El labrador y la serpiente

En una ocasión el hijo de un labrador dio un fuerte golpe a una serpiente, la que lo mordió y envenenado muere. El padre, presa del dolor persigue a la serpiente con un hacha y le corta la cola. Más tarde el hombre pretende hacer las paces con la serpiente y ésta le contesta "en vano trabajas, buen hombre, porque entre nosotros no puede haber ya amistad, pues mientras yo me viere sin cola y tú a tu hijo en el sepulcro, no es posible que ninguno de los dos tenga el ánimo tranquilo".

Mientras dura la memoria de las injurias, es casi imposible desvanecer los odios.

Esopo

jueves, 19 de abril de 2018

LA SIERRA CENTRAL. 1882 (III)


LA DIVISIÓN DEL CANTO


El 2 de febrero Gana abandona el mando de la división y se traslada a Lima a donde llega el 3 del mismo mes.
La división queda en manos de Estanislao del Canto, quien abre las instrucciones existentes que eran para quien asumiera el mando de la división. Así, las instrucciones, emitidas el 18 de enero, por Lynch para la segunda parte de la campaña, encaminaban a los chilenos en dirección al valle de Jauja, con la intención de privar a Cáceres de esa región, aprovecharla para las tropas de ocupación y mantener comunicaciones abiertas. Siempre debe velarse, repite el general en jefe en sus órdenes, por la conducta personal, especialmente considerando la mala experiencia de la expedición Letelier. Se dejará que el costo de mantener a la división lo soporten los territorios ocupados, en lo posible evitando aplicar la manu militari, y dejando a los extranjeros indemnes; y si la autoridad peruana había establecido ya impuestos o gravámenes se mantendrán, pero serán cobrados para los chilenos. En cuanto a las comunicaciones recomienda el uso de indígenas o extranjeros que bajen a la costa o incluso caballería chilena pero siempre en grupo de tres para seguridad del correo que se transportaba por militares chilenos e impedir que cayera en manos de los peruanos.
Pero también hay instrucciones militares: si al retirarse de Tarma o Jauja se debía perseguir a Cáceres hasta la destrucción completa de su ejército, una vez ejecutado eso y siendo ello posible, dividirá la división en tres secciones, integrando las tres armas en ellos (infantería, caballería y artillería) para cubrir guarniciones en Tarma, Jauja y Junín, y solicitando refuerzos si estima necesario, mantener comunicaciones abiertas, las fuerzas caceristas no serán consideradas fuerzas regulares y cualquier ataque a tropa chilena será castigada con severidad, pero también sancionando a las tropas chilenas que cometan tropelías contra la población, en particular los neutrales. Mantener una defensa apropiada en el puente La Oroya, con una guarnición importante. Fijar contribuciones o cupos que no sean excesivos, controlar el manejo de las finanzas y en la administración de las guarniciones buscar atraer a la población civil.

