LOS PRIMEROS COMBATES: Las primeras medidas
que tomó del Canto fue desarmar la población de armas de fuego e impedir las
comunicaciones de Pucará al sur (7 de febrero). Como los rumores de alzamiento
indígena y el aumento de las montoneras se hace incompatible con las
instrucciones de mantener la ocupación de manera que ésta no se note, el
coronel del Canto se ve en la necesidad de decretar la ley marcial en el
departamento, el 1° de marzo, creando tribunales militares de guerra en la
zona. El 8 prohibía la venta de alcohol a la tropa y oficialidad. El 11 debido
a los problemas para los pagos de los cupos y contribuciones fijados, ordena
que se presenten los deudores a cumplir, se pagarán anticipadamente las cuotas
semanales y si no paga se procederá a rematar los bienes y si carece de ellos
irá a prisión. Y el 15 fija horario del comercio hasta las 9 PM y repite sus
instrucciones de comunicaciones al sur de Pucará, la que será tomada como
espía.
Pero la
situación empeoraba y la necesidad de vituallas para los ocupantes volvía a la
población cada vez más en contra hasta que las comunidades “se armaron con sus seculares mazas, hondas y
lanzas. En cada pueblo tenían un corneta de observación sobre un cerro, que
daba la alarma cuando se acercaba alguna partida enemiga e instantáneamente los
habitantes de las aldeas corrían a las alturas donde tenían acopio de galgas,
que echaban rodar en los senderos estrechos al paso de los chilenos. En cada
excursión de éstas, volvía el piquete habiendo dejado algunos muertos o con
algunos heridos, y esa sangre provocaba represalias que ahondaban la separación
y el odio de los indígenas con los invasores”.[1]
Combate de Comas: Como el mismo Obispo
del Valle, con amplias haciendas en la zona, no pagaba la cuota que le
correspondía a partir de las tierras con que contaba la diócesis, del Canto
envía una pequeña columna de 30 Carabineros a buscar animales en la hacienda de
Suitocancha, el 25 de febrero de 1882, el 26
en la mañana llegan a Comas, donde
la tropa exige que se les provea del rancho y luego se retiran, no sin antes
demandar también que les tuvieran rancho para su regreso[2]. De ahí pasan, con
dirección del guía (un italiano que ya había prestado servicios a los chilenos)
los lleva a la de Rumatuyo, a 90 km
del valle del Mantaro, por caminos
difíciles como son los cordilleranos, algunos cortados a pique y otros en
profundas quebradas. Mientras en Comas
y pueblos cercanos se decide atacar a los chilenos y se organiza una fuerza
guerrillera a cargo de Ambrosio Salazar y
se monta una emboscada para cuando regresen de su expedición.
Según el mismo Salazar , “La primera medida adoptada por el jefe de la plaza, para
estar al corriente del camino que tomaría el enemigo á su regreso, fué enviar chasquis[3]
detrás de éste, á conveniente distancia, siguiéndoles las pisadas hasta el
término de su viaje, con la misión de transmitir, á su vez, las noticias á
otros que, á distancia equidistantes, se iban ubicando en toda la extensión del
trayecto, á medida que avanzaba el enemigo en su itinerario...Los chasquis
anunciaron al cuarto dia, que los chilenos regresaban por el mismo camino que
los había conducido, trayendo un respetable contingente de reses y caballos;
desde luego ya hubo base para construir trincheras, situar piedras para galgas…(sic)”[4]
Al llegar los chilenos
a la hacienda exigen la entrega de animales sean vacunos o caballares. Tras
seis días de espera para que los reunieran, según el administrador de la misma
hacienda, hasta que se entregaron 550 animales. Bajan de vuelta en fracciones
para avanzar de manera más despejada por la estrechez de la ruta. El 2 de marzo en la mañana, antes de
llegar a Comas los indios empezaron a coronar las alturas y permanecieron allí
sin movimiento, hasta que empezaron a lanzarles galgas y pedradas, mucho más
pequeñas, arrojadas por hondas. El lugar del ataque “es un desfiladero
en donde había un angosto camino de herradura, por donde pasó la expedición
chilena montada a caballo…tiene más de
un kilómetro de largo, de camino estrecho cortado á pico; por el pie corre un
río de mucho caudal en invierno, á 200 metros, antes de llegar al puente del
río, para pasar al pueblo de Comas, se levantó una trinchera doble, toda de
piedra destinada para los expertos tiradores…La parte alta del camino estrecho
es un despeñadero de varios centenares de metros de extensión, abundante en
piedras de todo volumen; allí se colocaron cincuenta hombres con objeto de
hacer funcionar las galgas, luego que los chilenos tropezacen con la trinchera
preparada, porque era de esperarse que las reses y los arreadores, que venían
fraccionados, estuviesen ya todos dentro de la quebrada…. Entre las malezas del
otro lado del puente, para ascender ya á Comas, se emboscaron convenientemente
treinta hombres con rifles Minié, bien provistos de municiones. En cuanto los
rotos (chilenos)
voltearon la cumbre del desfiladero, hacia Comas,….desde aquella cumbre, se
abarca el pueblo con la vista, en toda su extensión, por estar situado éste, en
plano más bajo, sobre una pequeña colina (sic)”[5]
Para acompañar una apariencia de normalidad mientras se
acercaban al pueblo “se colocaron (en
la plaza) sobre piedras, en la parte más visible de la plaza, cuatro grandes
peroles llenos de agua, con fogatas de paja húmeda, que producían mucha
humareda; con el preconcebido propósito de hacer creer á los invasores, que el
encargo sobre rancho agradable y abundante, se cumplía al pié de la letra.”
