ONCE DE JULIO: Los cuerpos de los oficiales de la guarnición serían
enterrados delante del altar mayor de la Iglesia. La tropa y clases detrás del
edificio religioso. Todos los cuerpos fueron lavados y envueltos en sábanas
blancas para cubrir su desnudez. Las mujeres descansaron junto a las tropas y
sus hijos e incluso el cuerpo de Cuico. Esa mañana prendieron fuego a ese
edificio y que las ruinas cubrieran la tumba colectiva, por miedo a que los
peruanos volvieran a profanarlos[1].
Se hizo una misa de responso por todos ellos. No se disparó
ninguna salva debido a la escasez de municiones. Los cuerpos de los montoneros
y los fusilados después, nada se ha dicho, pero es probable que fueran
simplemente lanzados al río Mantaro y que la corriente dispusiera de ellos o
bien cuando el Ejército chileno se retiró ardieran con el pueblo.
El desayuno es caldo, carne cocida y café. Las tropas
comienzan a preparar el viaje hacia Jauja.
La división chilena parte el 11 de julio al mediodía. A las 2 PM ya no hay chilenos en el pueblo
que arde por los cuatro costados. El pueblo estaba deshabitada pues la
población se había trasladado a Ocopa a buscar refugio y no habían vuelto. Los
extranjeros fueron sacados del lugar y los pocos peruanos que se quedaron luego
de la batalla fueron fusilados.
COLUMNA GUERRILLERA PERUANA |
Detrás suyo deja del Canto una pequeña retaguardia del Carabineros.
Un escuadrón de 25 jinetes, a cargo del alférez Alfredo Sierralta. Se hayan escondidos en una poco profunda
hondonada en medio de los matorrales, a la orilla del río Mantaro, esperando que los peruanos volvieran al pueblo para
festejar (y también saquear lo que quedara). Le han montado una trampa para las
montoneras.
Desde los pueblos situados al oeste de Concepción, cruzando
el Mantaro, como Sincos y caceríos como Huantani, Mitos
y Sincaya, empiezan a bajar gente
hacia el pueblo en llamas. Alrededor de las 3 PM el chileno ordena a su tropa
que monte, pero se mantenga oculta. Luego, manda a 10 de sus hombres que vayan
por la orilla del río hasta el puente de cimbra que une Concepción con Sinco y
lo corten, al ver que no aparece nadie más. Muchos de los peruanos (serranos)
llevan los trofeos del Chacabuco, chaquetas, quepis. Armas
no, porque se las han llevado los regulares, necesarias para armar a más
tropas.
Cumplida la tarea para impedir cualquier escape, en ese
mismo punto reúne a toda su fuerza y la apresta: “la carga va a ser buena” ha dicho antes. Y salen de su escondite
primero al trote y luego al galope, sorprendiendo a los peruanos[2]
que no forman defensa alguna y huyen por el terreno abierto. Cortado el puente
la única escapatoria es el Cerro del
León, pero son pocos los que alcanzaran ese terreno, pues además de los
sables están las carabinas que dan cuenta de casi todos. Unos trescientos
cuerpos quedan tendidos en el suelo. No se tomaron prisioneros. Nunca existió
el interés en capturarlos. Cumplida la tarea[3],
se retiran a las cuatro de la tarde, para seguir a las tropas de del Canto hacia Jauja, quemando todos los pueblos en el camino[4].
Es posible que se refiera a las poblaciones de Matahuasi y Apata, así
como Masma y Julcan cerca de Jauja.
Dirá el coronel Ambrosio
Salazar “Saquearon la población,
prendieron fuego al templo y principales casas de la ciudad; tocaron degüello y
Canto ordenó que la infantería se distribuyese por el pueblo y la caballería
por los suburbios con la divisa de no dejar ningún ser viviente….Desgraciadamente,
algunos respetables caballeros, como Miguel Patiño, Juan de Dios Salazar,
Isidro Lizárraga y Ángel Véliz fueron horriblemente victimados por no haber
abandonado la población. Algunos fueron tratados con piedad, pero por
conveniencia: los hicieron conducir camillas con enfermos hasta La Oroya, de
donde pudieron escurrirse sin ser vistos por los chilenos: fueron…Santiago
Manrique Tello, Marcelino Hernández y José Santos Moreno, que aún permanecían
por los alrededores de la población, con rifle en mano, y que también se
batieron.”[5] Sólo
se respetó a los extranjeros, quienes igual de todos modos perdieron lo que
tenían por el incendio del pueblo.
