El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 19 de abril de 2018

LA SIERRA CENTRAL. 1882. (XI)


El pueblo de Concepción: El centro de la población lo constituía una plaza y cuatro manzanas más. Se situaba al norte de una pequeña loma y los cerros por el oriente la dominan. Ese era un perfecto lugar para montar una avanzada o puesto de vigilancia, pues la alta cumbre es un perfecto mirador en el valle[1]. Hacia el norte se abre el valle y hacia el oeste hay un río (el Mantaro) que separa a esa población de Sincos (a dos kilómetros y medio) comunicadas por un puente de cimbra que une las dos riberas. El territorio que rodea al pueblo son un conjunto de tierras fértiles separadas unas de otras por unas pircas bajas, bordeadas por cactus y pitas.
Respecto al centro del poblado, cuenta con una plaza grande, desnuda, una explanada, en cuyo lado oriental estaba la iglesia de antigua data y una gran puerta al frente. Estaba situada un poco hacia dentro, lo que formaba una minúscula plazoleta,  y junto a ella, en dirección al norte, pareada, la casa parroquial, cuartel, en el centro, encajonada por un lado por la iglesia y por el otro la casa de Ambrosio Salazar [2] (de dos pisos y techo hecho de tejas). Al frente del cuartel existían casa particulares y hacia el norte casas y negocios, por el lado sur un arco en construcción. El camino de la época incaica pasaba por el mismo pueblo, recorriendo las cuatro cuadras que la constituía. La distancia de a Concepción se cuentan cinco leguas mas que menos (30 km)”. A medio camino entre ambas está situada la aldea de San Jerónimo, a unos 4 o 4.5 km de Concepción


En ese minuto (9 de julio) la división del Canto estaba distribuida en el área, de la siguiente manera:
a.    Huancayo el grueso de la división.
b.    Concepción, una compañía del Chacabuco
c.    Jauja una compañía del Chacabuco
d.    Tarma, una compañía del Chacabuco, medio batallón del Tercero de Línea y un escuadrón de carabineros.
e.    Cerro de Pasco. La mitad del Tercero de Línea y un piquete de caballería.

Concepción, 9 de julio en la mañana: En el pueblito de Concepción, el teniente Ignacio Carrera espera la llegada de la columna de bajas de la división. Dijo Senén Palacios, “…Carrera Pinto.  Era  una  persona  muy  culta  y  de  modales  muy  finos,  sumamente obsequiosa, atenta y amable con las visitas…nos invitó a que nos quedáramos algunos días…asegurándonos a la vez que lo pasaríamos muy bien porque en el pueblo eran muy queridos y no faltaban los entretenimientos” [3]
Esa mañana temprano llega un estafeta para avisarle que debe alistar a su compañía para estar lista para partir en cuanto la división llegue a Concepción. También le encarga que tome todas las medidas necesarias para evitar una sorpresa de alguna montonera. Carrera Pinto ordena el acuartelamiento de todos sus hombres. Y responde “En el acto de recibir su nota de fecha 8 del que rige, procedí a dar cumplimiento a lo ordenado por US. Lo que comunico a US. para su conocimiento y demás fines”.
La población de Concepción, sabedora a última hora de lo que iba a pasar “en las primeras horas del día 9, todas las familias de Concepción huyeron a refugiarse al convento de Ocopa, que está a distancia de una legua.[4] La excusa que encontraron fue inventarse una festividad religiosa y formar a la mayoría en una romería que los llevaría hasta el convento. Sin embargo otros se quedan, los extranjeros residentes por ejemplo y algún empleado a cargo de las cosas del hogar.
 “Un caballero francés, comerciante de Huancayo, que se dirigía a Lima, al presentar su pasaporte para la visación, comunicó al capitán que en la noche iba a ser atacado, agregando que la noticia era fidedigna, casi oficial”
El coronel Eulogio Robles, comandante del Batallón Lautaro, llegó a Concepción esa mañana también, con una escolta de 20 a 30 carabineros llevando dinero y calzado para la tropa.Iba rumbo al Cuartel General en Huancayo, en la comitiva lo acompañaba el doctor Rómulo Larrañaga. Estos al llegar al cuartel fueron recibido por el comandante de la guarnición, el teniente Carrera Pinto, quien los invitó a almorzar,” La idea era que el alto oficial conociera alguno de los vecinos del lugar, incluso llegó a alabar el carácter mas bien pacífico de la población que en esos días no le había dado ningún problema. Robles lo rechazó sorprendido por la liviandad de Carrera Pinto y se lo hizo ver  ‘Cuando estamos rodeados por millares de montoneros hai que partir al punto…’. El doctor en el intertanto revisó a los enfermos (diez en total porque uno había muerto) los que se encontraban estables. El practicante de la compañía pidió y obtuvo permiso para ir a Huancayo a obtener un suple (de su sueldo), con el compromiso de volver al día siguiente. “En su ausencia las tres mujeres chilenas y dos peruanas se encargarían de los enfermos y el rancho.”[5]
Parten antes de las dos de la tarde. Son los últimos chilenos en salir vivos del pueblo.

Huancayo, 9 de julio en la tarde. Del Canto vuelto a Huancayo recién a las 1:30 de la tarde. La retirada de la división que iba a ser el 9 se tiene que posponer por un día. El coronel Robles llega de Concepción a las 6 PM.
Cáceres se ha retirado rápidamente y lo único que pudo ver el oficial chileno fue algunas guerrillas que en cuanto se acercaba ocupaban las alturas más alejadas, lejos de cualquier posibilidad de entablar combate. El coronel decidió no perseguirlos y vuelve sus tropas al punto de partida y opta por seguir con su plan original de evacuar el área. Deja al Santiago en el sector de La Punta, con orden de retirarse al alba del día siguiente en dirección a Huancayo.
Al llegar a la población realiza una junta militar con los oficiales superiores de las diversas unidades situadas en Huancayo: el teniente coronel don José Miguel Alcérreca (Carabineros), teniente  coronel  Marcial  Pinto  Agüero (Chacabuco),  teniente  coronel  Eleuterio  Dañín (Segundo de Línea), sargentos mayores Domingo Castillo (Santiago), Emilio Contreras, Rafael González y el secretario de la división Isidoro Palacios. Falta Robles jefe del Lautaro pero este no llega aún de su paso por Concepción.
Se informa de la situación de la división, de las órdenes de Lynch y la publicación del telegrama que volvía a dar las órdenes ya transmitidas verbalmente. Se levanta un acta por la que se  justifica la retirada: falta de munición, forraje y alimentación, desconexión con Lima, la falta de equipamiento y de tropas para traerlos, el estado de alzamiento que sólo permite controlar el territorio que se pisa, la debilidad de varias guarniciones que las puede hacer fácil objeto de ataques sin posibilidad de alcanzar a recibir refuerzos (las amenazadas guarniciones de Jauja y Concepción) y la necesidad de reforzar las comunicaciones con Lima, partiendo de la Oroya y Chicla con su indispensable ferrocarril y la salubridad de la división con alto número de enfermos. Además se solicita el envío de 50 a 100 tiros por plaza, para los fusiles Grass y Comblain y para reemplazar aquellos que se han dañado o están inservibles; víveres y forraje bien guarnicionados en convoyes, por la amenaza de las montoneras conocidas en Huarí, Pachachaca y La Oroya. Se envía con un propio (mensajero) en dirección a Lima.
Hay que recordar que las órdenes de Lynch era sostener desde Concepción, punto extremo de la nueva línea, hacia el oeste (Concepción, Jauja y Tarma). Por lo tanto la decisión en terreno de los oficiales en campaña viola esas órdenes iniciales, que no solucionaban el problema de la extensión de las líneas chilenas y que dejaba a Concepción, sin ningún elemento geográfico de defensa en particular, tan indefensa como lo estaba hasta ese momento.
Terminada la reunión se fija la salida de las tropas en Huancayo en la mañana del día siguiente a la hora de la diana (5 AM).
A las 6 PM llegó Robles y sus acompañantes, quienes avisan que a la hora en que partieron no había novedades en Concepción.