Dirá en su reporte el teniente
chileno Ildelfonso Alamos que “Como
a las 10 de la mañana, bajamos la cuesta que hay frente al pueblo de Comas…(él estaba) a retaguardia del arreo con
el objeto de atender y observar la mejor manera la conducción del arreo.”
En ese momento le avisan que el guía estaba herido por lo que se adelanta y le
pregunta qué ha pasado cuando “se desprende de la altura una inmensa
cantidad de “galgas” que me arrebataron mi caballo, varias mulas cargadas y
gran número de los animales de arreo e hiriéndome a mí en la cabeza, golpe que
me aturdió por algunos momentos.” Empieza el ataque de los serranos con
piedras y balas. Al recuperar la conciencia, el caos está instalado entre los
animales que se arrean y dice el oficial chileno trata de reunir a sus hombres
y empezar a ascender la cuesta. Para ello descabalgan “para poder aprovechar
mejor sus tiros y tratar de esquivar las galgas favoreciéndose en la orilla de
la cuesta; por este motivo la mayor parte de los caballos se dispararon y
fueron arrebatados por las piedras.”
SIERRALUMI O COMAS |
Sigue ahora Salazar con su relato: “El efecto producido por las galgas fué
desastroso para los enemigos, quienes rodaban al abismo que se extiende al pie
del ya mencionado camino cortado á pico, arrastrados por las mismas reses
selváticas que, al ruido de las piedras que, al desprenderse una por lo
empinada del cerro, arrastraba diez en su caída; prodújose un torbellino
espantoso, que, en ménos de veinte minutos, quedaron inhabilitados para el
combate de fusilería;... Los que venían atrás y los que aún salieron ilesos de
las galgas, optaron por abandonar sus cabalgaduras y las reses que arreaban,
para desplegarse en guerrilla en la margen izquierda del rio, desde donde se
empeñó un encarnizado combate con los comasinos emboscados entre los arbustos
de la margen derecha…”
Y ahora
el oficial chileno explica que ya arriba se da cuenta que “el enemigo nos
tenía cortados”. Por lo tanto sólo quedaba un recurso, bajar a la quebrada
y avanzar hacia el pueblo de Comas,
encontrando el puente cortado y con poca tropa a su lado “traté de tomarme
el pueblo, consiguiéndolo después de algún tiempo, a pesar de las dificultades
del camino y de la resistencia que hacían los habitantes.” Se refugian en
algunas casas y los indígenas mantienen su distancia ante la escasez que tienen
de armas de fuego, “no se atrevieron a atacarnos cuerpo a cuerpo, o más bien
de frente, pero nos daban hondazos y tiros de mampuesto con rifle, con lo que
consiguieron herirme dos soldados que me seguían de cerca.” Siendo a la
larga insostenible la posición decidió salir por el pueblo y seguir por el
camino hacia Concepción. Declara que la salida “fue ordenada; dispuse que
los heridos, que eran cinco, subieran en los tres únicos caballos que habíamos
salvado. Una vez que la gente del pueblo vio que tomábamos el camino para
retirarnos, coronó las alturas una inmensa muchedumbre que principió a
hostilizarnos a nuestro paso, siguiéndonos de cerca por el camino, (por 18
km)….muy fatigado por el ascenso y descenso del caminó, monté a la grupa del
caballo de uno de los soldados heridos, razón por la que me adelanté un poco
del grueso de mi tropa…En Tomamanta ocuparon una casa del pueblo (los que
le seguían detrás también lo hicieron). Deja a los cinco heridos en la casa
(tres que no podían moverse y los otros dos para cuidarlos), por lo que parte
solo y avanza toda la noche, en la que no paró de nevar, por lo que borró el
sendero y se perdió más de una vez, hasta que llega a Concepción a las 2 AM[6].
