mismo nombre, el 24 en la noche
y en la madrugada del 25 captura a
indígenas porteadores, quienes le informan que el Ejército del Centro del Perú sigue en esa ciudad. Para apresurar la
salida de Cáceres hacia Huancayo, Jarpa hace escribir una orden de Gana (que es falsa) para que un correo, soldado suyo, aparentando
prisa, llegara a la carrera en su caballo, mientras interrogaba a los serranos.
Lee en voz alta el supuesto mensaje, informando que la división Gana estaba
presta a llegar a Jauja. Para las 2
PM de ese día.
Jarpa le dice a los indios que se trasladen a Jauja para avisarle al alcalde que
preparara el alojamiento de 3.000 chilenos. A corta pero segura distancia el
oficial chileno sigue a los
indígenas, pero sin prisa. En ninguna parte encuentra avanzadas de Cáceres, mientras cruzan el valle de Acoya que antecede a Jauja.
Sitúa a cinco hombres en un camino hacia la izquierda, antes de pasar una loma
que tapa la vista de la ciudad, dejándoles ocultos, mientras él sigue adelante
con el resto del personal por el camino de la derecha. Manda una avanzada de 20
hombres, quienes avanzan sin ser molestados hasta 400 metros de la población y
pueden observar las prisas con que se mueven los serranos, luego se oye el
ruido de cornetas llamando a generala y finalmente se forma una gruesa columna
de infantería que empieza a salir de Jauja.
Los indios han informado al Tayta que
hay un grupo reducido de chilenos, la oportunidad de aniquilarlos se presenta y
se envían tropas, que son las que ve Jarpa
a la distancia. Es lo que recuerda la cónyuge de Cáceres, “Un día, en
Jauja, mientras Cáceres,
sus ayudantes y (su
familia, almorzaban), llegaron
llorando una indiecitas.
Anunciaban que tropas enemigas
se habían presentado
a dos leguas
de Jauja. Cáceres, siempre sereno ante
el peligro, temiendo
sin embargo,…se sintió bruscamente confundido. Lo vi tan
angustiado y aturdido (dice su esposa, pero el general pronto reacciona)…Los ayudantes, rápidamente, se alistaron
para salir con su jefe; iban y venían de un lado a otro preparando sus armas.”[6]
Cáceres envía a un ayudante suyo, para que se adelante
y se sitúa hacia el camino de la izquierda para ver la avanzada chilena, pero allí
ya había un grupo de chilenos (los que había mandado previamente Jarpa). El
ayudante avanza incauto al no ver a nadie y los chilenos que estaban escondidos
lo capturan[7].
Mientras tanto la gruesa división de infantería peruana se mueve hacia Tarma para cortar el paso de la
avanzada chilena, por lo que Jarpa
ordena retirada, que merced a los caballos con que cuentan les permiten irse
sin daño. Ese mismo día el Brujo de los
Andes había reconocido al gobierno del almirante Lizardo Montero, que había
derribado a Pierola.
JOSÉ FRANCISCO GANA |
En la
madrugada del 26 Jarpa llega donde Gana para avisar que Cáceres
estaba iniciando de nuevo su retirada. Francisco
Gana calcula que las tropas peruanas deben ya ir camino a Huancayo y apostaba porque Cáceres iba en dirección hacia Ayacucho en su retirada. Gana envía mensajeros para que informen
a Lynch que las tropas se mantendrán
en posición allí hasta que lleguen los refuerzos y mientras también buscan a
los rezagados que quedan de la división en la ruta seguida, y la tropa
descanse.
En Tarma y la zona adyacente se ordena la
entrega de municiones y armas a la autoridad chilena, para privar de ellas a
cualquier montonera que la población peruana intentara organizar. A eso suma un
toque de queda y restricción al tránsito de personas. Tarma…era simpática, el clima suave,
y la campiña
linda. Se llegaba
a la ciudad
por una hermosa avenida ornada
de árboles frondosos. Para
un chileno era “una ciudad bien parecida,
con calles rectas, edificios modernos y una magnífica plaza con jardín que
tenía una pila de fierro.”[8]
Sigue la
esposa de Cáceres, “las ferias
dominicales tienen notas atractivas y como a
la de Huancayo, vienen los
indios de las aldeas vecinas trayendo
diversidad de industrias manuales: preciosas telas tejidas, ricas pieles de
vicuña, pacos, llamas, alpacas; piezas curiosas de cerámica, gran variedad de
juguetes. Existe aún en la feria de todos los domingos la costumbre primitiva
“cambio, cambio”; es decir el cambiar unas cosas por otras.[9]
Manda, el
27 en la noche, a Jarpa junto a 50 Cazadores de nuevo
hacia Jauja, para que, si es
posible, tomen posesión de ella, lo que hace a las 7 de la tarde del día
siguiente. Mientras tanto, las tropas peruanas que estuvieron en Tarma ya han
llegado a Jauja donde se juntan a las de Cáceres,
quien emprende la retirada a San
Jerónimo el 25 de enero y el 27 a Huancayo. A esa altura, el reconocimiento del gobierno de la
Magdalena le ha indispuesto con el coronel
Panizo, fiel pierolista, por lo que se hace difícil esperar mucha ayuda de
esas tropas, aunque Cáceres no lo sabe (o al menos así lo declaró en sus
memorias), por lo que espera que la división en Ayacucho se le una en Izcuchaca
y dar una batida a los chilenos.
En la
tarde del 30 Gana envía un batallón de infantería, toda la caballería y la
artillería a unirse a Jarpa.
Posteriormente, el 1° de febrero,
manda al Lautaro a ocupar Huancayo
y ordena que se instale guarnición en Concepción
[1] Los Clases y Soldados de La Concepción. La Senda de la Gloria
[2] Los Clases y Soldados de La Concepción. La Senda de la Gloria. En
https://www.ejercito.cl/?HistoricoRevistas&publicacion=2
[3] Crónica del Chacabuco
6° de Línea (Tomo 3), página 111.
[4] Senén Palacios
Navarro. “Carta a su padre
don Faustino Palacios
Loyola”, Huancayo, 25 de
marzo, 1882. En Gertrudis Muñoz de Ebensperger, Senén Palacios. El Médico del
Desierto, Santiago, s/e, 1958, pp. 19 y 20. En Los Subtenientes de La
Concepción. La Tríada Heroica. En
https://www.ejercito.cl/?HistoricoRevistas&publicacion=2
[5] Gana Castro explicará
en su parte de la campaña, que la decisión de no perseguir directamente a
Cáceres hasta Jauja se explicó por las constantes lluvias que siguieron al
cruce de la cordillera y el estado en que iba la tropa. Ver el parte oficial en
Ahumada, Tomo VI, página 413.
[6] Antonia Moreno de Cáceres Recuerdos de la Breña
[7] Se trata de Francisco
Porta y Jil
[8] Los Subtenientes de La
Concepción. La Tríada Heroica. Descripción de Senén Palacios
[9] Antonia Moreno de Cáceres, Recuerdos de la Breña
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