Concepción, 9 de julio en la tarde: Alrededor de las 2 PM las tropas peruanas empiezan a asomarse desde el cerro León.
En la versión peruana, tras tomar la decisión de asaltar Concepción, Salazar se adelantó “á tomar el camino que conduce sobre el Morro que sobre sale de la colina que domina Concepción por el este, distante mil metros de la plaza de la ciudad, con la columna de mi mando, el 2° jefe de ella sargento Mayo Uladislao Masías y don Crisanto Meza, quien espontáneamente, me ofreció sus servicios del día anterior en San Antonio.
Desde allí abrió fuego contra los chilenos y, según él, permaneció en ese punto una hora mientras Gastó entraba “sin ser visto por el enemigo, siguiendo el camino de Quichuay, para llevar á cabo un movimiento envolvente, es decir, para desembocar á retaguardia de los combatientes de la plaza, por la equina de la casa de la Sra. Valladares”. En ese instante Salazar baja “de frente para tomar el flanco derecho de los adversarios, apareciendo por los portales.” Eran las 6 PM.
En la versión periodística, se “dispuso que las guerrillas del comandante Salazar entraran á Concepción por la izquierda al trote y tomaran posiciones entre el camino de Huancayo y el puente de Concepción (el que lo une con Sinco y cruza el Mantaro) para cortarle al enemigo la retirada; por la derecha la columna Pucará, y por el centro la columna Ayacucho.[6] En el mismo día abandonan San Antonio para dirigirse a su objetivo, para atacar el 9. Gastó dejó a Salazar el mando del ataque, alegando que desconocía la topografía de la ciudad.
El coronel Juan Gastó, organizó el ataque: “la columna “Comas” llamara la atención del enemigo, colocándose en la falda del cerro denominado del León (situado detrás de Concepción y que domina a la población por el este); y que las fuerzas restantes, sin disparar un tiro, penetrasen por la encañada que conduce a desembocar muy cerca de uno de los flancos del cuartel que ocupaban los enemigos.”
 
BATALLÓN SANTIAGO (QUINTO DE LÍNEA)

Media hora más tarde, al estar listo para el combate, Juan Gastó le envía un mensaje, bajo bandera blanca, al jefe de la Cuarta Compañía del Chacabuco para que se rinda, la cual se responde de manera altiva y en negativa a la propuesta.
Carrera Pinto cuenta en total con 66 soldados y siete oficiales y clases. De ellos 10 están en el cuartel, junto a las mujeres (3) y los niños (2). Son entre aquellos que están enfermos, algunos pueden moverse y ayudarán ya sea trayendo heridos o transportando munición cuando se necesite.
Carrera Pinto ordena que seis de los mejores tiradores se instalen en las torres de la Iglesia. Se trata de un edificio “con dos altas torres y una cúpula en la nave central, la orientación es de oeste a este, al frente de la puerta principal hay un pórtico, una especie de corralito que se usaba para impartir la catequesis a los niños de la aldea.”[7] Desde la torre operaran como francotiradores. El objetivo es cazar al mayor número de oficiales o quienes aparezcan dando órdenes, para desorganizar el ataque
También encarga a un soldado que vaya en el único caballo que había (el del mismo Ignacio Carrera) a avisar a Huancayo del ataque. El hombre no pasa de Apata donde es muerto[8]. Su cuerpo se encontró en las quebradas, lanzeado numerosas veces, desnudo y decapitado, como acostumbraban a hacer los indios en represalia a las actividades punitivas del Ejército chileno en la campaña. Era una guerra brutal y sin cuartel.
El arma de la guarnición chilena era el fusil Grass (para su época era la mejor arma de su tiempo), el cual tenía un alcance máximo de 1.800 metros (aunque era bien fiable hasta los 1.200). Su disparo no arrojaba cenizas a la cara del usuario del arma al tener un proyectil cuya carcaza es de bronce, aunque hace más pesado el proyectil.
En el combate la media de uso era de 300. Este fusil era ligero, confiable y muy certero. Y las tropas chilenas habían practicado tiro como entrenamiento en Lima (Ate) donde habían estado acuartelados) y el uso de la bayoneta y el orden de batalla de guerrillas. El calibre del arma era 11 mm (para dar una idea el AK-47 es de 7.65 mm) por lo que tenía gran poder destructivo en el objetivo y podía llegar a cercenar un miembro o atravesar dos hombres al mismo tiempo. El arma es de retrocarga pero sólo permite un disparo a la vez.
Y se acompañaba del yagatán, un espadín-bayoneta, “una temible hoja de acero que tiene el filo, el dorso y dos aristas. A lo que se suma la punta y el talón que la une a la cruceta y empuñadura…” Y los chilenos habían entrenado bastante en su uso. Y muchos, sino todos, portaban el famoso corvo, arma blanca de los mineros, filoso cuchillo que no era de dotación reglamentaria.
Carrera Pinto organiza sus fuerzas en cuatro secciones. Tres de 14 hombres (42 soldados en total) y la cuarta con el resto del personal (14 restantes y algunos heridos o enfermos que puedan manejar un arma). Cada una dirigida por tres oficiales y un suboficial (Pérez, Montt y Cruz, y el sargento Silva). Carrera permanece con Cruz, el más joven de todos.
En cada bocacalle que da a la plaza, hay una cuarta. Sabe Carrera que para vencer tiene que negarles el espacio de la plaza el mayor tiempo posible antes de tener que encerrarse en el cuartel. Aprovechando que las calles no son tan amplias puede encajonar a los atacantes y dar mejor uso a su munición que, ya dijimos, es particularmente dañina.
MONTONEROS
Parte de la tropa echa rodilla al suelo y la otra ­­parte permanece de pie. Una línea dispara y la otra carga, luego la segunda dispara mientras la primera carga el arma. Y así sucesivamente, lo que mantiene constante el fuego. Pero además cada descarga es controlada porque se realiza sólo a la orden, para economizar munición.
A los gritos de Viva el Perú y muerte a los chilenos, y con la participación activa de sacerdotes y hacendados, los peruanos lanzan su primer ataque, el número de convierte en una desventaja inicial pues ocupan toda la larga calle a su ancho, las balas difícilmente fallan. Por lo demás, desde las torres de la iglesia actúan como francotiradores especialmente contra los oficiales y los regulares.
Así fracasan los primeros ataques hasta que se acercan refuerzos peruanos desde las zonas colindantes, particularmente indiada. El comerciante italiano ya antes mencionado, podrá repartir alcohol a destajo para inflamar la furia del indio serrano. No llegan a estar más cerca que dos cuadras de distancia y tienen que emprender la fuga. Los indios arrojan piedras con sus hondas, la única arma que les sirve en ese instante. Y las piedras llueven. Como se reconoce por los peruanos “los contrarrestaron con indescriptible arrojo y se batieron con un denuedo que rayó en heroísmo por una y otra parte, hasta las seis y media de la tarde. Hasta este momento, las fuerzas agresoras contaban con muchas bajas, especialmente heridos; el teniente coronel don Francisco Carbajal, primer jefe de una de las columnas…, fue uno de los que recibió una herida en la pierna. Los enemigos tenían dos ventajas sobre nosotros; abundantísimas municiones (130 balas por soldado, al parecer) y superiores rifles,…, mientras nuestras municiones eran escasas y los rifles de distintos sistemas, en su mayor parte Remington.[9]

Huancayo, 9 de julio en la tarde: En la tarde (no se sabe bien a qué hora, pero al menos fue después de la llegada de del Canto de Marcavalle) parte la unidad llevando a sus heridos y enfermos. Se integra por dos compañías del Chacabuco (la Segunda y la Quinta) bajo el mando del sargento Mayor Pedro Julio Quintavalla. Lleva consigo a 56 heridos y enfermos.
La marcha se hace lenta por la lluvia que ha hecho un fangal el camino. Y la marcha de 5 horas que hizo antes la Cuarta Compañía, ahora se extiende mucho más. La  distancia  entre  Huancayo  y  La  Concepción  es  de  20  kilómetros aproximadamente y se recorría en 5 horas a pie, considerando los descansos horarios en San Agustín, Hualhuas, Saño, Quilcas y San Jerónimo[10] y con buen tiempo. Esta última era un caserío de poca importancia, de una sola calle empedrada. Y como en muchas casas de la zona podía encontrarse chicha, identificándose el local por la “puerta (que) ostentaba una florida rama de amarillos retamos indicando que ahí se vendía la rica chicha de muco o de jora. [11]
Cuando empieza a anochecer se detiene en San Jerónimo. Su decisión, pese a que sus instrucciones originales era dirigirse de inmediato a su destino, sin parar, no es para nada un capricho. Primero las órdenes de no detenerse en la marcha, estaban pensadas para el caso que saliera a la hora de la diana, cosa que no pasó. Ahora con la pesada carga que lleva, se preocupa por un ataque de los montoneros, que lo han estado tiroteando sin mayor peligro ni daño, y la escasez de municiones. Decide entonces vivaquear fuera del pueblo. La crítica a posteriori que le hará del Canto no está justificada[12]. No tiene disponible caballería alguna. Las camillas son llevadas por indígenas al cuidado a su vez de un soldado que los vigila para que no hagan abandono de su carga.