En la ciudad
apenas habían permanecido 20 habitantes, de los cuales 18 fueron pasados por
las armas inmediatamente,…escapándose a los cerros dos. Todas las casas fueron
saqueadas e incendiadas por los chilenos al abandonar la población… A su paso
por Matahuasi, los chilenos se
entregaron a los mismos actos de barbarie, asesinando alevosamente a más de 20
infelices.[6]
El 11, el ejército del Centro hizo su
entrada triunfal en Huancayo, en
medio de las manifestaciones de la población que saludaba con entusiasmo a sus
libertadores…..El General Cáceres, después de haber descansado al ejército una
hora en Huancayo, emprendió
nuevamente su marcha sobre Jauja,…Cáceres
perseguía a los enemigos en su retirada, demorándose apenas algunas horas en Concepción y Jauja para hacer descansar a la tropa fatigada por una marcha
forzada en persecución de un enemigo que esquivaba presentar combate[7].
El ejército de Cáceres mantiene prudente distancia de los
chilenos, esperando que Gastó los embosque en el camino hacia Jauja, mientras
el se acerca hacia Concepción que encuentra destruida.
Primera marcha.
De Jauja a Tarma: El avance de la división del Canto
continuó de la misma manera que empezó en Huancayo,
pero ahora “se hacía desordenadamente por
diversas causas. Ya eran algunas camillas que se dispersaban un tanto, que
algunos avanzaban en burro y rompían las filas, que otros descansaban cuando la
generalidad marchaba, etc. Lo que más preocupaba y fastidiaba era la custodia
de los indios que conducían las camillas de los enfermos graves” Para
impedir que huyeran, se les había amarrado con un cordel cuyo extremo llevaba
el soldado de custodia, y además se amarraban la pierna de uno con la pierna de
otro, formaron colleras, dos de las cuales se destinaban a cada camilla. En la
noche los indios formaban un corrillo mientras eran custodiados.
Un poco antes de llegar a Jauja, al ver que las montoneras empezaban a aparecer en las
cumbres de los cerros se envió dos compañías a limpiar las alturas y allí caen
dos soldados del Lautaro. Al pasar por el
frente del convento de Ocopa, algunos oficiales pidieron a del Canto que les permitiera enviar una partida y capturar a los
refugiados en el lugar, especialmente el obispo del Valle. Pero el coronel les niega el permiso, imaginando los
efectos que tendría esa medida en la población serrana y para el gobierno de
Chile.
Llegan el 11 mismo a Jauja
donde ya los espera el rancho y se encuentra guarnecido por dos compañías del Chacabuco. La vanguardia llega a las 5
PM, pero el último grupo de la retaguardia llega a las 8 PM. Ese mismo día
Cáceres ha recibido el parte del combate de Concepción y da nuevas
instrucciones a Gastó “como el enemigo
marcha en completo desconcierto, es urgente apresurar nuestras marchas con el
fin de destrozarlo…la división de su mando y los guerrilleros que la acompañan
sigan su marcha con dirección a Jauja…las fuerzas a mi mando se unirán en
breve…procediendo de acuerdo con (Tafur) disponga que parte de los guerrilleros marche a cortarles la retirada
por el camino paralelo al que los chilenos toman” y que no arriesguen
combate salvo que sea en su ventaja.
Pero más allá de eso, la división chilena no tuvo mayores
dificultades salvo los ataques a distancia de fusil por parte de las montoneras
peruanas situadas cerca de Jauja
(quizás entre Atara y Huamalí), donde se forma un cuello de
botella entre los cerros y el río, y que le costaron a la columna dos muertos,
del Lautaro.
El mismo día se recibe el despacho de nombramiento del
capitán Boonen Rivera a la Escuela Militar y parte de inmediato en dirección a
la costa, acompañado de una breve escolta. Al día siguiente, el 12 continúa la marcha rumbo a Tarma. Es
una noche invernal con frío glacial. El soldado Ibarra recordó que recién
salieron “en marcha a las 10 P. M.
anduvimos toda la noche y llegamos a Talma a las 5:45 A. M. El 2º de Línea marchaba a la vanguardia y a
la retaguardia, a la expectativa del enemigo.[8]
Además el 12 llega una carga de municiones a Tarma, 25.000 tiros que mejoran un
poco la escasez que sufría la división.
A las 2 PM una
montonera (la división de Vanguardia de Gastó) se acercó a Tarma pero sin que nada
mas aconteciera.