El batallón Segundo de Línea llega a Tarma como refuerzo, cuando Jauja ya es controlada por los chilenos
Cuando asume el mando Estanislao del Canto el 1° de febrero la situación de los chilenos era la siguiente: en Jauja con el Lautaro, habían cuatro piezas de artillería, 111 carabineros, y en marcha desde Tarma el batallón Tacna 2º de Línea. Uno de sus integrantes, el soldado Ibarra contará años después “a las 8 A. M. salimos en marcha al pueblo de (Tarma). El 2º de Línea y el 3º de Línea y el Lautaro movilizado y a las 5:55 P. M. Llegamos al pueblo nombrado. El día 2 salimos a las 6 A. M. y seguimos la marcha al pueblo de Santa Candelaria, en la marcha llovió 30 minutos, y pasó la lluvia a las 4:30 P. M. y a las 6:30 P. M. el 2º y el 3º y el Lautaro y Artillería Nº 1 y llegamos al pueblo de Santa Candelaria a las 7 P. M. y ahí nos alojamos.
Ordena entonces del Canto que el comandante Antonio Gonzáles marche con 50 carabineros que sirviera de exploración para seguir a Cáceres. Al mismo tiempo de su comando a González, envía a Eulogio Robles con el Lautaro y 6 piezas de artillería y un piquete de Carabineros, que tome el camino más corto y cruce el Huaripampa. Y siguiese por esa ruta, para sorprender a Cáceres a la altura de Concepción.
González avanza en la noche del 2 de febrero y a las 3 PM esta adelantada ocupa Concepción a las 3 PM sin disparar un tiro y se alcanzaba a ver la retaguardia de Cáceres moviéndose hacia Huancayo. En su parte, del Canto expresó que la partida de caballería “situó sus avanzadas con el objeto de no abandonar ese pueblo y resguardarse del enemigo. La avanzada (fue) colocada en dirección a San Jerónimo, ruta que llevaba el enemigo.”[1]  Y fue atacada en la madrugada del 3 por una partida de unos 50 caceristas, la que en la versión chilena es rechazada y dispersada y en la versión peruana fue una victoria[2]. Al ocupar el pueblo la González envía un mensajero para avisar de las novedades a del Canto que está en Jauja, la que “estaba situado al principio de un valle de gran riqueza agrícola, con abundancia de agua y que por su especial clima servía…como sanatorio para los enfermos de tuberculosis enviados desde Lima.
La columna de Robles llega al río Mantaro y cruza por el puente de cimbra que hay cerca de Huaripampa. Sin embargo en este punto el puente de cimbra se cortó luego que la artillería y parte de una compañía lo cruzara al paso. Al llevar la misma cadencia el puente se empieza a bambolear y provoca el corte del mismo, la primera compañía del Lautaro alcanza a cruzar parcialmente, cayendo una treinta de hombres al río y muriendo entre 12 y 15. Lo más grave, además de las víctimas, es que en un lado quedó una fuerza minúscula con los cañones y al otro lado el grueso de la columna. De esa manera tienen que marchar hasta Concepción, donde se enteran que Cáceres ya empieza a evacuar Huancayo.
Mientras tanto, del Canto al sospechar que se comunicaban los movimiento de sus tropas, no desde los pueblos de Cinco y Mito, sino pasando el río Mantaro ordena que se corten los puentes de Parca y Lloquipampa y que se destruyera por completo el de Huaripampa, quedando solamente comunicación desde la Oroya al puente de Concepción, dejando inútil para ese propósito el situado frente a Huancayo y en ese momento en manos de los peruanos.
Entre las 6 y 7 AM del día 3, del Canto marcha hacia Concepción, organizando una partida de reconocimiento para ubicar a Cáceres,  de quien González aún no podía darle noticias. Pero por un espía que arriba a Jauja se entera de la real situación del Ejército del Centro del Perú. Entonces parte con el Segundo de Línea, 4 piezas de artillería y el Carabineros de Yungay, mientras que la columna de Robles recibe la orden de instalarse en la altura de Concepción. Esto porque le habían avisado que existía una partida de 400 hombres que le cerraba el paso a la entrada de Quebrada Honda (a tres leguas o sea 18 km de Concepción). Para el soldado Ibarra, todos estos moviemientos sólo son marchas para él: al “pueblo de la Concepción,…llegamos…a las 11:30 A. M., y ahí nos hicieron un bocado de almuerzo, y salimos a las 3 P. M. para el pueblo de Huancayo, en el trayecto nos llovió, el 2º de Línea iba la vanguardia.
Sin embargo, al llegar al lugar, la encontró desocupada, por lo que avanza hacia Huancayo, y cuando se acerca a ese pueblo le llega la noticia que aún hay ahí tropas peruanas retirándose. Manda un grupo liderado por el teniente Villota con cuatro carabineros pasase de largo la población y se cerciorase de la efectividad del hecho, prohibiendo en lo absoluto que ninguna persona fuese a anunciar al enemigo la aproximación de nuestras tropas.” El pueblo es descrito como de una calle principal ancha y larga, donde se daba la feria, y que estaba rodeada de buenas casas y comercios. La feria que se daba en la calle Real, era respaldada por la atractiva cantidad de tiendas, de españoles avecindados a lo largo de esta calle, quienes se establecieron por las excelentes condiciones económicas que daba esta ciudad a principios del siglo XIX, dichas tiendas expendían artículos básicamente importados, como ropa traída de la península, accesorios, artículos de limpieza, etc.
Y al entrar a Huancayo ordena el movimiento del Lautaro y cinco piezas de artillería que estaban en las alturas de Concepción. También manda otro para que el Chacabuco haga lo mismo. Para Ibarra “llegamos a Huancayo a las 10. P. M. en ese momento había pasado la lluvia, mi Coronel Canto tuvo unas noticias de un cholo serrano que el General Cáceres estaba en el pueblo de Pucará, mi Coronel ordenó que le diéramos alcance al enemigo.
A las 6 de la tarde del 4 de febrero Villota regresa con un oficial prisionero y se entera que los peruanos, también agotados por el cansancio el clima y la enfermedad sólo estaban a 2.5 km de distancia. Siendo que forzar la marcha ya era un riesgo del Canto ordena descansar a las tropas en La Punta y esperar los refuerzos solicitados y que se le remitan desde Concepción el rancho (comida) de la tropa, para que esta coma temprano al día siguiente. Se sirve de madrugada la comida (4 AM) y se reciben noticias positivas del avance de los refuerzos. Y para Ibarra y sus camaradas del Segundo de Línea “todos estaban mojados con el aguacero que habían recibido en la marcha y salimos a las 11 P. M. y anduvimos hasta las 3 P. M. y llegamos a una iglesia que la habían demolido los cholos serranos, y la iglesia nos sirvió de refugio para descansar de la marcha tuvimos un descanso de dos horas y salimos a las 5: 30 A. M. en División al pueblo de Pucará.” Y a las 7:15 del día 5 alcanza a ver la retaguardia peruana.