La Concepción, 9 de julio al anochecer. Al empezar a oscurecer desde las casas y los techos de las viviendas que se encuentran frente y alrededor de la casa-cuartel se empieza a hacer fuego contra la tropa chilena. Aprovechando una pausa en el combate, Ignacio Carrera ordena al corneta que toque retirada, por lo que la tropa chilena que no se encuentra herida (y que se ha retirado al cuartel) o muerta (e igual su cuerpo retirado para no dejarlo al escarnio del enemigo) corren hasta el edificio que ha servido hasta ese día de casa-cuartel de las guarniciones chilenas en Concepción.
La casa en cuestión, que pertenecía al sacerdote, “era espaciosa dada su distribución, cantidad de piezas, patios y huerto. Así para el acceso existía un ancho portón, que permitía el ingreso de proveedores y mercaderías directamente a los patios. Contiguo a este se encontraba una sala que fue ocupada como oficina de la mayoría o la oficina del comandante de la guarnición, que se conectaba a través de una puerta con otras tres salas, destinadas a cuadra de tropas, la más pequeña para los clases y las siguientes para los soldados, siendo la última destinada a las camas de los 11 enfermos que hay en la plaza. Otras dos dependencias pequeñas fueron habilitadas como almacén de munición y de material de guerra. Al centro del patio había una pieza aislada, que se usaba también como pieza para enfermos, instalación que con toda probabilidad fue donde dio a luz su hijo una de las mujeres chilenas[13]. A continuación dos patios más y atrás, un corredor con tres habitaciones, la primera una sala habilitada como comedor de oficiales y a continuación las dos piezas de alojamiento que utilizó el teniente Carrera Pinto y sus oficiales[14] Además en su frente tenía tres ventanas pequeñas cubierta con rejas de hierro de Viscaya, que sirvieron para reforzar la defensa e impedir el ingreso por ellos de los atacantes. Su punto flaco era la escasez de hombres para la defensa y la casa de Ambrosio Salazar, de dos pisos y que dominaba los patios y que permitía, como se hizo, romper el muro y penetrar pos los forados. “Cesaban los fuegos de una y otra parte por intervalos más o menos cortos de tiempo; en esta situación nos mantuvimos toda la noche hasta las 7 á.m.
Según Salazar que recién pasada a las 6 PM, Gastó le informó que “en su propósito de conservar intactas sus fuerzas, en obediencia á instrucciones superiores, se retiraba á las alturas á pernoctar y procurarle rancho á sus soldados. También me participó que el teniente coronel don Francisco Carvajal había sido herido….A las 6 y 30 p.m. ordené á mis ayudantes Bellido y Camacachi que trajesen kerosene de la tienda de don Daniel Peña, quien minutos antes me dio dos rifles con 50 cápsulas de dotación cada uno, y ofrecióme el aludido combustible si necesario fuera. Los ayudantes no se hicieron esperar mucho, trajeron de 12 á 15 latas de petróleo y procedimos á incendiar el convento, arrojándolo sobre sus techos; opté por esta medida para obligarlos á rendirse o salir de allí para batirse á cuerpo libre; no conseguí mi objeto: los enemigos no cesaron de dirigirnos sus proyectiles por las numerosas ventanas del edificio; Camacachi, que fué uno de los que con más intrepidez cebaba el fuego, perdióla mano derecha de un tiro que los enemigos le asestaron desde su encierro….Algunos de Concepción, no arriba de once, se pusieron á mis inmediatas órdenes, con sus respectivos rifles, y tomaron parte activa en el combate, fueron los siguientes; Daniel Peña, don Ricardo Cadenas, doctor Santiago Manrique Tello, don Sántos Moreno, don Dámaso Peña, Esteban Alzamora; Marcos Chamorro, Adolfo Coca, subteniente Juan A. Castillo, Ismael Carpio y Mariano Villavisante; de todos éstos murieron en la acción Chamorro y Alzamora. Los enemigos abandonaron el cuartel reducido á cenizas á las 12 de la noche y se refugiaron en el local contiguo, situado al costado izquierdo de la iglesia matriz, dejando en aquel más de 15 cadáveres.[15]
 Mientras tanto los guerrilleros, con auxilio de otros que de los pueblos inmediatos acudieron, sostenían el combate con más entusiasmo que antes. El nutrido fuego de fusilería no cesó en toda la noche sino en pequeños intervalos.”[16]. Las guerrillas que se suman son las de Orcotuna (Teodosio López); Mito (Aurelio Gutiérrez); San Jerónimo (Melchor González); Pacocha (Bedoya) y de Vilca y de Quichuay. Esto eleva el número de atacantes al doble.
Este refuerzo fue indispensable para someter finalmente a la guarnición chilena, ya que el empleo de la sola indiada serrana sólo sumaba muertos y heridos con muy escaso éxito, salvo para reducir el parque de municiones de los chilenos (que tenían en total alrededor de 9.500 balas). Los chilenos empiezan a reducir sus disparos para guardar municiones para el día siguiente, fuera que en la oscuridad no era fácil distinguir blancos más allá de algún incendio que se produjera y que dejaba ver sólo sombras moviéndose.


MAPA DE LA ZONA. CONCEPCIÓN ESTÁ MAL UBICADO.
SE ENCUENTRA AL OTRO LADO DE LA RIBERA 
San Jerónimo, 9 de julio al anochecer: Con la cercanía de la caída de la oscuridad, la columna Quintavalla se encuentra ya refugiada en el pueblo de San Jerónimo. Junto a él, ya lo dijimos, marchaban las  compañías N° 2 (Boonen Rivera) y N° 6 (Ramón Melo) del Chacabuco. El oficial a cargo de la marcha dispone de una de ellas avance para enlazar con Concepción. Es el turno de la Segunda Compañía, a cargo del capitán Jorge Boonen Rivera, quien había recibido el pase para irse a Chile, a la Escuela Militar, en Santiago. La tropa parte hacia Concepción.
En el camino cierra la tarde, por lo que el oficial decide detenerse y acampar a kilómetro y medio del pueblo. Se escuchan detonaciones provenientes del pueblo donde guarnece la Cuarta Compañía. Pero eso no impide que se repita la orden de vivaquear en el lugar. El subteniente Villalobos y la tropa protesta y llama la atención por la fuerte balacera que a ratos crece. Debe haber un ataque sobre la guarnición chilena, le reclaman, pero el oficial impertérrito repite la orden.
No se atreve a avanzar en la noche, en un territorio hostil lleno de montoneras. El subteniente Alejandro Villalobos le pide por favor avanzar con la compañía completa a Concepcion, y lo rechaza, el mismo subteniente propone tomar sólo una cuarta de la tropa (una sección de 28 soldados) y avanzar para saber qué está ocurriendo, pero también le niega el permiso. Boonen Rivera no avanza durante toda la noche
¿Qué lo hizo actuar así?¿cobardía? No se sabe. Quizás no quiso arriesgar la vida en un combate contra un enemigo desconocido, en un terreno que no le era familiar pero sí a sus rivales, o quizás temiera una celada de los peruanos y que todo lo que oía no era más que pantomima para hacerlo caer. E, igual que Quintavalla, debía considerar la limitación de municiones en el Ejército chileno. Pero lo que sí es absolutamente responsabilidad suya es que no avisó a su oficial superior (del que estaba a menos de cuatro km de distancia) acerca de lo que se oía desde Concepción, para lo cual pudo destinar un soldado a caballo (el suyo) o una tropa pequeña. Optó por no hacer nada.

Concepción, 9 de julio, noche y madrugada. En el anochecer se intenta quemar el cuartel, ya por las ventanas arrojando pedazos de tela ardiendo hacia su interior. Mientras tanto, regularmente “salía una cuarta (28 soldados, turnándose, para no agotar a todos de una sola vez), dirigidos por Carrera Pinto, sable en una mano y revolver en otra. Primero forman doble fila, y una descarga sigue a la otra y limpian momentáneamente la plaza, formando en dos filas. Los chilenos se retiran Luego la indiada volvía y así seguía.
Durante la noche, los peruanos cambian de frente de ataque y usan la casa de  Ambrosio Salazar, el jefe montonero, que estaba pegada a la casa-cuartel, empiezan a abrir forados, tres al menos, para entrar por el patio que sirve de huerta y atacar por la espalda a los defensores. Pero se ha previsto y varios chilenos esperan ahí con paciencia, y a medida que ingresan las balas y las bayonetas dan cuenta de los primeros, cubriendo el paso con sus cuerpos. En la entrada los indios intentan también una nueva táctica: se apegan a los muros, de modo que no se les pueda ver desde las ventanas y meten el lanzaso hacia dentro, consiguen herir y matar a varios defensores pero la treta no es de larga duración, los chilenos se echan hacia atrás y disparan a lo que aparezca en su campo de tiro y a quien porta la lanza.
En una salida nocturna resulta herido el teniente Ignacio Carrera, llevado al interior del cuartel es curado y continúa al mando, con el brazo en cabestrillo. Los heridos que pueden combaten como sus compañeros. Los que no, al final mueren desangrados. Y los enfermos hacen lo que pueden, cargan armas, reparten munición, vendan heridas junto a las mujeres.
Los cuerpos de los compañeros muertos, son colocados en una de las piezas al interior del cuartel. La que está aislada entre dos patios, para que no queden a vista y paciencia de los defensores, lo que afectaría su moral.
La guarnición chilena se encuentra en la esperanza que lleguen refuerzos, traídos por el soldado enviado a caballo para ese propósito. No saben cuál fue su destino. Pero sí están enterados que la división del Canto se trasladaría de Huancayo en el curso de la mañana.