También se salvaron un cabo y cuatro soldados, bajando por otro camino y el
otro cabo siguiendo al oficial, pero marchando de noche y ocultándose de día.
En total han caído cuatro muertos (tres a bala), tres heridos a bala, y todos
los demás contusos. Asimismo como la pérdida de 23 caballos, 21 monturas, 46
sables, cuatro carabinas y 7 bandoleras
Para el peruano jefe de la zona ahora, Ambrosio Salazar, informó
del combate a Ayacucho y desde allí ratificaron su nombramiento como comandante militar de la plaza.[7]
Hay que agregar, además, que dos pobladores del lugar llevaron la cabeza de un
soldado chileno hasta Izucacha, a
los cuarteles de Cáceres, en demostración de su victoria[8].
Del
Canto, enterado de la noticia organiza
una partida integrada por chilenos y autoridades y figuras peruanas de Concepción, para obtener los cuerpos de
los chilenos caídos, pero fueron recibidos a pedradas, igual cosas un grupo de
peruanos que quiso recuperar el cuerpo de uno de sus conciudadanos y días
después enviaron los sublevados una carta amenazando con un gran ataque a la
guarnición de la ciudad. El coronel chileno prefiere no enviar una nueva
columna, esta vez de castigo, atendiendo a las condiciones climáticas y a las
dificultades del terreno, tan apto para defensas y emboscadas.
Por lo demás esta negativa al pago
de tributos, se extiende por la zona de Concepción
y de Jauja. Una partida de 25
soldados del Tercero de Línea son enviados a requisar si es necesario por la
fuerza lo exigido a las poblaciones para la mantención de las tropas de
ocupación chilenas. La pequeña fuerza es sorprendida en una garganta estrecha,
resultando un muerto y siete heridos, y tuvo que ser rescatada por una columna
organizada desde Jauja hacia ese
punto. La columna siguió hacia delante y tomó las represalias del caso (quema
de casas, ranchos o poblaciones serranas).
El subteniente Pérez Canto habla de las represalias chilenas en Tarma, “van a fusilar como a veinte cholos, por
haber muerto a (tres soldados del Chacabuco) que se fueron a un pueblo cerca de ésta, también va a ir una compañía a
hacer destrozos en una quebrada por donde pasaban treinta carabineros con un
oficial y el comisario Fernando Germain, en la cumbre de la quebrada por donde
pasaba esa expedición que iba a poner un cupo…”. Esto último era la
represalia por el combate de Comas o Sierrrlumi
En marzo
se hace una nueva distribución de las tropas:
a.
Acostambo, vigilando el puente
de Izcuchaca, casi 90 carabineros de Yungay.
b.
Nahuelpuquio, una compañía del Lautaro.
Opera como reserva de la unidad de carabineros.
c.
Pucará, dos compañías del Chacabuco
d.
Huancayo, con tres compañías
del Segundo
de Línea, cuatro compañías el Tercero de Línea, 3 del Chacabuco,
5 del Lautaro, dos baterías de artillería de montaña del Regimiento
de Artillería N° 1 y el resto del Carabineros de Yungay.
e.
Concepción, una compañía del Chacabuco.
f.
Jauja, una compañía del Tercero
de Línea
g.
Tarma, una compañía del Tercero
de Línea con un destacamento en el puente La Oroya
Sigamos a
Arturo Benavides integrante del Lautaro,
como subteniente, sobre lo que pasaba ya en marzo. “en Huancayo, se hablaba de la necesidad de efectuar una expedición para
batir a los montoneros que se divisaban al otro lado del río (Mantaro) invadeable por lo cauduloso y encajonado.”