Bien de mañana del
Canto hizo salir a un grupo de heridos y enfermos que llevaba la división,
bien protegidos, con el grupo de Alejandro Guzmán, quienes llegan el 13 a Tarma
y con esa caballería pudo combatir a una montonera en Cocachajas, donde mataron a 12 peruanos, quienes habían
asaltado a un comerciantes llevándose
las cargas que llevaba a Huancayo.
Los intentos de atacar a la pequeña columna el 13 de julio no funcionaron y atravesó el camino de Jauja a Tarma sin complicaciones.
En la noche del 12
evacúa a los que se encontraban en el hospital de Jauja, acompañados por tropa y caballería también. Sin problemas
llegan a Tarma. Finalmente alrededor de la 1 AM hace salir al resto de la
división. “…el desfile por el pueblo fue
trabajoso, a consecuencia de lo estrecho de las calles, formándose tacos de
burros y mulas con cargas que era imposible deshacer en media hora. La noche
además estaba algo oscura y era imposible andar sin romperse los huesos a
encontrones. Sólo a las 2 y media AM pudo salir la retaguardia y dejar el
pueblo”. Los carabineros fueron los últimos en salir, media hora más tarde,
protegiendo a las últimas unidades.
Pero luego la marcha continúa sin contratiempos y cuando
amanece ya están a 30 kilómetros de Jauja,
donde se detienen para organizar bien la marcha y esperar a los rezagados. Se
reanuda la marcha por una cuesta caracoleada que asciende en suave zigzag. Se
harán en el día tres o cuatros detenciones cortas, pero no alcanzan a llegar a
Tarma, sino que quedan a dos leguas (unos 12 kilómetros) del poblado. Pero
algunos (del Canto, el Estado Mayor
y un puñado de oficiales) llegan hasta Tarma
y alojan allí en la noche. La división hace su ingreso en la mañana del 14 en fracciones. Allá les espera el
descanso, un cuartel y lo más importante, el rancho.
CRUZ MARTÍNEZ Y SU ÚLTIMA CARGA |
Combate de
Tarma-tambo: El 14 llega un mensaje desde Lima,
en que se ordena a del Canto a
concentrar su fuerza en la línea de La
Oroya. Ese día ordena el jefe de la división chilena, trasladar dos
compañías del Chacabuco a La Oroya
a reforzar la guarnición. Va en ese grupo Jorge Boonen Rivera, como mensajero
de las comunicaciones de la división para Lynch,
continuando con una pequeña comisión que lleva (tres soldados y un cabo) hacia Casapalca y desde allí a Chicla, donde llega el 15
El coronel del Canto
ordena el mismo 14, a las 4 pm,
instalar en Tarma-tambo (cacerío
ubicado al sur del pueblo) una avanzada para evitar sorpresas peruanas. Así
describe el terreno el lautarino
Benavides Santos, En el cacerío, deshabitado, llegan los chilenos. Instalan un
vivac, cerca de un corral, en el pie de monte de un altísimo cerro, el que “se extendía en suave pendiente de doscientos
o trescientos metros hasta el camino que pasaba al fondo de la quebrada. Al
otro lado de ella seguía, también en declive, otra extensión de terreno de
trescientos metros aproximados; y en seguida los cerros que formaban la
quebrada por ese lado”.
En la mañana del 15
descubre con las primeras luces que los peruanos lo están rodeando, con una
fuerza de alrededor de un centenar de fusileros y quizás un millar de indios.
Se trata del coronel Tafur. Entonces
Benavides manda de inmediato a pedir
refuerzos con un subteniente que marcha a caballo para cumplir su misión.
Previendo que el combate se podía alargar en más de un día, acumula agua en
tiestos a un corral de piedra, donde sitúa a su compañía. El recinto resulta
ser un bunker inexpugnable, hecho de
piedra. Son ruinas incaicas. Con sólo retirar algunas piedras, crea sus propias
troneras, para que sus hombres puedan disparar sin riesgo alguno para ellos.
Los peruanos han aprendido de la experiencia en La
Concepción, lo que hace el fuego de los fusiles modernos de guerra, por lo que
el ataque es mucho más ordenado. Dejemos a Benavides
que lo describa: “Venían en primeras
filas como en línea, de treinta a cuarenta hombres de uniforme y con rifles,
que eran, al parecer, los mejores tiradores. En seguida, varias filas un tanto
compactas de indios con lanzas, en los flancos, a tres o cuatro metros unos de
otros, indios armados con hondas (completamente inútiles) y como circundando la columna atacante,
rifleros de uniforme, desplegados en guerrilla, que cubrían la retaguardia y los
flancos, ocupando como doscientos metros de frente con un fondo de cien o más”.