En el lado peruano el día 4, bajo una copiosa lluvia, prosiguió el ejército del Centro su marcha hasta Pucará, dejando en Huancayo 150 soldados moribundos, acometidos de tifoidea, a cargo del alcalde municipal.
El Ejército del Centro del Perú constaba ese día por los batallones, Lima, Zepita, América y Libres de Huancayo, Tarapacá y considerando a todos los demás, serían en total 1810 hombres, muchos enfermos y heridos. De estos sólo una parte participaría en el próximo combate alrededor de  Tarma, unos 1500 (los chilenos pondrían un poco menos al final del combate, pero gozaban de la ventaja de la artillería de montaña que manejaban, careciendo de esa arma los peruanos, que sería enviada por adelantado) Por el lado peruano la retirada a Huancaya con lluvias, escasez y una moral bajando a raíz de las deserciones. El Ejército del Centro llevaba 15 días de continuas retiradas sin descanso.
El relato de un oficial peruano sigue así: “acabada de pasar la lista de diana, se presentó la división Canto (el batallón Segundo de Línea y las cuatro piezas de artillería que llevaba y una parte de carabineros)… El ejército principiaba a desfilar yendo a vanguardia parte de la impedimenta y las cargas de artillería de montaña (en dirección a Ayacucho), cuando de improviso se oyeron al pie de la cuesta los primeros disparos de cañón protegiendo el despliegue de sus infantes, a la vez que la caballería chilena se dirigía a pasar el río que corre lamiendo el costado de la escarpa por el cual se asciende a la población.”[3] Las tropas que ocupaban Pucará se vieron bombardeadas, especialmente las que se encontraban en el pueblo mismo y en la plaza donde estaban formados, más de un tiro pegó en la Iglesia y en las casas de los alrededores.
Arturo Pérez Canto
Señala del Canto que ordenó situar los cañones, cuatro en total, en batería, alrededor de 2 km de distancia “y rompiesen fuegos. Mientras tanto la vanguardia de infantería (tres compañías), precedida por cuatro carabineros y un cabo, seguían su marcha regular de observación del enemigo. Pronto regresaron los carabineros anunciándome que el enemigo se hacía fuerte en la entrada del pueblo denominado Pucará. En tales circunstancias, la descubierta de infantería recibió los fuegos del enemigo, fuegos que fueron contestados por los nuestros y que pronto recibieron el refuerzo de tres compañías del 2º de Línea”. Del Canto ordena al resto del Segundo de Línea flanquee por la derecha, con el propósito de conquistar un cerro situado a la retaguardia de los caceristas que les protegía, pero que no habían ocupado. La idea era cortarles la retirada o al menos retrasarla para que el resto de la división chilena llegara.
Cáceres decide sacrificar algunas tropas antes que perder su Ejército completo. Entonces envía como primera línea a cinco compañías para que aguanten el ataque chileno en primera instancia, en la orilla del río, instalados en guerrillas, para dificultar el cruce de los chilenos y le ganen tiempo para el Ejército del Centro. Son ellos los que resisten momentáneamente a los chilenos. Al menos hasta que esa vanguardia cede. Entonces del Canto viendo la retirada da orden de cargar con la caballería detrás de los que se retiran, por lo que los peruanos abandonan Pucará y se repliegan hacia las alturas. En esta defensa se usó principalmente a los batallones Tarapacá y Zepita, mientras el resto se iba retirando hacia el cuello de Marcavalle. Cuenta un testigo peruano que “El teniente coronel Ambrosio Navarro, jefe de la artillería, regresa, impaciente, cuando ha desfilado la última carga de sus obuses de montaña y cuadrándose ante el general, dice: -"Mi general, si mis piezas no han de entrar en combate todavía, déme US permiso para ir con una guerrilla; yo también soy infante. . . ¡Quiero vengar la sangre de mi hijo muerto en Miraflores!" -"Bien comandante -repuso el general-, vaya usted con ésta de! "Zepita". ¡Adelante, muchachos!".” Cae malherido en primera la línea, al llegar los chilenos, y se supone que fue repasado en la versión peruana.
Llegaba en ese instante los del Lautaro y la demás artillería, del Canto ordena avanzar dos piezas y bombardeara la segunda línea peruana. La otra mitad del Segundo de Línea junto a algunas compañías del Lautaro arribaban al combate, replegándose los montoneros a los minutos de la llegada al frente de las nuevas tropas chilenas, dispersándose hacia la izquierda y la derecha. El jefe chileno ordena una nueva carga de los Carabineros, la que no pudo avanzar mucho por lo agreste del terreno, pero aún así la infantería chilena tomó la segunda línea, apoyada por la artillería que no tiene respuesta ya que la peruana quedó empacada y ya cruza hacia Izcachaca.