Huancayo, 10 de julio, horas de la mañana: Esa jornada sale la división del Canto. Relata en una carta un anónimo oficial chileno “la división se puso en marcha el lunes 10, a las 7 A.M., llevando cerca de 100 enfermos en camillas y muchos otros montados en burros, lo que es un estorbo inmenso.[17]. La columna que avanzará, una especie de serpiente de casi dos leguas de largo (entre 10 y 12 kilómetros). Primero marchan una vanguardia, bajo el mando de Marcial Pinto Agüero, integrada por una compañía del Lautaro (Rómulo Contreras). Pinto se acompaña por tres ayudantes, Valenzuela, Salcedo y Molina.
La compañía de vanguardia siempre va una lista para entrar en combate, marcharía con cuatro soldados y una clase a cien metros aproximadamente destacados como vanguardia y después iba la compañía. Igual sistema seguirían las demás compañías que se iban turnando a la cabecera. A “quinientos metros después aproximadamente, los enfermos que puedan ir en burros, y las camillas cargadas por los indios, custodiadas cada una por un soldado, que llevará los cordeles que con que aten a los indios entre sí. Cada compañía debe nombrar diariamente los soldados-custodias, y todos los enfermos del batallón deben ir a las órdenes de un oficial al que se recomendará que las camillas vayan lo más juntas posibles que sea posible para no alargar demasiado la columna en marcha, y que en caso de alarma se dejen el camino libre y hagan alto.
Luego va el Segundo de Línea, las baterías del regimiento N° 2 de Artillería, siguen el parque y los bagajes (“los animales que carguen los útiles de rancho, los bagajes y los asistentes que lleven animales de tiro”)  y cerrando la formación las demás compañías del Lautaro del coronel Eulogio Robles y la tropa del Quinto de línea (Santiago). Marchan “en filas de a cuatro, procurando la mejor formación y listos para entrar en combate”. Cubriendo la retaguardia el Carabineros de Yungay.
El deplorable estado del camino y los heridos y enfermos que lleva consigo no consiguen llevar una marcha expedita en los 20 km que los separan de la guarnición sitiada.
Del Canto envía un propio hacia Cerro de Pasco en la que le ordena dirigirse a Tarma o la Oroya, eligiendo la ruta más corta y que transmita a la guarnición de Junín que haga lo mismo. Le recomienda economizar municiones porque están bastante escasas y él no podrá auxiliarlo con ellas porque también le escasean. Y le vuelve a repetir la orden de tomar prisa en la retirada y le informa de los combates de Pucará y de Concepción. Y para la guarnición en Tarma que las comunicaciones que le manda partan de inmediato a Lima, bien protegidas, asimismo como las que envía a Cerro de Pasco, y que esté atento y en armas frente a los ataques de las montoneras.

En Concepción, 10 de julio, en horas de la mañana: En la madrugada (entre las cuatro y las seis) se produce una tregua no pactada. Ambos bandos están agotados y los peruanos ven la pila de cadáveres que hay frente al cuartel y a sus alrededores. Y aún no se ve final para la lucha. Gastó sabe que su misión ha fracasado parcialmente en el plan de Cáceres. No ha aniquilado aún a la guarnición chilena, lo que le impide continuar hacia Jauja. Ahora tiene la necesidad indispensable de vencer a los invasores y luego retirarse. Sabe, por lo que se le ha comunicado por el Brujo, que el resto de la división del Canto marchará pronto a ese punto y no desea encontrarse bajo un fuego cruzado y en el peligro que toda la división de Vanguardia sea aniquilada.
Así que con los primeros rayos de sol recomienza su ataque, indios primero, apoyados por el fuego de fusilería de los columnas guerrilleras y sus soldados regulares. Caído Carrera Pinto finalmente en una salida, pronto le sigue el subteniente Julio Montt Salamanca quien “en una de las salidas muere (y) es transportado al interior del cuartel y dejado junto a los demás muertos en una pieza interior aislada.[18] Se calcula que eso ha ocurrido a las 7 de la mañana. En las salidas se emplea tanto la bayoneta de la que carecen los atacantes o poseen escasamente, y con poco entrenamiento y las culatas de las armas que funcionan como mazas.
PINTURA DEL INTERIOR DEL CUARTEL DE CONCEPCIÓN.
LAS VENTANAS ESTÁN INCORRECTAS AL SER PEQUEÑAS
Y PROTEGIDAS POR VERJAS
El parque disminuye por lo que el fuego chileno empieza a decaer. Se buscan los proyectiles de muertos y heridos. Al caer Montt le sucede el subteniente Arturo Pérez Canto, con el cuartel ya medio en llamas. Las municiones se acaban finalmente (para alivio de los atacantes) entre las 8 y las 9 de la mañana. Al no oír disparos seguramente pensaron en una celada los peruanos, pero al seguir disparando ellos y no haber ninguna respuesta de los chilenos, aciertan a que se han acabado finalmente las municiones a los invasores. Se ordena carga y desde todos lados salen los montoneros, acompañado de los regulares. Ya por el patio de la huerta, usando los forados antes abiertos, por los techos de tejas que son abiertos a culatazos y la entrada principal. Es una masa que se estrecha y combate a bala, cuchillo y lanza, contra bayoneta y culata y sablazos. Inicialmente su número les estorba en el lugar estrecho, pero cuentan con los disparos de los regulares para ir reduciendo la resistencia de pieza en pieza. “La lucha se traba ahora en el primer patio... Pérez Canto sable en mano, cae ante el ataque bajo el corredor, cerca, un poco al sur del pasadizo principal...” Por la posición del cuerpo, al parecer estaba defendiendo a las mujeres, las que yacen un par de metros detrás de él. Y así van muriendo y matando los defensores.
 Cerca de las 10 de la mañana sólo quedan 5 miembros del Chacabuco en pie. Luis Cruz Martínez, joven subteniente y dos soldados y dos sargentos. Una vez más por la posición de los cuerpos se puede determinar que al cargar, caen los soldados y Cruz perece luego de negarse a rendir. Los dos últimos sobrevivientes, dos sargentos, quedan separados del grupo y terminan refugiándose en el pórtico de la Iglesia. La masa peruana en la plaza los pierde de vista por un momento. Los dos hombres se defienden en ese punto y caen ahí[19].
Son cerca de las 11 de la mañana y el combate con ribetes de batalla ha terminado. Cuico el perro de la compañía también ha muerto protegiendo a sus amos, su cuerpo es encontrado dentro del edificio. Las mujeres son inmoladas con saña por la indiada, así como los dos niños. Luego empieza el carnaval de profanaciones de los cuerpos de los heridos, lanzasos y cuchillos contra los muertos, incluso a algunos les sacan el corazón y a otros les falta parte de sus carnes, que más que canibalismo parece algún ritual o simple venganza. A todos les quitan su ropa y se las llevan como trofeo y a muchos los castran. El alcohol y el descontrol dominan el lugar. Gastó entra a la plaza y “contuvo con energía los desbordes de los guerrilleros, que, procedentes de los pueblos vecinos, acudieron á última hora en masas considerables”. Más tarde ordena a los que le obedecen que se retiren del lugar, al ver que amaina el saqueo, retirando sus heridos y muertos. Ahora le ha llegado un mensajero avisando que las tropas chilenas se acercan, aunque aún hay distancia es necesario retirarse. La división de Vanguardia desaparece en dirección a los cerros del norte para hacer descansar a su tropa. Le ha tomado 20 horas reducir a la guarnición. Las bajas han sido altas.
El mismo Atanasio Valera relata “La fuerza que más sufrió en la prolongada lucha, fué la "columna Comas", que tomó la plaza y sostuvo el combate toda la noche del nueve al diez de julio, con fuego incesante de fusilería; perdió dos capitanes, cuatro oficiales de clase inferior, muchos soldados y más de veinte heridos, los que se medicinaron en el hospital de sangre improvisado (en el convento de Ocopa)[20], la taza de té con que el comandante Salazar creyó tomar la plaza de Concepción, se le convirtió en un lago de sangre; la guarnición no constaba de cincuenta chilenos, como aseguraban, sino de ochenta hombres[21], armados hasta los dientes, con parque abundante, rifles modernísimos de largo alcance sistema Grass; la lucha fué encarnizada, los enemigos esperaban por momento la llegada del grueso de su ejército de Huancayo, en retirada para la capital, esperando así que las fuerzas asaltantes fueran arrolladas y pulverizadas por aquel; razón por la cual combatieron hasta el último momento, hasta ser exterminados en masa, de capitán á corneta[22] El autor no considera ni el patriotismo ni la mera circunstancia que en la Breña no había prisioneros. Los chilenos sabían perfectamente que esperar en caso de rendición.
Hay una versión peruana, de la época, la de M. F. Horta, quien no es testigo presencial sino corresponsal del  Eco de Junín y se encuentra con Cáceres en esos días. Ese autor repite lo que contenía el parte de guerra de Ambrosio Salazar y que servía de justificación de la masacre de heridos, mujeres y niños: “El Comandante Lago quiso conservar la vida de 15 soldados chilenos que se habían entregado a discreción, pero los guerrilleros, implacables en sus represalias, los ultimaron al grito de "¿dónde están nuestras fatigas? ¿Dónde están nuestras mujeres y nuestros hijos?" Grito de desesperación salido del pecho de las víctimas de Huaripampa[23], pueblo saqueado e incendiado por los chilenos, en el que asesinaron hasta las familias que habían buscado asilo en el templo.
Sin embargo la declaración choca con la documentación que se tiene sobre el combate en testimonios de los extranjeros que estuvieron presentes, y en los planos que se levantaron con la indicación de la ubicación de los cuerpos de los defensores, donde fueron hallados y en ningún caso calza con la narrativa en esta parte de lo expuesto, que más parece para consumo patriótico interno[24]. Y algo que no considera este relato pero si el de Salazar, quien habla que los chilenos engañaron a los peruanos con una falsa rendición y al acercarse fueron fusilados con el fuego de los defensores, y eso motivó la ira y la venganza (y no el episodio de Huaripampa).