Les gritan que se rindan o les va a pasar lo mismo que a los de Concepción. Benavides, nuevamente
previsor, cuida las municiones, pues contaba con 80 por hombre[9].
Ordena, parar rechazar cada ataque, hacer una descarga cerrada cuando su
enemigo se acerca, disparos que siempre se hacen a su voz de mando y luego los
soldados procedían a fuego a discreción, contra blancos individualmente
escogidos. Los soldados chilenos eligen con precisión a sus víctimas, seguros
de su impunidad detrás el muro de gruesa piedra. Los peruanos avanzaban, los
chilenos disparaban y alrededor de un minuto o dos, los atacantes retrocedían
rápidamente, incrementando sus pérdidas, pero llevándose consigo a los heridos
y muertos que podían. Según Benavides,
se realizaron entre 10 y 12 ataques, todos rechazados durante siete u ocho
horas que duró el sitio. Para tranquilizar a sus hombres, les aseguraba que los
refuerzos, seguro, llegarían como a las 5 PM y entre todos darían cuenta de los
atacantes. Más de uno de sus soldados pensaba en el destino de la Cuarta
Compañía del Chacabuco. Pero no dejaban de disfrutar la ventaja de su posición
al elegir sus blancos
Al mediodía, y ocupando ya cuatro horas de combate, los
peruanos reciben refuerzos. Se trata del batallón regular Zepita[10].
Estos son tropas regulares (o sea soldados que ya habían peleado antes en la
guerra o al menos tenían entrenamiento) armadas con fusiles y de uniforme.
Llevan consigo, dice Benavides,
incluso una enorme bandera peruana y banda de músicos que rompen a tocar para
apoyar a sus tropas. Con estos refuerzos las tropas se envalentonan y avanzan
pese al fuego chileno, tanto así que el oficial chileno ordena armar bayonetas
para el evento de un choque cara cara, pero finalmente como los demás ataques,
este se desarma. Benavides,
sabiamente, ordena no salir a perseguir a los vencidos, confiado de la
fortaleza en que se encuentra seguro. Alrededor de las 2 PM se empiezan a ver
tropas avanzando por el recodo del camino de Tarma, es una compañía del Lautaro,
otra del Santiago y dos piezas de artillería. Salen algunos tiros de
cañones contra los peruanos y las tropas que se acercan marchan en guerrilla y
al trote. Los lautarinos salen de su
refugio y pasan a colocarse en posición, para ocupar la parte baja de la quebrada,
desde donde disparan contra los atacantes que huyen hacia los cerros que
quedaban a su espalda. En el campo los peruanos dejan una veintena de muertos.
No hay bajas chilenas gracias a la previsión de Benavides.
Combate del
camino de Maco: Como a las 2 PM, relató el soldado
Ibarra, del Canto “dio órdenes en la hora
de almuerzo que fueran el 2º de Línea a buscar agua en la tarde en una laguna
que hay donde termina el pueblo, va un Cabo con 8 soldados por compañía y traer
agua en las Caramayolas y volviendo esos irán otros ocho a buscar agua, mi Cabo
Carvallo venía con 8 soldados de la laguna y mi Cabo…me pasó un billete de a 5
pesos (para comprar una cantimplora) yo
entré al negocio y me compré una caramayola de cañazo, es aguardiente de caña.
Eran las 5:35 P. M. cuando yo venía
saliendo del negocio y salí a mirar el cerro y divisé que venía bajando el
enemigo a 400 metros de distancia en dirección al pueblo, mi Cabo el enemigo a
la vista, el Cabo Emilio Carvallo y los 8 soldados al trote y a la carrera al
cuartel, y el corneta del 2º de Línea tocaba tropa y más tropa, y llegamos al
cuartel y nos armamos con nuestros rifles y municiones, eran las 5:45 P. M.
cuando el enemigo rompió el fuego, y los chilenos le combatieron sin pérdida de
tiempo, la fuerza enemiga…” Se
envió a dos compañías y carabineros para combatirlos y fuimos a dejar derrotados al enemigo de Cáceres, al interior de la
sierra, terminó el combate a las 7:40 P. M., y volvimos a las 10 P. M. a Tarma. Los segundinos que estaban
atrincherados en el cerro Maco vencen con cierta facilidad a los montoneros. El
ataque le costó caro a los peruanos, alrededor de 200 muertos en total,
incluyendo al jefe de la columna guerrillera de Iscay, dos oficiales, y privándolos de cuatro fondos para el rancho
y los chilenos aprovechan de quemar el campamento que tenían los atacantes en
la cercanía.