Para ocupar a la tropa y preparar un asalto al otro lado de la corriente, se
fijaron que en cierta parte del río “éste
se juntaba hasta queda como de treinta a cuarenta metros, en cuyo punto había
antes un puente de cimbra, que los montoneros habían cortado” Por allí se
iba a construir un puente, por lo que primero se instaló una compañía del
Lautaro apoyado por un cañon. Un soldado muy nadador cruzó el río, llevando
atado a su cintura un cordel. Lo acompañó en la travesía Lautaro la mascota del batallón.
Al llegar al otro lado, el chileno
empezó a tirar del resto del cordel al cual se le había amarrado un cable
grueso. El soldado lo amarró en un grueso árbol. Luego desde la otra orilla lo
tiraron hasta dejarlo bien tenso. Entonces el solitario soldado ató el cordel,
ya desocupado, alrededor de Lautaro y él se quedó con el otro extremo del
mismo. El animal volvió a cruzar el río y la tropa tomó el cordel. Sobre el
cable se colocó el cordel para que funcionara de andarivel “y a él se amarraron los grandes cordeles, a
fin de que uno estuviera en manos del soldado desnundo y el otro en el de uno
de la compañía.” Se formó
entonces un lazo en el cable con el cordel y se revisó que corriera sin
problemas por el cable. Entonces, probado que funcionaba, un soldado con equipo
completo y el del soldado desnudo y se subió al lazo, a manera de columpio y
cruzó el río en un santiamén. “Para
efectuar el escurrimiento éste tiraba el cordel atado al lazo-andarivel y el
soldado que iba sentado en él ayudaba con sucesivos movimientos de suspensión”
Así subieron a tres los soldados en la otra orilla y Lautaro, que cruzó
nuevamente el río vigilaba la zona y avisaba con sus ladridos. Al final del día
había 25 hombres al otro lado. El único intento de impedirlo de la montonera
fue espantado con un cañonazo. Finalmente con el nivel de compañía en la cabeza
de puente que se había formado, se le envió mas equipo y el correo y mensajería
funcionaba gracias a Lautaro que con una lata de metal en el cuello llevaba
cruzando el río el fiel canino. Ya con el equipo, los chilenos empezaron a
construir el puente de cimbra, que concluyeron en quince días y lo bautizaron
como puente Lautaro.
En ese
mes de marzo el grueso de la
división está instalada en Huancayo
que al menos la sociedad blanca, peruana, ha cerrado sus puertas a los
chilenos, los que como mayor actividad no militar es ir a tomar helado en la
plaza y tomar el sol. Los que consiguen un libro lo releen muchas veces porque
tampoco hay mucha oferta. O a veces ir al billar o al café de la misma plaza.
Ese Huancayo es calificada por Pérez
Canto, “este pueblo es más bonito de
todos los que hemos pensado, pero supóngase cuán caro costará todo por aquí a
la enorme distancia a que estemos en Lima, y todo lo traen de esa”. Otro
testigo chileno, Isidoro Palacios, secretario de la división del Canto,
comentará: “Esta población se compone de
una larga calle de 15 metros de ancho, bien pavimentada, y de varias calles
adyacentes. Tiene muchas y buenas casas y bastante comercio. Grandes
propietarios tienen su residencia aquí...”.
En los
recuerdos de Antonia Moreno de Cáceres, la ciudad era “atractiva, la calle Real muy bonita, amplia y alegre. Los vestidos
de las mujeres
del pueblo son
originales: especie de túnicas
azul oscuro, muy
ceñidas al cuerpo,
a modo de
camisa ligeramente abierta en el cuello y el pecho. Alrededor del
vestido llevan un delantal guarnecido de una franja de colores y dibujos variados.
Los manguillos que usan en los brazos son lindos: sobre terciopelo color
granate, azul o morado, bordan con lana diferentes flores u otras fguras. Una
elegante faja bordada se ajusta a la cintura, y un pequeño manto al que llaman
rebozo les cubre las espaldas. En la cabeza, una tela de color oscuro les cae
hacia atrás, y completan su vestido con los “tupus” de oro o plata cincelados;
éstos son prendedores, con los cuales sujetan sus rebozos. Otro detalle
pintoresco y agradable de ver son las alegres ferias dominicales de todos los
caseríos vecinos. Llevan los indios, para vender, sus mejores caballos, vacas,
ovejas y otros animales; las ricas pieles de vicuña, alpacas, llamas;
chucherías en cerámica, y otros objetos que cambian o venden, contribuyendo a
la belleza del lugar.”[9]
Por esos
días de abril, del Canto escribió
entonces a Lima, pidiendo refuerzos
de infantería y particularmente de caballería, pues “los indios de estas sierras se han levantado…defienden sus animales; y
como el consumo de carne es bastante, a causa de no haber legumbre, se hacen
sentir mucho las peticiones de reses… Los animales los han retirado a la
montaña y a gran distancia…los recursos de víveres van a seguir escaseando…se
remita en la próxima oportunidad, charqui, grasa, arroz. Azúcar y sal, víveres
que aquí son escasísimos…se me remitan camisas, calzoncillos y botas para las
tropas…hay mucha tropa que usa ojotas”.