¿Las bajas? Por los chilenos toda la guarnición incluida su mascota. Por el lado peruano no se tienen cifras. Pero los chilenos al llegar y luego de un brevisimo combate con algunos rezagados llegaron a contar 280 muertos, o sea los cuerpos abandonados. Habrá que sumar a los que se llevaron consigo y luego los heridos, que normalmente son el doble en una batalla (aquí los peruanos tuvieron tiempo para retirarlos igual que el cuerpo de sus deudos muertos), se puede calcular entre  900 y 1000 las bajas (muertos y heridos).

¿Era posible salvar a la compañía del Chacabuco? Es entrar un poco en el territorio de la historia-ficción, que depende de muchos, “si….”; pero se puede indicar que la detención de la Segunda Compañía del Chacabuco impidió que hubiera alcanzado a llegar al menos a la parte final del combate (mañana del 10) y sorprender por detrás a la división de Vanguardia. Más aún si hubiera avisado a su oficial superior de lo que se oía desde Concepción, quien pudo haber organizado una columna de refuerzo. Quizás habría podido salvar a algunos o vengar la derrota. Hay que tener en cuenta que los peruanos estaban agotados y la indiada no obedecía órdenes ni era muy disciplinada por si misma, sin entrenamiento. También debe haber estado escaso de munición. En contra, por el lado chileno, estaba el problema de la cortedad en las municiones[25].
Pero considerando la actitud de del Canto en la campaña, siempre se envió socorro a las unidades sitiadas.  Quintravalla, lo hemos dicho ya, escapa de la culpa, considerando las circunstancias en que se encontraba, a cargo de los heridos y enfermos a los que no podía descuidar, una marcha nocturna siempre complicada y que ignoraba lo que pasaba en Concepción[26]. De lo que podría hacérsele responsable era de haber salido tarde desde Huancayo y detenerse en San Jerónimo cuando tenía órdenes de seguir[27]. La acusación de del Canto, es un juicio a posteriori y con todos los datos a la vista, de los que carecía su subordinado.
Del Canto enterado del ataque en Marcavalle (el tercero y más costoso para los chilenos) actuó conforme a las órdenes vigentes en ese momento que era batir al Ejército del Centro de Cáceres, siempre y cuando las condiciones fueran favorables. Pero la persecución que hizo hacia Pucará no fue una acertada, ante las limitaciones de munición que tenía y la distancia que debía recorrer para socorrer a los suyos. Por lo tanto se imponía avanzar para enlazar con la tropa que ser retiraba y de ahí continuar a Huancayo de inmediato, para terminar de organizar su salida del pueblo la retirada  que ya Del Canto señaló a Lynch, a mediados de junio, de las reales condiciones en el departamento de Junín. El atraso sería fatal (el no poder salir el mismo 9 de julio).
Pero el verdadero y último responsable de esta campaña (y de la masacre de Concepción) sería el gobierno de Santa María que desde Santiago intentaba dirigir la guerra, sin tener idea de las condiciones que se vivían en la sierra, presionando a Lynch para que reiniciara la ocupación de la Sierra sólo con los recursos de los que disponía, mientras en la capital chilena se lavaban las manos en cuanto a sostener el Ejército de ocupación, que dependía exclusivamente de los recursos peruanos. Todo por la necesidad desesperada de firmar la paz y terminar la guerra, con todos sus costos, humanos y materiales, para el vencedor (ni qué decir del vencido). Terminar la guerra a toda prisa era la idea imperante en La Moneda.

En el camino a Concepción, 10 de julio alrededor de las 2 PM: El comandante Pinto Agüero, luego que la columna de vanguardia está a unas 30 cuadras de San Jerónimo, a las 2 PM (es decir les ha tomado siete horas de marcha y apenas han avanzado unos 12 km), da orden al ayudante Salcedo que se adelante a toda carrera con su caballo para avisar a la guarnición de Concepción, que va toda la masa de heridos y enfermos con él y que pronto arribarán los demás cuerpos de la División del Canto para que “preparase el rancho necesario para los espedisionarios, i especialmente hiciera condimentar alimentos sanos i apropiados para los numerosos enfermos i heridos de la division.”.
Parten tres hombres: Salcedo, Molina y un sargento. Pasada las 2:30 PM llegan a San Jerónimo, donde el silencio era total. Quintavalla debe haber partido ya por lo que no hay ni un alma en la calle. Parecía un pueblo muerto. De una de las casas sale Carlos Rivetti, comerciante en calzado y vecino de Huancayo[28], quien venía gesticulando y “dió a comprender que algo mui grave acontecia….(el italiano) agregaba: “Toda la guarnición, sin que se halla escapado uno solo han muerto en La Concepción” “Todos, todos, han perecido, no se rindieron jamás; Qué chilenos tan bravos!” ….nos dió todos los datos… i en el acto continuamos la marcha sobre la Concepción”. ¿Cómo supo lo pasado con la guarnición? Es muy probable que se lo hubiera contado algún testigo del hecho, algún vecino que integró la montonera o que le explicó las balaceras que se oyeron hasta hace unas horas.
Otro oficial dijo: “nos extrañó a los que éramos amigos del mocho Carrera Pinto, como lo llamábamos, no nos viniese a recibir conjuntamente con los demás oficiales […] Los que creíamos a la compañía que estaba destacada en la Concepción en muy buena situación con respecto a víveres, nos extrañó no viniesen los oficiales a recibirnos para ofrecernos algún alimento, puesto que hacía más de veinticuatro horas no lo tomábamos…”[29]
Cubren los tres exploradores la distancia hacia Concepción, que son casi cinco kilómetros, ahora no con prisa sino a buen paso, por seguridad, “i cuando ya estábamos encima de la loma que cierra por el sur a Concepcion i cerro que contornea el labrado camino que, al llegar a su base jira hácia la izquierda, pasa doblando la puntilla i haciendo flanco derecho, penetra al pueblo, abandonamos la carretera, tomamos el atajo i de frente ascendiendo aquella larga i suave montaña, llegamos a la altura. Desde aquel punto se divisaba todo Concepción; una negra i espesa humareda teníamos a la derecha, i nuestros ojos pronto pudieron descubrir que aquel incendio devoraba el cuartel.” 
Los tres chilenos regresan a su división, alcanzan a atrapar a un cholo ebrio  pero del que no se obtuvo noticia. Lo llevan como prisionero. Se encuentran en su camino de vuelta con el comandante Pinto Agüero (oficial jefe del Chacabuco) “cuadras ántes de San Jerónimo…., i sin pensar en nada, de repente, brutalmente, le comunicamos todo….ronca la voz, gritó; “Hagan avisar al coronel Canto lo que ocurre, i que para no perder tiempo marcho yo con la vanguardia sobre la Concepción; Usted, ayudante Salcedo, parte conmigo”. Y avanza en esa dirección.
En el camino más allá de San Jerónimo debió encontrarse con Quintavalla en ruta hacia Jauja y con la Segunda Compañía del Chacabuco, aunque nada dicen.
En el lugar Pinto Agüero, quien se había adelantado, toma el mando de la compañía N° 2 de Boonen y avanza en guerrilla y al trote rumbo a Concepción. También en esa dirección va la compañía del Lautaro, que iba de avanzada.

