El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 19 de abril de 2018

LA SIERRA CENTRAL. 1882. (XII)


ONCE DE JULIO: Los cuerpos de los oficiales de la guarnición serían enterrados delante del altar mayor de la Iglesia. La tropa y clases detrás del edificio religioso. Todos los cuerpos fueron lavados y envueltos en sábanas blancas para cubrir su desnudez. Las mujeres descansaron junto a las tropas y sus hijos e incluso el cuerpo de Cuico. Esa mañana prendieron fuego a ese edificio y que las ruinas cubrieran la tumba colectiva, por miedo a que los peruanos volvieran a profanarlos[1].
Se hizo una misa de responso por todos ellos. No se disparó ninguna salva debido a la escasez de municiones. Los cuerpos de los montoneros y los fusilados después, nada se ha dicho, pero es probable que fueran simplemente lanzados al río Mantaro y que la corriente dispusiera de ellos o bien cuando el Ejército chileno se retiró ardieran con el pueblo.
El desayuno es caldo, carne cocida y café. Las tropas comienzan a preparar el viaje hacia Jauja.
La división chilena parte el 11 de julio al mediodía. A las 2 PM ya no hay chilenos en el pueblo que arde por los cuatro costados. El pueblo estaba deshabitada pues la población se había trasladado a Ocopa a buscar refugio y no habían vuelto. Los extranjeros fueron sacados del lugar y los pocos peruanos que se quedaron luego de la batalla fueron fusilados.
COLUMNA GUERRILLERA PERUANA
Detrás suyo deja del  Canto una pequeña retaguardia del Carabineros. Un escuadrón de 25 jinetes, a cargo del alférez Alfredo Sierralta. Se hayan escondidos en una poco profunda hondonada en medio de los matorrales, a la orilla del río Mantaro, esperando que los peruanos volvieran al pueblo para festejar (y también saquear lo que quedara). Le han montado una trampa para las montoneras.
Desde los pueblos situados al oeste de Concepción, cruzando el Mantaro, como Sincos y caceríos como Huantani,  Mitos y Sincaya, empiezan a bajar gente hacia el pueblo en llamas. Alrededor de las 3 PM el chileno ordena a su tropa que monte, pero se mantenga oculta. Luego, manda a 10 de sus hombres que vayan por la orilla del río hasta el puente de cimbra que une Concepción con Sinco y lo corten, al ver que no aparece nadie más. Muchos de los peruanos (serranos) llevan los trofeos del Chacabuco, chaquetas, quepis. Armas no, porque se las han llevado los regulares, necesarias para armar a más tropas.
Cumplida la tarea para impedir cualquier escape, en ese mismo punto reúne a toda su fuerza y la apresta: “la carga va a ser buena” ha dicho antes. Y salen de su escondite primero al trote y luego al galope, sorprendiendo a los peruanos[2] que no forman defensa alguna y huyen por el terreno abierto. Cortado el puente la única escapatoria es el Cerro del León, pero son pocos los que alcanzaran ese terreno, pues además de los sables están las carabinas que dan cuenta de casi todos. Unos trescientos cuerpos quedan tendidos en el suelo. No se tomaron prisioneros. Nunca existió el interés en capturarlos. Cumplida la tarea[3], se retiran a las cuatro de la tarde, para seguir a las tropas de del Canto hacia Jauja, quemando todos los pueblos en el camino[4]. Es posible que se refiera a las poblaciones de Matahuasi y Apata, así como Masma y Julcan cerca de Jauja.
Dirá el coronel Ambrosio SalazarSaquearon la población, prendieron fuego al templo y principales casas de la ciudad; tocaron degüello y Canto ordenó que la infantería se distribuyese por el pueblo y la caballería por los suburbios con la divisa de no dejar ningún ser viviente….Desgraciadamente, algunos respetables caballeros, como Miguel Patiño, Juan de Dios Salazar, Isidro Lizárraga y Ángel Véliz fueron horriblemente victimados por no haber abandonado la población. Algunos fueron tratados con piedad, pero por conveniencia: los hicieron conducir camillas con enfermos hasta La Oroya, de donde pudieron escurrirse sin ser vistos por los chilenos: fueron…Santiago Manrique Tello, Marcelino Hernández y José Santos Moreno, que aún permanecían por los alrededores de la población, con rifle en mano, y que también se batieron.[5] Sólo se respetó a los extranjeros, quienes igual de todos modos perdieron lo que tenían por el incendio del pueblo.