A
mediados de marzo envía un grupo de caballería a realizar una exploración hacia
el sur de Pucará. En Acostambo, el
terreno es cordillera y muy pedregoso y de ascenso difícil al ser muy empinada.
El pueblo está rodeado de altísimas montañas y había sido quemado como represalia.
Y es pésimo punto militar y cruzado por multitud de senderos que se hacen
imposible de vigilar Nahuelpuquio es
más pequeño, situado al norte del valle y que sirve de intersección de varios
caminos (de Pampas, de Pucará, de Pozo, de Acostambo y otro
más). Desde Acostambo, rechazado
como punto de vigilancia del puente de
Izcuchaca, manda una partida hacia el río Huancayo el que remonta en
búsqueda de un puente, el que había sido ya destruido por los peruanos y al
otro lado del río, informó al volver, había una partida de montoneros que le
hicieron algunos disparos al otro lado del río. Organiza a sus hombres para
evitar una sorpresa y a algunos los manda a ocupar dos alturas y unas casas que
están en el fondo del valle. Ve a algunos indígenas y les persigue pensando que
son mensajeros o espías pero no los alcanza. Finalmente se concentra en la
orilla oriental frente a Pilichaca y
cercano a Cuenca donde encuentra un
grupo de montoneros unos 600 individuos, de los que 100 son regulares y que se
movían por ese lado. Como resultado retrocede y logra obtener información que
salvo el de Izcuchaca, todos los
puentes han sido destruidos y que en Huancavélica
hay un batallón con 4 piezas de artillería. Concluye el oficial a cargo, que la
tropa que tiene es muy poca para lo que hay que vigilar y es fácil de ser
sorprendidos.
El 21 de
marzo del Canto tiene una reunión, previa invitación al convento de Ocopa, con
el obispo del Valle. El convento “era
considerado en la época el mejor del Perú, por su imponente aspecto, orden, y
aseo que reinaba en todos sus aposentos: “En esta iglesia y convento tan
hermoso en su interior como en el exterior… diez lujosos altares condecoran el
templo… La sacristía es notable por su elegancia y sencillez… El convento en su
interior tiene seis hermosos claustros… El primer claustro destinado a los
viajeros, el segundo es del coristado, el tercero del noviciado, el cuarto
llamado del olvido, es donde viven los padres, el quinto la enfermería. El
sexto contiene los talleres de zapatería, carpintería, herrería, sastrería,
cafetería, hojalatería, panadería…”[10].
Este
(según la versión del chileno) tiene una entrada bastante oprobiosa pero luego
echa pie atrás. La conversación, no muy extensa, gira alrededor de los cupos
exigidos a Huancayo, Concepción, Tarma y Jauja. Pide que se los rebajen a la
mitad. Del Canto no da respuesta y deja el asunto en manos de Lynch. Obviamente
el obispo no quedó nada conforme
El 28 de marzo en Pucará, ante la falta de abastecimiento, envía 25 hombres a cargo
de un oficial, todos del Chacabuco, para traer corderos desde
el poblado de Pasos, al regreso de
la partida y cuando ya traen de vuelta algunos animales, un grupo de ellos es
atacado por indígenas, algunos con rifles, cayendo un muerto y dos heridos y
dos desaparecidos, hasta que llegan refuerzos y los indígenas dejan seis
muertos y se llevan a sus heridos. Al día siguiente sale una pequeña columna a
cargo de Roberto Bell, de 50 lautarinos
y 25 carabineros, en dirección a Pasos, son atacados pero los chilenos
los persiguen por las alturas. Bell les da seguridades a los pobladores que no
los atacará si ellos no lo hacen con los chilenos.