El plan general de Cáceres es que los guerrilleros tomen los
cerros que dominan la ciudad por la derecha, entren en combate parcial por ese
lado y llamar la atención de los chilenos, para que él tome el lado izquierdo y
corte los caminos de retirada y dar la batalla decisiva al día siguiente. Pero
ya los combates anteriores han impedido la concretización de la primera parte
del plan.
TARMA |
El 16 de julio,
ahora, los peruanos avanzan ahora sobre dos compañías del Segundo de Línea, en los
cerros San Juan de la Cruz y San Bartolomé, con alrededor de 300 regulares y
unos 2.000 indios (Gastó y Tafur). Ante
esa embestida contra los segundinos,
desde Tarma concurre el mismo del Canto a dirigir el contraataque con
dos compañías del Segundo de Linea y dos del Lautaro. Mientras que las dos de segundinos sube por la derecha, los lautarinos lo hacen por la izquierda,
para rodear a los atacantes, con suficiente éxito que desarman el ataque.
Incluso logran separar a un grupo de una veintena de peruanos que son
eliminados a la bayoneta.
El mismo 16 llega
a del Canto una nota emitida el dia anterior por Lynch donde le llama la
atención por enviarle el acta de la junta de guerra del 9 de julio, cuando era
del completo innecesario ya que las órdenes que le había transmitido en junio
contenían la misma medida: la retirada de Huancayo y sacar las guarniciones
pequeñas más expuestas. Y al día siguiente llegó otro mensaje en que expresaba
“tan pronto como reúna toda su división,
trate de atacar a Cáceres. Que la desocupación de la línea de la Oroya sería muy mal vista en estas
circunstancias. Que se le autoriza para tomar todo cuanto necesite para su
división, que si hubiese necesidad de echar mano de bienes de neutrales, lo
haga US dando el correspondiente recibo… Lo urgente es que US remita sus
enfermos para que pueda operar con más libertad” Además se le avisa que hay
tropas disponibles en Casapalca y Lima y que se le han enviado municiones
pero que si precisa mas, avise con antelación.
Las diversas fuerzas recibieron el aviso que se pasarían
varios días en Tarma. Empezaron a
llover los rumores, que Tarma sería el nuevo cuartel de la división y dese se
batirían a las montoneras de la zona y que llegarían uniformes y calzado nuevo.
Que se esperaba solamente al Tercero de Línea que seguía en Pasco o bien que esa unidad ya había
sido aniquilada por Cáceres. O que
enviaría a un batallón como guardia para enfermos y heridos y se quedaría en Chicla o bien volvería a Tarma. Al final lo único seguro que
tenían era que permanecerían por varios días y actuando de esa manera “muchos remendaban su uniforme, otros
componían o hacían ojotas nuevas y todos pensaban en proveerse algunos
comestibles extras. Tras mucho afanes y trajines yo conseguí bañarme y ponerme
ropa interior limpia..¡no me había desnudado ni sacado las botas desde el día
siete en Huancayo!...¡Y como yo, todos!...”
CHICLA |
Y mientras en Chicla…: El 14 de julio
el coronel Juan Francisco Gana
recibió la instrucción de subir desde Lima hacia la cordillera, lo que hace
llevando consigo al batallón Miraflores, para establecer
guarniciones a lo largo de la línea férrea, al estar interrumpida en varias
partes, especialmente por el incendio del puente ferrocarrilero de Purhuay, lo que ha provocado que llegue
a Chicla el 17, enviando cuatro propios, a pie y montados para allegar al
comando chileno noticias del división del
Canto, obteniéndolas el 20 del
mismo mes, a través de Boonen Rivera, con quien baja desde la sierra a Lima
para informar directamente de la situación a Lynch. Allí aprovecha del capitán
de malquistar a Lynch con del Canto criticando sus decisiones y acusándole de
casi destruir la división que, según él, marchaba en franco desorden. Además
conversará con el corresponsal de El
Mercurio para dar una versión de los sucesos en la Sierra muy favorable para
él, cubriéndose las espaldas por su destitución como jefe de la segunda
compañía del Chacabuco y ser separado del regimiento. Serán las primeras
noticias que se tienen del combate de Concepción y pronto en el rumor callejero
de Lima, apoyado por las hojas que imprime el comité secreto peruano que apoya
la resistencia ya da por destruida la división del Canto.