En la ciudad apenas habían permanecido 20 habitantes, de los cuales 18 fueron pasados por las armas inmediatamente,…escapándose a los cerros dos. Todas las casas fueron saqueadas e incendiadas por los chilenos al abandonar la población… A su paso por Matahuasi, los chilenos se entregaron a los mismos actos de barbarie, asesinando alevosamente a más de 20 infelices.[6]
El 11, el ejército del Centro hizo su entrada triunfal en Huancayo, en medio de las manifestaciones de la población que saludaba con entusiasmo a sus libertadores…..El General Cáceres, después de haber descansado al ejército una hora en Huancayo, emprendió nuevamente su marcha sobre Jauja,…Cáceres perseguía a los enemigos en su retirada, demorándose apenas algunas horas en Concepción y Jauja para hacer descansar a la tropa fatigada por una marcha forzada en persecución de un enemigo que esquivaba presentar combate[7].
El ejército de Cáceres mantiene prudente distancia de los chilenos, esperando que Gastó los embosque en el camino hacia Jauja, mientras el se acerca hacia Concepción que encuentra destruida.

Primera marcha. De Jauja a Tarma: El avance de la división del Canto continuó de la misma manera que empezó en Huancayo, pero ahora “se hacía desordenadamente por diversas causas. Ya eran algunas camillas que se dispersaban un tanto, que algunos avanzaban en burro y rompían las filas, que otros descansaban cuando la generalidad marchaba, etc. Lo que más preocupaba y fastidiaba era la custodia de los indios que conducían las camillas de los enfermos graves” Para impedir que huyeran, se les había amarrado con un cordel cuyo extremo llevaba el soldado de custodia, y además se amarraban la pierna de uno con la pierna de otro, formaron colleras, dos de las cuales se destinaban a cada camilla. En la noche los indios formaban un corrillo mientras eran custodiados.
Un poco antes de llegar a Jauja, al ver que las montoneras empezaban a aparecer en las cumbres de los cerros se envió dos compañías a limpiar las alturas y allí caen dos soldados  del Lautaro. Al pasar por el frente del convento de Ocopa, algunos oficiales pidieron a del Canto que les permitiera enviar una partida y capturar a los refugiados en el lugar, especialmente el obispo del Valle. Pero el coronel les niega el permiso, imaginando los efectos que tendría esa medida en la población serrana y para el gobierno de Chile.
Llegan el 11 mismo a Jauja donde ya los espera el rancho y se encuentra guarnecido por dos compañías del Chacabuco. La vanguardia llega a las 5 PM, pero el último grupo de la retaguardia llega a las 8 PM. Ese mismo día Cáceres ha recibido el parte del combate de Concepción y da nuevas instrucciones a Gastó “como el enemigo marcha en completo desconcierto, es urgente apresurar nuestras marchas con el fin de destrozarlo…la división de su mando y los guerrilleros que la acompañan sigan su marcha con dirección a Jauja…las fuerzas a mi mando se unirán en breve…procediendo de acuerdo con (Tafur) disponga que parte de los guerrilleros marche a cortarles la retirada por el camino paralelo al que los chilenos toman” y que no arriesguen combate salvo que sea en su ventaja.
Pero más allá de eso, la división chilena no tuvo mayores dificultades salvo los ataques a distancia de fusil por parte de las montoneras peruanas situadas cerca de Jauja (quizás entre Atara y Huamalí), donde se forma un cuello de botella entre los cerros y el río, y que le costaron a la columna dos muertos, del Lautaro.
El mismo día se recibe el despacho de nombramiento del capitán Boonen Rivera a la Escuela Militar y parte de inmediato en dirección a la costa, acompañado de una breve escolta. Al día siguiente, el 12 continúa la marcha rumbo a Tarma. Es una noche invernal con frío glacial. El soldado Ibarra recordó que recién salieron “en marcha a las 10 P. M. anduvimos toda la noche y llegamos a Talma a las 5:45 A. M. El 2º de Línea marchaba a la vanguardia y a la retaguardia, a la expectativa del enemigo.[8] Además el 12 llega una carga de municiones a Tarma, 25.000 tiros que mejoran un poco la escasez que sufría la división.
A las 2 PM  una montonera (la división de Vanguardia de Gastó) se acercó a Tarma pero sin que nada mas aconteciera.