La maniobra de retirada del grueso del Ejército del Centro funciona. Se mantenía y controlaba ahora una tercera línea, en un portezuelo de altura dominante. Del Canto adelanta la artillería que ha quedado atrás (ahora con diez piezas) y avanzan las tropas (Segundo de Línea y Lautaro) acompañados por la mitad de los carabineros, y aunque la resistencia peruana era organizada, esta tercera línea era ocupada también[4]. Y en ese momento la defensa peruana colapsa, las tropas peruanas abandonan sus puestos y se retiran en fuga. Al menos la artillería y los bagajes han sido salvados y aquella parte que alcanza a cruzar, a cambio de sacrificar sus mejores unidades (Zepita y Tarapacá)
Del Canto detiene su ataque atendiendo a que “nos separaba una honda y escarpada quebrada; la fatiga de nuestra tropa era notable; la distancia que teníamos que salvar para destrozar por completo al enemigo, era de gran magnitud, como también era largo el trayecto que teníamos que recorrer para encontrar recursos con qué reponer a nuestros soldados.
Señala el testigo peruano que Cáceres “quería esperar a sus contrarios en el cuello de Marcavalle y en Nahuimpuquio, (posiciones fuertes por si los chilenos avanzaban)….antes de que los peruanos lograran posesionarse del puente de Izcuchaca (en su retirada) y la línea estratégica de la orilla izquierda o fueran reforzados por la división del coronel Arnaldo Panizo, fuerte de un mil quinientos hombres próximamente (4 batallones, 1 batería rayada de montaña y un piquete de caballería) que desde Jauja era esperada con ansiedad; pero el general, satisfecho de su tropa, iniciada una borrascosa tempestad acompañada de granizo, prefirió darles descanso, y, juiciosamente, después de distribuirles el único y frugal rancho del día, las movió de Ñahuimpuquio y Acostambo hasta Izcuchaca, donde, por fin, pernoctaron.[5]
Terminado el combate del Canto, atiende a los heridos y sepulta a los muertos se retira hacia Huancayo donde establece su cuartel general. La tropa peruana dice el testigo que hemos empleado “entraba al (pueblo) de Huancavelica para reponerse un tanto, y emprender en seguida sobre el de Ayacucho donde la división del coronel Panizo se mantenía espectando acontecimientos de tanto bulto, sin adoptar decisión alguna,…”. Concluye contando del Canto que “En el campo de batalla he dejado tropa de carabineros para protejer las comisiones de estranjeros, Cuerpo Sanitario i Municipalidad que han mandado de Huancayo para recojer los heridos i enterrar los muertos del enemigo. Quedo en Huancayo con el 2°, Lautaro, artillería i carabineros (sic).”
En su cálculo, del Canto estima los muertos peruanos sumarían 80 a 100, capturando más de 100 rifles de diversos sistemas, sin contar muchos que se han dejado en el mismo campo, completamente inutilizados. El número de prisioneros es de 38, incluso dos oficiales. No expresa a los heridos pero seguramente cuenta a los prisioneros a los que hay que agregar a los que alcanzaron a retirarse junto a Cáceres. El alto número de muertos y el bajo de prisioneros dice que hubo repase, conforme a las instrucciones que diera Lynch en la campaña. Los chilenos por su parte sufren 14 muertos y 17 heridos. La desproporción entre chilenos y peruanos viene dada porque los chilenos contaban con artillería y los peruanos carecían de ella, al adelantarla en su retirada. Así los chilenos pudieron bombardear a placer y sin temor a represalias a los defensores peruanos, indefensos frente a esas armas, lejos del alcance de sus fusiles. Y a que las tropas chilenas eran veteranas y entre los serranos pocos tenían esa calidad.
Según los prisioneros se habrían dispersados alrededor de 300 hombres más, lo que suena pausible porque en la derrota aquellos que desean desertar aprovechan mejor el momento para volver a sus casas. En esos días el Ejército peruano sólo queda en el esqueleto por las masivas deserciones que sufre, especialmente tras el cruce hacia Izacacha y más allá del puente.
En las filas chilenas, luego de la victoria se emiten las órdenes del día del comando de la división, “se le hizo felicitación por las órdenes del día a los señores jefes y oficiales y clases, y soldados de los dos batallones, 2º de Línea y Lautaro movilizado, por su valentía, fuerzas y empujes que tuvieron con el enemigo. (Además) recoger a los heridos y sepultar a los muertos, éstos dos batallones, 2º de Línea y Lautaro estuvieron en pié de guerra toda la noche hasta el día siguiente a las 8 A. M. Mi coronel del Canto dio orden que saliéramos en marcha al pueblo de Huancayo y llegamos a las 11 A. M., al pueblo nombrado.
Sin encontrar ya resistencia, en la orden del día se establece que van dos Compañías y la plana mayor del batallón Santiago, 5º de Línea de guarnición al pueblo de Pucará y también van dos Compañías del Batallón Lautaro de guarnición al puente de Chongo. Y también va de guarnición la 6º Compañía del batallón 2º de Línea al pueblo de la Concepción,….