El 30 de marzo en Huayucachi, la guarnición que defiende el puente se acercan varios
grupos de frente de distintas direcciones. El del centro abre fuego y se les
responde. Mientras otros atacantes se acercan desde detrás de las tapias
situadas a la izquierda del puente donde llegan a una casa y la incendian. Los
atacantes no se retiran y se limitan mas bien a gritar amenazas y vivas a
Cáceres y a la medianoche se retiran, pero se mantienen alrededor. El incendio
en la casa del puente continúa y termina afectándose los machones,
desprendiéndose todas las cadenas, por lo que retira de ese punto a sus
hombres. Calcula que los peruanos esperan refuerzos, pues se mantienen con sus
primeros puestos a sólo 600 metros de distancia. El oficial aprovecha de
solicitar el envio de 5 o 10 más miembros de la caballería para la vigilancia
de tres rutas y el río, que llevan los 10 carabineros que estaban antes. El 31 desde la guarnición de Nahuelpuquio, se envió un grupo de 50
lautarinos a Pazos, pero los reciben con algunos disparos, sin causar
lesionados. Caen 4 muertos entre los peruanos y un sinnúmero de heridos antes
de retirarse. La tropa chilena se retira
y desde los cerros se oyen cajas, cornetas y algunos tiros a mucha
distancia. Se calcula que son unos 250, pero con escaso armamento de fuego.
La
táctica que seguirían los peruanos fue de desgaste y guerra de guerrillas.
Normalmente integrada por “partidas de
pocos hombres, teniendo a la cabeza como jefe al individuo más prestigioso del
lugar de donde procedían. Las tácticas empleadas por los breñeros, era acampar
en las alturas y desplazarse de noche, para evitar ser vistos por las patrullas
de caballería e infantería chilenas. Los infantes eran llevados a la grupa de
los caballos, con el fin de aumentar la dotación y disponer de mayor potencia
de fuego... el coronel Andrés Avelino Cáceres, tenía divididas sus tropas y
montoneras en batallones a medio armar. Los montoneros, además mantenían un
activo y eficiente servicio de espionaje. Existía un numeroso contingente de
indios, enrolados en las fuerzas, quienes utilizaban preferentemente hondas
para arrojar peñascazos sobre las tropas, toda vez que se carecía de armas de
fuego en número suficiente…el uniforme de las tropas del centro, debido a la
escasez de fondos, era precario, utilizaban como distintivo en el sombrero una
cinta encarnada que, con posterioridad, dio origen a los quepis rojos de los
soldados.”[11].
En una
carta de un oficial del Santiago, de finales de junio de 1882, relata como era
vivir en esta situación, tras varios ataques mas serios “fuera de los pequeños con la guardia avanzada que no se cuentan, pues
constantemente están los cholos disparando sobre ella, y ya están nuestros
soldados tan acostumbrados, que no les llama la atención. Cuando son pequeños
grupos los dejan tirar a su antojo; pero cuando pasan de 100, entonces la tropa
se forma en actitud de rechazarlos…Estos cholos están armados con fusiles
Peabody, Grass y con lanzas… Los indios siempre salen por la tarde, calculando
que cuando llegue el refuerzo de Pucará, ya será de noche y se contentan con
molestarnos así; pero no salen ellos en bien que digamos, porque tienen que
llevarse en cada travesura de éstas 10 ó 20 muertos o heridos. Vienen
preparados hasta con palos, a propósito
de levantarlos en cuanto caen…”
[1] Gonzalo Bulnes
[2] Las referencias que se
hace de la época por parte de los peruanos (el alcalde de Comas y el jefe
guerrillero nombrado en el lugar) acusan de robos y violaciones. La que
empleamos es de Juan P Salzar
[3] Indígenas que actuaban
como mensajeros.
[4]
http://gdp1879.blogspot.cl/2015/03/combate-de-sierralumi.html
[5] Combate de
Sierralumi, es un artículo publicado por Ernesto Linares
M. aparecido en http://gdp1879.blogspot.cl/2015/03/combate-de-sierralumi.html
[6] Ver en
http://gdp1879.blogspot.cl/2015/03/combate-de-sierralumi.html
[7] En
http://gdp1879.blogspot.cl/2015/03/combate-de-sierralumi.html
[8] Ahumada, tomo VI,
página 490
[9] La campaña de la Breña
[10] En La Revista del Sur, “El Convento de Ocopa en las Montañas de Tarma”
10 de julio de 1881, p. 2.
[11] La campaña del
Ejército del centro en 1882. Defensa de la plaza de La Concepción 9 y 10 de
julio de 1882. Pedro Eduardo Hormazábal Espinosa. Ignacio Carrera Pinto, el
Héroe
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