¿Hubo combate en Concepción cuando se aproximan los chilenos? Según Rómulo Correa (el jefe de la compañía del Lautaro que iba en vanguardia)[30], al encontrarse en el camino con los chacabucos, “Boonen Rivera me dijo que él se iba a adelantar para ver lo que sucedía y montando en un caballito de paso, acompañado de su corneta, se dirigió al callejón que se dirigía al pueblo, pero apenas se había internado unos cuantos metros comenzaron a hacerle fuego…por lo cual tuvo que regresar. Momentos después se nos presentó un cholo, completamente ebrio y con un quepi del Chacabuco en la cabeza y nos dijo que en Concepción habían muerto a todos los niños (sic) de la compañía y habían quemado el cuartel. A todas las preguntas que le hacíamos contestaba lo mismo…”.
Mientras la columna Quintavalla (aunque nada se dice de ella) debe haber continuado su camino sin detenerse en Concepción y sin enterarse de lo ocurrido, tomando hacia Jauja derechamente[31].
Dijo el doctor Pastor Merino que alrededor de las 5 PM “todavía quedaban en el pueblo algunos montoneros, que pretendieron hacerse fuertes a pesar de nuestra proximidad; pero tuvieron que ceder”. Desde una loma los alcanza a ver del Canto y el Estado Mayor que ha avanzado, la carga de los del Chacabuco hacia el pueblo dirigidos por Pinto Agüero. Tampoco se indica al Lautaro que es la compañía que va a la vanguardia.
A Boonen no se lo menciona en ningún momento. Si la versión del Lautaro es exacta, ¿a quién le disparó la segunda compañía del Chacabuco? O bien Arturo Benavides miente para darse las partes de ser el primero en llegar. Lo último parece menos probable. Por lo que hay que imaginar al Chacabuco llegando en segundo lugar.
La noticia se transmite hacia del Canto y su Estado Mayor. Este, que a esa hora entraba en San Jerónimo, alcanza a oír unos balazos a la distancia en dirección a Concepción y alcanza a ver la columna de humo. Narró en sus memorias que va a la casa del alcalde del pueblo y este le da la información que ya sabía Salcedo, pero que aún no podía comunicársela. Más pronto llega a matacaballo el ayudante Villouta y le da la noticia de la aniquilación de la guarnición. Manda del Canto dos compañías del Segundo de Línea, que tomen por las sierras del oriente y caigan sobre La Concepción por su flanco derecho. La noticia se propaga por las filas y los soldados enterado del trágico acontecimiento empiezan a romper filas para ir hacia La Concepción, armados dejan sus puestos incluso los que cuidan a los enfermos que no se pueden mover. La oficialidad tiene que poner orden. Del Canto parte a la carrera junto a su Estado Mayor con destino a Concepción. Deja orden que la división se detenga mientras espera a ver qué ocurre. Para llegar a las 4 PM a La Concepción.
La primera unidad en entrar es la de Benavides, del Lautaro. El mismo lo cuenta, cuando estaba a trescientos metros del pueblo aún no tiene noticias de la guarnición (nadie le ha dicho a él qué ha pasado allí), pero tiene que ver la humareda negra que se eleva más allá del cerro que parece cubrir la vista hacia el pueblo. Lo que le llama la atención es que ningún soldado del Chacabuco aparece para que le diera la bienvenida. Pensó que se habían retirado del pueblo por alguna circunstancia importante, y creyó desocupado el pueblo, al menos de chilenos. Detiene su compañía y manda a un sargento y cuatro soldados como patrulla y al mismo tiempo ordena comunicar el extraño hecho al coronel Robles. Al poco rato vuelven los exploradores y no han visto nada, al parecer el pueblo está desierto. El subteniente que recién había enviado como estafeta para comunicar la situación a Robles vuelve porque a su vez se ha encontrado con un capitán del Chacabuco (al que no identifica) quien le ha dado instrucciones que vuelva a su unidad y espere órdenes. Benavides quien está al mando momentáneamente divide su compañía en tres grupos, y ordena que un grupo vaya por la izquierda y otro por la derecha y penetren en la población y él, con el resto, irá de frente por la camino. Un grupo encuentra a un jinete que al verlo huye sin detenerse a los gritos que así se lo ordenan, por lo que le disparan y cae muerto. Pero fuera de eso no hay nadie mas vivo y a la vista, sea enemigo o amigo. Los tres grupos casi llegan al unísono a la plaza donde encuentran el espectáculo[32].
Empiezan a llegar los oficiales. Uno de los testigos escribió a Molinare:Cuando el general Canto llegaba a la plaza del pueblo, acababan de llegar el comandante Pinto Agúero, Arturo Salcedo, Alejandro Villalobos, Luis Molina, Rómulo Correa y los oficiales del Lautaro,…habían penetrado al pueblo que estaba desierto y en el que encontramos horrorosamente hechos pedazos a todos los hombres del Chacabuco.
Pinto Agüero de los primeros (junto a la compañía del Chacabuco) y entran al cuartel. Dirá Ismael Larenas, uno de los ayudantes de del Canto, “el general Canto[33] llegaba a la plaza del pueblo, acababan de llegar el comandante Pinto Agúero, Arturo Salcedo, Alejandro Villalobos, Luis Molina, Rómulo Correa y los oficiales del Lautaro, que sin combatir con nadie, porque no hubo un solo enemigo enfrente, habían penetrado al pueblo que estaba desierto y en el que encontramos horrorosamente hechos pedazos a todos los hombres del Chacabuco.”
Manuel Salas, quien era oficial subalterno del Batallón Movilizado Lautaro, escribió: “Llegamos de los primeros a la plaza [del pueblo de Concepción] y nos animaba la esperanza de hallar algún «chacabuco» vivo…. Al salir de la iglesia donde primeros entramos, me encontré (al coronel Pinto Agüero) que salió del cuartel, intensamente pálido y en cuyos ojos se reflejaba lo que su alma sentía en esos instantes. Se nos dio orden de revisar casas y sitios, y fue imposible contener a los soldados que vengaban a los «chacabucos» y a un soldado nuestro que había quedado ahí de los enfermos que condujo días antes el capitán Guzmán.”[34]
Es probable que sea en ese momento cuando Pinto Agüero, en la plaza de Concepción, vea a Boonen Rivera, quien debe haber llegado de los últimos en ese primer grupo. Se le acerca y con rabia reconcentrada le dice: “Fusilarlo por la espalda, capitán, sería hacerle un honor[35]. Enterado que Boonen se habían negado a avanzar, informado por la tropa y los suboficiales. Desde ese momento el capitán se eclipsó y fue luego adscrito al Estado Mayor de del Canto hasta que parta hacia Lima.
A las 3, dijo un testigo “a una legua escasa de la Concepción, sentí dos disparos  y se me dijo que el comandante Pinto Agüero había fusilado a dos indios armados  (en verdad los del Lautaro ultimando a un hombre a caballo),…. Estamos en el pueblo: Ahí no hay un perro, ni un gato, ni un cucaracho [sic]; ahí no existe la vida…[36]. Otro testigo que llega avanzada la tarde con el resto de la división (a las 5 PM) “lo primero que hicimos fue visitar el cuartel….en gran parte estaba abrasado por las llamas y al llegar a su puerta se veían desde los umbrales los cadáveres hacinados. Entré al cuartel de a caballo y al encontrar en los cuartos y en el patio cadáveres y sólo cadáveres….”[37] Otro oficial dirá en una carta “fueron sacrificados y después hechos pedazos. Daba compasión entrar al cuartel, donde se presentaba a la vista un montón de cadáveres enteramente desnudos y abierto el pecho de la mayor parte, de donde habían sacado el corazón…. Las mujeres de la tropa yacían también del mismo modo que los soldados y oficiales: todos desnudos….hasta los perros de los soldados estaban muertos entre ellos. Un soldado ha muerto con un niño en brazos, sin duda sería hijo suyo….
Sigue la carta anónima que transcribe Ahumada, “(c)uando entramos a la población la encontramos completamente desierta y el cuartel que ocupaba nuestra tropa incendiado. Esto ya lo habíamos notado desde lejos…. Todos estaban completamente desnudos y hechos arneros a bala y lanza, algunos medio carbonizados y todos mutilados[38]. Reconociéndolos, pudimos encontrar los de los oficiales, dos de ellos dentro del cuartel y en un montón de cadáveres y los otros dos fuera del cuartel con los de cuatro soldados y envueltos por muchos cadáveres cholos…. De los muertos y heridos cholos que encontramos en el pueblo, la mayor parte estaban heridos a bayoneta[39] (todos fueron repasados).[40]
El  comandante  del    de  Línea, Marcial  Pinto  Agüero,  y  sus subordinados del “Chacabuco” recibieron la penosa misión de ubicar, ordenar y reconocer en lo posible, los restos de sus camaradas caídos en la acción. Existía la esperanza de que pudiera haber sobrevivientes. Algún herido que haya recogido en alguna casa. Los chilenos entran a las casas y sacan a los que están ahí, en su mayoría extranjeros, quienes son los testigos que narraran lo ocurrido en la jornada.
Los primeros chilenos aparecieron a las 3 de la tarde y el grueso de la división entre las 4 y las 5. En el cuartel aún estaba enarbolada la bandera de Chile, en su asta. Es del Canto quien contó en sus memorias lo ocurrido con la bandera: “Se comprende la precipitación con que el enemigo debe haber emprendido la fuga, porque no tuvo tiempo para apoderarse de  la  bandera  que  flameaba  aún  en  la  puerta  del  cuartel,  y viéndola yo desde la casa en que me desmonté, ordené a mis ayudantes Bisivinger y Larenas que me la fueran a traer, lo que se ejecutó, poniéndole con lápiz rojo en la estrella, la fecha del día i la firma de Bisivinger (sic)”[41]. Para eliminar un mito, retratado en las pinturas que describen el combate, la verdad es que la bandera “solo mide 53 por 38 centímetros y consiste en tres géneros de distinta factura, cada uno de un color –azul, blanco y rojo– los que están cosidos a puntadas cuidadosas, pero inevitablemente burdas. Sus costureras dominaban mejor el remiendo de los jirones de los uniformes. Sobre el campo azul del tricolor, pusieron una asimétrica estrella blanca, a la que con amorosa prolijidad, cosieron sendas mostacillas brillantes en cada una de sus puntas.” Y no la enorme que se ve en las pinturas que retratan el combate. Esto porque la compañía por sí sola no habría tenido una bandera de ese tamaño, cosa que si hubiera pasado con el batallón. Pero se precisaba de alguna para que marcara el punto que servía de cuartel a la unidad chilena. Inmediatamente antes de la batalla Carrera Pinto había ordenado que el asta se fijara con remaches para evitar que fuera quitada por los atacantes.
Al llegar los carabineros a la escena, del Canto llama a uno de los oficiales de la unidad y le da instrucciones de “limpiar” de peruanos la zona de un kilómetro de los alrededores. Sólo respetaría a mujeres niños y hombres menores de 16 y mayores de 50. Todos los demás serían ejecutados. El oficial, Sierralta, sale a cumplir su misión con una docena de hombres y vuelve a las dos o tres horas con los animales completamente sudados.