Las tropas del coronel Arnaldo Panizo, ubicadas en Ayacucho, pese a las peticiones y órdenes de Cáceres no se movieron. Imperó más el rechazo por aceptar un gobierno ilegítimo, a sus ojos, como era el de García Calderón, y el rechazo a Piérola. Escribe el mismo Cáceres en su relación del combate que el “Coronel don Arnaldo Panizo, se le impartieron órdenes terminantes y reiteradas para que se incorporaran en el ejército del Centro, poniéndose a su disposición elementos bastantes de movilidad. La obstinada permanencia del ejército de Ayacucho en una plaza exenta de peligros, cuando las necesidades de la defensa nacional reclaman su concurso en el teatro de la guerra…[6]. Y al ministro de Guerra, el mismo Cáceres le escribe tras la seguridad del puente de Izcuchaca, el 6 de febreroNo me cabe duda de que la invasión del departamento de Junin, no sólo no se hubiera efectuado, sino que habría sido enérjicamente rechazada, a no haber permanecido el Comandante en Jefe del ejército del Sur, coronel don Arnaldo Panizo, rehacio a las reiteradas órdenes que le impartí desde Noviembre último, para que se constituyera con las fuerzas de su mando en el valle de Huancayo…[7]


[1] Parte de Estanislao del Canto
[2] El 1° de febrero de 1882 se practicó por la caballería (medio escuadrón), un reconocimiento que dio por resultado inmediato “tomar el contacto” con el enemigo, y después de un pequeño combate, apoderarse de las contribuciones de reses y otros artículos de subsistencias, impuestas por los chilenos en San Gerónimo, a tres leguas de Huancayo. Se supo que la división chilena ocupaba Concepción. Texto tomado del libro  "De los Reductos a Julcamarca, 16 ene 1881-22 feb 1882".
[3] El 05 de febrero de 1905, por el aniversario del primer combate de Pucará, el diario "El Comercio" publica una crónica del combate escrita por el militar Celso N. Zuleta, militar limeño, participó en este combate como Teniente Coronel. Texto tomado del libro  "De los Reductos a Julcamarca, 16 ene 1881-22 feb 1882"


[4] En su parte del combate del Canto escribe “notóse dispersos entre los enemigos, y por prisioneros tomados entre los enemigos, supe que los batallones Lima y Zepita hacían fuego contra sus compañeros de los batallones Junín, América y Libres de Huancayo.
[5] El 05 de febrero de 1905, por el aniversario del primer combate de Pucará, el diario "El Comercio" publica una crónica del combate escrita por el militar Celso N. Zuleta, militar limeño, participó en este combate como Teniente Coronel. Texto tomado del libro  "De los Reductos a Julcamarca, 16 ene 1881-22 feb 1882"


[6] Circular enviada a los prefectos desde la Jefatura Superior Político y Militar de los Departamentos del Centro, desde Izcuchaca, Febrero 6 de 1882

[7] Comunicado al Señor Ministro de Estado en el despacho de Guerra. Izcuchaca, Febrero 6 de 1882. Este conflicto, otra guerra civil en el Perú, se resolverá en el combate de Achucamay. Como esa parte excede este  trabajo, digamos que venció Cáceres quien en lo sucesivo dirigiría la Resistencia en la Breña, participando sólo nominalmente el gobierno del almirante Montero que poco o nada ayudó en esa campaña.

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