Bien de mañana del Canto hizo salir a un grupo de heridos y enfermos que llevaba la división, bien protegidos, con el grupo de Alejandro Guzmán, quienes llegan el 13 a Tarma y con esa caballería pudo combatir a una montonera en Cocachajas, donde mataron a 12 peruanos, quienes habían asaltado  a un comerciantes llevándose las cargas que llevaba a Huancayo. Los intentos de atacar a la pequeña columna el 13 de julio no funcionaron y atravesó el camino de Jauja a Tarma sin complicaciones.
En la noche del 12 evacúa a los que se encontraban en el hospital de Jauja, acompañados por tropa y caballería también. Sin problemas llegan a Tarma. Finalmente alrededor de la 1 AM hace salir al resto de la división. “…el desfile por el pueblo fue trabajoso, a consecuencia de lo estrecho de las calles, formándose tacos de burros y mulas con cargas que era imposible deshacer en media hora. La noche además estaba algo oscura y era imposible andar sin romperse los huesos a encontrones. Sólo a las 2 y media AM pudo salir la retaguardia y dejar el pueblo”. Los carabineros fueron los últimos en salir, media hora más tarde, protegiendo a las últimas unidades.
Pero luego la marcha continúa sin contratiempos y cuando amanece ya están a 30 kilómetros de Jauja, donde se detienen para organizar bien la marcha y esperar a los rezagados. Se reanuda la marcha por una cuesta caracoleada que asciende en suave zigzag. Se harán en el día tres o cuatros detenciones cortas, pero no alcanzan a llegar a Tarma, sino que quedan a dos leguas (unos 12 kilómetros) del poblado. Pero algunos (del Canto, el Estado Mayor y un puñado de oficiales) llegan hasta Tarma y alojan allí en la noche. La división hace su ingreso en la mañana del 14 en fracciones. Allá les espera el descanso, un cuartel y lo más importante, el rancho.

CRUZ MARTÍNEZ Y SU ÚLTIMA CARGA
Combate de Tarma-tambo: El 14 llega un mensaje desde Lima, en que se ordena a del Canto a concentrar su fuerza en la línea de La Oroya. Ese día ordena el jefe de la división chilena, trasladar dos compañías del Chacabuco a La Oroya a reforzar la guarnición. Va en ese grupo Jorge Boonen Rivera, como mensajero de las comunicaciones de la división para Lynch, continuando con una pequeña comisión que lleva (tres soldados y un cabo) hacia Casapalca y desde allí a Chicla, donde llega el 15
El coronel del Canto ordena el mismo 14, a las 4 pm, instalar en Tarma-tambo (cacerío ubicado al sur del pueblo) una avanzada para evitar sorpresas peruanas. Así describe el terreno el lautarino Benavides Santos, En el cacerío, deshabitado, llegan los chilenos. Instalan un vivac, cerca de un corral, en el pie de monte de un altísimo cerro, el que “se extendía en suave pendiente de doscientos o trescientos metros hasta el camino que pasaba al fondo de la quebrada. Al otro lado de ella seguía, también en declive, otra extensión de terreno de trescientos metros aproximados; y en seguida los cerros que formaban la quebrada por ese lado”.
En la mañana del 15 descubre con las primeras luces que los peruanos lo están rodeando, con una fuerza de alrededor de un centenar de fusileros y quizás un millar de indios. Se trata del coronel Tafur. Entonces Benavides manda de inmediato a pedir refuerzos con un subteniente que marcha a caballo para cumplir su misión. Previendo que el combate se podía alargar en más de un día, acumula agua en tiestos a un corral de piedra, donde sitúa a su compañía. El recinto resulta ser un bunker inexpugnable, hecho de piedra. Son ruinas incaicas. Con sólo retirar algunas piedras, crea sus propias troneras, para que sus hombres puedan disparar sin riesgo alguno para ellos.