El espinudo asunto Boonen Rivera: Hemos visto que al poco de llegar Pinto Agüero a Concepción se enfrentó al capitán Boonen Rivera quien perdió su compañía (la Segunda) y fue adscrito al Estado Mayor de del Canto, lejos de la vista de Pinto Agüero, para luego irse a Lima, sirviendo como correo. Y luego partir a Chile porque tenía destinación en la Escuela Militar.
Y el problema es si actuó cobardemente, como se le acusa, en todo lo que rodea a la Concepción. En el origen de esta pregunta se encuentra un episodio del que habla Nicanor Molinare en su obra ya tantas veces citada y es la existencia de un reporte periodístico de El Mercurio (también aparecido en la compilación de Pascual Ahumada) que describe los hechos de la campaña y en particular el combate de la Concepción[42]. Ese relato proveniente de un oficial sin identificar, es el que se envió a Chile para ser publicado primero en los diarios. En el mentado texto, además de los oficiales de la guarnición, es mencionado continuamente otro nombre: el del oficial Jorge Boonen Rivera, lo que hace sospechar que él es la fuente de toda la historia (y en la que aparece como tan héroe como los defensores de la Concepción), más aún cuando después de entrada la tropa chilena alrededor de las 4 de la tarde del 10 de julio, el capitán Jorge Boonen pierde el comando de la compañía del Chacabuco que dirigía y tiene que volver solo hacia Lima, llegando primero y con ello la versión nacional que corresponde a lo expuesto por El Mercurio.
Dirá a Nicanor Molinare uno de los veteranos, “Ese combate que Ud copia y que se atribuye a Boonen, es una mentira,…; porque Pinto Agúero no cedió a nadie su puesto en esos momentos; Rómulo Correa si hubiera habido combate, habría sido quien lo hubiera mandado, porque era capitán mucho más antiguo y más valiente, y éste, en ausencia de Arturo Salcedo, capitán ayudante y de muy buena reputación como soldado.
Pero su historia no termina ahí sino que en Lima al ser citado por Lynch pone en mala situación a del Canto por su actuar en la campaña, recargando las tintas tanto en el tercer combate de Pucará como en el resultado de Concepción y el resto del final de la campaña. Todo eso tendrá algunas consecuencias a posteriori.


Concepción, noche del 10 de julio. Esa noche la División del Canto se quedó en el pueblo. Por seguridad se envía a una compañía del Santiago (Quinto de Línea) a la loma sur, mientras un grupo de 25 jinetes del Carabineros es enviado al flanco izquierdo cubriendo el camino de La Oroya, vigilando el río y los cerros del oriente. Y otro grupo controla y vigila el camino que une con Jauja. El Lautaro y el Chacabuco alojan en las casas del lado norte. En los corrales del sur está el resto del Carabineros. Los enfermos en las casas mejor situadas y el parque y la artillería seguros y a mano. Y del Canto y el Estado Mayor están en la casa de la familia Valladares.
Esa jornada, cuenta Benavides, cuesta mucho armar el rancho de la tropa, el que se suministró muy tarde en la noche.
COMO EN TODAS LAS IMÁGENES LA DESCOMUNAL BANDERA
CHILENA ERA MUCHO MÁS PEQUEÑA Y AHORA SE ENCUENTRA
EN LA ESCUELA MILITAR DE CHILE
Algunos oficiales que conocen a las víctimas recogen los cadáveres de hombres y mujeres[43] e incluso de cuico, el perro que acompañó a la compañía del Chacabuco y que también fue asesinado, quizás por defender a los que le daban un plato de comida y cariño. Intentan encontrar los cadáveres de Carrera Pinto y la oficialidad de la Cuarta Compañía del Chacabuco. Se les deja primero en lo que sirvió de comedor de oficiales en el cuartel a medio quemar. También retiran los cuerpos de los soldados y clases de los restos del cuartel. Se discutió que hacer con los cuerpos de los oficiales. Primero se sostuvo llevarlos a Lima pero resultaba imposible por la falta de camillas y la dificultad del camino, luego se optó por retirarles el corazón y llevarlos guardado y protegidos a Lima para luego ser llevados a Chile en frascos sacados de la botica del pueblo y sumergidos en alcohol.
A continuación del Canto manda una partida del Carabineros, dirigida por el sargento Sebastián Sandoval y cuatro hombres de la misma unidad, avisen a Jauja, a cargo del mayor Quintavalla, lo ocurrido en Concepción, prepare alojamiento para la división y estuviera él listo para la retirada. Partió el sargento con su tropa, y en el camino tenía que atravesar el pueblo de San Lorenzo, que en ese momento, 8 PM, estaba celebrando la victoria en Concepción. Sandoval comunica a sus hombres el mensaje que transporta por si él cae, y ordena cruzar la población de lado y lado, con los serranos en masa reunidos allí. “Mandé apretar y componer las monturas y primero al trote y después a galope tendido, a escape, vivando a Chile, caí sobre los cholos, a lo que es puro sable…, a punta de sable nos abrimos paso, el surco no más dejamos (y al comentar la acción a un oficial superior agregó) ‘Mostrá Pereda tu espada, mire señor, ¡coloradita hasta la guarnición señor! ¡que pagarla, no más tienen la de La Concepción!”[44]. Intentaron detenerlos con lanzadas y piedras pero no pudieron y los chilenos escaparon sin daño alguno.