Desde Chicla se
reúnen vituallas y equipamiento para las tropas que vienen del interior. En Surco dejó al capitán Ovalle del Miraflores, quien sale el 18 en la madrugada para buscar
montoneros volviendo con 17 prisioneros, de los que 9 fueron encontrados
culpables y fusilados el 20 de julio.
Gana, ese mismo día se traslada de
vuelta a Lima, aquejado de salud, dejando a cargo al coronel Martiniano Urriola, extendiendo el
territorio de su mando desde Chosica
a La Oroya.
[1] No pasó eso sino que
el Obispo del Huanuco, del Valle, ordenó al párroco de Concepción que los
desenterrara del lugar, quemase los restos y arrojara las cenizas a la tumba
común del cementerio local. Versión de Nicanor Molinare
[2] En el relato de
Molinare había indios, algunos con partes del uniforme del Chacabuco y también
algunos soldados regulares, vestidos de blanco, del Ejército del Centro.
[3] Molinare señala que
son 300 los muertos dejados en el lugar
[4] Dice Cáceres en uno de
sus partes, del 13 de julio que “En Concepción… han saqueado toda la población, incendiándola
más tarde y fusilando ancianos, mujeres, criaturas, en una palabra, cuantos se
presentaban a su vista por casualidad…en este desenfreno no se ha respetado
nada, ni los escudos y pabellones extranjeros que se hallaban en las casas y
tiendas de neutrales. El respetable médico francés, doctor Luis M. Yournés, ha
sido gravemente maltratado a culatazos y saqueada su casa. Los señores Schof y
Krignes (alemanes), Giolfo (italiano) y otros españoles han sido saqueados y
quemados sus establecimientos. En fin, no hay crimenes que no se hayan cometido”
[5] ASALTO DE
CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica
publicada en el diario “El Perú”, Lima, 8 de julio de 1886.
[8] El corresponsal peruano
pinta con tintas mas negras la situación: “a
las 3 P.M., el coronel Canto con su Estado Mayor, entrando durante el resto del
día multitud de dispersos en completa confusión. A las 4 P.M. el comandante Barahona, jefe de
esta plaza, convocó a todos los notables del lugar y a la colonia extranjera a
una reunión, en las que les participó que la vida de los habitantes de la
población dependía del modo como fuesen tratados sus soldados y que si amanecía
muerto algún individuo de tropa, entregaría la ciudad al saqueo y haría pasar
por las armas a toda la población, sin distinción…. Enseguida disolvió la
reunión sin dar oídos a las protestas de las colonias extranjeras que exigían
garantías como neutrales.
El mismo
coronel Canto, al día siguiente, manifestó a la colonia extranjera que…él
garantizaba la población contra cualquier desborde de la tropa de su mando, con
la condición de que se le proporcionasen todos los víveres de que había
menester para el sostenimiento del ejército. A pesar de esta garantía, la población
siguió alarmada…A las 9 P.M. del día 14 comenzó a penetrar en la ciudad, en
completa confusión, el ejército chileno, acuartelándose en las mejores casas,
cuyos dueños fueron intimados a desalojarse en el menor tiempo posible,
llevándose únicamente la ropa de su uso. entró
el resto del ejército, habiendo necesidad de desocupar cuatro o cinco casas más
de las principales, transformándolas en cuarteles. El comercio cerró sus
puertas y las calles permanecieron desiertas durante el día, retirándose los habitantes
a sus casas. La ciudad no tenía víveres, y el Jefe de la plaza los exigía,
amenazando con el saqueo y la destrucción de la ciudad si no se le entregaba lo
que pedía en el plazo de algunas horas.[8]Esto
resulta poco creible ya que ciudad llevaba meses con guarnición chilena y del
Canto había avisado con tiempo que se tuviera el alojamiento para las tropas
que venía en camino, así como alimento. Más parece, si así se lo contaron al
corresponsal peruano, es para justificar la ayuda obligada que tuvieron que dar
al invasor chileno.
[9] En la Concepción eran
alrededor de ciento treinta por soldado
[10] En su parte de guerra,
Cáceres señala: “En la tarde de ese mismo
día bajé con una compañía del batallón Zepita, la situé de avanzada en el cerro
de Tarma-Tambo, que domina Tarma por la izquierda
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