Los peruanos han aprendido de la experiencia en La Concepción, lo que hace el fuego de los fusiles modernos de guerra, por lo que el ataque es mucho más ordenado. Dejemos a Benavides que lo describa: “Venían en primeras filas como en línea, de treinta a cuarenta hombres de uniforme y con rifles, que eran, al parecer, los mejores tiradores. En seguida, varias filas un tanto compactas de indios con lanzas, en los flancos, a tres o cuatro metros unos de otros, indios armados con hondas (completamente inútiles) y como circundando la columna atacante, rifleros de uniforme, desplegados en guerrilla, que cubrían la retaguardia y los flancos, ocupando como doscientos metros de frente con un fondo de cien o más”. Les gritan que se rindan o les va a pasar lo mismo que a los de Concepción. Benavides, nuevamente previsor, cuida las municiones, pues contaba con 80 por hombre[9]. Ordena, parar rechazar cada ataque, hacer una descarga cerrada cuando su enemigo se acerca, disparos que siempre se hacen a su voz de mando y luego los soldados procedían a fuego a discreción, contra blancos individualmente escogidos. Los soldados chilenos eligen con precisión a sus víctimas, seguros de su impunidad detrás el muro de gruesa piedra. Los peruanos avanzaban, los chilenos disparaban y alrededor de un minuto o dos, los atacantes retrocedían rápidamente, incrementando sus pérdidas, pero llevándose consigo a los heridos y muertos que podían. Según Benavides, se realizaron entre 10 y 12 ataques, todos rechazados durante siete u ocho horas que duró el sitio. Para tranquilizar a sus hombres, les aseguraba que los refuerzos, seguro, llegarían como a las 5 PM y entre todos darían cuenta de los atacantes. Más de uno de sus soldados pensaba en el destino de la Cuarta Compañía del Chacabuco. Pero no dejaban de disfrutar la ventaja de su posición al elegir sus blancos
Al mediodía, y ocupando ya cuatro horas de combate, los peruanos reciben refuerzos. Se trata del batallón regular Zepita[10]. Estos son tropas regulares (o sea soldados que ya habían peleado antes en la guerra o al menos tenían entrenamiento) armadas con fusiles y de uniforme. Llevan consigo, dice Benavides, incluso una enorme bandera peruana y banda de músicos que rompen a tocar para apoyar a sus tropas. Con estos refuerzos las tropas se envalentonan y avanzan pese al fuego chileno, tanto así que el oficial chileno ordena armar bayonetas para el evento de un choque cara cara, pero finalmente como los demás ataques, este se desarma. Benavides, sabiamente, ordena no salir a perseguir a los vencidos, confiado de la fortaleza en que se encuentra seguro. Alrededor de las 2 PM se empiezan a ver tropas avanzando por el recodo del camino de Tarma, es una compañía del Lautaro, otra del Santiago y dos piezas de artillería. Salen algunos tiros de cañones contra los peruanos y las tropas que se acercan marchan en guerrilla y al trote. Los lautarinos salen de su refugio y pasan a colocarse en posición, para ocupar la parte baja de la quebrada, desde donde disparan contra los atacantes que huyen hacia los cerros que quedaban a su espalda. En el campo los peruanos dejan una veintena de muertos. No hay bajas chilenas gracias a la previsión de Benavides.


Combate del camino de Maco: Como a las 2 PM, relató el soldado Ibarra, del Canto “dio órdenes en la hora de almuerzo que fueran el 2º de Línea a buscar agua en la tarde en una laguna que hay donde termina el pueblo, va un Cabo con 8 soldados por compañía y traer agua en las Caramayolas y volviendo esos irán otros ocho a buscar agua, mi Cabo Carvallo venía con 8 soldados de la laguna y mi Cabo…me pasó un billete de a 5 pesos (para comprar una cantimplora) yo entré al negocio y me compré una caramayola de cañazo, es aguardiente de caña. Eran las 5:35 P. M. cuando yo venía saliendo del negocio y salí a mirar el cerro y divisé que venía bajando el enemigo a 400 metros de distancia en dirección al pueblo, mi Cabo el enemigo a la vista, el Cabo Emilio Carvallo y los 8 soldados al trote y a la carrera al cuartel, y el corneta del 2º de Línea tocaba tropa y más tropa, y llegamos al cuartel y nos armamos con nuestros rifles y municiones, eran las 5:45 P. M. cuando el enemigo rompió el fuego, y los chilenos le combatieron sin pérdida de tiempo, la fuerza enemigaSe envió a dos compañías y carabineros para combatirlos y fuimos a dejar derrotados al enemigo de Cáceres, al interior de la sierra, terminó el combate a las 7:40 P. M., y volvimos a las 10 P. M. a Tarma. Los segundinos que estaban atrincherados en el cerro Maco vencen con cierta facilidad a los montoneros. El ataque le costó caro a los peruanos, alrededor de 200 muertos en total, incluyendo al jefe de la columna guerrillera de Iscay, dos oficiales, y privándolos de cuatro fondos para el rancho y los chilenos aprovechan de quemar el campamento que tenían los atacantes en la cercanía.