[1] El capitán Latapiat, miéntras gobernó en La Concepción, mantuvo siempre un piquete un ese punto, fuerza que, por desgracia, retiró Ignacio Carrera Pinto y que pudo haberle avisado con más tiempo que se aproximaba una fuerza montonera, conocida ahora como División de Vanguardia.
[2]
[3] La campaña del Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el Héroe

[4] ASALTO DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El Perú”, Lima, 8 de julio de 1886. 
[5] La campaña del Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio de 1882 Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. En Ignacio Carrera Pinto. El Héroe.
[6] De "La Crónica" N° 90, año 1912
[7] La campaña del Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio de 1882 Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. En Ignacio Carrera Pinto. El Héroe.
[8] Hay versiones que hablan de dos o tres mensajeros, pero la escasez de tropa que tenía Carrera Pinto, no le permitían darse el lujo de enviar a más de uno con ese propósito. Y sólo había un caballo en la guarnición, el del teniente Carrera Pinto, por lo que es plausible que sólo fuera uno.
[9] ASALTO DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El Perú”, Lima, 8 de julio de 1886. 
[10] La campaña del Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el Héroe
[11] La campaña del Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el Héroe
[12] Las que hace en el parte de la campaña que emite después y que repite en sus memorias militares.
[13] Hay dos versiones, una que la mujer tuvo a su hijo 15 días antes el combate y otra, más romántica, que la mujer tuvo el parto el mismo día del combate.
[14] La campaña del Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de julio de 1882 Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. En Ignacio Carrera Pinto. El Héroe.

[15] Salazar considera dos edificios, mientras los chilenos sólo uno. El plano muestra que es una sola construcción, sino no se explica como los chilenos salieron a la plaza (al abandonar el llamado convento) y volvieron a entrar, ahora al otro cuartel sin ser destrozados por los atacantes que ocupaban la plaza. Sin considerar de por qué milagroso hecho el cuartel convertido “en cenizas” no se comunicó el fuego a la casa parroquial y a la iglesia.
[16] ASALTO DE CONCEPCIÓN: 8 DE JULIO DE 1882. Por: Ambrosio Salazar. *Crónica publicada en el diario “El Perú”, Lima, 8 de julio de 1886. 
[17] Ahumada.
[18] De ahí que al momento en que la División del Canto llega a Concepción al revisar el cuartel encontrará una habitación llena de cadáveres, entre ellas las de Montt Salamanca.
[19] En la versión de un testigo, los dos chilenos alcanzan a conversar entre ellos, se arreglan el uniforme y el kepis, se semiabrazan, disparan sus últimas balas y cargan a la bayoneta,   protegiéndose las espaldas, rodeados por los peruanos. Cae el primero y pronto le sigue su compañero por una granizada de balas. Sin embargo los dos cuerpos son hallados en el pórtico de la Iglesia, lo que hace suponer que allí cayeron
[20] La mitad de su efectivo oficial (no se incluyen en ningún recuento peruano a los indígenas)
[21] Ya hemos indicado que 77 en total, 76 del Chacabuco y uno del Lautaro (era uno de los enfermos). Pero solo 66 en pie (incluyéndolos a todos).
[22] Ahumada, Tomo VII,
[23] Se refiere al combate que tuvo lugar en la zona y la expedición punitiva chilena que le precedió
[24] Para ello sólo hay que compararlo con las primeras descripciones peruanas del combate naval de Iquique.
[25] Tanto así que para ahorrar balas, cuando se rindieron honores a los soldados chilenos en el pueblo, al momento de darles sepultura se percutaron las armas pero sin balas.
[26] La última novedad que tuvieron los chilenos de Concepción era que todo estaba tranquilo.
[27] Respecto a esto último hemos explicado que esas órdenes se dieron en el supuesto que saliera a la hora de diana.
[28] ,…se habia adelantado con su familia a San Jerónimo, para continuar viaje a Lima, que no queria quedarse en La Sierra por temor a la soez i terrible venganza peruana”
[29] Correspondencia; de Víctor Valdivieso para Nicanor Molinare; Santiago, 22 de julio de 1911. testimonio de Víctor Valdivieso, quien era teniente de la Quinta Compañía del Batallón Tacna 2º de Línea en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882 IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS. Por Eduardo Arriagada AljaroLic. en Historia PUC Academia de Historia Militar

[30] En su libros, Seis años de vacaciones, Arturo Benavides se adjudica a él mismo el mando de la compañía de manera transitoria.
[31] En las memorias de del Canto, el oficial expresó que, al jefe de la guarnición de Jauja, que era el mayor Quintavalla (cuando del Canto aún seguía en Concepción) le fue avisado por el coronel que tuviera mucho cuidado porque podía ser atacado por la montonera (división de Vanguardia) de Gastó y que ésta al parecer se encontraba en el camino de Apata (a media distancia entre Concepción y Jauja).

[32] Ver su libro-memoria Seis años de vacaciones.
[33] Le da ese rango porque a la fecha de la carta que envió a Nicanor Molinare con la información acerca de este episodio era 1911, época en que del Canto gozaba de ese título. La carta aparece en http://gdp1879.blogspot.cl/2014/07/carta-molinare.html
[34] Alcaldía Municipal de San Felipe; correspondencia; de Manuel Salas para Nicanor Molinare; San Felipe, 20 de julio de 1911. en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882 IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS Por Eduardo Arriagada AljaroLic. en Historia PUC Academia de Historia Militar

[35] Carta de Ismael Larenas a Nicanor Molinare, en http://gdp1879.blogspot.cl/2014/07/carta-molinare.html
[36] Correspondencia; de Rómulo Segundo Larrañaga para Nicanor Molinare; Santa Rosa, 1º de agosto de 1911; en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882. IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS. Por Eduardo Arriagada Aljaro Lic. en Historia PUC Academia de Historia Militar


[37]Correspondencia; de Justo Pastor Merino para José Luis Merino; Tarma, 15 de julio de 1882; reproducida en “La Prensa”, lunes 24 de noviembre de 1980, página 20. en 9 Y 10 DE JULIO DE 1882 IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS Por Eduardo Arriagada Aljaro Lic. en Historia PUC Academia de Historia Militar

[38] Nicanor Molinare, en su obra sobre el combate, hace descripciones de cómo estaba mutilado el cuerpo de Carrera Pinto y de Cruz Martínez, dos oficiales del Chacabuco. Además hace mención a consumo de carne humana, quizás una manera de adquirir el valor de sus enemigos o simple salvajismo. Pero no decapitados, ¿habrá sido por respeto o falta de tiempo?
[39] Estos fueron los que la división de  Vanguardia no alcanzó a retirar al caer durante esa misma mañana.
[40] Digamos acá que respecto de la carta anónima así como el relato que aparece de un corresponsal anónimo de El Mercurio sobre el combate, intenta establecer que el primer oficial que apareció en Concepción fue el capitán Boonen Rivera e incluso más, describe un combate en la misma plaza que ninguna otra fuente chilena contempla (falso era, por supuesto) hecho para cubrirse a si mismo de gloria ajena. Boonen salvo bien librado del castigo que se le debió proporcionar). Molinare se extiende sobre el punto en su obra ya antes citada. Dice el escritor nacional, luego de extenderse sobre ese artículo “Los que nos leen podrán ahora discutir el punto, i decirnos si no fluye del estudio de lo trascrito la idea fija, absoluta de que el capitan Boonen de 1882, fue el único heróico defensor de los mártires de la Concepción (con evidente ironía)".
[41] “Memorias Militares del Jeneral Estanislao Del Canto”, Estanislao Del Canto (Santiago: Imprenta La Tracción 1927). Tomo I, p. 244.

[42] En el texto, que aparece ya en el libro de Molinare (páginas 82 y 83) y Pascual Ahumada (páginas 196 y ss) se describe a Boonen dirigiendo un ataque contra Concepción cuando a horas de terminado el combate sigue lleno de peruanos y a los que expulsa causándoles numerosos muertos y tomando prisioneros que son fusilados en el acto. Por lo demás del mismo texto se colige que si del Canto hubiera salido con mayor anticipación (el 8 como estaba planeado) la guarnición del Chacabuco no habría sido aniquilada. Y contiene otras muchas críticas contra el coronel.

[43] Es una lástima que no se hayan recogido las identidades de esas mujeres.
[44] Molinare, Nicanor op cit

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