El plan general de Cáceres es que los guerrilleros tomen los cerros que dominan la ciudad por la derecha, entren en combate parcial por ese lado y llamar la atención de los chilenos, para que él tome el lado izquierdo y corte los caminos de retirada y dar la batalla decisiva al día siguiente. Pero ya los combates anteriores han impedido la concretización de la primera parte del plan.
TARMA
El 16 de julio, ahora, los peruanos avanzan ahora sobre dos compañías del Segundo de Línea, en los cerros San Juan de la Cruz y San Bartolomé, con alrededor de 300 regulares y unos 2.000 indios (Gastó y Tafur).  Ante esa embestida contra los segundinos, desde Tarma concurre el mismo del Canto a dirigir el contraataque con dos compañías del Segundo de Linea y dos del Lautaro. Mientras que las dos de segundinos sube por la derecha, los lautarinos lo hacen por la izquierda, para rodear a los atacantes, con suficiente éxito que desarman el ataque. Incluso logran separar a un grupo de una veintena de peruanos que son eliminados a la bayoneta.
El mismo 16 llega a del Canto una nota emitida el dia anterior por Lynch donde le llama la atención por enviarle el acta de la junta de guerra del 9 de julio, cuando era del completo innecesario ya que las órdenes que le había transmitido en junio contenían la misma medida: la retirada de Huancayo y sacar las guarniciones pequeñas más expuestas. Y al día siguiente llegó otro mensaje en que expresaba “tan pronto como reúna toda su división, trate de atacar a Cáceres. Que la desocupación de la línea de la Oroya sería muy mal vista en estas circunstancias. Que se le autoriza para tomar todo cuanto necesite para su división, que si hubiese necesidad de echar mano de bienes de neutrales, lo haga US dando el correspondiente recibo… Lo urgente es que US remita sus enfermos para que pueda operar con más libertad” Además se le avisa que hay tropas disponibles en Casapalca y Lima y que se le han enviado municiones pero que si precisa mas, avise con antelación.
Las diversas fuerzas recibieron el aviso que se pasarían varios días en Tarma. Empezaron a llover los rumores, que Tarma sería el nuevo cuartel de la división y dese se batirían a las montoneras de la zona y que llegarían uniformes y calzado nuevo. Que se esperaba solamente al Tercero de Línea que seguía en Pasco o bien que esa unidad ya había sido aniquilada por Cáceres. O que enviaría a un batallón como guardia para enfermos y heridos y se quedaría en Chicla o bien volvería a Tarma. Al final lo único seguro que tenían era que permanecerían por varios días y actuando de esa manera “muchos remendaban su uniforme, otros componían o hacían ojotas nuevas y todos pensaban en proveerse algunos comestibles extras. Tras mucho afanes y trajines yo conseguí bañarme y ponerme ropa interior limpia..¡no me había desnudado ni sacado las botas desde el día siete en Huancayo!...¡Y como yo, todos!...

CHICLA
Y mientras en Chicla…: El 14 de julio el coronel Juan Francisco Gana recibió la instrucción de subir desde Lima hacia la cordillera, lo que hace llevando consigo al batallón Miraflores, para establecer guarniciones a lo largo de la línea férrea, al estar interrumpida en varias partes, especialmente por el incendio del puente ferrocarrilero de Purhuay, lo que ha provocado que llegue a Chicla el 17, enviando cuatro propios, a pie y montados para allegar al comando chileno noticias del división del Canto, obteniéndolas el 20 del mismo mes, a través de Boonen Rivera, con quien baja desde la sierra a Lima para informar directamente de la situación a Lynch. Allí aprovecha del capitán de malquistar a Lynch con del Canto criticando sus decisiones y acusándole de casi destruir la división que, según él, marchaba en franco desorden. Además conversará con el corresponsal de El Mercurio para dar una versión de los sucesos en la Sierra muy favorable para él, cubriéndose las espaldas por su destitución como jefe de la segunda compañía del Chacabuco y ser separado del regimiento. Serán las primeras noticias que se tienen del combate de Concepción y pronto en el rumor callejero de Lima, apoyado por las hojas que imprime el comité secreto peruano que apoya la resistencia ya da por destruida la división del Canto.
Desde Chicla se reúnen vituallas y equipamiento para las tropas que vienen del interior. En Surco dejó al capitán Ovalle del Miraflores, quien sale el 18 en la madrugada para buscar montoneros volviendo con 17 prisioneros, de los que 9 fueron encontrados culpables y fusilados el 20 de julio. Gana, ese mismo día se traslada de vuelta a Lima, aquejado de salud, dejando a cargo al coronel Martiniano Urriola, extendiendo el territorio de su mando desde Chosica a La Oroya.



[1] No pasó eso sino que el Obispo del Huanuco, del Valle, ordenó al párroco de Concepción que los desenterrara del lugar, quemase los restos y arrojara las cenizas a la tumba común del cementerio local. Versión de Nicanor Molinare
[2] En el relato de Molinare había indios, algunos con partes del uniforme del Chacabuco y también algunos soldados regulares, vestidos de blanco, del Ejército del Centro.
[3] Molinare señala que son 300 los muertos dejados en el lugar
[4] Dice Cáceres en uno de sus partes, del 13 de julio que “En Concepción… han saqueado toda la población, incendiándola más tarde y fusilando ancianos, mujeres, criaturas, en una palabra, cuantos se presentaban a su vista por casualidad…en este desenfreno no se ha respetado nada, ni los escudos y pabellones extranjeros que se hallaban en las casas y tiendas de neutrales. El respetable médico francés, doctor Luis M. Yournés, ha sido gravemente maltratado a culatazos y saqueada su casa. Los señores Schof y Krignes (alemanes), Giolfo (italiano) y otros españoles han sido saqueados y quemados sus establecimientos. En fin, no hay crimenes que no se hayan cometido
[5] ASALTO DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El Perú”, Lima, 8 de julio de 1886. 

[6] M. F. Horta Correspondencia a El Eco de Junín del 26 de agosto de 1882
[7] M. F. Horta Correspondencia a El Eco de Junín del 26 de agosto de 1882
[8] El corresponsal peruano pinta con tintas mas negras la situación: “a las 3 P.M., el coronel Canto con su Estado Mayor, entrando durante el resto del día multitud de dispersos en completa confusión.  A las 4 P.M. el comandante Barahona, jefe de esta plaza, convocó a todos los notables del lugar y a la colonia extranjera a una reunión, en las que les participó que la vida de los habitantes de la población dependía del modo como fuesen tratados sus soldados y que si amanecía muerto algún individuo de tropa, entregaría la ciudad al saqueo y haría pasar por las armas a toda la población, sin distinción…. Enseguida disolvió la reunión sin dar oídos a las protestas de las colonias extranjeras que exigían garantías como neutrales.
El mismo coronel Canto, al día siguiente, manifestó a la colonia extranjera que…él garantizaba la población contra cualquier desborde de la tropa de su mando, con la condición de que se le proporcionasen todos los víveres de que había menester para el sostenimiento del ejército. A pesar de esta garantía, la población siguió alarmada…A las 9 P.M. del día 14 comenzó a penetrar en la ciudad, en completa confusión, el ejército chileno, acuartelándose en las mejores casas, cuyos dueños fueron intimados a desalojarse en el menor tiempo posible, llevándose únicamente la ropa de su uso. entró el resto del ejército, habiendo necesidad de desocupar cuatro o cinco casas más de las principales, transformándolas en cuarteles. El comercio cerró sus puertas y las calles permanecieron desiertas durante el día, retirándose los habitantes a sus casas. La ciudad no tenía víveres, y el Jefe de la plaza los exigía, amenazando con el saqueo y la destrucción de la ciudad si no se le entregaba lo que pedía en el plazo de algunas horas.[8]Esto resulta poco creible ya que ciudad llevaba meses con guarnición chilena y del Canto había avisado con tiempo que se tuviera el alojamiento para las tropas que venía en camino, así como alimento. Más parece, si así se lo contaron al corresponsal peruano, es para justificar la ayuda obligada que tuvieron que dar al invasor chileno.
[9] En la Concepción eran alrededor de ciento treinta por soldado
[10] En su parte de guerra, Cáceres señala: “En la tarde de ese mismo día bajé con una compañía del batallón Zepita, la situé de avanzada en el cerro de Tarma-Tambo, que domina Tarma por la izquierda

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